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Princesa |
Troll en apuros |
"Érase una vez un hombre bueno, solitario, triste y soñador, creía en el honor y la valentía, e inventaba la vida. San Juan dijo "el que no ama está muerto" y yo me atrevo a decir "el que no inventa, no vive".
"El pasado es la clase de acontecimientos que «influyen» en nosotros, pero no recíprocamente. El pasado se genera por la muerte. El presente es el campo de los acontecimientos ligados por relaciones de reciprocidad en cuanto a la transitividad de la comunicación. El presente está siempre inmerso en una época, y una época es, generalmente, una sucesión de presentes. Al presente podría dársele el radio (tomando como centro nuestra generación) de un siglo, pues más o menos ocupan un siglo los hombres vivos que influyen sobre mi generación y aquellos en los que mi generación influye (...). El futuro es la clase de acontecimientos en los cuales nosotros podemos «influir» pero de suerte que ellos ya no pueden influir sobre nosotros".
“¿De qué valdría el encarnizamiento del saber si sólo debiera asegurar la adquisición de conocimiento y no, de un cierto modo y en tanto que se pueda, el extravío de aquel que conoce?... ¿Qué es la filosofía hoy en día -quiero decir la actividad filosófica- sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y acaso no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en acometer la empresa de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otro modo? El ensayo -que hay que entender como prueba modificadora de sí mismo en el juego de la verdad y no como apropiación simplificadora de los demás con fines de comunicación- es el cuerpo viviente de la filosofía, al menos si ésta todavía es hoy lo que fue en otro tiempo, es decir, una “ascesis”, un ejercicio de sí, en el pensamiento".
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
Juan David García Bacca |
Espigón del Tarajal |