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Orelles de burro
El passat 15 de maig es van lliurar els premis Arnau de Vilanova en la seva trenta-dosena edició. Si hi ha alguna cosa a a destacar d'aquesta convocatòria és la qualitat dels treballs presentats a concurs en totes les modalitats, que van fer la tasca del jurat difícil, però també engrescadora i apassionant. Pel que fa a les experiències didàctiques, el jurat finalment ha trobat impossible -i inútil- dirimir sobre la qualitat de dues experiències diverses, i per això ha decidir premiar-les ex aequo. En una, la professora Imma Montero realitza per fi el projecte -somiat per molts- de contextualitzar la filosofia cartesiana en el seu marc artístic, científic i cultural del barroc, i ho fa de forma prolixa, documentada i adequada a l'alumnat. L'altra experiència, presentada pel professor Josep Soler Aznar, es pren seriosament l'Ètica de quart -tot i els intents que presenciem de banalització o de supressió- i proposa un programa contrastat que aborda aquesta part de la filosofia incloent el tractament dels components emocionals. També ha mencionat el jurat la proposta de la professora Pilar Guembe de suscitar el temari d'introducció a la filosofia tot partint dels petits relats que són els anuncis publicitaris. Els treballs d'alumnes palesen que els treballs de recerca -un altra part de la formació integral que es farà desaparèixer?- cada cop són millors. Defugen el "totxo", eviten el retalla i enganxa, se centren en temes filosòfics molts cops originals, són precisos, concisos, metodològicament rigorosos ... i brillants. Aquest és mèrit de l'alumnat, però també del professorat que l'ensenya, orienta i encoratja, i també que selecciona els millors. Que acompanya els i les alumnes no només en el procés d'elaboració, sinó en el de posar-los en valor. Per tot això, malgrat el risc de desvaloritzar els premis, el jurat d'enguany ha decidit afegir als tres premis tres accèssits i quatre mencions. Tots palesen la potencialitat de la filosofia per a la formació integral del jovent, atès que pocs -cap- dels premiats declaraven haver-s´hi interessat a partir d'una vocació vers els estudis posteriors de filosofia. L'abundància de premis ha revelat també la varietat geogràfica dels centres: l'institut Màrius Torres, de Lleida; el Lluís de Requesens, de Molins; El Castell, d'Esparreguera; el Lluís Comanys, de Tordera; el Col·legi Tecla Sala, de l'Hospitalet de Llobregat; l'Escola Pia de Terrassa; el Col·legi SEK, de l'Atmella del Vallès; l'institut Miquel Bosch, d'Artés, el Puig Castellar, de Santa Coloma de Gramenet. Pel que fa al premi a alumnes universitaris, el treball de Joseph Roberts és plenament oportú en la revifada actual del debat sobre l'avortament. Ordena, precisa i estructura els arguments des del punt de vista moral i inclou els aspectes legals. Tots els treballs són consultables a la biblioteca del Col·legi. Enhorabona a professorat i alumnat, i llarga vida als premis.
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Materiales para pensar
Escrito por Luis Roca Jusmet Para ser buen filósofo hay que ser seco, claro, sin ilusiones. Un banquero que haya hecho fortuna posee una parte del carácter requerido para hacer descubrimientos en filosofía, es decir, para ver claro en lo que es.Stendhal Que Nietzsche cite esta referencia de Stendhal ( un escritor al que admiraba) puede resultar imverosimil para los que tengan una imagen tópica de Nietzsche, pero no para los que sean capaces de captar sus múltiples rostros.Nietzsche va introduciendo en sus textos diversas definiciones de lo que es para él la filosofía. He seleccionado aquí un itinerario que va desde El viajero y su sombra, Aurora y La gaya ciencia hasta Ecce homo , pasando por Más allá del bien y el mal, El crepúsculo de los idólos y La genealogía de la moral. La filosofía tiene, para Nietzsche, un carácter ambivalente. Su procedencia está siempre enraizada en el cuerpo, un cuerpo que quiere vivir o un cuerpo que quiere morir. O bien expresa una voluntad de poder expansiva, creativa, que se expresa a través de la filosofía. O bien la voluntad de poder de los impotentes, de la vida decadente. Surge de la riqueza o de la pobreza. Desde la salud, la filosofía es un arte de vida y desde la enfermedad, un consuelo para sostener la miseria vital. Es entonces la rabia secreta contra la vida, del resentido contra la vida. Esta es la que ha orientado en gran parte la historia de nuestra filosofía. La filosofía es crítica, dice también Nietzsche, como maestro que es de la sospecha, ha de ser desconfiada. Debe desenmascarar la psicología oculta de los idealistas, que niegan el mundo real para sustituirlo por sus idealizaciones imaginarias. Los malos filósofos son dogmáticos y se inventan mentiras interesadas, siempre al servicio de sus motivaciones de resentidos contra la vida. El nombre de esta ficción es moral. Hay que preguntar filosóficamente a martillazos contra estos edificios conceptuales de la mala filosofía, la metafísica. El dogmatismo es la huida del mundo verdadero, que son los procesos sensibles, el devenir de lo vivo, Es la angustia que lo produce como remedio a la incertidumbre de la vida. El que no soporta el fluir siempre imprevisible de la vida es el que elabora las construcciones metafísicas ( o religiosas). La Voluntad de Verdad es un prejuicio : es la voluntad de creerse las propias ilusiones. Todo lo que los filósofos han venido manejando durante milenios son bombas conceptuales, pura idolatría de lo abstracto. Ser filósofo se ha convertido en ser una momia, en la representación del mono-teismo con mímica de sepulturero. Es decir, en la negación de los sentidos, del cuerpo, de la vida que fluye en el devenir. Los filósofos confunden lo último con lo primero. Lo más abstracto es lo más pobre, el último humo de la realidad que se evapora... Pero Nietzsche es un pensador de matices. Es capaz de defender al Platón, al que tanto critica, de la mirada de los modernos, que todo lo empequeñecen. El último hombre, el nihilista que se ha adaptado a su condición, es el que todo lo degrada. Hay que buscar un nueva manera de filosofar. Así, como dice Badiou ( citando, junto a Nietzsche, a Wittgenstein y a Lacan) la antifilosofía es un estímulo para la filosofía muerta : la renueva transformándolo en algo vivo. Nietzsche filosofa con el martillo contra la filosofía académica. Lo hace para afirmar un nuevo sentido, ligado a la transmutación de valores. Es desde su máscara de espíritu libre ( manifestado sobre todo en su etapa de aforismos, mal llamada ilustrada : Aurora, El viajero y su sombra, La gaya ciencia ). Hay algo de los filósofos antiguos que hay que recuperar, que es su mirada señorial. Nietzsche no soporta al científico, con su aire superior, falsamente neutral y objetivo. El filósofo debe reivindicar una mirada de pájaro, mirar desde lo alto. No porque se sienta superior sino porque abrir el horizonte. El filósofo debería ser la oposición a la ilusión moralista del resentido y a la frialdad indiferente del científico. El filósofo debe arriesgarse en lo que dice, vivir lo que piensa y pensar lo que vive. La alegría y el dolor de pensar la vida y de vivir lo pensado: no hay separación.Filosofar es vivir sin fundamentos. ¿ Quién será el filósofo del futuro ? se pregunta Nietzsche. Es en primer lugar espíritus libres, no dogmáticos, con un escepticismo de nuevo rango. Escépticos que no necesitan creencias para apostar por su perspectiva, para implicarse en ella. Desde aquí serán creadores de valores. La filosofía es un camino y un camino duro. El filósofo no cree en la Verdad pero sí en las verdades que va generando su propia experiencia. La filosofía, dice Nietzsche, es " vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas, tal como yo lo he entendido y vivido hasta ahora, búsqueda de todo lo problemático y extraño en el existir, en todo lo proscrito hasta ahora por la moral...Una planta rara que aparece necesariamente por sus exigencias internas. En su libro Aurora Nietzsche define la filosofía como un arte de transfiguración, que transporta cada estado de la lejana forma más espiritual, que transforma la vida, es decir, la experiencia, en claridad y en llama." ¿ Para qué este artículo ? No tiene ni siquiera un valor académico, porque ni siquiera me he molestado en señalar las citas. ¿ No es un poco cínico reivindicar hoy las virtudes de los banqueros para los filósofos ? ¿ No será todo esto un juego retórico ? ¿ No nos están mostrando hoy que Nietzsche era un reaccionario ? No hay justificación, solo un deseo. Este artículo es el resumen de las notas que fui tomando una vez como lector de Nietzsche. En este caso eran apuntes sobre la filosofía, en todos los libros que he citado. Para mí es importante porque me parece que apunta lo que dice un gran admirador suyo : Georges Bataille. La filosofía es una experiencia interior. Pero la filosofía es un significante con múltiples significados. ¿ Porque quedarnos con uno y rechazar a los otros ? Yo me quedo con el de Nietzsche y Bataille porque es el que mejor expresa mi propia experiencia subjetiva. Cuando Pierre Hadot dice que para los antiguos la filosofía era una forma de vida y esto quería decir que la filosofía nos ayudaba a vivir mejor, seguramente tiene razón. Pero nosotros, como Nietzsche ( mal que le pese) somos demasiado modernos, demasiado escépticos, demasiado críticos, para entender la filosofía de esta manera tan edificante. Restos quedan de estos sabios, como Emilio Lledó. O para hacer de la filosofía una guía para un mundo mejor, como pretende Habermas. Prefiero lo que decía otro filósofo influenciado por Nierzsche, Michel Foucault : la filosofía ni es un consuelo ni nos hará vivir mejor. ¿ o sí ? El mismo Foucault acabó buscando en los antiguos el material para entender la vida como un arte, como un estilo de existencia. Esta es la tensión del filósofo de la manera como lo entiendo yo. Creador de conceptos, decía Deleuze. Estaría bien. Ya he dicho alguna vez que me defino como filósofo. No es vanidad. Señala únicamente una pasión, la pasión por el pensar. Lo más problemático, que es la extrañeza del propio vivir. Mientras tanto vivimos como podemos. Algunos enseñando filosofía, otros repartiendo cartas. Lo que no quiere decir que sea lo mismo. Enseñar filosofía es un ejercicio filosófico compartido. Toda una lección, sobre todo si te diriges a adolescentes no iniciados. Mientras tanto lidiamos con lo cotidiano como podemos. Pero hay un goce particular en este trabajo filosófico que no podemos decir de otra manera que la de una experiencia interior que nos transforma. Esta es la alquimia. Aunque sus aplicaciones prácticas en el vivir sean dudosas. El extraño placer de complicarse la vida. Ni más ni menos. Tiene razón Cioran cuando dice que Nietzsche destruye ídolos pero acaba montándose uno nuevo, el del super-hombre. Colli tiene razón cuando critica todas sus insuficiencias y sus limitaciones, su mal carácter y sus reacciones de adolescente. Pero continúa, como yo, apasionado por su lectura. Porque hay en Nietzsche algo estimulante, porque tiene una fuerza expresiva que no es seducción retórica sino una llamada a la vida, que nos arrastra. Cioran, por supuesto, está demasiado cansado de Nietzsche pero lo está porque su propio cansancio de la vida.
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Boulé
Seguimos pensando con los ecos de la XXI Olimpiada Filosófica Internacional. En esta ocasión vamos a poner sobre la mesa la tercera de las citas propuestas, extraida del libro Sobre la violencia de Hannah Arendt. En traducción libre la cita viene a decir más o menos lo siguiente:
“Una regla de la mayoría sin restricciones legales, esto es, una democracia sin una constitución, puede ser formidable en la supresión de los derechos de las minorías y muy efectivo en la disolución del disentimiento sin uso alguno de la violencia.
Democracia y minorías. Derechos fundamentales y regla de la mayoría. Para empezar hay que señalar el contraste entre el título de la obra de Arendt, con una clara alusión a la violencia, y la idea central que subyace a la cita: es posible ejercer una violencia más sutil, más refinada, que sin necesitar de la violencia física, termine eliminando derechos inalienables de las personas. O dicho de otra forma: la democracia, por mucho que se “venda” como un sistema político “pacífico” y respetuoso con las libertades lleva consigo una cierta dosis de violencia.
Esta idea de la tiranía de la mayoría está ya presente en el pensamiento liberal: se podría enfocar el asunto desde la tradición utilitarista, con referencias a Stuart Mill y subrayando que cualquier sistema democrático termina esclavizando al individuo, que queda expuesto al dictado de la mayoría, con la que podrá disentir en algunas ocasiones y no en otras. Con todo, esta manera de abordar la idea me parece insuficiente en el contexto de Arendt. Entre las lineas de la cita late sin duda la cuestión judía: qué ocurre en un sistema democrático si una mayoría de la población decide aplicando la regla de la mayoría eliminar derechos fundamentales de las minorías que también forman parte de esa sociedad. Todos sabemos que no se trata de una hipótesis teórica, y que en mayor o menor medida, sin las graves consecuencias que trajo consigo el nazismo, se puede dar hoy en día en multitud de situaciones. El problema filosófico es de calado: cómo armonizar el funcionamiento democrático de la sociedad con el respeto de los derechos humanos de todos sus miembros, incluidas las minorías cuyos intereses no suelen llegar a representarse en un parlamento. Hoy estamos viviendo casos similares: las decisiones democráticas, impulsadas por mayorías sólidas, en torno a temas como la inmigración pueden ser técnicamente válidas, pero no menos cierto es que podrían adolecer de una moralidad que a menudo se asocia a los sistemas democráticos.
¿Tienen entonces derechos los grupos minoritarios? ¿Qué ocurre si, reconociéndoles estos derechos, se convierten en un grupo de presión o incluso utilizan ciertos privilegios para negar esos derechos a los individuos que componen esas minorías? El problema es tremendamente complejo, pues se podría dar la extraña circunstancia de que reconozcamos derechos a grupos, algo que provoca perplejidad con los principios de la democracia, y luego estos grupos sean tiránicos con sus componentes, negándoles estos derechos fundamentales. Y así puede ocurrir que por proteger a las minorías culturales terminemos desprotegiendo al individuo, uno de los principios irrenunciables de la filosofía de Arendt. Protegernos del poder: de esto se trata y esta debería ser la meta de todo sistema político. Incluyendo claro está, el poder de la propia sociedad, tomando conciencia entonces de que no todo vale por el mero hecho de ser apoyado por una mayoría. Por eso es necesario vigilar la democracia y la propia regla de la mayoría, con una constitución fuerte que reconozca derechos que no pueden ser arrebatados por mayoría allguna. En este sentido, la propia cita apunta a uno de los problemas para garantizar estos derechos: cuando se ven atacados por la mayoría, ni siquiera vale apelar al pensamiento crítico, pues este se ve deslegitimado. Disentir no vale de mucho cuando una mayoría ha tomado ya una decisión. En definitiva, apunta Arendt en su cita una de las tragedias de la democracia moderna: pretendiendo proteger al individuo, termina anulándolo en favor de las masas y los movimientos sociales mayoritarios. O se juega con esas reglas, o se arriesga uno a quedar fuera del tablero.
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ESTÈTICA DE L'EXISTÈNCIA.
Luego la voz dejó de hablar ..: dime , dime !!!
Con la boca entreabierta no respondía a la desesperación de su madre..
Habla, por favor habla dime alguna cosa !!!!!
Entre las comisuras de sus labios la mermelada resbalaba como si fuera una materia que podía restablecer el orden en aquella casa....
Al fin se había salvado otra vez más luego dormía largas horas para descansar de un
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La pitxa un lio
| Umberto Eco |
“La cultura es una crisis continua. La cultura no está en crisis, es una crisis continua. La crisis es condición necesaria para su desarrollo”. ¿Y la mercantilización del producto cultural, o el riesgo de privatización del patrimonio? Es un fenómeno que en realidad tiene muchos siglos de antigüedad, recuerda Eco, en referencia al patrocinio privado de actividades culturales (la restauración del Coliseo romano por una firma de zapatos, o los palacios venecianos propiedad de grandes fortunas que exhiben su poderío y su logo): “Eso siempre ha existido. Virgilio era pagado por Augusto; Ariosto cobraba de un duque. De alguna manera, si yo hubiese vivido en el siglo XVII habría debido estado al servicio de un señor; hoy no, mi trabajo literario o docente me permite vivir. En este sentido, la cultura es hoy más libre. Todos los textos en el ochocientos se inician con una loa al señor, al rey, es como si hoy tuviese que encabezar todos mis libros con un elogio de Berlusconi (risas)… Es justo que una empresa colabore con fondos para restaurar el Coliseo de Roma…” En sus múltiples escritos Eco ha dejado dicho que la verdadera felicidad es la inquietud por saber, por conocer. “Es lo que Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza con un gran ohhh!” ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis, un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo activamente mientras que muchos viven como vegetales”. Un bibliómano como Eco ha integrado la presencia de Internet en su vida diaria como en su día hiciera con el automóvil o el telefonino (que no suena ni una vez durante el encuentro): como un hecho consumado ni manifiestamente bueno ni todo lo contrario. “Internet es como la vida, donde te encuentras personas inteligentísimas y cretinas. En Internet está todo el saber, pero también todo su contrario, y esta es la tragedia. Y además si fuese todo el saber, ya sería un exceso de información… Si yo comienzo a estudiar en la escuela necesito un libro así [hace un apócope con las manos], no uno enorme, que no entenderé, a nadie se le ocurre darle la [Enciclopedia] Británica a un niño…” Como investigador, Eco utiliza Internet como lo que considera que debe ser, una herramienta, y no un fin en sí mismo. Por tanto, no augura conflictos de intereses -ni de espacios- entre lo virtual y la realidad tangible del papel, bien sea prensa o un volumen de mil páginas. “Se puede leer Guerra y paz en ebook, obviamente, pero si lo has leído hace diez años, y lo retomas, el libro objeto te mostrará los signos del tiempo y de la lectura previa… Releerlo en un ebook es como leerlo por primera vez. Es una relación afectiva, como ver de nuevo la foto de la abuela (risas)… El libro como objeto continuará existiendo, de la misma manera que la bicicleta sigue existiendo pese a la invención del automóvil; es más, hoy hay más bicicletas que hace unos años. Lo mismo podemos decir del fin de la radio por culpa de la televisión…”. “Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado; Internet ha permitido a muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento. Y genera sus propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, que acaban incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas, porque uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad resulta ser un mariscal de la Guardia Civil… (risas)”. El doctor honoris causa se despide recomendando una lectura de prensa casi con lápiz y papel. “Los periódicos han perdido muchísimas funciones. Por la mañana lo hojeo rápidamente porque las noticias principales ya me las ha contado la televisión, pero continúa siendo importante por los editoriales, por los análisis, y es fundamental no leer uno, sino al menos dos cada día. Se debería enseñar a leer periódicos a la gente, dos o tres, para ver la diferencia entre las opiniones, no para conocer las noticias, eso ya nos lo dice la tele”. La televisión, esa tele vulgarizada hasta el extremo por obra y gracia de ese Berlusconi de quien sigue resistiéndose a hablar más que de pasada, pero que vino a ser, en versión embrionaria, la gran revolución sociocultural que Internet fue después. “La televisión en Italia ha hecho mucho bien a los pobres, les ha enseñado un nivel estándar de idioma, y mal a los ricos, que se quedaban en casa en vez de ir a un concierto. Y no hablamos de ricos o pobres en función del dinero que tengan, sino de ideas, de ganas. La televisión en Italia ha enseñado a hablar a masas de campesinos, obreros, en la Italia unificada. Internet es lo contrario: a los ricos que lo saben usar, les va bien; los pobres, que no lo saben usar, no tienen capacidad para distinguir”. María Antonia Sánchez-Vallejo, "La cultura no está en crisis, es crisis", entrevista con Umberto Eco, El País, 23/05/2013 [cultura.elpais.com]
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La pitxa un lio
Un dios que necesita puntuar para la nota media tanto como el Teorema de Pitágoras, es un dios con la autoestima por los suelos. Pero es el dios que el Gobierno de Rajoy acaba de introducir en nuestro sistema educativo, el dios de los siniestros Rouco Varela y Martínez Camino, el dios del recientemente fallecido general Videla, de misa y comunión diarias, el dios que perdona al violador y excomulga a la violada por deshacerse de su semilla, el dios que iluminó a Bush y Aznar, entre otros, para bombardear a la población civil de Irak y poner en marcha los centros de tortura conocidos como cárceles secretas, el dios de Franco, que creíamos olvidado, el de Pinochet y el de su amiga íntima, Margaret Thatcher, un dios neoliberal, ultracapitalista, partidario de las privatizaciones en curso, de la reforma laboral, de las leyes misóginas de Gallardón, de los paraísos fiscales, el dios de Ana Mato, de Bárcenas, de Wert, el dios de Ana Botella… Más que un dios, si lo piensas, parece un tipo con problemas de reconocimiento público. Pues bien, ya lo tenemos en los libros de texto, a la altura de los grandes físicos de la historia, de los más famosos matemáticos, a la altura de los más laureados lingüistas, de los grandes poetas, a la altura de Verlaine o de Rimbaud, con los que se codeará en los exámenes de fin de curso. Puntuará tanto traducir la Eneida como cantar el Venid y vamos todos con flores a María. Quizá esta hazaña legislativa de la Conferencia Episcopal, aliada con un Gobierno meapilas, acabe constituyendo la prueba más palmaria de que dios no existe o que, de existir, es un pobre diablo. En eso lo han convertido al menos quienes se arrogan el monopolio de su representación. Esperamos, ansiosos, las opiniones de quienes, creyendo sinceramente en él, renuncian por eso mismo a hacerle competir con Einstein. Juan José Millás, Dios y Einstein, El País, 24/05/2013
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La pitxa un lio
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La pitxa un lio
Vivimos con la sensación de ser gobernados por otros. Poderosas presiones exteriores —desde la dudosa autoridad de los mercados hasta el creciente intrusismo de la comunidad internacional, pasando por los actuales desequilibrios de la Unión Europea que han instaurado una hegemonía alemana o el simple hecho de la afectación, el contagio y la mutua exposición que forman parte de nuestra condición global— parecen convertir el ideal de autogobierno democrático en una promesa que las actuales condiciones no permiten cumplir. El mundo de Westfalia (los Estados autosuficientes, la soberanía de los electores) ha sido útil para la construcción de una legitimidad democrática que distinguía entre lo interior y lo exterior, entre las libres decisiones propias y las ilegítimas injerencias externas, pero en un mundo interdependiente —más aún en la Europa integrada— solo se pueden mantener estas categorías políticas si aciertan a transformarse profundamente. Esta nueva constelación obedece a procesos de alcance global y a la propia dinámica de la integración europea, fenómenos ambos que responden a la creciente interdependencia entre las sociedades y a la necesidad de gobernar de algún modo estas realidades. En el plano global se va configurando una opinión pública mundial más vigilante y una comunidad internacional más intrusiva, con errores por exceso (como la invasión de Irak en 2003) o por defecto (las dudas frente Siria en estos momentos, por ejemplo). En lo que se refiere a la Unión Europea, basta un examen del vocabulario dominante para entender que la autodeterminación en el formato habitual es una cosa del pasado: no hacemos otra cosa que hablar de supervisión, coordinación, armonizaciones, riesgos compartidos, intervención, exigencias, vigilancia, pactos vinculantes, créditos, regulación, salvamentos, disciplina, sanciones… ¿Cómo podemos calificar este nuevo escenario? De entrada, deberíamos evitar la generalización que valora toda injerencia como algo negativo y democráticamente inaceptable. Se trata de un fenómeno ambivalente, positivo en unos casos y negativo en otros, como casi todo lo humano. El modo como se impone la austeridad en Europa es un ejemplo de erosión de nuestra comunidad democrática, mientras que la actual vigilancia democrática sobre Hungría constituye un deber para salvaguardar los valores de la Unión Europea. Comencemos por lo positivo. La idea de que hay deberes entre las naciones es un hecho y un valor del que se deducen no pocas instituciones, reglas comunes y derecho vinculante. La realidad de nuestros destinos compartidos nos sitúa frente a nuevas responsabilidades. En la medida en que se intensifica la interdependencia, los deberes de justicia dejan de estar circunscritos al marco único del Estado nacional. .Esta emergencia de nuevos deberes es especialmente intensa en la Unión Europa, cuyos miembros tienen cada vez menos “asuntos interiores”. Los Estados miembros deben abrir sus democracias a los ciudadanos y los intereses de otros Estados miembros. La soberanía, en su momento un medio de configuración de sociedades democráticas, solo transformada y compartida sirve hoy para encontrar ámbitos de decisión que aúnen eficacia y legitimidad democrática. En un mundo interdependiente, hemos de pasar de una soberanía como control a una soberanía como responsabilidad. Con todas las garantías que sean necesarias, el mismo argumento que se ha desarrollado para legitimar la protección de las poblaciones frente a la violencia, debe avanzar también cuando se trata de riesgos económicos que pueden tener efectos catastróficos sobre las personas. La otra cara de la moneda de esta nueva intromisión es que no la hemos situado todavía en un contexto de justa reciprocidad. De ahí que haya mucha asimetría, presión, discrecionalidad sin reglas o simple amenaza. El problema que esto plantea es cómo superar la escasa consideración que prestan los Estados miembros al impacto que sus decisiones tienen sobre los demás, que para respetar la democracia de unos (el respeto, pongamos, al electorado alemán), se desentiendan irresponsablemente de lo que podríamos llamar “daños colaterales de la propia democracia”. Ser responsable únicamente respecto del propio electorado puede ser una forma de irresponsabilidad cuando se dañan intereses de otros que de algún modo forman parte de los nuestros. ¿Actúa conforme a los principios democráticos Angela Merkel cuando pretende asegurarse la reelección a costa de graves daños sociales en los países con los que comparte un proyecto de integración y una larga trayectoria de cooperación? Del mismo modo que ciertas empresas externalizan parte de su trabajo en otros lugares del mundo con salarios mínimos y escasos derechos (de lo que acaba de ser una trágica ilustración el accidente de una fábrica textil en Bangladesh), tampoco es justo que Alemania asegure su Estado de bienestar imponiendo cargas que erosionan el contrato social en otras democracias europeas. .Así pues, el mutuo condicionamiento, el “gobierno de los otros”, es un hecho que plantea oportunidades de democratización, pero también amenazas desde el punto de vista de la justicia. ¿Cuáles son las condiciones para que lo inevitable sea además justo? Fundamentalmente se trata de introducir criterios de reciprocidad en unas relaciones que actualmente están regidas por la asimetría y la unilateralidad. El nuevo lenguaje de la interdependencia, especialmente en el seno de la UE, debería estar articulado por conceptos como deliberación, equilibrio, mutualización, solidaridad, autolimitaciones, confianza, compromisos, responsabilidad… En este sentido, por ejemplo, tiene plena lógica la reivindicación de los países de la periferia europea de que las exigencias de austeridad hacia ellos dirigidas se vean equilibradas por el impulso de Alemania a su demanda interna, de que la responsabilidad vaya de la mano de la solidaridad. La democracia implica una cierta identidad de los que deciden y los que son afectados por esas decisiones. Respetar este criterio significa que son inaceptables los efectos de las decisiones de otras naciones si no hemos tenido la oportunidad de hacer valer nuestros asuntos en “su” proceso de decisión y si no hemos estado dispuestos, recíprocamente, a tomar en consideración a otras ciudadanías en nuestras decisiones. Todos estamos obligados redefinir los propios intereses incluyendo en ellos de alguna manera los de nuestros vecinos, especialmente cuando nos vincula con ellos no solo la cercanía física o la interdependencia general, sino la comunidad institucional, como es el caso de la Unión Europea. Precisamente el fracaso de la Unión a la hora de solucionar la actual crisis económica se debe al desfase entre los instrumentos políticos y la naturaleza de los problemas, a que los Estados han sido incapaces de internalizar las consecuencias de la interdependencia, continúan imponiéndose externalidades unos a otros y son incapaces de regular las formas transnacionales de poder que se escapan de su control. Se acabaron los espacios delimitados de la soberanía: tenemos que irnos acostumbrado a que nos digan lo que tenemos que hacer, lo que únicamente resulta soportable si también nosotros podemos intervenir en las decisiones de los otros. Una cosa es que esas intervenciones hayan de estar justificadas y equilibradas por una lógica de reciprocidad y otra que podamos volver a una relación de sujetos soberanos. ¿Por qué tenemos que pagar las consecuencias del despilfarro de nuestros vecinos? ¿Qué derecho tienen otros a decirnos lo que hemos de hacer? Dos preguntas que sintetizan nuestra actual desorientación porque la distinción entre nosotros y ellos ha dejado de ser evidente y operativa cuando nos beneficiamos y nos perjudicamos unos a otros. Deberíamos aprovechar esta constelación para dar una forma democrática y justa a tales interdependencias, lo que podría quedar formulado en un nuevo derecho a la autodeterminación transnacional en el que el “nosotros” que se gobierna incluya de alguna manera a otros. Daniel Innerarity, El gobierno de los otros, El País, 23/05/2013
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La pitxa un lio
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Filosofía para cavernícolas
Una de las más grandes faltas de respeto que se le puede tener a un ser humano (es decir, a una persona racional) es adoctrinarlo en creencias dogmáticas que no admiten réplica; más aún desde pequeño, antes de que desarrolle su capacidad crítica. Esto es una falta grave tanto en las familias que imbuyen en sus hijos creencias religiosas (o de cualquier otro tipo) de forma dogmática (sin permitir ni fomentar la libertad de sus vástagos), como en instituciones tan poderosas e influyentes como la Iglesia católica que, en nuestro país, no ceja en su propósito de infiltrarse cada vez más hondamente en el sistema educativo. Es, así, un ejercicio de cinismo intolerable que la cúpula eclesiástica y el gobierno descalifiquen la asignaturas de Educación para la ciudadanía o Ética por considerar que adoctrinan a los alumnos, mientras que, a la vez, defienden con uñas y dientes su presunto derecho a adoctrinar en fe y moral católica a los niños de todo el país, insistiendo en mantenerse como asignatura optativa de obligada oferta en todos los colegios e institutos, y en todos los niveles educativos. Para evitar errores conviene subrayar la diferencia entre lo que en los colegios e institutos se imparte bajo el nombre de "Religión y moral católica" y las asignaturas de "Educación para la ciudadanía" y "Educación ética y cívica" (suprimidas, estas dos, por la nueva ley educativa). El objetivo de "Educación para la ciudadanía" es informar de los principios legales, morales y políticos de nuestro ordenamiento constitucional (es decir, los principios políticos que hemos decidido establecer, de forma democrática, para nuestra sociedad) y, además, abrir un debate sobre ellos para analizarlos, discutirlos, y ponerlos en cuestión o celebrarlos si lo así lo merecen. El objetivo de la materia "Educación ética y cívica" es plantear a los alumnos los principales problemas morales que afrontan los individuos y las sociedades, así como analizar y debatir racional y críticamente las distintas propuestas y enfoques éticos con que nuestra cultura ha afrontado y afronta tales problemas morales. A diferencia de todo esto, la materia de Religión y moral católicas tiene por objeto inculcar a los alumnos (desde muy pequeños, pues la Religión comienza en primaria, no en secundaria, como la Educación para la ciudadanía y la Ética) ciertas ideas y valores instituidos por la Iglesia (que afirma haberlos recibido de Dios) y que son declarados como dogmas o verdades de fe, por lo que no cabe diálogo ni cuestionamiento racional ni crítico alguno. Educación para la ciudadanía o Ética, y religión católica, son, pues, dos cosas muy diferentes. Las primeras consisten en educar a seres racionales en el diálogo acerca de principios que se ha puesto a sí misma la sociedad (de forma argumentada y democrática). La otra consiste en crear adeptos de una secta religiosa y cuanto más jóvenes mejor (pues son más moldeables, claro). Así pues, si todos estamos de acuerdo en que (al menos) la escuela no debe servir de instrumento de manipulación y adoctrinamiento dogmático, sino que deber formar individuos con la suficiente capacidad de raciocinio como para elegir libre y concientemente sus propias creencias, y contrastarlas civilizadamente con las de los demás, si estamos de acuerdo en esto, digo, la Religión católica debe ser expulsada de la escuela (como cualquier otra opción que celebre ideas y valores dogmáticos y no sea capaz, por principio, de someterlos a debate crítico y racional, que es, por demás, el pilar de nuestro sistema político, al menos en teoría). Todo esto sin entrar a valorar el trasfondo, a veces claramente opuesto a los principios y valores constitucionales, de algunos de los dogmas que el cura enseña en clase... Pero eso sería tema para otro día.
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Boulé
Seguimos comentando hoy las citas que se propusieron en la pasada Olimpiada Filosófica Internacional. Se trata esta vez de una cita clásica de la poética de Aristóteles, a mi juicio la más difícil de todas las que se plantearon. Tomamos la versión que aparece en la edición de Gredos:
“Es, pues, la tragedia imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en lenguaje sazonado, separada cada una de las especies [de aderezos] en las distintas partes, actuando los personajes y no mediante el relato, y que mediante la compasión y el temor llevan a cabo la purgación de tales afecciones. Entiendo por “lenguaje sazonado” el que tiene ritmo, armonía y canto, y por “con las especies [de aderezos] sepadaramente”, el hecho de que algunas partes se realizan solo mediante versos, y otras, en cambio, mediante el canto.”
Como se ve, la definición es amplia e incluye muchos aspectos bien diversos, referentes al contenido, el estilo y el efecto que ha de producir la tragedia. Apunta a lo más esencial de la tragedia y sin embargo se ha convertido también en un referente en lo que toca a la reflexión en torno al arte en general. En el comentario de hoy, nos fijaremos especialmente en dos de estas cuestiones: el contenido y el efecto.
Qué merece la pena ser recordado. No es esto lo que dice Aristóteles, pero en cierta manera se deriva de lo que hemos de imitar en la tragedia: una acción esforzada y completa. La tragedia, y el arte en general, ha de seleccionar muy bien qué es lo que se quiere inmortalizar. Porque en esto consiste también la tragedia: salvar un hecho del olvido, elevarle a una nueva condición en la memoria de la humanidad, convirtiéndolo así en un referente permanente. Por eso, aunque como bien dice Aristóteles haya personajes, y no una mera narración, cada uno de ellos nos están representando a todos. Suben a las tablas todas las Medeas que en el mundo han sido, cobran vida en el cuerpo y en la voz de quien deja de ser quien es para representar un personaje colectivo, un fondo humano, muy humano, que no merece caer en el olvido. No se puede hacer una tragedia de un hecho intrascendente o rutinario. Es imitación de la vida, pero de una forma de vida muy especial: aquella en la que lo mejor y lo peor de la naturaleza humana se ponen frente a frente y dialogan entre sí, jugando hasta terminar la partida. No en vano es esta la segunda condición que establece el propio Aristóteles: la acción ha de ser completa. No es compatible la tragedia con el suspense, sino que se exige en todo momento un final, que no puede quedar abierto. Un final real, y acorde a las dimensiones de la historia que se cuenta. Por eso es tan habitual que la tragedia termine de una forma violenta, con muertes inesperadas o con infelicidad. Porque tiene que ocurrir en el arte exactamente lo mismo que en la vida, y habitualmente aprendemos más, o vivimos de una forma más intensa aquellas historias que tienen un final truculento.
Segundo rasgo de la tragedia: la “catarsis”. Esa “purgación de afecciones” o “purificación” que desde Aristóteles se viene asociando a la representación. De alguna forma, nos está diciendo Aristóteles, la tragedia tiene que movernos por dentro, ha de retorcernos las tripas y darnos un vuelco al corazón. El temor y la compasión, pero también otros sentimientos, han de ir más allá del escenario, invadiendo el patio de butacas para atraparnos en la representación. Para ser, por unos instantes, tal o cual personaje: amar con ellos y odiar con ellos. Morir con ellos y matar con ellos. De ahí surge esa catarsis a la que se refiere Aristóteles, experiencia que hoy quizás no es exclusiva del teatro sino también de otras manifestaciones artísticas como el cine. Y es que si dejamos de lado las características estilísticas que aparecen en la definición, bien podría decirse que el cine hoy ha hecho suyas las condiciones que apunta el pensador griego. El buen cine debería recoger sólo aquellas historias que merecen la pena, que deben ser arrancadas del olvido, apuntando también a esta purificación de los sentimientos. Con todo, cuenta el teatro con una ventaja innegable: es algo más vivo, más cercano, más directo. Por ello al salir de la obra deberíamos ser en cierta manera distintos que cuando entramos, al haber vivido la compasión y el temor en primera persona. Algo que, sin embargo, podríamos cuestionar hoy, pues algunos señalan que el teatro y otras manifestaciones artísticas se han convertido en actos predominantemente sociales. Con todo, al margen de estos debates, hay una cosa clara: Aristóteles fue capaz de apuntar, hace más de veinte siglos, las características definitorias de la tragedia, que han venido definiendo este género hasta nuestros días.
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