Los Dioses se comunicaban con nosotros con mucha frecuencia hasta el siglo XVIII, momento en el que dejaron de venir, o dejamos de verlos y escucharlos. De aquellos tiempos, en los que los Dioses dialogaban con nosotros con absoluta cotidianidad y naturalidad, queda una palabra asombrosa, una explosión fosilizada de esa época mítica y lejana. Se trata de la palabra
monstrum. Con el tiempo ha cambiado de significado, ha perdido su carácter espectacular y prodigioso, y ha ganado en palidez. Hoy alude a monstruo, o monstruoso, una producción contra el orden regular de la naturaleza. Pero antaño fue una derivación del verbo latino
monere. Esto es, avisar, advertir. Un
monstrum, así,
monstrat futurum monet voluntatem deorum. Es un aviso, una advertencia de los Dioses. Es decir, es un mensaje. Un
monstrum –una persona deforme, o con dos cabezas, o sin manos, o con la frente y la inteligencia rota, por ejemplo– era una noticia, un recado, un comunicado de los Dioses. Por lo mismo, no era algo claro, sino algo más bien indescifrable, enigmático, incomprensible para un mortal. No aludía a algo concreto y diáfano, como la desgracia, el azar, la maldición. No aludía a nada sencillo, y que interpelara a una sola palabra. De
monstrum evolucionan, en castellano, palabras fascinantes que aluden a la gran fuerza de aquella palabra en verdad antigua, tales como mostrar, demostrar o muestra.
Los Dioses se comunicaban con nosotros con una frecuencia absoluta hasta el siglo XVIII. Después se fueron. O nos fuimos. Pero nos dejaron y nos quedamos con una palabra. Monstruo. Si la llevas en el bolsillo y sales a la calle, no dejas de verla. No dejas de ver monstruos. En ocasiones frente a ti, reflejados en el vidrio de un escaparate. Se trata de personas, pero también de avisos, advertencias, muestras, mensajes atrozmente complicados y sin sentido. Te hablan del paso del tiempo, de la explosión de la belleza, pero también de su muerte, de la pobreza, de la violencia de la riqueza, de la inteligencia o de su ausencia, de la enfermedad, del mal, del bien, de lo injusto, de la rutina, del absurdo, de la explotación. Todos juntos somos
monstra. Cada uno de nosotros,
monstrum. Los Dioses se fueron y nos dejaron a nosotros, sus mensajes absurdos, solos.
Guillem Martínez,
Sobre los monstruos, Ctxt 09/06/2019
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