by Klein |
by Anabel Bueno |
Los consejos dicen: queremos participar, queremos discutir, que-remos hacer oír en público nuestras voces y queremos tener una posibilidad de determinar la trayectoria política de nuestro país. Como el país es demasiado grande para que todos nosotros nos reunamos y determinemos nuestro destino, necesitamos disponer de un cierto número de espacios públicos. La cabina en la que depositamos nuestros sufragios es indiscutiblemente demasiado pequeña porque solo hay sitio para uno. [ ... ] En manera alguna necesita ser miembro de tales consejos todo residente en un país. Ni todo el mundo desea, ni todo el mundo tiene que preocuparse de los asuntos públicos. [ ... ] Quien no esté interesado en los asuntos públicos tendrá que contentarse con que sean decididos sin él. Pero debe darse la oportunidad a cada persona. En esta dirección veo yo la posibilidad de formar un nuevo concepto del Estado. Un Consejo Estatal de este tipo, al que debería ser completamente extraño el principio de soberanía, resultaría admirablemente conveniente para federaciones de los más variados géneros, especialmente porque en él el poder sería constituido horizontal y no verticalmente. Pero si usted me pregunta ahora qué posibilidades tiene de ser realizado, entonces tengo que decirle: muy escasas, si es que existe alguna. Y si acaso, quizá, al fin y al cabo, tras la próxima revolución. (Crisis de la República)
La profesionalización de la política de la mentira, la consolidación del autoengaño, la fabricación de simulacros y el distanciamiento respecto a los hechos constituyen puntales destacados de la crisis de lo público y un peligro político de primera magnitud: "En el terreno de la política, donde el secreto y el engaño deliberado han desempeñado siempre un papel significativo, el autoengaño constituye el peligro por excelencia; el engañador autoengañado pierde todo contacto no con su audiencia, sino con el mundo real". Se pierde el contacto con la realidad solo hasta que esta nos explota en la cara. Tarde o temprano, este tipo de prácticas han de afrontar el estallido de lo real y es aquí donde Arendt comienza a meditar sobre la indignación, la desobediencia y la movilización como fenómenos destinados a tomar un papel cada vez más relevante en las décadas posteriores. Es preciso ponderar las posibilidades de regeneración política y riesgos de la movilización disidente que viene.Está fuera de toda duda la presencia de lo que Ellsberg ha denominado proceso de "auto engaño interno", pero se invirtió el proceso normal del autoengaño. [. .. ] Los engañadores empezaron engañándose a sí mismos. Probablemente por su elevada condición y la sorprendente seguridad en sus decisiones, se hallaban tan convencidos de la magnitud del éxito no en el campo de batalla, sino en el terreno de las relaciones públicas, y tan seguros de sus premisas psicológicas acerca de las ilimitadas posibilidades de manipulación de las personas que anticiparon una fe general y la victoria en la batalla por las mentes de los hombres. Y como vivían en un mundo desasido de los hechos no les fue difícil no prestar atención al hecho de que su audiencia se negaba a dejarse engañar.
Entre estos privilegios, Arendt señala el ejercicio de la libertad política entendida como participación. Las elites y los políticos profesionales, sostiene Arendt, han cooptado el espacio político de libertad e igualdad a base de construir un espacio de igualdad y reconocimiento solo entre ellos, del que el resto de la sociedad está excluido, o más bien estructuralmente implicado a través de la delegación, pero no de la presencia, cuentan como votos, pero no son contados como actores. En estas condiciones, la opinión pública, formada en su mayor parte mediante mecanismos propagandísticos, reemplaza a las opiniones plurales de los ciudadanos, a esa "capacidad del hombre común para actuar y formar su propia opinión". La desigualdad también afecta a las presuposiciones de capacidad de juicio entre la gente común. En suma, se promueve la lenta consolidación de "una opinión pública sustituta a través de ideologías que no hacen referencia a realidad concreta alguna".Su mejor logro ha sido un cierto control de los gobernantes por parte de los gobernados, pero no ha permitido que el ciudadano se convierta en "partícipe" en los asuntos públicos. Lo más que puede esperar es ser "representado"; ahora bien, la única cosa que puede ser representada y delegada es el interés o el bienestar de los constituyentes, pero no sus acciones ni sus opiniones. En este sistema son indiscernibles las opiniones de los hombres, por la sencilla razón de que no existen[. .. ] El gobierno representativo se ha convertido en la práctica en gobierno oligárquico, aunque no en el sentido clásico de gobierno de los pocos en su propio interés; lo que ahora llamamos democracia es una forma de gobierno donde los pocos gobiernan en interés de la mayoría o, al menos, así se supone. El gobierno es democrático porque sus objetivos principales son el bienestar popular y la felicidad privada; pero puede llamársele oligárquico en el sentido de que la felicidad pública y la libertad pública se han convertido de nuevo en el privilegio de unos pocos.
Quienes recibieron el poder para constituir, para elaborar constituciones, eran delegados debidamente elegidos por corporaciones constituidas: recibieron su autoridad desde abajo y cuando afirmaron el principio romano de que el poder reside en el pueblo no lo concibieron en función de una ficción y de un principio absoluto (la nación por encima de toda autoridad y desligada de todas las leyes), sino de una realidad viva, la multitud organizada. Esta forma de articulación de lo social es la que hace posible el acto constituyente y no al revés, es fruto de la experiencia de lo común.
La hora fatal de la república le llega cuando de su recuerdo no queda nada, solo una sociedad de administradores y administrados. "Es una historia triste y extraña la que nos queda por contar", sentencia Arendt en las páginas finales de Sobre la revolución. Es hora, pues, de narrarla.El éxito espectacular que aguardaba al sistema de partidos y el fracaso no menos espectacular del sistema de consejos se debió en ambos casos al nacimiento del Estado Nacional, que encumbró a uno para aplastar al otro, por lo cual los partidos revolucionarios e izquierdistas han mostrado tanta hostilidad al sistema de consejos como la derecha conservadora y reaccionaria. Hemos terminado por estar tan acostumbrados a concebir la política nacional en función de los partidos que tendemos a olvidar que el conflicto entre los dos sistemas siempre ha sido en realidad un conflicto entre el Parlamento, la fuente y asiento del poder en el sistema de partidos, y el pueblo, que ha abandonado su poder en manos de sus representantes.
De manera que el ideal democrático en sus versiones más igualitarias y participativas incorpora un componente utopista que alimenta la insatisfacción con la democracia realmente existente, promoviendo así una conversación incesante sobre su buena o mala salud, sus limitaciones y posibilidades. Nada de lo que sorprenderse, pues la democracia no difiere de otros conceptos políticos que operan también como ideales con carga prescriptiva: justicia, igualdad, libertad. Y, como ellos, lleva a cuestas una historia accidentada en cuyo curso han cambiado tanto sus significados como sus formas. Siendo la principal transformación aquella por la cual la participación directa de los ciudadanos en el gobierno se limitó –por buenas razones, relacionadas ante todo con la escala de las sociedades modernas– a su elección periódica de representantes. Un cambio en el contenido institucional con su correspondiente reflejo semántico, ya que cuando decimos «democracia» hoy nos referimos a la democracia representativa (o liberal, o constitucional) antes que a la democracia directa (deliberativa o de referéndum). Algo que, sobre todo en épocas de descontento, conduce a la frustración: si hablamos de «gobierno del pueblo», ¿por qué el pueblo no gobierna?En ningún caso la democracia tal y como es (definida de modo descriptivo) coincide, ni coincidirá jamás, con la democracia tal y como quisiésemos que fuera (definida de modo prescriptivo).
Las gentes de Inglaterra se engañan a sí mismas cuando se figuran que son libres; lo son, de hecho, solo durante la elección de los miembros del parlamento. Ya que tan pronto como uno nuevo es elegido, están de nuevo encadenados y no son nada.
Irónicamente, las elecciones son adoptadas en origen como una institución aristocrática, esto es, el procedimiento para elegir a los mejores representantes –o a los representantes entre los mejores– antes de que existieran los partidos políticos propiamente dichos o los medios de comunicación conocieran su fuerte desarrollo posterior. Es el elemento republicano de la democracia antes aludido, cuya razón de ser es el temor a la tiranía de la mayoría. A la vista está que las elecciones terminaron por democratizarse y los representantes no siempre son, precisamente, los mejores; también que, pese a ello, las democracias han demostrado ser mucho más inclusivas que sus alternativas. En cualquier caso, esas transformaciones estructurales posteriores habrían terminado, a juicio de nuestro autor, por convertir las elecciones en una rémora para la democracia, una antigualla («el combustible fósil de la democracia») que debe pasar a la reserva. Pero, ¿cómo articular un gobierno democrático sin elecciones periódicas? Van Reybruck lo tiene claro: recuperando el sorteo.El fundamentalismo electoral es la creencia inconmovible en la idea de que la democracia es inconcebible sin elecciones y en que las elecciones son una precondición necesaria y fundamental cuando hablamos de democracia.
Sin embargo, la misma razón sirve para explicar el desinterés de los propios ciudadanos, quienes, no obstante, serían obligados a participar –se entiende– si les toca la lotería; momento a partir del cual se tomarán la tarea tan en serio como cuando forman parte de jurados penales populares. Van Reybruck limita, no obstante, y en nombre del realismo, el alcance de su propuesta: los ciudadanos elegidos por sorteo compondrían una cámara legislativa popular complementaria, lo que produciría un modelo «birrepresentativo» que combina elecciones y sorteo. La ventaja de estos representantes –pues representantes serían– es que no tendrían deseo de ser reelegidos; quizá podría asignárseles la función de reflexionar sobre problemas a largo plazo. Este modelo de democracia sería el apropiado para «una era alfabetizada, de comunicación hiperveloz y descentralizada, que ha creado nuevas formas de implicación política». Todos somos adultos, añade: demos al sorteo una oportunidad.La democracia parlamentaria es teatro y a veces genera gran televisión, pero la democracia deliberativa contiene poco drama y difícilmente puede hacerse con ella una buena historia.
Es precioso. Tienes que amar tanto la vida, amar tanto cada segundo que pasa de tu existencia, que desearías repetirlo infinitas veces. Hay que tener en cuenta lo terrible que tiene que ser repetir algo infinitas veces, debe ser el auténtico infierno. Pues tienes que quererte tanto que no te importe eso, es más, tu amor será tan grande que lo desearás, desearás la eterna repetición de tu vida. Eso es vitalismo y todo lo demás son comedias. ¿A alguien se le ocurre un mandato más poderoso, una celebración más alta de la vida?“No anhelar distantes venturas ni bendiciones, sino vivir de modo que queramos volver a vivir, y así por toda la eternidad”
David Van Reybrouck |
Alicia García Ruiz, Impedir que el mundo se deshaga, Los libros de la catarata, Madrid 2016El poder, contrariamente a lo que podríamos pensar, no puede ser contrarrestado, al menos de modo efectivo, por leyes, ya que el llamado poder que detenta el gobernante en el gobierno constitucional, limitado y legítimo, no es, en realidad, poder, sino violencia, es la fuerza multiplicada del único que ha monopolizado el poder de la mayoría.
Lo que les pide Job, que se atrevan a juzgar la justicia de Sadday, no pueden hacerlo. Significaría levantar la voz contra el mismo Dios y pedirle explicaciones, que es lo que hace reiteradamente Job:Como conocéis vosotros, también conozco yo
en nada soy menos que vosotros.
Pero yo quiero hablar a Sadday
insisto en dialogar con Él.
Vosotros inventáis mentiras
falsos curanderos.
¡Oh, si os mantuviéseis en silencio
sería sabiduría de vuestra parte!
No solo exige Job explicaciones a su dios, sino que cuestiona desde el principio su orden del universo. Se pone a sí mismo como ejemplo de desorden de las cosas y alza su voz deseando no haber nacido. El comienzo del poema es un anti-Génesis, una negación de la creación: p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 17.6px Georgia; color: #222222; -webkit-text-stroke: #222222} p.p2 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 17.6px Georgia; color: #222222; -webkit-text-stroke: #222222; background-color: #ffffff} span.s1 {font-kerning: none; background-color: #ffffff} span.s2 {font-kerning: none}Polvo son vuestros proverbios
barro vuestras réplicas.
Callad. Hablaré yo,
que me pase lo que sea.
Llevo mi carne entre los dientes
en mis puños deposito mi vida.
No temblaré si me matase
aún a su cara argumentaré mi caso
No se nos escapa que Job está haciendo aquí la más vieja de las preguntas humanas, la del por qué el mal o el daño en el mundo. Tampoco se nos escapa que Job está dando implícitamente la respuesta: no es un destino ciego sino que hay un responsable al que hay que interpelar, exigir, interrumpir, para pedirle explicaciones:¿Por qué nace un desdichado se da vida a un infelizvida a los que esperan la muerte y no viene excavan y la buscan más que un tesoroa quienes alegraría la sepultura felices por hallar la tumbaal hombre que tiene oculto el camino al obstruir Eloaj su salida?
Job interpela con tanta audacia como insistencia directamente al dios escondido: ¡ven a hablarme a mí, da la cara por lo que has hecho! El punto más dramático llega cuando el mismo Yahvé se ve obligado a responder a Job desde la tormenta, relatando su fuerza creadora y apelando a la precariedad agencial de Job:¿Por qué no establece Sadday plazos de juicio que ni ven quienes lo conocen?Remueven los linderos los infames roban rebaños y los apacientan.Sustraen el asno del huérfano el buey de la viuda toman en prenda.Del camino expulsan a los pobres y han de ocultarse los menesterosos del país.(...)Marchan sin ropa desnudos pasan hambre y cargan gavillasEntre hileras de olivos exprimen aceite pisan en el lagar y pasan sed. Desde la ciudad suspiran los moribundos gritan las gargantas de los malheridos pero Dios no lo ve, ¡qué desatino!
La respuesta de Yahvé tiene doble filo: solo reconocerá a Job cuando se levante y sea capaz de abatir a los poderosos, cuando él mismo adquiera majestad: agencia, autoridad, capacidad de transformación, empoderamiento, diríamos. Le hace ver la suya y le obliga a comparar. Pero Job ya ha conseguido una victoria: hacer hablar al mismo Yahvé. Son muy pocas las veces que en el Antiguo Testamento Yahvé se dirige directamente a una persona, y la única en que lo hace por haber sido interpelado para dar cuenta de su injusticia.Entonces respondió Yahvé a Job desde la tempestad¡Cíñete los lomos como héroe! voy a preguntarte y tú me contestarás¡Vas tu a impugnar mi juicio a condenarme a mí para quedar tú absuelto?¿Posees un brazo como el de Él una voz como la suya para atronar?Cúbrete, pues, de grandeza y majestad vístete de gloria y esplendor¡Derrama la furia de tu cólera observa los soberbios y humíllalos!¡Detente en los soberbios y abátelos! aplasta a los malvados donde estuvierenEntiérralos en el Polvo amalgamados oculta sus caras en la OscuridadTambién Yo te reconoceré entonces que puede darte la victoria tu diestra