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El café de Ocata
"Ruego que cada uno sopese cuán gran beneficio es librarse de la tiranía de la ignorancia que es la más grave y horrible de todas las servidumbres... Pues, ¿qué cosa más funesta puede suceder a un hombre que una falsa opinión?"Juan Luis Vives, De disciplinis.
Vives, como buen humanista, sabe que en el diálogo socrático el que gana es el derrotado, ya que es el único que aprende.
Nosotros, como posmodernos cabales, sabemos que el diálogo socrático es mucho más alabado que practicado y que no hay opinión que no se considere blindada por el mero hecho de ser mía. "Es mi opinión", decimos. Y, por si fuera poco, añadimos que "todas las opiniones son respetables."
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El café de Ocata
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El café de Ocata
A veces Ortega llamaba por teléfono a José Gaos a primera hora de la tarde para comunicarle que pasaría a recogerlo. Necesitaba su interlocución para pensar.
Se iban, por ejemplo, a las estribaciones de la Sierra y "sentados en las rocas graníticas, sombreados por la carrasca, aromados por los olores, todos secos, de las hierbas serranas -tomillo, cantueso, romero-, mirando a las dos llanuras castellanas, la parda y la azul, pero sin verlas, absorbidos por la conversación, absortos en ella, Ortega, que precisaba su pensamiento hablándolo, me utilizaba como el oyente perfecto -de esto voy a presumir-, el que se vuelve 'postlocuor' sólo en y por aquellos momentos en que siente que el 'prelocutor' necesita de una breve interrupción, sea para confirmarle, encomiarle y colmar su entusiasmo, con el que proseguir, sea para hacerle un reparo enderezado a ser superado con una invención corroborativa y precisa de lo sostenido, sea para darle el respiro indispensable a la presentación de una idea que se esquiva. Mientras tanto, a alguna distancia, se paseaba por la carretera Lesmes, el paciente chofer vasco de Ortega, con su uniforme, su gorra de plato y visera de charol y sus polainas de cuero, todo color café, que le daba aire de agente de alguna Gestapo encargado de proteger nuestro alejamiento, o más bien de impedirnos salir de él".
José Gaos, Confesiones profesionales.
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El café de Ocata
Leyendo las muy entretenidas e instructivas Confesiones profesionales de José Gaos -aquel del que sus alumnos decían que para entender su traducción de Ser y tiempo había que leer el original de Heidegger-, me encuentro con esta anécdota que no puedo por menos de traer a la frivolidad tertuliana de este café:
"... aquella dama que, ya, por fortuna, antaño me decía: Doctor, asisto a sus conferencias, porque me cuesta tanto trabajo seguirlas, que creo que los esfuerzos que hago me ayudan a adelgazar."
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Tras cerrar, gozosamente, Filosofía en Metáforas y Parábolas (1945), del gran filósofo pamplonés Juan David García Bacca, he abierto el que enseguida me he dado cuenta de que no es el mejor libro del barcelonés Eduardo Nicol, La agonía de Proteo (1981). El suelo ha perdido consistencia y los argumentos cohesión al mismo tiempo que las frases rotundas competían con éxito contra las frases enjundiosas. Creo que lo hubiera dejado de lado muy pronto si no hubiese sido por la compañía de un troll en las primeras 23 páginas.
Al comprar un libro de viejo a veces te encuentras con un intonso cuyas páginas has de ir despegando con un abrecartas (el de Bacca) o con un libro manoseado con notas al margen (el de Nicol); así como en el primer caso la lectura tiene algo inaugural, en el segundo caso la primera lectura tiene algo de relectura.
Aquí están algunos comentarios con los que un anónimo lector mexicano me ha ido zancadilleando, como un troll de los márgenes, la lectura de La agonía de Proteo:
El lenguaje
Nicol: "Nos sentimos más inclinados a aceptar la vieja sapiencia que contiene el lenguaje, que la nueva ciencia del filósofo."
Lector: "¡El lenguaje piensa por el hombre!"
Eidos
Nicol: "Nuestra palabra 'forma' traduce lo que el filósofo llamó 'eidos', que expresa justamente la idea de lo que está a la vista"
Lector: "Es obvio que el 'eidos' de los filósofos es más refinado"
Ser auténtico
Nicol: "El ser auténtico se escurría entre los dedos del filósofo, como Proteo se escabullía de Menelao"
Lector: "Se le escabulle a Nicol".
Definición
Nicol: "La filosofía ha mostrado una marcada renuencia a desprenderse del privilegio que le daban las definiciones formales. Ella tiende a ser esencialista, y las esencias no están al alcance del vulgo"
Lector: "Pero este bestia, sí se permite escribir en griego y justificarlo con 'la vieja sapientia' que contiene el lenguaje!"
El hombre
Nicol: "El hombre, además de inconstante, es superficial".
Lector: "Nicol".
Muerte
Nicol: "Con la muerte muere el hombre y nace el cuerpo".
En este caso el lector dibuja al margen el símbolo pirata de la calavera y las dos tibias cruzadas.
Dermatología
Nicol: "La fenomenología del hombre es una dermatología".
Lector: "Nicol prefiere el reduccionismo a la filosofía".
Por último, en la página 22, al final del primer capítulo, el lector anónimo le dedica estas palabras al autor nominado: "Tu libro no necesita ser ni prohibido ni quemado. Sólo me gustaría devolverlo a ver si hay algún otro estúpido que te lo compra".
Yo he seguido leyendo... 40 páginas más.
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El café de Ocata
... y eso me preocupa... una miaja.
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El café de Ocata
Sigo, inevitablemente, con un pie en México
En primer lugar, porque tengo en mi poder un manuscrito de una novela inédita que me he traído de allí. Fue escrita en francés con pluma firme ahora hace cien años por un importante intelectual europeo.
En segundo lugar, porque he recibido un mail muy interesante de Esteban Volkov, el nieto de Trotsky. Claudio Albertani -una de las personas que más saben del POUM- nos puso en contacto.
En tercer lugar, porque le he enviado a la hija de Ramón Mercader las fotos que le hice en la comida que compartimos hace unos días.
En cuarto lugar, porque al ver mi entrañable amigo Eduardo Ceniceros una foto de mi hija, se ha apresurado a decirme: "¡Qué linda! No niega la cruz de su parroquia." Y me ha emocionado.
En quinto lugar, porque he empezado, al fin, a ordenar papeles. Los primeros, los de la historia de la interesantísima polémica entre Ramón Gaya y Diego Rivera (algo hablé de la misma en la casa estudio de Diego).
En sexto lugar, porque cada día me siento un rato a los pies de García Bacca, para oírle decir cosas tremendas, como que "los hombres somos metáforas de Dios".
En séptimo lugar, porque uno no puede ignorar lo que lleva impregnado en el alma y, además, los vecinos de Ocata andan empeñados en mantener viva la impregnación: "¿Qué? ¿Qué tal por México?"
En octavo lugar, por estas dos figuritas aztecas que he colocado en la estantería, al lado de Leo Strauss.
En noveno lugar, porque mi hijo se ha quedado con las dos botellas del excelente mezcal que nos vendió Luis Moctezuma en el bar de la colonia Roma que lleva el nombre de su nieto catalán.
En décimo lugar, por el mail que acabo de leer de un estudiante universitario de Puebla.
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El café de Ocata
Augusto Ferrer-Dalmau,
Don Quijote y Sancho Panzao,como también podría titularse, viendo Montjuic allá al fondo,"Don Quijote y Sancho entrando en la playa de Ocata"
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El café de Ocata
Pasan las horas, una tras otra, y ninguna se fija en mi, ninguna me dice nada. Les soy invisible. Me repito que ya está bien y que tengo que ponerme a trabajar. He traído montones de documentos de diferentes archivos de México que debo analizar, clasificar, etc. Pero ahí están. Mirándome también desganados, como las horas. Me digo a mi mismo, un poco como San Agustín le pedía a Dios que lo hiciera casto: Anda y estimula mis ganas de trabajar, pero no aún... Mañana, quizás... Así que vivo entre puntos suspensivos, que no es una manera adusta de vivir, la verdad, pero me resulta un tanto ajena. No me encaja del todo. A las tres de la mañana me intereso por el concepto de individuo en Suárez y pienso que le saca al menos una cabeza en la carrera metafísica al de Santo Tomás. Bebo un vaso de leche. Veo en la televisión programas infectos. Y a las once no puedo con mi cuerpo para sacarlo de entre las sábanas y tengo que tirar de él como de un peso muerto. Sentado en el borde de la cama vuelvo a pensar en Suárez y en la voluntad como primer motor, como "causa sui", y me voy a la ducha a cantar canciones estúpidas que dejan mi orgullo como constructor voluntario de mí mismo a la altura del sumidero. O el jet lag se pasa pronto o, la verdad, corro el riesgo de instalarme plácidamente en esta galbana.... y el jueves toca un acto importante.
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El café de Ocata
Para combatir con arrojo el jet lag, que me mantiene recluido en el limbo del entrambos, he ido esta tarde a Vic, a dar una charla en el templo romano. Tiene su qué, eso de hablar en el interior de un templo del siglo II. Las palabras resuenan como si desearan resistirse a su inmediato desvanecimiento y uno tiene la sensación de que intentan revolotear en el aire tan denso de historia antes de caerse muertas sobre las losas del suelo. Este templo fue palacio y fue cárcel antes de ser atracción turística y sala de conferencias.
He intentado mantener una compostura digna de los genios del lugar y a escondidas he libado una gota de agua embotellada a los dioses olvidados que un día lo habitaron. Un niño lloraba en la última fila, que es la manera que tienen los bebés de santificar los templos y un púber, en la tercera, asentía a cuanto su padre le susurraba, comentando lo que yo decía.
Uno va asumiendo una cierta veteranía en estas cosas y acepta con normalidad saludos efusivos que proceden del olvido: de aquella vez que cenamos en tal sitio o de aquella charla que diste en tal otro o del libro que me dedicaste... "ya no te acordarás de la dedicatoria...".
Intento hablar sin retórica de lo que creo, mirando cara a cara a quienes tengo delante, esperando que acepten mi sinceridad y que tomen de ella lo que les parezca oportuno. Creo que nos lo hemos pasado razonablemente bien.
La librería de viejo de la ciudad, la gran Costa Llibreter, estaba cerrada -¡sábado por la tarde!-. En la plaza, banderas y consignas independentistas, un grupo reducido de jubilados de Comisiones Obreras pidiendo pensiones dignas y adolescentes esperando que la vida les salga al encuentro.
¡Qué hermosa es Cataluña! ¡Y qué compleja!
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El café de Ocata
Caricatura de Antonio Zozaya a bordo del Sinaia, rumbo al exilio mexicano. Junto a él viajaban Gil Albert, Ramón Gaya, Eduardo Nicol...
Esto es lo que encontramos de Zozaya en la lista de pasajeros de este barco:
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El café de Ocata
He conocido a una mujer que conoció a la mujer más hermosa de la historia de México, que además de ser magnificentemente hermosa estaba convencida de que era la encargada de hacer salir el sol día tras día. Pero sigo sin conocer el significado de "ahorita". He comido chiles rabiosos que le dan un significado escatológico a la pimienta. Pero sigo sin entender el matiz del "ahoritita". He subido a las pirámides del sol y de la luna en Teotihuacán y he bebido mezcales dignos de los dioses. Pero "el ahorita ahorita" se me resiste. He viajado en el metro de México a hora punta en una tarde lluviosa y he acabado con medio cuerpo dormido y tortícolis y he tratado con personas cultísimas de memoria caligráfica en restaurantes de no sé cuántos tenedores. Pero el pinche ahorita de su pinche madre, me desconcierta. He visto salir el sol y la luna y niños más pequeños que mis nietos esnifando pegamentos junto a charcos grasientos en los que se reflejaba rutilante toda la tristeza del mundo y he leído el periódico que escribieron los exiliados del Sinaia camino de Veracruz. Cada día me desaparecía de la habitación del hotel un cuaderno, un lápiz, un boli y un sacapuntas y cada día los renovaba para poder seguir renovándolos. He visto enajenados por las calles con más baches bailando su inocencia hambrienta como si fueran invisibles entre la gente y me he parado con la boca abierta ante los maniquíes más tristes del universo en los escaparates más baratos que lucen lo que sólo pueden comprarse los más pobres. He visto todo esto y mucho más. Pero el ahorita, amigos.... ese ahorita elemental, se me escabulle y cada vez que lo oigo me quedo perplejo preguntándome qué querrá decir quien me lo dice.
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El café de Ocata
Hoy Maritza Macín me ha regalado una primera edición de "El turno del aullante" frente a la casa en la que se crió su autor, Max Rojas Proenza.
Max nació en en México el 4 de junio de 1940. Su padre era el valenciano Arturo Perucho y su madre la francesa Lucienne Gache. Arturo es el autor de una novela con un título que parece enunciar su propia biografía:
Ícaro o la impotencia. Se instaló en Barcelona a primeros de octubre de 1936. Dirigió la revista
Mirador y
Treball, el órgano del PSUC. Se casó con Lucienne Gache, quien murió poco después del parto y entregó al recién nacido en adopción a un matrimonio amigo, formado por Jorge Luis Rojas y Caridad (Cachita) Proenza. Después se dedicó a beber y tuvo cinco hijas.
Y he comido con la hija de Ramón Mercader.
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El café de Ocata
Son tantas las cosas que me interesan de México que no soy capaz de establecer un orden claro entre las mismas, pero, sin duda, entre las primerísimas, se encuentran sus librerías de viejo, donde uno puede encontrarse con los grandes intelectuales del exilio. Con el barcelonés Eduardo Nicol, por ejemplo, al que tanta gente recuerda con agradecimiento en México (un "trasterrado estricto", según mi amigo Xavier G.) y que tan olvidado está en España. He tenido la fortuna de hallar este libro dedicado por el propio Nicol a "Manuel Rodríguez", que quiero creer que se trata del pintor Manuel Rodríguez Lozano.
Manuel Rodríguez Lozano fue marido de Nahui Ollin, "tal vez la mujer más bella que ha nacido en México", me comenta Xavier G. Añado que fue recluso de la cárcel de Lecumberri, ahora transformada en Archivo General de la Nación, donde viviré recluido el lunes y el martes. En 1942 Rodríguez Lozano pintó este mural en Lecumberri. ¿Qué pensaría Ramón Mercader al verlo? El viernes pasado estuvimos contemplándolo mi hijo y yo en el Palacio de Bellas Artes, donde se inauguraba una exposición sobre el arquitecto Carlos Leduc, que colaboró en 1936 y 37 con Caridad Mercader en México y en Nueva York:
En mi estimación personal, un poco por encima de Nicol se encuentra el pamplonés García Bacca, un fenomenal filósofo. Este libro que he comenzado a leer es una delicia.
Junto a los anteriores, otros dos grandes: Ramón Xirau -fallecido el año pasado-, hijo de Joaquín Xirau.
Y, por supuesto, José Gaos.
En México la Fundación SM me ha publicado -a mí, que no espero hallarme nunca a mí mismo en una librería de viejo- este texto, que es una versión ampliada de mi conferencia de clausura del 11 SIEI, que tuvo lugar el viernes 9:
Pero me he encontrado también con la revista "Transatlántica de Educación", que lleva un artículo mío...
... y con este importante libro del gran Martín Gabriel Barrón Cruz, en el que participo también con un texto que recoge algunas noticias sobre Ramón Mercader que no me parecen menores...
Y quizás, dado que las cosas fueron realmente bien en el Museo Casa Estudio de Diego Rivera, quizás...
Pase lo que pase, una cosa está clara: si me acompaña la salud, volveré más veces a México. Este es un país en el que es imposible no hacer buenos amigos.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Llegamos a México el sábado a las 5 de la mañana (hora local) y esto ha sido un no parar. Ese mismo día nos fuimos de picnic a Teotihuacán. Buena y generosa compañía y larga sobremesa. Al atardecer una vuelta por el Zócalo y por la Calle Donceles y a la cama. El domingo, bosque de Chapultepec y Museo de Antropología. Y la experiencia de viajar en metro, que tiene su qué... experiencia rematada con un buen plato de escamole, o sea, de larvas de hormiga güijera. En una librería de viejo me hice con "La idea del hombre" del filósofo barcelonés Eduardo Nicol y con "Filosofía en Metáforas y Parábolas", del pamplonés Juan David García Bacca. Había más cosas interesantes, pero hay que repartir el gasto entre libros y tequilas. Días espléndidos, para pasear despacio, ligeros de ropa y ojos ávidos. En México uno no sabe qué le deparará la siguiente esquina.
Hoy visita al Archivo General de la Nación para conseguir una "credencial de usuario". Se encuentra en la antigua cárcel de Lecumberri. Nadie sabe muy bien dónde estaba la celda de Ramón Mercader. Después a la Esmeralda, en la calle Churubusco, Coyoacán, a consultar el archivo de Teresa Proenza. Encuentro cosas muy interesantes, pero que no tienen nada que ver con lo que andaba buscando. Cerveza en la plaza y comida con Eduardo Ceniceros y su mujer. Sobremesa larga y cordial. Día bien aprovechado que termina con un "mezcaloni", es decir con un negroni que en vez de ginebra lleva mezcal.
Mañana a Puebla.
Mientras tanto aprovechamos para estudiar un poco de mexicano.
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El café de Ocata
El mismo día que descubro, por casualidad, esta prueba de portada de Josep Bartolí para
Los cinco libros de Ariadna de Ramón J. Sender, me llega esta otra:
De Bartoli, de su amistad con Ramón Mercader, de su ruptura con el PSUC, de sus tórridos amores con Frida Kahlo, de cómo en su vejez, ya ciego, abría a escondidas de su mujer el cofre en el que guardaba las cartas de Frida para huronear en ellas los aromas de su cuerpo... de todo esto hablaré el miércoles en la Casa Museo de Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Ángel, y de cuestiones educativas trataré el martes en Puebla y el miércoles y el viernes en la Ciudad de México. Yo siempre quise ser mariachi, pero no me acompañó ni el porte, ni la voz, ni el origen, ni la audiencia... ahora voy a México a saldar cuentas.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Alain Minc formula una pregunta con mucha sustancia en su último libro, Une humble cavalcade dans le monde de demain: ¿Quién fue el verdadero artífice de Europa, Jean Monnet o Stalin? Es decir, ¿qué papel jugó la amenaza externa en la construcción de la Europa moderna? Es una pregunta que debe ser meditada despacio, con valentía y, por supuesto, con prudencia.
Por cierto, una página cualquiera del libro de Minc vale más que cien páginas cualesquiera del best seller de Jordan Peterson 12 rules for life.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
A los hombres del 98 no les gusta lo que ven y no se cansan de subrayar su disgusto. Pero el disgusto no construye nada. No sabe construir. Esa es su culpa. Uno tiene la sensación, al leerlos, de que lo que les disgusta no es tal o cual aspecto de España, sino España. Quieren sustituir a los españoles reales por españoles ideales, pero como no saben cómo hacerlo ejercen de plañideras a las puertas del futuro.
Más sensata, más objetiva y más políticamente efectiva me parece la observación de Galdós: "No son los tiempos tan malos ni el terruño tan estéril como afirman los de fuera, y más aún los de dentro de casa". Veo más nobleza en estas palabras que en todas las lágrimas vertidas conjuntamente por Pardo Bazán, Clarín o Giner de los Ríos. Si hubiese habido menos lágrimas los ojos no hubiesen estado tan empañados a la hora de defender a la primera república. Pero hubo demasiados liberales incapacitados para el ejercicio del realismo. No supieron disfrutar de lo bueno -parcial, precario, pero presente- por el sobrepeso dramático que le concedieron a lo óptimo ausente.
El mayor mal de la España del 98 no fue señalado por ninguno de los hombres del 98, porque no estaba en su dedo índice, sino en sus ojos: estaban tan preocupados de saber qué eran, que se incapacitaron para ser sin problemas.
¿Y esa ridiculez de querer verse como seguidores de Erasmo en vez de reivindicar la herencia -mucho más seria- de un Vives, de un Suárez o de un Vitoria?
En realidad la generación del 98 comienza a lamentarse antes del 98. Ahí están los ejemplos de los Cinco ensayos en torno al casticismo de Miguel de Unamuno y del Idearium español de Ángel Ganivet. La derrota del 98 no hizo más que poner un altavoz a sus quejidos.
El malestar de los hombres del 98 es tan anterior al 98 que ya el bueno de don Emilio Castelar señalaba (“El patriotismo español”, 1859): “Nos dolía en el alma esa desesperación que atormentaba a todos los espíritus, esa desconfianza que enflaquecía nuestras fuerzas, ese menosprecio con que solíamos hablar de nosotros mismos, ese quejido continuo que se levantaba de nuestro teatro, de nuestra poesía lírica, de todas nuestras artes, como para decir a los extraños, que el pueblo español, el gran pueblo guerrero, navegante y poeta, había muerto, y sólo esperaba un sepulcro donde dormir en paz su último sueño”. Pero hay que añadir que la posibilidad de regeneración la encuentra don Emilio en la guerra de África. ¿Quizás el 98 tenga más que ver con la evolución de esta guerra que con la pérdida de las colonias?
´frica no fue, desde luego, la respuesta a la necesidad de regeneración. ¿Pero le dieron los hombres del 98 alguna respuesta? Es inevitable pensar en el cinismo de Baroja. Alguna vez habrá que decir que algunas de las figuras más sobresalientes de nuestras letras eran conservadores a los que no les dolía España, pero la hacían: Zorrilla, Pereda, Menéndez Pelayo... Mientras que a Ángel Ganivet le duele tanto España que no le importaría amputarse una buena porción de españoles: "hay que arrojar un millón de españoles a los lobos si no queremos arrojarnos todos a los puercos”.
Ramón Iglesia lo dijo bien: “Los hombres del 98 corrieron y corrieron, como el cazador maldito de la leyenda, con la cabeza vuelta del revés. No supieron crear un mito nuevo, vigoroso y fecundo, para su pueblo." Hagamos, quizás, una excepción: Antonio Machado.
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El café de Ocata
"Con la Institución vino a ocurrir esto: que siendo buena la intención, eficaces los métodos -sobre todo por la noble ejemplaridad de sus dos maestros- los resultados no dejaron de ofrecer aspectos negativos. Lo español vino a ser una especie de objeto de cultivo intelectual y estético, más o menos amanerado; su estudio, un medio de refinamiento de la sensibilidad personal. De tanto como amaron a España, esos hombres se la dieron a sí mismos como espectáculo. muchas canciones populares viejas, un gran interés por los antiguos trajes de fiesta de los aldeanos, una gran admiración por el campesino castellano, un gran número de lugares ignorados que se descubrían y de paisajes singulares. Pero ¿puede una nación ser espectáculo para quien forma parte de ella y se propone renovarla? En la vida hay que ser actor: sufrir cuanto sufre la nación, alegrarse cuando se alegra. Pues si el refinamiento de la sensibilidad se agudiza hasta el extremo, llega un momento en que ya nuestra epidermis se hizo tan delgada que no tolera sin irritación el más leve contacto. Hay que comulgar con la propia nación, y para eso se necesita un alma fuerte y abierta, no un alma a la que hace endeble y distante la esquisitez. En vez de contemplar el campo español como paisaje, había que mirarlo como problema agrario.(...)Pedagogía recoleta y utópica.(...)En suma, que la Institución libre de Enseñanza resultó paradójicamente una obra personal, y no una obra institucional. Cualesquiera que fueran los beneficios que trajo, no inició una tradición, ni creo un 'tipo' estable y aceptable, verdaderamente nacional, lo cual es el fruto manifiesto de las instituciones." Eduardo Nicol (Barcelona, 1907 - México, 1990), "Conciencia de España", en Cuadernos Americanos, 5, vol. XXXV, septiembre-octubre 1947.
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El café de Ocata
En una conferencia impartida en el destierro y titulada La revancha del individuo, don Fernando de los Ríos recordaba una conversación que tuvo en Rusia con Bujarin. Éste justificaba la necesidad de la dictadura del proletariado y de su deriva espontánea, el terror, con estas palabras: “El terror debe ser tan grande y tan extenso en el tiempo cuanto mayor y cuanto más tiempo perdure la oposición”. A lo que don Fernando preguntó: “¿Qué es la oposición?”. “Toda disidencia publica”, le contestó Bujarin. Don Fernando vaticinó: “Bujarin, ojalá me equivoque, pero lo veo a usted víctima de su propia tesis.”
En marzo de 1938 Bujarin fue procesado. El 13 de este mismo mes fue condenado a muerte. Fue ajusticiado al día siguiente.
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El café de Ocata
Manuel Durán, barcelonés exiliado a México tras la guerra civil, fue un buen poeta, un muy buen crítico literario y un meritorio filósofo. Tras diversas idas y venidas se instaló finalmente en la universidad de Yale, desde donde podía observar bien la realidad norteamericana. Por eso me alegré mucho al encontrarse un importante artículo suyo, titulado “Dewey y la crisis de la educación en los Estados Unidos”, en la revista Cuadernos Americanos (Núm. 5, septiembre-octubre 1959).
Durán comienza reconociendo “la conciencia de una crisis, de una falta de adecuación entre lo que se ha propuesto el proceso educativo y lo que efectivamente ha conseguido y está consiguiendo”. En los Estados Unidos esta conciencia fue especialmente aguda en los años en los que los soviéticos, tras poner el Sputnik en órbita (1957), parecían capaces adelantar tecnológicamente a los Estados Unidos.
Los norteamericanos se preguntaron por qué se estaban quedando relegados y la respuesta que encontraron fue que la educación que proporcionaban a sus jóvenes no estaba a la altura de las necesidades de los tiempos. Esta educación estaba mayoritariamente en mano de los seguidores de Dewey, que conformaban el "movimiento de ‘educación progresiva’ (o radical, o avanzada, o como queramos llamarlo en español).”
Manuel Durán no pone en duda las buenas intenciones de Dewey, aunque lo tacha, tanto por su biologismo como por su optimismo cientifista, de hombre del siglo XIX. Efectivamente, esto es lo que fue. Su pedagogía es una respuesta a las necesidades de la sociedad industrial y está elaborada con herramientas conceptuales propias de finales del siglo XIX. Por eso resulta tan irónico que los pedagogistas innovadores que critican a la escuela que llaman tradicional por considerarla la escuela de la sociedad industrial, recuperen a Dewey para dar forma a la escuela de la sociedad del siglo XXI.
¿Cuál ha sido el resultado de la escuela progresista americana? Esta es la respuesta de Manuel Durán: “La revolución ha sido en algunos casos radical, en otros menos, pero ha ido siempre en el sentido de aflojar la disciplina, dejar al niño mayor iniciativa, relacionar en lo posible los conocimientos que hay que adquirir y la experiencia cotidiana del niño (...). Ningún otro país ha llegado a tales extremos; a tal ausencia de disciplina a tanta libertad de elección de materias o asignaturas, a tanto desprecio por el pasado, a una entronización tan completa de las ciencias sociales y de todo lo que pueda ser ‘estudiar el presente’ (...). Dewey suponía que los estudiantes, absortos en problemas que de veras les interesaran, se disciplinarían a sí mismos, se impondrían espontáneamente un esfuerzo de atención y de respeto por los asuntos tratados, mucho más provechoso moral y prácticamente, que la disciplina cuartearía, impuesta desde arriba… Hay que confesar que estas nobles ideas fracasan en la práctica con aterradora frecuencia, y que los maestros, uno tras otro, incluso cuando son ardientes partidarios de Dewey, confiesan que la disciplina se ha convertido en el problema número uno, y que no pueden resolver precisamente porque el hacerlo por imposición autoritaria destruiría una base fundamental del sistema pedagógico en uso.”
“La escuela tradicional", concluye Durán, "desatendía al niño y sus problemas; la nueva pedagogía desatiende a la cultura (...). La falta de buenos cursos de matemáticas impide a muchos estudiantes seguir más tarde una carrera científica (...). La disciplina impuesta desde arriba es a veces indispensable para mantener el esfuerzo creador (y para no agobiar al estudiante con responsabilidades excesivas: ‘maestra, ¿tenemos que hacer hoy, otra vez, lo que queramos?’, clamaba cierto día, desesperada, una alumna de una escuela ‘progresiva’)."
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El café de Ocata
He pasado dos días en Murcia hablando y, sobre todo, aprendiendo; pero también aprovechando las ocasiones de ampliar el círculo de relaciones. "Cuando vayas al mercado, no te olvides de hacer un amigo", decía un filósofo griego. La vida es un frente amplio. Tan amplio como tus relaciones, que en esta tierra tan feraz enraízan fácilmente. No tengo dudas: volveré.
Fui invitado por el Consejo Escolar de la Región de Murcia. Dudo que haya otro más dinámico en toda España. Les hablé de educación y transparencia y me dio la sensación de que no les resultaba indiferente lo que me oían decir. Pero antes de llegar al lugar de la conferencia entré al Museo Arqueológico, a saludar a los íberos.
Si hay una sección dedicada a los íberos en un museo español, es imposible salir defraudado. La Región de Murcia bien se merece un viaje de varios días para seguir la ruta de sus museos arqueológicos. Quizás algún día...
Me ha sorprendido este vino, que acompañó de manera muy adecuada a una larga conversación en la que Leo Strauss estaba invitado.
Murcia es uno de esos lugares en los que no se deja nada en la mesa. Se rebaña hasta el canto del plato.
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El café de Ocata
... era ser prologuista.
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El café de Ocata
Baltasar Gracián me anima a recuperar una entrada antigua dedicada al capitán Andrés Fernández de Andrada y a su inmortal Epistola moral a Fabio.
Recuerden:
Más quiere el ruiseñor su pobre nidode pluma y leves pajas, más sus quejasen el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejasde algún príncipe insigne, aprisionadoen el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinadoa esa antigua colonia de los vicios,augur de los semblantes del privado.
La colonia de los vicios es la Corte y el privado, el consejero o ministro del monarca.
El poeta en lugar de “rostro” emplea “semblantes” resaltando la fuerza de la comparación., porque el semblante, además de la cara, es el estado de ánimo que se asoma al rostro. Y es precisamente aquí donde interviene Baltasar Gracián, que escribe en
El Criticón: "Los áulicos, como siempre están contemplando el rostro de su príncipe y brujeándole los afectos...".
La cita de Gracián se encuentra en la segunda parte del
Criticón, publicada en 1653. Es, por lo tanto, posterior a la
Epístola.
Y esto es lo que quería decir.
Ya, dulce amigo, huyo y me retirode cuanto simple amé: rompí los lazos.Ven y sabrás al grande fin que aspiro,antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
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El café de Ocata
"Yo debo a mis meditaciones filosóficas la doble ventaja de saber hablar animosamente cuando es preciso y callarme sin esfuerzo cuando la ocasión lo exige".
- Apuleyo, Las floridas.
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El café de Ocata
Refiriéndose a los genocidas que masacraban a los judíos polacos en los años de la guerra civil rusa, escribe Jean Malaquais: "Los asesinos sólo tenían de humano lo inhumano (n'avaient d'humain que l'inhumain)".
- Jean Malaquais, Marianka.
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El café de Ocata
Si están ustedes por la Ciudad de México el próximo día 7:
Entre otras cosas, mostraremos unas cuantas fotografías inéditas de Caridad Mercader y situaremos en su órbita a Siqueiros, Josep Bartolí, Frida Kahlo, Margarita Nelken, Juan Marinello, Silvestre Revueltas, Vlady, Carmen Brufau, José Luis Cuevas, Ramón Gaya, Carlos Lazo, Miguel Alemán...
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El café de Ocata
Esta tarde en la Libreria Laie he descubierto a Andrea Köhler entre Jordi Amat y Marina Garcés y como voy a hombros de Andrea, me he sentido por unos segundos como un intruso en el Parnaso. Y me ha gustado.
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El café de Ocata
El último libro de Boris Volodarsky, me lo acaba de traer la cartera:
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El café de Ocata
Recordé el viernes pasado en el Círculo Hermenéutico Estraussiano de Les Planas, lo siguiente que cuenta Víctor Alba en su Sísifo y su tiempo sobre sus años de exilio en México:
Automáticamente, cuando me presentan a un exiliado, trato de recordar si fue de los que protestaron por la persecución del POUM o de los que callaron. De los que callaron es el filósofo José Gaos. Confuso escribiendo y claro hablando. Un alumno suyo de la Universidad le dijo un día: Leyéndolo a usted, maestro, me explico la independencia [de México]. De su versión de Heidegger alguien comentó: Sólo leyendo el original alemán se entiende la traducción castellana.
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El café de Ocata
"Un día nos paseábamos a lo largo del Isere, por un lugar cubierto de sauces espinosos. Vi sobre estos arbustos frutos maduros, y sentí la curiosidad de probarlos. Como la ligera acidez de las pepitas me resultó muy agradable, me puse a comer para reanimarme; el señor Bovier permanecía a mi lado sin imitarme y sin decir nada. Apareció uno de sus amigos que, al verme picotearlos, me dijo: "¡Eh! señor, ¿qué hacéis? ¿Ignoráis que este fruto es venenoso?" "¿Este fruto es venenoso?", exclamé yo sorprendido. "Sin duda", continuó, "y todo el mundo es tan consciente de eso que nadie en el país se atreve a probarlo". Miré al señor Bovier y le dije "¿Por qué no me lo habéis dicho?" "¡Ah, señor", me respondió con un tono respetuoso, "no osaba tomarme esa libertad".
- Rousseau, "Meditaciones del paseante solitario".
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El café de Ocata
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El café de Ocata
En:
En este mismo número me encuentro con esta canción popular española:
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Los amigos de Benjamin Péret, el escritor surrealista, contaban lo siguiente como si fuera una hazaña digna de ser alabada.
En las calles de París, la mujer de Péret se ponía a caminar al lado de un cura. Cuando éste menos lo esperaba, ella comenzaba a gritar, roja de ira, increpándolo de esta manera: “Cochon vous n’avez pas d’honte, vous un cure, de pinser les fesses [pellizcar las nalgas] d’une femme? Et pire encore, à la rue! Cochon, cochon”. En este preciso momento Péret entraba en escena. Por supuesto, nadie sospechaba que fuese el marido de aquella mujer escandalizada. “Monsieur le curé, vous êtes une honte pour notre église. Vous êtes un vrai cochon, il faut vous corriger.” Y le arreaba un formidable puñetazo en la cara al perplejo capellán. A continuación, aprovechando la aglomeración ocasionada por la conducta del matrimonio, desaparecían los dos para ir tranquilamente a un café, donde elegían a la próxima víctima.
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El café de Ocata
En 1936 Dalí le escribió a Jaume Miravitlles desde Paris proponiéndole la creación en Barcelona de un departamento denominado “La Organización Irracional de la Vida Cotidiana” del que el propio Dalí, por supuesto, sería el jefe.
“No te necesitamos”, le contestó Miravitlles, “la irracionalidad ya está perfectamente organizada”.
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El café de Ocata
Izvestia, 8 de abril de 1935
"A fin de liquidar lo más rápidamente posible la criminalidad entre los menores, el comité ejecutivo central y el consejo de comisarios del pueblo decretan:
Art.1 - Los menores, a partir de 12 años, culpables de robos, violencia, golpes y heridas, asesinatos y tentativas de asesinatos, serán conducidos ante los tribunales criminales con la aplicación de todas las medidas previstas en el código penal".
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El café de Ocata
Tertulia apasionada entre un grupo de exiliados españoles en un café mexicano. Años 40.
- ¡Yo, a América, he venido a discutir! -suelta un diputado republicano, resistiéndose a dar por terminada una discusión que había dejado agotados a sus contrincantes.- ¡Coño, cuántos kilómetros inútiles! -le replicó León Felipe.
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El café de Ocata
"Es obvio que nos falta un "Instituto nacional de la normalidad normalizada", pienso mientras leo en Le Gaffeur, de Jean Malaquais, los institutos necesarios para anormalizar lo real: "Institut national pour la beauté et l'esthétique", "Institut national d'idiosyncrasie appliquée", "Institut national des sceaux et stigmates", "Institut national de télépathie planifiée", "Institut national de l'antiphrase copulative"...
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El café de Ocata
Soria pura, en las faldas del Moncayo.
Río Duero. El paseo obligado entre Soria y Garray.
Nos apareció una nutria, aunque con un aparecer indiferente.
Numancia, a lo lejos, barrida por un viento insidioso.
San Saturio, contemplando Soria.
Pamplona. "Se erigió este monumento para simbolizar la unión de los navarros en defensa de sus libertades". Me llevé de compañía a Alain Minc.
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16:02
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El café de Ocata
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18:11
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El café de Ocata
Vladimir Malacki nació en Varsovia en 1908.
A los 17 años abandonó Polonia y realizó un largo periplo que lo llevaría a Palestina, Rumanía, Egipto y París, a donde llegó a finales de junio de 1926.
Se ganó el pan con el sudor de su frente allí donde pudo y como pudo. En París trabajaba de estibador en Les Halles, sin tener residencia fija, cuando, una tarde de 1935 cayó en sus manos un texto de Gide en el que éste confesaba: "Me siento culpable de no haber tenido que ganarme nunca el pan".
Vladimir le escribió a Gide una carta de desprecio, gracias a la cual -y con la ayuda inestimable de Gide- pudo convertirse en Jean Malaquais.
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El café de Ocata
"Toda la ciencia política consiste en saber conocer los temporales y valerse d'ellos; porque a veces más presto conduce al puerto el temporal que la bonanza".
- Saavedra Fajardo
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El café de Ocata
Extractos de tres cartas de Benjamin Péret a André Breton:
Barcelona, 11 de agosto de 1936.
Muy, muy querido André,
Si vieses Barcelona tal como está actualmente, esmaltada de barricadas, decorada con iglesias incendiadas de las que no quedan más que cuatro muros, estarías como yo, exultante. Nada más pasar la frontera, comienza todo esto. (...) Al llegar a Puigcerdá se escucha un ruido de truenos. Es una iglesia que los obreros, no contentos con haberla incendiado, echan a bajo con una rabia y una alegría que da gusto. Iglesias incendiadas o privadas de sus campanas, no se ve más que esto en Cataluña a lo largo del camino de Puigcerdá a Barcelona, que me ha parecido un paseo mágico. En Barcelona, más policía. La guardia roja circula en los coches requisados por la FAI, el POUM y el PSUC. Y no es bien negocio no llevar los papeles en regla, pues los delincuentes son fusilados sin proceso.
Las noticias del frente son excelentes. Ayer llegaron 30 aviones y se esperan tanques. Entonces se lanzará el ataque definitivo a Zaragoza que, según los especialistas, caerá en 48 horas."
Barcelona, 5 de septiembre de 1936
Mi muy querido André
(...) Aquí todo vuelve muy tranquilamente al orden burgués. (...) Si me escribes, no hagas alusión al contenido de esta carta, pues aquí se fusila alegremente y te he contado cosas que no debería contarte. Hay una censura severa. Si tienes algo particular que decirme, escribe con limón entre las líneas.
(...) Te envío esta carta por medio de un camarada que vuelve a Francia. (...) ¿Puedes encargarte de vender objetos antiguos de iglesia de metales preciosos (en beneficio de la revolución, evidentemente)?
Barcelona, 15 de octubre del 36
Mi querido André
(...) "Quería escribirte sobre la situación política, pero no tengo a nadie que te lleve la carta a Francia y la censura no me la dejaría pasar. (...). Trabajo para el POUM y para la radio.
(...) Estoy viviendo aquí una historia de amor [con Remedios Varo] que me retiene aquí hasta que la joven pueda acompañarme a París, aunque no puedo decir nada sobre mi regreso."
André Breton y Benjamin Péret, Correspondance (1920-1959). Gallimard, 2017
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12:52
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El café de Ocata
He puesto el punto final a un prólogo de un libro para niños.
El libro y mi prólogo tratan de la aventura.
Escribiéndolo he recordado algunos momentos de mi infancia que permanecían ocultos, pero no tanto como para que al rascar en su superficie no afloraran con toda nitidez. Aquejado por un ataque de melancolía he revivido así la de veces que, siendo un crío de menos de 10 años, me fui de casa.
Mi madre se enfadaba conmigo porque yo había hecho alguna trastada y mi manera de reivindicar no ya mi inocencia, sino mi dignidad herida era decirle muy ufano: "¡Pues me voy de casa!", a lo que ella solía responder: "¡Pues vete a buscar tu madre gallega!". Hasta mucho más tarde no entendí el significado exacto de esta expresión, pero lo evidente era que tenía la puerta abierta. Así que me iba de casa.
Mi decisión era firme. De eso no tenía dudas. Me iba de casa para siempre, a comerme el mundo.
Normalmente me refugiaba en el soto, a orillas del Ebro y me hacía una precaria cabaña con ramas de álamos. Después intentaba llenar mi despensa buscando regaliz por los ribazos, moras por los zarzales, o robando fruta, si era la época. A veces me sentía plenamente feliz dentro de mi cabaña rodeado de mi comida, que distribuía por lotes: esto para hoy, aquello para mañana, etc.
Pero, fatalmente, llegaba siempre puntual el atardecer, anticipando los mil ruidos de la noche. A través de las mal tramadas ramas del techo veía asomar las primeras estrellas y comenzaba a notar el peso de la ausencia del hogar.
Finalmente volvía a casa con las orejas gachas, pero nunca completamente derrotado, porque a la próxima... a la próxima... ¡A la próxima iría en serio!
Y así fue.