Aquí tienen ustedes un ama de casa dignificando con un libro el tiempo libre que le proporciona su lavadora eléctrica, la primera que se comercializó en los Estados Unidos.
La foto está tomada en Eatonville hacia 1910.
Al progreso siempre le ha acompañado el mito del progreso paralelo de la cultura, suponiendo que, a más tiempo libre arrancado al trabajo, más tiempo disponible disponible para la lectura, por ejemplo. Así, con el mito de la cultura ocultamos el mito del progreso.
Carlos Marx, remitiéndose a un poeta griego, escribe en
El Capital: "Antíparos saludaba la invención del molino de agua para moler los granos, veía esta forma elemental de todo el maquinismo productivo, como la aurora de la emancipación de las mujeres esclavas y el retorno de la edad de oro”. La imagen fue recogida poco después por su yerno, Paul Lafargue en
El derecho a la pereza: “Antíparos cantaba en los siguientes términos la invención del molino de agua, que venía a libertar a las mujeres esclavas y a traer la edad de oro: '¡Ahorrad el brazo que hace girar la piedra, oh, molineras, y dormid tranquilamente! ¡En vano os advierta el gallo que es de día! Dánae ha impuesto a las ninfas el trabajo de las esclavas (…). Gocemos contentos en la pereza los dones que la diosa concede.'". Pero después de dejarse llevar por este entusiasmo, Lafargue no puede reprimir un "¡ay!", porque "los ocios que el poeta pagano anunciaba no han llegado todavía". Si hubiese leído con más atención a su suegro, se hubiese ahorrado el lamento. Marx añade a las palabras de Antiparos este comentario: “la máquina es el medio más seguro para prolongar la jornada laboral”.
Hoy una parte considerable de la población tiene a su alcance más tiempo libre del que Antíparos pudo soñar y el resultado es que estamos al día de la biografía amorosa de Ana Obregón.
Justo cuando todos los pedabobos se ríen de la ley Wert porque, dicen, obligará a los niños a aprenderse de memoria los ríos de España, va y los niños se aprenden de memoria los contenidos de las revistas del corazón. Y lo hacen ignorando olímpicamente las técnicas de estudio: ni subrayan lo relevante, ni hacen mapas conceptuales, ni tienen muy en cuenta lo que puedan tener de competencial…
Si van ustedes al
ABC de hoy, ya me dirán si no es mucho más fácil aprenderse de memoria la lista de los reyes godos, que los prolijos amoríos de doña Obregón.