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El Roto |
Carlos Belmonte |
Michael Tomasello |
Las alucinaciones se pueden producir por muchas otras causas, como ser síntomas de enfermedades neurodegenerativas como la demencia con cuerpos de Lewy, el Alzhéimer o el Parkinson. La esquizofrenia también puede ser fuente de alucinaciones.Una mujer de ochenta y tres años que durante la Segunda Guerra Mundial había participado activamente en la Februaristaking (Huelga de febrero de 1941) y que ahora estaba prácticamente ciega a causa de las cataratas, le contó angustiada a su hija que cada vez que pestañeaba veía esvásticas. Cuando la corteza con la que vemos normalmente no aporta suficiente información a través de los ojos, empieza a inventarse imágenes.
Sergio Parra, Síndrome de Bonnet: alucinaciones visuales complejas, katakaciencia, 23/10/2014Por eso resulta muy interesante que los fundadores de las tres principales religiones mundiales pasaran un período de soledad en la montaña antes de la revelación. Moisés recibió del Señor dos veces los mandamientos en el monte Sinaí. (…) Mahoma vio al arcángel Gabriel cuando se hallaba en soledad en el monte Hira.
Ciceró |
Neil Van Leeuwen |
Legare y Gelman (2008) describen la coexistencia de explicaciones brujeriles y explicaciones biológicas sobre el SIDA en partes de África que hablan en Sesotho, donde las explicaciones basadas en la brujería corresponden con las creencias religiosas tradicionales (…) Escriben: “No es el caso que los participantes apelen a la brujería porque no aprecien las explicaciones biológicas. Más bien, las explicaciones biológicas y brujeriles coexisten dentro de los individuos”.
El Roto |
Apuntábamos hace muy poco la influencia de la locura en la filosofía de Nietzsche, proponiendo además una pequeña reflexión sobre cómo ésta afecta a cada una de las disciplinas en las que se desarrolla. El caso es que estamos estos días con las correspondientes introducciones a la historia de la filosofía, y en los albores de la misma nos encontramos con Pitágoras, del que se dice que fue el primero en utilizar la palabra filosofía. La referencia que me llegó en su día está tomada de un texto de Cicerón, en el que se aludía al pseudomatemático griego y a su visión de la filosofía como una contemplación externa y desinteresada. El mismo Pitágoras que, según se dice, reprendió a uno de sus paisanos que estaba golpeando un perro, pues en el ladrido del mismo había podido reconocer la voz de un viejo amigo, fallecido hacía algún tiempo. Locura o racionalidad: el matemístico estaba convencido de que el alma es como la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda.
A veces la historia tiene estas casualidades: si el primero que empleó la palabra filosofía anda un poco tocado, no lo estaba menos el que la pronunció por última vez: Nietzsche. Puede sonar a exageración, pero después de los martillazos del germánico, se ha de pronunciar la dichosa palabra con cierto temblor en la voz, conscientes de que quizás estemos hablando de un fantasma del pasado, de un producto cultural que está criando malvas. Como es bien sabido, tras unos días de altibajos Nietzsche sale del hostal en el que se hospedaba en Turín y se abraza a un caballo con el que entabla una larga conversación. Después de esto, jamás volvería a recobrar la cordura hasta morir once años después. Sin llegar a atisbar nunca cuál sería su verdadera influencia en las décadas siguientes. Se podrá decir que es un tanto arbitrario el conectar a Pitágoras con Nietzsche, pero quizás pueda tener más significado de lo que pensamos, especialmente en la discusión clásica alrededor del qué es la filosofía.
La filosofía es el chispazo de la razón en la oscuridad de la locura. La caracterización tiene ecos románticos y un poco tremebundos, pero eso es lo que ha habido, en cierta manera, entre Pitágoras y Nietzsche. Las anécdotas deberían servirnos a todos los que disfrutamos con este extraño artefacto: por mucho que nos guste enarbolar su racionalidad y su función en la formación de ciudadanos, la filosofía es también un animal salvaje que puede servir para todo lo contrario: para mostrarnos que la razón sienta sus cuadradas posaderas sobre la locura y que en lugar de “ciudadanos” puede fomentar la creación de auténticos destructores de la vida social, política y cultural. Y habrás otras formas de interpretar la filosofía y su historia: puede que todo nazca con Sócrates y que estén ganando la batalla los pocos críticos de Nietzsche que aún defienden la vigencia del proyecto ilustrado. Quizás sea ahora Habermas el portador del espíritu filosófico. Y esta batalla de ideas no sea otra cosa que una especie de Harry Potter, Guerra de las Galaxias o Señor de los anillos. Buenos y malos, locos y cuerdos, discutiendo a lo largo del tiempo.
Octubre es el mes de Platón: toca acercarse a uno de los más grandes de la historia de la filosofía. En los inicios es casi obligado hacer alusión a la polémica con los sofistas y a las duras críticas a la democracia que planteó Platón en su tiempo. No es difícil de resumir: siendo grandes maestros en el uso del lenguaje, los sofistas fueron capaces de presentar a Sócrates, el que para Platón era el más justo de los atenienses, como una peligrosa influencia para la juventud, capaz de promover la impiedad y de corromper las tiernas mentes de quienes se acercaban a hablar con él. La democracia, entonces, muestra toda su debilidad: aquel que domine la oratoria y la retórica logrará persuadir a los demás de que lo bueno es malo, de que la virtud es en realidad una degradación. Esto es lo que más detestaba Platón de este sistema político: no se basa en la verdad, sino en un turbio entramado de convicciones, creencias y opiniones, sujetos a la manipulación de quienes controlan sus mecanismos de formación.
Exponer estas ideas es difícil en tiempos como los nuestros, pues pensamos que la democracia, con todos sus fallos, es el mejor de los sistemas posibles. No hay comparación con la democracia ateniense: no vivimos en sociedades esclavistas, la ciudadanía se ha generalizado (salvo para los inmigrantes), y se han logrado importantes logros sociales en terrenos como la igualdad. Más aún, y esto es esencial: creemos que somos menos manipulables que en tiempos de Platón. Hoy somos más listos. Lo malo del asunto es que todas estas ideas empiezan a resquebrajarse cuando la realidad nos muestra ejemplos bien concretos que nos recuerdan que no vivimos tan alejados de esos mecanismos de persuasión y manipulación que en su día dominaban los sofistas. El último caso es relativamente sencillo: L glorificación y humillación de Rodrigo Rato.
No hace mucho tiempo, Rato transmitía seriedad, eficacia. A finales de los 90, se le responsabilizó del llamado “milagro económico” español: como ministro de economía logró que España entrara en el euro. Sólo años después nos dimos cuenta de lo que algunos avisaban ya en aquellos tiempos: que el crecimiento económico era engañoso, pues estaba construido principalmente sobre la burbuja inmobiliaria. Nadie hizo caso a lo que después fue una verdad dolorosa y traumática. Lo mismo ocurrió cuando se le nombró presidente del FMI: los medios más críticos mostraron una perspectiva sobre el exministro que fue silenciada por la gran mayoría. El asunto se termina de retorcer con su entrada en Bankia: la sustitución del entonces desconocido Blesa abría fisuras en el partido que gobernaba la comunidad, el PP, pero Rato fue la figura de consenso. Aplaudida, por cierto, por la mayoría de medios de comunicación. Sólo ahora descubrimos el otro lado del que hasta ahora era un “prohombre”. Sólo ahora nos damos cuenta de que la democracia de hoy sigue funcionando con procederes muy similares a los que criticó Platón. En su día, se podía mostrar al hombre más justo como el más perverso. En nuestros días es posible mostrar como el más justo y preparado a quien carece de los valores morales más elementales. Y siendo estos los que logran medrar en el sistema, ¿logra la democracia hoy salvar las críticas platónicas? Los periódicos nos dan una respuesta tristemente negativa.
Homage to Giuseppe Pellizza da Volpedo’s “The Fourth Estate”.font |