-
-
21:45
»
El café de Ocata
"T'escric dins d'un sac de dormir instal.lat davant de la llibreria La Central. De moment no hi ha ningú més, però em vull assegurar el llibre. Ha començat a ploure una mica i un homeless m'està convidant ara mateix a un trago de Don Simón. M'és igual, jo em quedo aquí".
Por favor, si pasáis por ahí, ofrecedle el consuelo de un vino de más sustancia a mi amigo Ferran Sáez Mateu.
-
20:28
»
El café de Ocata
Ángeles López en La razón de hoy:
Notas, compases, acordes y silencios. Como la música, una vida está compuesta de los mismos ingredientes; pero el paso por la tierra de Caridad Mercader fue un verdadero estruendo de timbales. Lo suyo no fue militancia, sino auténtica fe... Porque cuando en aquellos años de hierro del estalinismo uno se afiliaba, más allá de recibir un carnet, aquello significaba una auténtica conversión análoga a la religiosa.
Española de nacimiento (vino al mundo en Cuba, que aún era colonia de España), catalana de formación, francesa por gusto, soviética de nacionalidad, Eustaquia María Caridad del Río Hernández (Caridad Mercader tras su matrimonio) prestó un servicio de sangre a un país que ya no existe, y por el que recibiría la Orden de Lenin y, hasta su muerte, la gratitud de un Estado por el cual había inducido a su hijo a convertirse en uno de los criminales menos conocidos y más trascendentes de la historia, al dar muerte a León Trotski.
Son muchos los libros que han abordado –directa o tangencialmente: Garmabella, Puigventos i López, Padura, Semprún, Cedillo...– la biografía tanto de la madre como del hijo, pero estas páginas de Gregorio Luri se postulan como definitivas sobre la familia Mercader, con informaciones inéditas que sitúan a Caridad en el centro de una trama propia de las mejores novelas de espionaje. En ellas, conocemos el verdadero rostro de un personaje complejo –tan mitificado como difamado– gracias al ingente trabajo de documentación llevado a cabo por el autor a lo largo de dos décadas.
Nacida en Santiago de Cuba en 1892, su familia retornó a España antes de la independencia del país para instalarse en Barcelona. A la pequeña Caridad la matricularon en el colegio del Sagrado Corazón de Sarrià y pasó largas temporadas en los centros que la congregación tenía en París y Londres, por lo que era perfectamente trilingüe.
El 7 de enero de 1911 se casó con Pablo Mercader Marina, miembro de una importante familia industrial catalana con el que tuvo cinco hijos: Pablo, Ramón, Jordi, Montserrat y Luis. Salvo el mayor, todos colaborarían con la NKVD, la red de espionaje que creó la URSS tomando como base la organización de la Tercera Internacional. El matrimonio no fue en absoluto feliz. Tras los primeros años de convivencia, el devoto pater familias tenía aficiones sexuales poco ortodoxas. Según cuenta su propio hijo en el documental «Asaltar los cielos» –dirigido por Javier Rioyo y José Luis López Linares–, Pablo llevaba a la joven Caridad a los burdeles para que, a través de mirillas, pudiera tomar nota del espectáculo sexual de las prostitutas con sus clientes. Ella nunca perdonó la hipocresía de su marido, ni la de la clase social a la que pertenecía. Hacia 1920, su paciencia se agotó. Comenzó a recibir clases de pintura del artista Vicent Borràs y en su estudio trató con intelectuales que le mostraron otras formas de vida. Fue así como empezó a frecuentar tabernas populares y a experimentar con la morfina (hasta el fin de sus días sería adicta a los estupefacientes). Cuando el patriarca de los Mercader muere, el «hereu» lleva la empresa a la ruina dejando a sus hermanos sin fortuna.
El matrimonio tuvo que abandonar el burgués barrio de San Gervasio por las populares Ramblas. Pablo se empleó de contable y Caridad se ocupó de dar clases. Es por aquel entonces cuando forjó amistades anarquistas y comenzó su metamorfosis, involucrándose en pequeños líos políticos. Cuando estaba tomando impulso para convertirse en la activista que deseaba ser, conoció a Louis Delrio, envuelto en la épica de los pioneros de aviación. Y se enamoraron. No en vano, casi todos los estudios apuntan a que era el padre del hijo pequeño de Mercader.
Para evitar un escándalo imposible de ocultar, una noche de 1923, la familia la ingresó en el psiquiátrico Nuevo Belén de Sant Gervasi, donde fue sometida a interminables sesiones de duchas de agua fría y electrochoques. «Tenía miedo –confesó después– de estar loca de verdad». Por ello, cuando salió, decidió romper con el pasado y vengarse de los Mercader: cogió a sus cinco hijos y se fue con Delrio en Dax, en el departamento francés de Landas. Todo marchó bien hasta que un día de 1928 sus hijos la encontraron a las puertas de la muerte debido a un intento de suicidio. Delrio había roto la relación. Desbordados por la situación llamaron el padre, que se llevó a los dos pequeños a Barcelona.
Caridad se trasladó a París, comenzó a militar en el Partido Socialista Francés y entró en contacto con la inteligencia soviética. Probablemente conoció entonces Leonid Eitingon –alias Kótov– su mentor en el mundo de las operaciones especiales. A principios de la década de los 30, Caridad hacía de correo de la Internacional Comunista hasta que, en 1935, fue detenida por la policía francesa. Tras propinarle una brutal paliza que le hizo perder la vista de un ojo durante quince días, fue expulsada del país. Nada más llegar a Barcelona empezó a militar en las filas del Partido Comunista de Cataluña. Participó activamente en la fundación del PSUC, y el golpe militar de Franco la encontró en la secretaría de los Servicios de Prensa de la Olimpiada Popular. Participó en la creación de las primeras columnas que salieron hacia el frente de Aragón, dirigidas por Pérez Farràs y Durruti. Según el testimonio del pintor Josep Bartolí todos conocían su columna como «la de Caridad Mercader». En ella estaban sus dos hijos mayores, la novia de Ramón, Lena Imbert, y África de las Heras. Cuando a finales del verano fue herida en un bombardeo, la propaganda de PSUC la convirtió en modelo de las mujeres combatientes catalanas. «La Pasionaria de Cataluña», la llamaban. Paradójico que ambas mujeres se llevaran fatal: «Según Ricard Vinyes –cuenta Gregorio Luri–, Caridad y Dolores Ibárruri estaban enfrentadísimas. Decían que Dolores había tenido que parar los pies varias veces a los servicios de espionaje soviéticos, que hacían servir militantes nuestros para su uso particular, sin consultar nada con el partido».
En septiembre se embarcó hacia México, siguiendo instrucciones de la Generalidad. Mientras estaba en el extranjero murió su hijo Pablo cuando un tanque enemigo le pasó por encima. A su vuelta, fue nombrada secretaria de la Unión de Mujeres Comunistas, pero se fue separando progresivamente de estos trabajos a medida que se comprometía, cada vez más, con los asesores soviéticos.
Su vida volvió a tomar un nuevo rumbo cuando Stalin decidió acabar con la vida de Trotski, que había sido uno de los colaboradores más fieles de Lenin y vivía exiliado en México. Eitingon asumió los aspectos operativos y quiso contar con Caridad y Ramón Mercader. El 20 de agosto de 1940, Ramón entró en la casa de Trotski en Coyoacán y lo mató clavándole un piolet en la cabeza. Caridad y Eitingon, que le esperaban fuera en un coche, vieron que las cosas no habían salido como las habían programado cuando sintieron un gran revuelo alrededor de la casa. Por eso, abandonaron a Ramon y se fueron a toda prisa de México.
Después de un largo viaje, llegaron a Moscú en marzo de 1941. Lavrenti Beria, el jefe del NKVD –y probablemente también su amante–, le organizó un gran recibimiento y fue condecorada con la Orden de Lenin. Fue la primera mujer extranjera en recibirla. Para Ramon se reservaba la Medalla de Oro de la Unión Soviética. Allí le dieron un apartamento donde vivió unos meses con su hijo Luis, disfrutaba de coche y chofer particular y se dedicó a vigilar a los miembros del Partido Comunista Búlgaro refugiados en la URSS. También tuvo tiempo de participar en diferentes misiones, como la del atentado en Ankara contra el cónsul alemán Franz von Papen.
Tres años después se trasladó a México con la autorización expresa de Beria y logró entrevistarse con su hijo Ramón fuera de la prisión. No se sabe qué ocurrió, pero a partir de ese instante se suspendió una extraña operación de la NKVD que tenía por objeto liberarle. Caridad era una mujer aventurera e impulsiva que no se supo adaptar a la vida rutinaria moscovita cuando el NKVD dejó de necesitar sus servicios. Como repetía «es más fácil destruir el capitalismo que construir el comunismo». Fue cuando recibió la autorización para trasladarse a París con pasaporte cubano para vivir con sus hijos Jordi y Montserrat. En la capital del Sena se enteró de la muerte de Stalin, de la ejecución de Beria y del encarcelamiento de Eitingon.
Pero Caridad no sabía quedarse de brazos cruzados y, así, se procuro una nueva ocupación. El cónsul castrista Harold Gramatges le contrató para dirigir las relaciones públicas de la embajada de Cuba en París, de 1960 a 1967. El escritor Guillermo Cabrera Infante explicaba que Gramatges la llamaba «Cachita» y que la consideraba «más estalinista que Stalin».
Cuando Ramón Mercader terminó su condena, se fue a vivir a Moscú hasta donde viajaría esporádicamente Caridad para visitar a sus hijos y a sus nietos. Finalmente, tras una vida de incesante actividad, murió a los 82 años, un mes antes que Franco. Sobre la cabecera de su cama colgaba un enorme retrato de «el padrecito del proletariado mundial», como remate a una existencia en la que no cabe retórica alguna, en tanto que supera cualquier ficción pergeñada por el mejor de los novelistas.
No pocos historiadores y escritores han presentado a Caridad Mercader como una mujer fanatizada que empujó a su hijo al asesinato. Leonardo Padura –autor de «El hombre que amaba a los perros»– la describió así: «Caridad del Río no sólo había sido quien educó a su hijo en el odio y lo puso en contacto con los oficiales del tétrico NKVD soviético encargados de concebir y ejecutar el asesinato, sino que lo alentó e impulsó en su misión hasta esa misma tarde del 20 de agosto, cuando a bordo de un auto y en compañía del creador del plan, vio entrar a Ramón Mercader en la casa de Trotsky y en las cloacas de la historia del siglo». Similar observación hizo Julián Gorkin cuando afirmó que «un tenebroso aparato policiaco convirtió a Caridad en una terrorista y madre de un asesino», añadiendo que Ramón fue sacrificado al «fanatismo ciego que profesaba». La descripción fue corroborada con las confidencias que, según Castro Delgado, le había hecho Caridad durante su estancia en la Unión Soviética: «He hecho de Ramón un asesino».
Luis Mercader, en cambio, planteaba una visión distinta. Según el pequeño de los Mercader, Caridad no habría tenido una gran influencia ni sobre Ramón ni sobre ninguno de sus hijos debido a que vivió muy poco tiempo con ellos. También explicaba en el documental «Asaltar los cielos» cómo su hermano le había contado que fue él quien se ofreció voluntario para cometer el asesinato simplemente por ayudar a Eitingon a cumplir su misión.
Por último, Gregorio Luri apunta una tesis novedosa para justificar el que Caridad reclutase a su hijo: para alejarle del frente y que no corriese la suerte de su hermano Pablo, muerto en acción de combate unas semanas antes.
-
17:25
»
El café de Ocata
-
12:58
»
El café de Ocata
"Quizá por esta prosapia tan enguirnaldada, un señor con paraguas todavía puede aspirar a ser un gentleman, mientras que un tipo con capucha de chándal siempre tendrá pinta de ir o venir del cuartelillo".
Ignacio Peyró, pedagogo español.
-
-
0:53
»
El café de Ocata
... que me dijo: "Perdóneme, señor, pero tengo en mi poder un objeto que le pertenece". "¿Cómo es posible?", pregunté bastante sorprendido. El extraño sacó una navaja del bolsillo. "Hace unos años -explicó- pusieron esta navaja en mis manos con la indicación de que debía conservarla hasta que encontrase a un hombre más feo que yo. La he llevado desde entonces hasta ahora. Permítame que le diga, señor, que creo que tiene todo el derecho a reclamar su propiedad".
Anécdota explicada por Abraham Lincoln a su retratista. En Abraham Lincoln. Por la libertad. Plataforma Editorial.
-
-
19:46
»
El café de Ocata
Presentación el día 14 de abril en la FNAC de Pamplona (La Morea)
-
-
23:49
»
El café de Ocata
-
15:02
»
El café de Ocata
“Uno de los fenómenos humanos más sorprendentes es el de aquellos que hacen “de buena fe” el tipo de cosas que un análisis lógico puede demostrar fácilmente que son incompatibles con la buena fe. La falta de sinceridad de este tipo es mucho más frecuente que la hipocresía deliberada y más perjudicial". John Dewey en Freedom and Culture (1939). Pero Dewey se niega a aceptar que aquí se encuentre algo propio de las cosas humanas y, por lo tanto, de la política y sueña con una sociedad en la que la buena fe universal vaya siempre acompañada de buenas obras.
-
13:09
»
El café de Ocata
Y como muestra:
-
-
20:05
»
El café de Ocata
Habla Ignacio Peyró en ese (entre otras muchas cosas) tratado de pedagogía que ha escrito con el nombre de Pompa y circunstancia, del "esnobismo inverso", que es el propio del esnob que cree que toda pretensión o afirmación de excelencia –intelectual, estética, formativa o biográfica- resulta de mal gusto por herir la susceptibilidad ajena y, ante todo, por atentar contra el igualitarismo.
No es el primero en observar este fenómeno, tan característico de nuestro tiempo. El 9 de junio de 1964, Mary McCarthy escribe a Hannah Arendt desde París: "Me da la impresión, quizá subjetivamente, que el gusano de la igualdad (...) está dejando de lado las 'diferencias de clase' entre lo sano y lo insano, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo. Concretamente, me doy cuenta de que me siento culpable y rara en presencia de un psicótico, como si yo, en nombre de la igualdad, tuviera que ocultar mi salud mental. Lo mismo me pasa con alguien que es estúpido, me mortifica hablar con una persona así, tengo miedo de decir algo que pueda sacar a la luz su estupidez".
El día 23, Hannah Arendt le contesta a su amiga desde Nueva York: "Este comparar constantemente es realmente la quintaesencia de la vulgaridad. Si no caes en este hábito espantoso, inmediatamente te acusan de arrogante, como si al no compararte te estuvieras situando por encima de todos."
Efectivamente, la actual conciencia democrática es refractaria a las ideas de autoridad, élite o excelencia. Tanto es así que incluso las modernas jerarquías hacen todo lo posible para ganar su legitimidad fingiendo que, en realidad, no son tan diferentes del ciudadano medio. ¿Quién aceptaría hoy definir la autoridad como el derecho a ser obedecido? La demanda de igualdad ha sustituido en el ranking de valores a la antigua demanda de virtud, aparentemente, un poco obsoleta. En esta misma dirección, Michael Young, profesor emérito del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, declaraba no hace mucho tiempo que hay profesores que, para no frustrar a sus alumnos, no se atreven a decirles que se han equivocado.
Queremos ser iguales. Pero no sé si está muy claro lo que entendemos por igual. Tengo la convicción de que se trata de algo diferente de lo que entendieron las generaciones pasadas. Si atendemos a las efectivas reclamaciones de igualdad, lo que observamos es que nadie quiere ser igual a los demás. Lo que se reclama es un igual derecho a ser diferente, porque entendemos la diferencia como la máxima expresión de la libertad y de la autenticidad.
Hace unos meses circulaba por Internet la noticia de que una asociación deportiva de Ontario animaba a los niños a jugar al fútbol sin balón para evitar que haya perdedores. "Queremos -declaraba el promotor de la idea- que nuestros hijos aprendan que el deporte no tiene nada que ver con la competición, sino con la imaginación. Si imaginas que eres un buen jugador de fútbol, entonces lo eres". La noticia parecía perfectamente verosímil, aunque era falsa. Pero lo noticiable residía, a mi parecer, en su verosimilitud.
Desde que Nathaniel Braen publicó La Psicología de la autoestima, en 1969, hemos hecho todo lo posible para ocultar el fracaso en la escuela. Hay muchos maestros convencidos de la existencia de una relación directa entre el incremento de la autoestima de un alumno y de sus resultados. Sin embargo, abundan los estudios que muestran una relación negativa. Tengan en cuenta lo siguiente: (1) cuando más defienda alguien la importancia de la autoestima para el aprendizaje, menos conoce los estudios relevantes sobre esta cuestión y, (2), cuando más relevantes son estos estudios, menos obvia se muestra esta relación.
El elogio indiscriminado produce más efectos negativos que positivos. El niño que oye continuamente que es muy inteligente, se convierte fácilmente en un narcisista con miedo al riesgo, porque no quiere defraudar las esperanzas que los adultos depositan continuamente en él.
-
19:45
»
El café de Ocata
Mira que hemos perdido tiempo intentando aclararnos sobre lo sublime: que si una inquietante extrañeza y que si bla-bla-blá. Lo sublime, amigos, es esto: la perfección exacta de este aceite que me ha enviado desde Jaén la profesora Isabel María Ayala Herrera y que le da pleno sentido a aquella sentencia de -creo- Epicuro: Cuando vayas al mercado, no olvides volver con un amigo nuevo. Yo fui a Jaén y volví a casa con la amistad de Isabel. ¡Bendita sea!
-
-
23:07
»
El café de Ocata
Resulta que, según Mariano Sigman, las neurociencias dicen muchas cosas. La verdad es que ya nos venían advirtiendo los neurocientíficos de verdad que para retener, hay que insistir. Pero no son las neurociencias las que orientan a algunos innovadores sino lo que bien podemos llamar la pedagogía hedonista... o sibarita. Pienso en lo que escribe Séneca en su
De ira a propósito del sibarita Mindíride, que al ver a uno que levantaba mucho la azada mientras cavaba, prohibió, entre quejas de cansancio, que se realizara este trabajo ante su vista.
-
22:51
»
El café de Ocata
He comenzado a preparar una conferencia que con gran placer daré en Alicante, porque hay cosas que deben ser hechas con tiento:
Revisando papeles y señales de libros ya leídos, no dejo de topar con maravillas como, por ejemplo, estos versillos de Quevedo:
Permite que yo seael olmo desa vid, y que con lazos,dándote mil abrazos,tejida en laberintos mil te veas,que en lo que toca a besos, comedido,menos de los que das al jarro, pido. Hoy ha sido también un buen día, a pesar de que se ha levantado a media mañana una extraña niebla que parecía más propia del Támesis que del Mediterráneo y que dejaba en el ambiente un toque de irrealidad. Pero el día ha sido bueno porque he comido con José Luis López Bulla y Jordi Nadal, de Plataforma Editorial, en La Cuina dels Capitans, en el puerto del Masnou. Ha contribuido a mejorarlo la llegada de esta invitación, que les paso a todos ustedes. Por cierto, falta un nombre importante... pero todo a su debido tiempo.
-
-
20:44
»
El café de Ocata
-
8:23
»
El café de Ocata
"Un intelectual de los viejos tiempos, José Bergamín, próximo a Herri Batasuna, se lo dijo a Fernando Savater poco antes de morir en 1983 bajo un gobierno socialista elegido democráticamente: «Desengáñate; lo que este país necesita es otra guerra civil, pero que esta vez ganen los buenos»
Juan Francisco Fuentes: Transición, democracia y nihilismo
-
0:29
»
El café de Ocata
Jacques es Jacques Mornard, es decir, Ramón Mercader. ¿Y Pedro? No estoy seguro. Quizás Eitingon, a quien Ramón conocía con este nombre cuando durante la guerra civil española formó parte del comando dirigido por el ruso.
-
-
15:37
»
El café de Ocata
-
-
16:17
»
El café de Ocata
Juan Manuel de Prada le dedica su Raros como yo de este sábado (ver ABC Cultural) a un raro que merece como pocos este calificativo, al "descabalado, disperso y un tanto delirante, Felisberto Hernández". "En París (a donde había viajado gracias a una beca que le consiguieron Supervielle y Roger Callois)se enamora de María Luisa Heras [sic], una modista española con la que también se casa, para no variar, y de la que se divorcia para volver a vivir con su madre en la pensión pulgosa de siempre".
De Prada se olvida de un pequeño detalle: María Luisa Heras es la ceutí África de las Heras, una de las agentes más importantes de la historia del KGB.
Comenzó a colaborar con los soviéticos en Barcelona durante la guerra civil y en la URSS tuvo una destacada actuación como guerrillera actuando tras las filas alemanas. En abril de 1944 le concedieron la Orden de la Estrella Roja, la medalla del Guerrillero de primer grado, la Medalla de la Defensa de Moscú y la Medalla de la Victoria. Pocas mujeres alcanzaron un medallero más excelso que el suyo y pocas, también, lo tuvieron más merecido. Inmediatamente después asistió a varios cursos para completar su dominio del ruso y de las técnicas de espionaje. En enero de 1946 fue enviada a París, vía Berlín, donde se hizo pasar por María Luisa de las Heras, una exiliada política española. Alquiló un apartamento en el número 82 de la calle Lauriston, en la orilla derecha del Sena, donde montó un taller de modista. Siempre fue muy buena con la aguja de coser. No tardó en ganarse una cierta reputación y atender a una clientela distinguida. Su objetivo en París era Felisberto Hernández, de convicciones marcadamente anticomunistas. Parece que se conocieron en el Pen Club, el 13 de diciembre del 47, con ocasión de la presentación de Filisberto en la sociedad literaria parisina por parte de Jules Supervielle. Gracias a Felisberto obtuvo los documentos legales que le permitieron desplazarse a Uruguay. Embarcó en Burdeos en el transatlántico Kerguelen el 3 de diciembre de 1948 y desembarcó en Montevideo el 27 de diciembre. Ya podía dedicarse a la misión que le habían encomendado en Moscú: la creación de una red de espionaje en el Cono Sur. Al principio, Felisberto y África vivieron en apartamentos separados, pero próximos, en la calle Juan Manuel Blanes. Se casaron el 14 de febrero de 1949 y a partir de entonces comenzó una historia de la que nos desentenderemos nosotros. Baste decir que África no se casó para ser feliz, sino para tener una buena cobertura para sus operaciones de espionaje. Y mientras la cobertura fue necesaria, permaneció casada. Dos años. Sudoplatov -una alta figura del KGB- dice estuvo trabajando con Rudolf Abel. Si esto es cierto, hemos de tener en cuenta que la red de espionaje que consiguió tramar Abel, con conexiones en Nueva York, California, Brasil, México y Argentina, fue decisiva para la obtención de los secretos atómicos norteamericanos. África acabó sus días como “profesora particular” de agentes a los que daba clases en su propio piso en Moscú, en el Sadóboye Koltsó, cerca del metro Smolenskaya.
-
-
17:46
»
El café de Ocata
-
-
17:16
»
El café de Ocata
-
-
16:10
»
El café de Ocata
–¿Cómo es que Cristo perdonó a todos? –pregunta Kornílov.
–Cristo podía perdonar y absolver –contesta el padre Andréi–. Por eso lo llamamos redentor. Es Dios, después de todo. ¿Por qué tuvo que morir, sufrir? ¿Hemos pensado en ello? (…) La moraleja de esta fábula es sencilla: ni siquiera Dios se atrevió, escuche bien, a perdonar a los hombres desde el cielo. Porque el valor de un perdón como ése sería nulo. No, desciende de tu Sinaí, métete en el pellejo infame de un esclavo, vive y trabaja 33 años como carpintero en una ciudad pequeña y sucia, soporta todo lo que un hombre puede soportar de otros hombres, y cuando… te laceren con látigos, te arrastren luego con una cuerda y te crucifiquen desnudo en un poste, expuesto a la vergüenza y al escarnio, pregúntate desde lo alto de ese maldito árbol: ¿amas a los hombres como antes o no? Y si dices: “Sí, los amo como antes. ¡Tal como son! ¡De todos modos los amo!”, entonces, ¡perdona! Pues tu perdón tendrá una fuerza tan terrible que quienquiera que crea que puede ser perdonado por ti será perdonado. Porque no es Dios en el cielo quien les perdonó el pecado, sino un esclavo crucificado. ¡Esto es lo que significa la fábula de la redención!
–¿Podría usted perdonar a Judas?
–¿Por qué no? ¿Quién era Judas, a fin de cuentas? Un hombre que había sobrevalorado terriblemente sus fuerzas. Tres cuartos de los traidores son mártires fracasados.
Dombrovski en Salmonetes
-
13:55
»
El café de Ocata
La cosa se presentaba bien. Mi mujer se iba a Pamplona y yo me quedaba de Rodríguez durante estos días. El lunes aún pude disfrutar de una cena en la Barceloneta con mis amigos lacanianos (desengáñense, la amistad es un vicio), pero la noche del lunes al martes vi de repente reducida drásticamente mi autonomía a un radio no mayor de 10 metros de la taza del váter. Un virus, dicen. Pero los hombres no estamos hechos para estar malitos sin poder lamentarnos. La soledad es esto.
-
-
10:54
»
El café de Ocata
-
-
19:12
»
El café de Ocata
La empatía es la capacidad de identificarse con alguien y de compartir sus sentimientos. Lo que nunca está claro es si ese "alguien" con el que creemos identificarnos es algo más que una imagen aproximada del alguien real.
(B., estoy escuchando el preludio de la sinfonía número 4 de Charles Ives).
Para asegurarnos nuestra identificación con alguien, previamente debiéramos entenderlo bien, pero tampoco está claro qué quiere decir esto. ¿Significa entenderlo de manera objetiva y precisa, de manera superior a como él se entiende subjetivamente a sí mismo o significa entenderlo exactamente de la manera como él se entiende a sí mismo?
¿Pero acaso alguien se conoce a sí mismo?
"De lo que se trata en la vida", escribe Phillip Roth en su Pastoral americana -y Roth de estas cosas sabía mucho- "no es de entender bien al prójimo. Vivir consiste en malentenderlo, malentenderlo una vez y otra y muchas más, y entonces, tras una cuidadosa reflexión, malentenderlo de nuevo. Así sabemos que estamos vivos, porque nos equivocamos".
Insisto: ¿Por qué habríamos de entender al otro si no nos entendemos a nosotros mismos? Quien no tenga alguna zona de su alma en penumbra, que levante la mano.
"Nadie me conoce mejor que yo mismo", nos confesó el gran San Agustín, "y, sin embargo, no puedo estar seguro de lo que haré el día de mañana."
Conclusión: la empatía es la forma beata de la incomprensión.
Nota: cuando ustedes vean aparecer muchos posts en este café, es que estoy de Rodríguez.
-
2:15
»
El café de Ocata
Últimamente parece de gran altura moral sentir vergüenza de ser europeo, a pesar de que no hay nada más europeo que sentir nostalgia de lo que no se es, sea Atenas, Jerusalén o, en otro tiempo, Moscú. Curiosamente, muchos de estos nostálgicos lo que parecen lamentar de Europa es que no se comporte como un hotel en el que todos tendríamos derecho a ser servidos de manera eficiente y de acuerdo con nuestros valores, sin sentirnos obligados a dar nada a cambio. O sí: A cambio de sus demandas ofrecen su desafección.
¿Cómo no sentirse incómodo con la manera errática y vergonzosa con que los líderes europeos están encarando la crisis de los refugiados? Pero deberíamos preguntarnos también si, al actuar así no están pensando en las medidas que obtendrán el mayor consenso entre la ciudadanía europea, porque la política democrática no se hace con el bien, sino con el consenso (para bien y para mal).
-
1:03
»
El café de Ocata
Nuestros abuelos no iban a misa a que les hablaran de Dios, sino a que les explicaran el mundo, que era lo que de verdad les urgía. Desde el púlpito se les explicaba el orden de las cosas, de manera que salían de la iglesia convencidos de que cada cosa estaba en su lugar y de que habían un orden en el mundo.
Pero nosotros sabemos que el negociado de la explicación del mundo no se encuentra en los púlpitos, sino en las cátedras de las universidades.
Claro que entre el mundo que se explica en las universidades y el mundo abandonado por los curas (ahora se limitan a decirnos que seamos buenos en el seno de un mundo que no explican) está nuestro mundo, el de la vida, ese mundo en el que tenemos que actuar para dar respuesta con nuestra pobre inteligencia a los problemas impostergables que nos salen al paso. Como ya no tenemos la ayuda de la iglesia y la de la ciencia nos pilla lejos, debemos salir del paso como podemos. A salir del paso como se puede se le llama prudencia.
La prudencia es la virtud que debería sustituir a la religión y a la ciencia a la hora de regir nuestros pasos. Pero nuestra insensata prudencia no da para tanto.
El nihilismo es lo que acaba surgiendo cuando nos vemos obligados a sustituir la ciencia (la del púlpito o la de la cátedra) por la prudencia.
-
-
18:46
»
El café de Ocata
-
-
15:11
»
El café de Ocata
-
14:49
»
El café de Ocata
Knowledge Matters is a campaign to make building knowledge Job One for American education.
Nearly every major educational goal—from improving reading comprehension and critical thinking to problem solving and creativity—is knowledge based. Without a solid foundation of content knowledge built from the first days of school, higher academic standards and better student outcomes will not be achieved. Fifty years of research definitively shows that knowledge is vital to language comprehension—the starting line for all other learning and analysis. Broad, shared knowledge is vital to citizenship, too, yet the curriculum of many schools has narrowed. To address this challenge, we must ensure that history, science, geography, art, music, and more are generously taught to all students, especially those least likely to gain such knowledge outside school.
Knowledge Matters
-
-
18:37
»
El café de Ocata
"Los niños que se hacían los enfermos para faltar a clases, ahora quieren ir con fiebre e incluso los sábados. No tienen tareas, pero llegan a su casa tan motivados, que siguen trabajando. Los que tenían problemas de aprendizaje ahora son los líderes. Los profesores confiesan haber redescubierto su vocación".
AQUÍ
-
5:37
»
El café de Ocata
-
5:10
»
El café de Ocata
...We conclude that – in addition to intelligence as powerful cognitive predictor – conscientiousness is the crucial noncognitive predictor for school achievement and should be focused on when supporting students in improving their performance.
AQUÍ
-
-
18:03
»
El café de Ocata
"One of the most perplexing of human phenomena is the case of person who do 'in goog faith' the sort of things which logical demonstration can easily prove to be incompatible with good faith" - John Dewey, Freedom and Culture.
-
8:56
»
El café de Ocata
Recordad siempre que, a diferencia del cerebro de las neurociencias, vuestro alumno no es una hipótesis.
-
1:11
»
El café de Ocata
-
-
11:51
»
El café de Ocata
"If one could control the songs of a nation, one need no care who made its laws". - John Dewey
-
11:45
»
El café de Ocata
Inesperadamente -que así llegan las cosas importantes- estoy viviendo un ménage à trois. Y confieso que disfruto. Los implicados somos mi amiga parisina B., Maurice Ravel y un servidor de ustedes. Si Eros, como decía Nono de Panópolis, es "lo que mantiene la unión", esta es una relación erótica que, por fortuna, se desarrolla en la intimidad pero sin ocultarnos de nadie.
Ya era devoto de Ravel antes de formar este trío, pero ahora la devoción se ha transformado en pasión compartida.
-
-
8:59
»
El café de Ocata
Esto de las competencias fue puesto en marcha en 1973 por David McClelland con un artículo titulado Testing for competence rather than for intelligence en el que criticaba los límites de los tests tradicionales de evaluación de la inteligencia por mostrar una capacidad predictiva tan reducida que era imposible hacerse, a partir de ellos, una idea concreta de la evolución de un alumno y de su futuro profesional. Los tests de aptitudes serían mucho más fiables. Conclusión: Había que reformular el concepto de inteligencia para verla como la excelencia en la resolución de retos profesionales.
Para que este proyecto tuviera éxito, era imprescindible identificar nítidamente esos retos profesionales o, dicho en el vocabulario de McClelland, las competencias específicas. Al adentrarse en este camino, no tardó en darse cuenta de que -como ya había visto Aristóteles- las competencias no se pueden definir a priori. Su lógica nos exige verlas en funcionamiento. Del mismo modo que el buen pianista sólo es reconocible interpretando música de manera virtuosa, la competencia de, por ejemplo, un director general, debe buscarse en la práctica de los mejores directores generales. Es la práctica exitosa la que nos muestra a las personas competentes. No es la teoría competencial la que nos garantiza el éxito de una empresa.
La conclusión es, entonces, clara: el niño sólo es competente en acto resolviendo tareas infantiles, pero no sabemos si sus competencias infantiles predicen sus competencias adultas.
Insisto en que en su origen, las competencias fueron concebidas como puntos de contacto y articulación entre el mundo educativo y el laboral. En este sentido, por ejemplo, el Departamento de Educación y Trabajo de los Estados Unidos creó la Secretary's Commission on Achieving Necessary Skills (SCANS) para definir las competencias y capacidades que los trabajadores debían poseer para encontrar trabajo en el futuro. Los resultados se publicaron en un estudio titulado What Work Requires of Schools: A SCANS Report for America 2000, que contenía un listado muy complejo de competencias profesionales.
Desde esta fecha hasta el presente los listados de competencias no han hecho más que crecer y en el mundo de la teoría competencial se encuentran competencias para todos los gustos. Es inevitable que así sea por dos razones básicas:1) Porque el Factor G (la inteligencia general) continúa apareciéndonos de manera protagonista en todas estas listas.2) Porque en el fondo lo que está en juego no son las competencias, sino el modelo de hombre que tenemos presente y aquí, topamos -¡menos mal!- con la ideología.
En la escuela se ha impuesto la idea de que todos los niños son competentes. Si no en una cosa, en otra, pero todos llevarían bajo el brazo un potencial que debe ser desarrollado. Esta idea suele encontrar un aliado en la teoría de los estilos de aprendizaje. Pero si nos tomamos en serio las competencias y no nos hacemos trampas a nosotros mismos, tenemos que aceptar que cuanta más relevancia otorguemos a las competencias, más relevancia otorgamos también a los modelos y, en consecuencia, más nítidamente se nos pondrá de manifiesto lo que Sennett llama el “fantasma de la inutilidad”, es decir, el incompetente.
En las recientes listas de competencias suele ocupar un lugar privilegiado la de "aprender a aprender" o la de "adaptación a nuevas necesidades".
Yo sigo pensando que -como Vigotsky puso de manifiesto- lo de aprender a aprender tendría sentido si el contenido del aprendizaje no condicionara la manera de aprenderlo, es decir, si el objeto del conocimiento matemático no nos impusiera una manera de aprender que es muy distinta a la que nos impone el objeto del conocimiento histórico, por ejemplo. Pero aceptemos el hecho de que hay personas que se muestran más dúctiles que otras: son más capaces de readaptarse con éxito a nuevas exigencias profesionales. ¿Qué es lo que caracteriza su ductilidad?
Lo que una y otra vez descubrimos es que cuanto mayor es la inteligencia de una persona, mayor capacidad tiene para la adaptación a nuevas condiciones laborales y, por lo tanto, mayor es su rendimiento laboral y mayor también, en resumidas cuentas, su competencia para aprender a aprender. La capacidad intelectual de una persona tiene mucho que ver con su ritmo de adquisición del conocimiento necesario para desempeñar un trabajo. Llegamos así a la paradoja -paradoja para las tesis del movimiento competencial- de que los estudiantes que mejores resultados obtienen en los tests de aptitudes son, de manera mayoritaria, los que tienen mejores notas en el bachillerato convencional.
No hay manera de escapar del llamado Factor G (inteligencia general), es decir, de la inteligencia lingüística, matemática y espacial, porque si lo echas por la puerta te entra por la ventana.
Si lo anterior es cierto, entonces al mismo tiempo que nos preguntamos por las competencias del alumno, debemos hacerlo por las competencias de la escuela.
-
-
19:38
»
El café de Ocata
Sugiere Lev Shestov en Apoteosis de lo infundado que el sistema es la justificación del cansancio, pues cuando un pensador pierde la capacidad y la fuerza para avanzar, comienza a asegurar que ha llegado hasta el fin. Es decir, confunde la verdad última con el límite de sus fuerzas. Llegado a este límite, mira a su alrededor y arrambla con lo que el entorno le proporciona para disponerse a elaborar una concepción del mundo.
Es decir: el filósofo que nos entrega un sistema sólo nos está ocultando su autoengaño. Si fuera un filósofo de verdad, cabal, genuino, se mantendría fiel a lo que dice ser, filósofo, y renunciaría por principio a cualquier forma de sedentarismo.
"El auténtico investigador de la vida no tiene derecho a ser un hombre sedentario", asegura Shestov. Y añade algo que hoy nos resulta un poco difícil de entender: "El orden con el que sueñan los filósofos existe sólo en las aulas".
-
4:24
»
El café de Ocata
El lujo de poder hacer cosas como esta.
-
-
21:16
»
El café de Ocata
El cuento de los estilos de aprendizaje
-
-
20:58
»
El café de Ocata
No soy científico y no tengo la explicación para este fenómeno, que sin duda la tendrá, pero me he quedado boquiabierto contemplando esta exuberancia meteórica trinitaria. Curiosamente, ningún otro paseante por la playa de Ocata parecía darle la más mínima importancia al milagro de la luz. Aquí tienen la prueba de mi gozosa perplejidad. Yo estaba allí.
-
13:15
»
El café de Ocata
... y si lo dice a él, que es un sabio estilita, va a misa:
-
10:19
»
El café de Ocata
Y, honestamente, ¿el trabajo en equipo no está sobrevalorado? Olvídense de la teoría, ¿qué encuentran en su propia experiencia laboral?
-
6:12
»
El café de Ocata
Sin ironías: ¿Hay algún estudio serio que demuestre que el aprendizaje por competencias hace a los alumnos más competentes?
-
6:05
»
El café de Ocata
Hoy es de buen tono pedagógico despreciar la memoria. ¿Pero conocen ustedes a alguien que no quiera tener más memoria de la que tiene?
-
-
21:55
»
El café de Ocata
La primavera de Munich, de Jordi Amat, puede leerse de muchas maneras. Por ejemplo como una casi-biografía de Ridruejo con Gorkin al fondo, o, también, como la historia de por qué no fue posible una alternativa al franquismo que excluyera a los franquistas y a los comunistas. La única alternativa efectiva resultó ser la que incluyó a los que hasta hacía muy poco no habían sido demócratas. El hecho de que Fraga y Carrillo se dieran la mano es lo que permitió que tanto el franquismo como el estalinismo se heredarán a sí mismos en su peculiar metamorfosis interna.
Entre Fraga y Carrillo quedaban eclipsados los esfuerzos del Congreso por la Libertad de la Cultura para evitar precisamente esta imagen y, con ellos, muchas figuras políticas relevantes que en poco tiempo quedaron aparcados en los márgenes de la transición española.
Lo que el Congreso hubiera querido hubiera sido que esta foto recogiera, por ejemplo, un encaje de manos entre Gil Robles y Madariaga... o entre Ridruejo y Llopis, que abriera las puertas de España a Europa. Pero no contaba a su favor con la realidad. Como Jordi Amat resalta, con acierto, la guerra civil española resultó ser también el "conflicto prologal de la guerra fría" y España se convirtió en una pieza del gran tablero estratégico de la política internacional. En este tablero la fidelidad de Franco al anticomunismo, estaba asegurada y eso explica su abrazo con Eisenhower. Esto era lo relevante para los Estados Unidos. Pero el abrazo no disminuyó el apoyo del Congreso a los que, para entendernos, podemos llamar "los hombres de Múnich", que fue muy notable. Gastó tanto dinero en ellos que hasta el mismo Gorkin se sorprendió al conocer la cifra exacta, que quizás nosotros conozcamos algún día.
A mi parecer, este es el aspecto más interesante del libro: desvela la enorme importancia del Congreso, sobre todo a partir de 1958, en la conformación una conciencia política que fuese a la vez antifranquista y anticomunista. Jordi Amat ha abierto una enorme vía de investigación. Un filón que podría obligarnos a replantear bastantes cosas.
"En política todo lo imposible es inmoral", dejó dicho Ridruejo. Así sería, efectivamente, si supiéramos a ciencia cierta dónde se encuentran los límites entre lo posible y lo imposible. ¿Era posible que
The New York Times descubriera y publicase el apoyo de la CIA al Congreso? ¿Era posible que esta información produjese en poco tiempo el desmoronamiento de toda su estructura, que acabará convirtiendo a Gorkin en "un fósil de la guerra fría"?
Así recogía la revista TRIUNFO el informe sobre la relación de la CIA y el Congreso.Quedan sin embargo dos preguntas.
La primera: ¿El hecho de que el Congreso por la Libertad de la Cultura no fuera vencido por el comunismo, sino por la libertad de prensa, no suponía en cierta forma el triunfo de sus ideales?
La segunda: ¿Si tenemos en cuenta la cantidad de pintores, poetas, novelistas, ensayistas de primerísima fila... que fueron subvencionados por el Congreso, no le debemos algún tipo de agradecimiento?
Nota: pueden hacerme ustedes las preguntas que consideren oportunas porque de aquí a pocos días como con Jordi Amat en el puerto del Masnou y se las trasladaré a él.
-
13:33
»
El café de Ocata
-
-
20:31
»
El café de Ocata
Es este un libro para leer despacio porque más allá de las intenciones del autor -que ha hecho un magnífico trabajo-, hay en él una acusación indirecta a todos los que, puesto que hacíamos oposición al franquismo, nos creíamos bien informados. ¡Qué ignorantes éramos! Pero esa ignorancia no nos exime de culpa: fuimos culpables de nuestro grosero analfabetismo político. Fuimos culpables, por ejemplo, de sentirnos más cerca de Pasionaria que de Salvador de Madariaga; de perdonarle a Miguel Hernández sus loas al Campesino y Antonio Machado su deseo de ofrecerle su pluma a Líster a cambio de su pistola; de no querer ver el chulesco estalinismo de Neruda, de no querer saber de dónde había salido Ramón Mercader, de no tener reparos a la hora de manifestarnos al lado de un estalinista mientras desconocíamos todo de Maurin, de despreciar desde nuestra olímpica ignorancia todo cuanto sonaba a liberal, a pesar de que no teníamos ni la mínima experiencia de qué era el liberalismo; de comentar cada frase de Marta Harnecker (¡manda huevos!) y despreocuparnos completamente de Ridruejo; de no estar a la altura de quienes desde el lado de los vencedores o del de los vencidos, quisieron dejar paso a una generación libre de los rencores de la guerra. Son pecados que estamos purgando porque hay culpas de los padres que inevitablemente heredan los hijos. Fuimos culpables, en definitiva, de no saber dónde estaba Múnich y por eso no podemos explicárselo a nuestros hijos... sin la ayuda de Jordi Amat.
-
19:05
»
El café de Ocata
"Creo que sólo cuando los españoles hagamos historia más bien que leyenda y empleemos el humilde nosotros a la hora de recontar las culpas, este país tendrá ante sí algo que se parezca a un porvenir". - Dionisio Ridruejo en el libro de Jordi Amat La primavera de Múnich.