... si no podemos servirnos de los datos, ¿cómo podemos conseguir que la gente deseche sus teorías de la conspiración u otras ideas irracionales?
Es probable que la alfabetización científica sea de ayuda a largo plazo. Con ello no me refiero a la familiaridad con los hechos, las cifras y las técnicas científicas. Más bien lo que hace falta es conocer el método científico, como el pensamiento analítico. Y, efectivamente,
los estudios muestran que el rechazo a las teorías de la conspiración está relacionado con el predominio de este último. La mayoría de la gente nunca se dedicará a la ciencia, pero nos topamos con ella y la utilizamos a diario, así que
la ciudadanía tiene que tener la capacidad necesaria para evaluar críticamente las afirmaciones científicas.
Por supuesto, cambiar los planes de estudios de un país no sería muy útil para una discusión como la que tuve en el tren. Con el fin de lograr una estrategia más inmediata es importante darse cuenta de que formar parte de una tribu ayuda muchísimo. Antes de empezar a predicar el mensaje, busque una base común.
Al mismo tiempo, para evitar el efecto contraproducente, prescinda de los mitos. Ni siquiera los mencione ni admita su existencia. Limítese a los puntos fundamentales. Las vacunas son seguras y
reducen la posibilidad de contraer la gripe en un 50% o 60%. Punto. No haga referencia a las ideas erróneas, ya que suelen ser más fáciles de recordar.
Tampoco encolerice a sus detractores desafiando su visión del mundo. Ofrézcales más bien explicaciones que estén en armonía con sus creencias previas. Por ejemplo, es mucho más probable que los conservadores que niegan el cambio climático
cambien de opinión si también se les exponen las oportunidades de negocio favorables al medio ambiente.
Otra idea. Utilice historias para transmitir lo que quiera decir.
Los relatos atrapan a la gente con mucha más fuerza que los diálogos argumentativos o descriptivos. Las historias enlazan la causa con el efecto, de manera que las conclusiones que usted quiere mostrar parecen casi inevitables.
Con todo esto no quiero decir que los hechos y el consenso científico no tengan importancia. La tienen, y es crucial. Pero ser conscientes de las deficiencias de nuestro pensamiento nos permite exponer lo que nos interesa de una manera mucho más convincente.
Es fundamental desafiar al dogma, pero en vez de conectar puntos inconexos e inventar una teoría de la conspiración, lo que tenemos que hacer es exigir las pruebas a los responsables políticos. Debemos pedir los datos que pueden apoyar una creencia y buscar la información que la ponga a prueba. Parte de este proceso implica el reconocimiento de nuestros propios instintos sesgados, nuestras limitaciones y nuestras falacias lógicas.
Mark Lorch,
Por qué la gente cree en las teorías de la conspiración, y cómo conseguir que cambie de opinión, El País 26/08/2017
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