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Sí, tú lo sabes; sabes que mis días,
partidos siempre entre Minerva y Temis,
corrieron inocentes, consagrados
siempre al público bien. Sabes que en ellos
sumiso y fiel la religión augusta
de nuestros padres, y su culto santo
sin ficción profesé. Que fui patrono
de la verdad y la vitud, y azote
de la mentira, del error y el vicio.
Que fui de la justicia y de las leyes
apoyo y defensor, leal y constante
en la amistad, sensible y compasivo
a los ajenos males; de la pura
y cándida niñez padre, maestro,
celoso institutor; y de la patria,
¡oh cara patria!, de tu bien, tu gloria
constante y ciego promotor y amigo.
“We don’t know anything more about this unfortunate couple, but the strain of separation has brought the wife to breaking point,” escribe Kirkby. “Whether she carried out her threat, we’ll never know.”En Futility ClosetDear Husband!This is the last letter I am writing to you, because on the 24th I am going to marry another man. Then I don’t have to work any longer. I have already been working for three years as long as you are away from home. All the other men come home for leave, only you POWs never come. Nobody knows how long it will take until you come home. That’s why I am going to have a new husband. I will give the children to the orphanage. I don’t give a rat’s ass about a life like that! There is no way to survive with these few Pfennig benefits. At work they have a big mouth about the women. Now I don’t need to go to work, now the other man is going to work for me. All wives whose husbands are POWs will do the same thing and they will all get rid of the children. Three years at work are too much for the women and 20 Mark for benefit and 10 Mark child benefit are not enough. One cannot live on that. Everything is so expensive now. One pound of bacon costs 8 Mark, a shirt, 9 Mark.Your wife
Tales Milesio era un filósofo de los muy venerados de la Antigüedad. Éste, entre otros estudios suyos, deseaba averiguarle los movimientos al cielo. Iba una noche a su casa a tiempo que su criada salía della a buscarle. El hombre iba tan divertido mirando las estrellas que metió un pie en un hoyo y dio con todo su cuerpo en el suelo. Llegó la mujer a socorrerle y, con la libertad de criada de pobre, le dijo: "Levántese, señor. No ve lo que tiene junto a los pies, ¿y quiere ver lo que hacen las estrellas?"
Merendando una tarde en una finca de El Puerto, después de una cacería de perdices como las de Cebrián, contó Franco un “sucedido” recogido con gracia gaditana por Pemán. Con ese arte español de tocar los pitones para comprobar la embestida del toro, alguien sacó a colación el famoso dicho de Jean Louis de Lolme con que los ingleses del XVIII exaltaban la omnipotencia de su parlamentarismo: “El Parlamento británico puede hacerlo todo menos convertir un hombre en mujer o viceversa”.
–Pues yo he podido –dijo Franco. Y contó el caso de la cantinera, “una chica listísima y bastante mona”, que hubo en el Tercio. Un día salió una orden que prohibía llevar ninguna mujer en las marchas de tropa. Entonces él anotó en el parte ordinario: “Sienta plaza en esta Bandera el legionario Pedro Pérez”. Y así siguió la cosa hasta que, al año, la chica volvió de un permiso con novio y fecha de boda