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El Roto |
1. Podemos recurrir a la teoría de la identidad: los estados neuronales son lo mismo que los estados mentales. Pero aquí está el problema que no me canso en denunciar una y otra vez: un estado mental no puede ser un potencial de acción eléctrico que se desplaza de una neurona a otra. La electricidad es un flujo de electrones que se mueve a gran velocidad. Eso no es una emoción, pensamiento, recuerdo, etc. Podría objetarse que la mente no es solo la actividad de una neurona, sino la actividad conjunta de muchas de ellas. Modelos informáticos de redes neuronales son capaces de memorizar, aprender y resolver ciertos problemas complejos. De acuerdo, una red neuronal así entendida es capaz de acciones inteligentes al igual que una computadora normal y corriente, pero no de tener estados mentales. Las máquinas no sienten ni tienen consciencia de nada. Vale, pero se puede volver a la carga: por ejemplo, los antidepresivos muestran con claridad que inhibiendo la recaptación de serotonina en las hendiduras sinápticas de ciertos circuitos cerebrales, cambiamos el estado emocional del sujeto. Hay miles de ejemplos de como el uso de ciertas sustancias químicas alteran nuestras emociones, e incluso nuestra consciencia. Sí, pero, ¿sabemos cómo diablos la serotonina causa que me sienta bien? Solo sabemos que su presencia mejora nuestro estado de ánimo, pero no tenemos ni idea de cómo. No sabemos cuál es el proceso mediante el cual una molécula consigue una sensación o sentimiento. “Sentirse bien” no es idéntico a “hay muchas moléculas de serotonina flotando entre tus sinapsis” por mucho que exista una fuerte relación.
Pero aquí viene el hard problem dentro del hard problem: ¿Y si no hubiera más? ¿Y si seguimos escaneando y escaneando el cerebro y seguimos únicamente encontrando actividad neuronal, esencialmente, tal y como la conocemos ahora? ¿Y si el cerebro no es más que 86.000 millones de neuronas interconectadas entre sí, lanzándose mensajes electro-químicos? Entonces, necesariamente, tendríamos que plantear algún tipo de dualismo que se saldría de los cauces de la ciencia empírica. Muy mal asunto.2. Siguiendo en la teoría de la identidad: deben existir otros estados físicos x, que no son idénticos a lo que hoy sabemos de los estados neuronales, pero que son realmente los estados mentales. Esto es lo que yo pienso. Albergo la creencia de que lo que sabemos del cerebro es solo la punta de un enorme iceberg. La actividad neuronal tiene mucho que ver con nuestra mente, pero la mente no es únicamente eso. Quizá hagan falta nuevas técnicas de observación o incluso, vete a saber, nuevas ramas de la bioquímica o de la misma física. El tema es que lo único que podemos hacer es seguir investigando.
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Què és la felicitat? Per a un nàufrag sol en una illa deserta pot semblar un bé molt difícil d’aconseguir. Però tanmateix, a partir de la filosofia d’Aristòtil, Sèneca i Epicur ho hem intentat. Primer ens hem posat a la pell d’un nàufrag, i hem llençat un missatge esperançat en una ampolla, i després l’hem respost des de la perspectiva d’un d’aquests filòsofs.
De moment, les respostes pengen de la paret de la classe. Properament, n’anirem publicant algunes en aquest blog.
Ja hem començat a construir físicament el nostre petit mur de Diògenes en una de les aules de 4rt d’ESO, que esperem que vagi creixent amb les diferents pedres plenes de consells per a ser més feliços. Enguany hem treballat el tema de la felicitat en anglès, seguint la pauta d’un dels filòsofs actuals que més esforços ha dedicat a la divulgació de la filosofia en general, i a la seva funció de guia per a la felicitat en particular: Alain de Botton i el seu llibre El consol de la filosofia. A classe hem treballat concretament la filosofia d’Epicur, visionant en anglès un dels capítols de la sèrie Filosofia per ser feliços, basada en el seu llibre.
Mur de Diògenes dels alumnes de 4rt d’ ESO
Tzvetan Todorov |
Lorenzo Díaz-Mataix. / NYU |
Gracias a un alumno del curso pasado, me encontré por Twitter con esta frase: “Si repites una mentira durante 2000 años se convierte en religión”. La frase tiene un punto de provocación innegable, pero hay varios aspectos que bien pueden merecer un comentario desde la filosofía. Hace ya varias semanas que lo estuve hablando por twitter, pero no quiero dejar de traerlo aquí. Y es que a la provocación se le puede siempre “contraprovocar”: si repites una mentira durante 2000 años se convierte en ciencia. Así ocurrió, por poner un ejemplo, con el geocentrismo: prácticamente 2000 años vigentes dentro de la ciencia. A la mecánica de Newton le costó menos, aunque también fue menor su vitalidad: apenas dos siglos después Einstein nos mostraba una nueva forma de mirar el universo. La tesis tuitera nos recuerda que la verdad tiene una dimensión histórica y social, y que una mentira que reciba un amplio respaldo social a lo largo del tiempo puede llegar a convertirse en verdad. Una verdad, habría que añadir, histórica y social. Y de fondo, parece darse por supuesto que hay una concepción “magna” de la verdad, quizás la de correspondencia, que está muy por encima de cualquier otra visión de la misma. Por eso algo que “no corresponde” con la realidad puede sin problemas recibir respaldo social a lo largo del tiempo.
Son tantos los presupuestos, que no basta un solo tuit para profundizar un poco en el asunto. Empecemos por la contraprovocación: si algo nos enseña la filosofía de la ciencia, especialmente desde Kuhn, es que la ciencia es también una actividad humana social e histórica, sujeta a los mismos vaivenes que otras actividades similares, como pueden ser el arte, la religión o la filosofía. El geocentrismo no alcanzó el éxito del que gozó por su valor como “espejo” de la naturaleza, sino por toda una maquinaria social y educativa que lo sustentó. Y así ocurre con tantas y tantas teorías: estamos cansados de ver cómo reciben el Nobel “eminencias” cuyas teorías han sido silenciadas durante décadas, pues no contaban con el beneplácito del factor decisivo en ciencia, que no es la naturaleza, sino la comunidad científica. Dicho de otra forma: la verdad en ciencia es una construcción social e histórica, del mismo modo que lo es en religión, y la pretensión de mostrarnos la ciencia como una descripción de hechos ha sido superada hace ya décadas. Es todo mucho más complicado que eso. Y sin perder de vista que la verdad científica y la religiosa son totalmente distintas, pero no por su carácter histórico y social. Dejo apuntada una diferencia crucial: en ciencia hay más espacio para el pensamiento crítico, para el cuestionamiento de lo que se considera verdad y su contrastación por medio del experimento.
El gran problema de la frase es el de todo twitter: nos obliga a simplificar tanto que terminamos empobreciendo el pensamiento. Obligando a que la gracia que provoca, el “deslumbramiento” instantáneo ante una frase original, sea más importante que la discusión y la argumentación. Una mentira repetida durante 2000 años. ¿A qué tipo de mentira nos estamos refiriendo? ¿Con qué concepción de la verdad podemos poner en relación esa mentira? La verdad como correspondencia o adecuación tiene las alas muy cortas como para dar el salto a cualquier saber humano. Ni la ciencia, ni la historia, ni mucho menos la filosofía, la religión o el arte, pueden presumir de “describir” el mundo tal cual es. Más aún: aquellas verdades que son vitales, las que para cada cual tienen un peso mayor, difícilmente se pueden enmarcar en los estrechos límites de la correspondencia y la objetividad. Para tomar conciencia de todas las sombras que rodean ese concepto que creemos tan “luminoso” como el de verdad, basta fijarnos en el derecho: categorías como “culpable” o “inocente” no describen hechos, sino que en cierta forma los “reconstruyen”, y todos conocemos casos dolorosos, en los que aquello que parece haber pasado no llega a demostrarse. E introducimos aquí, otra variable más que dinamitan el concepto de verdad: la apariencia. Algo de lo que puede presumir twitter: estar lleno de apariencias de verdad, cuando esta idea le viene enormemente grande.
El Malson |