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La pitxa un lio (50 sin leer)

 
  • Enlace permanente para 'Quan la vida es converteix en el bé suprem? (Lipovetsky).'

    Quan la vida es converteix en el bé suprem? (Lipovetsky).

    Archivado: diciembre 31, 2014, 11:04am CET por Manel Villar
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    El Roto

    Cuando el ser individual se define cada vez más por su relación con las cosas, cuando la búsqueda de dinero, la pasión por el bienestar y la propiedad son más importantes que el estatuto y el prestigio social, el concepto del honor y la suceptibilidad agresiva se debilitan, la vida se convierte en valor supremo, se debilita la obligación de no perder la dignidad. Ya no es vergonzoso no contestar una ofensa o una injuria: una moral del honor, origen de duelos, de belicosidad permanente y sangrienta, ha sido substituida por una moral de la utilidad propia, de la prudencia donde el encuentro del hombre con el hombre se realiza esencialmente bajo el signo de la indiferencia. Si en la sociedad tradicional el otro aparece de entrada como amigo o enemigo, en la sociedad moderna, se identifica generalmente con un extranjero anónimo que ni merece el riesgo de la violencia. «Posesión de uno mismo: evita los extremos; cuida de no tomar demasiado a pecho las ofensas, pues nunca son lo que parecían al principio», escribía Benjamín Franklin: el código del honor ha dejado paso al código pacífico de la «respetabilidad», por primera vez en la historia, se constituye una civilización en la que no está prescrito mantener desafíos, en la que el juicio del otro importa menos que mi interés estrictamente personal, en la que el reconocimiento social se disocia de la fuerza, de la sangre y de la muerte, de la violencia y del-desafío. Más generalmente el proceso individualista conlleva una reducción de la dimensión del desafío interpersonal: la lógica del reto, inseparable de la primacía holista y que durante milenios ha socializado a los individuos y a los grupos en un encaramiento antagonista, sucumbe poco a poco para convertirse en una relación antisocial. Provocar al otro, burlarse de él, aplastarlo simbólicamente, este tipo de relaciones está condenado a desaparecer cuando el código del honor deja paso al culto del interés individual y de la privacy. A medida que se eclipsa el código del honor, la vida y su conservación se afirman como ideales primeros mientras que el riesgo de la muerte deja de ser un valor, pelearse ya no es glorioso, el individuo atomizado se pelea cada vez menos y no porque esté «autocontrolado», más disciplinado que sus antepasados, sino porque la violencia ya no tiene un sentido social, ya no es el medio de afirmación y reconocimiento del individuo en un tiempo en que están sacralizadas la longevidad, el ahorro, el trabajo, la prudencia, la mesura. El proceso de civilización no es el efecto mecánico del poder o de la economía, coincide con la emergencia de finalidades sociales inéditas, con la desagregación individualista del cuerpo social y el nuevo significado de la relación interhumana a base de indiferencia. 

    Con el orden individualista, los códigos de sangre se abandonan, la violencia pierde toda dignidad o legitimidad social, los hombres renuncian masivamente al uso de la fuerza privada para resolver su desacuerdos. Así se aclara la función verdadera del proceso de civilización: tal como demostró Tocqueville, a medida que los hombres se retiran en su esfera privada y no se preocupan más que de sí mismos, reclaman al Estado para que les asegure una protección más vigilante, más constante de su existencia. Esencialmente el proceso de civilización aumenta las prerrogativas y el poder del Estado: el Estado policial no es sólo el efecto de una dinámica autónoma del «monstruo frío», es deseado por los individuos aislados y pacíficos, aunque sea para denunciar regularmente su naturaleza represiva y sus excesos. Multiplicación de las leyes penales, aumentos de los efectivos y de los poderes de la policía, vigilancia sistemática de las poblaciones, son los efectos ineluctables de una sociedad en la que la violencia es desvalorizada y en la que simultáneamente aumenta la necesidad de seguridad pública. El Estado moderno ha creado a un individuo apartado socialmente de sus semejantes, pero éste a su vez genera por su aislamiento, su ausencia de belicosidad, y su miedo de la violencia, las condiciones constantes del aumento de la fuerza pública. Cuanto más los individuos se sienten libres de sí mismos, mayor es la demanda de una protección regular, segura, por parte de los órganos estatales; cuanto más se rechaza la brutalidad, más se requiere el incremento de las fuerzas de seguridad: la humanización de las costumbres puede pues interpretarse como un proceso que busca desposeer al individuo de los principios refractarios a la hegemonía del poder total, y al proyecto de poner a la sociedad bajo la tutela del Estado.(pàgs. 193-195).

    Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barna 1986
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    Societat de la transparència i societat del rendiment (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 31, 2014, 10:52am CET por Manel Villar

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     En la manca de perspectiva no es forma cap ull central, cap subjectivitat central o sobirania. Mentre que els habitants del panòptic de Bentham són conscients de la presència constant del vigilant, el que habiten en el panòptic digital es creuen que estan en llibertat.
    La societat de la transparència segueix exactament la lògica de la societat del rendiment. El subjecte del rendiment està lliure d’una instància exterior dominadora que l’obligui al treball i l’exploti. Ell és el seu propi senyor i empresari. Però la desaparició de la instància dominadora no condueix a una llibertat real, ja que el subjecte del rendiment s’explota a si mateix. L’explotador és alhora explotat. Actor i víctima coincideixen. La pròpia explotació és més eficaç que l’explotació estanya, ja que va acompanyada del sentiment de llibertat. El subjecte del rendiment se sotmet a una coacció lliure, generada per ell mateix. Aquesta dialèctica de la llibertat es troba també a la base de la societat del control. La pròpia il·luminació és més eficaç que la il·luminació estranya, ja que va unida al sentiment de llibertat.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    Exemplarietat i vocació (Javier Gomá).

    Archivado: diciembre 31, 2014, 10:32am CET por Manel Villar

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    Javier Gomá: Conviene distinguir entre los ejemplos reales de la experiencia, que pueden ser positivos o negativos, y la ejemplaridad, que es un ideal, es decir, un deber-ser y en consecuencia, como tal, no existe, no es, no se da en la experiencia, no tenemos contacto sensible con él. Nadie encarna la ejemplaridad porque nadie, en este mundo imperfecto, personaliza la perfección del ideal. Ahora bien, los ejemplos concretos son la vía de acceso a la verdad, y cuando se trata de la verdad moral esto es especialmente cierto. Qué es lo honesto, lo decente, lo recto, lo justo, lo valiente, lo generoso se hace intuible y aprehensible a través del ejemplo personal, aunque no seamos capaces de verbalizar esos conceptos. El ejemplo muestra esa capacidad de hacerse evidente sin necesidad de definirlo. De manera que los ejemplos positivos y negativos que nos rodean constituyen la escuela de nuestra educación sentimental. Y entre esos ejemplos, despliegan particular influencia aquellos que poseen autoridad, como los padres o los docentes. Toda educación consiste en trasmitir un modelo de lo humano, un prototipo de excelencia. Proto-tipo significa sello (typos) originario. Educar es imprimir un sello en el alma de los educandos. Un educador, en el sentido integral del término, es quien, por ser un buen ejemplo de ese sello, sabe replicarlo en los demás. En un sentido más limitado, restringido ya a ciertas disciplinas, un buen docente, a mis ojos, es quien sabe comunicar, no tanto conocimiento, como amor al conocimiento: no historia de la literatura sino amor a la literatura.
    La vocación remite al desarrollo orgánico de un principio interno más que a la reacción frente a estímulos externos. Y, en efecto, no recuerdo haberme encontrado nunca a una persona, real o histórica, que se me haya presentado como un modelo integral y pleno para mí o sobre la que yo me haya dicho a mí mismo: “quiero ser como ella”. Esto no me ha ocurrido. Podría citar a varias personas que me han abierto perspectivas, me han alentado, me han inspirado, me han orientado, me han acompañado, me han ayudado a encontrar mi camino. Pero no una persona que haya sido ella misma mi camino. Aunque a esta constatación le añadiría dos precisiones. La primera, que sí han existido muchas personas, vivientes, históricas o imaginadas, que me han servido de contraejemplo –todos aquellos que me parecía que caían en el patrón del romanticismo- y que han ejercido sobre mí una gran influencia, aunque sea inversa. Representaban lo que no quería. Y en segundo lugar, que en esa búsqueda del propio camino estoy convencido de que, de forma patente o latente, he emulado a otros que antes que yo han intentado lo mismo. Por último, fuera del fenómeno de la vocación, que objetivamente debe considerarse una anomalía vital, la relación maestro-discípulo, una relación en la que el segundo ve en el primero realizado (aunque sea con las imperfecciones propias de lo real) el ideal de humano, es y seguirá siendo la expresión suprema de la educación, como Nietzsche nos recuerda en Schopenhauer como educador: “Tus verdaderos educadores y formadores te revelan cuál es el auténtico sentido originario y la materia fundamental de tu ser”.
    José Luis Coronado, Entrevista a Javier Gomá , INED 21,  28/12/2014
  • Enlace permanente para 'Les raons de la progressiva disminució de la vendetta.'

    Les raons de la progressiva disminució de la vendetta.

    Archivado: diciembre 30, 2014, 10:41am CET por Manel Villar
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    No cabe duda de que el fenómeno de la suavización de las costumbres es inseparable de la centralización estatal; pero no por ello se puede considerar este fenómeno como el efecto directo y mecánico de la pacificación política. No es aceptable decir que los hombres «reprimen» sus pulsiones agresivas por el hecho de que la paz civil está asegurada y las redes de interdependencia no cesan de amplificarse, como si la violencia no fuese más que un instrumento útil para la conservación de la vida, un medio vacío de sentido, como si los hombres renunciasen «racionalmente» al uso de la violencia desde el momento en que es instaurada su seguridad. Eso sería olvidar que la violencia ha sido desde siempre un imperativo producido por la organización holista de la sociedad, un comportamiento de honor y desafío, no de utilidad. Mientras las normas comunitarias tengan prioridad sobre las voluntades particulares, mientras el honor y la venganza sigan prevaleciendo, el desarrollo del aparato policial, el perfeccionamiento de las técnicas de vigilancia y la intensificación de la justicia, aunque sensibles, sólo tendrán un efecto limitado sobre las violencias privadas: lo demuestra la cuestión del duelo, que con los edictos reales de principios del siglo XVIII, se convierte en un delito punible oficialmente con pérdida de los derechos y títulos, y con muerte deshonrosa. Pues bien, a principios del XVIII, a pesar de una justicia más rápida, más vigilante, más escrupulosa, el duelo no ha desaparecido en absoluto, incluso parece que hubo más juicios por duelo que un siglo antes. El desarrollo represivo del aparato de Estado sólo pudo desempeñar su papel de pacificación social en la medida en que, paralelamente, se instauraba una nueva economía de la relación interindividual y en consecuencia un nuevo significado de la violencia. El proceso de civilización no puede entenderse ni como un rechazo, ni como una adaptación mecánica de las pulsiones al estado de paz civil: esa visión objetivista, funcional y utilitarista, debe sustituirse por una problemática que reconoce, en el declive de las violencias privadas, el advenimiento de una nueva lógica social, de encaramiento cargado de un sentido radicalmente inédito en la historia.
    La explicación económica del fenómeno es igualmente parcial, pues resulta igualmente objetivista y mecanicista: decir que bajo el efecto del aumento de las riquezas, de la disminución de la miseria, del aumento del nivel de vida, las costumbres se sanean, es omitir el hecho históricamente decisivo de que la prosperidad como tal nunca fue un obstáculo a la violencia, concretamente en las clases superiores que pudieron conciliar sin problemas su gusto por el fasto con el de la guerra y de la crueldad. No queremos negar el papel de los factores políticos y económicos que, seguramente, contribuyeron de manera decisiva al advenimiento del proceso de civilización: queremos decir que su obra es ininteligible independientemente de los significados sociales históricos que establecieron. La monopolización de la violencia legítima en sí o el nivel de vida determinado cuantitativamente no pueden explicar directamente el fenómeno plurisecular de la suavizadón de los comportamientos. Sin embargo, el Estado moderno y su complemento, el mercado, son los que, de manera convergente e indisociable, contribuyeron a la emergencia de una nueva lógica social, de un nuevo significado de la relación interhumana, haciendo ineluctable a largo plazo el declive de la violencia privada. En efecto, fue la acción conjugada del Estado moderno y del mercado lo que permitió la gran fractura que desde entonces nos separa para siempre de las sociedades tradicionales, la aparición de un tipo de sociedad en la que el hombre individual se toma por fin último y sólo existe para sí mismo.
    Por la centralización efectiva y simbólica que ha operado, el Estado moderno, desde el absolutismo, ha jugado un papel determinante en la disolución, en la desvalorización de los lazos anteriores de dependencia personal y, de este modo, en el advenimiento del individuo autónomo, libre, liberado de los lazos feudales de hombre a hombre y progresivamente de todas las cargas tradicionales. Pero fue también la extensión de la economía de mercado, la generalización del sistema del valor de cambio, lo que permitió el nacimiento del individuo atomizado cuyo objetivo es una búsqueda cada vez más definida de su interés privado. A medida en que las tierras se compran y se venden, que los bienes raíces se convierten en una realidad social ampliamente extendida, que se desarrollan los intercambios mercantiles, el salariado, la industrialización y los desplazamientos de la población, se produce un cambio en las relaciones del hombre con la comunidad, una mutación que puede resumirse en una palabra, individualismo, que corre paralela con una aspiración sin precedentes por el dinero, la intimidad, el bienestar, la propiedad, la seguridad que indiscutiblemente invierte la organización social tradicional. Con el Estado centralizado y el mercado, aparece el individuo moderno, que se considera aisladamente, que se absorbe en la dimensión privada, que rechaza someterse a reglas ancestrales exteriores a su voluntad íntima, que sólo reconoce como ley fundamental su supervivencia e interés personal.
    Y es precisamente la inversión de la relación inmemorial del hombre con la comunidad lo que funcionará como el agente por excelencia de pacificación de los comportamientos. En cuanto la prioridad del conjunto social se diluye en provecho de los intereses y las voluntades de las partes individuales, los códigos sociales que ligaban al hombre a las solidaridades de grupo ya no pueden subsistir: cada vez más independiente en relación a las sujeciones colectivas, el individuo ya no reconoce como deber sagrado la venganza de sangre, que durante milenios ha permitido unir el hombre a su linaje. No sólo por la ley y el orden público consiguió el Estado eliminar el código de la venganza, sino que de una manera igualmente radical fue el proceso individualista el que, poco a poco, socavó la solidaridad vengativa. Mientras que en los años 1875-1885, la tasa media de homicidio por cada cien mil habitantes en Francia se establecía alrededor de uno, en Córcega era cuatro veces superior; la misma diferencia se producía entre el Norte y Sur de Italia, donde se daba una tasa de homicidios igualmente elevada: allí donde la familia mantiene su antigua fuerza, la práctica de la vendetta sigue siendo mortífera a pesar de la importancia de los aparatos represivos del Estado. (pàgs. 190-193).
    Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barna 1986
  • Enlace permanente para 'Transparència unilateral i societat disciplinària (Byung-Chul Han).'

    Transparència unilateral i societat disciplinària (Byung-Chul Han).

    Archivado: diciembre 30, 2014, 10:21am CET por Manel Villar

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    El panòptic de Bentham és una manifestació de la societat disciplinària. Al control panòptic se sotmeten les presons, les fàbriques, els manicomis, els hospitals, les escoles, que són institucions típiques de la societat disciplinària. Les cel·les disposades en cercle al voltant de la torre de control estan estrictament aïllades entre si, ja que d’aquesta manera els ocupants no poden comunicar-se els uns amb els altres. I els murs de separació serveixen perquè tampoc puguin veure’s entre ells. Amb l’objectiu de millorar-los, diu Bentham, són exposats a la solitud. La mirada del vigilant arriba a qualsevol angle de la cel·la, mentre que ell mateix roman invisible per als vigilats. (...) Amb l’ajut d’una tècnica refinada s’aconsegueix la il·lusió d’una vigilància permanent. La transparència només apareix aquí de forma unilateral. Aquesta és la naturalesa de la seva perspectiva, que constitueix l’estructura de poder i domini.
    El projecte de Bentham té una motivació sobretot moral o biopolítica. El primer efecte que pot esperar-se del control panòptic és, segons Bentham, “la reforma dels costums” (prefaci, Panopticon). Com a efectes ulteriors esmenta: “la salut preservada”, “la instrucció difosa”, o bé “els nus gordià de les lleis dels pobres (que no està tallat, sinó deslligat”.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    Comprendre i no transformar.

    Archivado: diciembre 30, 2014, 9:56am CET por Manel Villar
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    El filósofo aspira a ser synoptikós, diríamos con el Platón de la República –trata de llegar a una visión de la realidad que sea amplia, panorámica y compleja a la vez. El problema surge cuando este sujeto se iza hasta esa especie de visión, advierte entonces lo desordenado y deforme del mundo humano, y se propone –¡valiente synoptikós estaría hecho si no!– cambiarlo. (El lugar clásico de esa toma de conciencia, huelga decirlo, es la famosísima undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo“). Pero sucede que como individuos conscientes somos capaces de comprender mucho más de lo que podemos transformar, en este opaco mundo nuestro compuesto por totalidades complejas que interactúan entre sí, conectadas por múltiples vínculos y realimentaciones (hemos aprendido a llamar a esas totalidades sistemas complejos adaptativos). Hay en esta asimetría una suerte de impotencia de la razón que aflige especialmente al filósofo synoptikós: comprender males (naturales y sociales) que apenas se podrán cambiar, y sólo si con ese objetivo se lograsen coordinar, y mantener en el tiempo, vastos esfuerzos de acción colectiva –y en muchos casos sólo como resultados imprevistos, laterales, sorprendentes, de otra clase de esfuerzos que perseguían otros fines… La razón ilustrada subestimó enormemente la dificultad de reducir los males que menoscaban la condición humana.
    Jorge Riechmann, visión sinóptica, tratar de comprender, tratar de ayudar, 30/12/2014
  • Enlace permanente para 'Treball contra excel.lència.'

    Treball contra excel.lència.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:45pm CET por Manel Villar
    El Roto
    Trabajo, trabajo y más trabajo. Cada vez me voy dando cuenta, al compás de los años, que esta tenaz conminación a trabajar encierra un férreo principio de muerte. Trabajar hasta la extenuación, trabajar sin desmayo, imponerse la ética del esfuerzo como la madre de todas las éticas.
    Y, sin embargo, alrededor se contempla a los triunfadores que si, en efecto, han trabajado, deben su gloria especialmente al talento y a la oportunidad. El don y la suerte componen los dos pilares de la excelencia. El trabajo sería un apuntalamiento necesario pero siempre que se tenga algo importante o excepcional que apuntalar.
    Cuando escribí, hace años, El éxito y el fracaso, comprobé  repetidamente en su elaboración que las personas notables y admiradas no debían su altura a haberse dejado la piel sin más sino al brillo particular de su piel y la ocasión de que fuera, a tiempo, bien enfocada. Todos los protagonistas del éxito sin quitarse méritos atribuían a la buena suerte los bienes excepcionales que hubiesen obtenido ya fuera en lo intelectual o en la empresa. 
    Así que, francamente, no hay nada que hacer sin magia. El trabajo te cubre de dignidad  pero la elegancia y la categoría no salen del curro.  . Sin trabajo no hay nada que hacer pero ya se puede hacer hasta el martirio si no eres santo de  la voluntad de Dios. De un Dios  tan azaroso como arbitrario, tan magnánimo para unos y tan cicatero para los otros.  A Dios le gusta el lujo y la belleza y la inteligencia y la creación. ¿Un gran obrero de sol a sol? ¿Un Dios sindicalista? Con esta esperanza en los milagros del  denuedo no habrá nada que valga la pena esperar.
    Vicente Verdú, Trabajar como un burro, El Boomeran(g), 29/12/2014
  • Enlace permanente para 'Creativitat i subjectivitat moderna.'

    Creativitat i subjectivitat moderna.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:30pm CET por Manel Villar
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    Javier Gomá: La imitación (de un modelo ejemplar) fue quizá el concepto con más fuerza explicativa de toda la premodernidad, ese larguísimo periodo que va desde el origen de la cultura occidental hasta el siglo XVIII. De pronto, en apenas unos decenios de ese siglo, desapareció todo rastro del prestigioso concepto. La imitación de un modelo normativo (Naturaleza, Ideas, Antiguos) fue sustituida, como fundamento de la realidad, por la creatividad, originalidad y autonomía del sujeto moderno, que no imita a nadie. Así lo dice Kant explícitamente en su famoso texto ¿Qué es la Ilustración? Kant pone las bases de la subjetividad moderna en su segunda Crítica, donde expone su ideal del sujeto autónomo, autolegislador, y en la tercera Crítica, donde presenta la que será considerada forma suprema de la subjetividad, el artista genial, capaz de producir reglas en lugar de imitarlas. Cierto que en el siglo XX asistimos a un renacer extraordinario del interés teórico, en multitud de disciplinas, por la teoría de la imitación. Con una novedad: ahora se trata de la imitación moral de personas, vivas, libres y racionales, no de modelos acabados, cerrados y fijos. Pero con todo, el tratamiento contemporáneo de la imitación padece un esencial prejuicio. El presupuesto de todos esos nuevos estudios sobre la imitación es el de que un sujeto adulto, emancipado y racional no imita, de modo que la imitación es achaque de animales, niños, culturas prehistóricas o masas; en suma, de entidades preindividuales o solo parcialmente individuales. Antes había sentado el principio de facticidad, que dice que, de hecho, nos guste o no, todos nos imitamos a todos y que no existen zonas exentas de la imitación. No existe ese Robinson en su isla moral que sueña Kant. De manera que la cuestión no estriba en saber si imitamos o no, pues todos nos imitamos unos a otros inexorablemente, sino en bajo qué condiciones la imitación de otro es un hecho racional, ese juzgar autónomamente la heteronomía de los modelos de ejemplarida.
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      [ined21.com]
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    Creure que som lliures.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 11:23am CET por Manel Villar
    Uno de los grandes debates de ahora y de siempre es el del libre albedrío. Según una corriente de pensamiento, el Universo es determinista. Quiere esto decir que el curso de los fenómenos que han tenido y tendrán lugar está predeterminado en virtud de la configuración inicial del Universo y de las leyes que lo gobiernan. Entre esos fenómenos se encontrarían también las decisiones y actos humanos. El punto de vista opuesto defiende la existencia del libre albedrío, la capacidad para planificar el futuro, tomar decisiones de forma libre y consciente, y llevarlas a cabo. Se entiende, claro está, que esas decisiones se toman en ausencia de presiones no razonables que las pudieran condicionar completamente. Y, por supuesto, si existe el libre albedrío también existe la responsabilidad por las decisiones tomadas.
    Al igual que ha ocurrido en otros terrenos –como el de las emociones o el de la ética- también en éste las neurociencias van teniendo cada vez más que decir. No en vano es el sistema nervioso central, o una parte del mismo, el que toma las decisiones. En este debate lo que se contrapone es si somos realmente conscientes de las decisión que tomamos o si, por el contrario, las toma nuestra mente sin que nuestro yo consciente intervenga. A tenor de lo que indican ciertos resultados experimentales, es posible que tomemos las decisiones antes de ser conscientes de ello, aunque también hay resultados que cuestionan los anteriores.

    Este debate no sólo tiene importantes implicaciones filosóficas; también las tiene en el terreno de la ética y el derecho. Si en algún momento se llegase a la conclusión de que carecemos de libre albedrío, deberíamos reformular todo el sistema jurídico penal, sin ir más lejos. De hecho, cuando a las personas se las persuade de que, efectivamente, el libre albedrío no existe, tienen mayor tendencia a hacer trampas y se despreocupan de que los malhechores sean castigados. Ya sea por implicaciones como las citadas o, sencillamente, porque nos cuesta aceptar la idea de que quizás no decidamos consciente y libremente, lo cierto es que creemos con firmeza en el libre albedrío.
    El filósofo experimental Fred Nahmias es una de las personas que más ha investigado en estos temas en los últimos años. En unos experimentos recientes, cuyos resultados ha publicado la revista Cognition, Nahmias dijo a 278 personas que había conseguido averiguar, mediante un dispositivo que registra la actividad cerebral, todas las decisiones que en lo sucesivo tomaría una mujer llamada Jill, incluida la del sentido de su voto en las siguientes elecciones. Pues bien, aunque esas personas no dudaron de la veracidad de la declaración de Nahmias, el 92% dijeron que la decisión de voto de Jill había sido una decisión libre. Se supone que si el aparato de Nahmias era capaz de predecir el comportamiento de Jill, ello era debido a que dicho comportamiento estaba predeterminado, por lo que, de ser cierta la declaración de Nahmias, ninguna de las decisiones de Jill ni, para el caso, de nadie, podían ser decisiones conscientes y libres. Pero esa consideración no influyó en el juicio de la gente.
    No sé si actuamos o no con libertad y plena consciencia. Tiendo a pensar, con Baruch Spinoza, que sólo es posible actuar con plena consciencia y libertad si nos esforzamos por conocer el mundo y conocernos a nosotros mismos. Pero quizás simplemente me pasa lo que a la mayoría, que quiero creer que soy libre, dueño de mis propias decisiones, porque no acepto ser más que una mera circunstancia del devenir del universo, una circunstancia absolutamente predeterminada.
    Juan Ignació Pérez, Quiero creer que actúo libremente, Cuaderno de Cultura Científica, 28/12/2014
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    La democratització de la vigilància (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 29, 2014, 10:53am CET por Manel Villar

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    El Roto

    Davant l’inexorable progrés de la tècnica de vigilància, el futurista David Brin ((The transparent society, Nueva Tork, Perseus Books, 1998)) emprèn la fuga cap endavant i exigeix la vigilància de tots per tots, és a dir, una democratització de la vigilància. (...) La utopia de Brindescansa en na des-limitació de la vigilància. Tot flux asimètric de la informació produeix una relació de poder i domini, ha de ser eliminat. S’exigeix, per tant, una il·luminació recíproca. És vigilat no només el de baix pel de dalt, sinó també el de dalt pel de baix. Cadascú lliura a cadascun la visibilitat i el control, i això fins i tot dins de l’espai privat. Aquesta vigilància total degrada la ·societat transparent” fins a convertir-la en una inhumana societat del control. Cadascun controla a cadascun.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    El fracàs de les elits.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 10:20am CET por Manel Villar
     Se cambia de año con dos dilemas en carne viva: si los ciudadanos, al votar, tendrán en cuenta sobre todo el viejo binomio entre la izquierda y la derecha, o la contradicción principal se centrará entre las élites y el pueblo. El segundo, la frecuente disfuncionalidad entre la racionalidad política y la racionalidad económica.
    Hace dos décadas que murió uno de los mejores críticos de la sociedad contemporánea, Christopher Lasch, y 19 años de la publicación de su libro La rebelión de las élites y la traición a la democracia (Paidós). En él están pespunteadas muchas de las ideas sobre las élites (y el carácter extractivo de muchas de ellas) que se han repetido en los últimos años en todo el mundo. Lasch desarrolla la tesis de que la democracia está amenazada hoy no por la orteguiana rebelión de las masas, sino por la rebelión de unas élites egoístas que se niegan a aceptar un compromiso con la sociedad y que se aíslan de su entorno. El carácter irreal, artificial, de la política oficial (centrada prioritariamente en aspectos como el déficit, la deuda, los conflictos de identidad...) refleja el aislamiento de quien la protagoniza de la vida cotidiana de la mayoría, así como la secreta convicción de que los verdaderos problemas (el paro, la pobreza de los trabajadores, la reducción de la renta disponible de las clases medias...) son insolubles.
    En el libro citado se ponen abundantes ejemplos de cómo las élites imponen sus ideas, su agenda política, sus criterios y su lectura interesada de la historia a todos los demás. Su poder para suprimir los puntos de vista diferentes les capacita supuestamente para atribuir a su propia ideología particularista el estatuto de verdad universal y trascendente.
    Al análisis de las causas por las que los mercados financieros están ganando la partida al poder político dedica su último libro (El fracaso de las élites. Lecciones y escarmientos de la gran crisis. Editorial Pasado/Presente) el profesor valenciano Manuel Sanchís. Muy conocedor desde dentro del diseño institucional de la Unión Europea (del que dice que nació dañado desde el principio y del que se ha derivado un empobrecimiento severo de muchos ciudadanos, así como una fuerte degradación de la calidad democrática de esas instituciones), Sanchís teoriza la construcción de una Europa a dos velocidades, con avances limitados en los ámbitos político e institucional, pero con barra libre para la circulación de capitales y la unificación monetaria.
    Este desequilibrante sesgo a favor de lo monetario-financiero explica el desencanto que siente mucha gente ante una construcción europea que, en palabras de Hollande (sin duda del Hollande de la primera época), “ha sido diseñada más bien como un gran mercado que como un gran proyecto”, y que “ha acabado representando el liberalismo para los ciudadanos”. Dice Sanchís que la “mirada torva” del europeo hacia sus instituciones se ha convertido en un airado rechazo hacia ese nuevo “despotismo ilustrado”.
    Joaquín Estefanía, Dilemas de 2015, El País, 28/12/2014
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    Estudi de la territorialitat i activitat humana.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:57am CET por Manel Villar


    D'entrada podem dir que l'espai és, en la tradició filosòfica kantiana, una virtualitat pura. Kant parla en concret d'espai abstracte o espai pur, per referir-se a entès com aquell en el qual, en última instància, tot moviment pot ser pensat. Per a Kant, en efecte, l'espai abstracte o pur no és un concepte sinó un a priori de cualquieespr forma de sensibilitat o percepció del món exterior. Escriu Kant en la Crítica de la raó pura: "L'espai és, doncs, considerat com a condició de possibilitat dels fenòmens, no com una determinació depenent d'ells, i és una representació a priori en la qual es basen necessàriament els fenòmens externs" . El que es tradueix en una regla universal i sense restricció: "Totes les coses, com a fenòmens externs, es troben juxtaposades en l'espai". Per aquest motiu Georg Simmel, recollint aquesta definició de Kant, estableixi les bases per una percepció en clau social de l'espai, a partir de que al capdevall no és altra cosa que "la possibilitat d'ajuntar". Això ho teniu a Simmel, Georg (1977 [1908]). "El espacio y la sociedad", a Sociologia 2. Revista de Occidente, Madrid, pp. 643-740.

    Tot això implica que la noció inicialment abstracta d'espai és objecte d'apropiacions i desenvolupaments singulars per part de cada disciplina que pretengui convertir-la en el seu objecte de coneixement o acció. La dificultat de tractar l'espai més enllà de la seva polisèmia i de l'ambigüitat intrínseca que suposa com a terme, obliga a concretar, és a dir en atribuir alguna qualitat que permeti concretar el seu sentit. Així, com era previsible, les ciències socials treballen un tipus específic d'espai que és el que reconeixen com social. L'espai social és l'espai determinat pel conjunt de sistemes de relacions, característic del grup considerat, o, si es prefereix, l'espai social remetria a com es projecten en el terreny les relacions socials. Aquí seria fonamental que us miréssiu  Bourdieu, Pierre, 1998. "Espacio social y espacio simbólico", a Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Anagrama, Barcelona). En general, teniu Segaud, Marion (2010). Anthropologie de l'espace, Armand Colin, París. 

    L’antropologia al llarg de la seva història lligada a la tradició evolutiva e interdisciplinar, estretament lligada a les ciències naturals ha desenvolupat conceptes amb una clara connotació espacial. Uns exemples serien: àrea cultural,  regió i territori derivat de la geografia cultural i dels estudis etològics, formes d’assentament i residència, etc. Malgrat que en el seu desenvolupament hi predomina allò social sobre allò natural, han estat tractats com a recipients on es troben delimitats certs tipus de comportaments, objectes materials, trets culturals i relacions socials. En cap cas s’han tractat tenint en compte les implicacions tridimensionals dels mateixos, en un sentit dinàmic que faci evident la interrelació espai-cultura.            La primera manifestació d'aquesta sensibilitat antropològica vers l'espai i les relacions entre societat i entorn correspondria a l'escola de l'Année Sociologique, en concret a Marcel Mauss. És ell que va utilitzar el concepte de morfologia social i la relacionà amb les variacions del hàbitat de la societat esquimal, especialment a la diversitat de les formes d’assentament, vivenda i concentració social a l’hivern i a l’estiu, arribant a les conclusions que la concentració hivernal i la dispersió estival dels esquimals al llarg del temps no s’expliquen únicament per factors climàtics sinó per altres canvis en la forma d’agrupament i, en conseqüència, per canvis en la ubicació espacial i tipus de casa. Mauss, Marcel y Henri Beuchat (1971 [1904]) "Ensayo sobre las variaciones estacionales en las sociedades esquimales: un estudio de morfología social", a Marcel Mauss, Sociología y antropología, Tecnos, Madrid, pp. 359-432.

    D'aquesta perspectiva fundadora deriva un dels factors que, segons Radcliffe-Brown (1995 [1955])  i junt a el socioestructural i el cultural, calia reconèixer per a establir l'existència d'un objecte de coneixement en antropologia social: l'ecològic, relatiu al nínxol o entorn físic al que una societat ha d'amollar-se i amollar. La referència d'entrada seria Radcliffe-Brown, A.-R. (1995 [1955]). "Introducción", a Estructura y función en la sociedad primitiva. Península. Barcelona. En bona mesura és d'aquest pressupòsit que es deriva l'antropologia ecològica com una subdisciplina atenta a les relacions entre els essers humans i el seu entorn físic. Una bona introducció a aquesta branca de l'antropologia seria Donald, L. (1979) Antropología ecológica, Barcelona, Bellaterra.            Com una línia específica en aquesta perspectiva, centrada en la relació entre espai i comportament, trobaríem la proxèmia, el corrent que, inaugurat per Edward Hall, va servir per a formalitzar les observacions, interrelacions i teories referents a l’ús que les persones fan l’espai com efecte d’una elaboració especialitzada de la cultura a la que pertanyen. Hall defineix proxèmia com l'estudi de l'estructura de l’espai que fa l'éssser humà de forma immediata, a partir de l’entorn corporal macro espai, que és la distància intermèdia  entre els congèneres i l’organització de l’espai habitable. Hi ha diverses coses accessibles. d'aquesta perspectiva, molt associada a les teories de la comunicació no verbal. Podeu començar per Hall, Edgard T. (1972) La dimensión oculta. México, Siglo XXI. Però hi ha molt més, del propi Hall i d'altres.

    Ja que un espai ho és no perquè hi és, sinó perquè resulta de l'acció social -és a dir, per les trobades entre cossos i objectes que s'hi registren i el produeixen- és espai socialitzat constitueix un territori. Seria més propi parlar d'un antropologia del territori, tal com va fer a Espanya, posem per cas, tota una línia d'investigacions que fa ja algunes dècades. En aquests casos s'imposà parlar més aviat de territori, de territorialitat o de territorialització, per fer al·lusió a un espai socialitzat i culturalitzat, és a dir, també en aquest cas, a l'espacialització de les relacions socials. Aquesta línia teòrica ha tingut diverses expressions la vigència de les quals resulta pertinent subratllar. Per exemple, Fernández de Rota, José Antonio (1984). Antropología de un viejo paisaje gallego, Siglo XXI, Madrid; Sánchez Pérez, Francisco (1990). La liturgia del espacio, Nerea, Madrid. És especialmente important García, José Luis(1976). Antropología del territorio, Taller de Ediciones Josefina Betancor, Madrid. És com una mena de manual. 

    El territori com a substrat espacial necessari de tota relació humana, per així, donar compte que el que qualifica a l’espai per convertir-lo en territori humà és tota una sèrie de delimitacions carregades de formes específiques d’interacció. Les anàlisis a propòsit de l’ús social que els humans fan del territori parteixen de la perspectiva que  analitza l’espai com un territori necessàriament socialitzat i culturalitzat per part de l’individu i de la societat per tal que resulti controlable. Les persones no accedeixen mai a aquest territori directament, sinó a través d’una elaboració significativa que en cap cas està determinada exclusivament per les suposades condicions físiques, de manera que entre el medi ambient natural i l’activitat humana sempre hi ha un terme mig; un cos de coneixements i creences, un patró cultural. És per això que l’espai mai hauria de ser sotmès i reduït a qüestions cartogràfiques sinó que – sempre i quan es vulgui respondre a les exigències empíriques verificables relatives a la realitat humana- s’ha de considerar com un signe, el significat del qual només és comprensible des dels codis culturals en els que s’inscriu. L’estudi de la territorialitat es converteix així en una anàlisi de la dimensió espacial de l’activitat humana. 
    Un altre àmbit en el que podeu treball és el dels entorns construïts. Si us interessa, aquestes són algunes referències: Amerlinck, M-J. y Bontempo, F. (1994). El entorno construido y la antropología: introducción a un estudio interdisciplinar. CIESAS. México; Chadoin, Olivier,  i Claude, Vivianne, comps. (2010). Sociologues et architecture, Espaces et Sociétés, vol III, núm. 142, monogràfic; Maria José Amerlinck, ed. Hacia una antropología arquitectónica, Guadalajara, Universidad de Guadalajara; Moreau, Louis et al. (1992). Anthropologie de l'espace habité, L'Harmattan, Paris.

    Manuel Delgado, Algunes consideracions i bibliografia sobre antropologia de l'espai i del territori, El cor de les aparences, 29/12/2014
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    La subtilesa carnal de la pintura.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:17am CET por Manel Villar
    La gran odalisca
    Els qui hem nascut en l’època en què la pintura ha abandonat majoritàriament la representació de la figura humana no podem deixar de sentir una certa nostàlgia del temps en què el cos era el centre de l’art pictòric. En els nostres dies la fotografia i el cinema semblen tenir l’exclusiva d’aquesta centralitat, si bé, a la segona meitat del segle XX, grans mestres com Hooper, Bacon o Freud han continuat reivindicant el lligam íntim entre pintura i corporeïtat. Sóc dels qui creuen que l’exactitud mimètica de la imatge fotogràfica i cinematogràfica mai podrà fer oblidar la subtilesa carnal de la pintura, i que abans o després es produirà el retorn del pinzell a la pell humana. 
    Encara que el paisatge hagi estat molt important en l’art europeu des del segle XVII i que, ja el segle XX, l’abstraccionisme hagi traduït formalment el paisatge interior de l’home, m’atreviria a dir que la figura humana segueix sent l’àncora que dóna raó de ser a la pintura. Potser no estava del tot encertat Miquel Àngel quan confessava que l’única naturalesa que li interessava era el cos humà, però no tinc cap dubte que aquest és l’horitzó prioritari de l’art. El cos humà, i la seva nuesa.
    La representació del nu ens ho diu tot sobre l’estil i sobre la sensibilitat. Perdudes gairebé totes les pintures del món antic, el Renaixement va iniciar l’èpica i la lírica del nu en l’art occidental. Els cossos nus de Botticelli són lírics; els de Giorgione o Tiziano, èpics. Rembrandt i Rubens van continuar l’epopeia carnal de la pintura europea. No obstant això, hi ha un artista, Jean Auguste Dominique Ingres, que sintetitza prodigiosament bé els dos corrents i avança la representació del nu en la pintura moderna. 
    Com ja havia fet a la Banyista de Valpinçon, de 1808, sis anys després a La gran odalisca Ingres elimina tota teatralitat externa per concentrar-se en la llum de la figura femenina. Vol expressar, així, la quinta essència del cos. 
    Rafael Argullol, Nostàlgia i apoteosi del cos, Ara, 28/12/2014
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    El cos, els entorns i les identitats humanes.

    Archivado: diciembre 28, 2014, 1:44pm CET por Manel Villar
    El Roto
    Hay objetos que se integran de tal forma en nuestras acciones que prácticamente se convierten en transparentes e invisibles y sólo su falta o falla los hace presentes. Debemos a Heidegger esta idea, que él consideraba central en nuestra experiencia del mundo, y que recientemente se ha desenvuelto en el debate sobre la mente extendida. Andy Clark y David Chalmers propusieron que ciertos artefactos de los que nos valemos para realizar operaciones mentales, tan habitualmente que parecen incorporarse a nosotros, pueden ser considerados como extensiones reales (con la realidad que son las funciones) de la mente. Ponían como ejemplo la libreta que una persona con alzheimer usa para recordar lo que debe hacer. Se han discutido mucho las condiciones que tendrían que tener las interacciones para ser consideradas parte de la mente pero no me importan aquí los detalles sutiles de esta discusión y sí la idea de apertura de nuestro cuerpo y mente a funciones que se completan más allá de la piel.
    En un cierto sentido, toda la vida consiste en la realización de funciones que se completan más allá de la piel. En el caso de los animales, todas las funciones, desde las cognitivas a las biológicas, se realizan en la interacción con un entorno. Se denominan accesibilidades, o affordances a las características de este entorno. Así, el flujo de campo magnético de la Tierra es lo que posibilita la orientación de las aves migratorias, o la dirección de los rayos solares es lo que permite la orientación de las abejas. El cuerpo es siempre un sistema abierto que se completa con la física y química del entorno. Una característica central de la cultura humana es que, además, produce una apertura del entorno natural. Las capacidades de acción y las funciones humanas cambian al cambiar los entornos culturales y sociales. Nuestras funciones fisiológicas, afectivas y cognitivas cambian al modificarse estos nichos culturales, materiales, humanos, en los que habitamos.

    En las sociedades más complejas los entornos, a su vez, se diversifican: entornos familiares, entornos educativos, entornos de trabajo, etc. Cada uno de ellos contribuye a modelar nuestros cuerpos y almas. La obra de Bernard Shaw Pigmalión, (1913) que casi todos conocemos a través de su versión cinematográfica My Fair Lady, fue una de las primeras reflexiones sobre las posibilidades y peligros de esta modelación cultural de las identidades. Mucho más épica, La máquina del tiempo (1895) de H.G. Wells conjeturó la posibilidad de que las desigualdades del capitalismo condujesen a una diferenciación radical de los humanos en dos especies. La teoría de los campos sociales del francés Pierre Bourdieu, de los diversos espacios de capital (económico, cultural) y del habitus que define las diferentes formas de acción humana, son nuevas aportaciones a esta idea de la doble apertura del cuerpo y del entorno humanos. Todos y cada uno de los cambios técnicos, culturales, económicos y políticos pueden entenderse como modificaciones de estos entornos abiertos. El sociólogo  Richard Sennett ha dedicado varias obras a las modificaciones de identidad que produce el ascenso del capitalismo,  La corrosión del carácter (1998), La cultura del nuevo capitalismo (2006) y otras varias más. Es uno de los autores imprescindibles para entender la cultura material de nuestra identidad contemporánea.

    En  la doble apertura del mundo humano se encuentra un marco metafísico y antropológico para pensar la idea de justicia más profundo que aquél en el que se sitúan la mayoría de las obras de filosofía política, casi todas herederas de una idea humanista y de sociedad demasiado esencialista (en la controversia entre Habermas y Sloterdijk sobre la posibilidad de modificar el "parque zoológico humano" se abrió en parte esta discusión, aunque de manera disparatada, desde mi punto de vista).  El principal punto es el del determinismo que parece implicar la idea de apertura. En muchas discusiones informales de café oigo a mis amigos sostener la inevitabilidad de los cambios técnicos, como si hubiesen leyes históricas que rigiesen las expansiones y contracciones de la cultura. Mucho más peligrosa es la idea de que son las fuerzas del mercado las que deben modelar estos cambios (pues la técnica no sería sino un subproducto de la investigación interesada).

    Una de las visiones deterministas que más me subleva, por lo que me afecta por mis orígenes, es la idea de que las culturas y sociedades rurales están destinadas a desaparecer en los agujeros negros de la urbanización sin planificar. Recorro habitualmente los entornos en los que me crié, ahora yermos y abandonados de todo cuidado, con aldeas vacías, con una población envejecida que vive de sus míseras pensiones, esperando la muerte propia y de la cultura que los crió y me enerva que la idea de destino que heredamos de la religión aún siga dominando la política. También por interés propio, me asombra la candidez con la que se repite que las instituciones educativas deben adecuarse a las necesidades del mercado, como si las necesidades del mercado no dependiesen de las instituciones educativas.

    En fin, ahora que es el tiempo del solsticio de invierno (en este hemisferio boreal), tiempo de rituales de muerte y renacimiento del sol, es tiempo también de volver a recordar, como Lawrence de Arabia, que el destino no está escrito. Que el mundo no es un libro escrito en una lengua oculta sino, en todo caso, un cuaderno en el que escribimos cada día nuestro relato.  Fernando Broncano, Más allá de la piel, El laberinto de la identidad, 28/12/2014
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    El panòptic digital (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 28, 2014, 1:23pm CET por Manel Villar

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    Avui hauríem de constatar que pel moment no s’experimenta el final del panòptic, sinó l’inici d’un panòptic d’un tipus completament nou, no perspectivista. El panòptic digital del segle XXI manca de perspectiva en el sentit que no és vigilat des d’un únic centre per l’ omnipotència de la mirada despòtica. Desapareix completament la distinció entre centre i perifèria, que era constitutiva del panòptic de Bentham. El panòptic digital funciona sense cap òptica perspectivista. Això constitueix la seva eficiència. La il·luminació no perspectivista és més eficaç que la vigilància perspectivista, perquè pot produir-se des de tots els costats, des de totes les parts, és més, des de cadascuna d’elles.
    En contraposició als habitants aïllats entre si del panòptic de Bentham, els habitants del nou panòptic es connecten i es comuniquen intensament entre si. El que garanteix la transparència no és la solitud mitjançant l’aïllament sinó la hipercomunicació. La peculiaritat del panòptic digital està sobretot en què els seus habitants col·laboren de manera activa en la seva construcció i en la seva conservació, en tant que s’exhibeixen i despullen ells mateixos. Ells mateixos s’exposen en el mercat panòptic. (...) La societat del control es consuma allà on el subjecte es despulla no per coacció externa, sinó per una necessitat engendrada en si mateix, és a dir, allà on la  por d’haver de renunciar a la seva esfera privada, íntima cedeix a la necessitat d’exhibir-se sense vergonya.

    (“La societat del control”)Llegiu:   [www.revistaenie.clarin.com]
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    "Les malalties socials són sempre malalties ètiques" (José Antonio Marina).

    Archivado: diciembre 28, 2014, 11:06am CET por Manel Villar
    José Antonio Marina
    Filòsof i pedagog, José Antonio Marina (Toledo, 1939) ha dedicat molts assajos a la intel·ligència i la creativitat. Dirigeix una Universitat de Pares per ajudar a educar i ara ha publicat El talento de los adolescentes (Ariel), un tema sobre el qual va parlar al Palau Macaya en el cicle Futurs, convidat per l’Ateneu de Barcelona i l’Obra Social la Caixa.
    Ets un filòsof que des de fa anys s’ha especialitzat en l’educació.
    L’educació és el que caracteritza l’ésser humà. Som homo docents, l’espècie que ensenya. Ens ha semblat que era necessari transmetre part de l’experiència i els nous coneixements a les noves generacions, i això és el que ens ha configurat com a espècie. És el que ens ha anat separant de l’animal, el que ha creat cultura i el que cada vegada més està inventant mètodes de solidaritat diferents, de manera que és absolutament intrínsec a la definició d’ésser humà. L’ésser humà és l’ésser que educa, l’únic que hi ha.
    Què passa amb els pares en aquests moments? Estem acomplexats?
    Per la Universitat de Pares hi han passat 10.000 famílies, a qui seguim durant tot l’any amb molts fòrums. D’una banda estan confosos, no saben bé què fer, reben massa missatges. Estan espantats perquè veuen que el món canvia ràpidament i no dominen gaire bé el món on viuen els seus fills. Amb la tecnologia estan tenint molta informació i els pares no saben gaire bé on intervenir. Després es troben culpabilitzats, sobretot les mares. Pensen que no dediquen prou temps als fills, que si treballen estan desatenent les seves obligacions bàsiques...
    Per què les mares?
    De manera inconscient encara batega la imatge de la mare abnegada que ho és tot per als seus fills i no ha de tenir vida pròpia. En teoria, uns pares intel·ligents, dedicats i afectuosos estan en condicions d’educar els seus fills, però no en societats tan complexes com s’ha tornat la nostra. No tenim un consens educatiu, no tenim un consens de valors. La rapidesa crea molta incertesa, s’han ensorrat creences molt fortes i els pares no saben què poden exigir perquè s’han alliberat de les coses que els exigien a ells.
    I cap on anem?
    Estem en una època de transició, que no sabem si algun dia deixarà de ser-ho, i això produeix inseguretat. A la Universitat de Pares volem desdramatitzar tot això, confiar en els nens, i tenir idees clares per saber acomodar-nos al pas del temps. Quan se’ls fa perdre la por, en general els pares ho fan molt bé. No cal que es converteixin en psicòlegs, psiquiatres o dietistes... Intentem fer una educació basada en l’evidència del que funciona i del que no funciona.
    Hi ha massa psicologia al món de l’educació? Se n’abusa?
    Això sonarà molt malament, però hi ha massa psicologia en tota la nostra realitat. Per raons històriques complicades estem psicologitzant, patologitzant, tots els problemes. Hi ha problemes que no tenen solució psicològica perquè, per exemple, n’hi ha que tenen solució ètica. Un exemple: l’empatia és bona o dolenta per a les relacions humanes? Sens dubte, bona. Però ha d’estar dins un marc ètic, perquè si no l’estafador té una empatia meravellosa. Hi ha coses que no es poden educar. Una de les teories psicològiques més potents, la psicologia cognitiva, de la qual es deriva una teràpia cognitiva, diu que el que importa no són les coses sinó la idea que tu tens respecte a les coses. Això està bé en una teràpia en què el que intenta una persona és creure que si canvia la seva manera de pensar en aquella cosa canviarà el seu comportament. Però això pot ser també d’un conservadorisme polític terrible: “No et preocupis de les coses, canvia’t a tu mateix i deixa que les coses vagin com vagin”. Hi ha coses que no tenen solució psicològica, tenen solució econòmica, social o política.
    Per què ha passat?
    La psicologia ha omplert buits que hi havia, no per culpa de la psicologia, sinó perquè tothom li ha anat demanant més coses. Ara, en qualsevol succés, el primer que es diu és que a qui sigui el va acompanyar un equip de psicòlegs. Hi ha una espècie d’idealització. Tu sol no seràs capaç d’enfrontar-te a res, necessites ajuda d’un psicòleg. Jo crec que l’educació que hem de donar és d’ensenyar a prescindir. Jo he de ser capaç de gestionar la meva pròpia vida sense haver d’estar pendent d’un conseller espiritual. Això deixa-ho per als moments veritablement importants.
    Tot és un problema. O ets massa simpàtic o ets poc sociable. Tens massa sexe o tens poc sexe...
    Paidós acaba de publicar un llibre d’Allen Frances que es diu ¿Estamos todos locos? Fa una crítica, per exemple, a la patologització que s’està fent de totes les conductes. Aquest matí m’han passat dues coses. La primera, que la meva dona m’ha cridat l’atenció dient-me que no havia reconegut algú. És veritat, se m’oblida la cara de la gent. La segona, m’ha dit que havia menjat massa gambes. Bé, són comentaris de la meva dona, ja sé que he menjat massa gambes, però si ho analitza segons qui jo tinc una compulsió patològica a menjar gambes i un trastorn cognitiu de la memòria perquè de tant en tant se m’obliden les cares de la gent. Cal que tornem a la normalitat, que és com Frances titula l’últim capítol.
    La pastilla per ser feliç, la pastilla per tenir una vida sexual millor...
    Hi influeix que la felicitat s’hagi posat de moda, i s’hagi convertit en una espècie de cirereta per a tots. Això és un disbarat, perquè arribarà un moment que pretendre ser feliç serà de mal gust. Entre altres coses perquè el tipus de felicitat que es proposa, que és com de pur benestar, salta pels aires en el moment que has de fer qualsevol cosa costosa o valuosa.
    No cal buscar la felicitat cada dia.
    Hi ha un estudi molt llarg que es va fer a Harvard en què van agafar una sèrie de persones voluntàries, els van donar una maquineta i set vegades al dia, sense cap tipus d’ordre, els trucaven i en aquell moment havien d’apuntar què estaven fent i en quin estat d’ànim es trobaven. La gent reconeixia que quan es trobaven millor era quan estaven treballant, però que al mateix temps en aquell moment estaven desitjant deixar de treballar. A això ho anomenaven la paradoxa del treballador. O sigui, desitjaven que s’acabés, però el que feien un cop s’havia acabat la feina era menys satisfactori per a ells que el que feien a la feina. El fet que una part important de les situacions més satisfactòries puguin venir del món del treball no és pel món del treball en si, sinó pel fet que estàs fent una cosa.
    Sentir-te útil.
    Aristòtil deia que la felicitat no és un estat, la felicitat és una activitat. I que no es pot buscar directament. La felicitat és una cosa que acompanya una activitat. Quan estàs jugant no estàs buscant la felicitat, estàs gaudint amb el joc. Una part important dels models educatius que proposem a la Universitat de Pares són intentar aconseguir que cada noi i noia descobreixi amb què gaudeix.
    Com es fa?
    Tenia un alumne a 4t d’ESO que no feia ni brot, però tampoc emprenyava. Entrava a classe, s’asseia a l’última finestra, i s’estava allà tota la classe. I un dia el vaig cridar i li vaig dir: “Mateo, tu els caps de setmana què fas? ¿T’estires al sofà a mirar la televisió i a menjar crispetes?” I em va dir que sí, menys un dissabte al mes. Li vaig preguntar què passava aquell dia, i em va dir que al Rastro de Madrid hi havia un lloc on venien gadgets de la Segona Guerra Mundial, i ell els col·leccionava i li interessava molt el tema. Li vaig preguntar si sabia dir-me com eren les botes de l’exèrcit alemany. Ho sabia tot. Li vaig preguntar si podria fer una conferència sobre això als seus companys... Han passat els anys, un dia me’l vaig trobar i em va dir que estava acabant història. L’únic que havia fet era dir-li que aquella afició o activitat era valuosa.
    ¿Com es combina l’educació buscant l’interès o l’estímul amb la tesi que un procés d’aprenentatge requereix esforç?
    Tots els nens tenen afany d’aprendre i tots gaudeixen aprenent. Aquests últims anys he seguit el meu nét més petit, i l’he vist des que estava a infantil. Ara té 7 anys, està a segon de primària, i ja li comença a preocupar aprovar o no. Quan acaben primària han deixat de banda el gust per aprendre perquè el que els importa és aprovar. I aquí s’espatlla l’assumpte. El que s’ha de fer en tot moment és veure com podem fomentar la curiositat i el gust per aprendre.
    On se n’aprèn?
    Els docents no som experts a ensenyar. Som experts a fer que els alumnes aprenguin, i per tant hem de saber què hem de fer perquè aprenguin. Com es motiva el nen, això és cosa de la professió. És com si un cirurgià li pregunta a algú com es pot treure la melsa. Aprèn-ne, perquè aquesta és la teva carrera.
    I si no li interessa?
    Els nens i els adults només tenim tres grans motivacions: passar-ho bé, tenir una vinculació social agradable i sentir que progressem. Quan tu vols que un nen s’interessi per les equacions de segon grau, el teu talent pedagògic ha d’esbrinar com pots enllaçar per a cada nen les equacions de segon grau amb algun d’aquests tres desitjos. En un serà perquè li hauràs donat un premi, en l’altre perquè li dónes el reconeixement i en l’altre perquè si gestiones bé les metes i ell s’adona que progressa ha picat l’ham educatiu i no el deixarà anar. Però tu has de veure com ho fas. La definició de motivació, que sembla cínica, és que motivar algú és aconseguir que faci alguna cosa que no li interessa fer. Que m’interessa a mi que faci.
    Quins verbs conjuga un educador? Acompanyar, impulsar...
    En primer lloc impulsa, en segon lloc ajuda a descobrir, en tercer lloc acompanya i finalment aplaudeix. Sobretot s’ha d’aplaudir.
    És la millor professió del món, ser educador?
    A mi em sembla molt bonica. Mai m’ha interessat la universitat perquè no té funció educadora. M’atreu especialment la secundària -encara que per a la meva pròxima reencarnació demanaré primària-, perquè és el moment de gran complexitat en l’escola, perquè influeixes més i t’adones que es plantegen problemes en quèpots influir. Els nois i noies et porten els seus problemes familiars, i tu ets allà com a gran protector, al lloc cordial on els joves poden trobar-se... Saben que són jutjats, però de manera diferent. Els has de donar l’absoluta certesa que tu estàs de part seva.
    Així es guanya la confiança?
    L’autoritat és quan aconsegueixes influir en una persona, però no per mètodes coactius sinó perquè aconsegueixes que et respecti. Els nois i noies són llestos i saben de qui es poden fiar i de qui no. En l’últim cicle de primària, els alumnes ja tenen 10, 11 o 12 anys i encara no han entrat en l’adolescència. Ho hem d’aprofitar perquè resolguin problemes; si no els resolen abans d’entrar a secundària, se’ls amunteguen les coses i resulta molt més complicat. Un d’aquests problemes, de tipus acadèmic, és la comprensió lectora. Si un noi o noia passa a secundària sense dominar bé la lectura, es queda marginat. Després hi ha els problemes de timidesa, la por social. I en tercer lloc hi ha els problemes d’agressivitat.
    Tot abans de fer ESO?
    Als 12 ja és una miqueta tard. Nosaltres posem la franja dels 8 o 9 anys per als problemes d’agressivitat. Això s’ha de tractar amb cura perquè si no resulta molt complicat. Ara n’hem hagut d’incloure un altre, perquè s’ha reduït l’edat, que és la preocupació excessiva per l’aspecte físic. Abans començava a partir dels 13 o 14, i ara està baixant. Fonamentalment et trobes nenes en aquesta situació, però també nens.
    Fer els deures abans de l’adolescència.
    Ara tenim una nova versió de l’adolescència que ens està donant la neurociència. Tots hem estat treballant amb la idea que hi havia un període gloriós de l’aprenentatge que era dels 0 als 7 anys. El que ens diuen els neurocientífics és que hi ha una segona edat d’or de l’aprenentatge, que és dels 13 als 17 anys. El nen ja ha après a ser nen, però en aquesta edat arribava el moment en què havia d’independitzar-se, la qual cosa significava que havia de caçar la seva pròpia presa, aconseguir una parella, tenir fills i guanyar-se la vida. És com si el cervell tornés a obrir un altre tipus de finestra d’aprenentatge, que serà molt més estable que l’altre. I que tindrà a veure amb les habilitats i els hàbits.
    I s’han d’aprofitar aquests anys.
    La matèria grisa, que són fonamentalment els nuclis neuronals i les dendrites, disminueix, i augmenta la matèria blanca, els axons, que són els segments de transmissió. Es forma un cervell molt més ràpid, que té menys sinapsis... Ha fet un procediment molt semblant, com a mínim jo ho entenc així, al que fa un ordinador quan comparteixes un arxiu. L’espai és un problema a l’ordinador i al cervell, cal compactar la informació. És allà però ocupa menys lloc. I amb tot això s’integra molt més i canvia els sistemes de recompensa. Canvien, i és com si tinguessis preparats dos premis. Explica coses que no enteníem bé, com les conductes de risc de l’adolescent. És que l’adolescent s’està fent càrrec del món i, si no s’enfronta ell als problemes, està allargant la infància.
    Una mirada molt diferent.
    Vull llançar una campanya a favor del talent adolescent, és el títol del meu últim llibre. Tots hem pres decisions importantíssimes en aquesta edat. Estem maltractant els adolescents perquè diem que és una edat absolutament conflictiva, de problemes... Les enquestes diuen que el 76% dels adolescents s’ho passen molt bé i es porten bé amb la seva família, però com que els estem pressionant dient que si són adolescents han de ser així de conflictius, t’acaben donant la raó.
    Al final responen a l’etiqueta.
    Al llibre poso exemple de coses que ha fet gent d’aquesta edat. Poden fer coses fenomenals. Laura Bécquer és una nena que amb 14 anys s’entesta que vol fer la volta al món a vela en solitari. Ella ha viscut tota la seva vida en un vaixell, a Holanda, i els jutges li diuen que, encara que el seu pare digués que sí, no se’n podria anar. Ella segueix i per fi l’autoritzen a fer la volta al món en solitari, amb la condició que ha de seguir fent per internet les feines de l’escola, perquè a l’escola s’hi ha d’anar. Va trigar dos anys a fer-ho, perquè anava fent escales, però va fer la volta al món en solitari. Deia que havia de tenir cura d’ella i del seu vaixell. ¿Es pot dir que aquesta nena encara no està en edat de responsabilitat? Doncs home, com els milers de famílies que has vist per allà, a Mèxic o l’Índia, en les quals un nen o una nena s’està ocupant dels seus germans perquè els seus pares han desaparegut, han mort o són fora de casa.
    Ho fem malament, doncs.
    Si diem que un noi no és responsable fins als 25 anys, no seran responsables perquè no els estem demanant que ho siguin. Per què ho han de ser? Amb el desig d’ajudar els adolescents, hem creat un paradigma que en comptes d’ajudar-los els està fent pols.
    ¿La filosofia i la ciència podrien tornar a col·laborar més?
    Quan hi va haver la separació entre humanitats i ciències era entre lletres divines i lletres humanes. Entre la teologia i la resta. Quan la teologia va desaparèixer, va començar a ser entre lletres i ciències. Hi ha un problema, que és que la ciència s’està fent més especialitzada, de manera que en aquest moment un gran matemàtic no entén més enllà del 10% de les matemàtiques que es fan. No ho entén, no sap per on van, de manera que l’especialització és necessària. On es pot buscar una unió és al començament, no al final. Al final se separaran. Precisament, això és el que jo intento fer amb la idea que tinc de filosofia, que té una idea de la intel·ligència, de com funciona la intel·ligència humana.
    Una teoria de la intel·ligència uniria els dos vessants.
    Una persona no hauria de saber matemàtiques, però sí que hauria de saber per què ha fet matemàtiques. És a dir, què és el número, per què ha funcionat allò d’aquesta manera, per què hem inventat l’anotació algebraica. No fa falta que sàpiga àlgebra, però que sàpiga exactament què és i com funciona. O les religions. Per què han sortit les religions? No et demanaré si aquesta religió és vertadera o no, però sí que puguis ser capaç de comprendre el fenomen.
    Me’n posa un exemple?
    Jo puc estar d’acord o no amb el nacionalisme. El que no es pot permetre és que no entengui quin és el fenomen. Per què han aparegut aquests problemes? Per què ha aparegut històricament la vinculació de la gent amb la seva tribu, nació...? A què treu cap? Quins van ser els excessos i què passa quan la gent no està radicada enlloc? Perquè hi ha unes pèrdues per excés i per defecte. Aleshores, ja saps de què estàs parlant. La història s’hauria d’estudiar com un continu enfrontament entre desitjos contraposats dels éssers humans, i analitzar les bones i les males solucions. El més senzill de les males solucions? Et fiques en una guerra. Les bones solucions sempre són més complicades. Quan es va decantant la democràcia és perquè hi ha una solució, però molt complicada. La guerra és molt més fàcil. S’han d’acostumar a aquesta complexitat.
    I gestionar-la.
    La complexitat vol dir que mai ningú estarà d’acord en tot, però a veure si ens posem d’acord en el que és fonamental. A Espanya, per exemple, per raons històriques està mal vist el terme negociació. El negociador és un traïdor. No, el negociador és necessari perquè quan hi ha dues persones que volen arribar a un acord però tenen interessos contraposats busquen una entesa. Tot això forma part del que seria una educació bàsica, que seria conèixer millor com funciona la intel·ligència humana, les seves possibilitats, la seva síntesi i les seves accions.
    ¿L’exhibició de corrupció que estem veient ara és un problema educatiu, ètic...?
    És un problema de tot, d’educació social. Patim la síndrome d’immunodeficiència social. La societat no produeix anticossos per defensar-se de la corrupció, o de la violència, de la separació brutal de classes... En aquest sentit, això ha de ser un objectiu educatiu. El de produir anticossos socials, com el pensament crític, per exemple. I això ho hem descuidat completament. Quan no tenim aquesta possibilitat de defensar-nos, tenim malalties, i la corrupció és una malaltia perquè a més s’encomana. El corrupte forçosament ha de corrompre. Al final, les malalties socials són sempre malalties ètiques.
    Com s’estenen?
    Hi ha una corrupció delictiva, que és la que em preocupa menys, perquè si l’enxampo el castigo. I hi ha una corrupció suau, que en política, per exemple, és la ineficiència. La ineficiència és una corrupció. El malbaratament, per exemple. Una corrupció soft, per dir-ho així. Que la Unió Europea ens digui que a Espanya el 45% dels nois de 15 anys han repetit un curs, que els professors gasten el 16% del temps de classe mantenint l’ordre i que de mitjana un universitari triga 9 anys a fer una carrera de 4, i no en treballa gairebé cap... Això què és? Això és una espècie d’indolència, de “tampoc li exigiré tant”, buscar un sistema d’excuses, “no hi ha qui els ensenyi, a aquests”... Doncs, noi, no vagis a la universitat.
    Et sents còmode fent divulgació, no t’espanta creuar la barrera de l’autoajuda?
    Cap dels llibres de filosofia els he escrit per a filòsofs, perquè cauria en la temptació d’utilitzar tecnicismes. Hem d’elevar el debat educatiu, i fer-ho a través dels mitjans amb què puguem fer-ho. Jo ho he fet a través de llibres, però es pot fer amb ràdio, diaris, televisió... Perquè has d’anar on hi ha la gent. No pots esperar a la torre d’ivori i quan vingui la gent explicar-los la bona nova.
    Carles Capdevila,  entrevista amb José Antonio Marina: "Estem patologitzant tots els problemes", Ara, 28/12/2014
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    Els emperadors xinesos i la loteria.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 7:22pm CET por Manel Villar

     

    Los emperadores chinos hacían entender su omnipotencia comportándose ante sus súbditos seres azarosos. Enviaban una legión a decapitar a todos los habitantes de una aldea que no había cometido insumisión alguna y días más tarde colmaban de bienes a otra localidad que tampoco se había destacado por su adhesión. Esta arbitrariedad les hacía igual a los fenómenos naturales, inundaciones, catástrofes o ubérrimas cosechas sobrevenidas sin ninguna sinrazón ocupaba el vacío de toda responsabilidad de modo que no necesitaban justificarse porque justamente su legitimación provenía de su inefable injustificación. Su reino imperaba gracias a la fuerza del azar que se confunde tanto con el destino y su incuestionable fatalidad.
    Vicente Verdú, La catadura del Gordo, El país, 27/12/2014 [cultura.elpais.com]
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    Suicidi i societat de la transparència.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:46pm CET por Manel Villar


    Desde un punto de vista médico y psiquiátrico, una sociedad biopolítica (psicopolítica, diría Han, pero para el caso es lo mismo) no puede dejar de inmiscuirse continuamente en la vida íntima de sus ciudadanos. El hecho de que proliferen constantemente los mecanismos de confesión, de que un individuo medio no pueda afrontar sus temores sin recurrir a expertos, son sólo índices externos de un poder imperial que pocas sociedades han conocido en tal alcance psíquico.
    Una cultura que funciona en bucle, con una constante retroalimentación mediada por la opinión, sin que sus miembros puedan casi por ningún lado apoyarse directamente en su experiencia real, ha de arrojar sobre la voluntad soberana de vivir, a toda costa, o lo que es parte de ello, “Levantar la mano contra sí mismo”, nuevas admoniciones, otros silencios pactados.
    Dado que en nuestro líquido amniótico es difícil incluso fracasar por cuenta propia, sin una responsabilidad compartida que nos permita gestionar y fragmentar socialmente los traumas, la norma será la degradación lenta del individuo, su muerte crónica en las dependencias asistenciales. No una decisión tajante (vivir, morir) para la cual, en buena lógica, el individuo tendrá cada día menos herramientas.
    Es posible así que la ilusión de vivir, o de alcanzar una muerte propia que pueda ser aceptada, sea cada días más lejana, más similar a un simulacro.  Es posible en todo caso que idea del suicidio llegue casi siempre "demasiado tarde".
    Hasta la vieja decisión de, en las peores circunstancias, mantener la propia vida por deber, por amor a los que te rodean o dependen de ti (así lo defienden Kant o Houellebecq, dando por supuesto que ninguna vida es un átomo aislado) está hoy corroída por una ética ultra-social que ha expropiado al sujeto de toda capacidad radical de autonomía.
    Vivimos así en una circularidad ayudada con mil prótesis. Una vida asistida desde su mismo centro ha convertido el suicidio en unaenfermedad que, igual que las alergias o el cáncer, se puede y debe convertir en crónica. De ahí este estilo catatónico en el que se ha salvado tanto ciudadano. ¿Es un resultado de esto lo que podríamos llamar el suicidio del suicidio? Tal vez el nivel de vida exige que la vida se prolongue hasta el infinito, aun en las peores condiciones… Ya Hannah Arendt, hace más de medio siglo, ponía en la obsesión por superar el límite de los cien años (como una nueva barrera del sonido) un índice de nuestra voluntad de despegar, de doblar el cabo de Buena Esperanza y hacer imposible una vuelta a cualquier condición elemental.
    De ser así, esto exigiría, literalmente, ni poder vivir una vida mortal ni poder atreverse a una muerte vital. Entre un polo y otro, hermanados legendariamente en el humor de cierta sabiduría, siempre ha latido la posibilidad del suicidio como una decisión soberana. El hombre debe al menos elegir la forma de morir, decía Freud.
    Pues no. Hoy la dificultad de irse, la posibilidad de no ser localizado en este reino de la visibilidad total, de la fe del reconocimiento, hace que elegir la desaparición por una decisión brusca (y una decisión ocurre de un golpe o no ocurre jamás) sea algo bastante improbable. El suicidio, en el caso improbable de que llegue, ha de ser sepultado entonces en accidentes simulados, en la ambivalencia médica, en una estadística social harto intrincada… O en una decisión que el propio sujeto ha de mantener oculta hasta el final, para no ser interferido. De ahí que, casi invariablemente, los que rodean al muerto manifiestan su estupor por una decisión que, cuando ha de ser reconocida, manifiestan no entender en absoluto.
    Ahora bien. Una sociedad sólo puede entender que la tristeza es una enfermedad, que el fracaso o la tragedia son una enfermedad, si a la vez entiende que la humanidad misma es una enfermedad. Esto significa también que esa sociedad tiene una capacidad muy limitada para la alegría. Y para el coraje de vivir, sin cielos protectores. Es normal así que busque prótesis asistenciales por todas partes. La obsesión de ellas es que el peligro de vivir, la hermandad íntima entre la vida y la muerte, sea algo exactamente impensable.
    Ignacio Castro Rey, Notas sobre el suicidio (II), fronteraD, 27/12/2014
  • Enlace permanente para 'Virtuts civils i societats postindustrials.'

    Virtuts civils i societats postindustrials.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:39pm CET por Manel Villar
     A mediados de los setenta del siglo pasado el sociólogo Daniel Bell, en su libro Las contradicciones culturales del capitalismo, puso sobre el tapete un diagnóstico de esas contradicciones y dos propuestas para superarlas que siguen siendo de actualidad. En cuanto al diagnóstico, las sociedades posindustriales necesitan para sobrevivir y mejorar que sus ciudadanos desarrollen la virtud de la civilidad, que estén dispuestos a trabajar por su comunidad política, y resulta difícil lograrlo cuando lo cierto es que en esas sociedades faltan proyectos y valores compartidos y reina una desigualdad profunda entre sus miembros. ¿Cómo pedir a quienes están situados en los escalones inferiores que se esfuercen por un bien supuestamente común, del que no participan? ¿Cómo pedir a los bien situados que se ocupen del bien común, y no sólo del particular, si no hay un proyecto compartido? Y, sin embargo, la cooperación de los ciudadanos es indispensable para construir una buena sociedad.
    En aquellos años Bell proponía dos caminos para superar esta contradicción y merece la pena reflexionar sobre ellos porque, aunque las circunstancias han cambiado, siguen abiertos como posibilidades. Uno consiste en promover en la comunidad política una religión civil; el otro, en bregar por la justicia social.
    La religión civil es la religión de la ciudad, de la comunidad política. Desde tiempos remotos se entendía que cada ciudad tiene sus dioses, que luchan por defenderla frente a los dioses y los hombres de las demás ciudades. Fue Maquiavelo quien vio en la religión civil una ayuda espléndida para construir una nueva república romana, contando milagros si es preciso, como la leyenda de Rómulo y Remo, y Rousseau dedicó a ese tipo de religión un apartado en el penúltimo capítulo de El contrato social. Tras haber meditado sobre los distintos aspectos de ese contrato por el que las personas pasan a ser ciudadanas de una comunidad política, se pregunta si no es dudoso que vayan a cumplir el pacto, y propone como medida necesaria para lograrlo recurrir a una religión que dote a los ciudadanos de una fe común y asegure desde ella su civilidad. No se trata de la religión del hombre, que le liga directamente con Dios, sino de la religión del ciudadano, la religión civil, que le liga a la polis.
    Para construirla pueden seguirse dos procedimientos. O bien tomar una religión trascendente y convertirla en la religión de la ciudad, o bien dar a los símbolos de la comunidad política un halo sagrado. Es decir, dotar de un carácter sagrado a una determinada versión de la historia, a la bandera, al himno, a las fiestas, al pueblo, a la raza o la etnia, incluso al equipo de fútbol.
    Las personas somos animales simbólicos, y esos símbolos, dotados de un carácter numinoso, que excede con mucho a sus soportes materiales, se inscriben en el terreno fértil de las emociones y hacen vibrar a quienes los comparten. Sintiéndose emocionalmente miembros de esa comunidad sagrada los que están siendo tratados de forma desigual olvidan que es así y trabajan con entusiasmo por una comunidad que sienten como suya. Con lo cual se va tejiendo emotivamente una voluntad común, aunque la desigualdad sea palmaria.
    Ciertamente, es preciso tener en cuenta en cualquier proyecto social el valor de los símbolos, pero la religión civil es una solución premoderna, que ya no era de recibo en el siglo XVIII, cuando Rousseau la propuso, no digamos en el siglo XXI. En nuestros días es bien claro que el Estado y la sociedad civil son los responsables de crear cohesión social, no con leyendas y milagros emotivos, sino poniendo en práctica la justicia social.
    Y llegados a este punto conviene recordar que el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España, elaborado por FOESSA y auspiciado por Cáritas, arroja unos datos escalofriantes, que se han convertido en la primera preocupación de los españoles, y deberían serlo de cualquier partido político que aspire a gobernar. La población excluida representa el 25%, cinco millones se encuentran en exclusión severa, y de entre los excluidos, el 77,1% está excluido del empleo, el 61,7% de la vivienda y el 46% de la atención sanitaria.
    Naturalmente, el barómetro del CIS de septiembre 2014 refleja que ésas son las principales preocupaciones de los españoles: el paro, la corrupción y el fraude que roban recursos públicos, los partidos políticos y la situación económica. Pero otros temas son igualmente urgentes, porque afectan a derechos humanos, por poner un solo ejemplo, el caso de la inmigración. Es doloroso que Europa no se preocupara de la ingente cantidad de africanos que moría por el ébola y, sin embargo, encontrara rápidamente dinero para intentar hacerle frente en cuanto la posibilidad de contagio cruzó el Estrecho de Gibraltar. Construir soluciones con altura humana para los inmigrantes en el marco de la Unión Europea es uno de los retos ante los que Europa no puede mirar hacia otro lado.
    Abordar cuestiones como éstas es el proyecto que puede crear civilidad honradamente. Los partidos que se ocupen prioritariamente de ellas habrán tomado la política en serio.
    Adela Cortina, ¿Religión civil o justicia social?, El País, 27/12/2014
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    Byul Chul-Han, exemple d'intel.lectual "tancaportes".

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:27pm CET por Manel Villar

     
    Durant les últimes dècades s'han imposat una mena d'intel·lectuals que es dediquen a explicar-nos el que ja no pot ser, el que ja no podem seguir pensant, fent o desitjant. Són els predicadores de la fi de la història, de la fi de les ideologies, de la fi del pensament crític... Són els intel·lectuals “tancaportes”, veritables policies del pensament que tenen com a funció precintar aquells camins que ells mateixos declaren intransitables per sempre. Amb aquest gest superb, eviten haver de buscar aquests altres camins que encara estan per descobrir, aquestes sendes perilloses que alguns ja han començat a obrir o simplement s'estalvien haver de barallar-se amb l'emboscat i amb els atzucacs del nostre temps.
    Un d'ells és Byul Chul-Han, assagista d'èxit, perquè amb les seves crítiques mordaces contribueix a deixar encara més impotents els que es lamenten però no volen incomodar-se intentant canviar res. Fa poc temps, concretament el 3 d'octubre d'aquest mateix any, va publicar en aquest diari un article titulat "Per què avui no és possible la revolució?", en el qual partia literalment d'una escena, la del Berliner Schaubühne, en la qual ell i Antonio Negri s'havien citat per parlar de la vigència de la idea de revolució. Davant de la ingenuïtat del comunista revolucionari que encara és Negri, Chul-Han s'havia proposat la tasca il·luminadora d'intentar fer-li i fer-nos entendre per què avui no és possible la revolució. Els precintadors del canvi radical sempre es presenten amb les credencials de la lucidesa davant d'ingenus, immadurs i romàntics.
    Els arguments de Chul-Han es reduïen bàsicament a només un: el règim de poder neoliberal és incontestable perquè sedueix, estabilitza i ho mercantilitza tot, fins i tot el comunisme. Em pregunto des d'on escriu algú que parla del poder de seducció i d'estabilització d'un règim de dominació que precaritza i destrueix la vida natural, social, cultural i personal al nivell que ho ha fet i ho continua fent, cada vegada amb més intensitat, el capitalisme. És que els nens esclaus indis, o els homes i dones que cada dia escalen la tanca de Ceuta o Melilla són éssers lliurement seduïts pel discurs de l'emprenedoria? És que les multituds que matinen per anar a treballar cada matí o que omplen les llistes de l'atur d'aquest país i de molts altres són usuaris complaguts d'un sistema en el qual desitgen lliurement ingressar?
    Em pregunto, també, quina experiència social té algú que veu en tota resposta col·lectiva o cooperativa a la precarietat actual un nou producte del mercat capitalista. Però contestar d'un en un els diferents aspectes de la seva argumentació desbordaria l'espai d'aquest article. Analitzaré només la tesi que es recull en el títol del seu article, no perquè l'afirma Chul-Han, sinó perquè és un lloc comú de l'actual ideologia amb la qual el poder manté la seva pròpia legitimitat.
    Que “la revolució ja no és possible” és una tesi que només es pot sostenir des de la mirada del poder. Tenir poder és precisament pretendre dominar un determinat espai del que és possible: del que pot ser o no ser, del que pot passar o no passar. En aquest cas, el “ja no” de la sentència tanca la revolució entre una possibilitat passada i una impossibilitat futura. La neutralitza presentant-la com una experiència històrica caducada. Però per als sense poder, el possible sempre és una presó, un espai de dominació. La revolució, per tant, mai ha estat possible ni impossible. Revolucionària és, precisament, aquella acció col·lectiva que fa emergir una possibilitat imprevista, una novetat radical que no estava continguda en el ventall del que podia passar.
    En què consisteix aquesta possibilitat amb la qual el poder, ja sigui neoliberal o disciplinari, mai compta com a realment possible? El mateix Marx la descriu a La ideologia alemanya amb unes paraules molt clares: la revolució consisteix en “l'apropiació de la totalitat de les forces productives per part dels individus associats [… ] que adquireixen, al mateix temps, la seva llibertat associant-se i per mitjà de l'associació”.
    En el capitalisme actual, les forces productives ja no són només els mitjans de producció industrial. Són tots els mitjans que reprodueixen la vida, materialment i simbòlicament. La revolució és reapropiar-se'n col·lectivament, és a dir, per mitjà d'aquesta capacitat d'associació i de cooperació que ens fa lliures. Em pregunto: no és això, precisament, el que està passant? Els moviments socials i les emprenedories cooperatives que, en tants llocs del món avui, autonomitzen la seva capacitat de gestió i de creació de formes de vida, què fan sinó proposar i plantejar concretament formes de reapropiació col·lectiva de la vida?

    I si la revolució, més que “no ser ja possible”, és una cosa que està passant contínuament? La revolució seria llavors la possibilitat més permanent, més insistent i més imminent del sistema capitalista. No és que ja no sigui possible, sinó que sempre és aquí, tenint lloc i sent combatuda, reconduïda, neutralitzada. El que ha canviat no és la possibilitat de la revolució sinó la seva forma i concepció històrica. En un món posthistòric, la revolució ja no serà un esdeveniment històric, únic, que canviarà per sempre el curs de la història. I en un món postpolític, la revolució ja no serà una simple presa del poder polític. Més enllà de la història política de les revolucions, avui s'imposa la intempestivitat de les revolucions que ja estan tenint lloc. Si el poder no les vol veure, nosaltres, sí.
    Marina Garcés, La revolució del que és possible, El País, 27/12/2014
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    Les frases més conegudes dels científics.

    Archivado: diciembre 26, 2014, 10:17pm CET por Manel Villar
    forges
    “Eppur’ si muove” (y, sin embargo, se mueve), soltó Juan Pablo II tras subir al podio con dificultad durante un sínodo en octubre de 1994, estrenando su nueva prótesis de cadera. Estaba citando a Galileo Galilei, de quien se dice que musitó esas mismas palabras tras repudiar públicamente el sistema copernicano bajo la persuasiva influencia de la Inquisición, y a quien el propio papa había rehabilitado dos años antes. “Eppur’ si muove”i es un ejemplo de las frases hechas de la ciencia, frases nacidas en y alrededor de la ciencia, y que se emplean ampliamente fuera de ella. Aquí tienes una muestra.
    Fue un “momento eureka”ii aquel en el que la “manzana de Newtoniii golpeó al joven Isaac. Hizo que asociase la fuerza que arrastraba la manzana a la tierra con la fuerza que mantenía a la Luna en su órbita (“essentia non multiplicanda sine necessitate”iv). Dos décadas más tarde Newton había unido todo el universo mediante la gravedad, sin afirmar conocer su causa (“hypotheses non fingo”v). Lo que sí sabía era que Dios tenía que intervenir de vez en cuando para conseguir que los planetas se mantuviesen en sus órbitas, cosa que éste continuó haciendo hasta que Pierre Simon de Laplace demostró que ya no hacía falta (“Sire, je n’ai pas besoin de cette hypothèse”vi). Y eso que poco antes Francia se había jactado de que “la Republique n’a pas besoin des savants”vii.
    Cambiando de tema en un “salto cuántico”viii, se puede observar como, si bien “cogito ergo sum”ix podría ser una buena forma de comprobar la propia existencia para un filósofo, probó ser mortal para “el asno de Buridan”x. Y es que la naturaleza parece estar interesada en la “supervivencia del más apto”xi, no del más inteligente. Con todo, esto no tiene importancia a largo plazo ya que, a pesar de la gigantesca y constante cantidad de energía en el universo (“E = mc2, E = hνxii), “die Entropie strebt einem Maximum zu”xiii; ni siquiera el “demonio de Maxwell”xiv podría salvar al universo de la “muerte térmica”xv.
    Pero lo mismo no tendríamos que preocuparnos siquiera por el destino final del universo. El que la guerra o la polución acaben con nosotros antes no es en absoluto descartable. Un “invierno nuclear”xvi sería seguido por una “primavera silenciosa”xvii que, alternativamente, podría conseguirse por cocción (“efecto invernadero”xviii) o tostado (“agujero en la capa de ozono”xix) de muchos de los seres vivos de la Tierra. Llegados a este punto ni siquiera si “la ontogenia recapitula la filogenia”xx sería de interés académico. Y, dado que “ex nihio nihil fit”xxi, encontraríamos poco consuelo en saber que “ex ovo omnia”xxii y que la vida fue una “doble hélice”xxiii.
    Y tú, ¿conoces más frases hechas de la ciencia y su origen?
    César Tomé López, Frases hechas de la ciencia y más allá, Cuaderno de Cultura Científica, 26/12/2014
    Notas:iEl uso de la frase por parte del papa está documentada en diversos textos, entre ellos “Testigo de esperanza” de George Weigel, Plaza & Janés (2000).
    ii“Lo encontré”, grito triunfal de Arquímedes mientras saltaba fuera de la bañera teniendo la idea para una balanza hidrostática con la que comprobar que la nueva corona de su rey era de oro puro.
    iiiEl primer registro de esta famosa anécdota aparece en las notas de una entrevista con un Newton ya muy mayor, alrededor de 1725. Su popularidad se debe a Voltaire.
    iv“Los principios no deben aumentarse innecesariamente”, es una forma de expresar la “navaja de Ockham”, un precepto atribuido al filósofo escolástico William of Ockham.
    v“No concibo hipótesis”, el rechazo de Newton a especular acerca de la causa de la gravedad. Erróneamente se ha visto esta frase como el núcleo de su método científico, y el correcto.
    vi“Sire, no necesito esa hipótesis”, respuesta atribuida a Laplace a la pregunta de Napoleón de por qué Dios no aparecía en su mecánica celeste y sistema del mundo.
    vii“La República no necesita científicos”, la respuesta a los esfuerzos por librar de la guillotina a Antoine-Laurent Lavoisier.
    viiiUn concepto del que se abusa tomado de la teoría atómica de Niels Bohr (1913) en lo que se refiere a las transiciones bruscas entre órbitas (sin que existan estados intermedios) de los electrones.
    ix“Pienso luego existo”, la base última del conocimiento para René Descartes.
    xEl burro super-lógico que murió de hambre cuando el principio de razón suficiente hizo que fuese incapaz de elegir entre dos montones de paja igualmente atractivos. La paradoja no es de Jean Buridan, sino que se usó contra sus argumentos. Nótese la inquina.
    xiLa lección que se supone se extrae, y constituiría la base, de la teoría de la evolución según “El origen de las especies” de Charles Darwin.
    xiiLos equivalentes de la energía (E) en masa (m) y frecuencia de la radiación (ν), según aparecen en la relatividad de Einstein y la hipótesis cuántica de Max Planck, respectivamente; c, velocidad de la luz en el vacío, y h, cuanto de acción, son constantes universales.
    xiiiLa mitad de la formulación de Rudolf Clausius (1865) de los principios de la termodinámica: “La energía del universo es constante; la entropía tiende a un máximo”.
    xivEl microsuperhéroe creado por James Clerk Maxwell que lucha contra el incremento de la entropía.
    xvUna expresión del siglo XIX para referirse a la penosa situación tras la muerte y disgregación de las estrellas (todas, presentes y futuras).
    xviLa consecuencia de evitar que la radiación solar alcance la superficie terrestre mediante la inyección en la atmósfera de cantidades ingentes de polvo por el estallido de explosiones nucleares reiteradas, un concepto introducido por Carl Sagan como analogía con el acontecimiento que habría puesto fin a los dinosaurios.
    xviiLa consecuencia del uso descontrolado de pesticidas, un concepto introducido por Rachel Carlson.
    xviiiLa acción de algunos gases en la atmósfera de evitar que la energía solar, reconvertida en radiación térmica, escape de la Tierra, actuando como lo hacen los vidrios o plásticos de un invernadero.
    xixUn desgarro en la capa que protege la vida terrestre de un exceso de radiación ultravioleta.
    xxEl concepto de que “el desarrollo del embrión es un resumen de la historia del género” formulado por Ernst Haeckel en 1874.
    xxi“Nada viene de la nada”, frase atribuida a Parménides y popular durante la escolástica.
    xxii“Todo viene del huevo”, idea expresada por William Harvey en 1651
    xxiiiEl modelo propuesto por Watson y Crick para el ADN.


      [culturacientifica.com]
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    El dret al malbaratament.

    Archivado: diciembre 26, 2014, 10:31am CET por Manel Villar
    El Roto
    La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

    El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

    «Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

    Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

    El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad grave» ha crecido casi un 30% entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos 16 años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, la diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

    Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

    El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

    Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restaurante de Montreal en Canadá: el restaurante cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

    Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

    Los expertos saben convertir las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, tanto mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

    El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente en la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

    Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a 7.000 años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

    Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

    El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

    El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

    La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad; las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

    Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error que se debe corregir, ni un defecto que se debe superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar un shopping centerdel tamaño del planeta.
    Eduardo Galeano, El imperio del consumo, Rebelión, 26/12/2014 
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    Els passatges de Walter Benjamin (documental)

    Archivado: diciembre 25, 2014, 10:07pm CET por Manel Villar

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    Camus, la serietat i el plaer.

    Archivado: diciembre 25, 2014, 9:58pm CET por Manel Villar
    En 2010 se retransmitió en la cadena France 2 la película Camus, de Laurent Jaoui. Puede verse en versión original, francés sin subtítulos, aquí. La película está basada en los diez últimos años de la vida de Albert Camus desde 1951, cuando publica L'homme révolté (El hombre rebelde), hasta el día de su muerte, 4 de enero de 1960. Tenía entonces 47 años, no muy viejo por cierto.

    Albert Camus
    Se trata, sin duda, de un intento de dar un nuevo sentido a un autor y a un período histórico a la luz de las preocupaciones del presente. Esto mismo hace Michel Onfray con su libro L'ordre libertaire. La vie philosophique d'Albert Camus (publicado en 2012), inspirándose en la biografía de Olivier Todd Albert Camus, une vie (1996), en la que también se ha basado Jaoui para su película. Esto mismo hace Tony Judt en ‘El moralista reticente: Albert Camus’, en El peso de la responsabilidad (1998), artículo que finaliza dándole la razón a Hannah Arendt, cuando allá por 1952 afirmó que Camus era “el mejor hombre de Francia”.
    El juicio de Arendt no fue, sin embargo, el de sus contemporáneos. No se le perdonó entonces ser una voz disidente dentro de la izquierda, como tampoco su popularidad, su éxito. Se dijo que poco o nada tenía de filósofo o que, en todo caso, se trataba de un filósofo para los programas de bachillerato. De ahí la oportunidad de esta película, si consideramos que hay que acabar con la mucha ideología y con la mala fe.
    La película de Jaoui traza un círculo virtuoso entre una afirmación al inicio y otra al final, ambas sobre la fidelidad. Al inicio podemos escuchar cómo Camus les dice a sus amigos Michel y Janine Gallimard que “se llama traidor al que permanece fiel a sí mismo”, defendiéndose así de lo que se publicaba en París contra él en ese momento. Al final, hablando de sus relaciones amorosas, Camus dice que él es fiel: “no hago trampas con mis sentimientos como hace la mayoría de la gente”.
    Tomemos estas palabras al pie de la letra. La película muestra cuatro lugares para entender la fidelidad de Camus.
    En primer lugar consideraremos la fidelidad a la izquierda. Cuando en una entrevista le preguntan a Camus si es de izquierdas, su respuesta es afirmativa y apostilla: “malgré moi et malgré elle”, o sea, “a pesar mío y a pesar de ella”. En efecto, la izquierda intelectual parisina atacó con ferocidad el libro L'homme révolté, en el que Camus denuncia el totalitarismo soviético (tengamos presente la fecha: 1951) y en el que se pregunta cómo es posible que ciertos militantes de la izquierda puedan apoyar el asesinato colectivo.
    En la película hay una escena en la que Camus y Sartre se pasean por los jardines del Luxembourg. Jaoui ha elegido magníficamente a los actores que encarnan a estos dos filósofos. Podemos apreciar la altura de Camus –medía 1,82 centímetros–, al lado de Sartre –bastantes centímetros por debajo–, el encanto de Camus que, a sí mismo, se definía como una mezcla de Fernandel, Humphrey Bogart y un samurai, y la fealdad de Sartre (¿son tonterías?, ¿me dejo llevar por aspectos anecdóticos?: depende de cuán materialistas seamos, o de cuánto pensemos que los grandes hombres están al margen del narcisismo y de los celos). Sartre le dice a Camus que él también sabe de los campos de concentración soviéticos, pero que considera que no hay que denunciarlos para no infundir desesperación en la clase obrera. Cuando Camus cuenta su encuentro con Sartre a su mujer, Francine, le dice con rabia: “ ni siquiera puedo romperle la cara, es demasiado pequeño”.
    El reproche de Sartre es que Camus es un idealista porque no le da la razón a la historia, a la inexorabilidad de la historia. Esta era la ideología marxista de los años de la postguerra: la consideración de que existen leyes de la historia que conducen el decurso de los acontecimientos por el camino del triunfo de la justicia social, y que el papel de los intelectuales es estar de ese lado, sacrificando si es preciso la libertad. La historia tiene sus razones frente a las que las existencias concretas de los humanos no tienen importancia. Los campos de concentración soviéticos caen del lado de la necesidad del avance de la historia: que unos miles de hombres y mujeres, o cientos de miles, sean asesinados, se les haga desaparecer, sean condenados, es un hecho poco relevante, si tenemos en cuenta los millones de personas, la humanidad entera, que se beneficiarán de la victoria final del socialismo sobre la opresión.
    Se puede pensar que Sartre estaba siendo fiel a la doctrina marxista y que, en cambio, era Camus el que, después de haber sido durante casi 20 años compañero de viaje, abandonaba en ese momento este lado de la trinchera. Por eso hay que precisar: la fidelidad de Camus no es con respecto a las organizaciones de los trabajadores y sus ideologías sino con aquello que siente en sus entrañas, con respecto a sí mismo.
    Camus es un nietzscheano absoluto, no de los que repiten como loros, sino de los que aplican lo que saben y sienten a sus propias vidas. Y como tal conoce las dos fidelidades que hay en cada uno de nosotros: la fidelidad a los sentidos, al estómago, y la fidelidad a las ideas, a la cabeza. De las dos la primera es el origen, la causa y, por tanto, es portadora de verdad. La otra es reflejo, consecuencia, elaboración y por tanto es velo, ocultamiento. Hay quien puede ver el universal histórico pisoteando los casos particulares y seguir del lado de la revolución así concebida; y hay quien no tiene estómago para ello. En las situaciones en las que muchos hacen lo que se espera de ellos, hacen lo que deben –aunque el deber sea una barbaridad (el deber del “buen marxista”, del “buen comunista”, de la izquierda)–, algunos pocos se oponen manifestando su propia imposibilidad de seguir adelante justificando crímenes y desmanes. Esa imposibilidad nace en las entrañas.
    “Estamos atados a lomos de un tigre”, gritaba Nietzsche. El tigre ruge en nuestro interior. A Camus no le gusta pensar con las ideas, con la razón: la impostura tiene origen en los argumentos que nos damos. Camus no podía seguir de acuerdo con la izquierda intelectual parisina, ni en la cuestión de la revolución soviética ni en la cuestión de Argelia.
    Argelia es otro de los lugares para entender la fidelidad de Camus consigo mismo. A partir de los atentados del Frente de Liberación Nacional (FLN), la prensa de izquierdas difundirá la imagen de una Argelia habitada por un millón de colonos de látigo y puro, subidos a un cadillac, que someten a la población árabe. Camus sabe que el 80% de la población francesa en Argelia eran asalariados y comerciantes, como su familia, que era pobre, trabajadora e ignorante. Y por ello siempre dirá que en Argelia hay dos pueblos que deben entenderse y llegar a vivir en paz. Se muestra hostil a la independencia de Argelia.
    En la película, Camus recuerda a sus críticos que le reprochan no estar del lado de la población árabe que, ya en los años 30, escribió como periodista acerca de las condiciones de vida en la Kabilia y que fue expulsado por ello de Argelia. La escena en la que Camus pronuncia una conferencia en el Cercle du Progrès en Argel, ya en pleno conflicto (1956), y en la que declara su amor por esa tierra –“que no se merece ni sufrir ni ejercer el terror”–, termina mal: nadie quiere escucharle, ni los franceses ni los árabes, y Camus concluye que hay poco que hacer porque nadie quiere la paz.
    Una de las anécdotas que más se recuerdan de la posición de Camus ante el conflicto argelino tuvo lugar en Estocolmo, con motivo de una ceremonia cuando se le concedió el premio Nobel de literatura. La película de Jaoui la incorpora: en una rueda de prensa, un joven exaltado árabe argelino interpela a Camus acusándolo de no estar del lado del FNL. Camus responde condenando el terrorismo. El joven le espeta que lo que hace el FNL es justicia. Y entonces Camus pronuncia la frase que provocará escándalo: “creo en la justicia, pero defenderé a mi madre antes que a la justicia”. En muchas otras ocasiones había ya dicho que estaba asustado por la idea de que su madre pudiera ser víctima de un atentado terrorista en Argel. Pero la forma de la frase con la que respondió al joven árabe argelino levantó una polvareda: descontextualizada, no se puede apreciar que de nuevo está condenando la justicia entendida como terrorismo necesario, sólo se ve que opone un universal a un caso concreto. Incluso así, sin embargo, Camus seguía siendo fiel a sí mismo: mejor una verdad concreta que una abstracta.
    Y en el terreno de las verdades concretas, también la película nos muestra que Camus sabe establecer diferencias: trata a su suegra, burguesa de Orán, de racista y la hace responsable, como a muchos franceses de Argelia, del drama que allí se está viviendo; por otra parte, sin embargo, cuenta que su madre no quiere ir a vivir a París “porque allí no hay árabes”.
    El tercer ámbito en el que podemos analizar la fidelidad hacia sí mismo de Camus es el teatro. Pocos meses antes de morir, en mayo de 1959, escribe un artículo, ¿Por qué hago teatro?. “Prefiero –dice– la compañía de la gente del teatro, sean virtuosos o no lo sean, a la de los intelectuales, mis hermanos”.
    Siempre le gustaron el teatro y el fútbol. De joven jugó muchísimo al fútbol hasta que su temprana tuberculosis se lo impidió. Entonces encontró en el teatro algo similar a la alegría que le proporcionaba el fútbol. ¿Qué tienen en común, a los ojos de Camus, ambas actividades?
    Ambas son un juego y no existe juego alguno sin reglas del juego. “Reglas del juego” combina dos aspectos, la seriedad y el placer. Así es como entiende la vida, como deberíamos vivirla, si de verdad fuéramos amantes de la vida: la vida no es un asunto serio, pero tomarse en serio las reglas te hace sentirte al mismo tiempo entusiasta e inocente.
    Tanto en el teatro como en el fútbol dependes de los demás. Sucede en cualquier trabajo verdaderamente hecho en equipo (también le gustaba una enormidad trabajar en el periódico Combat en la clandestinidad, durante la ocupación alemana). Hay algo magnífico en un equipo, en un coro, en una compañía teatral, en una orquesta: la camaradería y la solidaridad son esenciales, son las reglas del juego. Si alguien hace mal las cosas todas las miradas se focalizarán hacia ese punto y la labor de equipo pasará inadvertida: un actor que se equivoca arruina la obra, todo el mundo se fijará en él, hablará de él. Por fuerza, en estos juegos (en francés se juega una obra de teatro o una pieza musical), todos se apoyan en todos, todos quieren que a todos les salga bien. Y en eso consiste su gran enseñanza moral. “El poco de moral que sé –escribe Camus– lo he aprendido en los campos de fútbol y las escenas de teatro, que seguirán siendo mis verdaderas universidades”.
    Gracias al teatro, Camus conoció a María Casares, uno de sus grandes amores (en la película se la ve interpretando la obra de Camus Los justos) y a Catherine Sellers (en la película se la ve ensayando Requiem por una monja, obra igualmente de Camus). Y así llegamos al cuarto lugar en el que mostrar la fidelidad de Camus, el territorio de sus conquistas amorosas, de su relación con las mujeres, de sus “infidelidades” continuas.
    La película nos muestra el período oscuro, yermo, por el que pasa Camus a raíz de la publicación de L'Homme révolté. En su vida personal, las cosas no van mejor. Su mujer, Francine, atraviesa una mala época, apenas sale de casa, llora, grita, se desespera. La familia política de Camus, suegra y cuñada, desembarcan en París, preocupadas por la salud de Francine. Consideran culpable de esta situación a Camus por sus infidelidades. Camus se traslada solo a otro domicilio. Francine, en manos de su madre y hermana, se somete a una cura de electroshock para superar la depresión e intenta el suicidio, arrojándose por una ventana.
    Lo único que Camus escribe en este período es La chute (La caída), una suerte de confesión en primera persona. Se dice siempre que la obra de Camus es muy autobiográfica. Y en efecto así es, aunque en un sentido no muy diverso de aquel con el que podemos igualmente decir que toda gran obra de creación es autobiográfica. Está hecha con la sangre y con el cuerpo de su experiencia. Un gran creador bucea en su interior y encuentra en sí mismo la materia con la que inventar sus personajes, que serán y no serán él mismo. No lo serán, porque no están hechos a partir del pequeño relato lleno de razones y justificaciones mediante el cual todo el mundo puede construir su biografía. Lo serán porque los hilos con los que están tejidos vienen de uno mismo, de la parte más profunda y más inconsciente, del tigre al que está atado. Con el acierto propio de los poetas, René Char decía que Camus era un hombre que no “compadreaba consigo mismo”.
    En la película, Camus visita a su madre en Argel y le resume así el argumento de La chute: “es la historia de un hombre cuya vida se tambalea porque no ha podido evitar que una mujer se suicide”. Jaoui pone en paralelo escenas de la escritura de este texto con escenas de Francine en el hospital psiquiátrico.
    Jean-Baptiste Clamence –es así como se llama el protagonista de La chute– se define a sí mismo como un hombre con mucho éxito con las mujeres. Conquistador, podía tener varias relaciones al mismo tiempo; sentía gratitud y admiración hacia las mujeres con las que establecía una relación. Clamence confiesa que deseaba ser amado y por ello ninguna de las mujeres a las que amaba podía tener una vida independiente, es decir, ninguna debía vivir verdaderamente. La sinceridad de este escrito es sorprendente: como un auténtico caballero de la verdad, Camus la mira de frente sin apartar la vista.
    La película deja entrever que la última relación de Camus con la joven danesa Mi (Mette Ivers) lo salva de su postración y le ayuda a empezar de nuevo a escribir. Parece que está decidido a dejar las cosas claras con Francine, de una vez por todas, siendo fiel a sus sentimientos, como le dice a Michel Gallimard. Había escrito ya una parte de Le premier homme cuando sucedió el accidente de coche que le quitó la vida.
    Le premier homme, inacabado, también está hecho de los hilos de la madeja de su vida. Dentro de sí encuentra a este Adán, primer hombre porque no tiene un pasado de cultura, de relato histórico, que lo preceda. Y ¿de dónde sale uno cuando no tiene padre y cuando la madre no sabe, no recuerda, no habla?
    En la película hay una escena en la que Camus riñe a los Gallimard porque se han excedido con sus hijos en los regalos de Navidad que les han hecho. Declara que quiere que sus hijos den su justo valor a la riqueza y a la pobreza y recuerda que su abuela, o sea, la madre de Camus, les ha mandado el mismo regalo que él recibía en esas fechas: unos caramelos y unas naranjas. Comenta ante la sorpresa de sus invitados que su madre pertenece a una raza noble.
    El silencio de su madre es lo que la ennoblece a los ojos de Camus. En ella debía estar pensando cuando, en el discurso de aceptación del premio Nobel, declara que escribe al servicio de quienes sufren la Historia. En ella piensa cuando le dedica Le premier homme: “A ti que no podrás nunca leer este libro”.
    Es la nobleza de los valores terrenales, esos mismos que ya exaltaba en uno de sus primeros escritos, Noces à Tipasa (Nupcias en Tipasa). Lo que no habla puede ser una experiencia. Y en el caso de Camus se trata de una experiencia de felicidad. Lo dice bien claro: no hace falta el mito, el relato de la cultura, no hace falta hablar de Dionisos para ver y sentir el placer de la vida. El olor del lentisco, la sal en el cuerpo, el mar que te mece, el sol que deslumbra en el cielo azul, límpido. A los 20 años ya lo tenía claro: vivir Tipasa y dar testimonio. O sea crear como Adán, como el primer hombre, reconociendo la fuente del entusiasmo por la vida, poniendo en palabras la experiencia muda.
    No puedo vencer la tentación de copiar las palabras con las que termina este ensayo: “Mar, campo, silencio, perfumes de esta tierra, me llenaba de una vida olorosa y mordía en el fruto ya dorado del mundo, desconcertado al sentir su jugo dulce y fuerte en mis labios. No, no era yo lo que aquí contaba, ni el mundo, sino sólo el acuerdo y el silencio gracias al cual hacía que naciera en mí el amor. Amor que no tenía la debilidad de reivindicarlo sólo para mí, consciente y orgulloso de compartirlo con toda una raza, nacida del sol y del mar, viva y sabrosa, que extrae su grandeza de su simplicidad y, de pie en las playas, dirige su sonrisa cómplice a la sonrisa esplendorosa de los cielos”.
    La experiencia Tipasa, la experiencia del tigre feliz que ruge dentro de él es el lugar al que vuelve y desde el que escribe: siempre le será fiel. Pero que ese lugar fuera el de la felicidad le costará caro. Camus sabe que la felicidad no debe declararse, a riesgo de ser condenado por todos aquellos que te considerarán por ello ingenuo o superficial. En el mundo intelectual es habitual pensar que para combatir algo triste hay que estar igualmente triste. Camus piensa justo lo contrario: que hay que ser feliz para luchar contra la desgracia.
    Camus, primer hombre, tiene por eso mismo algo de superhumano. Porque lo que es superhumano no es un individuo sino la cualidad de ciertas acciones. Las acciones fuertes y libres, felices e inocentes, de alguien que amó tanto la vida que supo que para vivirla había que verse como si uno estuviera “jugando” una comedia.
    Maite Larrauri, "Un viejo maníaco de la felicidad wa lo que soy". La imagen de Albert Camus, fronteraD, 25/12/2014
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    Anaximandre, el primer filòsof?

    Archivado: diciembre 25, 2014, 9:28pm CET por Manel Villar

     
    La física, tal como la entendemos,  es ante todo el resultado de un conocimiento de la naturaleza que se va progresivamente actualizando, pero  Erwin Schrödinger sabe que  nuestra relación  con ésta no tiene  porque  venir determinada por un enfoque cognoscitivo. De hecho  tal enfoque  presusupone un postulado que está muy lejos de constituir una obviedad, a saber, precisamente,  que la naturaleza es cognoscible.  Como ya he señalado aquí mismo, cabe  perfectamente  concebir una gran civilización que no se halle sustentada en este  postulado, una civilización para la cual el fondo de la naturaleza sea algo reverenciable,  sagrado, temible o protector,  y ello precisamente por intrínsecamente ignoto. De ahí que  Erwin Schrödinger llegue a sostener una tesis ya por otros esbozada  pero que él asume con gran radicalidad, a saber: que la asunción  del postulado relativo al  carácter cognoscible del orden natural constituye una singularidad, un rasgo definitorio de la civilización griega y por mejor decir de la Jonia que constituye una de sus  matrices.

    En este primer  postulado tendríamos la primera razón para  retornar al  periodo álgido del pensamiento de los Tales de Mileto (585 a. C. aproximadamente),  Anaximandro  (hacia 565), Anaxímenes (545)... Entre estos pensadores, que  desde luego pueden ser  considerados tanto los primeros científicos  racionalistas como los primeros filósofos, se fragua no sólo la idea de que  la naturaleza es susceptible de ser comprendida, sino  también la más singular todavía de que tal comprensión es neutra, es decir: el conocimiento en sí no perturba aquello sobre lo que se vuelca.
    Nótese  que este hecho de que  la  persona  comprenda  sin perturbar lo comprendido, sin involucrarse en ello,  es la primera condición de que quepa hablar de conocimiento objetivo. Pues si en el acto de conocer el sujeto introdujera una perturbación en  lo conocido, perdería nitidez la diferencia  misma entre sujeto y objeto. Tenemos aquí el origen mismo  de una polaridad tan arraigada que ni siquiera (en nuestro ordinario discurrir) la reflexionamos. Si los pensadores griegos pudieran ser catalogados exclusivamente por la asunción consciente o implícita de los dos postulados... habría que considerarlos más bien como primeros científicos que como primeros flósofos. Y desde luego tal cosa hacen muchos de lso que a ellos se acercan. En un libro de 2013 que lleva el significativo título de Anaximandro de Mileto o el nacimiento del pensamiento científico, el ilustre físico Carlo Rovelli (a quien se debe la llamada  "interpretación relacional"  de la mecánica cuántica)  considera a Anaximandro como el primer científico en el sentido que tal palabra tiene para nosotros.
    Rovelli ve en Anaximandro "un gigante del pensamiento, cuyas ideas suponen una revolución mayor: se trata del hombre que ha dado nacimiento a lo que los griegos han llamado 'investigación de la naturaleza', poniendo las bases, incluso literarias, de toda la tradición científica ulterior". Abre sobre el mundo natural una perspectiva racional: por primera vez el mundo de las cosas es percibido como directamente accesible al pensamiento" Habrá ocasión de volver sobre esta tesis, pero avanzaré  desde ahora los principales argumentos esgrimidos por Rovelli.
    Anaximandro sería el primero en considerar la evolución de los seres vivos; el primero en interpretar la necesidad natural como un orden que desarrolla los acontecimientos en el tiempo; el primero en avanzar conceptos abstractos que permiten postular entidades no perceptibles y que estarían detrás de los fenómenos. Anaximandro sería asimismo el primero en introducir el espíritu crítico que permite manifestar el desacuerdo con doctrinas establecidas, aunque éstas se encuentren sustentadas en la palabra sacerdotal o en la de un respetado maestro. Fiel a este espíritu Anaximandro habría revolucionado la cosmología heredada,  basada en la estructuración del espacio en  un alto y un bajo absolutos. Este cuestionamiento de lo heredado supondría la aportación mayor del pensamiento griego a lo que vendría a ser  el pensamiento científico: aun en el respeto de los dioses, la religión deja de ser la referencia a la hora de explicar, de salvar los fenómenos; aun en el respeto de quien enseñó a pensar, la exigencia fundamental es hacerlo con voz propia.
    Vemos que la tesis de Rovelli   focaliza en Anaximandro la afirmación de Schrödinger según la cual  en Jonia se habría introducido la idea de que el mundo es transparente a la razón. Y sigo manteniendo la pregunta: además de hacer de Anaximandro el primer científico (dejemos toda discusión sobre si habría que considerar como tal ya a Tales) Mas la pregunta persiste:¿en qué todo esto hace de Anaximandro el primer filósofo?
    Vuelvo sin embargo a Schrödinger, para quien  parece no haber duda de que aquí está ya la filosofía, además de que esté desde luego la ciencia.  Escribiendo al respecto con radicalidad:  "La filosofía de los antiguos griegos nos atrae hoy porque nunca antes o desde entonces, en ningún lugar del mundo, se ha establecido nada parecido a su altamente avanzado y articulado sistema de conocimiento y observación sin la fatídica división que nos ha estorbado durante siglos y que ha llegado a hacerse insufrible en nuestros días." (o. c. p.29).
    Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 78, El Boomeran(g), 25/12/2014
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    L'art més car del món.

    Archivado: diciembre 25, 2014, 9:17pm CET por Manel Villar
    Michael Jackson and Bubbles by Jeff Koons
    En un vuelo a Ámsterdam me tocó en suerte un compañero de asiento parlanchín, de esos que, una vez establecido el contacto, ya no deja de hablar durante todo el trayecto. Mi interlocutor resultó ser miembro de una familia dedicada al comercio de diamantes, establecida en aquella ciudad desde hacía siglos. Durante la primera parte del viaje fui informado de una actividad meticulosa y casi mágica que desconocía por completo: el tallado de diamantes. En la segunda parte la información fue menos sutil aunque igualmente sustanciosa. Mi compañero de asiento me explicó cómo se realizaba, por lo común, el lavado de dinero negro originado por el gas y el petróleo de Rusia, así como de otros países productores. Era, según él, un circuito relativamente estable, que iba desde lo ligero y móvil hasta las grandes inversiones en bienes inmuebles. En otras palabras: se empezaba con los diamantes, transportables fácilmente; se continuaba con las obras de arte, también aptas para un cómodo manejo; se culminaba con la compra de terrenos y edificios, siendo, como se comprenderá, la especulación urbanística la más complicada y la más rentable de las sucesivas especulaciones. A través de esta alquimia, de esta metamorfosis de la estafa, lo negro se convertía en blanco.
    Mi informador, de unos 40 años, había empezado a ocuparse de los grandes negocios de compraventa de casas y, como en el momento de producirse el vuelo que estoy relatando, en España ya había estallado la burbuja inmobiliaria, se manifestó en términos bastante despectivos. Invertir en ese país era un mal asunto y deberían pasar uno o dos lustros hasta que volviera a ser algo verdaderamente prometedor. Entonces sería, de nuevo, un buen asunto para los especuladores. El caso es que él, hasta aquel momento, se había dedicado a otros menesteres. Cuando era muy joven estuvo inmerso en el negocio familiar de diamantes y, luego, en la refinada tarea de transformar petróleo en obras de arte. Durante una década se entretuvo en comprar y vender por media Europa.
    Este aspecto mereció mi atención y le pregunté si había estudiado arte y si tenía alguna formación al respecto. Me contestó que no tenía idea de lo que era el arte y que tampoco esto le importaba demasiado. Se movía, dijo, por instinto y, claro está, por las indicaciones de la familia. Ese instinto, me pareció, era clave: no tenía ni idea de arte, cierto, pero sabía con asombrosa seguridad lo que en nuestra época debe ser entendido como arte. Es decir, lo que la época está obligada a aceptar como arte. Su lógica era implacable pues si el dinero negro procedente del gas o el petróleo derivaba, con su vertiginoso destino alquímico, en el pequeño y refulgente diamante o en el aparatoso rascacielos de playa mediterránea, con igual razón se traducía con exactitud en lo que se llamaba “obra de arte”.
    Mi compañero de asiento confesaba no saber nada de arte pero, gracias al instinto, demostraba saberlo todo acerca de la “obra de arte” y, en consecuencia, acerca de lo que nuestro tiempo asumía como arte. No estaba, pues, en absoluto desinformado pues lo sabía todo, y con absoluta precisión, acerca de los precios. Este conocimiento le hacía viajar con seguridad por lo que denominaba “mundo del arte” (y que no era otra cosa que el arte que se imponía al mundo). De su boca salían clientes y productores, claramente jerarquizados según su eficacia y rentabilidad. Sotheby's y Christie's encabezaban una larga lista de galerías y museos que valía la pena tener en cuenta. Paralelamente, surgía el canon de artistas con facilidad pasmosa pues el que tenía un precio más alto era sin duda el más valioso. Todo era, por así decirlo, más diáfano y menos atormentado cuando se entendía de una vez que la verdad del petróleo y la verdad del arte eran lo mismo, sólo que en dos estadios distintos de la transmutación capitalista.
    Debo reconocer que aquella conversación aérea fue muy instructiva, no por lo que me contó acerca del lavado del dinero negro el vástago de una familia mafiosa sino porque su juicio de valor acerca de lo que pudiera ser el arte se aproximaba mucho, hasta casi confundirse, con lo que expresaban medios de comunicación, círculos académicos e instituciones artísticas. Todos ellos han ido identificando al artista contemporáneo con aquel individuo que produce mercancías que se venden al precio más elevado posible. Del mismo modo en que, a juzgar por los titulares de los periódicos, nuestra vida depende de los vaivenes de la Bolsa, es cada vez más evidente que nuestro arte, si así lo podemos calificar, es completamente dependiente de lo que fija el mercado. La cantidad —y aquí también hay alquimia— otorga la calidad. No de otro modo puede interpretarse que los medios de comunicación, además de hacerse eco de las exposiciones de clásicos presentadas como espectáculos, únicamente fijen su atención en los precios de las mercancías y hagan llegar a sus lectores y espectadores el mismo canon artístico que manejaba mi mafioso compañero de vuelo. Tampoco puede interpretarse de otra manera que las universidades, cada vez más con más descaro, hagan la misma operación y los programas académicos integren, como supuestos bienes artísticos, a meros productos de la especulación y de la impostura. Y algo todavía más determinante hay que atribuir a las instituciones artísticas, que se arrogan el papel de moldear el “gusto popular” siguiendo criterios mercantiles propios del capitalismo de casino.
    Si atendemos a la cadena de lavado expuesta por el joyero de Ámsterdam no podemos extrañarnos en absoluto del éxito institucional de nombres como Damien Hirst o Jeff Koons, hasta el punto de que el Centro Georges Pompidou de París, una de las grandes referencias del arte moderno, tenga las expectativas de que la exposición de este último se convierta en una de las más visitadas de la historia. Es una perspectiva coherente: si Koons es el “artista vivo más caro del mundo” (se pagaron 43,6 millones de euros por un objeto suyo) es también el mejor. Algo análogo sucedía cuando Damien Hirst era, hace poco, también el artista vivo más caro del mundo”.
    Naturalmente, es ocioso entrar a discutir la excelencia o deficiencia de Hirst, Koons y tantos otros que integran el canon favorito de los especuladores. Tenía razón mi interlocutor del avión: da lo mismo especular en diamantes, en casas o en supuestas obras de arte. La interrogación que debería ser demoledora es preguntarnos cómo para toda una época —con sus medios de comunicación, con sus universidades, con sus instituciones artísticas— el precio aparenta ser el único juicio del arte. Ya sé que se me dirá que, históricamente, los artistas, como todos los hombres, han tenido precio, lo cual, desde luego, no quiere decir que todos hayan podido ser comprados. El artista, en la mayor parte de los casos, depende de los canales de distribución, los cuales están totalmente marcados por las estrategias especulativas. Quebrada la autonomía del creador y desaparecido el crítico independiente es, en última instancia, el especulador quien dicta el discurso artístico. Esto justifica la pobreza del punto de vista actual, que tiende a reducir cualquier complejidad al fetiche mercantil.
    Llama la atención el conservadurismo de apuestas como la del Centro George Pompidou, creado para navegar, precisamente, en la dirección opuesta. Apostar por Jeff Koons, o por alguien semejante, no tiene nada de innovador sino que responde a una búsqueda de seguridad que recuerda los mismos mecanismos que rigen en los circuitos del lavado del dinero negro. Presentar el fraude como arte es una inversión segura en un mundo paulatinamente domesticado en la falta de complejidad intelectual. Sustituir cualquier asomo de trascendencia estética por el puro espectáculo es asegurar colas en las taquillas, del mismo modo en que los programas basura de la televisión siempre serán más rentables que la emisión de una buena película. La trampa es que el Centro George Pompidou y las instituciones artísticas que realizan operaciones parecidas no asuman abiertamente su carácter antivanguardista y retrógrado, una explícita traición al legado moderno, y expresen su acatamiento simbólico —y quizá explícito— a este capitalismo de casino que, como cloaca apenas disimulada, necesita de los circuitos de sucia alquimia que tan bien me enseñó mi compañero de vuelo. Si lo hicieran sabríamos a qué atenernos. ¿Por qué no organizar una multitudinaria exposición sobre cómo el fraude se transfigura en arte? Eso sí sería mostrar el signo de los tiempos.
    Rafael Argullol, La alquimia de la estafa artística, El País, 25/12/2014
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    Pessebre vivent (El Roto).

    Archivado: diciembre 24, 2014, 3:07pm CET por Manel Villar
    El Roto
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    Ay, ay ay.

    Archivado: diciembre 24, 2014, 3:05pm CET por Manel Villar
    by berlich
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    Forgiana de Nadal.

    Archivado: diciembre 24, 2014, 3:00pm CET por Manel Villar

     

     
     


















      forges


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    Moltes felicitats.

    Archivado: diciembre 24, 2014, 10:02am CET por Manel Villar
     Todos desean la felicidad. Todos la manipulan. Todos buscan sus atajos. De ella y de sus misterios conversan Fernando Savater, Carlos García Gual y Javier Gomá en los Jardines de Cecilio Rodríguez, del Retiro de Madrid. Prolongan en ese paseo lo que han escrito en Muchas felicidades. Tres visiones y más de la idea de felicidad (Ariel). Son las 12 y el sol empieza a tibiar el día. Están prácticamente solos con el rumor de las doce fuentecillas de los cuatro largos estanques rodeados de cipreses.
    Los tres pensadores tratan de rastrear la transformación de la felicidad y ver por qué se ha convertido más en fuente de infelicidades que de dichas.
    La felicidad como el sueño soñado que parece no verse porque está delante, mientras el mundo moderno la ha investido de un carácter inalcanzable y resbaladizo. ¿Un espejismo? Cuando, acaso... ¿solo es disfrutar del dulce placer de vivir? ¿Es la amistad sincera? ¿Es la alegría? O ¿Es como los remeros de un barco, que se aproximan al objetivo a medida que le dan la espalda?
    Fernando Savater: Kant decía que había que merecer la felicidad. No está en nuestra mano ser felices, porque quien hiciera buenas acciones buscando la felicidad en el fondo sería un tipo que lo que quiere es cobrar, ¿no? Es como el soborno del cielo. Alguien que hace las cosas porque espera salvarse es un cobrador.
    Javier Gomá. La distinción está entre ser feliz, propio de la filosofía antigua, y ser digno de ser felices. Lo importante en este caso es que el acento se pone en la dignidad de la felicidad.
    F. S. Sobre todo teniendo en cuenta que la felicidad de la que se habla es otra. La felicidad se convierte en recompensa en cuanto crees que hay alguien, como Dios, que da premios y castigos; mientras griegos, romanos y otros creían que uno puede esforzarse en mejorar pero no buscando premios desde fuera. La religión convierte eso en un soborno.
    Carlos García Gual. Eso choca contra la dignidad de los estoicos. Para ellos hay que ser bueno y hay que portarse bien y ser feliz aquí. Aprender a partir y mediante los sentidos. La felicidad como algo a nuestro alcance y gobernable por nosotros mismos.  
    Los tres están allí en un homenaje a Epicuro, inspirador de su libro, que desarrolló su filosofía de la felicidad en un jardín a las afueras de Atenas. Él fue el primero en tomarse en serio la felicidad como objeto esencial de la vida. De que la vida está en este mundo y hay que vivirla bien. Aunque haya sido malinterpretado, falsificado o calumniado al simplificar su pensamiento y tomar el placer como fuente de felicidad.
    Verdad y mentira, comentan García Gual, Gomá y Savater en este jardín madrileño. Coinciden en que parece un filósofo acorde a estos tiempos para bien y para mal, porque exalta el placer y cierto hedonismo, pero no la posesión, lo que predica es la austeridad y el descubrimiento de la felicidad en la cotidianidad, en las cosas sencillas.
    C. G. G. Lo nuevo en Epicuro es que vivir sin molestias es gozoso. Que hay un gozo natural en vivir. Pero sin supeditarla a la excesiva ambición o la gloria.
    F. S. La prueba es la infancia y la juventud. Niños y jóvenes normalmente son felices porque no son conscientes de que tienen cuerpo, de que envejecerán; no les duele todavía nada. En cambio el concepto se hace complicado con los años.
    J. G. Es una presencia ya en Aristóteles cuando habla de que hay un placer en el ejercicio de las potencias. Hay un placer en comer, beber… En que a la rosa le gusta ser rosa y al hombre le gusta ser hombre.
    “Claro”, dicen Savater y García Gual. Se detienen bajo la sombra de un altísimo pino piñonero. Se detienen en hablar de la manera en que con el tiempo el ser humano se ha vuelto más y más exigente. Quiere todo ya. Convierte la felicidad en una frustración. Como la liebre en una carrera.
    F. S. Nos hemos vuelto posesores, cada vez más. Antes, en la antigüedad contaban que los desdichados eran los reyes y los ricos, mientras que los pobres disfrutaban de lo poco que tenían. Ahora nosotros soñamos como Creso o Epulón en tener cada vez más cosas, y eso desasosiega.
    J. G. La felicidad es un concepto que pertenece a una época superada que sugiere una perfección de que cada cosa en un cosmos viene ordenada y tiene sentido y que el hombre o la mujer si desarrollaban esa función podían alcanzar esa perfección llamada felicidad. Pero con el advenimiento de la individualidad, en los siglos XVIII y XIX, el concepto de la felicidad, tal como la trae la tradición, suena anticuado porque lo verdaderamente importante ya no es ser feliz sino ser individual. Incluso si te ofrecieran la posibilidad de tomarte un filtro y con él ser feliz, en el sentido de tener un estado placentero, pero de manera anónima e impersonal, mecánica o robotizada, poca gente lo aceptaría si la felicidad es el precio de ser impersonal. En cambio, con tu individualidad tú prefieres tu dolor al igual que tu dicha.
    F. S.. La felicidad también se ampara en la originalidad.
    J. G.: La felicidad es como esa metáfora de Kierkegaard, la de los remeros de un barco donde tú te aproximas al objetivo en la medida en que le das la espalda. Mientras no piensas en ello, porque cuando lo elevas al plano de lo consciente y programado es posible que no se consiga.
    C. G. G. Epicuro se opone un poco a eso. Él cree que la felicidad es natural, que el hombre está destinado por naturaleza a ser feliz y que lo que lo hace desgraciado son las vanas ilusiones. Se trata de ver la dulzura del vivir.
    J. G. Epicuro tiene algo de felicidad de abuelete. Excluye el éxtasis, la ebriedad, la pasión que te produce riesgos. Quiere un poquito de comida, un poquito de sueño, un poquito de amistad.
    F. S. Sobre todo lo que quiere es purgar la felicidad de dolores. El poema de Machado que se refiere a que alguien quiere que le quiten la espina que tiene clavada en el corazón y cuando se la quitan ya no siente el corazón. Ese es un poco el problema. ¡El Romanticismo hizo mucho daño! 
    Y todos ríen. Y luego se ponen serios cuando llegan al tema de la felicidad como industria cultural, como el ofrecimiento de sucedáneos que quiere la gente.
    F. S. Los primeros que vendieron felicidad fueron los curas. En la otra vida. Durante mucho tiempo. Si no lo hubieran hecho nadie les hubiera hecho caso.
    C. G. G. Epicuro promueve la felicidad aquí, ahora. En la alegría misma de vivir. No existe más mundo que el terrenal. Desarrolló un materialismo realista que simpatiza con nuestra manera de pensar el mundo y de aprender de las sensaciones.
    J. G. El concepto de felicidad se ha sustituido por el de la búsqueda de sentido. En los siglos XVIII y XIX la gente no preguntaba por el sentido de su vida. De pronto el individuo sale del cosmos y descubre dos cosas: que tiene una dignidad infinita y que está abocado a la indignidad de la muerte. Hoy la muerte está muy presente, desde un telediario hasta los videojuegos de los niños. Pero como un hecho biológico, no como constatación de la conciencia de nuestra mortalidad, de que tenemos una vida finita.
    F. S. Spinoza decía que el hombre nada piensa menos que en la muerte, porque no hay nada que pensar.
    J. G. Sobre los libros que ofrecen fórmulas me parecen ofensivos. Mercadear con la felicidad a fuerza de voluntarismo.   
    Cuando caminan entre las fuentes aparece el nombre de Voltaire. Que la felicidad parece estar asociada a la juventud, pero que cada etapa de la vida tiene su propia felicidad. Es el reto de la sociedad contemporánea. Hace ya un buen rato que el sonido de las fuentes ha quedado eclipsado por el de un saxo que viene de la calle.
    J. G. Aceptar vivir es aceptar envejecer y sacar lo mejor de cada etapa de la vida. La cuestión es que las personas aspiran a una perfección llamada felicidad que trasciende sus capacidades.
    C. G. G. Y en esas atapas está descubrir el valor de la amistad. Epicuro la exaltaba. La satisfacción de las necesidades naturales debía llevarse a cabo rodeado de amigos, con el corazón confortable, en el diálogo y el debate. Dice que lo importante para la felicidad es la filía. Otra cosa relacionada con la felicidad es la memoria, el recuerdo, para ser felices superando momentos de dolor.
    J. G. Hay que estar en un punto medio: entre lo que los escolásticos llamaban vivir entre la presunción y la desesperación. La presunción es pensar que la felicidad nos está dada, la desesperación es pensar que ninguna felicidad de ningún tipo nos es posible. Hay que educar los deseos, pero tampoco creo que uno deba renunciar a cierto éxtasis, ebriedad y pasión. Hay que combinar esos dos elementos.
    F. S. La felicidad de hoy es distinta a la de Epicuro y parece más relacionada con alcanzar un estado invulnerable. Donde nada nos haga daño, pero eso es imposible. Así es que parece incompatible ser humano y ser feliz.
    C. G. G. La alegría es algo en lo que insiste Fernando [Savater]. Los griegos juntaban las dos cosas, la palabra griega Gedoné, que tiene relación con la dulzura del vivir que incluye una cierta alegría. El vivir por sí mismo ya es placentero. 
    Aquí, la felicidad huele a tierra y hojas revueltas y suena al rumor de 12 fuentes de agua, interrumpido, de vez en cuando, por el gluglutear de los pavos reales.
    Wiston Manrique Sabogal, Dichas y desdichas de la felicidad, El País, 24/12/2014
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    Un repaso a 23 siglos de citas sobre la felicidad

    Epicuro: “Estoy dispuesto, si dispongo de un poco de agua y un poco de pan, a rivalizar en felicidad con el mismo Zeus”.

    Schopenhauer: “Los dos enemigos de la felicidad son el dolor y el aburrimiento”.

    Jean-Paul Sartre: “Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”.

    Leon Tolstói: “Mi felicidad consiste en apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”.

    Kierkegaard: “La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más”.

    Byron: “El que cae desde una dicha bien cumplida, poco le importa cuán hondo sea el abismo”.

    Locke:“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

    Prévert: “Reconocí la felicidad por el ruido que hizo al marcharse”.

    Oscar Wilde: “Algunos causan felicidad allí donde van; otros cuando se van”.

    Groucho Marx: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña fortuna...”.
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    Rousseau i la societat de la transparència (Byung-Chul Han).

    Archivado: diciembre 23, 2014, 10:16pm CET por Manel Villar

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     Les Confessions de Jean-Jacques Rousseau són característiques per a a incipient època de la veritat i de la confessió. Ja, ben al principi de les Confessions,  diu que vol mostrar un home en la seva “sencera veritat de la naturalesa” (toute la vérité de la nature). La seva “empresa” que “no té cap parangó”, aspira a una inexorable revelació del “cor”. (...) S’exigeix l’”obertura de cor”, “en virtut de la qual totes les sensacions, tots els pensament es fan comuns, de manera que cadascun, en quant se sent com ha de ser, es mostra a tothom tal com és” (Julie ou la Nouvelle Héloïse). Rousseau crida a la resta d’homes a “descobrir” el seu cor “amb la mateixa sinceritat”. Aquí trobem la dictadura del cor de Rousseau.
    L’exigència de transparència en Rousseau anuncia un canvi de paradigma. El món del segle XVIII era encara un teatre. Estava ple d’escenes, màscares i figures (...).
    A aquest joc de màscares i rols contraposa Rousseau el seu discurs del cor. Així, critica vehementment el pla d’erigir un teatre a Ginebra. El teatre, deia, és un “art de desfigurar-se, d’assumir un caràcter diferent del propi, d’aparèixer diferent del que un és ...”. El teatre és rebutjat com un lloc de desfiguració, d’aparença i de seducció, al que li manca tota transparència.
    Ja en Rousseau pot observar-se que la moral d’una transparència total es torna necessàriament en tirania. Condueix a la violència el projecte heroic de la transparència, el de trencar tots els vels, de treure-ho tot a la llum, d’expulsar tota la foscor. La prohibició mateixa del teatre i de la mímesi, que ja Platóplantejà per al seu Estat ideal, confereix trets totalitaris a la societat de la transparència de Rousseau. D’aquí que aquest prefereixi ciutats més petites, perquè allà “cadascun es troba sempre sota els ulls del públic, el censor nat dels costums dels altres” i “la policia exerceix una vigilància fàcil sobre tothom”. La societat de la transparència de Rousseau es mostra com una societat d’un control i una vigilància total. La seva exigència de transparència s’aguditza en l’imperatiu categòric: “Un únic mandat de la moral substituir tota la resta: mai no facis ni diguis cap cosa que no pugui veure ni el escoltar el món sencer” (Julie ou la Nouvelle Héloïse).
    (“La societat de la revelació”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
  • Enlace permanente para 'Som amb.'

    Som amb.

    Archivado: diciembre 23, 2014, 9:18pm CET por Manel Villar

     
    by Eka Sharashidze
    Somos con, y eso dice de nosotros. Antes de cualquier relación, es su condición de posibilidad. Por ello, hay quienes sin estar explícitamente con nadie saben ser con otros, con los otros. Y no deja de pasar lo contrario.

    En cualquier caso, no es suficiente reconocerse otro para sí mismo si se desea comprender lo que significa la alteridad. Eso precisa un verdadero encuentro con alguien. Únicamente a través de la experiencia de la singularidad irrepetible del otro, de la otra, es posible sentir y saber lo que significa ser uno mismo, pero a la par, hasta qué punto los demás son radicalmente suyos, diferentes, irreductibles a nuestra identidad. No basta con presuponerlo, ni con imaginarlo, ni con una actividad mental de complicidad, ni siquiera con un mero análisis, como si brotara al representárnoslo o al dejarnos guiar por lo que Hegel denomina “el sano sentido común”. Otro asunto es que no pocas veces en sus textos el otro parezca ser, no solo asumido, sino atrapado en las redes de un reconocimiento mejorable.

    Tener que ver con alguien es una expresión que no solo denota complicidad. Literalmente muestra hasta qué punto, juntos, llegamos a ver más, incluso diferente. Ahora bien, el hecho de que alguien no sea uno cualquiera, el que fuera, no hace sino ratificar, a su vez, que en cierto modo nadie lo es. No pocas veces, sin embargo, confundimos la diferencia con la indiferencia.

    Son tiempos en los que parece prevalecer un concepto restrictivo de individuo. Por un lado, se considera abstractamente y, por otro, eso mismo nos permite un supuesto aislamiento respecto de los requerimientos ajenos. Es lo que, por lo que se ve, nos justifica para marcar las distancias que garanticen no sentirnos afectados. Este poder no deja de ser el de una indefensión. Aunque podría suponerse que se trata de independencia, es otro modo de subordinación, el de hallarse ensimismado, vinculado solo consigo. No es de extrañar, aunque conviene no identificar la autonomía personal con la autosuficiencia.

    En tal caso, es poco decir que nos necesitamos. No es una declaración general de reconocimiento de nuestros límites, de nuestras carencias, de nuestra indigencia y de nuestra vulnerabilidad, no es una proclamación universal que solicita, prácticamente implora, una ayuda, o un auxilio indeterminado. Sin duda, estos pueden ser bien imprescindibles, aunque en ocasiones es explícita una precisa falta, la de alguien concreto, singular, cercano.

    No pocas veces provienen del otro las fuerzas de que carecemos. Y nos alcanzan. No es difícil, por otro lado, esgrimir todo un conjunto de razones a fin de apuntalar decisiones bien consistentes para fraguar formas de vida sin alguien. De lo que no hemos de deducir que se haya producido un desprendimiento de nuestro ser con los demás. En absoluto. Incluso la más radical de las soledades puede serlo tal por referencia a cualquier posible relación.

    No basta con decir que somos solos, lo sintamos o lo estemos más o menos, ni con afirmar que hay una raíz de soledad constitutiva. Quizá también así se constata hasta qué punto somos relación. Lo que no impide, como Pessoa subraya, que hagamos la experiencia de ser nadie. Ahí radica explícitamente la apertura, la atención, con la que nos disponemos ante lo que podría venir y sobrevenirnos. No todo es solo temor. También la incertidumbre adopta en ocasiones el rostro de una llamada, que no es de mero auxilio. Que lo sea no impide que se vislumbre que ni siquiera somos los únicos y exclusivos propietarios de semejante experiencia de ser nadie. Ni de precisar abrirnos a los otros.

    Tal vez nada lo muestre más certeramente que la palabra, la que nos falta, la que no acaba de llegar, la que más precisamos. La palabra incluso que nosotros mismos no somos capaces de decir, porque no sabemos, porque no podemos, porque ni siquiera la tenemos. O porque la creemos guardar mientras ya no es ni siquiera silencio. Algo con alguien empieza o acaba por ser una palabra compartida.

    En épocas de cierta indiferencia, expresada en ocasiones en una aparente proliferación de aproximaciones sin relación, de voces sin palabra, se hace preciso reconocer hasta qué punto alguna distracción y determinada dejadez han nublado de ocupaciones esta ausencia. La vinculación entre el retorno de la palabra y la vuelta del otro supone constatar hasta qué punto esta conexión es fundamental para que sea la célula matriz mediante la cual el cuerpo social se recupere.

    Y en esta reconstitución no es suficiente con una indeterminada y genérica exaltación, en un impreciso e incierto reconocimiento. Necesitamos palabras concretas, las de quienes son alguien porque consisten en ellas, y no precisan ninguna otra razón, ni ninguna otra distinción o poder ni para decirlas, ni para decírnoslas. Es así como vienen a ser de alguien, porque no hacen de tales palabras algo que sea simplemente un objeto, sino una acción que no es solo un acto, sino existencia propia.

    Entonces puede labrarse una tarea conjunta, la que supone un desafío colectivo, la que considera la suerte común como aquello que no exige anular la singularidad, sino hacer que sea un motor de impulsión para no permanecer encerrados en una individualidad sin palabra. Ahora bien, llegar a ser alguien para alguien comporta toda una forma de vida, incluso el llegar a serlo para uno mismo. En cuanto nos descuidamos, somos algo. Ángel Gabilondo, Ser con alguien, El salto del Ángel, 23/12/2014
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    Què cal fer amb la maternitat?

    Archivado: diciembre 23, 2014, 9:08pm CET por Manel Villar

    Què cal fer amb la maternitat és un dels problemes que inquieten les joves del nostre temps. Cada vegada hi ha més mitjans tecnològics per superar l'edat biològica idònia per ser mare. La preocupació de les dones per no perdre oportunitats al mercat laboral, unida als molts incentius de llibertat que avui estan a l'abast també de les dones, afortunadament, fa que es vagi posposant una decisió d'una forma una miqueta irreflexiva. Ni des del feminisme ni des de les polítiques públiques que, esporàdicament, es limiten a lamentar el descens de la natalitat, es considera que la qüestió sigui un problema que exigeixi ser abordat amb voluntat almenys d'orientar i fins i tot corregir tendències que no semblen gaire recomanables. Tampoc la bioètica, que ha fet de la reproducció assistida un dels seus temes preferits, ha dedicat gaire temps a la manera en què s'utilitzen les tècniques.
    L'absència d'idees en aquest camp la van aprofitar no fa gaire dues empreses tecnològiques capdavanteres, Apple i Facebook, amb una proposta xocant: oferien a les treballadores la possibilitat de finançar-los la congelació dels òvuls amb la finalitat que poguessin dedicar els anys fèrtils –al seu judici, els més productius– a treballar per a l'empresa. Diguem de pas que aquesta mesura, oferta per ambdues companyies com un benefici per a les seves empleades i les seves famílies, la recomanen aquí també els centres que es dediquen a la reproducció assistida com la fórmula per aconseguir més èxit i seguretat en les tècniques reproductives.
    Gairebé simultàniament, una altra notícia retia compte d'un exabrupte del president de Turquia que es dirigia a les dones del seu país amb el missatge que el seu lloc natural era a casa i no competint al mercat de treball. En realitat, no són dos punts de vista oposats, sinó dues “solucions” a una cosa que només es vol veure com un problema que cal esquivar. Mariano Barbacid ho comentava en una entrevista també recent fent notar l'escassetat de dones en l'àmbit científic: “Si la natalitat no els tallés les ales, hi hauria tantes dones científiques com homes”. Elles volen ocupar-se més dels fills que ells, cosa que potser les porta a no optar per carreres que encara són percebudes com a molt masculines. Per una raó o per una altra, les carreres tècniques són les que tenen més dèficit de dones.
    El que cal posar en relleu és que el missatge no canvia. Es continua entenent que el destí o la voluntat de ser mare és incompatible amb escalar els esglaons de qualsevol professió i per a la qual una s'ha preparat. Això és el que l'entorn posa de manifest, amb formes més masclistes o més sofisticades. Dit d'una altra manera, el mercat laboral no està disposat a fer-se càrrec de les interrupcions a la feina per causa de la maternitat sense exigir res a canvi. Si ser mare és una opció més, les dones hauran de decidir què prefereixen: ser bones professionals o tenir fills.
    Com passa amb gairebé tots els estils de vida, tenen a veure tant amb la voluntat de les persones per escollir entre diverses formes de viure, com amb el reconeixement social que tenen les diferents opcions de vida. Una de les tasques pendents de l'emancipació de la dona és donar a la funció reproductiva el valor que es mereix. Les societats que han començat a fer-ho –a Europa, com sempre, els països nòrdics– han aconseguit nivells de natalitat raonables, no donant premis a les famílies nombroses com feia Franco, sinó reconeixent efectivament el valor de la maternitat. Això consisteix, abans de res, a atorgar permisos per ser mare (o pare, si així es prefereix o convé) més llargs que la misèria de quatre mesos que les mares tenen en aquests pagaments, a més de guarderies a l'abast de totes les butxaques. No són privilegis, són maneres de fer entendre que la maternitat té un valor no només per a les dones, sinó per a la societat en general.
    No és estrany que, des d'aquesta perspectiva, les dones siguin les més castigades per l'atur. Tampoc ho és que la feina a temps parcial es pensi sobretot per a elles i no per al conjunt dels treballadors que, si treballessin menys hores, podrien repartir-se millor altres tasques. Acaba de ser nomenada fiscal general de l'Estat una dona. El sostre de cristall ha començat a trencar-se. Però hi ha un altre sostre menys cristal·lí: el que impedeix a les candidates en situacions professionals intermèdies conciliar la vida familiar i la laboral.
    Ara que s'acosten eleccions de tot tipus, i que, gràcies a l'ascens de Podem, els partits que es diuen d'esquerres competeixen per proposar beneficis socials amb vista al bé comú, aquí tenen un filó per explotar. Si no ho fan, serà aquesta abstracció a la qual anomenem mercat la que farà propostes que coincideixin amb els seus interessos particulars. O rebrotaran actituds masclistes que convencin les dones que els seus deures són on secularment van ser.
    Victoria Camps, La maternitat, un obstacle, El País, 23/12/2014
  • Enlace permanente para 'La cèl.lula (Ciència Express).'

    La cèl.lula (Ciència Express).

    Archivado: diciembre 23, 2014, 6:13pm CET por Manel Villar

  • Enlace permanente para 'John Lennon, Happy Xmas.'

    John Lennon, Happy Xmas.

    Archivado: diciembre 23, 2014, 6:12am CET por Manel Villar

  • Enlace permanente para 'Caritat i desigualtat.'

    Caritat i desigualtat.

    Archivado: diciembre 23, 2014, 6:07am CET por Manel Villar

    El Roto
    El desembre és un mes que, entre moltes altres coses, s’associa a la idea de solidaritat. Les festes de Nadal suposen una pretesa harmonia en la convivència social que convida als esclats d’efervescència solidària. Moments àlgids d’empatia i generositat, que es contraposen als moment àlgids de consumisme, per respondre a múltiples causes socials: des de la recollida d’aliments fins a la recerca mèdica, tot passant per l’apadrinament d’infants, entre altres finalitats. Per petit que sigui el resultat final, sempre és un èxit en la mesura que es millora la situació de partida: es passa de no tenir res a tenir. Certament, les convocatòries intensives i maratonianes de solidaritat durant el mes de desembre contribueixen a millorar les condicions de vida. Dit això, és oportú reflexionar sobre l’exercici de la solidaritat en la societat actual.
    Des del punt de vista sociològic, és obligat citar Émile Durkheim, que en la seva obra La división del trabajo social aborda la solidaritat com a fet social. Més enllà de la idea abstracta de societat, el sociòleg parteix de l’existència de grups d’individus que comparteixen espais en dinàmiques grupals tot establint vincles de solidaritat d’índole molt variada. Durkheim parla de la solidaritat orgànica en les societats modernes fruit de la creixent divisió del treball, que implica més especialització de les persones, més heterogeneïtat de les funcions i, per tant, més necessitat d’interdependència funcional entre els individus. Sense entrar en el debat teòric que planteja l’autor, és interessant recollir la idea de solidaritat com una dinàmica de relacions horitzontals i recíproques entre persones diverses que formen part d’un grup. Des d’aquesta perspectiva, s’entén que la solidaritat implica compromís, constància i reconeixement de l’altre com a igual. 
    La solidaritat es pot expressar de moltes maneres, però no és només un gest puntual sinó una actitud compromesa davant les relacions socials, una manera d’estar i entendre la interacció amb els altres. L’aportació material a una causa justa és un gest solidari necessari però no suficient per teixir els vincles de solidaritat que, per exemple, han fet possible l’existència de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca (PAH). La diferència entre les iniciatives de tipus assistencialista basades en donatius i la militància a la PAH és en termes de compromís, constància i reciprocitat. Donar sense contrapartida situa en peu de desigualtat el que rep, perquè anul·la la possibilitat d’una relació horitzontal i, per tant, genera un deute que interfereix en les relacions futures. Preservar el respecte i la dignitat de l’altre és bàsic en termes de solidaritat. L’horitzontalitat implica acceptar que la interdependència és bidireccional, és a dir, que “un dia jo ajudo però l’altre m’ajuden”. Per això és important diferenciar la solidaritat de la caritat. La solidaritat busca la causa del problema per trobar una solució col·lectiva; la caritat ofereix una ajuda immediata però corre el risc d’emmascarar l’origen del problema. 
    Per descomptat, en el context actual la societat no pot rebutjar la bona predisposició i l’eficiència de moltes accions caritatives. Hi ha moltes famílies que tenen un plat a taula cada dia gràcies a aquest tipus de voluntariat. Però tampoc es pot obviar que moltes d’aquestes persones viuen amb humiliació la seva situació: per exemple, mares que van a recollir menjar al banc d’aliments quan els seus fills són a l’escola perquè no els volen dir que no tenen diners per anar al supermercat. La solidaritat té un recorregut més llarg i ofereix, sovint, identitat. Les persones que formen part de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca s’identifiquen i es fan visibles en les seves reivindicacions. En lloc d’humiliació, la seva militància els aporta reconeixement, confiança i el que es coneix com a empoderament. La caritat individualitza els problemes; la solidaritat permet socialitzar-los. Una diferència important, sobretot en un moment en què la gestió de la crisi que han fet els governs, que han acceptat el paradigma de l’austeritat, ha suposat la pèrdua de capacitat per garantir l’accés als serveis públics. La caritat no pot substituir la falta de garanties públiques perquè reprodueix desigualtats en comptes d’assegurar la igualtat. En la mesura que la solidaritat no és caritat, només es pot exercir els 365 dies de l’any, sense oblidar que el que és desitjable seria que aquesta actitud solidària complementés, i no substituís, les garanties socials de l’estat. 
    Sara Moreno, La solidaritat no és caritat, Ara, 23/12/2014
  • Enlace permanente para 'Futbol i treva en el dia de Nadal de 1914.'

    Futbol i treva en el dia de Nadal de 1914.

    Archivado: diciembre 22, 2014, 9:37pm CET por Manel Villar
    David BoyleWayne Rooney y Bobby Charlton han grabado un vídeo, la UEFA ha inaugurado un monumento en Flandes. El príncipe Guillermo ha hecho otro tanto en Staffordshire, y la British Army Football Association [Asociación de Fútbol del Ejército británico] – que no es un organismo con el que  me haya topado yo antes de ahora – se prepara para jugar la semana que viene contra un equipo de la Bundeswehr (el ejército alemán) en Aldershot. Sí, es hora de conmemorar los famosos partidos de fútbol en el Frente Occidental durante la tregua de Navidad de 1914.
    No está demasiado clara cuál es la mejor manera de celebrar el centenario de algo tan informal y espontáneo. No es cosa de mandar a la Reina y enviar bandas de música. Un partido de fútbol parece una idea tan buena como cualquier otra. 
    Hubo muchos partidos, aunque curiosamente de la mayoría se recuerda que acabaron 3-1 a a favor de los alemanes. Pero una de las peculiaridades de la tregua de Navidad es que ponemos los ojos demasiado húmedos como para tomarla realmente en serio como historia. 
    Es cierto que en aquel entonces la gente describió la tregua como algo mágico, de ensueño, y la espontánea amistad en medio de la escarcha y la nieve tiene en sí algo de mágico. Es verdad que hasta quienes participaron en ella se preguntaron si podría continuar para siempre.     
    Pero lo que la tregua no fue  -al menos en las líneas británicas o alemanas – fue política o pacifista, a diferencia de manifestaciones posteriores semejantes en el frente francés o ruso a lo largo de la guerra. Tampoco fue universal: algunos (como el joven Hitler) se negaron a participar, algunos llegaron incluso a disparar al enemigo conforme salía de las trincheras. Ocho soldados británicos murieron durante la tregua del día de Navidad.
    Si vamos a tonarnos en serio este acontecimiento – tal como deberíamos – tenemos que encarar algunos de los misterios e incomodidades en torno a ella.
    Para empezar, ¿nos habríamos mostrado tan entusiastas con la tregua si se hubiera producido en las playas de Dover en la Navidad de 1940 con los invasores nazis? Los alemanes acusaron a los británicos en 1914 de no tomarse la Guerra en serio; de comprometerse en algo que no les concernía. Quizás había suficiente verdad en eso como para que pudiera darse la tregua.  
    Hubo otras treguas en 1915 y posteriormente – y siempre hubo ejemplos caballerosos de “vive y deja vivir” en la historia militar –, pero 1914 fue antes del gas venenoso, del Lusitania [transatlántico hundido por submarinos alemanes en el Canal de la Mancha], de la enfermera [británica] Edith Cavell [fusilada por los alemanes en Bélgica] y los demás hechos que agriaron al bando aliado e hicieron más difícil el fútbol en las trincheras.
    Luego estaban los civiles belgas, que escupían a las tropas británicas por confraternizar con los invasores. ¿Hizo la tregua que se fuera de rositas el alto mando alemán por las atrocidades cometidas contra civiles en Bélgica?   
    Por supuesto, no se trataba de una confraternización con Moltke, jefe del estado Mayor alemán, o el Káiser mismo sino con soldados corrientes, lo que fue posible debido a que muchos de ellos en el lado alemán habían trabajado en Gran Bretaña antes de la guerra y hablaban inglés.
    Estamos acostumbrados a ver la I Guerra Mundial a través de los ojos de los poetas del conflicto y de Oh What a Lovely War, [musical antibelicista de los años 60 sobre la guerra] y es difícil contemplar 1914 – cuando la guerra de trincheras era nueva, antes del Somme o de Passchendaele–  como lo que entonces parecía.
    Por último, el misterio. Pues para franceses y alemanes, todavía quedan revelaciones: un historiador francés escribió recientemente acerca de la tregua con el título de  El último tabú. Hay tantos relatos de primera mano en el Reino Unido que los partidos de fútbol parecen una historia sincera. No del todo. Todavía hay discrepancias acerca de quiénes instigaron los muchos alto el fuego minúsculos (fueron primordialmente los alemanes, aunque los británicos fueron los principales instigadores de los partidos de fútbol). 
    Pero, ¿qué pasó con los oficiales? El comandante en jefe británico, Sir John French, escribió en su autobiografía que llamó a capítulo a sus oficiales y “tuvo muchos problemas como consecuencia de ello”. Han desaparecido casi todas las pruebas de esos problemas, pero es una pista respecto a lo que verdaderamente aconteció. Parece probable que la mayoría de los oficiales de los batallones del frente acogieran la tregua como una oportunidad no sólo de enterrar a los muertos sino de reparar las trincheras en medio de un tiempo espantoso.
    Quizás el descubrimiento de cuántos oficiales de alta graduación habían animado a la confraternización fuese el problema al que se referían los franceses. Quizás fuera eso lo que asustaba a los jefazos. Hoy es difícil saberlo hoy. Lo que está claro es que pocos de ellos, si es que hubo alguno, esperaban que los diversos alto el fuego durasen hasta Año Nuevo o que implicaran tanto fútbol. O que la sensación de paz que se produjo en Navidad como consecuencia, y el entierro conjunto de los muertos, cambiara las vidas e inspirase a tantos de los que lo vivieron.
    Así que buena suerte a la Army Football Association. Espero que esta vez alguien traiga un balón de fútbol que se pueda usar.
    David Boyle, 1914: Mito y verdad de la tregua navideña en las trincheras, Sin Permiso, 21/12/2014
    David Boyle (1958), periodista y escritor sobre muy diversas temas de economía e historia, es miembro de la New Economics Foundation y autor de un libro sobre la tregua navideña de 1914, Peace on Earth: The Christmas Truce of 1914.
    Traducción : Lucas Antón
  • Enlace permanente para ''I Feel Good' neurològic.'

    'I Feel Good' neurològic.

    Archivado: diciembre 22, 2014, 9:22pm CET por Manel Villar


    Cuando decimos que el cerebro causa la mente estamos diciendo que hay una serie de estados físicos que generan estados mentales. Al hacerlo, quizá sin darnos cuenta, estamos cayendo en cierto dualismo. No estamos afirmando que los estados físicos son una misma cosa que los estados mentales, sino que los primeros generan algo diferente a ellos: los estados mentales. Quizá pretendiendo defender una tesis aparentemente materialista estamos afirmando precisamente lo contrario, que la mente no es algo físico.
    No obstante, la objeción puede intentar salvarse. Podemos decir que los estados mentales causados por estados físicos también son estados físicos. Podemos sostener que, por ejemplo, la actividad neuronal x, genera un estado mental y, siendo tanto x como y fenómenos físicos. El problema estaría ahora en determinar qué tipo de fenómenos físicos son los estados mentales. Y, en mi opinión, esta es el hard problem dentro del hard problem. En las observaciones mediante las, cada vez más sutiles, técnicas de escaneo cerebral, lo que observamos es única y exclusivamente actividad neuronal. Y lo que sabemos, a día de hoy, del funcionamiento del cerebro, es que es una complejísima red de comunicaciones. No hay ni rastro de qué son esos fenómenos mentales generados por la actividad neuronal. Podemos seguir dando soluciones:

    1. Podemos recurrir a la teoría de la identidad: los estados neuronales son lo mismo que los estados mentales. Pero aquí está el problema que no me canso en denunciar una y otra vez: un estado mental no puede ser un potencial de acción eléctrico que se desplaza de una neurona a otra.  La electricidad es un flujo de electrones que se mueve a gran velocidad. Eso no es una emoción, pensamiento, recuerdo, etc.  Podría objetarse que la mente no es solo la actividad de una neurona, sino la actividad conjunta de muchas de ellas. Modelos informáticos de redes neuronales son capaces de memorizar, aprender y resolver ciertos problemas complejos. De acuerdo, una red neuronal así entendida es capaz de acciones inteligentes al igual que una computadora normal y corriente, pero no de tener estados mentales. Las máquinas no sienten ni tienen consciencia de nada. Vale, pero se puede volver a la carga: por ejemplo, los antidepresivos muestran con claridad que inhibiendo la recaptación de serotonina en las hendiduras sinápticas de ciertos circuitos cerebrales, cambiamos el estado emocional del sujeto. Hay miles de ejemplos de como el uso de ciertas sustancias químicas alteran nuestras emociones, e incluso nuestra consciencia. Sí, pero, ¿sabemos cómo diablos la serotonina causa que me sienta bien? Solo sabemos que su presencia mejora nuestro estado de ánimo, pero no tenemos ni idea de cómo.  No sabemos cuál es el proceso mediante el cual una molécula consigue una sensación o sentimiento. “Sentirse bien” no es idéntico a “hay muchas moléculas de serotonina flotando entre tus sinapsis” por mucho que exista una fuerte relación.


    2. Siguiendo en la teoría de la identidad: deben existir otros estados físicos x, que no son idénticos a lo que hoy sabemos de los estados neuronales, pero que son realmente los estados mentales. Esto es lo que yo pienso. Albergo la creencia de que lo que sabemos del cerebro es solo la punta de un enorme iceberg. La actividad neuronal tiene mucho que ver con nuestra mente, pero la mente no es únicamente eso. Quizá hagan falta nuevas técnicas de observación o incluso, vete a saber, nuevas ramas de la bioquímica o de la misma física. El tema es que lo único que podemos hacer es seguir investigando.

    Pero aquí viene el hard problem dentro del hard problem: ¿Y si no hubiera más? ¿Y si seguimos escaneando y escaneando el cerebro y seguimos únicamente encontrando actividad neuronal, esencialmente, tal y como la conocemos ahora? ¿Y si el cerebro no es más que 86.000 millones de neuronas interconectadas entre sí, lanzándose mensajes electro-químicos? Entonces, necesariamente, tendríamos que plantear algún tipo de dualismo que se saldría de los cauces de la ciencia empírica. Muy mal asunto.
    Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, El hard problem dentro del hard problem, La máquina de vom Neumann, 22/12/2014
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    Laclau omnipresent.

    Archivado: diciembre 22, 2014, 9:09pm CET por Manel Villar
    Ernesto Laclau


    De los principios y propuestas en el programa de Podemos de mayo de 2014 para las elecciones europeas y de sus discursos iniciales, ya han caído las  cuatro principales: la Renta Básica universal no condicionada, una Auditoría de la Deuda que tuviera dientes, una política económica que sea a la vez ecológica (nacida del Círculo 3E: Energía, Economía, Ecología), y el derecho de autodeterminación de las naciones o nacionalidades que componen el estado español.

    Referente al último tema, hay muy recientes declaraciones de Ignacio Errejón, el joven politólogo de Podemos, que claramente decían, “referéndum catalán al igual que el de Escocia”.  Esa claridad fue voluntariamente enturbiada en el discurso de Pablo Iglesias en Barcelona el 21 de diciembre, donde no se comprometió a apoyar un referéndum de autodeterminación pero tampoco lo desechó para siempre. La ambigüedad es calculada.

     “Podemos” y sus slogans tienen vocación de “significantes vacíos”, para usar la expresión de Ernesto Laclau, el teórico del peronismo y autor de “La razón populista” (fallecido lamentablemente en abril de 2014). “Populismo” se usa aquí en el buen sentido de la palabra, como una forma política realmente existente, más democrática que los regímenes oligárquicos o caciquiles, o que los golpes militares que han sido realmente las alternativas en Argentina, como también en Ecuador o Bolivia u otros países que hoy gozan de gobiernos del tipo peronista.

    El Peronismo consiguió atraer permanentemente a las masas obreras y populares a la vida política argentina, en una época de bonanza económica por los ingresos de la segunda guerra mundial. Para Laclau (1935-2014), pensador de origen marxista e inicial militancia trotskista, esa adhesión obrera y popular al Peronismo que incluía hasta un cierto elemento erótico hacia la persona de Evita Perón, presentaba un problema teórico de gran magnitud. ¿Podía despacharse esa realidad simplemente como un caso de “falsa conciencia”?  Eso no era intelectualmente satisfactorio. ¿Cómo había logrado Perón (sin ningún libro para guiarle) una hegemonía política en Argentina abarcado diversos grupos sociales incluida la clase obrera?

    El Peronismo fue catalogado por Laclau como un “significante vacío”, que podía llenarse en su expresión  más propia con elementos del nacionalismo popular (como los Kirschner) pero que ha sido también compatible con montoneros de extrema izquierda y con el neoliberalismo de Menem. Es absurdo indignarse por la traición a las “verdaderas” esencias peronistas. Tampoco hay que indignarse en Ecuador por las “traiciones” de Correa al movimiento indígena o al ecologismo. Los “significantes vacíos” pueden llenarse con cualquier cosa, siempre que desplieguen una retórica más o menos nacionalista y popular.

    Al fin y al cabo también el Socialismo se convirtió en España en un “significante vacío”. Se puede ser social-demócrata en Europa y al mismo tiempo apoyar políticas de austericidio. Zapatero en España cambió en una noche un artículo de la Constitución junto con el PP, para asegurar que la primera prioridad del presupuesto fuera pagar la Deuda.

    Perón se afirmó en sus orígenes destruyendo otros sindicatos anteriores, y simplificando la elección política y al mismo tiempo volviéndola antagonística, en términos de amigos y enemigos. Esa era la explicación de Laclau y es doctrina explícita de los dirigentes de Podemos. “Braden o Perón”, fue el slogan en 1945, donde Braden era el embajador de Estados Unidos y empresario minero transnacional. “La Revolución Ciudadana contra los Pelucones”, proclama Rafael Correa. El Pueblo contra la Casta, es el slogan de los politólogos que dirigen Podemos, junto con otras consignas simples: “Su odio, nuestra sonrisa”, o “están los de arriba y estamos los de abajo, que somos más”. Advertencia: nunca hables de derecha e izquierda, colócate “en el centro del tablero”.

    Simplifiquen, no hagan promesas que después no saben si van a cumplir o no, ambigüedad bien meditada. Podemos es algo distinto a Syriza en Grecia, que tiene un vocabulario de antigua izquierda. Podemos se nutre de votos del PSOE (la Pasokización del PSOE), votos de los post-comunistas de Izquierda Unida (de donde procede Pablo Iglesias) y de los abstencionistas y de otros partidos, los que sea. Las encuestas le dan ya un 25 por ciento de los votos en España.

    El 31 de enero de 2015 Podemos anuncia una gran manifestación en Madrid, pero es mal intencionado hablar de una “marcha a Roma”, y más absurdo todavía hablar de la irresistible ascensión de Pablo Ui (como si fuera Arturo Ui en la pieza de Bertold Brecht), como se ha hecho en las páginas de El País. Quien lea a Laclau sabe que “populismo” no es ningún insulto, es una conceptualización de regímenes que realmente han existido y existen y que no son necesariamente de derecha. Ha habido cosas peores y no hace tanto tiempo: regímenes oligárquicos y regímenes militares.

    Joan Martínez Alier, Podemos. El euro-peronismo, El cor de les aparences, 22/12/2014
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    La informació és un fenomen de la transparència (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 22, 2014, 8:52pm CET por Manel Villar

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    forges

    La societat de la transparència és una societat de la informació. En aquest sentit, la informació és, com a tal, un fenomen de la transparència, perquè li manca tota negativitat. (...)
    La societat de la transparència no només manca de veritat, sinó també d’aparença. Ni la veritat ni l’aparença són tan aparents. Només és completament transparent el buit. Per desterrar aquest buit es posa en circulació una massa d’informació. La massa d’informació i d’imatges és una plenitud en la que encara es deixa notar el buit. Un augment d’informació i comunicació no aclareix per si sol el món. La transparència tampoc fa clarivident. La massa d’informació no engendra cap veritat. Quanta més informació es posa en marxa, tant més enrevessat és el món. La hiperinformació i la hipercomunicació no injecta cap lluma la foscor.
    (“La societat de la informació”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
  • Enlace permanente para 'Nadal feliç?'

    Nadal feliç?

    Archivado: diciembre 22, 2014, 8:24pm CET por Manel Villar
    El Roto
    No llama la atención pero es muy llamativo que todas estas Fiestas de Navidad se consideren tan necesariamente familiares. No lo son porque lo sean sino porque deben serlo.
    ¿Nadie lo ordena? La Historia de la familia en nuestro espacio cultural conserva esta inducción, muy severa, a celebrar la fechas con los hermanos, padres, cuñados, nietos, abuelos, yernos, nueras y no sé que otros muchos parentescos más que se ven concitados a reunirse y a comer (en cenas o almuerzos) grupalmente. De una parte, hay quien lo toma como una crucifixión pero otros lo echarían de menos si no rigiera esta clase de invisible coerción a juntarse alrededor de una mesa bien puesta. 
    No siempre es feliz este agrupamiento, claro está. Y no siempre las cenas más festivas terminan alborozadas  pero aquí reside, precisamente su interés. Las familias estrechan sus contactos, reducen las distancias de sus domicilios y se someten al experimento de compartir a fecha fija un supuesto acontecimiento feliz que los envuelve. Pero esta felicidad tiene por singular característica que no procede de nada inesperado o celestial sino que se fija estrictamente en unos días como si de hecho la felicidad no tuviera otra opción que presentarse en el orden del día fijado para la reunión. Pero realmente, como es de esperar, la felicidad siempre posee sus planes autónomos o independientes. Es arbitraria, es voluble, es caprichosa,  es más bien tonta y no lleva ni agenda ni reloj. La felicidad es como el mercurio en los tiempos que el mercurio se nos presentaba  a través del termómetro roto y como un metal (o un animal) que nadie podía  controlar del todo. La felicidad es mercurial, deslizante, inaprensible. ¿Cómo encerrarla en el tosco reducto de una congregación familiar? Nada más opuesto a la ominosa elegancia de su naturaleza. A su ser vocacionalmente  delictivo. La felicidad viene y va. Se pasea por el mundo como una entidad sin dependencias ni leyes cronologías. Hay de todo dentro de la felicidad y mucho más también fuera de ella, Puede hacer feliz a un desvalido concediéndole un sabor de miel superlativa o compensar incalculablemente a un rico prestándole la oportunidad de vivir sin techo junto a un  cuerpo de miel. La felicidad no tiene signo, ni residencia fija. Va de aquí para allá. ¿Convocarla en Navidad? El resultado suele ser tan baldío que de una u otra manera enseña, año tras año, que las celebraciones de los días navideños se relacionan  más con el desengaño que con la satisfacción. Más con el dolor que con el gozo, más con la melancolía que con el mazapán, más con la experiencia de recuerdos insondables, manifiestamente oscuros, que con las luces del árbol, la purpurina y los villancicos que siendo tan simples  dan tanto que pensar. 
    Vicente Verdú, Feliz Navidad, El Boomeran(g), 19/12/2014
  • Enlace permanente para 'Transparència contra il.luminació metafísica (Byung-Chul Han)'

    Transparència contra il.luminació metafísica (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 21, 2014, 9:51pm CET por Manel Villar

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    La metàfora de la llum, des de l’antiguitat, a través de l’Edat Mitjana fins a la Il·lustració, domina el discurs filosòfic i teològic, mostra una referència forta. La llum brolla d’una font o d’un origen. És el mitjà de les instàncies que obliguen, prometen o prohibeixen, com Déu o la raó. Així, desenvolupa una negativitat, que actua de forma polaritzant, engendra oposicions . La llum i les ombres es pertanyen mútuament. Am b el bé apareix a l’hora el mal. La llum de la raó i la foscor de l’irracional, o d’allò tan sols sensible, es produeixen l’una a l’altra.
    En contraposició al món de la veritat de Plató, a l’actual societat de la transparència li manca aquella llum divina que implica una tensió metafísica. La transparència manca de transcendència. La societat de la transparència és diàfana sense llum. No és il·luminada per aquella llum que brolla d’una font transcendent. La transparència no sorgeix a través d’una font de llum. El mitjà de la transparència no és cap llum, és més aviat una irradiació sense llum, que, en lloc d’aclarir ho penetra tot i el fa transparent. En contraposició a la llum, és penetrant i travessa. Actua, a més, homogeneïtzant i anivellant, mentre que la llum metafísica engendra jerarquies i distincions, i amb allò crea ordres i orientacions.
    (“La societat de la informació”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
  • Enlace permanente para 'El suicidi com a voluntat de fugida.'

    El suicidi com a voluntat de fugida.

    Archivado: diciembre 21, 2014, 9:26pm CET por Manel Villar

    Salvo momentos antropológicos y culturales específicos (algunas civilizaciones antiguas, el estoicismo), la norma es que el suicidio esté anatemizado por muy distintas sociedades. Antes era arrebatar una vida a Dios, supremo hacedor y dueño de los hombres. Ahora es arrebatar una vida a la Sociedad, no menos celosa de su capital humano que los antiguos poderes teológicos. Ya saben lo que decía Chesterton: cuando los hombres dejan de creer en un dios es para creer en otro. Tal vez no es casual que los estudios sociológicos sobre el suicidio coincidan con una sociedad industrial, la del siglo XIX europeo, que invade médica y minuciosamente la higiene productiva de sus ciudadanos.
    El caso es que sobre la cuestión del suicidio, tan vieja como el mundo, se han cernido desde hace décadas nuevos elementos. Si el mandato social de las conexiones hace prácticamente milagrosa la desconexión (o accidental, pero el accidente es un milagro invertido), ¿cómo esa desconexión total que implica la muerte no va estar hoy rodeada de tabúes? Y más aún la muerte voluntaria. Entendemos la desconexión como muerte asistida, y eso no es deseable para nadie salvo en casos extremos, jurídica y éticamente homologados.
    Además, esta sociedad no puede comprender que alguien sea tan infeliz en su seno que quiera abandonar voluntariamente tal radiante bienestar. No obstante, fijémonos en los más de tres mil suicidios anuales: en España, primera causa externa de muerte. Por cierto, tres veces más frecuente en hombres que en mujeres.
    Reparemos también en la infinidad de "desapariciones" diarias: los éxodos del fin de semana, el protector anonimato de la gran ciudad, la gente que no contesta, la huida literal de otros, el silencio del prójimo en los escenarios masificados.
    Estamos tan rodeados de desapariciones, con frecuencia discretas, que hasta se podría pensar que las pantallas parpadean sin cesar con la materia prima espectral de todo lo que se ha ido. Y lo que ha partido es, quizás en primer lugar, una buena relación con la inevitable zona de opacidad que late en cada ser humano. Y posiblemente en cada objeto.
    Todo esto sin contar lo que permanece escondido bajo cualquier estadística. Preguntémonos cuántos casos de suicidio están sumergidos tras la noticia de algunos accidentes de tráfico, de extraños accidentes domésticos o laborales, de desapariciones no resueltas. O sencillamente, bajo el piadoso encubrimiento de los familiares y amigos de quien ha decidido quitarse de en medio. Un último homenaje al muerto es mantener el velo de "una larga enfermedad".
    Preguntémonos entonces qué tipo de sociedad ha tenido que intentar tapiar todos los huecos por los que se cuela la gravedad (torre Eiffel y torre Madrid, viaducto de Segovia) para que la gente no pueda arrojarse al vacío. ¿Qué clase de desarme tecnológico y moral hace que sintamos tan incómodas las zonas de sombra y la ley analógica de los cuerpos? Igual ocurre con el silencio de los ángulos muertos, el aburrimiento de las esperas, el peso de la vida al desnudo.
    No es tan extraño el oscurantismo numérico que rodea hoy al tema de la muerte no asistida. Échenle un ojo a las estadísticas, casi un auténtico galimatías. Y esa insistencia de los "expertos" en la depresión y el suicidio como una enfermedad, y no como el resultado de una voluntad de huida, de una responsabilidad personal en desaparecer.
    De las vacaciones estivales a la emigración del fin de semana; de la cultura y el entretenimiento a las incansables App. de cualquier dispositivo smart. ¿En qué tipo de prisión vivimos para que la palabra evasión goce hoy de tanto prestigio?
    Ignacio Castro Rey, Notas sobre el suicidio (1), fronteraD, 20/12/2014

    Artículos relacionados:
    El tabú del suicidio. Los medios de comunicación tienen como norma no dar la noticia, por Sergi Escudero¿Qué vas a hacer con todo esto? Una historia familiar de suicidio, por Sergio González Ausina, que en fronterad mantiene el blog Cruce de caminos, sobre suicidioEl póker de Antonio Calvo, por Alberto Moreiras
  • Enlace permanente para 'Cultura i evolució humana (conferència de Juan Ignacio Pérez).'

    Cultura i evolució humana (conferència de Juan Ignacio Pérez).

    Archivado: diciembre 21, 2014, 9:16pm CET por Manel Villar




    El 25 de mayo de 2013 tuvo lugar el evento Naukas El Universo en un día, una serie de charlas cortas de divulgación con las que se pretendía dar una visión general de los acontecimientos más importantes de la ciencia.Un recorrido, ameno y divertido, por toda la historia del Cosmos… desde el Big Bang hasta los posibles finales que le esperan a nuestro Universo.
    1. El Big Bang, por Miguel Santander
    2. Las primeras galaxias, por Javier Armentia
    3. La vida de las estrellas, por Natalia Ruiz Zelmanovitch
    4. Formación del Sistema Solar, por Ricardo Hueso
    5. El nacimiento de la Tierra, por César Tomé
    6. El origen de la vida, por Carlos Briones
    7. La evolución, por Antonio José Osuna
    8. Vida y diversidad, por Carlos Chordá
    9. Los inicios del hombre, por Pepe Cervera

    [culturacientifica.com]
  • Enlace permanente para '"Tothom imita" (Javier Gomá).'

    "Tothom imita" (Javier Gomá).

    Archivado: diciembre 21, 2014, 11:15am CET por Manel Villar
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    Javier Gomá:
    Javier Gomá Lanzón

    Como toda idea o ideal, hay que rehuir de juzgar a las cosas por sus desviaciones o sus perversiones. Sólo una visión negativa de la imitación hace de ella algo en lo que está excluida la invención. Durante milenios, en lo que en Imitación y experiencia llamo la época premoderna de la imitación, es decir hasta el siglo XVIII, no es ya que la imitación fuera algo dominante sino que es la única manera de explicar la mentalidad premoderna. Es una mentalidad cósmica en la que para el sujeto, el mundo ya está dado, le precede y es perfecto completo y acabado. Y es normativo. En la premodernidad, el creador, el artista, el pensador, el literato, el poeta, no puede aspirar a crear algo nuevo porque lo nuevo es algo sospechoso de ser monstruoso.
     Con un fundamento ontológico: si el mundo es perfecto, lo nuevo ha de ser monstruoso y extraño. El mundo está acabado y completo, algo nuevo ha de ser desviado, un aborto de ser. La idolatría y el entusiasmo que hoy experimentamos hacia lo nuevo, hacia lo original, era algo desconocido en la premodernidad, es decir, hasta el XVIII. El mundo precedía al hombre y la única reacción comprensible y lícita ante el mundo era la repetición. Esa es la razón por la que, no solamente el arte sino la realidad misma se explican con el esquema modelo-copia. Existe ya una realidad modélica, lo único que podemos hacer es imitarla. Desde el punto de vista metafísico, la realidad imita a las ideas platónicas. Desde el punto de vista artístico, tenemos que imitar a los antiguos o a la naturaleza, que representan esa perfección. Siempre se repite el mismo esquema, modelo-copia. En el Renacimiento, por ejemplo, se decía que si tú querías hacer un poema al mar, lo que tenías que hacer era describirlo, pero no el mar fenoménico, el que ves, sino el mar ideal, y la mejor manera de describir el mar ideal era repetir e imitar a alguien de la antigüedad que ya lo hubiera descrito. Lo dicen literalmente en las poéticas del Renacimiento: cuando escribes sobre una rosa no debes reproducirla tal cual es, sino como una rosa ideal, como hace Rafael cuando pinta una rosa, y sobre todo, imitar a Virgilio cuando describe la rosa. Todo el rato hablamos de repetir. Por entonces, la idea de invención no era tanto descubrir algo nuevo, sino la de invenio, encontrar, encontrar el modo de imitar mejor, con mayor perfección y exactitud la idea que subyace en la naturaleza. En el Renacimiento se ve cómo la invenio es elemento sustantivo de la imitación. En determinado momento, en el proceso cultural de la modernidad, ese sujeto que se reconocía parte de un cosmos, se convierte en una totalidad independiente, ya no le concede al cosmos ningún carácter normativo, él es el que se autolegisla y la imitación pierde súbitamente una vigencia que, es sorprendente, había durado milenios. Y de pronto, entre 1705 y 1800, lo que había sido categoría explicativa de la realidad, el arte y el conocimiento, desaparece sin más. Y ese elemento que era parte de la imitación, la invención, el ingenio, de pronto se convierte en la esencia del nuevo sujeto, un sujeto que tiene que ser original, creador, tiene que inventar, tiene que ser libre y no someterse a ninguna regla previa. El nuevo modelo de comprensión del artista —y el artista será el nuevo modelo de comprensión de la individualidad— es el genio. El genio, que produce reglas nuevas, que no imita a nadie, que se eleva por encima de las reglas comunes y que es todo creatividad, todo originalidad, es la nueva comprensión de la individualidad. Y así, la invención, que formaba parte pacífica de la imitación, se desprende de ella.
     En los siglos XVIII y XIX la imitación se consideraba una época superada en la que el hombre no tenía suficiente confianza en sí mismo, y la nueva categoría explicativa era la originalidad, la excentricidad, la extravagancia, la creatividad, rasgos del genio masificados y secularizados. Con estos presupuestos, la imitación deja de existir. Y de hecho en el XIX apenas hay reflexión sobre la imitación. Pero de pronto, en el siglo XX, aparece con enorme fuerza una nueva teoría de la imitación, con una potencia que describo en el libro con mucha extensión. Y no es la imitación de la naturaleza, ni de las ideas, ni de los antiguos, sino una nueva clase de imitación, que por supuesto existía antes pero que nunca había sido convertida en teoría, que es la imitación de personas. Estamos hablando de dos personas igualmente libres e igualmente geniales, la imitación de dos libertades. Se produce una actualidad de la imitación en todas las disciplinas, la filosofía, la psicología conductista y la cognitiva, lo que llamo la macroimitación que es la teoría sobre la sociedad, la teoría de las élites, la teología, en la que siempre se había hablado de la imitación de Cristo, escriben sobre ello Mann, Jung, Adorno, Derrida… todos. Ese florecimiento responde a ese nuevo modelo de imitación entre dos libertades, pero había un grandísimo problema para una persona como yo, que quería hacer una teoría general, y con esto creo que respondo a tu pregunta: Kant, en su ensayo Qué es la ilustración, establece que la persona ilustrada es aquella que se dirige sin la guía del otro. El principio kantiano fundamental, que luego desarrolló en la Crítica de la razón práctica, es la autonomía, que significa que te das leyes a ti mismo. Y seguir a otro se identifica con ser heterónomo, contrario a la autonomía, e impropio de un ciudadano consciente, racional, moderno y maduro. Y me di cuenta de que casi todos los estudios que florecen en el XX sobre la imitación de otro se refieren a otro que todavía no es un sujeto maduro: la imitación en los niños, la imitación en los pueblos antiguos de los estudios antropológicos, el comportamiento de las masas o el comportamiento de animales. Estos son invariablemente los objetos de estudio de los procesos imitativos. Siempre la imitación es un estadio prelógico. Caen todos en el prejuicio moderno de que imitar es perder autonomía y dejar de ser una entidad racional. Y eso es lo que quería combatir. Por eso para proponer una teoría general, la imitación premoderna no nos sirve y la imitación moderna es peyorativa, de ahí el esfuerzo teórico para explicar que, nos guste o no, hay un hecho insoslayable, un facticismo: todos imitamos. El presupuesto kantiano de autonomía simplemente no existe: todos somos modelos para todos. Lo que es racional no es no imitar, sino elegir bien el modelo. Es una cuestión de hecho: vivimos arrojados en un horizonte de ejemplos. ¿Significa eso que tenemos que renunciar a la racionalidad? No, porque puedes elegir el modelo a imitar.
     El concepto de progreso, que parece excluir la imitación, es muy explicativo en el ámbito de la ciencia, porque la ciencia consiste en hacer avanzar el estado del conocimiento. Es cierto que cada progreso, cada avance, convierte en arqueología el conocimiento anterior. Puedes saber lo que decían los físicos cuánticos hace cuarenta años, pero tiene un valor meramente anticuario. Lo que importa es lo que sabemos hoy, cuál es el estado de la cuestión como consecuencia del progreso. En la ciencia, el conocimiento es acumulativo. Por eso cualquier avance convierte en anticuado todo lo anterior. En cambio, la categoría de progreso no es explicativa en el ámbito de las humanidades: Tolstoi no deroga a Milton, Milton no deroga a Dante, Dante no deroga a Virgilio y Virgilio no deroga a Homero. Entre otras cosas, porque la verdad poética o filosófica ni es acumulativa ni es susceptible de verificación: la filosofía es un género literario y por tanto, a diferencia de la ciencia, no se verifica, no se advera. La verdad o legitimidad de la filosofía, como la de un poema o una obra de teatro, es que la lectura siga siendo fecunda y que esa fecundidad suscite consensos. Platón no ha sido verificado, tampoco Aristóteles, ni Descartes, ni Kant, ni Hegel, ni Nietszche, ni nadie. Lo que pasa es que todavía hoy consideramos que su lectura es significativa, que ilumina nuestra interpretación del mundo. Con lo cual, a diferencia de lo que ocurre en la ciencia, en la que la categoría de progreso es explicativo y en que cada avance convierte en anticuario lo anterior, en el ámbito de la literatura, todos somos contemporáneos, toda la tradición es contemporánea. Y no se produce una progresión en la historia de la literatura sino en todo caso una progresión hacia dentro, en sentido aristotélico. Eso sería imitar profundizando, que puede proporcionar un progreso interior, hacia una mayor conciencia de tu vida, una mayor iluminación de tu vida, una interpretación más refinada de tu vida, hacia una mayor significatividad de tu vida, hacia una vida mejor, más digna de ser vivida. Y en ese sentido, la imitación de Platón o de Sófocles o de Shakespeare o de Bertold Bretch es una imitación que tiene fundamento porque siguen siendo clásicos en la medida en que son contemporáneos y su finalidad no es un progreso histórico sino un progreso interior.
    Pedro Vallín, entrevista con Javier Gomá: "Exijo respeto para la vulgaridad ...", La Vanguardia, 21/12/2014
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    La justificació del control social (Frédéric Gros).

    Archivado: diciembre 21, 2014, 10:44am CET por Manel Villar
    Frédéric Gros



    El que és propi del món ultracontemporani és que vivim en una temporalitat molt sacsejada. Ens arriba molta informació, però té un desgast molt ràpid. Gairebé no tenim temps de memoritzar una notícia que ja n’arriba una altra per substituir la primera. L’exercici de caminar permet justament distanciar-se i preguntar-nos què és important de veritat. Quan un està enganxat a una pantalla tot té la mateixa importància, no hi ha jerarquia, i quan un fa una cerca a Google hi ha un ordre de prioritats, però que només és un ordre de visibilitat. És difícil retrobar un cert sentit de la jerarquia, i un temps per al que compta.

    Formo part d’una generació en què la informació encara era escassa. Quan treballava me n’havia d’anar a la biblioteca per buscar un llibre que potser no hi era, i esperar. El temps estava foradat, ple d’espais buits. Un esperava, i aquesta espera permetia una reflexió personal. El problema és, un cop més, estar amb el pensament d’un mateix. Quan un està saturat d’informació, de notícies exteriors, escolta, compara o avalua. Però hi ha molt pocs moments que estiguem sols, només amb el nostre pensament.
    Aprendre a caminar és aprendre a desobeir. Caminant, un retroba un poder crític personal i una certa intimitat. No és una intimitat psicològica, sinó una intimitat política, diguem-ne. Reapropiar-se d’aquesta intimitat política és una de les coses que dóna caminar. No és una cosa reaccionària o arcaica, no es tracta de retirar-se del món i viure com un ermità. Es tracta de sortir del món per tornar-hi a entrar amb uns instruments crítics.
    Una de les claus del món contemporani, del que vindrà, serà justament saber si de la nostra intimitat en podem fer un dret polític. Si podem fer un dret polític de l’oblit i l’anonimat. Amb les eines digitals deixes unes petjades que estan emmagatzemades en uns discs durs que no tenen una durada de vida limitada. El perill és que es constitueixi una memòria dels nostres actes fora de nosaltres mateixos i que ja no ens pertanyi. El problema de les petjades digitals és que es poden utilitzar constantment i són una font de riquesa molt important. Per a les empreses, saber el que vols comprar, els rastres que deixem amb la targeta, és bàsic. Nosaltres produïm una riquesa amb aquest rastre que deixem, que és explotada per altres. Més enllà d’això, produïm imatges i paraules de nosaltres mateixos que estan tancades en un altre lloc, i, per tant, un dels problemes serà definir els drets polítics, a partir d’aquest nou dispositiu digital.
    Alguns formem part d’una generació que hem conegut el final de la Guerra Freda. És a dir, que qualsevol intromissió en la vida de la gent tenia un valor polític i constituïa un perill polític. En canvi, per a les noves generacions, que han vingut més tard, i per a les quals les càmeres i els micròfons són gairebé folklore, no són eines polítiques. Per tant, la nostra generació no se’n fia, però els joves sí.  Privar-se d’aquestes eines digitals és privar-se d’unes facilitats que són extraordinàries, i no estem disposats a deixar de banda aquestes utilitats en nom del dret a la privacitat. Ens ho posa tot tan fàcil, que considerem que el cost de la vigilància és menys important que el que es pot obtenir d’aquesta facilitat. Finalment, i el que potser és més preocupant, és que en el fons acceptem que ens vigilin perquè nosaltres també ens autoritzem a vigilar els altres.
    El model totalitari de la vigilància era un model panòptic, en què la vigilància era estrictament política, no tenia cap objectiu comercial o financer, com avui dia. Per tant, no hi havia una relació bidireccional. Si avui agafem l’exemple d’aquestes motxilles amb GPS per als nostres fills, que si tenen algun problema poden pitjar el botó i els localitzem, els estem acostumant a pensar que estar vigilat és normal i que és per a la seva protecció. Construïm la idea que el control és imprescindible i que si volem que ens protegeixin hem d’acceptar que ens controlin. Acceptem que se’ns vigili perquè nosaltres també estem disposats a vigilar els altres. Si la societat ens vigila és per al nostre bé, per a la nostra protecció, i no tinc res a retreure a ningú. Jo crec que aquí hi ha una gran distància sobre què significa el fet de no tenir res a retreure’ns els uns als altres. El problema no és si ens sentim recriminats, sinó que l’estat no hi té cap dret.
    Estem acceptant la privació dels drets perquè nosaltres també la practiquem. L’acceptem perquè està bé, és útil per vigilar els fills, els amics... La vigilància no es fabrica com una relació jeràrquica i vertical, sinó com un model de societat. És la nostra manera d’estar junts. Hi ha funcions dels iPhones que fan que els altres et diguin “Ahir vaig veure que eres allà”. És una manera de socialitzar. El problema és saber si es respecta la vida privada. ¿Podem anar a algun lloc sense que se sàpiga? Hi tenim dret? No ho sé, potser no. Potser no, en un món en què la guerra global contra el terrorisme fa que sigui un dret més difícil de defensar. Si vas a algun lloc sense que ningú ho sàpiga sembla que sigui perquè tens alguna cosa a amagar.
    Aquestes eines de control són molt eficaces, extraordinàries. Per exemple, si tenim pares molt grans, que estan malalts o es descuiden de les coses, per a un fill, poder saber com estan els seus pares és fantàstic. El problema és el cost polític. Hem de saber si estem disposats a pagar aquest preu polític. Aquesta és la pregunta que haurem de fer a les pròximes generacions. Per als nanos que han nascut en això, no suposa cap problema.
    Carles Capdevila, entrevista (fragment)  amb Frédéric Gros: "Aprendre a caminar és aprendre a desobeir", Ara, 21/12/2014
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    Limitar els ideals (Isaiah Berlin).

    Archivado: diciembre 20, 2014, 10:43pm CET por Manel Villar
    Isaiah Berlin
    "Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos.” Con estas palabras Charles Dickens inició su famosa novela Historia de dos ciudades. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de nuestro siglo terrible. Durante miles de años los hombres se han destruido unos a otros, pero las acciones de Atila el Huno, de Gengis Kan o de Napoleón (introductor del exterminio masivo en la guerra), e incluso las matanzas de armenios, palidecen hasta la insignificancia ante la Revolución rusa y su secuela: la opresión, la tortura y el asesinato que pueden depositarse a los pies de Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot, y el sistemático falseamiento de información que durante años nos impidió conocer esos horrores sin paralelo. No se trató de desastres naturales sino de crímenes humanos que, sin importar las suposiciones de quienes creen en el determinismo histórico, pudieron haberse evitado. Hablo con particular emoción porque soy un hombre muy viejo que ha vivido a lo largo de casi todo el siglo XX. La mía ha sido una existencia pacífica y segura. Esto casi me avergüenza ante lo ocurrido a tantos otros seres humanos. No soy historiador, de modo que no puedo hablar con autoridad acerca de las causas de esos horrores. Pero quizá puedo intentarlo.
    Desde mi punto de vista las causas no fueron las habituales emociones negativas –temor, avaricia, odio tribal, celos, amor al poder–, como las llamó Spinoza, aunque, desde luego, todas ellas jugaron un papel siniestro. En nuestro tiempo, fueron producto de las ideas o, mejor dicho, de una idea en particular. Resulta paradójico que Karl Marx –quien restó importancia a las ideas en oposición a las fuerzas sociales y económicas impersonales– haya transformado el siglo XX con sus escritos, llevándolo hacia donde deseaba pero también, y como reacción, en sentido opuesto. En una de sus famosas obras el poeta alemán Heinrich Heine pidió que no menospreciáramos al callado filósofo sentado en su estudio. Afirmó que, si Kant no hubiera destruido la teología, quizá Robespierre no habría decapitado al rey de Francia.
    Heine predijo que, algún día, los discípulos armados de los filósofos alemanes –Fichte, Schelling y los demás padres del nacionalismo alemán– destruirían los grandes monumentos de Europa Occidental en una oleada de fanático exterminio que haría de la Revolución francesa un juego de niños. Esto puede parecer algo injusto para los metafísicos alemanes pero la idea medular de Heine me parece válida: en una forma desvalorizada, envilecida, deteriorada, la ideología nazi tuvo raíces en el pensamiento que se oponía a la Ilustración alemana. Hay hombres capaces de matar y mutilar con una conciencia tranquila, bajo la influencia de las palabras y los escritos de quienes tienen la certeza de saber cómo lograr la perfección.
    Permítanme explicarme. Si uno está verdaderamente convencido de que existe una solución para todos los problemas humanos, de que uno es capaz de concebir una sociedad ideal a la cual el hombre puede acceder si tan solo hace lo necesario para alcanzarla, entonces mis seguidores y yo debemos de creer que ningún precio es demasiado alto para abrir las puertas de semejante paraíso. Una vez que se expongan las verdades esenciales, solo los estúpidos y los malevolentes ofrecerán resistencia. Quienes se oponen deben ser persuadidos; si no es posible, es necesario aprobar leyes para contenerlos. Si eso tampoco funciona, se ejerce la coacción, tendrá que emplearse la violencia de forma inevitable. De ser necesario, el terror, la carnicería. Lenin creía esto después de leer El capital. Una y otra vez profesó que si era posible crear una sociedad justa, pacífica, feliz, libre y virtuosa a través de los métodos que él defendía, el fin justificaba los medios a emplearse; literalmente, cualquier medio.
    La convicción fundamental que subyace a esto es que las preguntas centrales de la vida humana, individual o social, tienen una respuesta verdadera que puede descubrirse; que esta puede y debe implementarse y que quienes la han encontrado son líderes cuya palabra es ley. La idea de que a todas las preguntas genuinas corresponde solo una respuesta verdadera es una noción filosófica muy antigua. Sin importar cuánto pudieran diferir acerca de cuál era la respuesta o de cómo descubrirla (sangrientas guerras se libraron por ello), los grandes filósofos atenienses, judíos y cristianos, los pensadores del Renacimiento y de la Francia de Luis XVI, los radicales franceses reformistas del siglo XVIII, los revolucionarios del XIX estaban convencidos de que la conocían y de que los únicos obstáculos para llevarla a cabo eran el vicio y la estupidez humanos.
    Esta es la idea que mencioné. Quiero decirles que es falsa. No solo porque las soluciones que ofrecen las distintas escuelas de pensamiento social difieren, y ninguna de ellas puede demostrarse a través de métodos racionales, sino por una razón más profunda. Los valores fundamentales por los que se ha regido la mayoría de los hombres –en muchas tierras magníficas y en muchos tiempos magníficos–, casi aunque no del todo universales, no son siempre armónicos entre sí. Algunos lo son, otros no. El hombre siempre ha añorado libertad, seguridad, igualdad, felicidad, justicia, conocimiento, etcétera. Pero la libertad absoluta no es compatible con la igualdad absoluta: si el hombre fuera libre en su totalidad, los lobos estarían en libertad de comerse a las ovejas. La igualdad perfecta significa que las libertades humanas deben ser restringidas para que a los más diestros y a los más dotados no se les permita avanzar más allá de quienes inevitablemente perderían si hubiese competencia. La seguridad, y en efecto las libertades, no pueden preservarse si se permite trastocarlas. En realidad, no todos los seres humanos buscan paz o seguridad. De no ser así no existirían quienes buscan gloria en la batalla o peligro en el deporte.
    La justicia siempre ha sido un ideal de la humanidad, pero no es del todo compatible con la misericordia. La imaginación creativa y la espontaneidad –espléndidas en sí mismas– no pueden reconciliarse del todo con la necesidad de planear y organizar, con el cálculo cuidadoso y responsable. El conocimiento, la búsqueda de la verdad –la más noble de todas las ambiciones– no puede mediar del todo con la felicidad ni con la libertad que el hombre desea, pues incluso si supiera que tengo una enfermedad incurable eso no me hará más feliz ni más libre. Siempre hay que elegir: entre la paz y la agitación, entre el conocimiento y la dichosa ignorancia. Y así sucesivamente.
    Entonces, ¿qué debe hacerse para contener a los paladines, a veces en extremo fanáticos, de uno u otro de estos valores, cada uno de los cuales tiende a pisotear al resto, tal y como los grandes tiranos del siglo XX pisotearon la vida, la libertad y los derechos humanos de millones de personas por tener la mirada fija en algún dorado futuro esencial?
    Me temo que no puedo ofrecer una respuesta dramática: solo que, si hemos de perseguir los valores humanos esenciales que nos rigen, es necesario establecer compromisos, compensaciones, medidas para evitar que ocurra lo peor. Te doy tanta libertad a cambio de tanta equidad; tanta expresión individual a cambio de tanta seguridad; tanta justicia a cambio de tanta conmiseración. Lo que quiero decir es que algunos valores chocan entre sí. Los fines que perseguimos los seres humanos están generados por nuestra naturaleza común, pero su exploración tiene que controlarse hasta cierto grado: la libertad y la búsqueda de la felicidad, repito, pueden no ser del todo compatibles una con otra, así como tampoco lo son la libertad, la igualdad y la fraternidad.
    De modo que debemos pesar y medir, pactar, conceder y prevenir la destrucción de una forma de vida por quienes se oponen a ella. Sé muy bien que esta no es una bandera bajo la cual los jóvenes entusiastas e idealistas deseen marchar: parece demasiado dócil, demasiado razonable, demasiado burguesa, no compromete emociones generosas. Pero deben creerme, no se puede tener todo lo que se desea, no solo en la práctica, sino también en teoría. Negarlo, buscar un solo ideal que se extralimita porque es el único y verdadero para la humanidad, siempre conduce a la violencia, y luego a la destrucción y al derramamiento de sangre: el omelette no aparece aunque ya se han quebrado los huevos necesarios para prepararlo. Lo único que queda es un número infinito de huevos, de vidas humanas, listas para romperse. Y al final, el idealista apasionado olvida el omelette y solo sigue destruyendo huevos.
    Me alegra que hacia el fin de mi larga vida comience a esbozarse cierta comprensión de esto. La racionalidad, la tolerancia –ya de por sí excepcionales en la historia de la humanidad– no se desprecian. A pesar de todo, la democracia liberal se extiende –no obstante el mayor azote moderno de nacionalismo fanático y fundamentalista–. Las grandes tiranías están en ruinas, o lo estarán. No está lejano el día, aun para China. Me alegra que ustedes, los lectores a quienes me dirijo, verán el siglo XXI. Creo que solo puede ser un tiempo mejor para la humanidad que mi terrible siglo XX. Quiero felicitarlos por su buena suerte. Lamento que no llegaré a ver ese brillante futuro que, estoy convencido, vendrá. No obstante la pesadumbre de mis palabras, me da gusto terminar con una nota de optimismo. Hay muy buenos motivos para pensar que está justificada. 
    Isaiah Berlin, Mensaje al siglo XXI, Letras Libres, diciembre 2014
    __________________________Traducción de Laura Emilia Pacheco.Publicado con el permiso del Curtis Brown Group Ltd.© The Isaiah Berlin Literary Trust 2014.Aparecido originalmente en The New York Review of Books.
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    The Innovators.

    Archivado: diciembre 15, 2014, 11:55pm CET por Manel Villar

     
    A través de su historia del nacimiento de la revolución digital, Walter Isaacson proporciona una suerte de manual y muy buena descripción de cómo se forjó la ética científico-empresarial y la cultura laboral estadounidense durante la mitad del siglo XX.
    El periodista narra la forma en que ideales hippies, cyber-punks y geeks, adherezados con un poco de LSD, así como las posturas de la New Left y del movimiento por los derechos civiles de la población negra, se entretejieron en la costa oeste estadounidense para forjar una filosofía sui géneris que acabaría por definir a las empresas más exitosas de la era digital. En ello son particularmente enriquecedores el capítulo 8, The Personal Computer, y el capítulo 6, The Microchip, en el que describe cómo distintas visiones religiosas se entrelazaron en la compañía Intel, fundada en 1968: el autor detalla cómo hicieron comunión los valores cristianos congregacionalistas de Robert Noyce, la postura un tanto agnóstica de Gordon Moore y la visión judía de Andy Grove, para establecer el modelo empresarial laxo e informal tan típico de Silicon Valley, que desde ese entonces se vislumbraba a sí mismo en oposición al noreste que se percibía como más formal, frío y engreído.
    El libro inicia con una loa a Augusta Ada Byron, Condesa de Lovelace, única hija legítima del poeta inglés Lord Byron, y a partir de una entrañable biografía de su vida, Isaacson evoca el análisis que ella hizo del diseño de la Analytical Engine, computadora mecánica que el ingeniero inglés Charles Babbage ideó en 1837. Con ello el autor busca desentrañar el genio creativo y matemático de la condesa. En su texto al respecto, ella definió las características y las limitantes que tendrían las computadoras, enfatizando en que estas máquinas no podrían crear, pero potenciarían la creatividad humana. La Condesa, quien jamás conoció a su padre, había sido educada desde pequeña en las matemáticas, pero siempre mantuvo gran pasión por la poesía. Así, Isaacson también aprovecha para destacar la comunión entre ciencias y artes como elemento clave de la innovación, y además subraya que esta no resultó de la labor de genios o individuos aislados, sino del trabajo en conjunto. Estos dos principios, el trabajo en equipo y la visión científico-artística, son enfatizados quizás con demasiada frecuencia a lo largo del texto.
    A lo largo del texto se van ligando momentos e inventos clave a los cuales el autor dedica capítulos (The Transistor,The Internet, The Web, etcétera.) que se sostienen de manera independiente, pero al mismo tiempo son piezas que arman su rompecabezas de la historia de la revolución digital. Walter Isaacson, uno de los periodistas con mayor prestigio en Estados Unidos, ha sido director de CNN y de la revista Time, y es experto en biografías de célebres personajes; ha escrito las de Albert Einstein, Benjamín Franklin y la de Steve Jobs, misma que fue un bestseller mundial. Este estilo se refleja en su nuevo libro y a veces traba la lectura, como en el capítulo The Computer, donde se traza el surgimiento de la computadora a través de las biografías de los diversos innovadores, pero hay tal cantidad de personajes, que de pronto el capítulo parece un directorio de ingenieros y el protagonista central –la computadora– se pierde en la mar de detalles biográficos a veces no tan relevantes. En contraste, los capítulos Software y The Personal Computer resultan mucho más ágiles e informativos, pues aunque el centro de ellos está en las biografías de Stewart Brand, Douglas Engelbart, Bill Gates y Steve Jobs, es evidente que el autor conoce con más detalle la vida de estos personajes así como de los sucesos de la época, y los logra entrelazar con mayor éxito.
    Desde una perspectiva que podría ubicarse en el ala izquierda del Partido Demócrata estadounidense, Isaacson ensalza diversos valores como elementos clave para la innovación y el progreso: el cuestionamiento a la autoridad, la contracultura estadounidense y la visión antiracista y a favor de la igualdad de género. De hecho, su capítulo Programming elucida de manera muy interesante el machismo en Estados Unidos: destaca cómo un grupo de mujeres olvidadas diseñó el primer software de la historia, sin embargo, señala y critica que las oportunidades que tuvieron fue porque en su momento se consideraba al software como una labor menor a la del hardware, en cuya creación predominaban los varones.
    También hay que señalar que The Innovators se centra demasiado en Estados Unidos: Isaacson cuenta cómo la tecnología en microchips y transistores permitió el arranque de la era espacial, sin embargo, aunque menciona que la Unión Soviética adelantó con el Sputnik, no detalla qué científicos soviéticos estuvieron detrás de ello. Es difícil pensar que no hubiera innovadores en la antigua república socialista dignos de mención. Lo mismo sucede respecto a Japón: el capítulo Video Games es extremadamente limitado: menciona los juegos Pong y Spacewar y narra la hisotria de la compañía Atari, pero en ningún momento se menciona al país asiático cuya compañía Nintendo revolucionaría por completo la idea del videojuego desde 1983, con el lanzamiento de su consola Famicom (llamada Nintendo Entertainment System en América). Además, la tecnología en miniaturización electrónica de los japoneses rebasaba con creces a la estadounidense desde los 70, y también debió haber científicos e ingenieros con importantes contribuciones a la revolución digital.
    The Innovators es un documento muy importante para aquellos interesados en la era digital, en particular por el lujo de detalles sobre personajes olvidados, por las conexiones históricas que traza entre Ada Lovelace y Jimmy Wales, el fundador de Wikipedia, y en cómo se aborda la constante búsqueda por lograr que las computadoras emulen al cerebro humano. En su último capítulo, Ada Forever, que por momentos parece un panfleto en pro del trabajo en equipo, Isaacson fija su postura respecto a las computadoras: no deben verse como competencia, sino como dispositivos que magnifican nuestras capacidades intelectuales, y a través de la simbiosis laboral hombre-computadora es que el ser humano podrá trascender en esta Tierra.
     Bruno Bartra, La ética californiana y el espíritu del corporativismo, Letras Libres, noviembre 2014
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