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La pitxa un lio (50 sin leer)

 
  • Enlace permanente para 'Quan la vida es converteix en el bé suprem? (Lipovetsky).'

    Quan la vida es converteix en el bé suprem? (Lipovetsky).

    Archivado: diciembre 31, 2014, 11:04am CET por Manel Villar
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    El Roto

    Cuando el ser individual se define cada vez más por su relación con las cosas, cuando la búsqueda de dinero, la pasión por el bienestar y la propiedad son más importantes que el estatuto y el prestigio social, el concepto del honor y la suceptibilidad agresiva se debilitan, la vida se convierte en valor supremo, se debilita la obligación de no perder la dignidad. Ya no es vergonzoso no contestar una ofensa o una injuria: una moral del honor, origen de duelos, de belicosidad permanente y sangrienta, ha sido substituida por una moral de la utilidad propia, de la prudencia donde el encuentro del hombre con el hombre se realiza esencialmente bajo el signo de la indiferencia. Si en la sociedad tradicional el otro aparece de entrada como amigo o enemigo, en la sociedad moderna, se identifica generalmente con un extranjero anónimo que ni merece el riesgo de la violencia. «Posesión de uno mismo: evita los extremos; cuida de no tomar demasiado a pecho las ofensas, pues nunca son lo que parecían al principio», escribía Benjamín Franklin: el código del honor ha dejado paso al código pacífico de la «respetabilidad», por primera vez en la historia, se constituye una civilización en la que no está prescrito mantener desafíos, en la que el juicio del otro importa menos que mi interés estrictamente personal, en la que el reconocimiento social se disocia de la fuerza, de la sangre y de la muerte, de la violencia y del-desafío. Más generalmente el proceso individualista conlleva una reducción de la dimensión del desafío interpersonal: la lógica del reto, inseparable de la primacía holista y que durante milenios ha socializado a los individuos y a los grupos en un encaramiento antagonista, sucumbe poco a poco para convertirse en una relación antisocial. Provocar al otro, burlarse de él, aplastarlo simbólicamente, este tipo de relaciones está condenado a desaparecer cuando el código del honor deja paso al culto del interés individual y de la privacy. A medida que se eclipsa el código del honor, la vida y su conservación se afirman como ideales primeros mientras que el riesgo de la muerte deja de ser un valor, pelearse ya no es glorioso, el individuo atomizado se pelea cada vez menos y no porque esté «autocontrolado», más disciplinado que sus antepasados, sino porque la violencia ya no tiene un sentido social, ya no es el medio de afirmación y reconocimiento del individuo en un tiempo en que están sacralizadas la longevidad, el ahorro, el trabajo, la prudencia, la mesura. El proceso de civilización no es el efecto mecánico del poder o de la economía, coincide con la emergencia de finalidades sociales inéditas, con la desagregación individualista del cuerpo social y el nuevo significado de la relación interhumana a base de indiferencia. 

    Con el orden individualista, los códigos de sangre se abandonan, la violencia pierde toda dignidad o legitimidad social, los hombres renuncian masivamente al uso de la fuerza privada para resolver su desacuerdos. Así se aclara la función verdadera del proceso de civilización: tal como demostró Tocqueville, a medida que los hombres se retiran en su esfera privada y no se preocupan más que de sí mismos, reclaman al Estado para que les asegure una protección más vigilante, más constante de su existencia. Esencialmente el proceso de civilización aumenta las prerrogativas y el poder del Estado: el Estado policial no es sólo el efecto de una dinámica autónoma del «monstruo frío», es deseado por los individuos aislados y pacíficos, aunque sea para denunciar regularmente su naturaleza represiva y sus excesos. Multiplicación de las leyes penales, aumentos de los efectivos y de los poderes de la policía, vigilancia sistemática de las poblaciones, son los efectos ineluctables de una sociedad en la que la violencia es desvalorizada y en la que simultáneamente aumenta la necesidad de seguridad pública. El Estado moderno ha creado a un individuo apartado socialmente de sus semejantes, pero éste a su vez genera por su aislamiento, su ausencia de belicosidad, y su miedo de la violencia, las condiciones constantes del aumento de la fuerza pública. Cuanto más los individuos se sienten libres de sí mismos, mayor es la demanda de una protección regular, segura, por parte de los órganos estatales; cuanto más se rechaza la brutalidad, más se requiere el incremento de las fuerzas de seguridad: la humanización de las costumbres puede pues interpretarse como un proceso que busca desposeer al individuo de los principios refractarios a la hegemonía del poder total, y al proyecto de poner a la sociedad bajo la tutela del Estado.(pàgs. 193-195).

    Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barna 1986
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    Societat de la transparència i societat del rendiment (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 31, 2014, 10:52am CET por Manel Villar

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     En la manca de perspectiva no es forma cap ull central, cap subjectivitat central o sobirania. Mentre que els habitants del panòptic de Bentham són conscients de la presència constant del vigilant, el que habiten en el panòptic digital es creuen que estan en llibertat.
    La societat de la transparència segueix exactament la lògica de la societat del rendiment. El subjecte del rendiment està lliure d’una instància exterior dominadora que l’obligui al treball i l’exploti. Ell és el seu propi senyor i empresari. Però la desaparició de la instància dominadora no condueix a una llibertat real, ja que el subjecte del rendiment s’explota a si mateix. L’explotador és alhora explotat. Actor i víctima coincideixen. La pròpia explotació és més eficaç que l’explotació estanya, ja que va acompanyada del sentiment de llibertat. El subjecte del rendiment se sotmet a una coacció lliure, generada per ell mateix. Aquesta dialèctica de la llibertat es troba també a la base de la societat del control. La pròpia il·luminació és més eficaç que la il·luminació estranya, ja que va unida al sentiment de llibertat.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    Exemplarietat i vocació (Javier Gomá).

    Archivado: diciembre 31, 2014, 10:32am CET por Manel Villar

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    Javier Gomá: Conviene distinguir entre los ejemplos reales de la experiencia, que pueden ser positivos o negativos, y la ejemplaridad, que es un ideal, es decir, un deber-ser y en consecuencia, como tal, no existe, no es, no se da en la experiencia, no tenemos contacto sensible con él. Nadie encarna la ejemplaridad porque nadie, en este mundo imperfecto, personaliza la perfección del ideal. Ahora bien, los ejemplos concretos son la vía de acceso a la verdad, y cuando se trata de la verdad moral esto es especialmente cierto. Qué es lo honesto, lo decente, lo recto, lo justo, lo valiente, lo generoso se hace intuible y aprehensible a través del ejemplo personal, aunque no seamos capaces de verbalizar esos conceptos. El ejemplo muestra esa capacidad de hacerse evidente sin necesidad de definirlo. De manera que los ejemplos positivos y negativos que nos rodean constituyen la escuela de nuestra educación sentimental. Y entre esos ejemplos, despliegan particular influencia aquellos que poseen autoridad, como los padres o los docentes. Toda educación consiste en trasmitir un modelo de lo humano, un prototipo de excelencia. Proto-tipo significa sello (typos) originario. Educar es imprimir un sello en el alma de los educandos. Un educador, en el sentido integral del término, es quien, por ser un buen ejemplo de ese sello, sabe replicarlo en los demás. En un sentido más limitado, restringido ya a ciertas disciplinas, un buen docente, a mis ojos, es quien sabe comunicar, no tanto conocimiento, como amor al conocimiento: no historia de la literatura sino amor a la literatura.
    La vocación remite al desarrollo orgánico de un principio interno más que a la reacción frente a estímulos externos. Y, en efecto, no recuerdo haberme encontrado nunca a una persona, real o histórica, que se me haya presentado como un modelo integral y pleno para mí o sobre la que yo me haya dicho a mí mismo: “quiero ser como ella”. Esto no me ha ocurrido. Podría citar a varias personas que me han abierto perspectivas, me han alentado, me han inspirado, me han orientado, me han acompañado, me han ayudado a encontrar mi camino. Pero no una persona que haya sido ella misma mi camino. Aunque a esta constatación le añadiría dos precisiones. La primera, que sí han existido muchas personas, vivientes, históricas o imaginadas, que me han servido de contraejemplo –todos aquellos que me parecía que caían en el patrón del romanticismo- y que han ejercido sobre mí una gran influencia, aunque sea inversa. Representaban lo que no quería. Y en segundo lugar, que en esa búsqueda del propio camino estoy convencido de que, de forma patente o latente, he emulado a otros que antes que yo han intentado lo mismo. Por último, fuera del fenómeno de la vocación, que objetivamente debe considerarse una anomalía vital, la relación maestro-discípulo, una relación en la que el segundo ve en el primero realizado (aunque sea con las imperfecciones propias de lo real) el ideal de humano, es y seguirá siendo la expresión suprema de la educación, como Nietzsche nos recuerda en Schopenhauer como educador: “Tus verdaderos educadores y formadores te revelan cuál es el auténtico sentido originario y la materia fundamental de tu ser”.
    José Luis Coronado, Entrevista a Javier Gomá , INED 21,  28/12/2014
  • Enlace permanente para 'Les raons de la progressiva disminució de la vendetta.'

    Les raons de la progressiva disminució de la vendetta.

    Archivado: diciembre 30, 2014, 10:41am CET por Manel Villar
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    No cabe duda de que el fenómeno de la suavización de las costumbres es inseparable de la centralización estatal; pero no por ello se puede considerar este fenómeno como el efecto directo y mecánico de la pacificación política. No es aceptable decir que los hombres «reprimen» sus pulsiones agresivas por el hecho de que la paz civil está asegurada y las redes de interdependencia no cesan de amplificarse, como si la violencia no fuese más que un instrumento útil para la conservación de la vida, un medio vacío de sentido, como si los hombres renunciasen «racionalmente» al uso de la violencia desde el momento en que es instaurada su seguridad. Eso sería olvidar que la violencia ha sido desde siempre un imperativo producido por la organización holista de la sociedad, un comportamiento de honor y desafío, no de utilidad. Mientras las normas comunitarias tengan prioridad sobre las voluntades particulares, mientras el honor y la venganza sigan prevaleciendo, el desarrollo del aparato policial, el perfeccionamiento de las técnicas de vigilancia y la intensificación de la justicia, aunque sensibles, sólo tendrán un efecto limitado sobre las violencias privadas: lo demuestra la cuestión del duelo, que con los edictos reales de principios del siglo XVIII, se convierte en un delito punible oficialmente con pérdida de los derechos y títulos, y con muerte deshonrosa. Pues bien, a principios del XVIII, a pesar de una justicia más rápida, más vigilante, más escrupulosa, el duelo no ha desaparecido en absoluto, incluso parece que hubo más juicios por duelo que un siglo antes. El desarrollo represivo del aparato de Estado sólo pudo desempeñar su papel de pacificación social en la medida en que, paralelamente, se instauraba una nueva economía de la relación interindividual y en consecuencia un nuevo significado de la violencia. El proceso de civilización no puede entenderse ni como un rechazo, ni como una adaptación mecánica de las pulsiones al estado de paz civil: esa visión objetivista, funcional y utilitarista, debe sustituirse por una problemática que reconoce, en el declive de las violencias privadas, el advenimiento de una nueva lógica social, de encaramiento cargado de un sentido radicalmente inédito en la historia.
    La explicación económica del fenómeno es igualmente parcial, pues resulta igualmente objetivista y mecanicista: decir que bajo el efecto del aumento de las riquezas, de la disminución de la miseria, del aumento del nivel de vida, las costumbres se sanean, es omitir el hecho históricamente decisivo de que la prosperidad como tal nunca fue un obstáculo a la violencia, concretamente en las clases superiores que pudieron conciliar sin problemas su gusto por el fasto con el de la guerra y de la crueldad. No queremos negar el papel de los factores políticos y económicos que, seguramente, contribuyeron de manera decisiva al advenimiento del proceso de civilización: queremos decir que su obra es ininteligible independientemente de los significados sociales históricos que establecieron. La monopolización de la violencia legítima en sí o el nivel de vida determinado cuantitativamente no pueden explicar directamente el fenómeno plurisecular de la suavizadón de los comportamientos. Sin embargo, el Estado moderno y su complemento, el mercado, son los que, de manera convergente e indisociable, contribuyeron a la emergencia de una nueva lógica social, de un nuevo significado de la relación interhumana, haciendo ineluctable a largo plazo el declive de la violencia privada. En efecto, fue la acción conjugada del Estado moderno y del mercado lo que permitió la gran fractura que desde entonces nos separa para siempre de las sociedades tradicionales, la aparición de un tipo de sociedad en la que el hombre individual se toma por fin último y sólo existe para sí mismo.
    Por la centralización efectiva y simbólica que ha operado, el Estado moderno, desde el absolutismo, ha jugado un papel determinante en la disolución, en la desvalorización de los lazos anteriores de dependencia personal y, de este modo, en el advenimiento del individuo autónomo, libre, liberado de los lazos feudales de hombre a hombre y progresivamente de todas las cargas tradicionales. Pero fue también la extensión de la economía de mercado, la generalización del sistema del valor de cambio, lo que permitió el nacimiento del individuo atomizado cuyo objetivo es una búsqueda cada vez más definida de su interés privado. A medida en que las tierras se compran y se venden, que los bienes raíces se convierten en una realidad social ampliamente extendida, que se desarrollan los intercambios mercantiles, el salariado, la industrialización y los desplazamientos de la población, se produce un cambio en las relaciones del hombre con la comunidad, una mutación que puede resumirse en una palabra, individualismo, que corre paralela con una aspiración sin precedentes por el dinero, la intimidad, el bienestar, la propiedad, la seguridad que indiscutiblemente invierte la organización social tradicional. Con el Estado centralizado y el mercado, aparece el individuo moderno, que se considera aisladamente, que se absorbe en la dimensión privada, que rechaza someterse a reglas ancestrales exteriores a su voluntad íntima, que sólo reconoce como ley fundamental su supervivencia e interés personal.
    Y es precisamente la inversión de la relación inmemorial del hombre con la comunidad lo que funcionará como el agente por excelencia de pacificación de los comportamientos. En cuanto la prioridad del conjunto social se diluye en provecho de los intereses y las voluntades de las partes individuales, los códigos sociales que ligaban al hombre a las solidaridades de grupo ya no pueden subsistir: cada vez más independiente en relación a las sujeciones colectivas, el individuo ya no reconoce como deber sagrado la venganza de sangre, que durante milenios ha permitido unir el hombre a su linaje. No sólo por la ley y el orden público consiguió el Estado eliminar el código de la venganza, sino que de una manera igualmente radical fue el proceso individualista el que, poco a poco, socavó la solidaridad vengativa. Mientras que en los años 1875-1885, la tasa media de homicidio por cada cien mil habitantes en Francia se establecía alrededor de uno, en Córcega era cuatro veces superior; la misma diferencia se producía entre el Norte y Sur de Italia, donde se daba una tasa de homicidios igualmente elevada: allí donde la familia mantiene su antigua fuerza, la práctica de la vendetta sigue siendo mortífera a pesar de la importancia de los aparatos represivos del Estado. (pàgs. 190-193).
    Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barna 1986
  • Enlace permanente para 'Transparència unilateral i societat disciplinària (Byung-Chul Han).'

    Transparència unilateral i societat disciplinària (Byung-Chul Han).

    Archivado: diciembre 30, 2014, 10:21am CET por Manel Villar

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    El panòptic de Bentham és una manifestació de la societat disciplinària. Al control panòptic se sotmeten les presons, les fàbriques, els manicomis, els hospitals, les escoles, que són institucions típiques de la societat disciplinària. Les cel·les disposades en cercle al voltant de la torre de control estan estrictament aïllades entre si, ja que d’aquesta manera els ocupants no poden comunicar-se els uns amb els altres. I els murs de separació serveixen perquè tampoc puguin veure’s entre ells. Amb l’objectiu de millorar-los, diu Bentham, són exposats a la solitud. La mirada del vigilant arriba a qualsevol angle de la cel·la, mentre que ell mateix roman invisible per als vigilats. (...) Amb l’ajut d’una tècnica refinada s’aconsegueix la il·lusió d’una vigilància permanent. La transparència només apareix aquí de forma unilateral. Aquesta és la naturalesa de la seva perspectiva, que constitueix l’estructura de poder i domini.
    El projecte de Bentham té una motivació sobretot moral o biopolítica. El primer efecte que pot esperar-se del control panòptic és, segons Bentham, “la reforma dels costums” (prefaci, Panopticon). Com a efectes ulteriors esmenta: “la salut preservada”, “la instrucció difosa”, o bé “els nus gordià de les lleis dels pobres (que no està tallat, sinó deslligat”.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    Comprendre i no transformar.

    Archivado: diciembre 30, 2014, 9:56am CET por Manel Villar
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    El filósofo aspira a ser synoptikós, diríamos con el Platón de la República –trata de llegar a una visión de la realidad que sea amplia, panorámica y compleja a la vez. El problema surge cuando este sujeto se iza hasta esa especie de visión, advierte entonces lo desordenado y deforme del mundo humano, y se propone –¡valiente synoptikós estaría hecho si no!– cambiarlo. (El lugar clásico de esa toma de conciencia, huelga decirlo, es la famosísima undécima tesis de Marx sobre Feuerbach: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo“). Pero sucede que como individuos conscientes somos capaces de comprender mucho más de lo que podemos transformar, en este opaco mundo nuestro compuesto por totalidades complejas que interactúan entre sí, conectadas por múltiples vínculos y realimentaciones (hemos aprendido a llamar a esas totalidades sistemas complejos adaptativos). Hay en esta asimetría una suerte de impotencia de la razón que aflige especialmente al filósofo synoptikós: comprender males (naturales y sociales) que apenas se podrán cambiar, y sólo si con ese objetivo se lograsen coordinar, y mantener en el tiempo, vastos esfuerzos de acción colectiva –y en muchos casos sólo como resultados imprevistos, laterales, sorprendentes, de otra clase de esfuerzos que perseguían otros fines… La razón ilustrada subestimó enormemente la dificultad de reducir los males que menoscaban la condición humana.
    Jorge Riechmann, visión sinóptica, tratar de comprender, tratar de ayudar, 30/12/2014
  • Enlace permanente para 'Treball contra excel.lència.'

    Treball contra excel.lència.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:45pm CET por Manel Villar
    El Roto
    Trabajo, trabajo y más trabajo. Cada vez me voy dando cuenta, al compás de los años, que esta tenaz conminación a trabajar encierra un férreo principio de muerte. Trabajar hasta la extenuación, trabajar sin desmayo, imponerse la ética del esfuerzo como la madre de todas las éticas.
    Y, sin embargo, alrededor se contempla a los triunfadores que si, en efecto, han trabajado, deben su gloria especialmente al talento y a la oportunidad. El don y la suerte componen los dos pilares de la excelencia. El trabajo sería un apuntalamiento necesario pero siempre que se tenga algo importante o excepcional que apuntalar.
    Cuando escribí, hace años, El éxito y el fracaso, comprobé  repetidamente en su elaboración que las personas notables y admiradas no debían su altura a haberse dejado la piel sin más sino al brillo particular de su piel y la ocasión de que fuera, a tiempo, bien enfocada. Todos los protagonistas del éxito sin quitarse méritos atribuían a la buena suerte los bienes excepcionales que hubiesen obtenido ya fuera en lo intelectual o en la empresa. 
    Así que, francamente, no hay nada que hacer sin magia. El trabajo te cubre de dignidad  pero la elegancia y la categoría no salen del curro.  . Sin trabajo no hay nada que hacer pero ya se puede hacer hasta el martirio si no eres santo de  la voluntad de Dios. De un Dios  tan azaroso como arbitrario, tan magnánimo para unos y tan cicatero para los otros.  A Dios le gusta el lujo y la belleza y la inteligencia y la creación. ¿Un gran obrero de sol a sol? ¿Un Dios sindicalista? Con esta esperanza en los milagros del  denuedo no habrá nada que valga la pena esperar.
    Vicente Verdú, Trabajar como un burro, El Boomeran(g), 29/12/2014
  • Enlace permanente para 'Creativitat i subjectivitat moderna.'

    Creativitat i subjectivitat moderna.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:30pm CET por Manel Villar
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    Javier Gomá: La imitación (de un modelo ejemplar) fue quizá el concepto con más fuerza explicativa de toda la premodernidad, ese larguísimo periodo que va desde el origen de la cultura occidental hasta el siglo XVIII. De pronto, en apenas unos decenios de ese siglo, desapareció todo rastro del prestigioso concepto. La imitación de un modelo normativo (Naturaleza, Ideas, Antiguos) fue sustituida, como fundamento de la realidad, por la creatividad, originalidad y autonomía del sujeto moderno, que no imita a nadie. Así lo dice Kant explícitamente en su famoso texto ¿Qué es la Ilustración? Kant pone las bases de la subjetividad moderna en su segunda Crítica, donde expone su ideal del sujeto autónomo, autolegislador, y en la tercera Crítica, donde presenta la que será considerada forma suprema de la subjetividad, el artista genial, capaz de producir reglas en lugar de imitarlas. Cierto que en el siglo XX asistimos a un renacer extraordinario del interés teórico, en multitud de disciplinas, por la teoría de la imitación. Con una novedad: ahora se trata de la imitación moral de personas, vivas, libres y racionales, no de modelos acabados, cerrados y fijos. Pero con todo, el tratamiento contemporáneo de la imitación padece un esencial prejuicio. El presupuesto de todos esos nuevos estudios sobre la imitación es el de que un sujeto adulto, emancipado y racional no imita, de modo que la imitación es achaque de animales, niños, culturas prehistóricas o masas; en suma, de entidades preindividuales o solo parcialmente individuales. Antes había sentado el principio de facticidad, que dice que, de hecho, nos guste o no, todos nos imitamos a todos y que no existen zonas exentas de la imitación. No existe ese Robinson en su isla moral que sueña Kant. De manera que la cuestión no estriba en saber si imitamos o no, pues todos nos imitamos unos a otros inexorablemente, sino en bajo qué condiciones la imitación de otro es un hecho racional, ese juzgar autónomamente la heteronomía de los modelos de ejemplarida.
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      [ined21.com]
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    Creure que som lliures.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 11:23am CET por Manel Villar
    Uno de los grandes debates de ahora y de siempre es el del libre albedrío. Según una corriente de pensamiento, el Universo es determinista. Quiere esto decir que el curso de los fenómenos que han tenido y tendrán lugar está predeterminado en virtud de la configuración inicial del Universo y de las leyes que lo gobiernan. Entre esos fenómenos se encontrarían también las decisiones y actos humanos. El punto de vista opuesto defiende la existencia del libre albedrío, la capacidad para planificar el futuro, tomar decisiones de forma libre y consciente, y llevarlas a cabo. Se entiende, claro está, que esas decisiones se toman en ausencia de presiones no razonables que las pudieran condicionar completamente. Y, por supuesto, si existe el libre albedrío también existe la responsabilidad por las decisiones tomadas.
    Al igual que ha ocurrido en otros terrenos –como el de las emociones o el de la ética- también en éste las neurociencias van teniendo cada vez más que decir. No en vano es el sistema nervioso central, o una parte del mismo, el que toma las decisiones. En este debate lo que se contrapone es si somos realmente conscientes de las decisión que tomamos o si, por el contrario, las toma nuestra mente sin que nuestro yo consciente intervenga. A tenor de lo que indican ciertos resultados experimentales, es posible que tomemos las decisiones antes de ser conscientes de ello, aunque también hay resultados que cuestionan los anteriores.

    Este debate no sólo tiene importantes implicaciones filosóficas; también las tiene en el terreno de la ética y el derecho. Si en algún momento se llegase a la conclusión de que carecemos de libre albedrío, deberíamos reformular todo el sistema jurídico penal, sin ir más lejos. De hecho, cuando a las personas se las persuade de que, efectivamente, el libre albedrío no existe, tienen mayor tendencia a hacer trampas y se despreocupan de que los malhechores sean castigados. Ya sea por implicaciones como las citadas o, sencillamente, porque nos cuesta aceptar la idea de que quizás no decidamos consciente y libremente, lo cierto es que creemos con firmeza en el libre albedrío.
    El filósofo experimental Fred Nahmias es una de las personas que más ha investigado en estos temas en los últimos años. En unos experimentos recientes, cuyos resultados ha publicado la revista Cognition, Nahmias dijo a 278 personas que había conseguido averiguar, mediante un dispositivo que registra la actividad cerebral, todas las decisiones que en lo sucesivo tomaría una mujer llamada Jill, incluida la del sentido de su voto en las siguientes elecciones. Pues bien, aunque esas personas no dudaron de la veracidad de la declaración de Nahmias, el 92% dijeron que la decisión de voto de Jill había sido una decisión libre. Se supone que si el aparato de Nahmias era capaz de predecir el comportamiento de Jill, ello era debido a que dicho comportamiento estaba predeterminado, por lo que, de ser cierta la declaración de Nahmias, ninguna de las decisiones de Jill ni, para el caso, de nadie, podían ser decisiones conscientes y libres. Pero esa consideración no influyó en el juicio de la gente.
    No sé si actuamos o no con libertad y plena consciencia. Tiendo a pensar, con Baruch Spinoza, que sólo es posible actuar con plena consciencia y libertad si nos esforzamos por conocer el mundo y conocernos a nosotros mismos. Pero quizás simplemente me pasa lo que a la mayoría, que quiero creer que soy libre, dueño de mis propias decisiones, porque no acepto ser más que una mera circunstancia del devenir del universo, una circunstancia absolutamente predeterminada.
    Juan Ignació Pérez, Quiero creer que actúo libremente, Cuaderno de Cultura Científica, 28/12/2014
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    La democratització de la vigilància (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 29, 2014, 10:53am CET por Manel Villar

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    El Roto

    Davant l’inexorable progrés de la tècnica de vigilància, el futurista David Brin ((The transparent society, Nueva Tork, Perseus Books, 1998)) emprèn la fuga cap endavant i exigeix la vigilància de tots per tots, és a dir, una democratització de la vigilància. (...) La utopia de Brindescansa en na des-limitació de la vigilància. Tot flux asimètric de la informació produeix una relació de poder i domini, ha de ser eliminat. S’exigeix, per tant, una il·luminació recíproca. És vigilat no només el de baix pel de dalt, sinó també el de dalt pel de baix. Cadascú lliura a cadascun la visibilitat i el control, i això fins i tot dins de l’espai privat. Aquesta vigilància total degrada la ·societat transparent” fins a convertir-la en una inhumana societat del control. Cadascun controla a cadascun.
    (“La societat del control”)
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    El fracàs de les elits.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 10:20am CET por Manel Villar
     Se cambia de año con dos dilemas en carne viva: si los ciudadanos, al votar, tendrán en cuenta sobre todo el viejo binomio entre la izquierda y la derecha, o la contradicción principal se centrará entre las élites y el pueblo. El segundo, la frecuente disfuncionalidad entre la racionalidad política y la racionalidad económica.
    Hace dos décadas que murió uno de los mejores críticos de la sociedad contemporánea, Christopher Lasch, y 19 años de la publicación de su libro La rebelión de las élites y la traición a la democracia (Paidós). En él están pespunteadas muchas de las ideas sobre las élites (y el carácter extractivo de muchas de ellas) que se han repetido en los últimos años en todo el mundo. Lasch desarrolla la tesis de que la democracia está amenazada hoy no por la orteguiana rebelión de las masas, sino por la rebelión de unas élites egoístas que se niegan a aceptar un compromiso con la sociedad y que se aíslan de su entorno. El carácter irreal, artificial, de la política oficial (centrada prioritariamente en aspectos como el déficit, la deuda, los conflictos de identidad...) refleja el aislamiento de quien la protagoniza de la vida cotidiana de la mayoría, así como la secreta convicción de que los verdaderos problemas (el paro, la pobreza de los trabajadores, la reducción de la renta disponible de las clases medias...) son insolubles.
    En el libro citado se ponen abundantes ejemplos de cómo las élites imponen sus ideas, su agenda política, sus criterios y su lectura interesada de la historia a todos los demás. Su poder para suprimir los puntos de vista diferentes les capacita supuestamente para atribuir a su propia ideología particularista el estatuto de verdad universal y trascendente.
    Al análisis de las causas por las que los mercados financieros están ganando la partida al poder político dedica su último libro (El fracaso de las élites. Lecciones y escarmientos de la gran crisis. Editorial Pasado/Presente) el profesor valenciano Manuel Sanchís. Muy conocedor desde dentro del diseño institucional de la Unión Europea (del que dice que nació dañado desde el principio y del que se ha derivado un empobrecimiento severo de muchos ciudadanos, así como una fuerte degradación de la calidad democrática de esas instituciones), Sanchís teoriza la construcción de una Europa a dos velocidades, con avances limitados en los ámbitos político e institucional, pero con barra libre para la circulación de capitales y la unificación monetaria.
    Este desequilibrante sesgo a favor de lo monetario-financiero explica el desencanto que siente mucha gente ante una construcción europea que, en palabras de Hollande (sin duda del Hollande de la primera época), “ha sido diseñada más bien como un gran mercado que como un gran proyecto”, y que “ha acabado representando el liberalismo para los ciudadanos”. Dice Sanchís que la “mirada torva” del europeo hacia sus instituciones se ha convertido en un airado rechazo hacia ese nuevo “despotismo ilustrado”.
    Joaquín Estefanía, Dilemas de 2015, El País, 28/12/2014
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    Estudi de la territorialitat i activitat humana.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:57am CET por Manel Villar


    D'entrada podem dir que l'espai és, en la tradició filosòfica kantiana, una virtualitat pura. Kant parla en concret d'espai abstracte o espai pur, per referir-se a entès com aquell en el qual, en última instància, tot moviment pot ser pensat. Per a Kant, en efecte, l'espai abstracte o pur no és un concepte sinó un a priori de cualquieespr forma de sensibilitat o percepció del món exterior. Escriu Kant en la Crítica de la raó pura: "L'espai és, doncs, considerat com a condició de possibilitat dels fenòmens, no com una determinació depenent d'ells, i és una representació a priori en la qual es basen necessàriament els fenòmens externs" . El que es tradueix en una regla universal i sense restricció: "Totes les coses, com a fenòmens externs, es troben juxtaposades en l'espai". Per aquest motiu Georg Simmel, recollint aquesta definició de Kant, estableixi les bases per una percepció en clau social de l'espai, a partir de que al capdevall no és altra cosa que "la possibilitat d'ajuntar". Això ho teniu a Simmel, Georg (1977 [1908]). "El espacio y la sociedad", a Sociologia 2. Revista de Occidente, Madrid, pp. 643-740.

    Tot això implica que la noció inicialment abstracta d'espai és objecte d'apropiacions i desenvolupaments singulars per part de cada disciplina que pretengui convertir-la en el seu objecte de coneixement o acció. La dificultat de tractar l'espai més enllà de la seva polisèmia i de l'ambigüitat intrínseca que suposa com a terme, obliga a concretar, és a dir en atribuir alguna qualitat que permeti concretar el seu sentit. Així, com era previsible, les ciències socials treballen un tipus específic d'espai que és el que reconeixen com social. L'espai social és l'espai determinat pel conjunt de sistemes de relacions, característic del grup considerat, o, si es prefereix, l'espai social remetria a com es projecten en el terreny les relacions socials. Aquí seria fonamental que us miréssiu  Bourdieu, Pierre, 1998. "Espacio social y espacio simbólico", a Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Anagrama, Barcelona). En general, teniu Segaud, Marion (2010). Anthropologie de l'espace, Armand Colin, París. 

    L’antropologia al llarg de la seva història lligada a la tradició evolutiva e interdisciplinar, estretament lligada a les ciències naturals ha desenvolupat conceptes amb una clara connotació espacial. Uns exemples serien: àrea cultural,  regió i territori derivat de la geografia cultural i dels estudis etològics, formes d’assentament i residència, etc. Malgrat que en el seu desenvolupament hi predomina allò social sobre allò natural, han estat tractats com a recipients on es troben delimitats certs tipus de comportaments, objectes materials, trets culturals i relacions socials. En cap cas s’han tractat tenint en compte les implicacions tridimensionals dels mateixos, en un sentit dinàmic que faci evident la interrelació espai-cultura.            La primera manifestació d'aquesta sensibilitat antropològica vers l'espai i les relacions entre societat i entorn correspondria a l'escola de l'Année Sociologique, en concret a Marcel Mauss. És ell que va utilitzar el concepte de morfologia social i la relacionà amb les variacions del hàbitat de la societat esquimal, especialment a la diversitat de les formes d’assentament, vivenda i concentració social a l’hivern i a l’estiu, arribant a les conclusions que la concentració hivernal i la dispersió estival dels esquimals al llarg del temps no s’expliquen únicament per factors climàtics sinó per altres canvis en la forma d’agrupament i, en conseqüència, per canvis en la ubicació espacial i tipus de casa. Mauss, Marcel y Henri Beuchat (1971 [1904]) "Ensayo sobre las variaciones estacionales en las sociedades esquimales: un estudio de morfología social", a Marcel Mauss, Sociología y antropología, Tecnos, Madrid, pp. 359-432.

    D'aquesta perspectiva fundadora deriva un dels factors que, segons Radcliffe-Brown (1995 [1955])  i junt a el socioestructural i el cultural, calia reconèixer per a establir l'existència d'un objecte de coneixement en antropologia social: l'ecològic, relatiu al nínxol o entorn físic al que una societat ha d'amollar-se i amollar. La referència d'entrada seria Radcliffe-Brown, A.-R. (1995 [1955]). "Introducción", a Estructura y función en la sociedad primitiva. Península. Barcelona. En bona mesura és d'aquest pressupòsit que es deriva l'antropologia ecològica com una subdisciplina atenta a les relacions entre els essers humans i el seu entorn físic. Una bona introducció a aquesta branca de l'antropologia seria Donald, L. (1979) Antropología ecológica, Barcelona, Bellaterra.            Com una línia específica en aquesta perspectiva, centrada en la relació entre espai i comportament, trobaríem la proxèmia, el corrent que, inaugurat per Edward Hall, va servir per a formalitzar les observacions, interrelacions i teories referents a l’ús que les persones fan l’espai com efecte d’una elaboració especialitzada de la cultura a la que pertanyen. Hall defineix proxèmia com l'estudi de l'estructura de l’espai que fa l'éssser humà de forma immediata, a partir de l’entorn corporal macro espai, que és la distància intermèdia  entre els congèneres i l’organització de l’espai habitable. Hi ha diverses coses accessibles. d'aquesta perspectiva, molt associada a les teories de la comunicació no verbal. Podeu començar per Hall, Edgard T. (1972) La dimensión oculta. México, Siglo XXI. Però hi ha molt més, del propi Hall i d'altres.

    Ja que un espai ho és no perquè hi és, sinó perquè resulta de l'acció social -és a dir, per les trobades entre cossos i objectes que s'hi registren i el produeixen- és espai socialitzat constitueix un territori. Seria més propi parlar d'un antropologia del territori, tal com va fer a Espanya, posem per cas, tota una línia d'investigacions que fa ja algunes dècades. En aquests casos s'imposà parlar més aviat de territori, de territorialitat o de territorialització, per fer al·lusió a un espai socialitzat i culturalitzat, és a dir, també en aquest cas, a l'espacialització de les relacions socials. Aquesta línia teòrica ha tingut diverses expressions la vigència de les quals resulta pertinent subratllar. Per exemple, Fernández de Rota, José Antonio (1984). Antropología de un viejo paisaje gallego, Siglo XXI, Madrid; Sánchez Pérez, Francisco (1990). La liturgia del espacio, Nerea, Madrid. És especialmente important García, José Luis(1976). Antropología del territorio, Taller de Ediciones Josefina Betancor, Madrid. És com una mena de manual. 

    El territori com a substrat espacial necessari de tota relació humana, per així, donar compte que el que qualifica a l’espai per convertir-lo en territori humà és tota una sèrie de delimitacions carregades de formes específiques d’interacció. Les anàlisis a propòsit de l’ús social que els humans fan del territori parteixen de la perspectiva que  analitza l’espai com un territori necessàriament socialitzat i culturalitzat per part de l’individu i de la societat per tal que resulti controlable. Les persones no accedeixen mai a aquest territori directament, sinó a través d’una elaboració significativa que en cap cas està determinada exclusivament per les suposades condicions físiques, de manera que entre el medi ambient natural i l’activitat humana sempre hi ha un terme mig; un cos de coneixements i creences, un patró cultural. És per això que l’espai mai hauria de ser sotmès i reduït a qüestions cartogràfiques sinó que – sempre i quan es vulgui respondre a les exigències empíriques verificables relatives a la realitat humana- s’ha de considerar com un signe, el significat del qual només és comprensible des dels codis culturals en els que s’inscriu. L’estudi de la territorialitat es converteix així en una anàlisi de la dimensió espacial de l’activitat humana. 
    Un altre àmbit en el que podeu treball és el dels entorns construïts. Si us interessa, aquestes són algunes referències: Amerlinck, M-J. y Bontempo, F. (1994). El entorno construido y la antropología: introducción a un estudio interdisciplinar. CIESAS. México; Chadoin, Olivier,  i Claude, Vivianne, comps. (2010). Sociologues et architecture, Espaces et Sociétés, vol III, núm. 142, monogràfic; Maria José Amerlinck, ed. Hacia una antropología arquitectónica, Guadalajara, Universidad de Guadalajara; Moreau, Louis et al. (1992). Anthropologie de l'espace habité, L'Harmattan, Paris.

    Manuel Delgado, Algunes consideracions i bibliografia sobre antropologia de l'espai i del territori, El cor de les aparences, 29/12/2014
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    La subtilesa carnal de la pintura.

    Archivado: diciembre 29, 2014, 9:17am CET por Manel Villar
    La gran odalisca
    Els qui hem nascut en l’època en què la pintura ha abandonat majoritàriament la representació de la figura humana no podem deixar de sentir una certa nostàlgia del temps en què el cos era el centre de l’art pictòric. En els nostres dies la fotografia i el cinema semblen tenir l’exclusiva d’aquesta centralitat, si bé, a la segona meitat del segle XX, grans mestres com Hooper, Bacon o Freud han continuat reivindicant el lligam íntim entre pintura i corporeïtat. Sóc dels qui creuen que l’exactitud mimètica de la imatge fotogràfica i cinematogràfica mai podrà fer oblidar la subtilesa carnal de la pintura, i que abans o després es produirà el retorn del pinzell a la pell humana. 
    Encara que el paisatge hagi estat molt important en l’art europeu des del segle XVII i que, ja el segle XX, l’abstraccionisme hagi traduït formalment el paisatge interior de l’home, m’atreviria a dir que la figura humana segueix sent l’àncora que dóna raó de ser a la pintura. Potser no estava del tot encertat Miquel Àngel quan confessava que l’única naturalesa que li interessava era el cos humà, però no tinc cap dubte que aquest és l’horitzó prioritari de l’art. El cos humà, i la seva nuesa.
    La representació del nu ens ho diu tot sobre l’estil i sobre la sensibilitat. Perdudes gairebé totes les pintures del món antic, el Renaixement va iniciar l’èpica i la lírica del nu en l’art occidental. Els cossos nus de Botticelli són lírics; els de Giorgione o Tiziano, èpics. Rembrandt i Rubens van continuar l’epopeia carnal de la pintura europea. No obstant això, hi ha un artista, Jean Auguste Dominique Ingres, que sintetitza prodigiosament bé els dos corrents i avança la representació del nu en la pintura moderna. 
    Com ja havia fet a la Banyista de Valpinçon, de 1808, sis anys després a La gran odalisca Ingres elimina tota teatralitat externa per concentrar-se en la llum de la figura femenina. Vol expressar, així, la quinta essència del cos. 
    Rafael Argullol, Nostàlgia i apoteosi del cos, Ara, 28/12/2014
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    El cos, els entorns i les identitats humanes.

    Archivado: diciembre 28, 2014, 1:44pm CET por Manel Villar
    El Roto
    Hay objetos que se integran de tal forma en nuestras acciones que prácticamente se convierten en transparentes e invisibles y sólo su falta o falla los hace presentes. Debemos a Heidegger esta idea, que él consideraba central en nuestra experiencia del mundo, y que recientemente se ha desenvuelto en el debate sobre la mente extendida. Andy Clark y David Chalmers propusieron que ciertos artefactos de los que nos valemos para realizar operaciones mentales, tan habitualmente que parecen incorporarse a nosotros, pueden ser considerados como extensiones reales (con la realidad que son las funciones) de la mente. Ponían como ejemplo la libreta que una persona con alzheimer usa para recordar lo que debe hacer. Se han discutido mucho las condiciones que tendrían que tener las interacciones para ser consideradas parte de la mente pero no me importan aquí los detalles sutiles de esta discusión y sí la idea de apertura de nuestro cuerpo y mente a funciones que se completan más allá de la piel.
    En un cierto sentido, toda la vida consiste en la realización de funciones que se completan más allá de la piel. En el caso de los animales, todas las funciones, desde las cognitivas a las biológicas, se realizan en la interacción con un entorno. Se denominan accesibilidades, o affordances a las características de este entorno. Así, el flujo de campo magnético de la Tierra es lo que posibilita la orientación de las aves migratorias, o la dirección de los rayos solares es lo que permite la orientación de las abejas. El cuerpo es siempre un sistema abierto que se completa con la física y química del entorno. Una característica central de la cultura humana es que, además, produce una apertura del entorno natural. Las capacidades de acción y las funciones humanas cambian al cambiar los entornos culturales y sociales. Nuestras funciones fisiológicas, afectivas y cognitivas cambian al modificarse estos nichos culturales, materiales, humanos, en los que habitamos.

    En las sociedades más complejas los entornos, a su vez, se diversifican: entornos familiares, entornos educativos, entornos de trabajo, etc. Cada uno de ellos contribuye a modelar nuestros cuerpos y almas. La obra de Bernard Shaw Pigmalión, (1913) que casi todos conocemos a través de su versión cinematográfica My Fair Lady, fue una de las primeras reflexiones sobre las posibilidades y peligros de esta modelación cultural de las identidades. Mucho más épica, La máquina del tiempo (1895) de H.G. Wells conjeturó la posibilidad de que las desigualdades del capitalismo condujesen a una diferenciación radical de los humanos en dos especies. La teoría de los campos sociales del francés Pierre Bourdieu, de los diversos espacios de capital (económico, cultural) y del habitus que define las diferentes formas de acción humana, son nuevas aportaciones a esta idea de la doble apertura del cuerpo y del entorno humanos. Todos y cada uno de los cambios técnicos, culturales, económicos y políticos pueden entenderse como modificaciones de estos entornos abiertos. El sociólogo  Richard Sennett ha dedicado varias obras a las modificaciones de identidad que produce el ascenso del capitalismo,  La corrosión del carácter (1998), La cultura del nuevo capitalismo (2006) y otras varias más. Es uno de los autores imprescindibles para entender la cultura material de nuestra identidad contemporánea.

    En  la doble apertura del mundo humano se encuentra un marco metafísico y antropológico para pensar la idea de justicia más profundo que aquél en el que se sitúan la mayoría de las obras de filosofía política, casi todas herederas de una idea humanista y de sociedad demasiado esencialista (en la controversia entre Habermas y Sloterdijk sobre la posibilidad de modificar el "parque zoológico humano" se abrió en parte esta discusión, aunque de manera disparatada, desde mi punto de vista).  El principal punto es el del determinismo que parece implicar la idea de apertura. En muchas discusiones informales de café oigo a mis amigos sostener la inevitabilidad de los cambios técnicos, como si hubiesen leyes históricas que rigiesen las expansiones y contracciones de la cultura. Mucho más peligrosa es la idea de que son las fuerzas del mercado las que deben modelar estos cambios (pues la técnica no sería sino un subproducto de la investigación interesada).

    Una de las visiones deterministas que más me subleva, por lo que me afecta por mis orígenes, es la idea de que las culturas y sociedades rurales están destinadas a desaparecer en los agujeros negros de la urbanización sin planificar. Recorro habitualmente los entornos en los que me crié, ahora yermos y abandonados de todo cuidado, con aldeas vacías, con una población envejecida que vive de sus míseras pensiones, esperando la muerte propia y de la cultura que los crió y me enerva que la idea de destino que heredamos de la religión aún siga dominando la política. También por interés propio, me asombra la candidez con la que se repite que las instituciones educativas deben adecuarse a las necesidades del mercado, como si las necesidades del mercado no dependiesen de las instituciones educativas.

    En fin, ahora que es el tiempo del solsticio de invierno (en este hemisferio boreal), tiempo de rituales de muerte y renacimiento del sol, es tiempo también de volver a recordar, como Lawrence de Arabia, que el destino no está escrito. Que el mundo no es un libro escrito en una lengua oculta sino, en todo caso, un cuaderno en el que escribimos cada día nuestro relato.  Fernando Broncano, Más allá de la piel, El laberinto de la identidad, 28/12/2014
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    El panòptic digital (Byung-Chul Han)

    Archivado: diciembre 28, 2014, 1:23pm CET por Manel Villar

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    Avui hauríem de constatar que pel moment no s’experimenta el final del panòptic, sinó l’inici d’un panòptic d’un tipus completament nou, no perspectivista. El panòptic digital del segle XXI manca de perspectiva en el sentit que no és vigilat des d’un únic centre per l’ omnipotència de la mirada despòtica. Desapareix completament la distinció entre centre i perifèria, que era constitutiva del panòptic de Bentham. El panòptic digital funciona sense cap òptica perspectivista. Això constitueix la seva eficiència. La il·luminació no perspectivista és més eficaç que la vigilància perspectivista, perquè pot produir-se des de tots els costats, des de totes les parts, és més, des de cadascuna d’elles.
    En contraposició als habitants aïllats entre si del panòptic de Bentham, els habitants del nou panòptic es connecten i es comuniquen intensament entre si. El que garanteix la transparència no és la solitud mitjançant l’aïllament sinó la hipercomunicació. La peculiaritat del panòptic digital està sobretot en què els seus habitants col·laboren de manera activa en la seva construcció i en la seva conservació, en tant que s’exhibeixen i despullen ells mateixos. Ells mateixos s’exposen en el mercat panòptic. (...) La societat del control es consuma allà on el subjecte es despulla no per coacció externa, sinó per una necessitat engendrada en si mateix, és a dir, allà on la  por d’haver de renunciar a la seva esfera privada, íntima cedeix a la necessitat d’exhibir-se sense vergonya.

    (“La societat del control”)Llegiu:   [www.revistaenie.clarin.com]
    Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, Herder, Barcelona 2013
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    "Les malalties socials són sempre malalties ètiques" (José Antonio Marina).

    Archivado: diciembre 28, 2014, 11:06am CET por Manel Villar
    José Antonio Marina
    Filòsof i pedagog, José Antonio Marina (Toledo, 1939) ha dedicat molts assajos a la intel·ligència i la creativitat. Dirigeix una Universitat de Pares per ajudar a educar i ara ha publicat El talento de los adolescentes (Ariel), un tema sobre el qual va parlar al Palau Macaya en el cicle Futurs, convidat per l’Ateneu de Barcelona i l’Obra Social la Caixa.
    Ets un filòsof que des de fa anys s’ha especialitzat en l’educació.
    L’educació és el que caracteritza l’ésser humà. Som homo docents, l’espècie que ensenya. Ens ha semblat que era necessari transmetre part de l’experiència i els nous coneixements a les noves generacions, i això és el que ens ha configurat com a espècie. És el que ens ha anat separant de l’animal, el que ha creat cultura i el que cada vegada més està inventant mètodes de solidaritat diferents, de manera que és absolutament intrínsec a la definició d’ésser humà. L’ésser humà és l’ésser que educa, l’únic que hi ha.
    Què passa amb els pares en aquests moments? Estem acomplexats?
    Per la Universitat de Pares hi han passat 10.000 famílies, a qui seguim durant tot l’any amb molts fòrums. D’una banda estan confosos, no saben bé què fer, reben massa missatges. Estan espantats perquè veuen que el món canvia ràpidament i no dominen gaire bé el món on viuen els seus fills. Amb la tecnologia estan tenint molta informació i els pares no saben gaire bé on intervenir. Després es troben culpabilitzats, sobretot les mares. Pensen que no dediquen prou temps als fills, que si treballen estan desatenent les seves obligacions bàsiques...
    Per què les mares?
    De manera inconscient encara batega la imatge de la mare abnegada que ho és tot per als seus fills i no ha de tenir vida pròpia. En teoria, uns pares intel·ligents, dedicats i afectuosos estan en condicions d’educar els seus fills, però no en societats tan complexes com s’ha tornat la nostra. No tenim un consens educatiu, no tenim un consens de valors. La rapidesa crea molta incertesa, s’han ensorrat creences molt fortes i els pares no saben què poden exigir perquè s’han alliberat de les coses que els exigien a ells.
    I cap on anem?
    Estem en una època de transició, que no sabem si algun dia deixarà de ser-ho, i això produeix inseguretat. A la Universitat de Pares volem desdramatitzar tot això, confiar en els nens, i tenir idees clares per saber acomodar-nos al pas del temps. Quan se’ls fa perdre la por, en general els pares ho fan molt bé. No cal que es converteixin en psicòlegs, psiquiatres o dietistes... Intentem fer una educació basada en l’evidència del que funciona i del que no funciona.
    Hi ha massa psicologia al món de l’educació? Se n’abusa?
    Això sonarà molt malament, però hi ha massa psicologia en tota la nostra realitat. Per raons històriques complicades estem psicologitzant, patologitzant, tots els problemes. Hi ha problemes que no tenen solució psicològica perquè, per exemple, n’hi ha que tenen solució ètica. Un exemple: l’empatia és bona o dolenta per a les relacions humanes? Sens dubte, bona. Però ha d’estar dins un marc ètic, perquè si no l’estafador té una empatia meravellosa. Hi ha coses que no es poden educar. Una de les teories psicològiques més potents, la psicologia cognitiva, de la qual es deriva una teràpia cognitiva, diu que el que importa no són les coses sinó la idea que tu tens respecte a les coses. Això està bé en una teràpia en què el que intenta una persona és creure que si canvia la seva manera de pensar en aquella cosa canviarà el seu comportament. Però això pot ser també d’un conservadorisme polític terrible: “No et preocupis de les coses, canvia’t a tu mateix i deixa que les coses vagin com vagin”. Hi ha coses que no tenen solució psicològica, tenen solució econòmica, social o política.
    Per què ha passat?
    La psicologia ha omplert buits que hi havia, no per culpa de la psicologia, sinó perquè tothom li ha anat demanant més coses. Ara, en qualsevol succés, el primer que es diu és que a qui sigui el va acompanyar un equip de psicòlegs. Hi ha una espècie d’idealització. Tu sol no seràs capaç d’enfrontar-te a res, necessites ajuda d’un psicòleg. Jo crec que l’educació que hem de donar és d’ensenyar a prescindir. Jo he de ser capaç de gestionar la meva pròpia vida sense haver d’estar pendent d’un conseller espiritual. Això deixa-ho per als moments veritablement importants.
    Tot és un problema. O ets massa simpàtic o ets poc sociable. Tens massa sexe o tens poc sexe...
    Paidós acaba de publicar un llibre d’Allen Frances que es diu ¿Estamos todos locos? Fa una crítica, per exemple, a la patologització que s’està fent de totes les conductes. Aquest matí m’han passat dues coses. La primera, que la meva dona m’ha cridat l’atenció dient-me que no havia reconegut algú. És veritat, se m’oblida la cara de la gent. La segona, m’ha dit que havia menjat massa gambes. Bé, són comentaris de la meva dona, ja sé que he menjat massa gambes, però si ho analitza segons qui jo tinc una compulsió patològica a menjar gambes i un trastorn cognitiu de la memòria perquè de tant en tant se m’obliden les cares de la gent. Cal que tornem a la normalitat, que és com Frances titula l’últim capítol.
    La pastilla per ser feliç, la pastilla per tenir una vida sexual millor...
    Hi influeix que la felicitat s’hagi posat de moda, i s’hagi convertit en una espècie de cirereta per a tots. Això és un disbarat, perquè arribarà un moment que pretendre ser feliç serà de mal gust. Entre altres coses perquè el tipus de felicitat que es proposa, que és com de pur benestar, salta pels aires en el moment que has de fer qualsevol cosa costosa o valuosa.
    No cal buscar la felicitat cada dia.
    Hi ha un estudi molt llarg que es va fer a Harvard en què van agafar una sèrie de persones voluntàries, els van donar una maquineta i set vegades al dia, sense cap tipus d’ordre, els trucaven i en aquell moment havien d’apuntar què estaven fent i en quin estat d’ànim es trobaven. La gent reconeixia que quan es trobaven millor era quan estaven treballant, però que al mateix temps en aquell moment estaven desitjant deixar de treballar. A això ho anomenaven la paradoxa del treballador. O sigui, desitjaven que s’acabés, però el que feien un cop s’havia acabat la feina era menys satisfactori per a ells que el que feien a la feina. El fet que una part important de les situacions més satisfactòries puguin venir del món del treball no és pel món del treball en si, sinó pel fet que estàs fent una cosa.
    Sentir-te útil.
    Aristòtil deia que la felicitat no és un estat, la felicitat és una activitat. I que no es pot buscar directament. La felicitat és una cosa que acompanya una activitat. Quan estàs jugant no estàs buscant la felicitat, estàs gaudint amb el joc. Una part important dels models educatius que proposem a la Universitat de Pares són intentar aconseguir que cada noi i noia descobreixi amb què gaudeix.
    Com es fa?
    Tenia un alumne a 4t d’ESO que no feia ni brot, però tampoc emprenyava. Entrava a classe, s’asseia a l’última finestra, i s’estava allà tota la classe. I un dia el vaig cridar i li vaig dir: “Mateo, tu els caps de setmana què fas? ¿T’estires al sofà a mirar la televisió i a menjar crispetes?” I em va dir que sí, menys un dissabte al mes. Li vaig preguntar què passava aquell dia, i em va dir que al Rastro de Madrid hi havia un lloc on venien gadgets de la Segona Guerra Mundial, i ell els col·leccionava i li interessava molt el tema. Li vaig preguntar si sabia dir-me com eren les botes de l’exèrcit alemany. Ho sabia tot. Li vaig preguntar si podria fer una conferència sobre això als seus companys... Han passat els anys, un dia me’l vaig trobar i em va dir que estava acabant història. L’únic que havia fet era dir-li que aquella afició o activitat era valuosa.
    ¿Com es combina l’educació buscant l’interès o l’estímul amb la tesi que un procés d’aprenentatge requereix esforç?
    Tots els nens tenen afany d’aprendre i tots gaudeixen aprenent. Aquests últims anys he seguit el meu nét més petit, i l’he vist des que estava a infantil. Ara té 7 anys, està a segon de primària, i ja li comença a preocupar aprovar o no. Quan acaben primària han deixat de banda el gust per aprendre perquè el que els importa és aprovar. I aquí s’espatlla l’assumpte. El que s’ha de fer en tot moment és veure com podem fomentar la curiositat i el gust per aprendre.
    On se n’aprèn?
    Els docents no som experts a ensenyar. Som experts a fer que els alumnes aprenguin, i per tant hem de saber què hem de fer perquè aprenguin. Com es motiva el nen, això és cosa de la professió. És com si un cirurgià li pregunta a algú com es pot treure la melsa. Aprèn-ne, perquè aquesta és la teva carrera.
    I si no li interessa?
    Els nens i els adults només tenim tres grans motivacions: passar-ho bé, tenir una vinculació social agradable i sentir que progressem. Quan tu vols que un nen s’interessi per les equacions de segon grau, el teu talent pedagògic ha d’esbrinar com pots enllaçar per a cada nen les equacions de segon grau amb algun d’aquests tres desitjos. En un serà perquè li hauràs donat un premi, en l’altre perquè li dónes el reconeixement i en l’altre perquè si gestiones bé les metes i ell s’adona que progressa ha picat l’ham educatiu i no el deixarà anar. Però tu has de veure com ho fas. La definició de motivació, que sembla cínica, és que motivar algú és aconseguir que faci alguna cosa que no li interessa fer. Que m’interessa a mi que faci.
    Quins verbs conjuga un educador? Acompanyar, impulsar...
    En primer lloc impulsa, en segon lloc ajuda a descobrir, en tercer lloc acompanya i finalment aplaudeix. Sobretot s’ha d’aplaudir.
    És la millor professió del món, ser educador?
    A mi em sembla molt bonica. Mai m’ha interessat la universitat perquè no té funció educadora. M’atreu especialment la secundària -encara que per a la meva pròxima reencarnació demanaré primària-, perquè és el moment de gran complexitat en l’escola, perquè influeixes més i t’adones que es plantegen problemes en quèpots influir. Els nois i noies et porten els seus problemes familiars, i tu ets allà com a gran protector, al lloc cordial on els joves poden trobar-se... Saben que són jutjats, però de manera diferent. Els has de donar l’absoluta certesa que tu estàs de part seva.
    Així es guanya la confiança?
    L’autoritat és quan aconsegueixes influir en una persona, però no per mètodes coactius sinó perquè aconsegueixes que et respecti. Els nois i noies són llestos i saben de qui es poden fiar i de qui no. En l’últim cicle de primària, els alumnes ja tenen 10, 11 o 12 anys i encara no han entrat en l’adolescència. Ho hem d’aprofitar perquè resolguin problemes; si no els resolen abans d’entrar a secundària, se’ls amunteguen les coses i resulta molt més complicat. Un d’aquests problemes, de tipus acadèmic, és la comprensió lectora. Si un noi o noia passa a secundària sense dominar bé la lectura, es queda marginat. Després hi ha els problemes de timidesa, la por social. I en tercer lloc hi ha els problemes d’agressivitat.
    Tot abans de fer ESO?
    Als 12 ja és una miqueta tard. Nosaltres posem la franja dels 8 o 9 anys per als problemes d’agressivitat. Això s’ha de tractar amb cura perquè si no resulta molt complicat. Ara n’hem hagut d’incloure un altre, perquè s’ha reduït l’edat, que és la preocupació excessiva per l’aspecte físic. Abans començava a partir dels 13 o 14, i ara està baixant. Fonamentalment et trobes nenes en aquesta situació, però també nens.
    Fer els deures abans de l’adolescència.
    Ara tenim una nova versió de l’adolescència que ens està donant la neurociència. Tots hem estat treballant amb la idea que hi havia un període gloriós de l’aprenentatge que era dels 0 als 7 anys. El que ens diuen els neurocientífics és que hi ha una segona edat d’or de l’aprenentatge, que és dels 13 als 17 anys. El nen ja ha après a ser nen, però en aquesta edat arribava el moment en què havia d’independitzar-se, la qual cosa significava que havia de caçar la seva pròpia presa, aconseguir una parella, tenir fills i guanyar-se la vida. És com si el cervell tornés a obrir un altre tipus de finestra d’aprenentatge, que serà molt més estable que l’altre. I que tindrà a veure amb les habilitats i els hàbits.
    I s’han d’aprofitar aquests anys.
    La matèria grisa, que són fonamentalment els nuclis neuronals i les dendrites, disminueix, i augmenta la matèria blanca, els axons, que són els segments de transmissió. Es forma un cervell molt més ràpid, que té menys sinapsis... Ha fet un procediment molt semblant, com a mínim jo ho entenc així, al que fa un ordinador quan comparteixes un arxiu. L’espai és un problema a l’ordinador i al cervell, cal compactar la informació. És allà però ocupa menys lloc. I amb tot això s’integra molt més i canvia els sistemes de recompensa. Canvien, i és com si tinguessis preparats dos premis. Explica coses que no enteníem bé, com les conductes de risc de l’adolescent. És que l’adolescent s’està fent càrrec del món i, si no s’enfronta ell als problemes, està allargant la infància.
    Una mirada molt diferent.
    Vull llançar una campanya a favor del talent adolescent, és el títol del meu últim llibre. Tots hem pres decisions importantíssimes en aquesta edat. Estem maltractant els adolescents perquè diem que és una edat absolutament conflictiva, de problemes... Les enquestes diuen que el 76% dels adolescents s’ho passen molt bé i es porten bé amb la seva família, però com que els estem pressionant dient que si són adolescents han de ser així de conflictius, t’acaben donant la raó.
    Al final responen a l’etiqueta.
    Al llibre poso exemple de coses que ha fet gent d’aquesta edat. Poden fer coses fenomenals. Laura Bécquer és una nena que amb 14 anys s’entesta que vol fer la volta al món a vela en solitari. Ella ha viscut tota la seva vida en un vaixell, a Holanda, i els jutges li diuen que, encara que el seu pare digués que sí, no se’n podria anar. Ella segueix i per fi l’autoritzen a fer la volta al món en solitari, amb la condició que ha de seguir fent per internet les feines de l’escola, perquè a l’escola s’hi ha d’anar. Va trigar dos anys a fer-ho, perquè anava fent escales, però va fer la volta al món en solitari. Deia que havia de tenir cura d’ella i del seu vaixell. ¿Es pot dir que aquesta nena encara no està en edat de responsabilitat? Doncs home, com els milers de famílies que has vist per allà, a Mèxic o l’Índia, en les quals un nen o una nena s’està ocupant dels seus germans perquè els seus pares han desaparegut, han mort o són fora de casa.
    Ho fem malament, doncs.
    Si diem que un noi no és responsable fins als 25 anys, no seran responsables perquè no els estem demanant que ho siguin. Per què ho han de ser? Amb el desig d’ajudar els adolescents, hem creat un paradigma que en comptes d’ajudar-los els està fent pols.
    ¿La filosofia i la ciència podrien tornar a col·laborar més?
    Quan hi va haver la separació entre humanitats i ciències era entre lletres divines i lletres humanes. Entre la teologia i la resta. Quan la teologia va desaparèixer, va començar a ser entre lletres i ciències. Hi ha un problema, que és que la ciència s’està fent més especialitzada, de manera que en aquest moment un gran matemàtic no entén més enllà del 10% de les matemàtiques que es fan. No ho entén, no sap per on van, de manera que l’especialització és necessària. On es pot buscar una unió és al començament, no al final. Al final se separaran. Precisament, això és el que jo intento fer amb la idea que tinc de filosofia, que té una idea de la intel·ligència, de com funciona la intel·ligència humana.
    Una teoria de la intel·ligència uniria els dos vessants.
    Una persona no hauria de saber matemàtiques, però sí que hauria de saber per què ha fet matemàtiques. És a dir, què és el número, per què ha funcionat allò d’aquesta manera, per què hem inventat l’anotació algebraica. No fa falta que sàpiga àlgebra, però que sàpiga exactament què és i com funciona. O les religions. Per què han sortit les religions? No et demanaré si aquesta religió és vertadera o no, però sí que puguis ser capaç de comprendre el fenomen.
    Me’n posa un exemple?
    Jo puc estar d’acord o no amb el nacionalisme. El que no es pot permetre és que no entengui quin és el fenomen. Per què han aparegut aquests problemes? Per què ha aparegut històricament la vinculació de la gent amb la seva tribu, nació...? A què treu cap? Quins van ser els excessos i què passa quan la gent no està radicada enlloc? Perquè hi ha unes pèrdues per excés i per defecte. Aleshores, ja saps de què estàs parlant. La història s’hauria d’estudiar com un continu enfrontament entre desitjos contraposats dels éssers humans, i analitzar les bones i les males solucions. El més senzill de les males solucions? Et fiques en una guerra. Les bones solucions sempre són més complicades. Quan es va decantant la democràcia és perquè hi ha una solució, però molt complicada. La guerra és molt més fàcil. S’han d’acostumar a aquesta complexitat.
    I gestionar-la.
    La complexitat vol dir que mai ningú estarà d’acord en tot, però a veure si ens posem d’acord en el que és fonamental. A Espanya, per exemple, per raons històriques està mal vist el terme negociació. El negociador és un traïdor. No, el negociador és necessari perquè quan hi ha dues persones que volen arribar a un acord però tenen interessos contraposats busquen una entesa. Tot això forma part del que seria una educació bàsica, que seria conèixer millor com funciona la intel·ligència humana, les seves possibilitats, la seva síntesi i les seves accions.
    ¿L’exhibició de corrupció que estem veient ara és un problema educatiu, ètic...?
    És un problema de tot, d’educació social. Patim la síndrome d’immunodeficiència social. La societat no produeix anticossos per defensar-se de la corrupció, o de la violència, de la separació brutal de classes... En aquest sentit, això ha de ser un objectiu educatiu. El de produir anticossos socials, com el pensament crític, per exemple. I això ho hem descuidat completament. Quan no tenim aquesta possibilitat de defensar-nos, tenim malalties, i la corrupció és una malaltia perquè a més s’encomana. El corrupte forçosament ha de corrompre. Al final, les malalties socials són sempre malalties ètiques.
    Com s’estenen?
    Hi ha una corrupció delictiva, que és la que em preocupa menys, perquè si l’enxampo el castigo. I hi ha una corrupció suau, que en política, per exemple, és la ineficiència. La ineficiència és una corrupció. El malbaratament, per exemple. Una corrupció soft, per dir-ho així. Que la Unió Europea ens digui que a Espanya el 45% dels nois de 15 anys han repetit un curs, que els professors gasten el 16% del temps de classe mantenint l’ordre i que de mitjana un universitari triga 9 anys a fer una carrera de 4, i no en treballa gairebé cap... Això què és? Això és una espècie d’indolència, de “tampoc li exigiré tant”, buscar un sistema d’excuses, “no hi ha qui els ensenyi, a aquests”... Doncs, noi, no vagis a la universitat.
    Et sents còmode fent divulgació, no t’espanta creuar la barrera de l’autoajuda?
    Cap dels llibres de filosofia els he escrit per a filòsofs, perquè cauria en la temptació d’utilitzar tecnicismes. Hem d’elevar el debat educatiu, i fer-ho a través dels mitjans amb què puguem fer-ho. Jo ho he fet a través de llibres, però es pot fer amb ràdio, diaris, televisió... Perquè has d’anar on hi ha la gent. No pots esperar a la torre d’ivori i quan vingui la gent explicar-los la bona nova.
    Carles Capdevila,  entrevista amb José Antonio Marina: "Estem patologitzant tots els problemes", Ara, 28/12/2014
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    Els emperadors xinesos i la loteria.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 7:22pm CET por Manel Villar

     

    Los emperadores chinos hacían entender su omnipotencia comportándose ante sus súbditos seres azarosos. Enviaban una legión a decapitar a todos los habitantes de una aldea que no había cometido insumisión alguna y días más tarde colmaban de bienes a otra localidad que tampoco se había destacado por su adhesión. Esta arbitrariedad les hacía igual a los fenómenos naturales, inundaciones, catástrofes o ubérrimas cosechas sobrevenidas sin ninguna sinrazón ocupaba el vacío de toda responsabilidad de modo que no necesitaban justificarse porque justamente su legitimación provenía de su inefable injustificación. Su reino imperaba gracias a la fuerza del azar que se confunde tanto con el destino y su incuestionable fatalidad.
    Vicente Verdú, La catadura del Gordo, El país, 27/12/2014 [cultura.elpais.com]
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    Suicidi i societat de la transparència.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:46pm CET por Manel Villar


    Desde un punto de vista médico y psiquiátrico, una sociedad biopolítica (psicopolítica, diría Han, pero para el caso es lo mismo) no puede dejar de inmiscuirse continuamente en la vida íntima de sus ciudadanos. El hecho de que proliferen constantemente los mecanismos de confesión, de que un individuo medio no pueda afrontar sus temores sin recurrir a expertos, son sólo índices externos de un poder imperial que pocas sociedades han conocido en tal alcance psíquico.
    Una cultura que funciona en bucle, con una constante retroalimentación mediada por la opinión, sin que sus miembros puedan casi por ningún lado apoyarse directamente en su experiencia real, ha de arrojar sobre la voluntad soberana de vivir, a toda costa, o lo que es parte de ello, “Levantar la mano contra sí mismo”, nuevas admoniciones, otros silencios pactados.
    Dado que en nuestro líquido amniótico es difícil incluso fracasar por cuenta propia, sin una responsabilidad compartida que nos permita gestionar y fragmentar socialmente los traumas, la norma será la degradación lenta del individuo, su muerte crónica en las dependencias asistenciales. No una decisión tajante (vivir, morir) para la cual, en buena lógica, el individuo tendrá cada día menos herramientas.
    Es posible así que la ilusión de vivir, o de alcanzar una muerte propia que pueda ser aceptada, sea cada días más lejana, más similar a un simulacro.  Es posible en todo caso que idea del suicidio llegue casi siempre "demasiado tarde".
    Hasta la vieja decisión de, en las peores circunstancias, mantener la propia vida por deber, por amor a los que te rodean o dependen de ti (así lo defienden Kant o Houellebecq, dando por supuesto que ninguna vida es un átomo aislado) está hoy corroída por una ética ultra-social que ha expropiado al sujeto de toda capacidad radical de autonomía.
    Vivimos así en una circularidad ayudada con mil prótesis. Una vida asistida desde su mismo centro ha convertido el suicidio en unaenfermedad que, igual que las alergias o el cáncer, se puede y debe convertir en crónica. De ahí este estilo catatónico en el que se ha salvado tanto ciudadano. ¿Es un resultado de esto lo que podríamos llamar el suicidio del suicidio? Tal vez el nivel de vida exige que la vida se prolongue hasta el infinito, aun en las peores condiciones… Ya Hannah Arendt, hace más de medio siglo, ponía en la obsesión por superar el límite de los cien años (como una nueva barrera del sonido) un índice de nuestra voluntad de despegar, de doblar el cabo de Buena Esperanza y hacer imposible una vuelta a cualquier condición elemental.
    De ser así, esto exigiría, literalmente, ni poder vivir una vida mortal ni poder atreverse a una muerte vital. Entre un polo y otro, hermanados legendariamente en el humor de cierta sabiduría, siempre ha latido la posibilidad del suicidio como una decisión soberana. El hombre debe al menos elegir la forma de morir, decía Freud.
    Pues no. Hoy la dificultad de irse, la posibilidad de no ser localizado en este reino de la visibilidad total, de la fe del reconocimiento, hace que elegir la desaparición por una decisión brusca (y una decisión ocurre de un golpe o no ocurre jamás) sea algo bastante improbable. El suicidio, en el caso improbable de que llegue, ha de ser sepultado entonces en accidentes simulados, en la ambivalencia médica, en una estadística social harto intrincada… O en una decisión que el propio sujeto ha de mantener oculta hasta el final, para no ser interferido. De ahí que, casi invariablemente, los que rodean al muerto manifiestan su estupor por una decisión que, cuando ha de ser reconocida, manifiestan no entender en absoluto.
    Ahora bien. Una sociedad sólo puede entender que la tristeza es una enfermedad, que el fracaso o la tragedia son una enfermedad, si a la vez entiende que la humanidad misma es una enfermedad. Esto significa también que esa sociedad tiene una capacidad muy limitada para la alegría. Y para el coraje de vivir, sin cielos protectores. Es normal así que busque prótesis asistenciales por todas partes. La obsesión de ellas es que el peligro de vivir, la hermandad íntima entre la vida y la muerte, sea algo exactamente impensable.
    Ignacio Castro Rey, Notas sobre el suicidio (II), fronteraD, 27/12/2014
  • Enlace permanente para 'Virtuts civils i societats postindustrials.'

    Virtuts civils i societats postindustrials.

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:39pm CET por Manel Villar
     A mediados de los setenta del siglo pasado el sociólogo Daniel Bell, en su libro Las contradicciones culturales del capitalismo, puso sobre el tapete un diagnóstico de esas contradicciones y dos propuestas para superarlas que siguen siendo de actualidad. En cuanto al diagnóstico, las sociedades posindustriales necesitan para sobrevivir y mejorar que sus ciudadanos desarrollen la virtud de la civilidad, que estén dispuestos a trabajar por su comunidad política, y resulta difícil lograrlo cuando lo cierto es que en esas sociedades faltan proyectos y valores compartidos y reina una desigualdad profunda entre sus miembros. ¿Cómo pedir a quienes están situados en los escalones inferiores que se esfuercen por un bien supuestamente común, del que no participan? ¿Cómo pedir a los bien situados que se ocupen del bien común, y no sólo del particular, si no hay un proyecto compartido? Y, sin embargo, la cooperación de los ciudadanos es indispensable para construir una buena sociedad.
    En aquellos años Bell proponía dos caminos para superar esta contradicción y merece la pena reflexionar sobre ellos porque, aunque las circunstancias han cambiado, siguen abiertos como posibilidades. Uno consiste en promover en la comunidad política una religión civil; el otro, en bregar por la justicia social.
    La religión civil es la religión de la ciudad, de la comunidad política. Desde tiempos remotos se entendía que cada ciudad tiene sus dioses, que luchan por defenderla frente a los dioses y los hombres de las demás ciudades. Fue Maquiavelo quien vio en la religión civil una ayuda espléndida para construir una nueva república romana, contando milagros si es preciso, como la leyenda de Rómulo y Remo, y Rousseau dedicó a ese tipo de religión un apartado en el penúltimo capítulo de El contrato social. Tras haber meditado sobre los distintos aspectos de ese contrato por el que las personas pasan a ser ciudadanas de una comunidad política, se pregunta si no es dudoso que vayan a cumplir el pacto, y propone como medida necesaria para lograrlo recurrir a una religión que dote a los ciudadanos de una fe común y asegure desde ella su civilidad. No se trata de la religión del hombre, que le liga directamente con Dios, sino de la religión del ciudadano, la religión civil, que le liga a la polis.
    Para construirla pueden seguirse dos procedimientos. O bien tomar una religión trascendente y convertirla en la religión de la ciudad, o bien dar a los símbolos de la comunidad política un halo sagrado. Es decir, dotar de un carácter sagrado a una determinada versión de la historia, a la bandera, al himno, a las fiestas, al pueblo, a la raza o la etnia, incluso al equipo de fútbol.
    Las personas somos animales simbólicos, y esos símbolos, dotados de un carácter numinoso, que excede con mucho a sus soportes materiales, se inscriben en el terreno fértil de las emociones y hacen vibrar a quienes los comparten. Sintiéndose emocionalmente miembros de esa comunidad sagrada los que están siendo tratados de forma desigual olvidan que es así y trabajan con entusiasmo por una comunidad que sienten como suya. Con lo cual se va tejiendo emotivamente una voluntad común, aunque la desigualdad sea palmaria.
    Ciertamente, es preciso tener en cuenta en cualquier proyecto social el valor de los símbolos, pero la religión civil es una solución premoderna, que ya no era de recibo en el siglo XVIII, cuando Rousseau la propuso, no digamos en el siglo XXI. En nuestros días es bien claro que el Estado y la sociedad civil son los responsables de crear cohesión social, no con leyendas y milagros emotivos, sino poniendo en práctica la justicia social.
    Y llegados a este punto conviene recordar que el VII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España, elaborado por FOESSA y auspiciado por Cáritas, arroja unos datos escalofriantes, que se han convertido en la primera preocupación de los españoles, y deberían serlo de cualquier partido político que aspire a gobernar. La población excluida representa el 25%, cinco millones se encuentran en exclusión severa, y de entre los excluidos, el 77,1% está excluido del empleo, el 61,7% de la vivienda y el 46% de la atención sanitaria.
    Naturalmente, el barómetro del CIS de septiembre 2014 refleja que ésas son las principales preocupaciones de los españoles: el paro, la corrupción y el fraude que roban recursos públicos, los partidos políticos y la situación económica. Pero otros temas son igualmente urgentes, porque afectan a derechos humanos, por poner un solo ejemplo, el caso de la inmigración. Es doloroso que Europa no se preocupara de la ingente cantidad de africanos que moría por el ébola y, sin embargo, encontrara rápidamente dinero para intentar hacerle frente en cuanto la posibilidad de contagio cruzó el Estrecho de Gibraltar. Construir soluciones con altura humana para los inmigrantes en el marco de la Unión Europea es uno de los retos ante los que Europa no puede mirar hacia otro lado.
    Abordar cuestiones como éstas es el proyecto que puede crear civilidad honradamente. Los partidos que se ocupen prioritariamente de ellas habrán tomado la política en serio.
    Adela Cortina, ¿Religión civil o justicia social?, El País, 27/12/2014
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    Byul Chul-Han, exemple d'intel.lectual "tancaportes".

    Archivado: diciembre 27, 2014, 1:27pm CET por Manel Villar

     
    Durant les últimes dècades s'han imposat una mena d'intel·lectuals que es dediquen a explicar-nos el que ja no pot ser, el que ja no podem seguir pensant, fent o desitjant. Són els predicadores de la fi de la història, de la fi de les ideologies, de la fi del pensament crític... Són els intel·lectuals “tancaportes”, veritables policies del pensament que tenen com a funció precintar aquells camins que ells mateixos declaren intransitables per sempre. Amb aquest gest superb, eviten haver de buscar aquests altres camins que encara estan per descobrir, aquestes sendes perilloses que alguns ja han començat a obrir o simplement s'estalvien haver de barallar-se amb l'emboscat i amb els atzucacs del nostre temps.
    Un d'ells és Byul Chul-Han, assagista d'èxit, perquè amb les seves crítiques mordaces contribueix a deixar encara més impotents els que es lamenten però no volen incomodar-se intentant canviar res. Fa poc temps, concretament el 3 d'octubre d'aquest mateix any, va publicar en aquest diari un article titulat "Per què avui no és possible la revolució?", en el qual partia literalment d'una escena, la del Berliner Schaubühne, en la qual ell i Antonio Negri s'havien citat per parlar de la vigència de la idea de revolució. Davant de la ingenuïtat del comunista revolucionari que encara és Negri, Chul-Han s'havia proposat la tasca il·luminadora d'intentar fer-li i fer-nos entendre per què avui no és possible la revolució. Els precintadors del canvi radical sempre es presenten amb les credencials de la lucidesa davant d'ingenus, immadurs i romàntics.
    Els arguments de Chul-Han es reduïen bàsicament a només un: el règim de poder neoliberal és incontestable perquè sedueix, estabilitza i ho mercantilitza tot, fins i tot el comunisme. Em pregunto des d'on escriu algú que parla del poder de seducció i d'estabilització d'un règim de dominació que precaritza i destrueix la vida natural, social, cultural i personal al nivell que ho ha fet i ho continua fent, cada vegada amb més intensitat, el capitalisme. És que els nens esclaus indis, o els homes i dones que cada dia escalen la tanca de Ceuta o Melilla són éssers lliurement seduïts pel discurs de l'emprenedoria? És que les multituds que matinen per anar a treballar cada matí o que omplen les llistes de l'atur d'aquest país i de molts altres són usuaris complaguts d'un sistema en el qual desitgen lliurement ingressar?
    Em pregunto, també, quina experiència social té algú que veu en tota resposta col·lectiva o cooperativa a la precarietat actual un nou producte del mercat capitalista. Però contestar d'un en un els diferents aspectes de la seva argumentació desbordaria l'espai d'aquest article. Analitzaré només la tesi que es recull en el títol del seu article, no perquè l'afirma Chul-Han, sinó perquè és un lloc comú de l'actual ideologia amb la qual el poder manté la seva pròpia legitimitat.
    Que “la revolució ja no és possible” és una tesi que només es pot sostenir des de la mirada del poder. Tenir poder és precisament pretendre dominar un determinat espai del que és possible: del que pot ser o no ser, del que pot passar o no passar. En aquest cas, el “ja no” de la sentència tanca la revolució entre una possibilitat passada i una impossibilitat futura. La neutralitza presentant-la com una experiència històrica caducada. Però per als sense poder, el possible sempre és una presó, un espai de dominació. La revolució, per tant, mai ha estat possible ni impossible. Revolucionària és, precisament, aquella acció col·lectiva que fa emergir una possibilitat imprevista, una novetat radical que no estava continguda en el ventall del que podia passar.
    En què consisteix aquesta possibilitat amb la qual el poder, ja sigui neoliberal o disciplinari, mai compta com a realment possible? El mateix Marx la descriu a La ideologia alemanya amb unes paraules molt clares: la revolució consisteix en “l'apropiació de la totalitat de les forces productives per part dels individus associats [… ] que adquireixen, al mateix temps, la seva llibertat associant-se i per mitjà de l'associació”.
    En el capitalisme actual, les forces productives ja no són només els mitjans de producció industrial. Són tots els mitjans que reprodueixen la vida, materialment i simbòlicament. La revolució és reapropiar-se'n col·lectivament, és a dir, per mitjà d'aquesta capacitat d'associació i de cooperació que ens fa lliures. Em pregunto: no és això, precisament, el que està passant? Els moviments socials i les emprenedories cooperatives que, en tants llocs del món avui, autonomitzen la seva capacitat de gestió i de creació de formes de vida, què fan sinó proposar i plantejar concretament formes de reapropiació col·lectiva de la vida?

    I si la revolució, més que “no ser ja possible”, és una cosa que està passant contínuament? La revolució seria llavors la possibilitat més permanent, més insistent i més imminent del sistema capitalista. No és que ja no sigui possible, sinó que sempre és aquí, tenint lloc i sent combatuda, reconduïda, neutralitzada. El que ha canviat no és la possibilitat de la revolució sinó la seva forma i concepció històrica. En un món posthistòric, la revolució ja no serà un esdeveniment històric, únic, que canviarà per sempre el curs de la història. I en un món postpolític, la revolució ja no serà una simple presa del poder polític. Més enllà de la història política de les revolucions, avui s'imposa la intempestivitat de les revolucions que ja estan tenint lloc. Si el poder no les vol veure, nosaltres, sí.
    Marina Garcés, La revolució del que és possible, El País, 27/12/2014
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    Les frases més conegudes dels científics.

    Archivado: diciembre 26, 2014, 10:17pm CET por Manel Villar
    forges
    “Eppur’ si muove” (y, sin embargo, se mueve), soltó Juan Pablo II tras subir al podio con dificultad durante un sínodo en octubre de 1994, estrenando su nueva prótesis de cadera. Estaba citando a Galileo Galilei, de quien se dice que musitó esas mismas palabras tras repudiar públicamente el sistema copernicano bajo la persuasiva influencia de la Inquisición, y a quien el propio papa había rehabilitado dos años antes. “Eppur’ si muove”i es un ejemplo de las frases hechas de la ciencia, frases nacidas en y alrededor de la ciencia, y que se emplean ampliamente fuera de ella. Aquí tienes una muestra.
    Fue un “momento eureka”ii aquel en el que la “manzana de Newtoniii golpeó al joven Isaac. Hizo que asociase la fuerza que arrastraba la manzana a la tierra con la fuerza que mantenía a la Luna en su órbita (“essentia non multiplicanda sine necessitate”iv). Dos décadas más tarde Newton había unido todo el universo mediante la gravedad, sin afirmar conocer su causa (“hypotheses non fingo”v). Lo que sí sabía era que Dios tenía que intervenir de vez en cuando para conseguir que los planetas se mantuviesen en sus órbitas, cosa que éste continuó haciendo hasta que Pierre Simon de Laplace demostró que ya no hacía falta (“Sire, je n’ai pas besoin de cette hypothèse”vi). Y eso que poco antes Francia se había jactado de que “la Republique n’a pas besoin des savants”vii.
    Cambiando de tema en un “salto cuántico”viii, se puede observar como, si bien “cogito ergo sum”ix podría ser una buena forma de comprobar la propia existencia para un filósofo, probó ser mortal para “el asno de Buridan”x. Y es que la naturaleza parece estar interesada en la “supervivencia del más apto”xi, no del más inteligente. Con todo, esto no tiene importancia a largo plazo ya que, a pesar de la gigantesca y constante cantidad de energía en el universo (“E = mc2, E = hνxii), “die Entropie strebt einem Maximum zu”xiii; ni siquiera el “demonio de Maxwell”xiv podría salvar al universo de la “muerte térmica”xv.
    Pero lo mismo no tendríamos que preocuparnos siquiera por el destino final del universo. El que la guerra o la polución acaben con nosotros antes no es en absoluto descartable. Un “invierno nuclear”xvi sería seguido por una “primavera silenciosa”xvii que, alternativamente, podría conseguirse por cocción (“efecto invernadero”xviii) o tostado (“agujero en la capa de ozono”xix) de muchos de los seres vivos de la Tierra. Llegados a este punto ni siquiera si “la ontogenia recapitula la filogenia”xx sería de interés académico. Y, dado que “ex nihio nihil fit”xxi, encontraríamos poco consuelo en saber que “ex ovo omnia”xxii y que la vida fue una “doble hélice”xxiii.
    Y tú, ¿conoces más frases hechas de la ciencia y su origen?
    César Tomé López, Frases hechas de la ciencia y más allá, Cuaderno de Cultura Científica, 26/12/2014
    Notas:iEl uso de la frase por parte del papa está documentada en diversos textos, entre ellos “Testigo de esperanza” de George Weigel, Plaza & Janés (2000).
    ii“Lo encontré”, grito triunfal de Arquímedes mientras saltaba fuera de la bañera teniendo la idea para una balanza hidrostática con la que comprobar que la nueva corona de su rey era de oro puro.
    iiiEl primer registro de esta famosa anécdota aparece en las notas de una entrevista con un Newton ya muy mayor, alrededor de 1725. Su popularidad se debe a Voltaire.
    iv“Los principios no deben aumentarse innecesariamente”, es una forma de expresar la “navaja de Ockham”, un precepto atribuido al filósofo escolástico William of Ockham.
    v“No concibo hipótesis”, el rechazo de Newton a especular acerca de la causa de la gravedad. Erróneamente se ha visto esta frase como el núcleo de su método científico, y el correcto.
    vi“Sire, no necesito esa hipótesis”, respuesta atribuida a Laplace a la pregunta de Napoleón de por qué Dios no aparecía en su mecánica celeste y sistema del mundo.
    vii“La República no necesita científicos”, la respuesta a los esfuerzos por librar de la guillotina a Antoine-Laurent Lavoisier.
    viiiUn concepto del que se abusa tomado de la teoría atómica de Niels Bohr (1913) en lo que se refiere a las transiciones bruscas entre órbitas (sin que existan estados intermedios) de los electrones.
    ix“Pienso luego existo”, la base última del conocimiento para René Descartes.
    xEl burro super-lógico que murió de hambre cuando el principio de razón suficiente hizo que fuese incapaz de elegir entre dos montones de paja igualmente atractivos. La paradoja no es de Jean Buridan, sino que se usó contra sus argumentos. Nótese la inquina.
    xiLa lección que se supone se extrae, y constituiría la base, de la teoría de la evolución según “El origen de las especies” de Charles Darwin.
    xiiLos equivalentes de la energía (E) en masa (m) y frecuencia de la radiación (ν), según aparecen en la relatividad de Einstein y la hipótesis cuántica de Max Planck, respectivamente; c, velocidad de la luz en el vacío, y h, cuanto de acción, son constantes universales.
    xiiiLa mitad de la formulación de Rudolf Clausius (1865) de los principios de la termodinámica: “La energía del universo es constante; la entropía tiende a un máximo”.
    xivEl microsuperhéroe creado por James Clerk Maxwell que lucha contra el incremento de la entropía.
    xvUna expresión del siglo XIX para referirse a la penosa situación tras la muerte y disgregación de las estrellas (todas, presentes y futuras).
    xviLa consecuencia de evitar que la radiación solar alcance la superficie terrestre mediante la inyección en la atmósfera de cantidades ingentes de polvo por el estallido de explosiones nucleares reiteradas, un concepto introducido por Carl Sagan como analogía con el acontecimiento que habría puesto fin a los dinosaurios.
    xviiLa consecuencia del uso descontrolado de pesticidas, un concepto introducido por Rachel Carlson.
    xviiiLa acción de algunos gases en la atmósfera de evitar que la energía solar, reconvertida en radiación térmica, escape de la Tierra, actuando como lo hacen los vidrios o plásticos de un invernadero.
    xixUn desgarro en la capa que protege la vida terrestre de un exceso de radiación ultravioleta.
    xxEl concepto de que “el desarrollo del embrión es un resumen de la historia del género” formulado por Ernst Haeckel en 1874.
    xxi“Nada viene de la nada”, frase atribuida a Parménides y popular durante la escolástica.
    xxii“Todo viene del huevo”, idea expresada por William Harvey en 1651
    xxiiiEl modelo propuesto por Watson y Crick para el ADN.


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    El dret al malbaratament.

    Archivado: diciembre 26, 2014, 10:31am CET por Manel Villar
    El Roto
    La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

    El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

    «Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

    Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

    El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad grave» ha crecido casi un 30% entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos 16 años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, la diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

    Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

    El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

    Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restaurante de Montreal en Canadá: el restaurante cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

    Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

    Los expertos saben convertir las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, tanto mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

    El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente en la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

    Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a 7.000 años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

    Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

    El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

    El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

    La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad; las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

    Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error que se debe corregir, ni un defecto que se debe superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar un shopping centerdel tamaño del planeta.
    Eduardo Galeano, El imperio del consumo, Rebelión, 26/12/2014 
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