El gobierno de sí y de los otrosMichel Foucault
Edición de François Ewald y Alessandra FontanaTraducción de Horacio PonsMadrid : Akal, 2011 Escrito por Luis Roca Jusmet
Nos encontramos frente a la publicación de uno de los últimos y más interesantes seminarios de uno de los más importantes filósofos del siglo XX. Se trata de una transcripción rigurosa y contrastada del seminario que dio Foucault el curso 1982-3 en el Collège de France. Es el penúltimo que dio antes de su muerte y hay que entenderlo como un complemento del anterior, que estaba más referido al gobierno de sí (
La hermenéutica del sujeto). El que nos ocupa ( a pesar del título) tiene relación exclusivamente con el gobierno de los otros, continuado por el último seminario (
El gobierno de sí y de los otros : el valor de la verdad).
Esta centrado en
la parrhesia, que es un término griego al
que, hasta estos seminarios, no se le había prestado demasiada importancia. Puede traducirse como
el coraje de decir la verdad al que manda, entendido básicamente en el contexto de la política. Es la capacidad y la necesidad de interpelar al poder con la verdad, asumiendo el riesgo que ello implica. No hay que olvidar, tampoco, el marco global de la teoría foucaultiana en que se inscribe el seminario: la relación entre la subjetividad y la verdad. Esta problemática se considera la tercera y última abordada por Foucault, después de la arqueología del saber y de la genealogía del poder. Foucault mantiene, de todas maneras, que la relación entre la subjetividad y la verdad ha sido el hilo conductor de toda su obra.
Con Moreno Pestaña podemos suponer que, a veces, la honestidad de Foucault con respecto a su obra es discutible, ya que tiende a reinterpretar el conjunto de sus escritos de la manera que más le conviene. Quizás quiere, de esta manera, mantener una coherencia en su trayectoria que no ha existido de una manera tan clara. En todo caso en su última etapa hay un giro con respecto a la anterior. Trata la construcción del sujeto a partir de las relaciones consigo mismo y con los otros.Pero lo hace a partir de la noción de
cuidado de sí, que viene a ser una apuesta ética totalmente diferente a lo que planteaba anteriormente. La política también se plantea en unos términos totalmente diferentes. Foucault ha olvidado la radicalización anterior y su denuncia del poder para formular una posición que denuncia formas de dominación pero que relativiza su crítica a las relaciones de poder como tales.El material que trabaja Foucault en estos últimos seminario son textos de la filosofía antigua. Pero en este seminario, Foucault empieza hablando del breve pero denso texto de Kant sobre la Ilustració, del que ya se había ocupado anteriormente, Le sirve de pretexto para formular las dos maneras posible de entender la filosofía desde la modernidad. Una, como una
analítica de la verdad. La otra, como una
ontología del presente ( o de la actualidad). Los grandes textos críticos de Kant estarían en el primer grupo y los llamados menores ( entre los cuales el referido a la Ilustración) en los segundos. Se trata en este caso de hacer un diagnóstico de lo que somos. La
parrhesia puede ir dirigida a los ciudadanos, cuyo ejemplo más claro es Sócrates. Antes podemos comprobar ya esta actitud en la tragedias de Eurípides y en el discurso de Pericles contado por Tucídides. Tienen en este caso un carácter democrático, buscan convencer a los ciudadanos moviéndose en un espacio público. La expresión de esta postura la encuentra finalmente en Diógenes y en los cínicos.
Pero también puede dirigirse al príncipe, con la finalidad de formarle, para que gobierne bien. Entonces es autocrática y el ejemplo paradigmático es Platón. Hay que diferenciar entre
Parrhesia e Isegoría. En el segundo caso es el
derecho de cualquiera a hablar, en el primero hay
una selección de quien habla por su veracidad. En cierta manera, defiende implícitamente Foucualt, son los veraces los únicos que pueden y deben hablar. Son la garantía de la sociedad democrática.
La veracidad es necesaria porque la democracia se puede degradar con una
mala parreshia, en la que se habla por hablar, para repetir lo dicho por otro. Se hace por propio interés, por vanidad o simplemente para adular al poderoso. Foucault se pregunta, a partir de esta reflexión, sobre
que es la filosofía. Su función no es la de un discurso retórico, pero tampoco debería ser un discurso normativo. La retórica es, como ya planteó Sócrates en su combate con los sofistas, la antifolosofía por excelencia. Porque su objetivo es hablar bien, ser persuasivo. A la filosofía, en cambio, lo único que el importa es la verdad. Tampoco la filosofía dice lo que hay que hacer, no habla de política sino del sujeto político. La filosofía es la actividad libre donde se ejerce la palabra veraz, donde se problematiza el modo de ser de los sujetos para posibilitar su transformación. De Sócrates a la Escuela de Frankfurt, pasando por Hegel, Nietzsche y Max Webber, esta ha sido su realidad.
La misma en la que se ubica el propio Foucault. Lo hace analizando diversos focos o matrices de la experiencia ( la locura, la criminalidad, la sexualidad...). Son los tres ejes que ha trabajado sobre la manera de constitución de los sujetos .pero lo ha hecho a partir de mostrar las tecnologías del saber y de la verdad, de la normatividad. Es decir, de las relaciones de poder existentes que constituyen la trama social. El trabajo de Foucault es renovador y es interesante. Plantea un elemento radical para entender la democracia, el de
parrhesia. Hay igualmente una reivindicación de la filosofía muy sugerente, aunque quizás no acabe de quedar claro lo que quiere decir tratar del sujeto político y no de la política. O en hacer un ejercicio crítico que no sea, de alguna manera, normativa. La crítica es, de todas maneras, la de haber olvidado el sentido griego de la democracia como igualdad política, en el sentido que apuntan Rancière o Castoriadis. Foucault parece haberse quedado en el tópico de la democracia ateniense como una forma de jerarquía en la que los ciudadanos no dejan de ser, en el sentido amplio, las clases dominantes. Parece olvidarse de los consistentes estudios que apuntan la democracia como un gobierno real de los trabajadores libres pobres en contra de las oligarquías económicas y sociales dominantes.
Una vez dicho esto se plantea de otra manera la cuestión de la democracia. ¿ Hay que entender por democracia el derecho de cualquiera a hablar ? ¿ O es el derecho de interpelar al poder con la verdad ? ¿ Hay que considerar a Sócrates como un facilitador o como un enemigo de la democracia ? En todo caso, es un libro que vale la pena de leer. Es una relectura muy fecunda de los clásicos, que nos permite ciertamente entender mejor el presente. Pero hay que hacerlo como un material de discusión, por supuesto, no como base para el adoctrinamiento. El Foucault que interesa es el que ha sobrevivido a su propia moda, es decir al daño que la han hecho tanto sus seguidores incondicionales como sus críticos viscerales.