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El café de Ocata
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El café de Ocata
Los británicos se van. Y no se van porque lo hayan echado a los dados o porque el cambio climático les haya afectado la capacidad de raciocinio, sino porque han echado cuentas, han visto pros y contras... y han optado por seguir haciendo política de manera autónoma.
En su decisión ha pesado más la política que la estricta economía.
La primera condición para hacer política es tener ideas y autonomía para asumir riesgos. Y los británicos creen que en la UE, en lugar de ideas hay intereses comerciales. Y si se trata de intereses comerciales, los británicos prefieren exportar lo suyo que importar lo ajeno.
Los británicos prefieren alianzas seguras con los suyos, norteamericanos, canadienses, australianos... porque saben que les responden en caso de necesidad, mientras que de Europa, hoy por hoy, no parece que pueda esperarse más que vagas promesas, buenos sentimientos e índices de bienestar.
Los británicos quieren recuperar la autonomía sobre sus fronteras porque sin esa autonomía ni se hace política afuera ni se crea un sentido de copertenencia dentro. No quieren disolver el Reino Unido de la Gran bretaña en Europa sino recuperar un sentido de integración interna que, a su parecer, la UE pone en riesgo.
Los británicos saben que en un contexto mundial en el que el Pacífico va para arriba, el Atlántico va para abajo y el Mediterráneo es un lugar de turismo y museos arqueológicos, si no estás actuando donde se cuecen las cosas, quedas marginado. No les cuesta mucho dejar atrás a una Europa que no puede creer en sí misma por la sencilla razón de que no sabe quién es.
Los británicos tienen una firme voluntad de actores.
Por supuesto, todo les puede salir mal a los británicos. Eso ya lo saben. Pero saben también -y esto es lo importante- que sólo asumiendo riesgos un país seguro en sí mismo crece, se fortalece y se cohesiona.
Si yo fiese inglés, tendría más confianza en Washington que en Bruselas.
Ellos se van tan contentos y nosotros les cantamos melancólicas canciones de despedida un tanto cursis.
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El café de Ocata
Ustedes ya están al tanto de mis reticencias a lo que Pedro Mártir de Anglería llamaba "novolatría", o sea, a la rendición incondicional ante lo nuevo por el mero hecho de ser nuevo, sin ninguna consideración a su bondad. Para el novólatra, lo nuevo es más relevante que lo bueno. Como he podido comprobar varias veces, en nuestros días nadie se enfada si le dices que está equivocado. "Es mi opinión", te contestará, dando por supuesto que toda opinión es respetable por el mero hecho de ser propiedad de quien la emite, independientemente de su fuerza argumental. Pero se corren serios riesgos si te atreves a decirle que está anticuado.
El hecho de que sea crítico con los novólatras no significa, en absoluto, que sea ni reacio ni ajeno a una cuantas novedades de nuestro tiempo que contribuyen a hacer la vida más densa. Trasteo con frecuencia por las redes sociales y gracias a ellas he descubierto a personas de las que me enorgullezco ahora de considerarme su amigo y ninguno de mis últimos libros podría haberse escrito sin el correo electrónico y sin el acceso a las hemerotecas, archivos y editoriales remotas.
Esta tarde doy una videoconferencia a un grupo de profesores de una universidad de Puebla, México. Bien es cierto que el técnico de la universidad ha sido paciente conmigo, porque no solamente quiero que me vean. Quiero, al mismo tiempo, pasar diferentes imágenes y esquemas de un PowerPoint. ¿No es maravilloso poder impartir una lección en vivo y en casi-directo a un grupo de mexicanos sin moverte de tu casa? No puedo sino gritar entusiasmado un "¡Viva la buena tecnología!"
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El café de Ocata
Paseaba Cánovas del brazo de la embajadora alemana en un baile que se celebraba en la Embajada. Varias señoras se acercaban a él e insistían en las pretensiones que le tenían formuladas.
- Mucho le deben molestar las señoras con tanta petición -le dijo la embajadora.Cánovas contestó: - Señora, a mí no me molestan las mujeres por lo que me piden, sino por lo que me niegan.
A su mujer, de la que según todos los testimonios, estaba profundamente enamorado, Cánovas le decía:- Te adoro, Joaquina, y te seré siempre fiel. Con una condición y con un límite. Yo no haré el amor a nadie, pero si se acerca a mí una mujer, no la rechazo. Fíjate que sólo un hombre, el casto José, despreció a una mujer y lleva veinte siglos haciendo el ridículo".
M. Fernández Núñez, Anecdotario político, 1931.
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El café de Ocata
La última innovación humana podría ser la máquina de producir innovaciones.
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El café de Ocata
La memoria tiene hoy mala fama entre los neopedagogos. Es absurdo, ya que no hay nadie que quisiera tener menos memoria que la que tiene, pero así es. La perplejidad que esto produce no habla mal de la memoria, sino de sus absurdos denigradores, que entienden, en contra de toda la tradición y de todo cuando la ciencia nos muestra con rigor, que la memoria es algo así como un archivo empolvado de datos acumulados para el olvido.
La mejor definición de la memoria que conozco es la de Covarrubias, que en 1611 afirma que consiste en percibir ahora las cosas que se quedan con nosotros.
Efectivamente, la esencia de la memoria no radica en el residuo que las cosas nos dejan al pasar, sino en la capacidad de revivir todo eso que, al pasar, se ha quedado con nosotros. En este sentido, la memoria amplifica nuestras posibilidades de experiencias vitales.
Por otra parte, cuando hablamos del olvido hay que hacerlo con cuidado, porque nunca sabemos ni si eso que creemos olvidado emergerá mañana, súbitamente, a la superficie de la conciencia como un corcho hundido salta a la superficie del agua, ni lo que pudimos aprender gracias a aquello que hoy parece olvidado.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
El 7 de noviembre de 1901 se estrenó en el Teatro de la Zarzuela El Bateo, de Chueca.
Uno de sus personajes es Wamba, vecino de Lavapiés, que no sabe “más que tangos anarquistas, dinamitistas y petroleristas”, que bebe “bebidas fuertes, como mis ideas” y que está tan avergonzado de llevar el nombre de un rey godo, que nada más de pensarlo le dan arcadas:
“… Pensar que yo, presidente de cuatro
cluses socialistas y secretado de La tea incen-
diaria, tengo el nombre de un monarca, y
de un monarca cursi...)
Le parece cursi porque es gótico, que para él “es lo mismo”.
A lo que vamos. Wamba es un idealista que tiene muy claro su programa de gobierno:
“Haremos de carne humana
la estatua de Robespier,
para que sirva de ejemplo
el mártir aquél”.
Pero Wamba quiere también ser el padrino del hijo de su amigo Lolo:
“…y si Lolo me deja que yo le
eduque, lo primero que le enseño son las
tres us que constituyen nuestra doctrina:
Utopía, Unión y Huelga”.
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9:26
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El café de Ocata
"Creer que la única función política es atacar, insultar y calumniar al enemigo, y que éste no va a responder (y más en un país como España), es una creencia peregrina, pero que se repite desgraciadamente hoy".
Julio Caro Baroja, en 1981, con motivo del 50 aniversario de la Segunda república.
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El café de Ocata
"La pedante pedagogía -no olvidemos que pedagogía, pediatría y pedantería tienen la misma raíz..."
José María Pemán en el prólogo a Mis amigos muertos, de Juan Ignacio Luca de Tena (1971).
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16:19
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El café de Ocata
Entro en el aula, empiezo a hablar a un ciento
de caras mal despiertas: por un rato
sobre sus vidas, rígido, desato,
cumpliendo mi deber, el frío viento
del Ser y de la Nada, de la Idea
y la Cosa; la horrible perspectiva
del vértigo que se ha hecho inofensiva,
espectáculo gris, vieja tarea.
Si alguno, casi inquieto, se remueve,
los más sueñan, o apuntan, o hacen ruido.
Pero basta: es la hora ya. De nueve
a diez, vieron el Ser, ese aguafiestas;
prosigan su vivir interrumpido:
yo vuelvo a mi silencio sin respuestas.
José María VALVERDE
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El café de Ocata
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22:56
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El café de Ocata
Ley de la fatalidad de la corrección: "Toda corrección minuciosa de tu propio texto introduce alguna nueva incorrección".
Ley de la creatividad del error: "En algunos casos, los errores nos corrigen con tal arte, que nos despiertan ideas a las que no habríamos llegado por nuestra cuenta."
Ley de la autoría compartida: "De todo texto es autor el que lo firma y el azar".
Ley de la relectura penitencial: "Es toda relectura hay algún arrepentimiento".
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El café de Ocata
Un cliente estaba sentado a la mesa con un niño pequeño, de unos 5 años. Protestaba con grandes gesticulaciones porque nadie lo atendía. Finalmente se levantó y cogió al niño de la mano. "Tengo hambre", protestó el niño. "¡Pero por encima del hambre está el honor", dijo el adulto. "Con el honor del hombre este, el crío va a crecer raquítico", pensé yo. Entonces apareció el camarero con una bandeja vacía y una servilleta blanca en el antebrazo, justificando su tardanza porque, según repetía, "La vida es un cuerpo extraño". Y nada me pareció más obvio.
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El café de Ocata
A veces se encuentran en Lope sonoridades de una modernidad tal, que el lecgtor, desprevenido, se ve forzado por la extrañeza a comprobar que eso que está leyendo es, efectivamente, de Lope. Es el caso -uno entre mil- de estos versos de El arauco domado:
Piraguamonte, piragua,
Piragua, jevizarizagua;
Bío, Bío,
Que mi tambo lo tengo en el río.
Yo me era niña pequeña,
Y enviáronme un domingo
A mariscar por la playa
Del río de Bío-Bío,
Cestillo al brazo llevaba,
De plata y oro tejido;
Hallárame yo una concha,
Abríla con mi cuchillo;
Dentro estaba el niño Amor,
Entre unas perlas metido;
Asióme el dedo, y mordióme;
Como era niña, di gritos.
Bío, Bío,
Que mi tambo lo tengo en el río.
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El café de Ocata
Comenzamos hablando de videojuegos y seguimos hablando de juegos. De repente, me fijo en su apellido.- ¿No serás familiar de José María Gil Robles?- Sí, soy su nieto.
Y todo cambia.
No sé si habrá alguien más entusiasta de las redes sociales y, en general, de Internet, que yo. Sin internet no hubiera podido escribir ninguno de mis últimos libros. Gracias a las redes sociales he podido conocer a mucha, mucha gente verdaderamente admirable de la que cada día aprendo algo. Gracias a Internet estoy en contacto con amigos americanos, búlgaros, rusos y asiáticos. Gracias a Internet tengo acceso a libros que nunca imaginé que pudiera tener en mis manos. Etc., etc. Por eso mismo sé que aquí acabas encontrando lo que buscas. Y ese es el riesgo. El peligro no está tanto en lo que te ofrece Internet, ya que es imposible dar con todo, como en lo que cada uno busca. Internet lo que hace es amplificar nuestras posibilidades e intereses.
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17:56
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El café de Ocata
Mi nieto Bruno, curioseando entre mis libros, se sorprende mucho de que tenga uno titulado
¿Por qué a los niños no les gusta ir a la escuela?- ¿Quién ha escrito esto? ¡Vaya tontería!- ¿Por qué es una tontería?- Porque para saber la respuesta se lo podían preguntar a cualquier niño.- ¿Y por qué crees tú que a los niños no les gusta la escuela?- Porque pensar cansa.
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El café de Ocata
Firmo esta necrológica sobre Sir Roger Scruton que aparece hoy en El Mundo:
Sir Roger Scruton, un hombre, blanco, heterosexual, cristiano y un intelectual extraordinariamente culto y defensor de la “common decency”, falleció el domingo 12 de enero. Nacido el 27 de febrero de 1944, ha sido uno de los principales protagonistas del movimiento de renovación del conservadurismo que recorre, como un nuevo fantasma, Europa. Ha escrito ensayos de filosofía política, moral, estética, arquitectura, música, religión…, a los que hay que sumar varias novelas y dos óperas. Y todo lo ha hecho con una claridad epigramática, ágil, elegante y valiente. Para algunos, ha sido el mejor escritor inglés desde Orwell.
Se hizo conservador en las calles del barrio latino de París, durante mayo del 68. Desde entonces fue muy crítico con los jóvenes autoindulgentes de clase media que creen haber venido a este mundo a cobrar facturas pendientes mientras desprecian el sentido burgués de la vida.
Yo no sé si era el filósofo más importante del Reino Unido. Sí sé que era, y lo continuará siendo para sus muchos lectores, un estímulo para mirar hacia lo alto.
A Scruton se le pueden aplicar, sin menoscabo alguno de la verdad, aquellas palabras que Posidio dedicó a San Agustín: “fue un hombre de los que se han ganado su fin”. Esto es lo primero que tenemos que recordar de él. En el caso del hombre, el fin ilumina el trayecto vital y nos desvela su auténtico sentido. El fin nos muestra la distancia que separa lo que llegamos a ser de lo que podríamos haber sido. Bien podríamos dar el nombre de alma a eso que desde lo mejor que podemos llegar a ser nos llama a luchar contra la inercia de lo trivial.
Con justa razón se han difundido tanto por las redes sociales estas palabras que escribió en The Spectator en las navidades pasadas, cuando ya sabía que tenía las horas contadas: “Durante este año, mucho ha sido lo que me han quitado: mi reputación, mi posición como intelectual público, mi lugar en el movimiento conservador, mi tranquilidad, mi salud. Pero ha sido mucho más lo que me han dado […]. Al acercarte a la muerte comienzas a saber lo que significa la vida, y lo que significa es gratitud”.
Si hay una virtud que hoy expresa la quintaesencia del conservadurismo es la gratitud. En un mundo de indignados y resentidos, la gratitud aclara la mirada al mundo, ilumina los abundantes motivos que tenemos para amarlo; nos permite celebrar todo cuanto ha hecho posible lo que somos y afirma la esperanza y la solidaridad.
Era un hombre agradecido a la naturaleza, a la caza, al buen urbanismo y a la buena arquitectura, al buen vino, a Hegel, a Wagner, a su familia, a los suyos, a su país y, sobre todo, a la vida, incluyendo su componente doloroso, porque sin el compañero dolor (el compañero, no el tirano), no hay sabiduría.
En mayo del año pasado, nada más de llegar de Brasil, a donde había ido a dar una conferencia sobre el sentido de la vida, le descubrieron el cáncer con el que se ha ganado su fin.
Fue objeto de una persecución despiadada por parte aquellos que, tras una máscara de tolerancia y relativismo moral, esconden una rabiosa intolerancia y un poderoso conformismo con una gran capacidad para modelar conciencias. Fue intimidado por los que en una entrevista a Le Figaro calificó de “predicadores sin Dios”, porque se resistió a adoptar un mundo al que, por lo visto, hay que adaptarse sin críticas. A la mínima, serás condenado al ostracismo mediante la caricaturización groseramente ridícula de tus posiciones.
Nos ha mostrado con su vida que hoy, como ya anunció Maura, la libertad se ha hecho conservadora, mientras que la ortodoxia encuentra un agradable cobijo en la izquierda. Si Wittgenstein y Nietzsche advirtieron que no se puede pensar libremente si se piensa con miedo a hacerse daño, hoy podemos decir que si piensas libremente, te harán daño. Pero, digámoslo claro: si la guardia roja de la corrección política no te ha tratado aún de fascista, tienes que empezar a dudar de tu libertad de pensamiento.
¿Qué es ser conservador? Es ser respetuoso y, sobre todo, agradecido con el proceso dinámico de la tradición para poder proporcionarle así la posibilidad de un futuro. Aquello que ha pasado la prueba del tiempo, bien merece disponer de oportunidades de desarrollo. No se puede ser conservador si no se tiene nada a lo que garantizarle un futuro. Por eso el conservador sólo puede ser ecologista. En este sentido el conservador no pretende tanto conservar como reencantar. La conservación sólo merece la pena si lo que se conserva es bueno y bello. Si hay una idea que “el provocador” Scruton ha repetido incesantemente es que, sin amor a la belleza circundante, es absurdo ser conservador. De ahí La urgencia de ser conservador.
Si tomó partido a favor del Brexit, fue porque estaba convencido de la necesidad de restaurar una soberanía nacional y una ética comunitaria que la UE es incapaz, no ya de crear, sino ni tan siquiera de plantearse como posibilidad. No hay ética comunitaria sin conciencia del nosotros y sin una vivencia clara de la copertenencia que es, en sí misma, una virtud política. Animaba a resistirse a la imposición foránea de leyes que pretenden modificar nuestro estilo de vida. La nación, la soberanía del pueblo y el amor tradicional a la belleza de lo nuestro (todo eso que sustenta el sentido común) son las únicas fuentes de confianza en caso de urgencia.
Veía en el Brexit la posibilidad de refundar los lazos horizontales de copertenencia y el apego a la Corona entre las naciones que forman el Reino Unido.
El conservadurismo de Scruton, quizás por la preponderancia del amor a la belleza, es propositivo, ajeno a esa obsesión por el declive que se ha apoderado de no pocos conservadores continentales, en particular franceses. Un conservador lacrimoso no es más conservador, lo que tiene es problemas de visión.
Roger Scruton fue también compositor aficionado. Además de un par de óperas, escribió las canciones que ha agrupado con el título genérico de Three Lorca Songs. En ellas pone música a la Casida de la rosa, la Canción del jinete y a la Despedida. En su última celebración -tardía- de cumpleaños, el 27 del pasado mayo, la soprano Emily Van Evera le cantó las tres. La más emotiva, como es fácil de entender, fue Despedida, cuya melodía acompañó a Scruton durante los últimos meses de su vida. Despidámonos, pues, de él con los versos de la Despedida de Lorca:
Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo).
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento).
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!
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El café de Ocata
Roger Scruton (1944-2020), I Drink Therefore I Am: A Philosopher's Guide to Wine:
The right way to live is by enjoying one's faculties, striving to like and if possible to love one's fellows, and also to accept that death is both necessary in itself and a blessed relief to those whom you would otherwise burden. The health fanatics who have poisoned all our natural enjoyments ought, in my view, to be rounded up and locked together in a place where they can bore each other rigid with their futile nostrums for eternal life. The rest of us should live out our days in a chain of linked symposia, in which the catalyst is wine, the means conversation, the goal a serene acceptance of our lot and a determination not to outstay our welcome.
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El café de Ocata
Me piden una necrológica. Tengo tantas cosas que decir que no sé qué dejar en el tintero.
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El café de Ocata
Leo por ahí que el nuevo ministro de cultura cree que Sánchez tiene mucho de Quijote. Lo dice como halago. Yo siempre he considerado al Quijote como un héroe desquiciado.
Leo también que, casi al mismo tiempo, una nueva ministra y una consolidada banquera se consideran activistas. Me lo creo. El activismo es una militancia a tiempo parcial en varias causas que se consideran buenas.... Pero no tan buenas como para dedicarles más tiempo.
Me parece constitucionalmente muy poco respetuoso que la Moncloa haya ido filtrando los nombres de los ministros. De acuerdo con la Constitución, a los ministros los nombra el Rey. Sánchez lo sabe, por lo cual su gesto sólo puede tomarse como un desplante.
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12:06
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El café de Ocata
Voy a comprar tirando de mi carrito, cada vez más destartalado. Es temprano.
En la Plaza Nueva me encuentro con una pareja de adolescentes enamorados. Tienen las piernas entrecruzadas como pulpos rijosos. Pero cada uno está pendiente, exclusivamente, de la pantalla de su móvil.
En el mercado me entero de la muerte de un vendedor. A mi lado, un cliente comenta que últimamente no para de morirse gente que no se había muerto nunca.
Al volver paso delante de los adolescentes, que están en el mismo sitio y en la misma posición. Es imposible que no se les duerman las piernas, pero quizás ni las sientan.
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16:40
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El café de Ocata
Eduardo de Filippo
Me piden del TNC (Teatre Nacional de Catalunya) que escriba un prólogo para una maravillosa tragicomedia de Eduardo de Filippo,
Le voci di dentro, que, dirigida por Xavier Albertí, está previsto que se estrene el próximo mes de mayo en la sala grande. No han podido darme mayor alegría.
Y, justo al escribir esto, Daniel Capó me comunica que el 15 de diciembre murió Jean de Viguerie, para el que también escribí no hace mucho un prólogo. Por un segundo me ha pasado por la cabeza la idea de publicar mis "prólogos reunidos".
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17:42
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El café de Ocata
Orgullo: encontrar tu nombre en la página 224 del libro de Rajoy Una España mejor.
Humilde: Porque, en realidad, Rajoy cita mi cita: "El profesor de filosofía Gregorio Luri ha ilustrado esta tendencia tan castiza con una cita de Ramón y Cajal..."
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El café de Ocata
Estaría bien dejar de ser víctimas de nuestro derecho a pensar como nos plazca.
En El Subjetivo
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El café de Ocata
Cuando las cosas se enrevesaban y parecía que andábamos perdidos y sin norte, mi madre solía decir: "Tranquilos, que el agua siempre va a lo hondo". Y, efectivamente, más pronto que tarde, descubríamos esta verdad elemental.
No hay que dejarse engaravillar por las circunstancias. Las inercias siempre acaban imponiendo su lógica a los partidarios de los frenazos súbitos.
Otras cosas:
Ando disfrutando, y mucho, de la lectura de
Historia de una amistad, de Vicente Marrero (1971). Así inicio mi particular "Año Galdós". Sobre el fondo de la ciudad Santander se van dibujando las relaciones cruzadas de amistad entre Menéndez Pelayo, Valera, Galdós, Clarín, Pereda y Rubén Darío. Son personas de ideologías diferentes, pero que saben reconocer lo que los otros tienen de valioso y celebrar conjuntamente sus afinidades. En este sentido son el ejemplo de una España que pocas veces nos complacemos en resaltar.
De las páginas de este libro extraigo estas tres joyas:
"Como Clarín nos trata bien a usted y a mí, le perdonamos sus excentricidades, porque nuestro recto juicio tiene por auxiliares la gratitud y el egoísmo". - Carta de Valera a Menéndez Pelayo.
"Le falta a usted piedad para ser un humorista verdadero". Palacio Valdés a Clarín.
"Y lo primero que hace falta para decir lo nuevo es conocer bien lo viejo, penetrar su valor, saber sentirlo, y hasta amarlo, en lo que tiene de amable". - Clarín.
Y, por último: Resulta que en
El Cultural me han hecho italiano, lo cual tampoco me desagrada del todo, pero sí me ha pillado de sorpresa: "Sobre sus temas habituales se explayan los italianos, Gregorio Luri, en
La escuela no es un parque de atracciones (Ariel) y Alessandro Baricco, con
Una cierta idea del mundo (Anagrama)".
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El café de Ocata
Ayer por la tarde volvía en tren de Barcelona a Ocata cargado de paquetes, por imperativo de la Noche de reyes. En frente estaban sentados dos jóvenes que lucían con orgulloso desdén una languidez flácida y unos peinados aparentemente desaliñados cuyo lucimiento, a buen seguro, les costaba una fortuna en tiempo y dinero. Ninguno de los dos levantó ni un instante su mirada de sus móviles. Todo lo que había de interés en su mundo se hallaba en las pantallas. A un lado el mar, brillante y espléndido, no merecía ni un instante de su atención. A la izquierda tres jóvenes negros, que no creo que llegasen a los veinte años, hablaban entre sí en una lengua que me resultaba incomprensible, haciéndose bromas y riendo. De vez en cuando se les escapaba alguna palabra en español. Pude anotar las siguientes; tranquilo, cabrón, tío y mira. Quizás, las primeras palabras de la primera lección de un curso de español de calle.
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El café de Ocata
“Mi esposo la mayor parte del tiempo es un hombre bastante aburrido, pero doy gracias a la Virgen de Guadalupe porque de vez en cuando por las noches se convierte en un demonio rojo y entonces se termina el aburrimiento por algunas horas y esas horas compensan todos los días aburridos y rutinarios”.
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El café de Ocata
I Una utopía razonable: la Navidad en un convento de clausura. Comidas frugales y poco sofisticadas, agua fresca para beber, largas meditaciones por el claustro, leer, ir a la iglesia a seguir en silencio contemplativo el sigiloso pábulo de la llama de la vela, regularidad a la hora de dormir y levantarse... Y ninguna noticia del mundo.
IIHe ido al cine con los nietos. Jumanji. Insoportable, a pesar de los nietos. No soporto los diálogos anodinos, las secuencias previsibles, las gracias de recetario... en definitiva, el llamado cine familiar. Me estoy convirtiendo en un viejo cascarrabias. Y comienzo a sospechar que a mis nietos eso no les desagrada del todo. Me toman como el complemento adecuado de la abuela.
IIIEl descubrimiento del día: la
rumpología. Nuestro tiempo es fascinante. Si se empeña, acabará haciendo de la ridiculez una obra de arte. Todos vivimos ya en Las Vegas.
IVLeo titulares que hablan de posnacionalismo y de buscar respuestas técnicas y no ideológicas a los problemas políticos, y me digo que Gonzalo Fernández de la Mora es el ideólogo de la actualidad española.
VEl electorado español premia las buenas intenciones. Y la síntesis de nuestras buenas intenciones es el diálogo. ¡Pobre del partido que pueda ser acusado de negarse a dialogar! No ser dialogante es lo peor de lo peor. Yo no tengo mucha fe en los resultados de un diálogo honesto. Sospecho que las condiciones de posibilidad del diálogo no son dadas por el diálogo y, por lo tanto, tampoco las condiciones de posibilidad de su éxito, y que si es, de verdad, honesto, lo máximo que nos suele ofrecer es una mayor claridad de las diferencias, que no es poca cosa. Pero lo que la gente quiere es que se dialogue. Cree haber encontrado en el diálogo la desdramatización de la política o, al menos, como diría alguno, la neutralización del enfrentamiento. "Política es hablar", nos repiten los abanderados del diálogo. Y tengo que reconocer que llevan razón en algo: mientras se dialoga, remamos, y el barco se mantiene a flote. Eso sí, mejor no preguntar por el rumbo. Pero lo realmente importante es señalar al excluido del diálogo, porque ese es el culpable.
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El café de Ocata
"Mi hijo Arturo se había vuelto un jipi desobligado. Se la pasaba leyendo libros gordos y fumando mariguana y yo le pedí a Nuestra Señora de Zapopán que le enderezara su carrera y gracias a ella mi muchacho sigue leyendo sus librotes y fumando, pero ya se consiguió un buen trabajo y se puso zapatos".
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El café de Ocata
No nos cansemos de sorprendernos. No hay que hacer mucho esfuerzo para ello. Basta con mantener los ojos abiertos. Para mantener bien abiertos los míos una de las cosas que hago es coleccionar exvotos mexicanos, porque si hay cosas que sólo pasan en la realidad, les aseguro que no hay realidad en la que pasen más. cosas que en la mexicana.
"En la temporada de luchas, el Cavernícola y yo nos enamoramos y nos mudamos a vivir juntos y somos muy felices, pero nunca nos quitamos las máscaras porque así somos más misteriosos. Damos las gracias a la Virgen de Guadalupe por toda nuestra felicidad."
¿Tengo razón o no?
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El café de Ocata
Que la mayoría de los años no comiencen en lunes me parece a mí que es un signo de la debilidad de los relatos históricos.
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El café de Ocata
Es inevitable: toda novedad repetida tiende a convertirse en rutina. Hasta en la vanguardia artística está ocurriendo esto. Recuerdo que hace unos cuantos años defendí en un trabajo universitario que la posmodernidad era la vanguardia rutinaria, que es como decir que la vanguardia ya no va abriendo expectativas, como lo hizo en el siglo pasado en París, sino que confirma previsiones. Ya no abre camino, sino que lo pavimenta. Pues esto pasa con los años nuevos. Lo que la edad nos permite esperar de cada año nuevo es una confirmación de la repetición, del retorno de lo mismo, pero, con los achaques, lo mismo es un poco más pronunciado. Y, sin embargo, hay que engañar a la vida. Hay que engañarla con festejos, música, literatura, trabajo... Últimamente estoy descubriendo en el rito religioso el más sublime arte de engañar a la pretendida gravedad de la vida con la pretendida ingenuidad de, por ejemplo, un villancico. El domingo pasado, al acabar la misa, me puse en la cola de los que íbamos a besarle los pies a la imagen de cartón-piedra de un niño mientras cantábamos: "En tu honor frente al portal tocaré, / con mi tambor". No se me ocurría ni acción más ingenua, ni repetición más nueva, ni manera de darle más densidad a la vida.
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El café de Ocata
Retrato que me ha hecho mi nieto Bruno.
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El café de Ocata
Decía un cínico -y los cínicos no por serlo han de ir siempre ligeros de razones- que tres son las cosas que diferencian al hombre de los animales: beber sin sed, comer sin hambre y el celo permanente. A primera vista, parece que aquí, efectivamente, reconocemos tres notables diferencias específicas (aunque lo del celo permanente dicen que lo compartimos con las hienas), pero para poder afirmarlas cabalmente como tales hay que añadirles una cuarta sin la cual pierdan su peculiar sabor humano: la mala conciencia.
El día de los inocentes es el día que se inicia el viacrucis de la mala conciencia navideña por los excesos en la comida y la bebida, a pesar de que sabemos muy bien que dentro de nada nos cae encima la noche vieja, el año nuevo y, un poco más adelante los Reyes con su roscón. Así que la mala conciencia no se convertirá en propósito de enmienda hasta el día 8 de enero... con suerte.
Tras aflojarme un agujero más la correa del pantalón he decidido ir andando esta tarde a paso de marcha hasta el puerto de Premiá. No había mucha gente, lo que me ha confirmado en mi tesis sobre los propósitos de enmienda. A la vuelta, el sol, un sol inmenso, de un amarillo oxidado, como yema de huevo, se ha ido poniendo lentamente tras Barcelona, dejando un riel de reflejos metálicos luminosos sobre el mar justo cuando en mis auriculares estaba sonando el concierto para piano y trompeta del amigo Shostakovich, santo patrón de la mala conciencia. Y he sentido que mi cuerpo se debilitaba y perdía peso a medida que mi alma se ensanchaba. Ya dice Santo Tomás por algún sitio que lo que colma al alma no está en el alma. Por eso el alma hay veces que se desvive por un asado de cordero.
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17:21
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El café de Ocata
Cuenta Benito García de los Santos en su Vida de Balmes, publicada en 1848, pocos meses después de la muerte del filósofo de Vic:
“Un día ]Balmes] leía en Hobbes la siguiente idea: -Si yo hubiera leído tanto como ellos, sería tan ignorante como ellos. Al leer esto, decía Balmes con su natural viveza: -Salté de la silla creyendo haber descubierto un gran tesoro. Leyó otra vez en Malebranche, que este profundísimo pensador acostumbraba a meditar mucho encerrándose en una habitación por horas enteras. Balmes unió estas dos ideas y desde entonces pasaba tres o cuatro horas diarias paseándose solo en su habitación, cerrados los balcones y sin luz”.
Apago la luz para pensar y no irme por las nubes que recorren remota y perezosamente el cielo:1. No se puede aprender a pensar si no se sabe soportar la soledad y el silencio.2. No se puede aprender a pensar si no se insiste en pensar contra nuestras propias ocurrencias y opiniones.3. Pensar es resistir la inercia de las distracciones, imponiéndoles un relato conceptual que se va desplegando en un diálogo con nosotros mismos.4. Pensar es difícil, distraerse y opinar es fácil.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Feliz Navidad
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El café de Ocata
Me llega de la añorada isla de Siltolá un regalo inesperado, este
Tratado de la Tribulación, de Pedro Ribadeneira y me lanzo a abrirlo no para calmar mis tribulaciones, sino para gozar de su lectura, pues, como se escribe en el anónimo prólogo, "el mundo sabio le ha reputado siempre [a Ribadeneira] como uno de los primeros maestros en el habla castellana y en el arte de expresar con novedad y viveza los afectos, concebir un alto pensamiento y desarrollarlo a maravilla". Casi nada. Bendita sea la amistad que nos proporciona sorpresas como estas, contribuyendo así a hacer llevaderas las tribulaciones inevitables.
Sabemos desde Lucrecio que una bella escritura puede hablar de penas de forma dulce, actuando como el médico que administra una medicina poniendo una gota de miel en el borde de la copa para engañar al enfermo. Quizás entonces la forma sincera de hablar del mal sea la de una escritura intratable. ¿Pero quién soportaría ese doble tormento?
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El café de Ocata
Las estadísticas nos dicen que las tasas de nacimientos están cayendo en picado. Cada vez nacen menos niños. Cada vez se verán menos niños por las calles.
Hay aquí, obviamente, un problema demográfico, pero yo intuyo algo más grave, más profundo.
¿Y si nuestro progresivo desapego de la infancia estuviera poniendo de manifiesto que hemos dejado de amar la vida o, al menos, que no la amamos tanto como nos parece?
Nuestros discursos ecologistas, humanistas, pacifistas, veganos... podrían estar movimos por el miedo.
No queremos morir... ni queremos matar, pero, por encima de todo, no queremos dar vida.
¿Y qué podría significar esto sino que tenemos miedo, un miedo creciente, a nosotros mismos?
El miedo nos impulsa a la huida, mientras que el amor a la vida es la expresión más diáfana de la afirmación de la propia vida.
Filóstrato habla en la Vida de los sofistas de un tal Filagro, un filósofo menudo, de rostro severo y mirada penetrante que se encolerizaba fácilmente. Cuando uno de sus amigos le preguntó por qué no quería tener hijos, contestó: "Porque no disfruto de mí mismo".
Me dicen algunos supuestos entendidos que las jóvenes parejas no quieren tener hijos porque es carísimo. No me parece que sea, ni mucho menos, más caro que lo que les resultaba a sus abuelas. Yo sospecho que tiene que ver con la forma de disfrutar de sí mismos.
¿Sabemos lo que decimos cuando nos deseamos una feliz Navidad?
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El café de Ocata
Cada vez que termino un libro, paso unos días desorientado y desganado, ligeramente apático. A pesar de que tengo bastantes cosas que hacer, no me pongo con ninguna. Leo una página de un libro, lo dejo; cojo otro... Comienzo un artículo, me enmaraño, decido recomenzar más tarde. Mi atención se va, más allá de los cristales, hacia el horizonte. Escucho algo de música, pierdo el tiempo por las redes sociales, intento ver si encuentro una de esas series que tanto les gustan a la gente... Me echo largas siestas... Abro con desgana el frigorífico. Bebo agua. Miro con un sentimiento de culpa la torre de Pisa de los libros por leer, que va creciendo, inestable, mientras me digo que no volveré a comprar otro hasta que no rebaje considerablemente su altura, cosa que sé que no cumpliré. Sé que esta desidia durará tres o cuatro días y que después volveré a las andadas. No tengo fuerzas para oponerme a este estado de ánimo. Todo lo que puedo hacer es esperar a que él se canse de mi.
Pero, en fin, por educación, que no quede:
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Nada nuevo bajo el sol:
Christian D. Larson,
Brains and How to Get Them, 1914:
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El café de Ocata
No me olvido del Café de Ocata, pero no tengo tiempo de pasarme por aquí con un poco de tranquilidad. Hoy he terminado de corregir el libro que tendrá esta portada (con algún retoque) y que, si todo sale bien, saldrá a principios de marzo. Sin tiempo para reponerme, me llegan dos peticiones a las que no me puedo negar. Una, de
Correlatos, una revista editada en la UPAEP, una universidad de Puebla. No puedo decir que no por dos razones fundamentales, porque me apetece escribirlo y porque conocí a la directora de la revista en un viaje que hicimos a Huamantla, inolvidable y, como decía mi madre, "el roce hace el cariño". La segunda petición viene de la revista
Política Exterior, de donde me solicitan un texto sobre la evolución del conservadurismo y, obviamente, para cosas como esta escribí
La imaginación conservadora. Pero, al mismo tiempo, estoy trabajando con unos amigos en un texto pequeño, pero que quiere ser enjundioso, sobre la escuela cristiana y me he comprometido con una actividad en Madrid. Hay alguna cosa más que les ahorro. Que quede claro que no me quejo. Al contrario. Hago lo que me apetece por el placer de hacerlo. Ya no importa ni el CV ni ningún mérito académico. Tengo, además, cuatro cosas a mi favor: me gusta madrugar, no leo la prensa (hace tiempo que descubrí que la única manera de entender lo inmediato es desde la distancia), veo muy poca televisión y el café del Petit Café me sigue inspirando. Me gusta sentirme activo, proyectar, conocer a gente, meterme en proyectos un poco insólitos, defender mis ideas que, sin embargo, no suelen ser exactamente las mismas cuando comienzo a escribir un texto largo con intención de defenderlas y cuando acabo de escribirlo. Los argumentos acaban sublevándose contra mis intenciones. Intento no meterme con nadie, ser irrespetuoso con ciertas ideas, pero respetuoso con todas las personas y habitualmente la cosa me sale bien. Me imagino el infierno como un sofá muy cómodo en el que estoy obligado a permanecer sentado toda la eternidad con un mando a distancia en la mano, frente a un televisor de última generación con mil canales diferentes.
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El café de Ocata
Días de mucho movimiento, trenes y hoteles. Pero estando en Tudela me llega lo importante, esta imagen:
Ya tenemos montado el Belén en casa y con él me atrevo a felicitaros la Navidad a todos. Mi mujer está muy satisfecha con el resultado, pero mis nietos se han decepcionado con el proceso. Como me ha confesado Bruno en un aparte, este año ha ido todo peor, porque la abuela fingía que no le gustaba la vaca en el tejado del pesebre. Así que otra tradición rota. Claro que, por otra parte, ¿qué es la Navidad, sino la comprobación anual del espectacular crecimiento de los más pequeños?
Me vuelvo a casa con un gran recuerdo de Tudela. Pero no puedo quedarme mucho tiempo. Pasado mañana viajo a Madrid, porque he pasado a ser el portavoz de una campaña promovida por la Fundación Alcohol y Sociedad que, sin duda, dará que hablar.
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El café de Ocata
He estado un par de días en la Facultad de Teología hablando del mito de Prometeo. Creo que nos lo hemos pasado bien, es decir, que hemos profundizado en el mito y en su exégesis y que el esfuerzo dedicado ha sido compensado con creces con el placer del descubrimiento. Han interesado especialmente las imágenes prometeicas de los sarcófagos romanos del siglo II de nuestra era y este poema que Goethe le dedica a Prometeo:
Cubre tu cielo, Zeuscon vapor de nubes
y manifiesta tu poder, como un niñoque descabeza cardos,
sobre encinas y montañas;
pero no te atrevas con mi tierra
y mi cabaña,
que tú no has construido,
ni con mi hogar
cuya llama me envidias.
No conozco bajo el sol
nada más pobre que vosotros,
los dioses.
Alimentáis vuestro poder con sacrificios e inciensos
y languideceríais
si criaturas y mendigos
no fuesen necios llenos de esperanzas.
Cuando yo era un niño
no sabía a quién dirigirme,
levantaba hacia el sol
mis ojos extraviados,
como si allá arriba
hubiera alguien dispuesto
a escuchar mi queja,
un corazón que, como el mío,
compadeciera al afligido.
¿Por qué he de honrarte yo?
¿Acaso has aliviado jamás
el dolor del inquieto?
¿Es que a mí no me han hecho hombre
el Tiempo omnipotente
y el Hado eterno,
tan señores míos como tuyos?
¿Quizás suponías
que odiaría la vida
y huiría al desierto
porque no todos mis sueños
maduraban?
Aquí me mantengo firme,
modelando hombres a mi imagen,
una estirpe que sea como yo,
que sufra, llore,
disfrute y se alegre
sin estar pendiente de ti,
como hago yo.
Goethe escribió este poema en 1774 y poco después de lo mostró a Jacobi, que hizo una copia.
Jacobí conservó su copia como un tesoro secreto hasta que el 4 de julio de 1780, se lo leyó a Lessing.
El 4 de noviembre de 1783 Jacobi le comunicó por carta a Moses Mendelssohn que en el transcurso de su conversación, Lessing le había confesado que compartía la fe de Spinoza. Le adjuntó una copia del poema. Estalla así la llamada "querella del panteísmo".
En 1.785 Jacobi publica sus Cartas sobre la doctrina de Spinoza e intercala entre ellas el poema, aún inédito, sin la autorización de Goethe, que se cogió un buen cabreo.
Estos versos impresionaron profundamente a F. Schlegel, Nietzsche, Turgeniev, Flaubert, Daudet, Goncourt, Gide... y a mis alumnos... que espero que no se hayan hecho panteístas.
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El café de Ocata
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Termino La razón conservadora, la biografía político-intelectual de Gonzalo Fernández de la Mora escrita por Pedro Carlos González Cuevas (2015). Lo hago con una sensación extraña. Debo pensar sobre el libro, pero, sobre todo, debo analizar las reacciones encontradas que ha despertado en mí su lectura.
A lo largo de estas 469 páginas bien apretadas, he tenido varias veces la sensación de estar ante una literatura que hoy nos resulta casi clandestina: algo que hay que leer vigilando que no te vean los censores. Pero aquí se encuentra la huella de un filósofo interesante, con el que me resulta imposible compartir muchas cosas fundamentales, pero al que es imposible negarle capacidad de estímulo intelectual. Tanto es así que ahora me espera su propia biografía, Río Arriba, y he decidido tomarme en serio su "razonalismo" y su concepto de ideología. Quiero pelearme con él para comprenderme mejor a mí mismo y, además, me gustaría aclarar su relación con las tesis de Kojève (si es que existe).
Desde mi punto de vista, un conservadurismo sano -es decir, desacomplejado- debiera asumir la tradición, en su conjunto, como algo propio. Un conservador debiera ser exigente con el presente y generoso con el pasado. En este sentido, Fernández de la Mora tendría que ser para él tan propio como un Fernando de los Ríos o un Azaña, por poner sólo dos ejemplos. Todos están ahí, en nuestro pasado. Cada uno de ellos puede ser (eso ya depende de nosotros) un acicate intelectual y un referente, un mojón intelectual ineludible, para encontrarnos bien ubicados históricamente.
Hay en el pasado intelectual de España un gran número de pensadores que dejaron reflexiones inacabadas porque en su tiempo no parecía lo más urgente desarrollarlas, pero que ahora nos ofrecen alternativas de desarrollo sugerentes para añadir voces discordantes con el presente que puedan poner en cuestión a la ortodoxia.
Quizás no haya ejercicio más difícil que el de la honestidad con nuestra historia. Pero en este ejercicio se juzga nuestra sinceridad para con nosotros mismos, porque si no lo enfrentamos será imposible disponer de algún tipo de figura de nuestra ignorancia.