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Parlant amb una companya sobre el debat que estem tenint sobre el tema del hiyab, m’ha recomanat que miri un documental i, un cop l’he vist, em sembla interessant que el mireu i opineu.
Luis Villoro |
“Un comportamiento ético incluye la aceptación autónoma de valores objetivos y normas generales, pero también su implementación en una moralidad social. Una ética política debe comprender dos momentos: la determinación de valores objetivos fundados en razones y el establecimiento de las condiciones que hagan posible su realización en bienes sociales concretos” (p. 225).
Es prácticamente imposible acercarse a un libro por primera vez. La cultura de la textualidad crea, paradójicamente, su propia oralidad (valga la expresión). Antes se contaban historias. Ahora hablamos sobre la historias que se escriben. En consecuencia, existen siempre una serie de prejuicios que acompañan ese acto prístino y novedoso que es abrir por primera vez un libro cualquiera, franquear su puerta y adentrarnos en lo que nos cuenta. Los libros no son entonces solo libros, sino muchas otras cosas. Existen los libros carga. Se arrastran como una losa, porque no son libros elegidos ni queridos. No se les ama, sino que son abandonados en cuanto se puede. Pesan. En sentido literal, en la mochila de muchos de nuestros adolescentes. Y en un sentido intelectual por imponer una tarea que no se asume como propia. Estos libros generan incluso infidelidades: hay quienes se entregan legres al disfrute de la película, porque nos salva para el control de lectura y nos ofrece las lineas maestras del argumento. Afortunadamente, estos libros tienen su fecha de caducidad. Antes o después llega un a la edad de decidir por sí mismo qué quiere leer.
Están luego otros libros que no nos condenan, sino que nos salvan. Esos a los que acudimos guiados por el buen consejo de quien sabe que hay universales humanos y que la buena literatura es capaz de transformar en fantástica una existencia anodina, de recrear mundos que terminan siendo hogares para lectores bien diversos. Emergen entonces personajes que terminan acompañándonos durante toda la vida, frases textuales que se graban a fuego en nuestra memoria, y que nos ayudan a respirar y vivir. Son libros inmortales, porque reviven en cada una de sus lecturas y alimentarán a generaciones y generaciones. Manantiales de cultura. Muy distintos de otros, que pueden llegar a ser durante cierto tiempo más leídos. Me refiero a los libros moneda. Tan manoseados y sujetos a las fluctuaciones como ellas. Explotan en un determinado momento, impulsados por grandes campañas editoriales, movidos más por los intereses económicos que por la calidad de lo que ofrecen. Grandes éxitos editoriales que apañan la vida de sus autores y editores, pero que se van apagando lentamente, hasta dejar de brillar por completo y terminar abandonados, oxidados en cualquier cajón.
Hay otros que son casi sagrados. Totémicos, simbólicos. Transformados casi en templos de la cultura. Libros tan leídos y comentados que para cuando uno va a leerlos ha escuchado ya (o incluso leído) cientos de anotaciones, citas o alusiones. No es que se lean con temor y temblor, pero sí con un cierto respeto. Porque el lector no es nunca una isla: más bien encuentra en los libros puentes de comunicación. Y estos libros, que han crecido tanto con el paso del tiempo, pueden llegar a suponer auténticos desafíos. Cómo atreverse a destruir uno de estos templos, a decir abiertamente que tal o cual obra es una castaña, que donde otros supieron encontrar oro no ve uno nada destacable. Que aquello que despierta veneración ha sido totalmente incapaz de comunicar con nosotros. Porque eso son, en definitiva, todos los libros y textos que en el mundo han sido. Comunicación. Mundos que transmiten y comparten cosas. Entramos en el imaginario de otro a través de sus textos, en su vida, y dejamos que el otro pase a convivir también con nosotros. Unos minutos. Unas horas. O mucho más tiempo. Otra de las palabras clave cuando hablamos de un libro: tiempo. Palabras escritas en el tiempo y capaces de superarlo, de trascenderlo. Algo que solo pueden hacer con la imprescindible ayuda de todos y cada uno de los ojos que se fijan en ellas.
Espigón del Tarajal |
by Eva Vazquez |
Giorgio Agamben |
Roberto Esposito |
La puissance absolue et perpétuelle, que define el poder estatal no se funda, en último término, sobre una voluntad política, sino sobre la nuda vida, que es conservada y protegida sólo en la medida en que se somete al derecho de vida y muerte del soberano o de la ley. (Éste y no otro es el significado originario del adjetivo sacer referido a la vida humana.) El estado de excepción, sobre el que el soberano decide en cada ocasión, es precisamente aquel en que la nuda vida, que, en la situación normal aparece engarzada en las múltiples formas de vida social, vuelve a plantearse en calidad de fundamento último del poder político. (G. Agamben, Medios sin fin, Pre-textos, pg. 15)
El campo es, pues, la estructura en que el estado de excepción, sobre la decisión de instaurar el cual se funda el poder soberano, se realiza de manera estable. … (…) Si no se comprende esta particular estructura jurídico-política de los campos, cuya vocación es precisamente la de realizar de manera estable la excepción, todo lo que de increíble se produjo en ellos resulta completamente ininteligible. (ibid., pg 39)
Es “gracias a” la noción de inmunidad, del rechazo de la contaminación o injerencia de lo otro, como se construye el sujeto individual moderno, la mónada sin ventanas, irrelacionada con el resto.…mientras la communitas es la relación que, sometiendo a sus miembros a un compromiso de donación recíproca, pone en peligro su identidad individual, la immunitas es la condición de dispensa de esa obligación y, en consecuencia, de defensa contra sus efectos expropiadores. (Bios, Biopolítica y filosofía, pg. 81)
La immunitas, en tanto protege a su portador del contacto riesgoso con quienes carecen de ella, restablece los límites de lo “propio” puestos en riesgo por lo “común”. Pero si la inmunización implica que a una forma de organización de índole comunitaria –sea cual fuere el significado que ahora quiera atribuirse a esa expresión- la suceden, o se le contraponen, modelos privatistas o individualistas, es notoria su relación estructural con los procesos de modernización. (ibid. pg 81)
Cuando en una celebérrima proposición del Tratado Político escribe que “cada cosa natural tiene, por naturaleza, tanto derecho cuanto poder posee para vivir y para actuar”, también él está pensando una “norma de vida”, pero en un sentido que, antes que implicar la una a la otra, las une en un mismo movimiento, que considera a la vida como normada desde siempre y a la norma, como provista naturalmente de contenido vital. (…) Es verdad que “toda cosa, por lo que hay en ella, se esfuerza en perseverar en su ser”; pero ese esfuerzo individual sólo adquiere sentido, y posibilidad de éxito, dentro de la entera extensión de la naturaleza. Por consiguiente, contemplada desde esta perspectiva general, cualquier forma de existencia, incluso anómala o carencial desde un punto de vista más limitado, tiene igual legitimidad para vivir de acuerdo con sus propias posibilidades en el conjunto de las relaciones en las que está inserta. (ibid. 297)
Todos los seres vivos están en lo abierto, se manifiestan y resplandecen en su apariencia. Pero sólo el hombre quiere apropiarse de esta apertura, aferrar la propia imagen, el propio ser manifiesto. El lenguaje es esta apropiación, que transforma la naturaleza en rostro. Por esto la apariencia se hace un problema para el hombre, el lugar de la lucha por la verdad. (Medios sin fin, pg. 79)
Pero el hecho es que esa historia de la escisión humana (o sea, simplemente la Historia) ha terminado, está en el periodo de su final. Heidegger fue el último pensador que pudo creer que se podía vivir en una comunidad política, en algo que fuera “lo propio”. Pero él mismo anunció, si bien insuficientemente, el Acontecimiento de la postpolítica y posthistoria.En nuestra cultura, el hombre ha sido siempre pensado como la articulación y la conjunción de un cuerpo y de un alma, de un viviente y de un lógos, de un elemento natural (o animal) y de un elemento sobrenatural, social o divino. Tenemos que aprender, en cambio, a pensar el hombre como lo que resulta de la desconexión de estos dos elementos y no investigar el misterio metafísico de la conjunción, sino el misterio práctico y político de la separación. (Lo abierto, Adriana Hidalgo Editora, 2006, pg.)
El cualsea (…) no toma, desde luego, a la singularidad en su indiferencia respecto de una propiedad común (…), sino solo en su ser tal cual es. Con ello, la singularidad se desprende del falso dilema que obliga al conocimiento a elegir entre la inefabilidad del individuo y la inteligibilidad del universal. Pues lo inteligible, según la bella expresión de Gerson, no es ni el universal ni el individuo en cuanto comprendido en una serie, sino “la singularidad en cuanto singularidad cualsea”. (La comunidad que viene, Pre-textos, 1996, pg. 9)
La práctica y la reflexión políticas se mueven hoy de forma exclusiva en la dialéctica entre lo propio y lo impropio, en que o bien lo impropio (como sucede en las democracias industriales) impone en todas partes su dominio con una irrefrenable voluntad de falsificación y de consumo, o bien, como sucede en los Estados integristas y totalitarios, lo propio pretende excluir de sí toda impropiedad. Si, en vez de eso, llamamos común (o, como prefieren otros, igual) a un punto de indiferencia entre lo propio y lo impropio, es decir, a algo que nunca es aprehensible en términos de una apropiación o de una expropiación, sino sólo como uso, el problema político esencial pasa a ser entonces: "¿cómo se usa un común?" (Heidegger tenía quizá en mientes algo de este tipo cuando formulaba su concepto supremo no como una apropiación ni como una expropiación, sino como apropiación de una expropiación.) (Medios sin fin, pg. 99)
Forges |
Mujer objeto |
Rol madre-esposa |
Arvo Pärt (born 1935) is an Estonian classical composer and a composer of sacred music. Since the late 1970s, Pärt has worked in a minimalist style.In his early works Pärt composed using a range of neo-classical styles and, subsequently, Schoenberg's twelve-tone technique and serialism. This proved to be a creative dead-end.He then immersed himself in early music, re-investigating the roots of Western music, studying plainsong, Gregorian chant, and the emergence of polyphony in the European Renaissance. The music that began to emerge after this period was radically different.
1977’s Tabula Rasa is a blossoming of his new-found style, where kaleidoscopic simplicity and bells are utilised in heightened emotion, both reminiscent of something archaic and yet never victim to Romantic escapism.
El tiempo es el devenir, las cosas naciendo, muriendo y renaciendo en aquello que dejan de sí, en su descendencia y fecundidad. La realidad se muda y multiplica, es tiempo. Pero en la cita del Maestro Eckhart, la eternidad, atenida a su simplicidad, ¿aparece separada del tiempo? ¿No guarda este mismo autor el secreto de la complicidad entre ambos?El tiempo es lo que muda y se multiplica. La eternidad se atiene a su simplicidad.