Con el término ilusionismo la Real Academia añade un matiz: arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales. Entonces, según estas definiciones comunes, la magia pretende quebrar las leyes naturales (se deja abierta la posibilidad de que lo consiga o no), mientras que el ilusionismo, patentemente, lo simula. La palabra ilusión en sí misma es una confesión, una admisión sincera de que están jugando con nuestras capacidades de sentir y de entender. En realidad es más que esto, es un desafío, una orgullosa provocación. El ilusionista es mucho más atrevido que el brujo, te dice a la cara que te va a engañar, te desafía a defenderte, y luego... te engaña. Te avisa de que habrá un artificio, y te da el tiempo de prepararte, de intentar evitarlo o descubrirlo, sabiendo que no lo conseguirás. Sabemos que una moneda no puede teletransportarse o que una persona no se puede desmembrar y luego volver a la vida (aunque siempre hay un listo que grita iluminado ¡es un truco!... como si hubiera la posibilidad de que no lo fuese...), con lo cual la verdadera magia es engañar a un cerebro que sabe que está a punto de ser engañado, y que a pesar de esto no es capaz de evitarlo. El ilusionismo es un ejercicio psicológico y mental de inmenso nivel cognitivo, un control exquisito y brillante de nuestras limitaciones y de nuestros sesgos. La Real Academia tiene desde luego toda la razón, es un arte.
Podemos distinguir entre las ilusiones que se basan en la falta de información y las que se basan en manejar los mismos procesos cognitivos. En realidad magia e ilusionismo mezclan íntimamente los dos componentes, potenciando sus efectos. Pero a nivel conceptual son dos mecanismos diferentes, y no viene mal diseccionarlos para estudiar sus elementos. Las ilusiones que juegan a ocultar información al fin y al cabo son como la magia de los misterios y de los arcanos, es decir se aprovechan del hecho de que no sabemos todo lo que pasa dentro de la chistera. Aquí el genio del mago es más bien un ingenio, una habilidad ingeniera e ingeniosa: la capacidad de saber diseñar y orquestar un aparato o un montaje cuyo funcionamiento, sin conocer sus engranajes, es imposible desvelar. Las tramas y los efectos organizados por los grandes magos denotan una capacidad de imaginación, de lógica y de análisis que revelan mentes desde luego muy brillantes.
Pero para las ciencias cognitivas son mucho más interesantes las ilusiones que en cambio se aprovechan descaradamente de nuestro cerebro: no se limitan a esconderle informaciones, sino lo manipulan directamente. A nivel experimental, psicológico y etológico, todo un lujo. En este caso, podemos por lo menos separar cuatro ámbitos diferentes, y distinguir las ilusiones que se aprovechan de los sentidos, de la memoria, de la atención y de la previsión. Las ilusiones sensoriales se basan en procesos que no son perceptibles para nuestros sentidos. Se puede jugar un poco con la localización acústica, pero es la visión a la que, en nosotros primates, hay que engañar. Hay movimientos que, sencillamente, son tan rápidos que nuestro ojo no es capaz de detectar, o que nuestra corteza occipital, encargada de descodificar las señales visuales, no piensa sean importantes y pasa de procesarlos o de trasmitirlos. Con la memoria se juega también aprovechando sus límites, porque no es posible recordar todo, o recordar detalles durante un tiempo muy largo. Los lóbulos temporales almacenan solo una cuota de información, y pueden encadenar una secuencia de elementos lógicos (un proceso llamado recursión) solo hasta un cierto nivel, luego se pierden. Además la memoria incluso se puede manipular, sesgando o sustituyendo los recuerdos. Orientar (o mejor, desorientar) la atención es uno de los pilares del ilusionismo, es la joya de la habilidad psicológica del mago, literalmente su verdadero as en la manga. La atención es en general un pilar de nuestros niveles cognitivos, porque es ahí donde los lóbulos parietales filtran, deciden lo que pasa la criba y lo que no, lo que es importante y lo que, supuestamente, no lo es. Son filtros que trabajan sin que nos enteremos, una mezcla de adaptaciones evolutivas para no volvernos locos en un mundo sobrecargado de estímulos, y factores individuales canalizados por la experiencia y la vida de cada uno. Finalmente se encuentran los trucos que se basan en inducir una falsa previsión. Esto de prever lo que va a pasar nuestro cerebro lo hace constantemente, imaginando, extrapolando e interpolando, llevando a cabo análisis estadísticos subliminales que nos preparan para lo que, siempre supuestamente, está a punto de ocurrir. Vivimos en una constante condición de esperanza. La corteza prefrontal evalúa alternativas, elimina unas cuantas, y se queda con las que supone sean las más probables. Muchos de estos aspectos que hemos mencionado tienen en común el formar parte de un único sistema fronto-parietal que llamamos memoria de trabajo, donde un centro ejecutivo (previsiones y decisiones) se integra con un borrador visual y espacial (imaginación, atención) y con un almacén para memorias de breve duración (recursos mnemónicos y fonológicos).
Hay muchas condiciones, trastornos y patologías, donde la respuesta sensorial, la capacidad mnemónica, la atención o la capacidad de previsión tienen defectos o excesos importantes, o sencillamente son muy pero que muy distintas. El síndrome de Asperger se asocia por ejemplo a patrones muy peculiares de la atención, y sería interesante saber cuándo y por qué nuestra magia puede fallar con un autista, y que tipo de ilusiones tendrían éxito con personas que perciben y analizan el mundo de una forma muy, pero que muy peculiar. Se conocen muchas alteraciones de la atención, de la memoria, o de la capacidad predictiva, y tal vez no estaría mal usar los trucos de los magos para sondear mentes con capacidades o limitaciones distintas, como en los casos de daños frontales, depresión o hiperactividad. Incluso podemos valorar si estos juegos podrían utilizarse no solo para indagar estas condiciones, sino también para diseñar programas de entrenamiento y rehabilitación. Y, ya que estamos, tal vez no estaría mal plantearse: nuestros trucos mágicos, finamente calibrados para nuestros niveles promedios de capacidad sensorial, atención, predicción y memoria, funcionarían con... ¿un neandertal?
Emiliano Bruner,
La magia del cerebro, Antropológica Mente. Blosgs de Investigación y Ciencia 04/05/2018
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