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Esto es sólo la mitad de la historia, claro. Si no, Badiou debería rodar su película en Harvard o en Silicon Valley o donde demonios viva la gente lista. Platón completó la cosa estableciendo que los trabajadores pobres no sólo eran idiotas sino también feos. Hay un pasaje alucinante de La República donde Platón se ríe de los "herreros bajos y calvos" que pretenden meterse en política. Un poco como cuando Alfonso Ussía regurgita insultos contra la gente que lleva chándal y vota a Izquierda Unida. Un poco como cuando los racistas venezolanos y Gabriel Albiac llamaban mono a Hugo Chávez. Si usted desprecia a los paletos y a las marujas, se sentiría a gusto entre los pijos de la Atenas del siglo V a. C. o, ya puestos, en Troya jaleando a Ulises mientras apaliza a Tersites. Así que Badiou tiene toda la razón: el rey filósofo sólo puede ser una celebrity cachas y forrada que viva en Beverly Hills.
Parmènides |
El rechazo lógico del mundo de los sentidos en Parménides se corresponde con el repudio ético hacia ese mundo en los círculos órfico-pitagóricos. También es acorde con el rechazo pitagórico del infinito real presentar al Uno y Mismo ocupando un lugar de extensión finita en un tiempo infinito.«Lo mismo es pensar y aquello por lo cual
hay pensamiento. Pues sin el ser donde él se dice
no encontrarás el pensar.
Nada hay ni habrá fuera del ser, porque el destino
lo encadenó a ser entero y sin movimiento.
Es así puro nombre todo cuanto los mortales
han instituido como verdad: nacer y perecer,
ser y no ser, cambiar de lugar y brillo.»
Aunque Aristóteles creyó haber refutado estos logoi, los problemas matemáticos sólo se consideraron resueltos al descubrirse el cálculo infinitesimal. Esto último constituye un malentendido, pues el cálculo nada añade ni quita a la agudeza de Zenón. Con todo, está en lo cierto Eugenio d’Ors —en su tesis doctoral Las aporías de Zenón de Elea y la noción moderna del espacio-tiempo— cuando sostiene que el problema de fondo sólo se mitigó al descartarse la idea tradicional de un espacio y un tiempo separados, merced a la teoría einsteiniana de la relatividad general.«Un móvil no se mueve ni en el lugar en que se encuentra ni en el que no se encuentra» (Fr. 4).
Condenados nosotros a tener de ese libro sólo unos pocos fragmentos sueltos, reconocemos en ellos un texto unitario e insólitamente inspirado. Conciso y radical, a la vez que flexible y abarcador en sus conceptos, agraciado por la originalidad del clásico y maestro en el manejo de la paradoja, lo que afirma es siempre sagaz y a menudo irónico. De Pitágoras, por ejemplo, comenta que enseña muchas cosas, pero “no a ser inteligente.” De las cosas en general, valiosas y menos valiosas, dice que están iluminadas por una llama divina omnipresente.«Lo que he entendido es elevado, y elevado también parece lo que no entendí. Pero para descifrarlo todo habría que ser un buzo de Delos».
2.2. El rasgo de no ser hecho —en la doble acepción de no ser «creado» y no ser tampoco dato muerto, facticidad— distingue la visión griega y la nuestra. Nuestro mundo es cada vez más un «hecho» y, en cuanto tal, está hecho o fabricado por alguien, que puede ser o bien un demiurgo antropomórfico como el judío o bien la imaginación humana en general. El cosmos griego es ante todo un «orden» físico a la vez que un «ornamento», penetrado en todas partes por un logos «sabio», cuya conducta recuerda a «un niño que juega y tira los dados» (Frag. 52). Heráclito supone que el universo está llamado a oscilar entre un estado de expansión y una reversión de todas las cosas al fuego primordial, reelaborando así concepciones inmemoriales que la cosmología contemporánea ha resucitado con la teoría de la explosión originaria (hipótesis del «huevo cósmico» o big-bang) y el universo pulsante. Contemplándolo a vista de pájaro, se diría que la “razón” alegada por Heráclito es un retorno indirecto –mediado por la ciencia ya alcanzada con él y sus predecesores- a ese espíritu que anima todas las cosas del mundo para la mentalidad prefilosófica, y del cual se retira el análisis por supersticioso y sólo psicológico, emocional. Purificado de magia y temblor subjetivo, el logos equivale a inteligencia natural o inmanente, que está en nosotros porque nosotros pertenecemos a la physis. Reconciliador, pues, de la exigencia analítica con lo más primigenio e irracional del ánimo, este concepto puede rivalizar con el cálculo pitagórico a la hora de considerarse el más influyente en la historia del pensamiento. Sus primeras fisuras no se observan hasta bien entrado el siglo XIX en Europa, y vienen acompañadas por una crisis general de fundamentos para todo tipo de ciencia.«Este cosmos, que es el mismo para todos, no ha sido hecho por ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que siempre fue, es y será un fuego eterno y vivo que se enciende y se apaga obedeciendo a medida» (Frag. 30).
La presencia afirmativa y estable no pasa de ser un sueño –y algunos, dice otro fragmento, no distinguen la vigilia del sueño-, que se paga al precio del sinsentido universal. Pensando la existencia como devenir, Heráclito no sólo describe su violencia sino lo que tiene de «cumplimiento» para las cosas. Lo racional se distingue tanto de lo simplemente positivo como de lo simplemente negativo, porque captado en sí es más bien negación de la negación, de acuerdo con una expresión acuñada milenios más tarde por Hegel. El devenir pone en la unidad inmediata de algo una diferencia, pero al hacerlo permite que «retorne sobre sí mismo» (fr. 51). Lo otro a que llega no es entonces un otro realmente, sino su otro, lo suyo mismo. Aparece así la physis como una dinámica de auto-nacimiento en la diversificación.«Lo mismo es viviente y muerto, despierto y durmiendo, joven y viejo; pues esto al cambiar es aquello y aquello al cambiar es de nuevo esto» (Fr. 88).
Por eso es necesario invertir el criterio común sobre lo afirmativo y lo negativo:«Para las almas es muerte llegar a ser agua, para el agua es muerte llegar a ser tierra, y de la tierra nace el agua, del agua el alma» (Fr. 36).
«Lo contrapuesto concuerda, y de los discordantes se forma la más bella armonía, y todo se engendra por la discordia» (Fr. 8)«De los contrarios, el que conduce al nacer se llama guerra (pólemos) y discordia; el que conduce a la aniquilación se llama concordia y paz» (Fr. 80).
Hannah Arendt |
Alain Badiou |
Barbara Ehrenreich |
Los mal llamados presocráticos son filósofos bien peculiares. Por las ideas que defendieron, pero también por las leyendas que suelen acompañarles. Una de las más conocidas es la que le ocurrió a Tales de Mileto, que debía ser un tipo bastante inteligente ya que su nombre aparece en esa lista que circulan por ahí bajo el impresionantes título de “los siete sabios de Grecia”. Si nos fiamos de la tradición, andaba un día por ahí, de paseo, el bueno de Tales, observando algún detalle del cielo. Distraído en sus cosas, encerrado en abstrusos razonamientos. Hasta que la realidad le despertó de la ensoñación intelectual: no se dio cuenta de que tenía pozo ante sí, y como no podía ser de otra manera se llevó un buen costalazo. Una esclava tracia, que pasaba por allí, no pudo evitar soltar una buena carcajada, y reirse del pobre Tales. Importa bien poco si esto ocurrió realmente o no. Lo sustancial es que recoge algunas actitudes que después se han convertido en tópicos de la actividad científica. El primero de ellos: la distracción del científico. Y luego el segundo: la distancia que existe entre una sociedad que se beneficia de la actividad científica, pero que no es capaz de reconocerla.
Si damos un largo salto en la historia nos encontramos con una situación no muy distinta. Los Tales de Mileto de nuestros días malviven en laboratorios, institutos de investigación y departamentos universitarios. Algunos con sueldos de becarios, otros con algo más de comodidad y la gran mayoría de ellos amenazados por la precariedad. El papel de la esclava tracia es representado, con ciertos matices, por la clase política: los duros recortes en investigación y desarrollo están echando de nuestro país a aquellos que mejor se han formado a lo largo de los años. No hace mucho podíamos leer una carta de despedida de una de las víctimas de estos recortes. En los diarios se puede leer la agonía del CSIC. Los institutos de investigación especializados en tal o cual enfermedad, algunos de ellos implantados con financiación autonómica, se han ido desmantelando poco a poco. La estampida investigadora desola los laboratorios, en los que por una vez reinarán las ratas, alegres por lo que para su bienestar personal puede suponer la imposibilidad de investigar en España.
La política expulsa a la ciencia. Pero no solo queda ahí: la actividad científica no cuenta tampoco con un importante respaldo social. Basta un dato: las movilizaciones sociales por otras causas es significativamente superior a la que ha despertado el varapalo que se ha llevado la ciencia. Habrá quien se preocupe, es indudable, si el cierre afecta a un proyecto de investigación que afecta a la enfermedad que sufre un familiar cercano. Pero nuestra sensibilidad hacia la actividad investigadora no va mucho más allá. No nos damos cuenta de que no es sólo un asunto de salud: afecta a todos los órdenes de la sociedad. También, por cierto, al económico. Hoy la economía da la espalda a la ciencia. Mañana será la ciencia la que dé la espalda a la economía española que una vez más se verá obligada a pasar por caja para aplicar los descubrimientos y avances científicos, algunos de ellos quizás impulsados por estos científicos emigrados. Una vez más ese terrible “que inventen ellos”, una estupidez que cuesta entender ligada a la talla de un pensador como Unamuno. Así le ocurrió también a Tales: humillado por la esclava tracia, no tardó en enriquecerse anticipando una gran cosecha de aceitunas, e invirtiendo su dinero en el alquiler de los molinos en los que después tendrían que exprimir las olivas. La conclusión parece inevitable: nunca en la historia ha gozado la ciencia de un gran reconocimiento político, económico y social. El científico ha de asumir el rechazo como una de las condiciones de su trabajo. Rematemos hoy en plan idealista: el impulso vital de la ciencia no es otro que el amor a la sabiduría en que consiste también la filosofía. Y como amor que es, bien se le podŕian aplicar estas conocidas lineas del banquete:
“Así pues, como hijo de Poro y Penía, el Amor quedó de esta suerte: en primer lugar es siempre pobre y mucho le falta para ser delicado y bello como el vulgo cree; por el contrario, es seco y miserable, y descalzo y sin morada, duerme siempre en el suelo y carece de lecho, se acuesta al aire libre ante las puertas y los caminos, todo ello porque tiene la naturaleza de su madre, compañero siempre de la carencia. Pero, con arreglo a su padre, está siempre al acecho de lo bello y bueno, y es valeroso, resuelto y diligente, temible cazador, que siempre urde alguna trama, y deseoso de comprender y poseedor de recursos, durante toda su vida aspira al saber, es terrible hechicero y mago y sofista; y su modo de ser no es ni “inmortal” ni “mortal”, sino que en el mismo día tan pronto florece y vive -cuando tiene abundancia de recursos- como muere, y de nuevo revive gracias a la naturaleza de su padre, y lo que se procura siempre se le escapa de las manos, de modo que ni Amor carece nunca de recursos ni es rico, y está en medio entre la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es así: de los dioses, ninguno aspira a la sabiduría ni desea ser sabio -pues lo son ya- , y si algún otro hay que sea sabio, ese tal no aspira a la sabiduría; ni tampoco los ignorantes aspiran a la sabiduría ni desean llegar a ser sabios; pues en eso precísamente es lamentable la ignorancia: en, no siendo bello ni bueno ni sensato, parecer a sí mismo que se es todo lo que se tiene que ser. En modo alguno desea el que no cree carecer aquello de lo que no cree carecer. “
P.D: si alguien quiere leer las anécdotas de Tales en boca de Platón y Aristóteles, los textos aparecen recogidos aquí, en una anotación que pronto cumplirá diez años.
Sin embargo, Pitágoras no sólo examina cuidadosamente la naturaleza de las cosas, sino que prosigue las reflexiones iniciadas por Anaximandro. El paso que da es presentar el mundo como armonía de lo determinado y lo indeterminado (ápeiron). En vez de igualar o diferir, la armonía concuerda, y fundando el primer colegio de matemáticos Pitágoras inaugura una manera nueva de buscar, que se apoya precisamente sobre concordancias o armonías. Imaginamos el asombro con el cual la Hermandad iría descubriendo reglas y operaciones sin depender para nada de lo externo. Y el asombro mayor aún de comprobar cómo esos productos de la pura inteligencia resultaban aplicables a la realidad circundante. La tradición dice, por ejemplo, que Pitágoras descubrió los acordes musicales (1:2, 2:3, 3:4...) sometiendo una misma cuerda lira a distintos pesos y pulsándola.«Que la vida de los hombres se parecía a un festival con los mejores juegos de Grecia, donde unos ejercitaban sus cuerpos aspirando a la gloria y a la distinción de una corona, otros eran atraídos por el provecho en comprar y vender, mientras otros acudían para ver y observar cuidadosamente qué se hacia y cómo. Así también nosotros, como si hubiésemos llegado a un festival desde otra ciudad, venimos a esta vida desde otra vida y naturaleza; algunos para servir a la gloria, otros a las riquezas. Pocos son los que, teniendo en nada a lo demás, examinan cuidadosamente la naturaleza de las cosas. Y éstos se llaman amantes de la sabiduría, filósofos».
Al comisario del puebloNikolái Ivánovich Yezhov
Me gustaría explicarle en esta carta cómo, tras diecinueve años de irreprochable servicio al partido y al poder soviético, después de que el partido y el Gobierno me hayan concedido las órdenes de Lenin y de la Bandera Roja por mis esfuerzos durante dos años de completo sacrificio activo y de lucha en condiciones de una guerra cruel, puede ser que les abandone.
Si me dejáis tranquilo, jamás me embarcaré en nada que perjudique al partido o a la Unión Soviética. No he hecho ni haré nada perjudicial para el partido y nuestro país.
Juro solemnemente hasta el fin de mis días no decir una palabra que pueda perjudicar al partido que me educó, o al país donde crecí.
P.D. Te ruego que des la orden de no molestar a mi anciana madre. Ahora tiene setenta años, y es inocente. Soy el último de sus cuatro hijos y es una criatura enferma e infeliz.