22460 temas (22268 sin leer) en 44 canales
Sigmund Freud |
Durante mi adolescencia, más de una vez escuché que “Freud descubrió el inconsciente”. La elección de la palabra “descubrimiento” no era casual: la sabiduría popular establecía que Freud era el tipo que, por primera vez en la historia, había puesto un pie en ese continente común y desconocido que nos acompaña desde siempre y que guía una gran parte de nuestro comportamiento, aún en contra de nuestra voluntad (consciente). Pero no es verdad que Freud “descubriera” el inconsciente. Ese concepto fue tratado en la segunda mitad del siglo XIX por Eduard von Hartmann, precisamente en su Filosofía del inconsciente (1868).***
by Moisés Mahiques |
Nietzsche |
Hoy acabo de publicar el examen P.A.U. de Historia de la filosofía de septiembre (año 2014). Con esto se completa “la trilogía”, pues se puede consultar también el examen de junio y su correspondiente propuesta de resolución. Aprovecho para recordar que toda esta información y alguna más está integrada en el espacio para la P.A.U. de Historia de la filosofía de boulesis.
Lo supe en el tejado aquella noche. Roy Batty y yo éramos hermanos. Modelos de combate del más alto nivel. Habíamos luchado en guerras aún no soñadas… en vastas pesadillas aún por nombrar. Éramos la nueva gente… Roy y yo y Rachael. Fuimos hechos para este mundo. Era nuestro.
Al final cuando expira el tiempo, vuelve la constancia de lo irrepetible: «he visto atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhäuser». Espectáculos ni más ni menos asombrosos que cualquiera de los testimoniados por el individuo más modesto. «He visto… estuve allí… padecí… anhelé… perdí…»: solo es lo que no es, todo ya es pérdida y lo llamamos nuestro. «Momentos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia». Bienvenido a la humanidad, hermano replicante.
by Marisol Calés |
Si repasamos la historia reciente del más o menos voluminoso cacharro que llevamos en el bolsillo, nos damos cuenta de que su éxito radica en la creación de necesidades. Hoy en día parece indispensable para vivir, pero tampoco hace tanto que las personas salían de su casa sin teléfono móvil, y no se pasaban buena parte de su tiempo enviando mensajes o trasteando con aplicaciones. De aquellas, cuando el zapatófono mortadeliano irrumpió en nuestras vidas, hubo voces que cuestionaban su utilidad y necesidad: ¿para qué necesitábamos un teléfono si podíamos llamar desde casa? Hoy esa crítica es mirada con condescendencia: la idea es tan ingenua como obsoleta, hsata el punto de que hoy muchos se sienten totalmente desprotegidos cuando salen por ahí sin teléfono móvil.
Después la cosa evolucionó. Los teléfonos incluían radio, y algunos de ellos empezaron a ofrecer la posibilidad de sacar fotos. Nadie pensaría que, si queremos una foto de calidad, vayamos a tirar de móvil. Pero claro, cómo no usar el móvil si el objetivo último es compartir la foto al momento. Este fue otro de los añadidos: la conexión a Internet. Algo superfluo a primera vista, pero que se torna imprescindible. El resultado final provoca desconcierto: tenemos aparatos en muchos aspectos más potentes que los ordenadores de sobremesa de hace un par de décadas y que son capaces de modificar nuestro estilo de vida de una forma brutal, hasta el punto de que estar conectados y tener suficiente batería es una de las pocas cosas que realmente nos preocupan en nuestro día a día. Ya se ha dicho más de una vez: seguiríamos recargando el móvil aunque cada una de estas cargas nos restara una hora de vida.
La tecnología y el ser humano. Juguemos a llevar la analogía un poco más allá: quizás no sea muy descabellado comparar esa evolución del teléfono móvil con nuestra propia historia. El impulso de la civilización y la tecnología nos empuja a ser un aparato más: aumentan nuestros servicios, nuestras capacidades. Pero no lo hace así nuestra batería. La tecnología se nos presenta como una oportunidad de ocio y entretenimiento, pero lleva escondida en su seno el aumento de la productividad y la prolongación del entorno de trabajo. Estar sin batería hoy es casi tan trágico como quedarse sin cobertura: solo la oportunidad del enchufe nos salva de la catástrofe. Hay quienes tratan de rascar el wifi de las paredes y los grupos de adolescentes se sientan en los bancos para enviar sus mensajes sin mirarse a la cara. La máquina se funde con el hombre, porque hoy somos capaces de sentirnos conectados o desconectados. No es necesaria la integración física. Los cyborgs nos dan miedo, producen extrañeza. Pero en nada nos asusta entregar nuestra propia vida a una red sin la que hace no muchos años era posible disfrutar de nuestro tiempo. No sé si quizás en un sentido más hondo y auténtico que el que nos brindan hoy todos estos aparatos, tan llenos de oportunidades y quehaceres que acaban por dejarnos sin batería a nosotros mismos.
Potència negativa | Potència positiva |
La potència negativa (potència de no fer) és, en termes de Nietzsche, la potència de dir NO. Es diferencia de la impotència, que és la incapacitat de fer alguna cosa. Si només es tingués la potència positiva, sense la potència negativa, la percepció estaria indefensa, exposada a tots els impulsos i instints molestos. Llavors cap “espiritualitat” seria possible. La negativitat és un tret característic de la contemplació. La negativitat és un procés extremadament actiu, és tot menys passivitat. La negativitat és assolir en si mateix un punt de sobirania, en ser centre. | La potència positiva és la potència de fer alguna cosa. La impotència és potència positiva en la mesura que està vinculada a alguna cosa, doncs hi ha alguna cosa que no pot fer. Sense la contrapartida de la negativitat, l’ésser humà cauria en una hiperactivitat mortal. Si només es tingués la potència de pensar en alguna cosa, el pensament es dispersaria en una filera infinita d’objectes. L’excés de positivitat permet només “seguir pensant”. Si només es posseís la potència positiva, ens trobarien, paradoxalment, exposats a l’objecte d’una manera del tot passiva. La hiperactivitat és, paradoxalment, una forma radicalment passiva d’activitat que ja no permet cap acció lliure. Es basa en una absolutització unilateral de la potència positiva. |
La aparición de Podemos dentro del panorama político ha supuesto un auténtico tsunami político. Su mensaje, avalado por los grandes medios de comunicación que lo soportan, ha calado en la ciudadanía, y ahora la sociedad le baila el agua, de nuevo, al credo político. De alguna manera, Pablo Iglesias nos ha devuelto la fe en la política. El efecto en los diferentes partidos se ha dejado notar: cambios de cara en el PSOE y pánico no reconocido en el PP, que pretende sacar adelante iniciativas de dudosa legitimidad democrática ante el más que probable reparto del voto en las próximas elecciones autonómicas y municipales. El efecto podemos ha logrado, entre otras cosas, que el colon de los grandes partidos se haya puesto irritable, y que los partidos minoritarios tengan que ver cómo les adelantan por la tangente los líderes mediáticos encumbrados por el eslogan de la tertulia y las propuestas razonables sazonadas de populismo.
La llegada al poder de podemos, valga la redundancia, se ha vestido de una pureza y honestidad digna del mejor guión cinematográfico o televisivo, con críticas a un capitalismo que se anuncia en los intermedios de sus programas. Personalismo y liderazgo que arrastran votos y abren un futuro prometedor. ¿Cabe un análisis del tema desde la filosofía? Por supuesto que sí, y se han podido leer muchos de ellos en prensa, ampliamente contestados desde las redes sociales, un medio en el que los militantes del círculo se mueven como pez en el agua. Hay algunos autores, ya casi clásicos, desde los que se puede hacer una valoración del asunto. Tanto desde un lado como desde el otro. Desde el liberalismo, escuchar las propuestas de Podemos hace que al momento suenen ecos de Popper: hay que desconfiar el poder. Y el propio nombre del partido, Podemos, deja bien claro cuál es su objetivo. El poder, como no podía ser de otra manera. La grandeza de la democracia, cuántas veces lo repitió Popper, es que se puede echar al líder una vez elegido. Cierta capacidad, por tanto, de proteger los derechos individuales, a los que algunas de las poderosas propuestas de podemos atacan directamente.
Más lecturas: desde la propia izquierda. Hay ciertos autores a los que les acompaña una cierta maldición: después de leerlos no puedes ver el mundo de la misma manera. Sucede con Nietzsche, pero también con otros posteriores como los representantes de la Escuela de Frankfurt. Ellos, a su manera y alargando la comparación, asumieron varios de los objetivos de Podemos en los años 30, y se dieron de bruces con la ascensión del nacionalsocialismo. Tras bucear en sus textos, no se puede evitar un tono escéptico, tan sano como distante. Le ocurrió al propio Adorno: por mucho que el 68 se inspirara en Marcuse, él estaba convencido de que la revolución termina traicionando su origen, anulando al individuo y convertida en una forma de barbarie y dominación. Esta visión negativa de la historia se complementa a la perfección con el famoso lema de Horkheimer: hay que ser pesimista teórico y optimista práctico. Llevado a podemos: ilusionarnos con los inicios, pero no esperar demasiado de los finales. Quizás pueda Podemos menos de lo que quiere poder. Y ahí queda un último enfoque, de especialistas en la democracia. Como nos han recordado autores como Dahl, jamas hemos vivido en democracia, sino en una poliarquía, en un equilibrio más o menos estable de poderes. Podemos habría logrado generar la ilusión de que finalmente llegará el tiempo de la democracia, pero este sistema sería inviable, y la iniciativa terminará incorporándose como una más de las fuerzas en equilibrio. Podemos será entonces la expresión de un incondicionado, de un deseo irrealizable, pero que nadie se lleve a engaño: siempre habrá quien haga negocio de la venta del sueño. Y no necesariamente han de ser sus líderes más representativos.
Presocràtics |
L'illa dels morts |
Nicholas Carr |
by Patricia Sevilla Ciordia/ELPAIS, d.r. |
Jean-François Baudrillard |
A Joan i per la seva lluita amb la vida .... |
Este año los Premios WISE han recaído en seis proyectos de Australia, Egipto, Finlandia, India, Jordania y Perú, por sus propuestas de aprendizaje creativas y su impacto positivo en la sociedad.
La plataforma WISE
Wise se define como una plataforma multisectorial internacional centrada en el pensamiento creativo.
Debate y propone acciones innovadoras que contribuyen a construir el futuro de la educación.
Los proyectos ganadores en 2014
Los proyectos ganadores son seleccionados de entre una lista de 15 proyectos finalistas por un jurado compuesto por líderes del sector de la educación, presidido por el Jeque Abdulla bin Ali Al-Thani, Ph.D., presidente de WISE, el cual ha señalado:
“Estas iniciativas demuestran cómo programas educativos transformadores no solo aportan un cambio real en las aulas sino que también tienen una profunda influencia en las comunidades y en la sociedad”.
Estos son los seis proyectos que recibirán el premio en la Cumbre Wise 2014, que tendrá lugar del 4 al 6 de noviembre en Doha, Qatar:
1. La sala de canciones, de Australia, ofrece talleres de arte en horario escolar para ayudar a mejorar el desempeño educativo de los niños desfavorecidos del país.
2. Niños callejeros: Reintegración a través de la educación, de Egipto, persigue la reducción del número de niños que viven y trabajan en las calles de El Cairo, a los que proporciona educación.
3. Yo & mi ciudad, de Finlandia, proporciona un entorno de aprendizaje práctico con experiencias positivas de emprendimiento socioeconómico.
4. Educación para chicas Girls, de la India, trata de mejorar el acceso, la retención y el rendimiento académico de las niñas en las escuelas públicas, e involucra en ello a la comunidad.
5. Nos gusta leer, de Jordania, pretende alentar a los niños a leer por placer a través de una perspectiva ciudadana y rentable.
6. Educación en alternancia para el desarrollo rural, de Perú, favorece la integración del trabajo rural y la vida escolar para mejorar las perspectivas de empleo de los estudiantes.