22384 temas (22192 sin leer) en 44 canales
Tocqueville |
Asistimos en estos días al lento proceso por el cual un duro y excesivamente largo invierno da lugar a una suave primavera. Con ella llegan ya los últimos autores que vamos a estudiar este curso en Historia de la Filosofía. Lejos quedan aquellos días en los que nos afanábamos por ponernos al día con Aristóteles. Hemos cogido tan buen ritmo que estamos revisando la filosofía del siglo XIX con bastante dedicación.
Para ellos hemos profundizado en la filosofía de Karl Marx, autor imprescindible de cara a la PAU, y hemos tomado contacto con el pensamiento de Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud.
De cara al examen de Marx podéis ver este artículo que quizás os sirva de inspiración:
De cómo la economía lo explica todo
En cuanto a Nietzsche, este antiguo artículo os puede ser de gran interés:
Nos queda por último Freud, autor que casi siempre se cae de todas las programaciones y temarios habidos y por haber por falta de tiempo para estudiarlo con dedicación. No obstante, y disponiendo de un par de sesiones para ello, he considerado oportuno incidir en él, pues es uno de los grandes pensadores del siglo XIX. Muchos de vosotros serés universitarios en unos meses, y este autor es clave para entender cómo cambió el modo en el que concebimos la mente humana y la sexualidad.
Si disponéis de tiempo para ello, es bastante recomendable el visionado de la película Un método peligroso de David Cronenberg (2011). En ella se narra con bastante acierto y buen ritmo la vida de Carl Jung, uno de los discípulos de Freud (estupendo papel secundario interpretado por Viggo Mortensen), quien tuvo sus más y sus menos con su paciente Sabina Spielrein, la cual terminó siendo una afamada psicoanalista.
ACTIVIDAD VOLUNTARIA
Como actividad voluntaria para subir nota, sólo tenéis que escribir unas líneas reflexionando sobre alguna de las teorías de uno de los tres filósofos estudiados. Procurad que sea una reflexión madura y original en la que aportéis algún punto de vista interesante.
Plazo estimado: Hasta el 22 de abril.
by Jaya Suberg |
Todo es cambio, movimiento, fuego. No sólo en la naturaleza, sino también en las relaciones humanas. Lo mismo es el día y la noche, el todo y no todo. La guerra es el padre y el rey de todas las cosas. Nadie se baña dos veces en el mismo río, y los que beben de sus aguas se contagian también de ese ir pasando, de la muerte y el nacimiento, de un curso que sube y baja, imposible de detener. Porque le pasa a las personas lo mismo que al río: son todos hijos del tiempo.
Finlandia Los niños finlandeses de hoy estarán el día de mañana entre los profesionales más preparados del mundo. No lo predice ninguna bola de cristal, lo auguran datos objetivos. Desde que la OCDE comenzara en el año 2000 a elaborar su informe PISA, Finlandia ha acaparado los primeros puestos del podio en Europa por su excelente nivel educativo. Apenas un 8% de los alumnos finlandeses no terminan sus estudios obligatorios, frente a un 30% de españoles que no acaban el Bachillerato. Dispuesto a dar con la clave del éxito finlandés, el psicólogo escolar y entonces director del colegio Claret de Barcelona, Javier Melgarejo, comenzó a estudiar su sistema educativo hace más de una década. Su primera sorpresa fue constatar que a los 4 y 5 años menos de la mitad de los niños finlandeses acuden a guarderías y no empiezan el colegio hasta los 7 años. Dos años después, sus puntuaciones son mejores que el resto de los países estudiados por la OCDE. Durante los primeros seis años de la primaria los niños tienen en todas o en la mayoría de las asignaturas el mismo maestro, que vela por que ningún alumno quede excluido. Es una manera de fortalecer su estabilidad emocional y su seguridad. Hasta 5º no hay calificaciones numéricas. No se busca fomentar la competencia entre alumnos ni las comparaciones. La educación gratuita desde preescolar hasta la universidad incluye las clases, el comedor, los libros y hasta el material escolar aunque si alguien lo pierde está obligado a pagárselo. La jornada escolar suele comenzar sobre las 8,30-9 de la mañana hasta las 3 de la tarde, con el paréntesis del almuerzo a las 12-12,30 horas. En total, suman 608 horas lectivas en primaria, frente a las 875 horas de España, con deberes en casa que no son excesivos. ¿Cómo consiguen mejores resultados en menos tiempo? «El éxito finlandés se debe a que encajan tres estructuras: la familia, la escuela y los recursos socioculturales (bibliotecas, ludotecas, cines…)», explica Melgarejo. Los tres engranajes están ligados y funcionan de forma coordinada. «Los padres tienen la convicción de que son los primeros responsables de la educación de sus hijos, por delante de la escuela» y complementan el esfuerzo que se hace en el colegio. Biblioteca Nacional de Finlandia. «En Finlandia el 80% de las familias van a la biblioteca el fin de semana», añade el psicólogo escolar catalán, para quien este estímulo de la lectura en casa resulta fundamental. El sistema social finlandés contribuye con numerosas ayudas oficiales a las familias, que pueden conciliar su trabajo y la atención a sus hijos. Existe una herencia cultural luterana basada en la responsabilidad que fomenta la disciplina y el esfuerzo, a la que también acompaña una climatología que empuja a encerrarse en casa, pero estos factores también están presentes en otros países vecinos, como Suecia o Dinamarca, que disfrutan de mayor nivel económico y sin embargo figuran varios puestos por debajo en PISA. «No son las variables socioeconómicas las determinantes», subraya Melgarejo. De maestros, los mejores La diferencia radica en la elevada calificación académica del profesorado en Finlandia, principalmente en educación primaria. «Los finlandeses consideran que el tesoro de la nación son sus niños y los ponen en manos de los mejores profesionales del país», destaca el exdirector del colegio Claret de Barcelona. Los mejores docentes se sitúan en los primeros años de enseñanza, donde se aprenden los fundamentos de todos los posteriores aprendizajes. Se considera que hacia los 7 años el alumno se encuentra en la fase más manejable y es cuando realiza algunas de las conexiones mentales fundamentales que le estructurarán toda la vida. Por eso, se considera esencial seleccionar a quien ayudará en este proceso. Para ser maestro se necesita una calificación de más de un 9 sobre 10 en sus promedios de bachillerato y de reválida y se requiere además una gran dosis de sensibilidad social (se valora su participación en actividades sociales, voluntariado…). Cada universidad escoge después a sus aspirantes a profesores con una entrevista para valorar su capacidad de comunicación y de empatía, un resumen de la lectura de un libro, una explicación de un tema ante una clase, una demostración de aptitudes artísticas, una prueba de matemáticas y otra de aptitudes tecnológicas. «Son las pruebas más duras de todo el país», asegura Melgarejo. Al proceso de selección le sigue una exigente licenciatura y periodos de prácticas. No es de extrañar que los profesores estén muy bien considerados socialmente en Finlandia. «Es un honor nacional ser maestro de Primaria», aseguró el pasado 25 de septiembre en Madrid Jari Lavonen, director del Departamento de Formación al Profesorado de la Universidad de Helsinki. Harri Skog, secretario de Estado de Educación de Finlandia desde 2006, resumía en una frase la importancia de este proceso: «La educación es la llave para el desarrollo de un país». Por eso el país nórdico dedica del 11 al 12% de los presupuestos del estado y los ayuntamientos a financiar este modelo de educación. «Es una política inteligente que les está dando fruto», considera Melgarejo, sin las presiones de Corea o Japón, otros países destacados en PISA.
Con ese afán de asir verdades con el que muchos alumnos acuden a sus centros, como si existiera algún tipo de certeza en torno a la difícil pregunta de la verdad, una de las críticas habituales en la asignatura de psicología es el para qué del estudio del psicoanálisis. Si hoy ya apenas tiene recononocimiento en el mundo científico, se suele preguntar, si ha caido paulatinamente por parte de la psicología clínica y en las universidades, para qué aprenderlo. La respuesta no es difícil de esbozar: el impacto de esta teoría sobre el resto de la cultura ha sido tan grande que se ha convertido en una pieza clave para entender muchas creaciones de nuestro tiempo. No sólo el cine o la literatura: su presencia tácita en la vida diaria es innegable. Y esto por no aludir a los psicoanalistas que aún hoy siguen ejerciendo su actividad con las ideas de Freud, convenientemente actualizadas, como trasfondo. Sin dejar de lado, las importantes contribuciones del mismo a la comprensión del ser humano. No es que Freud nos descubriera el inconsciente, sino que además nos dio una imagen nada complaciente de nuestra propia razón, de la cultura, la sociedad y la educación. En definitiva: de nosotros mismos. Asumiendo por tanto la relevancia cultural y psicológica del asunto, vamos a jugar por un momento a viajar en el tiempo. Tan sólo unas décadas atrás cuando los autores del Círculo de Viena, entre otros, se preguntaban cómo delimitar el concepto de ciencia de manera que el psicoanálisis y el marxismo no fueran considerados como tales.
La pregunta es por tanto si el psicoanálisis puede considerarse científico. Y hoy sabemos que la respuesta es no. Sin embargo, sus raíces están íntimamente entrelazadas con la ciencia: el propio Freud era médico, especializado en psiquiatría. De manera que se dio en este caso un proceso curioso: igual que en otros muchos casos la ciencia nace de la superstición (conviene no olvidar el parentesco de la química con la alquimia), en estos casos fue el conocimiento serio y riguroso el que dio lugar a la fabulación. En consecuencia con su origen, el psicoanálisis pretendió ser una descripción rigurosa del desarrollo de la personalidad humana, así como una forma de terapia para algunas de las enfermedades mentales de la época. Encontramos aquí una tensión respecto a las aspiraciones científicas del psicoanálisis: por un lado las descripciones no son contrastables en absoluto, al centrarse principalmente en un intangible e invisible como el inconsciente. Del mismo se puede decir tanto una cosa como su contrario, y podríamos encontrar una justificación oportunista que se ajuste a lo que nos convenga en cada caso. Una experiencia traumática, por ejemplo, puede ser la causa determinante de un rasgo de personalidad en la madurez, pero también de su opuesto si entendemos que dicha experiencia supuso en la persona un impulso contrario al vivido. Un ejemplo bien sencillo: la violencia vivida por un niño nos sirve tanto para explicar que sea un adulto violento como para dar razón de que, precisamente por las experiencias difíciles vividas, se convierta en un adulto pacífico.
No obstante, si del lado de las descripciones el psicoanálisis se debilita, podemos fijarnos también en las consecuencias de la terapia. Y el caso es que no pocos pacientes terminaban curándose de sus diversas patologías. Es decir, había un éxito terapéutico que, en opinión de los defensores, era razón más que suficiente para considerar al psicoanálisis como una más de las ciencias, dedicada en este caso a la salud mental. Estos motivos pragmáticos no son nada despreciables: en más de una ocasión unas teorías científicas han terminado imponiéndose sobre otras no por su capacidad explicativa o descriptiva de los hechos, sino principalmente por su capacidad perdictiva, o por que era más aplicable. A menudo, en lo que a la ciencia toca, nos conformamos con un “no sé cómo es la realidad, pero el caso es que esto funciona”. Y este argumento dio en su día mucho poder al psicoanálisis y sus pretensiones de situarse al nivel del mejor conocimiento de que disponemos. Pese a todo, quedarnos sólo con las curaciones sería ver el lado más amable del asunto, pues también hubo casos en los que no solo no se detectó mejoría, sino incluso un agravamiento, por no hablar de las cuestionables prácticas de más de un psicoanalista. En cierta manera, como en tantos otros ámbitos, el psicoanaĺisis murió de éxito: no fue capaz de controlar y digerir su propia expansión. Y aunque hoy a nadie se le ocurra reivindicar su carácter científico ha dejado una huella duradera en nuestra cultura, que sin duda hace necesario su estudio.
La vida és teatre?
La mare de Forrest Gump ens deia allò de “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.” El dramaturg Calderón de la Barca ens regalava uns versos on es preguntava: “¿Qué es la vida?”, per a continuació respondre: “Un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción” doncs, en realitat, “la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Jorge Manrique ens deia que “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir...” I és que molt sovint s’han fet servir metàfores per mirar de definir què és la vida. Shakespeare fa dir a Macbeth que “la vida es un cuento contado por un idiot
... (... continúa)John Stuart Mill, The Collected Works of John Stuart Mill, Volume XVIII - Essays on Politics and Society Part I, ed. John M. Robson, Introduction by Alexander Brady (Toronto: University of Toronto Press, London: Routledge and Kegan Paul, 1977). Chapter: ON LIBERTY 1859 font |
Hablamos estos días en clase de Nietzsche, y nos adentramos en él a través de El nacimiento de la tragedia, que representa a la vez una crítica al arte y a la cultura occidental. Salía a colación la cuestión de la conexión que ha de existir entre el arte y la vida. Queda muy lejos ya la tragedia dionisíaca que reivindica Nietzsche en su obra. Más aún: los intentos vanguardistas de recuperar la participación del espectador como uno más de los personajes de la obra han quedado reducidos al escándalo efímero o el toque originalidad del personaje escondido entre el público. En las artes figurativas no está la cosa mucho mejor: el arte cultual se estudia como una reliquia del pasado que ha perdido ya su valor. Da igual contemplar las máscaras africanas que inspiraron a Picasso en el desarrollo del cubismo o las mutiladas esculturas que nos han llegado de los griegos: son obras de arte y este concepto, hoy, ha perdido prácticamente cualquier tipo de relación con la vida. De manera que podemos afirmar que al igual que el pensamiento de Nietzsche ha ejercido una importante influencia en muchos ámbitos de la cultura y de la historia reciente, es este un espacio en el que apenas ha logrado hacerse presente. El arte sigue siendo “solo” arte, un objeto de contemplación. Y quizás sean los museos, aquellos que pretenden precisamente conservarlo, los que más ahogan este sentido vital del arte. Veamos por qué.
La actitud con la que cualquier ser humano entra a un museo es precisamente especulativa. Vamos al museo a ver, a dejarnos empapar incluso por la obra. Pero estos templos modernos cuentan con la peculiaridad de estar separados de la vida, que se juega en las calles, las plazas, el lugar de trabajo, la escuela o el parque. Estos no son ya hoy espacios para el arte, a excepción de iniciativas puntuales como las de sacar ciertas esculturas a la calle. Movidas, por cierto, más por intereses estéticos (a menudo por las dimensiones de la propia obra) que por otros que pudieran estar más cercanos a la filosofía de Nietzsche. De manera que, en su intención de crear un espacio privilegiado para la contemplación estética, el museo mata la obra de arte, no sólo porque la descontextualiza, sino porque la desvincula del que bien podría ser su lugar más adecuado: la propia vida. Un proceso que quizás venga impulsado también por la mercantilización de la obra de arte: cuando se convierte en objeto de compra y venta, la obra pierde buena parte de su efectividad. La sociedad, el visitante del museo, percibe así que la vida tiene unas reglas que nada tienen que ver con el mundo artístico, cuya capacidad de interferir en las mismas es prácticamente nulo.
El museo mata el arte conservándolo. Quizás fuera mejor darle vida asumiendo su carácter efímero, quién sabe. Nietzsche no dudaría en asignar a los artistas una función que quizás ha caido en el olvido: crear la realidad. Y no hay forma de crear nada si la obra se recluye en el museo, en un local más o menos accesible en el que los receptores de la obra de alguna forma dan por hecho que lo que van a ver allí no es real en el mismo sentido que lo es todo lo que hay fuera. Bien se podría inferir a partir de la concepción nietzscheana del arte: algo funciona mal en el mundo del arte si tiene más efectividad y más consecuencias en la vida de las personas un semáforo o un reloj de muñeca que una obra de arte. Vivimos en una sociedad que ha intelectualizado y mercantilizado el arte y la estética. Dando tanto valor a la oabra de arte y al artista los hemos dejado totalmente desarmados. Podrán disputarse los primeros puestos en la lista de las obras más caras de los artistas vivos, pero jamás podrán aspirar al que siempre fue para Nietzsche la meta última del arte: ampliar el mundo. Es curioso que esa posmodernidad que tanto se suele ligar al autor alemán no ha explotado aún en el mundo del arte. Si las consecuencias de conceptos como el superhombre, el eterno retorno, la voluntad de poder o la muerte de Dios son más que notables, no se aprecia apenas su propuesta de estetizar la vida. La razón: el mercado, la historia y el valor de la cultura mandan. La pregunta pendiente: quizás es preferible que sea así.
José Luis Sampedro |