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El café de Ocata
INo nacemos con una predisposición biológica a la lectura similar a la que tenemos con el habla.
IILa lectura es una habilidad infravalorada, relativamente rara y bastante complicada.
IIILeer es poco natural. No existe la lectura natural y, por lo tanto, no conviene dejar su aprendizaje en manos de la espontaneidad infantil. Tenemos que aprender cómo leer para llegar a ser buenos lectores y esto requiere una instrucción explícita y sistemática
IVLas famosas “Reading wars” están científicamente resueltas a favor de los métodos sintéticos (fonético-silábicos) frente a los métodos globales.
VEl número de libros que hay en casa es el predictor más fiable del progreso escolar de un niño.
VIEl niño comprende una palabra cuando sabe usarla en contextos diferentes.
VIINo hay experiencia educativa (aunque pueda haber actividad) allí donde no hay un enriquecimiento del vocabulario del alumno.
VIIILa satisfacción lectora segrega lo que podemos llamar la “lectordorfina”. El niño capaz de leer con agilidad experimenta viva y satisfactoriamente la descarga de tensión que supone para él la liberación de los aspectos mecánicos de la lectura. Ya no se enreda en ellos. El mecanismo lector se ha convertido en hábito y puede concentrarse en la comprensión.
IXLas evaluaciones internacionales ponen de manifiesto una caída constante de la competencia lectora de los alumnos europeos, que coincide con una peculiaridad notable: nuestros adolescentes son la primera generación de la historia que consume más textos escritos por sus contemporáneos que por adultos.
XSegún Andreas Schleicher, “España aparece mejor posicionada en los rankings internacionales cuando se considera la proporción de jóvenes que tienen titulación universitaria que cuando se evalúa el nivel de comprensión lectora o habilidad aritmética de estos jóvenes. Más de un tercio de los graduados universitarios españoles no supera el nivel dos en la prueba de comprensión lectora. Por tanto, no están suficientemente preparados para lo que sus puestos de trabajo exigen.”
XI
Para que podamos comprender bien un texto, necesitamos estar familiarizados con, al menos, el 90% de su vocabulario. Al mismo tiempo, si queremos que incremente nuestra competencia lingüística, ha de enfrentarnos a palabras nuevas (en su significado o en su uso). Disponemos, pues, de un margen del 10% del texto para introducir novedades. Se trata de ofrecerle al alumno lecturas que le exijan ponerse de puntillas para captar su significado. Pero sólo de puntillas. Si les pedimos un salto en el vacío, es fácil que acaben dándose de narices contra el suelo.
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El café de Ocata
En todo texto escrito hay algo que el autor no considera necesario explicar y se lo ahorra al lector.
Si el autor utiliza, por ejemplo, la expresión “sentarse en la mesa”, dará por supuesto que el lector sabrá, por el contexto, si ha de entenderla como “tomar la mesa como asiento”, “sentarse frente a frente en una mesa para negociar” o “sentarse en torno a una mesa para comer”.
Considérese la siguiente frase: “Aunque mi madre me prohibió llevar el móvil, lo metí en la mochila y no pude resistir el deseo de jugar con él en la biblioteca”. El autor no especifica que en la biblioteca hay que estar en silencio, que los móviles hacen ruido y distraen, que los niños no resisten muy bien la tentación de usar el móvil. El lector ya lo sabe y por eso mismo entiende muy bien por qué esa madre le prohibió a su hijo llevar el móvil a la biblioteca. Cuanto más especializado sea un texto, más elusivo es el autor. Un artículo de economía, un reportaje sobre un parque natural, una entrevista con un futbolista, una crónica parlamentaria pueden entenderse como diferentes regímenes de elusiones.
Cuando un lego en el toreo se enfrenta a una crónica taurina no tarda en descubrir que el arte de Cúchares tiene su propio vocabulario. Exactamente lo mismo pasa con la gastronomía, la economía o la botánica. Cada dificultad revela un vacío fáctico. Es como un tropiezo en la propia ignorancia al que podemos dar el nombre de carga cognitiva.
Recientemente me encontré en Bogotá con un gran titular en la primera página del diario El Nuevo Siglo, que decía esto: “Insisten en tatequieto a jíbaros”. Con "tatequieto" y "jíbaros" me enfrentaba a dos vacíos fácticos que me hacían ininteligible el titular.
Aprender a leer no es como aprender a andar en bici. Una vez que aprendemos a pedalear, sabemos pedalear en cualquier terreno.
A andar en bici se aprende de una vez y para siempre. Es una destreza (lo que en inglés se llama “how-to skill”). Aprender a leer es más semejante a aprender a cocinar, que es un arte que necesita ser practicado con diferentes ingredientes. Cocinar y leer son “knowledge-based skills”. Por eso cuantas más cosas sabemos de cocina y de productos, mejor cocinamos y cuantas más cosas sabemos del mundo, mejor leemos.
Así pues, si queremos facilitar la comprensión, debemos preocuparnos por llenar los vacíos fácticos de los lectores. El conocimiento es un potenciador de la comprensión lectora.
Si cada dificultad lectora es un tropiezo, la velocidad lectora del alumno puede ser vista como un índice preciso de la carga cognitiva que le supone un texto (de la cantidad de vacíos fácticos que le presenta). Normalmente leemos en torno a 300 palabras por minuto. Cada palabra desconocida nos ralentiza y si hay muchas, el texto se nos hace incomprensible. Si la velocidad es inferior a las 60 palabras por minuto, probablemente el lector no comprende nada de lo que lee.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
ITengo la sensación de que a medida que voy cumpliendo años mi cuerpo va dejando de ser un organismo para convertirse en una cacharrería en progresivo estado de disociación. En el cuerpo-organismo todo estaba íntimamente cohesionado, formando una unidad armónica de funcionamiento. En el cuerpo-cacharrería, las piezas se van independizando unas de otras, pero no porque tengan vocación de autonomía, sino porque el armazón que las mantenía unidas se va resquebrajando. En resumen, que ayer me sometí a una gastroscopia. Los resultados, bien; por hoy. Mañana o el año que viene habrá otra prueba. Y nadie es eterno. Me han despertado de la anestesia sin contemplaciones y les he gritado de malas maneras que me dejasen dormir tranquilo. Se han reído de mí y han continuado zarandeándome . No ha habido manera.
IIMarta Ferrero me habló e Madrid de Doug Lemov. Pedí su libro el lunes en Jaén por Amazon. Me llegó ayer.
Lo he puesto en la pila de los libros pendientes, que es urgente que vaya reduciendo si no quiero morir bajo su peso cuando un día se desmorone.
IIIEsta mañana he grabado un vídeo en la sede de la editorial Planeta, un vídeo de promoción de la lectura para la campaña de Navidad. Ha recogido la charla que he mantenido con dos grandes: Sonia Fernández Vidal (autora de
La puerta de los tres cerrojos,
Quantic Love,
Desayuno con partículas y
El universo en tus manos) y José Ignacio Latorre (catedrático de física teórica de la Universidad de Barcelona, uno de los físicos españoles con más prestigio en el campo de la física cuántica). La verdad es que me siento muy cómodo hablando con científicos, entre otras cosas porque es mucho más probable encontrarse con un científico que haya leído a Platón (José Ignacio me ha demostrado conocer bien el
Timeo y el
Banquete) que con un profesor de ciencias sociales que haya leído a Euclides.
IVAl terminar he pasado por el despacho del editor de Ariel, a repasar algunos detalles de
La imaginación conservadora y a proponerle un par de cosas. Tengo muchas más ideas que tiempo para llevarlas a cabo.
VLlevo varias semanas viajando con Nicolás Gómez Dávila. Me traje de Bogotá sus obras completas y he paseado con él por Salamanca, San Sebastián, Madrid, Jaén y -esta misma mañana- por Barcelona. Es una magnífica compañía. Creo que podría pasar un año sin frecuentar otra lectura que la de sus
Escolios a un texto implícito. Me está enseñando muchas cosas, don Nicolás... algunas bien perversas. El ejercicio de recomponer el texto implícito que se asoma a los trozos rotos del cristal que lo contuvo es exigente y, por supuesto, condenado al fracaso, cosa que convierte esta aventura lectora en un ejercicio de caballería.
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El café de Ocata
... del estado de la educación en España es que cada vez que me lo propongo, fracaso intentando convencer a un grupo de futuros maestros de que no todo es cuestión de gustos, porque cualquier cuarteto de cuerda de Beethoven es objetivamente muy superior a las obras completas de Lady Gaga y que, por eso mismo, los maestros son embajadores de Beethoven ante nuestros alumnos, no de Lady Gaga.
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El café de Ocata
En Baeza. Sospecho que aquí, como en otros muchos lugares de España, hay jubilados que salen de casa con la íntima esperanza de encontrarse con un forastero que les pregunte por una dirección. ¡Y pobre de ti como caigas en sus amabilísimas y prolijas manos!
Si quieres ser flâneur
por estos lares,
no te pares,
viajero,
no te pares.
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El café de Ocata
Disfrutando del sabor de la heterodoxia que impregna los textos del sociólogo de la educación británico Michael Young. Dos citas y dos ideas:
“Si le vamos a dar un significado serio a la importancia de la educación en la sociedad del conocimiento, debemos convertir la cuestión del conocimiento en nuestra principal preocupación y esto implica desarrollar un currículum basado en el conocimiento y no, como la actual ortodoxia defiende, un currículum basado en el alumno”.
“Las economías exitosas dependerán cada vez más de la autoridad de los expertos y de la autonomía que provee el liderazgo basado en las disciplinas”.
Si lo que se busca en la escuela es fomentar la innovación, hay que saber que la fuente conceptual de innovación son las disciplinas académicas, no las competencias (Michael Young)
Curiosamente los que hablan de “la sociedad del conocimiento” suelen callar sobre el papel del conocimiento en la educación.
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El café de Ocata
(1) El conocimiento vale la pena por sí mismo. Los alumnos no tienen que disculparse nunca por querer aprender cosas.
(2) Las escuelas transmiten el conocimiento compartido y poderoso (shared and powerful knowledge) en nombre de la sociedad. Enseñamos lo que los alumnos necesitan para dar sentido y mejorar el mundo.
(3) El conocimiento compartido y poderoso está contrastado por comunidades científicas. Necesitamos estar en contacto con universidades, investigadores y asociaciones científicas.
(4) Los alumnos necesitan un conocimiento poderoso para comprender e interpretar el mundo. Si carecen de él, serán dependientes de quienes lo posean.
(5) El conocimiento poderoso es superior cognitivamente al que se necesita en la vida diaria. La trasciende y libera a los alumnos de los límites de su experiencia cotidiana.
(6) El conocimiento compartido y poderoso capacita a los alumnos para convertirse en ciudadanos útiles. Como adultos, pueden comprender, cooperar y moldear el mundo juntos.
(7) El conocimiento compartido es la base de una democracia justa y sostenible. Los ciudadanos educados juntos comparten una comprensión del bien común.
(8) Es justo que todos los alumnos tengan acceso a este conocimiento. El conocimiento poderoso abre puertas: debe estar disponible para todos.
(9) Se necesita la autoridad reconocida de un adulto para la transmisión de conocimientos compartidos. La autoridad del profesor para transmitir conocimientos es otorgada y reconocida por la sociedad.
(10) La pedagogía vincula la autoridad adulta, el conocimiento poderoso y su transmisión. Necesitamos profesionales de calidad para todos nuestros alumnos.
Michael Young, "The curriculum and the entitlement to knowledge" (2014).
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El café de Ocata
Un comentario al artículo
Siempre hay algo que va mal que me ha llegado al alma:
Muy bueno. Me recuerda al profesor de piano de mis hijos. El mayor, de 8 años, interpretando a Mozart, rompió a llorar tras una corrección del músico:-¿Pero por qué lloras, J.?-¡No me gusta cómo me hablas!-¡Quién va a defender si no a Mozart de lo que le haces?
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El café de Ocata
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El café de Ocata
IUna semana sin pasar por aquí. No sé si ha sido algo coyuntural o un anuncio. Ya veremos... Si algo tengo claro es que esto es una diversión, no una obligación... pero viene bien el ejercicio de escribir alguna cosa cada día, practicando el viejo "nulla dies sine linea".
IILa libertad se mide (¿también?) por la voluntad con que nos sometemos a nuestras rutinas.
IIIHe estado por San Sebastián y Pamplona y ando absorto en la corrección de las galeradas de la
Imaginación conservadora, ejercicio que nunca me había tomado demasiado en serio, y que por eso mismo he pagado con más de una vergüenza. Tengo un empeño especial en que este libro salga bien. En cierta manera me parece que todo lo que he hecho hasta ahora no ha sido sino una preparación para este libro. Será el libro que me mida. En ningún otro me he enfrentado con más claridad a mis límites intelectuales, es decir, a lo que no sabía pensar, normalmente porque no sabía formular la pregunta correcta. En ningún otro he visto con más claridad que llamo conclusión al límite de mi capacidad de interrogación. No saldrá hasta mediados de enero y, para mi sorpresa, hoy se han puesto en contacto conmigo desde Sevilla para que vaya a presentarlo allí (gracias Ángel R.).
IVVolviendo de Pamplona en el tren, con un resfriado bastante escandaloso, que me obligaba a tener permanentemente un pañuelo en la mano y a toser cada 5 minutos (soportando más de una comprensible mirada de preocupación de mis vecinos de vagón), me di un buen consejo a mí mismo: "Tienes que demorarte más en las cosas". Algo en mí me empuja a vivir más pausadamente. Pero algo en mí me dice que no me voy a hacer ningún caso.
VRecibo semanalmente varias invitaciones para ir a dar charlas por aquí y por allá. Mentiría si negara que tal cosa me halaga. Pero es imposible atender ni a una cuarta parte. Necesito recuperarme después de cada viaje. Aunque me cueste aceptarlo, ya no tengo veinte años y el cansancio acumulado que tanto me pesa cuando me voy a la cama, sigue allí por la mañana, cuando me despierto.
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El café de Ocata
No sé si estoy cabreado, perplejo, decepcionado... o todo a la vez. La culpa es del contenido de esta maleta:
O mejor dicho, de la manera como se ha gestionado el contenido de esta maleta: supuestamente una granada de mano con varios cables a su alrededor que ha viajado tranquilamente de Barcelona a Madrid en un AVE esta misma mañana.
Vamos por partes.
He dormido en Madrid y me he despertado temprano, a las 6 de la mañana. Me he duchado, he desayunado bien... y eran las 8. Mi tren salía de la estación de Atoche a las 10:30 y estaba a hora y media caminando. Estaba lloviznando y hacía frío, pero a pesar de todo, me apetecía andar y me he armado de valor. Hora y media es un buen paseo. He llegado a la estación a las 9:15, empapado y magullado, porque me he resbalado en una superficie metálica de una alcantarilla y he dado aparatosamente con mi autoestima en el suelo. Como hacía frío y continuaba la lluvia, he decidido comprobar primero si podía cambiar mi billete y tomar el tren de las 9:30 y, en caso de que fuera imposible, esperar tranquilamente al de las 10:30. He tenido que esperar, pero tenía un buen libro en la cartera, el segundo tomo de los
Escolios a un texto implícito, de Gómez Dávila.
A las 9:58 ha aparecido la policía, con prisas. Algunos agentes llevaban escudos. Nos han ordenado, perentoriamente, que abandonáramos inmediatamente la zona en la que estábamos y nos dirigiéramos al otro extremo de la estación. Pero en el otro extremo de la estación había personal de ADIF urgiendo a los pasajeros para que salieran a la calle rápidamente, sin perder tiempo. "¡Ya, ya!", decía una mujer. Le he preguntado a un policía qué tenía que hacer exactamente. Me ha dicho que debía salir a la calle. "Aquí no se quede. Parece que hay un objeto sospechoso en una vía". Hemos salido, unos con más tranquilidad y otros con menos. Eran las 10:03. Llegaban furgones de policía. Nos han mandado desalojar las proximidades de la estación y me he refugiado de la lluvia en una parada de autobús. Pronto han comenzado a circular rumores. Decían que en Barcelona, en la estación de Sants había habido una amenaza de bomba. Ahora otra en Madrid. ¿Qué estaba pasando? ¿Estábamos seguros donde estábamos?
A las 10:30 se ha vuelto a abrir la estación. Un pasajero que no paraba de hablar por teléfono me ha explicado finalmente que todo había sido una falsa alarma provocada porque en una maleta había una hebilla de una correa con forma de granada de mano. Le he preguntado si sabía algo de lo ocurrido en Barcelona. Me ha contestado que parecía que había pasado lo mismo. Otra falsa alarma provocada por otra hebilla con forma de granada. A los dos nos ha parecido todo muy raro, pero hemos estado de acuerdo en que en estos casos lo que hay que hacer es confiar en la policía.
¿Pero qué había pasado en realidad?
Pues que en la estación de Sants, en Barcelona, han detectado, efectivamente, en el escáner de acceso, que en el interior de una maleta había algo sospechoso y al analizar las imágenes posteriormente han llegado a la conclusión de que podía ser una granada con cables. Pero la maleta y la mujer que la llevaba ya habían subido al tren y el tren iba camino de Madrid.
Parece que a la mujer la han detenido en algún punto del recorrido del tren, pero la maleta potencialmente peligrosa, ha llegado con los inconscientes pasajeros del tren hasta la estación de Atocha. Ha sido al llegar este tren cuando a nosotros nos han mandado desalojar la estación.
¿Cómo ha podido pasar todo esto?
¿No hay aquí una falta de profesionalidad alarmante?
¿No es para estar cabreado, perplejo y decepcionado?
Al llegar a casa mi mujer me ha descubierto un hilillo de sangre reseca que me corría de la frente a la mejilla. Posiblemente haya viajado con él. Me duele la rodilla izquierda y el costado derecho. Pero, sobre todo, estoy cabreado, perplejo y decepcionado.
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El café de Ocata
Tenía abandonadas las postales filosóficas, pero
me acabo de encontrar con esta imagen de Platón expulsando de su República a un grupo de impúdicos bailarines desnudos y me ha hecho mucha gracia. Una investigación por hacer en los estudios platónicos sería el de la recreación iconográfica de la filosofía de Platón que es, evidentemente, mucho más libre que la textual.
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El café de Ocata
Serafín Estébanez,
A los alabarderos de la Real Casa:
“Que el moderno compás, sin aire y gala,
no alienta el corazón, no tiene historia,
ni el oído ni el ánimo regala.”
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El café de Ocata
Me pidieron de La Vanguardia que contestara a estas tres preguntas:
Y estas son mis respuestas:
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El café de Ocata
Esto lo escribí el 3 de noviembre de 2016: A las lágrimas de Sánchez.
Si lo reescribiera hoy, le añadiría dos cosas.
1) Estas palabras que Antonio Maura pronunció en el Congreso el día 28 de noviembre de 1905: "Es un rasgo fisionómico del pueblo español la falta de fe en la legalidad, de persistencia y confianza en el uso del derecho, una propensión innata al atajo de la arbitrariedad… Ese atávico, incorregible amor a la arbitrariedad, ese desbordamiento del albedrío, es una sed de hidrópico, un apetito moroso que se excita por la dolencia, que con él se agrava”.
2) Este editorial de El periódico del viernes pasado:
Sí, lo han leído bien: "violentar" no es "violencia".
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El café de Ocata
No acabo de decidirme: ¿Los caballos se están abrazando o están peleando?
De AQUÍ
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El café de Ocata
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Mi admirado Nicolás Ramiro Rico cuenta en
El animal ladino, libro que él mismo considera un "ensayo de antropología política imaginativa", lo siguiente:
“E. H. Gombrich, entre bromas y veras, ha llegado a pensar que durante las largas noches hibernales, los insomnes cazadores primitivos, alertados por su hambre, permanecían al acecho, vigilantes, mientras sus mandíbulas, impacientes de tan cruel ocio famélico, remedaban el repiqueteo de la manducación efectiva, ‘ñam-ñam’
Y así fue –imagina Gombrich- como nació la palabra, el habla humana. No con la intención de comunicar nada a nadie, sino con el propósito de evocar el fantasma del ausente alimento y obtener un imaginario sustituto de su inexistente condumio".
Ramiro Rico titula esta, sin duda, ingeniosa ocurrencia, como "teoría de la palabra como el primer chicle humano.”
E.H. Gombrich esboza la teoría ñam-ñam es sus
Meditations on a Hobby Horse and Other Essays, de 1963, y esto es exactamente lo que dice:
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El café de Ocata
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El café de Ocata
"Cuéntase que hallándose Sócrates un invierno bastante riguroso rodeado de gran número de amigos, ninguno de éstos echó de ver que el ilustre filósofo carecía de capa con que abrigarse. Pasada la estación del frío, como quiera que otro sabio amigo suyo celebrase la dulzura de su carácter y su profundo talento, pretendiendo atribuir a ellas cualidades la causa de que se viera constantemente rodeado de sus adeptos, Sócrates le contestó con cierta ironía mezclada de amargura: Bien podrá ser así; pero desengañaos que en invierno no hay amigo como una capa".
- José María Sbarbi, Florilegio o Ramillete alfabético de refranes y modismos comparativos y ponderativos de la lengua castellana (1873).
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El café de Ocata
Regresé ayer de un largo e inolvidable viaje por tierras castellanas. ¡Qué lujo volverse a encontrar con esos paisajes de tan singular belleza, con las piedras con alma de sus edificios históricos, con la amistad recobrada! Y, sobre todo, ¡qué lujo volver a enhebrar el lazo de la amistad con personas que, con el primer saludo, vienen a ocupar en tu vida ese lugar reservado para la amistad que nos protege de la intemperie.
Ya les tengo informados a ustedes que, desde hace algún tiempo, me guía por las catedrales y museos la esperanza de reencontrarme con Nuestra Señora de la Lectura Lenta. Y Ella siempre aparece, en un lugar otro, con alguna sorpresa iconográfica bajo el brazo, y siempre recordando lo fundamental: en la lectura el Logos se hace carne.
Santa María de la Sede. Siglo XIV. Catedral vieja de Salamanca. En lugar de leer, la Virgen nos muestra un libro abierto, invitándonos a la lectura.
Anunciación, 1535-40. Universidad de Salamanca. ¿Cómo no imaginarse a Fray Luis arrodillado ante esta imagen?
Santa Ana, enseñando a leer a la Virgen. El visitante atento se la encuentra en el trascoro de la catedral nueva de Salamanca, junto a la puerta por la que acceden al recinto.
Salamanca es un refugio de la "gran conversación". Es imposible pasear por sus calles sin escuchar las voces de los gigantes que dieron renombre universal a su universidad y elevación a nuestras letras. Yo oí, muy clara, la voz de mi compatriota Martín de Azpilicueta, que me hizo de introductor al diálogo que mantenían las otras voces.
Es Salamanca di una charla a un grupo de profesores de la provincia, acompañé en sus paseos a Suárez, Vitoria, Mariana... Fray Luis, Unamuno... y dediqué una mañana al Archivo de la Guerra Civil, a donde acudí en busca de algunos datos sobre Carmen Brufau. No fue mucho lo que hallé, pero he aprendido a no despreciar ningún detalle de una investigación biográfica. Nunca se sabe si esa información que hoy parece una minucia, mañana servirá de puente que dará sentido a dos datos que ahora están aislados o te permitirá reabrir una pista que abandonaste por parecerte estéril.
Entre los recuerdos inolvidables, un paseo por el Tormes...
el silencio del claustro de Las Dueñas...
el descubrimiento de la catedral de Ciudad Rodrigo.
Tras Salamanca, Madrid, donde me esperaban tres colegios muy distintos, pero, curiosamente, en cada uno de ellos me encontré con alguien que había tenido una relación personal con Rémi Brague. Normalmente los que me reciben creen que voy para enseñar cosas. Están muy equivocados: voy para aprender. Y en esta ocasión aprendí mucho. He vuelto con las maletas llenas.
En casa me esperaban las nubes de Ocata, siempre familiares y siempre nuevas, y tres libros viejos que la cartera del barrio ha dejado en mi ausencia en el Petit Cafè de la Plaza de Ocata. Los he devorado los tres. Les regalo tres citas:
La primera, de
Que nada se sabe (1581), del gran Francisco Sánchez, que debiera haber sido nuestro Descartes: "Lo que se enseña no tiene más virtud que la que recibe de quien la enseña."
La segunda,
La superstición pedagógica (1910) de Julián Ribera: "Nación o persona que llega al extremo de caer en manos de pedagogos, se vuelve incapaz de reacción vital; se ha convertido en un callejón sin salida."
La tercera, de
El crimen perfecto (1922), de Pedro Pidal: "Aquel socialista que escribía todos los días en la Aurora Social de Francia: 'Hay que repartir todos los bienes', habiendo heredado 10.000 francos, escribió al día siguiente: 'Hay que repartir todos los bienes de 10.000 francos para arriba."
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El café de Ocata
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El café de Ocata
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Tres joyas del
Diálogo de la dignidad del hombre, de Pérez de Oliva:
“Lo que nos parece falta de naturaleza [en el hombre] , no es sino guía que nos lleva a hallar nuestra perfección (...). Esta incertidumbre en que Dios puso al hombre responde a la libertad del alma”.
“Ninguna cosa hay tan encubierta (...) do no entre la vista del entendimiento humano para ir a todos los secretos del mundo; hechas tiene sendas conocidas, que son las disciplinas, por do lo pasea todo”.
“... el gran misterio de las letras, que nos dan facultad de hablar con los ausentes, y de escuchar ahora a los sabios antepasados las cosas que dijeron. Las letras nos mantienen la memoria, nos guardan las ciencias y, lo que es más admirable, nos extienden la vida a largos siglos, pues por ellas conocemos todos los tiempos pasados, los cuales vivir no es sino sentirlos.”
Sin duda, releer es redescubrir(nos). Me imagino que cada libro le exige una edad determinada al lector y una serie de lecturas previas. En todo caso, pocas satisfacciones más grandes que la de la relectura que te permite descubrir cuánto has cambiado desde aquella lejana primera vez y, sobre todo, cuánto ha cambiado lo que en un momento y otro consideraste significativo.
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El café de Ocata
"Luego viene la vejez, do en el hombre comienzan a hacerse los aparejos de la muerte. Entonces el calor se resfría, las fuerzas lo desamparan, los dientes se le caen, como poco necesarios; la carne se le enjuga; y las otras cosas se van parando tales cuales han de estar en la sepultura hasta que al fin llega volando con alas a quitarle sus dulces miserias".
El personaje de Aurelio en el grandísimo Elogio de la dignidad del hombre, del insigne Pérez de Oliva.
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El café de Ocata
Ya saben ustedes que yo entro a cortarme el pelo en la primera peluquería que veo sin clientela en cuanto me doy cuenta que no tengo suficiente con pasarme la mano por la cabeza para quedar arregladito.
Hoy no tenía pensado entrar en ninguna, pero después de comer con J.A., camino de la estación de Sants he visto una peluquería vacía y he entrado. Y así ha comenzado mi pesadilla.
El peluquero, un marroquí -supongo- que apenas me entendía, estaba echando la siesta en un sofá y ni se ha inmutado cuando he entrado. Tendría que haber dado media vuelta, pero he cometido el error de preguntarle si estaba abierto. El hombre ha abierto un ojo con desgana, me ha mirado de arriba abajo y me ha dicho: "Son siete euros".
La experiencia no ha sido nada sutil.
Pero sí ha sido inolvidable.
Cada vez que me pasaba la maquina de cortar el pelo por la cabeza, parecía que estaba cortando el césped en el jardín de una casa deshabitada. He protestado educadamente, pero no se ha dado por aludido. "A los lados, el tres; arriba, el cinco", me ha dicho. Y ha seguido su tarea, casi con ensañamiento.
No he quedado muy satisfecho... pero lo peor venía después, cuando ha cogido la navaja de afeitar y ha comenzado a escarbar con ella por mi cuello. No he tardado en comenzar a sangrar. No un poquillo, sino de manera consistente. He manchado el cuello de la camisa y el de la chaqueta. El peluquero, inmutable, cogía una especie de cristal de cuarzo, le echaba agua oxigenada y me daba como friegas en la herida. Me he levantado. Le he dado los siete euros y me he ido sangrando al tren.
Otras experiencias en peluquerías:
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Mis recorridos por las peluquerías barcelonesas-
En el negocio de las cremalleras-
El marido de la peluquera-
Crónica alicantina -
El Heliogàbal
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El café de Ocata
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El café de Ocata
“Y si quiere saber alguno la causa por qué nacemos así, para entenderlo hase de advertir, lo primero, que la sustancia de la naturaleza del hombre, ella de sí y de su primer nacimiento es sustancia imperfecta, y como si dijésemos, comenzada a hacer; pero tal, que tiene libertad y voluntad para poder acabarse y figurarse del todo en la forma, o mala o buena, que más le pluguiere; porque de suyo no tiene ninguna, y es capaz para todas, y maravillosamente fácil y como de cera para cada una de ellas. Lo segundo, hase también de advertir que esto que le falta y puede adquirir el hombre, que es como cumplimiento y fin de la obra, aunque no le da, cuando lo tiene, el ser y el vivir y el moverse, pero dale el ser bueno o ser malo; y dale determinadamente su bien y figura propia; y es como el espíritu y la forma de la misma alma, y la que la lleva y determina a la cualidad de sus obras; y lo que se extiende y trasluce por todas ellas, para que obre como vive y para que sea lo que hace, conforme al espíritu que la califica y la mueve a hacer.”
Fray Luis de León, De los nombres de Cristo.
Me quedo con ese "figurarse" que he puesto en negrita: La naturaleza del hombre es singular por la misma singularidad de este figurarse a sí mismo.
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El café de Ocata
¡Cómo he disfrutado leyendo este libro con el que he descubierto a un enorme pensador político español, Nicolás Ramiro Rico! No ha quedado página sin subrayados, ni margen sin notas apresuradas, por urgentes. Ramiro Rico es inteligente, erudito, valiente (la prudencia no es una virtud intelectual), muy leído y un escritor riguroso e irónico que, al mismo tiempo que sabe dialogar con los problemas y autores de su tiempo, incorpora con toda naturalidad a ese diálogo las voces de la tradición intelectual española. ¿Qué más se puede pedir?
La historia del pensamiento español está repleta de monumentos olvidados en los márgenes de las modas a los que, sin embargo, es urgente recurrir, porque en ellos se encuentran esbozadas reflexiones que el presente, por las razones que sean (principalmente, por el peso combinado de la rendición intelectual a las modas ajenas y la desidia a la hora de dialogar con los nuestros) no ha desarrollado. A los pies de esos monumentos se encuentran plantas mustias que un día se plantaron en honor del maestro al que están dedicados y que ya nadie riega. Pero no están muertas. Solo están esperando a que las humedezcamos un poco para mostrarnos lo que pueden dar de sí.
Sobre Ramiro Rico:- En Filosofía en español:
Nicolás Ramiro Rico: 1910-1977- Ricardo Chueca Rodríguez:
Nicolás Ramiro Rico: el maestro recatado- Francisco Murillo:
Una muerte silenciosa.- Real Academia de la Historia:
Nicolás Ramiro Rico
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El café de Ocata
Esta tarde en vez de seguir la playa hacia el norte, en dirección a Mataró, como suelo hacer habitualmente, me he dirigido hacia el sur, hacia Mongat. Me gusta más la primera alternativa porque al tener el suelo de tierra se camina por él, creo yo, de manera más blanda y descansada. El paseo que bordea el mar en dirección a Montgat está adoquinado y me resulta más duro.
Ya les he comentado alguna vez que a mi lo que me gustaría ser es inspector de nubes. ¡Cuantas veces me sacan de mi estudio, en casa, y me empujan hasta la playa, para verlas mejor!Playa de Ocata, al fondo, Montjuic.
Probablemente el nombre de Ocata proceda del griego Écate, la diosa de la media luna. Esta es la forma que tiene la costa desde Ocata a Montgat (es decir, el Monte de Écate), como puede verse en esta foto:
El reclamo del horizonte...
He vuelto a casa cuando ya anochecía, volviendo a cada paso la mirada hacia atrás, hacia el esplendor de la tarde declinante.
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22:03
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El café de Ocata
Ese instante preciso en que cada color pide la palabra.
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21:25
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El café de Ocata
Me envía mi amigo Xavier Guzmán desde México la entrevista grabada que le ha hecho a un venerable izquierdista mexicano, Luis Prieto. He llegado relativamente sereno hasta aquí:
Xavier: ¿Te suena el nombre de Carmen Brufau?Luis: ¡Claro! ¡La conocí!Xavier: ¡No me digas!Luis: Deliciosa mujer, bellísima, y cabroncísima.
¡Que bote que he dado! He parado la grabación. Me he servido una buena copa de vino. Me he cenado los espaguetis que me han sobrado del medio día (vuelvo a estar de Rodríguez) y me dispongo a seguir la conversación.
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10:01
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El café de Ocata
Decía ayer que la Hispanidad es para mí la sorpresa de recibir desde La Paz una llamada telefónica de una cadena de radio invitándome a visitar Bolivia. Añado hoy que es también la alegría de ver publicada en Colombia una nueva edición de
La escuela contra el mundo, la satisfacción de haber podido presentar este libro ante mil docentes colombianos, y enterarme, ayer mismo, de que
El deber moral de ser inteligente puede encontrarse en las siguientes librerías:
MÉXICO
Colofón
colofon@colofonsadecv.com
https://www.facebook.com/colofonlibros/
https://twitter.com/colofonlibros
COLOMBIA:
FARO EDITORES (GRUPO MONSERRATE)
Avda. Carrera 40, nº 20ª – 89 BOGOTÁ
gemonserrate@gmail.com
ECUADOR
IBERO LIBRERÍAS
Correo Electrónico: ecordova@ibero.com.pe
Facebook:
[https:] Twitter:
[https:] GUATEMALA
Sophos
ph@sophosenlinea.com
https://www.sophosenlinea.com/
https://www.facebook.com/SOPHOSENLINEA/
https://twitter.com/sophosenlinea
PERÚ
Distribuidora de libros Heraldos Negros
walter.sanseviero@gmail.com
REP. DOMINICANA:
REPÚBLICA DOMINICANA
Centro Cuesta Nacional
HKuehn@ccn.net.do
En definitiva, la Hispanidad es parte de mi futuro.
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9:38
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El café de Ocata
Ayer por la tarde salí a dar un largo paseo por la playa de Ocata con los aforismos de Gómez Dávila bajo el brazo. El mar estaba embravecido, las olas chocaban con fuerza contra las rocas de la playa y el cielo del atardecer acompañaba con un punto de dramatismo el hondo rumor del oleaje. Llevaba bien adelantado el paseo cuando sonó el teléfono. Me llamaban desde una emisora de radio de La Paz, Bolivia, abriéndome la posibilidad de un viaje a este país. Y volví a experimentar así, de nuevo, qué es la Hispanidad.
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13:42
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El café de Ocata
Domingo 23 de septiembre
17:00. Hotel Portón de Bogotá. Bogotá. Colombia. Tumbado en una cama inmensa que debe tener no menos de 2,5 metros de ancho.
Me ha sorprendido la nitidez del aire nada más salir del avión, su transparencia, que permitía perfilar con nitidez las montañas del Oriente y he recordado cómo bautizó Humboldt (que también estuvo por aquí) al valle de la Ciudad de México: La región más transparente. La verdad es que después, en las calles de la ciudad, la transparencia se hizo menos evidente, pero la primera impresión que te ofrece una ciudad cuenta mucho en tu consideración global de la misma, aunque después los hechos la corrijan.
Ayer por la noche vino Laura, la hija de Ramón Mercader, al Hotel María Cristina. Le entregué lo que me había pedido que le trajera de España: una bota de vino y un porrón de cristal.
Hablamos, como no podía ser de otra manera, de su familia. Ella me insistió mucho en la gran ternura de su abuela Caridad. Tenemos ya suficiente confianza entre nosotros como para reconocernos que la versión de cada uno es una perspectiva parcial sobre unos personajes poliédricos y complejos. Yo le repliqué con ejemplos que mostraban una Caridad muy poco tierna. Sin duda, los dos teníamos razón. Laura recordó también, con tristeza, el vacío que le hicieron a su padre sus camaradas del PCE y del PSUC cuando se instaló en Moscú, en 1960. Se sentía solo, abandonado, relegado. Era alguien cuya conducta había dejado de ser heroica para convertirse en “un caso” del que era mejor no contaminarse con ninguna proximidad. A veces padecía pesadillas terribles en las que se ponía muy violento. En alguna ocasión llegó a morder a su mujer, Roquelia, con la misma saña con que Trotsky lo mordió a él tras descargarle el piolet en la cabeza. Sólo Laura, podía, en parte, calmarlo. “Mi padre me consentía todo”. Con mayor tristeza aún recordó la enfermedad mortal de su padre, el cáncer de huesos, que lo mantuvo en la cama de un hospital con los dos brazos enyesados. Se le iluminaron un poco los ojos al rememorar cuando se hacía el dormido al recibir alguna visita que le resultaba molesta. En estas ocasiones, Laura le cogía la mano y se comunicaban entre sí con pequeños apretones.
Yo, por mi parte, le transmití mi última versión de lo ocurrido aquel 20 de agosto de 1940 en que Ramón Mercader acabó de forma tan dramáticamente violenta con la vida de Trotsky.
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13:49
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El café de Ocata
Sábado, 22 de septiembre
9:00. La Casa de los Abuelos, desayunando.
Ayer estuve en un lugar mítico, el Colegio Madrid. Me acompañaban el Consejero de Educación, Enrique Cortés de Abajo, y Luis Cerdán Ortiz-Quintana, Secretario General de la Consejería.
Había quedado con ellos en el Ateneo Español y me encontré con que estaban haciendo “limpieza” en la biblioteca. Me dieron la oportunidad de elegir lo que quisiera y contuve con aplomo la tentación de cargar con cuanto me parecía interesante. Elegí un libro. Uno solo, editado en México en agosto de 1940 por la Editorial Séneca, fundada un año antes por exiliados españoles, Bergamín en cabeza. Es Concordia y discordia, de Luis Vives. Esto, de por sí, ya me hubiera bastado para elegirlo, pero es que, además, lleva la firma de José Puche, que fue quien lo donó al Ateneo Español de México. Este eminente científico murciano, fue rector de la Universidad de Valencia durante la Guerra civil. Al poco de llegar a México, fundó el instituto Luis Vives.
Con este libro en la mano acudí al Colegio Madrid, un injerto de la Institución Libre de Enseñanza que ha crecido frondoso en la Ciudad de México, envuelto en el mayor prestigio. Se fundó con recursos de la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) y aunque no fue el único levantado de esta manera, creo que se puede afirmar que ha sido el más consolidado. Siempre ha estado dispuesto a prender de su propia experiencia y a integrar todas aquellas experiencias ajenas de éxito que pudieran ayudarlo a crecer y a desarrollarse. Tuve el honor de abrazar a su directora, Rosa María Catalá, y dirigirme al claustro de profesores para hablarles de mis preocupaciones pedagógicas.
A las 11:00 he quedado en el hotel con Xavier Guzmán, de la Secretaría de cultura del gobierno mexicano. ¡Voy para allá!
12:45. Hotel María Cristina.
Reencuentro breve, pero intenso, con Xavier Guzmán. Como ocurre siempre con los amigos, seguimos las conversaciones que dejamos abiertas ayer. Vuelvo a asegurarle, por ejemplo, que existe en el pueblo navarro de Vidangoz, en el Valle del Roncal, un trío de mariachis, padre y dos hijos, que se hacen llamar Los Tenampas y cantan corridos en español y en euskera. Uno de sus éxitos se titula Un charro en San Fermín. Xavier está a punto de publicar un libro sobre Teresa Proenza, amiga de Caridad Mercader, y tengo el honor de haberle dado alguna pista interesante para el mismo. Teresa Proenza es, entre otras cosas, la diplomática cubana que recibió a Lee Harvey Oswald, el asesino de Kennedy, en la embajada cubana en México. En el transcurso de la conversación me entero de que Xavier estudio en el Colegio Vives, fundado por José Puche.
Y ahora voy a ver si consigo llegar al Hospital 20 de Noviembre, donde está ingresado mi amigo Martín Barrón.
22:00. Hotel María Cristina
Decía un proverbio griego antiguo que un mal amigo es peor que un mal puerto. Hay que evitarlo. Obviamente, un buen amigo es un buen puerto, incluso en sus peores momentos.
El Hospital 20 de Noviembre se encuentra en Coyoacán, el barrio en el que vivía Trotsky y en el que fue asesinado por Ramón Mercader. A punto he estado de pedirle al taxista que se demorara un poco por sus calles, para coger fuerzas anímicas para enfrentarse a Martín.
Me he perdido intentando llegar a la cama 2304. He acabado en un pasillo sin salida. Una doctora se ha apiadado de mi y me ha conducido casi de la mano hasta mi destino. He abrazado a Martín y tras las frases de rigor, nos hemos dicho lo obvio: una leucemia admite pocas ironías.
Martín es un criminalista importante, de prestigio, al que conocí en el transcurso de mis investigaciones sobre Ramón Mercader y con el que he acabado colaborando en un libro… dedicado al catalán más universal del siglo XX.
Le he comentado algunos de mis últimos descubrimientos. Por ejemplo, que Ramón, a pesar de estar condenado a 20 años de reclusión, salía de la cárcel cuando quería. Le bastaba con decirles a sus carceleros la hora en que volvería. Martín no se ha extrañado. En la cárcel de Lecumberri sucedían cosas que serían imposibles de creer en cualquier otra parte del mundo. Había, por ejemplo, una banda de ladrones de coches que salía cada noche a ejercitar su oficio y, tras dejar los coches robados en un lugar determinado, regresaban a sus celdas. Por la mañana, unos carceleros que colaboraban con ellos, iban a recogerlos para llevarlos a quienes los vendían. No era raro, tampoco, que un preso saliera unos días de la cárcel dejando a un familiar en su lugar, como garantía de su retorno.
Nos hemos contado nuestros proyectos, siempre más provisionales de lo que querríamos, nos hemos conjurado a ser fieles a las personas que nos quieren y nos hemos despedido, quizás, hasta otra ocasión, con un fuerte abrazo.
He decidido bajar a la planta baja por las escaleras. Una mujer de unos sesenta años, regordeta, como escapada de un cuadro de botero, con falda de tubo y zapatos de tacón, que se veía obligada a bajar los peldaños de medio lado, me ha contado, sin más ni más, que por el hueco de esa escalera se “aventó” una enfermera y ha añadido muchos más detalles de los que yo hubiese querido escuchar.
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13:25
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El café de Ocata
Viernes 21
6:35. Hotel María Cristina. Ayer estuve en Puebla, reencontrándome con la amistad.
Salí de la Ciudad de México acompañado por una nutricionista de Chiapas, a eso de las 12:00 en dirección a Calpulalpan, siguiendo por la carretera que discurre por un paisaje verde, hermoso y escasamente poblado, entre los volcanes. A la izquierda, el Parque Nacional de La Malinche y a la derecha, el Parque Nacional de Iztaccihuatl-Popocatépetl.
Di una conferencia en la IEU, universidad privada, defendiendo, de manera un tanto osada, que las condiciones sociales condicionan, pero no determinan los resultados de ninguna escuela. Lo hice siendo plenamente consciente de que en México hay en torno a un 30% de niños desnutridos. Sostuve que el fatalismo sociológico acaba dejando las cosas como están, mientras nos exonera de la responsabilidad de interponer nuestra acción entre las causas económicas y los resultados culturales. Son los mismos datos estadísticos los que nos muestran con toda claridad que dentro de cada nivel socioeconómico los resultados de las escuelas son muy dispares y que puede haber más distancia entre ellos que la que hay entre escuelas de diferente nivel. Nada nos impide actuar ni, desde luego, actuar bien. Nada nos impide aumentar el conocimiento de un alumno, enseñarle una palabra nueva, una estructura sintáctica, hacerle conocer un cuadro, un poema…
Quise regresar a la Ciudad de México por el mismo camino, pero el conductor me advirtió de que no era conveniente: era una ruta poco transitada y por la noche había “mala gente al acecho”.
8:30. Desayunando en La Casa de los Abuelos. México es un país maravilloso… hasta que caes en la tentación de abrir la prensa del día. Hoy me he encontrado en la portada de La Jornada con este titular: “Secuestradas 840 personas en el país de enero a agosto.” En el interior me esperaba algo más grave: “En los primeros 8 meses de este año se abrieron 18.000 carpetas de homicidio doloso”. Es decir: se contabilizaron oficialmente 18.000 asesinatos. Cierro inmediatamente el periódico. O ocultas la realidad o no sales del hotel.
Hablo por teléfono con mi buen amigo Luis Moctezuma, a quien me temo que no voy a tener tiempo de saludar personalmente. Nos pasamos datos sobre Victor Serge y sobre su mujer, Laurette Séjourné.
- Ella –le digo- es mucho más interesante que él. Narrativamente más entretenida. Serge es un tipo pedante, beato, engolado, aburrido al que distan mucho de conocer todos los que lo admiran como el último revolucionario de octubre.
- ¡Un apacho!
Me explica que “apachar” viene del náhuatl “patzoa”, que significa “magullar, aplastar”. Efectivamente, Serge era un tipo aplastado por la imagen que se había construido de sí mismo.
11:00. Ateneo Español de México. Con la buena y muy eficaz gente de la Consejería de Educación de la embajada española. Siempre que entro aquí algo de mi se conmueve. Aquí una parte de España, amputada, vivió trasterrada.
José Gaos, acuñador del término “trasterrado”, sostenía que desterrado es el que tiene que dejar su patria y pasar a un lugar que le es ajeno, mientras que el “transterrado” es el que se encuentra en otro lugar como “empatriado”. No sé si logró empatriarse Armonía del Vivir Pensando. Sé que lo intentó el vasco Juan Larrea, que sintió que en México renacía el Espíritu europeo que había muerto en los campos de batalla de España. Defendió esta tesis en una obra singular titulada Rendición de espíritu, que vio la luz en 1943, el mismo año que se exhibió en el café La Blanca de la ciudad de México el espectáculo de la crucifixión de un faquir que se hacía llamar Harry Wieckede. Cuando lo visitó el ministro Maximino Ávila Camacho, hermano del Presidente de la República, Wieckede, que permaneció crucificado 488 horas y 45 minutos, le solicitó la nacionalidad mexicana. Murió poco después de ser desclavado a causa de un trombo en la vena cava, causado por su prolongada inmovilidad. En uno de mis viajes a México me aseguraron que el faquir Harry Wieckede era en realidad un exiliado andaluz que no había encontrado otra manera de no morirse de hambre. No he conseguido saber su verdadero nombre.
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El café de Ocata
La Caballé y Plácido Domingo cantando una jota navarra:
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20:57
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El café de Ocata
Jueves 20 6:58. Hotel María Cristina. Ciudad de México.
Un día intenso, el de ayer. Tras el desayuno en la Hacienda Galindo, me han traído a la Ciudad de México. Y como, por mucho que sueñe con aventuras inéditas, soy un animal de hábitos, he vuelto a lo seguro, al Hotel María Cristina, que conozco bien, y desde el cual, tengo referencias precisas en el horizonte que me permiten orientarme por las colonias cercanas.
A las 2.30 toca pulquería.
Desde que tuve conocimiento de Gorgonio Esparza, el matón de Aguascalientes, una destartalada versión de ser humano que se reunía con sus amigos, el Bigotes y el Pataseca, en la pulquería “El hombre libre”, he estado intrigado por las pulquerías…
En una ocasión, a Gorgonio y a sus amigos les dio por competir en bestialidad y como ninguno admitía ser más humano que el resto, para dirimir la cuestión apagaron las luces de El hombre libre y se liaron a navajazos. El escritor Antonio Acevedo Escobedo, que versificó con irónica mala uva lo sucedido, cuenta que en medio de la trifulca, Gorgonio le pidió a Pataseca: “Ora, recoja sus tripas, porque ya me tropecé”, a lo que éste, con el mismo tono educado, contestó: “Válgame mi mala mata, ya no me levantaré”.
Gorgonio acabó preso, pero no por esto, sino porque se encontró una mujer muerta en el pozo de su huerta a la que le había abierto la cabeza con una piedra al descubrirla riéndose con otro hombre. La prisión de Aguascalientes, donde lo recluyeron, no tenía ni celdas, ni grillos, ni guardias, ni paredes. Cuando el carcelero recibía un nuevo inquilino, trazaba en el suelo una línea con la punta de un cuchillo y exigía al preso que diera su palabra de que no la rebasaría. Y eso era todo. Gorgonio no tardó en matar a su compañero de celda, asegurando que le había faltado el respeto, y fue condenado a muerte. Su abogado defensor le aconsejó que matara a otro preso para postergar la ejecución, ya que legalmente el nuevo juicio sería prioritario. Este proceder podría haberse repetido indefinidamente de no ser porque, mientras declaraba ante el juez, estalló la revolución y Gorgonio aprovechó la ocasión para arrearle un puñetazo a Su Señoría y volver a su casa. Pero en lugar de hallar la paz que buscaba, descubrió que no le quedaba ningún familiar vivo. Echó cuentas y los había matado a todos. Dicen que se puso en la boca un cartucho de dinamita que destacaba como un gran puro sobre su barba con forma de río y encendió la mecha. Y así murió Gorgonio, el Matón de Aguascalientes.
México no está hecho para racionalizarlo, sino para vivirlo.
Me contaron que en la calle Juan Manuel, que hoy es una prolongación de la Venustiano Carranza, vivía un ricachón que salía cada noche a pedir la hora a un transeúnte elegido al azar y cuando éste se la decía, le contestaba: “¡Dichoso tú, que conoces la hora de tu muerte!”
Mi querido amigo, el abogado Eduardo Ceniceros, hijo del abogado defensor de Ramón Mercader, se ha ofrecido, por fin, a acompañarme a la pulquería (o pulcata) “Las Duelistas”, en la caótica calle Aranda, junto al ayuntamiento, en el centro histórico, que resulta ser una de las más antiguas del país. Me ha puesto, eso sí, dos condiciones: que no se me ocurra ir elegante y que nos acompañen, como guardaespaldas, por si acaso, su hijo y su yerno. Por supuesto, he accedido inmediatamente.
La experiencia no me ha defraudado, aunque no me haya encontrado exactamente con lo esperado… ¡Qué sé yo! Un antro con el suelo de serrín húmedo y penumbras, borrachos desahuciados, navajas insinuadas en la cintura, trapicheos y miradas de soslayo. Ciertamente la entrada intimidaba un poco, pero el interior no era desagradable, a pesar de estar repleto y de que las mesas chocaban unas con otras. El ambiente era de camaradería. Un mural cubría paredes y techo con motivos aztecas, en una sucesión vertiginosa de imágenes que pesaban más que la presencia de los clientes. Parece que, en contra de lo que me dijo el conductor que me llevó a la Hacienda Galindo, los jóvenes vuelven a las pulquerías y que incluso hay una apropiación generacional de las mismas en la que los Gorgonios están siendo sustituidos por universitarios locuaces. He probado –más de lo conveniente- el pulque, bebida de los dioses, que fue la preferida de la aristocracia azteca: el de avena y el de tomate (este último, picante), pero creo haberme mantenido sereno todo el tiempo. Después hemos ido a comer a la cantina La Ópera, en el cruce de la Avenida 5 de mayo y Filomeno Mata, un lugar denso de historias, que conserva como un documento histórico, el agujero que dejó en el techo un balazo de Pancho Villa. Eduardo había reservado mesa justo debajo de tan insigne huella de la revolución. Inevitablemente, hemos comenzado con tequila.
Les he contado la historia del anarquista Mariano Sánchez Añón, nacido en 1909 en Mas de las Matas, Teruel. Frente amplia, perfil griego, mirada intimidante. Murió en la Cervecería Modelo, donde había intentado inútilmente refugiarse de la policía, que lo perseguía tras un asalto. Viéndose rodeado y sin salida, se pegó un tiro. Su compañera, también anarquista y española, gritaba a su lado: “¡Así! ¡Así mueren los hombres!” Se llamaba Armonía del Vivir Pensando. Recientemente un grupo de anarquistas mexicanos ha fundado la “Célula Insurreccional Mariano Sánchez Añón”, que se estrenó asesinando a sangre fría a un policía de tráfico. Así creen algunos que se hace la revolución.
Tras la comida, decidí volver andando al hotel, prometiéndole a Eduardo que le enviaría un mensaje en cuanto llegase. Necesitaba un poco de ejercicio. También hubiera necesitado un poco de aire libre, peor de eso no hay en la Ciudad de México. Antes de meterme en la cama visité a Larrea, que me proporcionó lo que al principio tomé por un buen resumen del día: “Uno no es más que un balón, recibe patadas de un lado y de otro hasta que alguien un día grita gol.” Pero, tras darle vueltas al aforismo, pensé que no, que no me convencía, y sin saber muy bien por qué no me convencía, me dormí.
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23:39
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El café de Ocata
Lunes, 17 de septiembre
8:00. Aeropuerto del Prat. Barcelona.Hay en el inicio de todo viaje a las lejanías la esperanza latente de una aventura inédita, aunque sea pequeña, que nos permita regresar a casa con la cabeza alta, porque un viaje que responsa, día a día, a lo programado es casi como una derrota. Claro que uno tiene ya avanzada la sesentena y sabe bien que Penélope queda atrás y que, inevitablemente, lo que redescubrirá es la añoranza de Ítaca en el sabor –quizás- de una cerveza exótica… o de cualquier otra aventura probable.
23:30 (hora mexicana: 6 horas más en España). Hacienda Galindo. San José Galindo, a unos kilómetros al sur de Querétaro. México.Esta asombrosa hacienda barroca me ha permitido descubrir el significado de la palabra “hacienda”. Aquí me sorprende todo: las dimensiones del latifundio y las de la casa (168 habitaciones, 17 salones…), la perfecta geometría en que está departamentalizado el espacio, el rumor del agua en los patios interiores, el silencio monástico que, sin duda, no se corresponde con el bullicio que acogería en los días de labor esta monumental hacienda. Todo poder se expresa es una organización determinada del espacio y aquí da que pensar que junto a la monumentalidad de la casa se encuentra una humilde iglesia, con un Crucificado tan humilde que está rodeado de cardos pintados con purpurina, como un pantocrátor de la humildad. Nada más bajar del avión he visto, por fin –en mis anteriores viajes a México se me habían escondido-, la cumbre nevada de Popocatépetl y el perfil, a su lado, de la Mujer Dormida, iluminados por la luz casi horizontal de un sol declinante. Un conductor me ha acercado a San José Galindo tras atravesar procesionariamente la Ciudad de México en época de lluvias. El viaje ha sido lento, interminable. Había que abrirse paso entre el fragor de la tormenta intentando no perder de vista las difusas luces de los faros de los coches. El chofer, muy amable, se ha interesado por los motivos de mi viaje y yo he aprovechado la conversación para meter baza y pedirle que me explicase los matices de un adverbio de tiempo que me resulta muy elusivo: “ahorita”. El hombre se toma mi pregunta muy en serio. Carraspea, toma aire, y se esfuerza en explicarme las cosas como son.- El mexicano cantinflea un poco –me dice-… Quiero decir –me aclara- que es como que dice pero no dice, ¿me entiende?Lo entiendo. La conversación deriva del ahorita al pulque y el hombre se lamenta de la desaparición de las pulquerías “Solo van los pobres, gente baja, inquietante, como cargadores, obreros, albañiles y así.”
Martes, 18 de septiembre 0:00. Habitación de la Hacienda Galindo. Ahora sé que estoy en el antiguo Camino Real que llevaba al Norte. El capricho de las palabras que vienen a visitarme mientras intento dormirme: “caerse el alma a los pies”, “echarse el alma a las espaldas”, “arrastrar el alma”, “desalmado”… Me imagino que es el efecto del jet lag.
15:16Me llegan –acabo de escribir “me llagan”: ¡cuánto saben de nosotros nuestros errores- ruidos de fondo de España y desde aquí, desde un México desbordado por urgencias gravísimas, el ruido es solo ruido al que no apetece prestar atención. Voy a intentar tomarme vacaciones de España durante unos días.De todos los consejos que les he dado a mis hijos, si tuviera que quedarme con uno solo, elegiría uno que he tomado prestado de Epicuro: cuando vayas al mercado, no te olvides de hacer un amigo. Un viaje se mide por las puertas que te abre o te cierra.He hablado esta mañana ante 200 directivos de una asociación de escuelas mexicanas y les he contado, entre otras cosas, que el día antes de morir, Sócrates se empeñó en aprender a tocar una cancioncilla con una flauta de caña. Alguien le preguntó, insolente, a cuento de qué dedicaba sus últimas horas de vida a semejante menester. “Pues para aprender a tocar esta canción antes de morir”, contestó el filósofo. Estudiar, les he intentado explicar, es una de las formas que tiene el alma de proporcionarse experiencias de orden y equilibrio, ya que el alma tiende a mimetizarse con aquello que conoce.
17:12. Un banco de piedra en los jardines de la hacienda, junto a la antigua alberca, ahora una enorme piscina. Le he preguntado a un jardinero los nombres de las plantas que nos rodean y me los he tenido que apuntar para saber pronunciarlos, porque se me enredaban en la lengua: garambullo, capulincillo, anacahuitle…La voz de dos mujeres jóvenes me hace levantar la mirada. Las dos han asistido a mi conferencia esta mañana y quieren que les explique qué he querido decir cuando he dejado escapar que el sentido de la posibilidad y el de la realidad se mueven en sentido distinto. - Que el incremento de uno se realiza en detrimento del otro-, les contesto.Como me miran desconcertadas, me veo en la necesidad de dar más explicaciones.- Las sociedades tradicionales son conservadoras porque tienen muy poco desarrollado el sentido de lo posible. Les cuesta imaginarse que las cosas puedan ser de otra manera. Poseen una imaginación desnutrida. Las sociedades modernas, como la nuestra, por el contrario, se han rendido al innovacionismo porque tienen tan desarrollado el sentido de la posibilidad que no pueden soportar la estabilidad de las cosas, que no sean ya de otra manera.- ¿Pero se puede abandonar, sin más ni más, el sentido de la realidad? –me pregunta una de ellas.- ¡Y tanto que se puede! Pero él se venga… - ¿Cómo?- Haciéndonos sentir una gran incomodidad con todas y cada una de las elecciones equivocadas que hemos hecho a lo largo de nuestra vida.Y hablando, hablando, me entero de que, según la leyenda, Hernán Cortés le regaló esta hacienda a la Malinche, que estaría enterrada en algún lugar de la misma. 23:00. Habitación del hotel.Decía Aristóteles que la ciudad está hecha de diferencias. Esta noche le he vuelto a dar la razón. He cenado con un cura mexicano que ha resultado ser un hincha del Español (Fútbol Club), que ha contado un chiste de judíos en la homilía y que cree que tras Puigdemont se esconde el Diablo, porque “todo lo que separa es obra del Maligno”.
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9:50
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Una fundación madrileña trae a Sir Ken Robinson a Madrid para grabarle un vídeo. Me invitan a participar, pero declino la invitación, no puedo. Me piden entonces que les diga qué es lo que le preguntaría yo al defensor de la tesis de que la escuela mata la creatividad. Les propongo estas cuatro preguntas:
1) Si las escuelas matan la creatividad, ¿son las sociedades sin escuelas las más creativas?
2) ¿A qué se debe la creatividad entre los judíos? ¿Acaso no tienen escuelas?
3) ¿En que consiste su colaboración en la Blue School?
4) Usted defiende sus ideas disruptivas en un inglés académicamente perfecto, con el que se muestra muy poco creativo. ¿No podemos extraer de aquí ninguna conclusión sobre la relación entre creatividad y disciplina? ¿Y si para ser creativo en algo no hay que pretender ser creativo en todo?
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El café de Ocata
Hay cosas que se hicieron bien desde el principio.
Incluso podemos decir que nacieron perfectas.
Tres casos evidentes: la cuchara, la rueda y el libro.
Podríamos añadir más, pero con estas es suficiente para mostrar que la innovación está bien... pero no es obligatoria en todos y cada uno de los casos.
Ya sé que llevamos miles de años con un diseño circular de la rueda, mientras han cambiado tantas y tantas cosas en el mundo. Pero el hecho de que muchas cosas hayan cambiado, no significa que estemos en condiciones de innovar con el círculo. Digo esto pensando en quienes critican a la escuela porque, según ellos, apenas ha cambiado desde el siglo XIX. Esto, obviamente, no es cierto. La escuela a la que van mis nietos no tiene nada que ver con la escuela a la que iba yo (y, por cierto, no estoy seguro de que haya cambiado uniformemente a mejor), pero aunque no fuera así, es decir, aunque la escuela no hubiera cambiado nada en absoluto eso, por sí mismo, no sería un argumento para cambiarla.
Conviene pensar bien la paradoja en la que vive la escuela moderna:1. Nunca ha habido tantos partidarios de cambiarla como ahora.2. Nunca ha habido tantas propuestas que se autoproclaman innovadoras e incluso disruptivas.3. Es obvio que todo el mundo quiere hacerlo bien.3. Sólo algunos tienen éxito (y ninguno con el total de sus alumnos). Se caracterizan porque no viven obsesionados ni con querer cambiarlo todo ni con aplicar cambios disruptivos. Simplemente están interesados en ir mejorando reflexivamente sus prácticas de acuerdo con definiciones claras de qué es un buen maestro, qué es una experiencia educativa, etc.
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El café de Ocata
Un adolescent devant son lycée, avec son Virgile et son Corneille sous le bras. Il lit un journal, tableau d'horreurs en grosses lettres.
— Qu'est-ce que tu fais là?
— Bonjour, Monsieur. Je fais mes inhumanités.
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Paul Valéry (1871-1945).
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El café de Ocata
Bogotá.
Fisgoneando en la casa donde vivió Gómez Dávila.
Mitómano, rindiendo culto a mis mitos.
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El café de Ocata
Gracias al Colegio Madrid de México he conocido la existencia de un pequeño cuadernillo editado en la imprenta Gutemberg de Guadalajara el 31 de mayo de 1931 con el título de “Mandamientos republicanos”, que son los siguientes:
El primero, amar a la justicia sobre todas las cosas;
El segundo, rendir culto a la Dignidad;
El tercero, vivir con honestidad;
El cuarto, intervenir rectamente en la vida política;
El quinto, cultivar la inteligencia;
El sexto, propagar la instrucción;
El séptimo, trabajar;
El octavo, ahorrar;
El noveno, proteger al débil;
El décimo, no procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno.
A la luz del quinto mandamiento, mi libro “El deber moral de ser inteligente” adquiere un nuevo significado que lo enlaza bien con otro anterior titulado “Por una educación republicana”.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Un balcón sobre los naranjos,
un largo pasillo que recorro despacio, porque cada ventana es una promesa,
la fuente cantando a las bouganvillas qué es eso del fluir,
la iglesia, minúscula, en su sitio, en pie, cumpliendo con su deber: recordarnos que somos árboles inversos,
un san José tan humano...
un altar esencial, el Crucificado rodeado de cardos plateados...
... el tiempo relegado.
Hacienda Galindo. San José Galindo. México.