Sede de los servicios informativos de TVE en Torrespaña |
Lewis Mumford |
Slavoj Zizeck |
Jim Fowler es un profesor de Matemáticas estadounidense que está teniendo un gran éxito con los cursos on-line que ofrece a través de la plataforma Coursera. En poco tiempo, ha conseguido que le siga una asombrosa cantidad de alumnos.
¿Por qué Jim Fowler atrae a tantos alumnos?
Jim Fowler nació Minnesota, Estados Unidos. De pequeño asistió a cursos para niños con alta capacidad. Estudió Matemáticas en la Universidad de Harvard y luego empezó a dar clases en la Universidad de Chicago. Tras grabar en vídeo alguna de sus clases, Coursera le planteó la posibilidad de ofrecer cursos en su portal de formación on-line.
Su primer curso, Cálculo Uno, con una duración de seis semanas, cuenta con treinta y cinco mil alumnos.
El segundo, Cálculo 2, es de 23 horas y cuenta con ciento diez mil alumnos.
Por este motivo, Coursera ha establecido un sistema de matriculación permanente en sus cursos, de tal forma que los alumnos no necesitan esperar a que termine el semestre para apuntarse a los mismos.
Los vídeos educativos de Fowler combinan manualidades y efectos audiovisuales. Y entusiasmó a sus alumnos con su alusión a Boromir, personaje de El señor de los anillos, cuando dijo: “No es tan sencillo llegar al Cálculo” (No es tan sencillo llegar Mordor).
Sus explicaciones, sencillas, breves y cercanas, parecen la clave que ha despertado el interés de tantos estudiantes. De hecho, Fowler considera que “Las lecturas son importantes y motivan a los alumnos, pero no se aprende viendo matemáticas. Se aprende haciendo matemáticas”.
La vida y la red han sido fuente permanente de intercambio. La sociedad, la de verdad, ha servido de inspiración para eso que llamamos “redes sociales”, y son varios los términos que se han exportado a estas nuevas plataformas a través de las que nos relacionamos. La simbiosis no tiene que ser unidireccional: ahora que, desde que empiezan a contagiarse “de los nuestros”, el ébola comienza a interesar, puede tener sentido fijarse en las redes sociales, para comprender un poco mejor el fenómeno. No hace tanto, por ejemplo, nos sorprendía la famosa teoría de los seis grados, que Facebook puso tan de moda al demostrarnos que en realidad todos estamos conectados. Y nadie pensaría que eso podía ser algo tan real y que podía adquirir un rostro tan dramático como en el caso del ébola. La preocupación por el mismo ha aumentado de manera directamente proporcional a su aproximación a nuestro “círculo de confianza”. Dicho en otras palabras, y con terminología del invento de Zuckerberg: poco nos importaba el dichoso virus cuando los afectados no aparecían en nuestra lista de amigos, cuando nuestro “muro” se llenaba solo de las usuales críticas al gobierno, los videos curiosos y las noticias desternillantes. Nos cambia la cara, sin embargo, el día que alguien empieza a compartir una noticia. Y llegamos a la fusión total con el otro si el contagio es ya directo: qué cómodo es escribir desde el ordenador aquello de #todossomosteresa. Así funcionamos ahora.
El caso es que el virus se ha extendido, como lo hacen también los virus informáticos. El sistema inmune de nuestro cuerpo no es muy distinto a los filtros antispam: igual que se nos cuelan mensajes no deseados, y llegan incluso a timarnos a través de Internet, terminan camuflándose también estructuras biológicas fundamentales, sencillas, que logran hackear el sistema. Mientras que nos reimos a rabiar con otros fenómenso virales, que aplaudimos sin dudar, éste nos hace bastante menos gracias: es la vida lo que está en juego ahora. Y la infección del sistema nos recuerda precisamente eso: que si no atajamos el problema en su raíz, estaremos poniéndole parches. La teoría de los seis grados se estrecha más que nunca: en breve podrá circular el #todossomosafrica. Porque ahora África sí que interesa: está entre nosotros, en el medio de nuestra existencia, porque eso y no otra cosa es interesar. Es cuando el virus está encima de la mesa cuando volvemos nuestra misericorde y solidaria mirada a África: enviemos millones e invirtamos, logremos parar esta enorme lacra que es el ébola. Lo que haga falta por el pueblo africano: este es el nuevo caballo de Troya, que esconde un virus más letal que el ébola: el egoísmo descarado de quien solo se preocupa por las cosas cuando les afectan, de aquel que no es capaz de mirar más allá de sus narices, mofándose del ébola ajeno mientras duerme sobre la legionela.
Si algo demuestra el ébola, más allá de los juegos conceptuales con las redes sociales es que somos seres auténticamente estúpidos. Que sólo vemos a corto plazo y que somos incapaces de darnos cuenta, con la honestidad y las consecuencias que esto implica, que vivimos en un mismo barco mucho antes de que existiera el email, el twitter o las dichosas redes sociales. Si tan sólo por un día asumiéramos que hay destinos comunes, lograríamos importantes cambios en la humanidad. Será esta estupidez, algo genético. Porque hay que ser imbécil para culpar a quien se ha contagiado ejerciendo su trabajo, para pretender gestionar una crisis en un área en el que no se es experto, para querer transmitir un mensaje que no se sabe cuál es. Igual de imbécil que quien juega con estas informaciones, aprovechando su condición de medio de masas para generar alarma y confusión, y para publicar unas fotos que violan uno de los derechos fundamentales: el de la privacidad, que no en vano está en la declaración que todos dicen defender. No menos imbécil que quien es incapaz de ver más allá de la punta de su nariz, quien desprecia la inmigración o la persigue, pero luego se preocupa por “los negritos”, cuando ve que él puede ser el siguiente. Tan necio como quien no se da cuenta de un dato insoslayable: en estos días han muerto, por causas totalmente ajenas al ébola, algunos de los que se han alarmado bailando al son de los medios. Si a estas alturas de la película no nos hemos dado cuenta de aquello de que somos mortales, tendríamos que hacérnoslo mirar.
Beatriz Preciado |
Fue este verano paseando los perros junto a un río cuando me abordó un pensamiento que había tenido anteriormente, y es que en uno de mis acercamientos al budismo pude comprobar la importancia de esta religión/filosofía le daba a la quietud y control emocional, a presentar el interior como un estanque en calma, una ataraxia que se extendía a todos los ámbitos de la vida, y no es un pensamiento nuevo, es algo que se presenta en muchas corrientes filosóficas, el control de las emociones y de los pensamientos.
Controlando conscientemente pensamientos cotidianos y acciones puntuales llegamos a una costumbre, y extendiendo esta costumbre en el tiempo podemos llegar a crear un impacto interior que moldee nuestra percepción del mundo y nuestra manera de vivir, en vez de dejar esto en manos de la suerte de de las influencias externas.
Pero ¿Qué pasa cuando no dejan de lanzar piedras a nuestra balsa?
Muchas veces encontramos acusaciones, insultos, detalles desagradables o simplemente problemas que llegan a nosotros de forma intencional, o no intencional, lo cierto es que el origen muchas veces ya no importa, la piedra ya está lanzada y viene a por nosotros.
Técnica de la balsa de mielAquel día en el río mucho estuve pensando en este tema ¿De qué manera puede el agua defenderse de un impacto? ¿Se supone que la balsa puede hacer malabares para hacer que la piedra no lo altere todo?
Este tema no es poca cosa, pues cuando la vida nos lanza un problema o una preocupación va a venir a nuestra balsa sin que nadie se interponga, va a agitarla por completo y el problema va a llegar hasta lo más profundo, para quedarse ahí, aunque sea en el fondo, y lo cierto es que nadie nos prepara para afrontar determinadas piedras, tendremos otros conocimientos más o menos útiles, pero hoy en día nadie ofrece de forma genérica y popular una preparación para algo que no tenga que ver con el mundo laboral.
Lo cierto es que desde que empecé a preocuparme ya hace unos años en desarrollar un pensamiento filosófico útil para la vida consigo una gestión mucho más eficaz de las piedras que me vienen lanzadas, empezando porque muchas de ellas ya no son consideradas ni un problema.
Igualmente he encontrado gente a la que realmente muchas de las críticas, problemas y palabras desagradables que le llegan parece que en nada les afecta, ya saben bien que hacer con ellas.
Lo más parecido a llegar a esta gestión avanzada es hablar de que esa balsa de agua se ha convertido en una balsa de miel, ya no hay un agua ligera, transparente y maleable a todo lo que llega, sino que ese agua se ha convertido en miel, densa, colorida, lenta y compleja, donde las piedras ya no impactan agitándolo todo, sino que llegan, son atrapadas y digeridas.
¿Como llegamos a ello?
Quien me conoce sabe que no soy de dar recetas, consejos y trucos fáciles, porque no los hay, y no creo que haya algo que sirva igual para todo el mundo, pero mi experiencia me dice que uno debe transformar ese agua, esa consciencia, ese pensamiento que filtra lo que nos llega del mundo y es llevamos a nuestras emociones, en algo más denso, frío y selectivo.
Uno tiene que elegir uno de sus problemas y reflexionar sobre la forma tan rápida y profunda ha llegado hasta él, y visualizar como tendría que haber sido pasarlo por esa balsa de miel, y quedarse con esa reflexión, que bien le puede solucionar para llegar a una quietud con problemas que ya hayan llegado hace tiempo. El camino en filosofía siempre es querer conocerse a uno mismo.
¿Por qué todo esto?
En la vida hay problemas importantes, y problemillas, y muchas veces confundimos la importancia que hay que darle a cada cosa, es muy fácil dar importancia de más a cosas que no lo tienen tanto, y es muy fácil que una mente normal se quede afectada por ello. Hay muchas técnicas para gestionar estos problemas, pero frenar su impacto en nosotros desde un primer momento, simplemente siendo conscientes y dedicando un poco de atención creo que es la forma más sencilla, y la que más me ha servido tanto a mí como a otras personas.
Y es que hay problemas que no son para tanto, muchas veces cuando alguien me comenta su preocupación por lo que han dicho de él, por un mal detalle, por alguien que ha actuado de forma ridícula con intención de herirles digo… “me encantan los problemas del primer mundo”, frase a la que es imposible no contestar con una sonrisa, y es que muchas veces los problemas que tenemos y que ocupan nuestra atención no son para tanto.
Laval i Dardot |
1- La nueva razón del mundo se presenta, en primer lugar, como una obra de clarificación política. La comprensión del neoliberalismo, decís, tiene un “alcance estratégico” fundamental para el cambio social. ¿En qué sentido?***
by Nigel Cox |
El Roto |