-
-
17:11
»
El café de Ocata
Hemos roto la sagrada rutina dominguera para dar una vuelta a medio día por el Born y el Pla de Palau. Sí, Barcelona está muy bien, pero demasiada gente yendo de aquí para allá como ovejas descarriadas. En mi plaza de Ocata tengo mi mesa, mi café -exquisito- con un trocito de coca, mis libros y mis viejos conocidos de las mesas adyacentes. Hasta las palomas nos están tomando confianza. Ahora se suben a las mesas y no hay manera de asustarlas. Al menor descuido, te quedas sin coca.
El otro día mi nieto G., de 5 años, vio morir una paloma. Estaba inmóvil en una rama y de repente cayó al suelo sin vida. Entre varios niños le hicieron un digno funeral.
Cuando eres joven ves la rutina como una condena. Necesitas hacer lo diferente simplemente para no hacer lo mismo. Con la edad vas cobrando gusto a la repetición, esa cosa sacramental de los trabajos y los días. La previsibilidad, precisamente porque la sabes inevitablemente provisional, te parece un milagro y que el mismo camarero te sirva en la misma mesa, con los mismos gestos, el mismo café con leche, algo fantástico, extraordinario, homérico. Una gesta de la existencia remontando a contracorriente el tiempo.
Uno vive -entre otras cosas- para ganarse el derecho de tener rutinas y creerse propietario definitivo de una ramita en el gran árbol de la vida.
-
-
21:37
»
El café de Ocata
Lluvia y trabajo.
Debiera dejarlo aquí. Este 21 de septiembre ha llovido y he trabajado. Podría añadir, quizás, que a ratos he adelantado algo y que, como tributo a la meteorología, he hecho lentejas. Pero la mayoría del tiempo he estado dando vueltas a la efigie sin descubrir su enigma, haciendo y deshaciendo, como el burro de Oknos el soguero.
No creo que lo importante sean las preguntas. Lo importante es la respuesta. Se podría decir que la respuesta sólo tiene sentido en relación con la pregunta, pero no siempre es así. Hay veces en que estás en paz contigo mismo y con cuanto te rodea y te domina una sensación de encaje que es la respuesta directa a todas las preguntas posibles. La sobreabundancia de respuesta supera a cualquier pregunta que podamos formular.
Pero esto pasa cuando pasa.
Está en el aire de los tiempos. Hay que hablar mejor de las preguntas que de las respuestas; del fracaso mejor que del éxito; de la emoción mejor que de la razón; y de la imperfección mejor que de la perfección.
Aunque el fracaso se ha convertido en virtud, a mi me pone de mal genio, pero es que igual soy muy raro.
De la emoción estoy cansado de hablar.
Sobre imperfección tengo que decir alguna cosa. Cuando escribí el Elogio de las familias sensatamente imperfectas, estaba pensando en la sensatez. Cuando me preguntan por ese libro suelen resaltar, sin embargo, la imperfección. Aquí el matiz es lo que importa.
El hombre, decía Ortega, admite grados. Esto es poco democrático, pero qué le vamos a hacer. El hombre admite grados. Y así como la perfección no los admite, la imperfección los admite de sobra. Contentarse con ser imperfecto es una memez. Al menos, aspiremos a ser lo menos imperfectos posibles, aunque sólo sea de vez en cuando.
Hay en el aire de los tiempos también una animadversión al principio categórico kantiano. El deber no tiene glamur. Incluso más de un cristiano que no se atreve a poner en cuestión los mandamientos, se desahoga criticando a Kant. Pero aquí, en Kant, sí que son importantes las preguntas. La pregunta que guiaba a Kant no era la de saber cómo hemos de actuar, sino la de la posibilidad de ser morales fragmentariamente.
Sigue lloviendo. Apago el ordenador. Mañana será otro día.
-->
-
-
23:51
»
El café de Ocata
Acabo de llegar de Madrid. Me gustan ese pueblo y sus gentes, sus extravagancias, su aristocracia y su aire plebeyo. Y hoy me ha gustado especialmente el Oratorio del Caballero de Gracia, a donde he entrado acuciado por mis necesidades.
He aprovechado el tiempo que tenía libre por la mañana para visitar un par de librerías de viejo. He vuelto a casa con
La vida de J. Balmes de Benito García de los Santos (1848),
Menéndez Pelayo y sus ideas, de Edmundo Gonzáles Blanco (1930) y los dos tomos (intonsos) de
La voz de un perseguido, de José Calvo Sotelo (1933). El primer tomo está prologado por Antonio Goicoechea y el segundo, por José María Pemán. Los he comprado con la íntima satisfacción de sentirme un raro.
En la comida con el capítulo español del Club de Roma, los que saben -que saben- han pintado un panorama nada halagüeño de la situación económica. Yo les he hablado -que a eso he ido- del futuro de la educación, pero no me he referido a las “competencias del siglo XXI”, sino a las mediciones del capital humano, al "capitalismo cognitivo", a la "Smart fraction theory", a la emergente élite cognitiva y a nuestra carencia de "risk takers". Al salir he visitado otra librería de viejo que tenía fichada desde hace tiempo, pero he decidido que ya había llegado al tope de gasto y he salido de allí sin echar más vacío a mi cartera.
He dicho alguna vez por aquí que se podría hacer una guía de las ciudades de España a partir de sus librerías de viejo y sus libreros. Me reafirmo en la idea. Pero tendría que ser pronto, porque se están cerrando. La librera de la Librería del Prado me ha echado la bronca porque le he confesado que compraba en Iberlibro que, según me ha asegurado, es Amazon. Ya no me he atrevido a decirle que también compro en Amazon. Sin embargo, el argumento que ha empleado me ha dejado inquieto: por cada compra que hago en Iberlibro contribuyo con un pequeño impuesto al erario público de Luxemburgo. ¿Será así? Por si acaso, voy a probar con
uniliber-com.
El miércoles pasado me renové el DNI y el pasaporte. No son dos meros objetos. Nada hay que nos resulte más inseparable que nuestro DNI. Está tan impregnado de nosotros, que es como una prótesis política. Como al verme en el nuevo, me siento extraño y un poco intruso, he decidido llevar durante unos días el viejo, como un ejercicio de transmisión de impregnaciones: "…
et quasi cursores vitae lampada tradunt". El pasaporte también está impregnado, pero de imágenes lejanas, de aviones, autobuses y hoteles; de amigos del otro lado del Atlántico y los Rodopes y de anécdotas. Es una prótesis sentimental. Un pasaporte caducado es el mejor viático para despertar reminiscencias y perderse un rato parsimoniosamente por ellas.
Una vez en casa, me he hecho un bocadillo de tortilla con chistorra para cenar. Eso y un vaso de vino de Toro ha sido mi porción de experiencia felicitaria del día. Gracias a que tenemos un sitio al que volver salimos por ahí a encontrar caminos de regreso.
-
-
20:48
»
El café de Ocata
Tengo muchas cosas que decir, pero no tengo tiempo para decirlas. Mañana me voy a Madrid a presentar ante el capítulo español del Club de Roma mis ideas para solucionarlo todo... o, al menos, alguna cosilla...
Ya contaré.
He estado pensando en iniciar algo así como un "Diario de otoño" que seguiría más o menos el tono de los "Existencialismos" de este verano que hoy se despiden y que ustedes han seguido si han querido. Cuando vuelva de Madrid me pondré las pilas... si tengo tiempo... porque el miércoles me voy a Valladolid y ya me han amenazado con un lechazo.
O sea que a la vuelta... si es que...
Resulta que la vejez me ha traído un regalo excepcional y completamemte inesperado (junto a unos cuantos achaques, es cierto): la libertad de pensamiento. Y parece que lo que digo sobre algunos temas no resulta indiferente.
Por ejemplo: Hoy he comenzado una sección -mensual, que no doy para más- en RNE.
Me pidieron unos amigos religiosos de Madrid un prólogo para un libro con un título que me pareció irresistible y, por lo tanto, que me impedía decir que no: "Pedagogía sacramental". Lo escribí, lo envíé y he estado unos días esperando a ver qué les parecía. Hoy me ha llegado la respuesta: "El prólogo me ha parecido atinado, sincero y profundo. Muchísimas gracias." ¿Y saben qué? Me he sentido feliz.
¡Viva la vida!
-
8:53
»
El café de Ocata
-
-
21:15
»
El café de Ocata
Que el nieto de Pemán te lleva y te trae de Cádiz a Jerez y de Jerez a Cádiz.:
-
-
8:55
»
El café de Ocata
Me gustaría hablar del momento del despertar. De esos segundos en los que emerges de ti mismo y apareces ante el mundo desnudo de verdad (desnudo de ti mismo y de certezas). Pero para poder hacerlo bien, necesitaría vivir esa secuencia completamente despierto, registrando el proceso meticulosamente con mi conciencia.
Se puede intentar hablar con un pelín más de rigor de eso que llamamos espabilarse pensando en lo que nos pasa cuando lo experimentamos en un lugar extraño. Entonces todo ocurre con una cierta lejanía, porque la desubicación es mayor, y, por lo tanto, con un poco más de perspectiva. Lejos de nuestra cama, el despertar tiene algo de reubicación completa.
Lo primero, especialmente cuando hay que desadormecer a las órdenes del despertador a horas intempestivas, es recuperar los mandos. Uno sabe que está despierto, que acaba de despertarse, porque no es completamente dueño de sí, aún no ha espabilado. Cuando estaba dormido tampoco era dueño de sí, pero entonces no lo sabía. Ahora sí. Ahora algo del control de sí mismo aún no le pertenece. El sueño es un tirano caprichoso y no le gusta desprenderse alegremente de sus siervos. Hay que rehacerse. Esa perplejidad inicial que nos saca a la superficie a respirar a la luz de la conciencia, dice mucho de nosotros mismos.
Poco después de despertar nos llegan a la conciencia algunas imágenes de ese arte poético involuntario que es el sueño (la frase es de Jean-Paul Richter). Mientras soñamos no existimos como conciencia que sueña. Lo que existe es nuestro sueño. Al despertar, somos conciencia perpleja que recuerda algo que algo que no era ella, ha soñado.
-
-
9:00
»
El café de Ocata
A mi nieto G. le gusta disfrazarse. Le da igual que haga calor o frío. Si decide ponerse una capa, es imposible frenar al Drácula que hay en él, aunque de un momento a otro puede dejar de ser Drácula para pasar a ser Supermán. Si quiere ser un cruzado, se pondrá sus mallas, su escudo y su espada y no tendrá inconveniente alguno en salir a la calle dispuesto a luchar contra los dragones. Ortega decía que el hombre es un animal metafórico. Viendo a mi nieto, no hay nada más cierto.
Ser metafórico no es ser como otro. Es ser otro. Es ver el mundo desde los ojos de ese otro y, sobre todo, constatar que en ese otro se manifiesta una parte esencial de ti mismo.
Ayer apareció disfrazado de cruzado. Viendo los desgarros que el violento viento nocturno había hecho entre los árboles, parecía, ciertamente, un disfraz de lo más pertinente. ¿Qué nos podía pasar si nos abría paso por las aceras un caballero blandiendo su espada de porespán?
Y, sin embargo, aquel noble caballero, cuando se sentía contrariado, se enfurruñaba, bajaba la cabeza, dejaba caer los brazos y se negaba a dar un paso adelante.
Se ha sentido especialmente contrariado al pasar por delante de la puerta, aún cerrada, del colegio que lo recibe esta mañana como heraldo impasible de la normalidad. La normalidad es ese milagro cotidiano que, a veces, tanta pereza da afrontar.
El cruzado rendido ante la fatalidad confirmaba con su gesto de impotencia la evidencia de que, ante la realidad, siempre estamos en primera línea.
-
-
7:41
»
El café de Ocata
7 de la mañana. Las farolas proyectan sus luces amarillentas sobre las jacarandas arremolinadas por el viento. No se puede decir que haga frío, pero sí fresquito. El horizonte comienza a teñirse de un rosa muy poco homérico. Es un rosa discreto y grisáceo, de día de labor. Parece que hace nada que yo iba a estas horas a la playa a darme un baño para poder ver después el encierro en la tele.
Ayer estuvo Ferran Sáez en la sala capitular del ayuntamiento del Masnou, dando una conferencia sobre identidades en la víspera del 11 de septiembre. Dijo, como suele, cosas interesantes con un tono entre coloquial y erudito que maneja muy bien y planteó una pregunta seria: ¿Son compatibles la nación y la mundialización? Yo respondía indirectamente a esta misma pregunta hace unos días
desde las páginas de El Mundo: "Si los flujos (de mercancías, capitales, personas y nubes tóxicas) son más importantes que las fronteras, la legitimidad de las instituciones políticas está en riesgo".
Con respecto al 11 de septiembre, dos consideraciones.
La primera de Pla, que en un pasaje de su
Cambó y refiriéndose, supuestamente, a un momento concreto del naciente catalanismo, escribe: “...no confiant veure realitzats els seus ideals, tingueren un gran afany en veure’ls pintats”.
La segunda del ambiguo Iliá Ehrenburg. Cuenta en sus
Memorias que en julio del 36, tras la derrota -provisional- de la insurrección militar en Cataluña, se recluyó a los principales insurrectos en el crucero Uruguay, que hacía las veces de cárcel flotante en el puerto de Barcelona. Buena parte de la población pedía la cabeza de los detenidos, pero había algunas buenas personas que proponían en las Ramblas una solución más filantrópica: Había que enviar a los diez republicanos catalanes más inteligentes a dialogar con los militares sublevados a fin de hacerles ver sus errores y convencerlos de que entraran a formar parte de una comuna.
Ya ha amanecido. El cielo, gris y bajo. Dan ganas de volverse a la cama. -->
-
-
9:15
»
El café de Ocata
Amanece. El cielo está encapotado y agresivo. Desde la ventana de mi cuarto veo las frondosas copas de las jacarandás sacudidas por el viento. Es un espectáculo a la vez humilde -por elemental- y hermoso. Cada rama se mueve a su ritmo y el conjunto -la comparación es manida, pero cierta- tiene algo de oleaje. El verde de las hojas ya es un verde cansado, pero el viento aún arranca de la fronda algún verde luminoso y vivo.
Desde que Homero escribiera en la Ilíada que "las generaciones de los hombres son como las hojas del bosque", en Europa no podemos ver una hoja en otoño sin sentir como una punzada de melancolía teñida de moralidad.
El otoño es la estación moral. Comienza con la caída de las hojas y acaba con ese olor peculiar de las castañas asadas. Los años nos han enseñado que siempre huelen mejor que lo que saben, como tantas cosas en la vida.
"Todo paisaje es un estado del alma", escribe Amiel en su Diario. Y añade: "el que lee en ambos queda maravillado de encontrar en cada detalle semejanza".
El otoño es el paisaje del alma melancólica.
Pero si ha de ser moral, el otoño no puede ser sólo melancólico. La melancolía, al fin y al cabo, es ese último mordisco que le damos al bocadillo que nos está sabiendo tan bueno, que, de repente, sólo sabe a memoria.
La moralidad, si se quiere afirmar conscientemente a sí misma, ha de ser más acción que pasión. Por eso Marco Aurelio nos anima a ser dignos y a agradecer que caemos al pie del árbol que nos permitió brotar.
La imagen del nuevo verdor que engalanará el árbol en primavera no tiene por qué ser triste sólo porque nosotros ya no estemos para verlo.
No debe ser triste.
-
-
10:10
»
El café de Ocata
A mí lo que gusta, de verdad de verdad, es que mis hijos y sus familias, al completo, vengan a comer a casa los fines de semana. Me gusta hacer la compra en el mercado con mi carrito destartalado los sábados por la mañana, preparar para todos más comida de la que, estoy completamente seguro de ello, vamos a comer; me gusta que mi mujer me proteste porque "¿A dónde vas, con tanta comida?" Me gusta que la mesa esté llena de platos diversos... incluso echaría en falta una pequeña riña entre los nietos si no la hubiera. Y después, cuando ya hemos comido y llevamos un rato de sobremesa, me gusta retirarme para echar la siesta en mi cuarto y, a ser posible, que me despierte un nieto con la guinda tan dulce de un beso de despedida. Creo que esta es una de las cosas que con el tiempo, cuando se mira hacia atrás, se dice, "aquello era la felicidad". Y también, ¿por qué no decirlo?, me gusta mucho cuando se han ido todos y nos quedamos mi mujer y yo solos y en paz. ¡Qué rico sabe ese primer silencio! ¡Qué bien se está ese ratico antes de que volvamos a hablar de los nietos y de los hijos y del mundo que les espera!
Les revelaré un poderoso secreto: El futuro caduca, pero la memoria queda.
-
-
8:21
»
El café de Ocata
Los milagros de la trivialidad: la maravilla de columpiar a un nieto, porque Dios vive en lo casi anodino, entre columpios.
Escribe Unamuno por algún sitio que si no se salva su perro, tampoco quiere salvarse él, porque no puede imaginarse la felicidad celeste sin que la lengua del alma de su perro lama la mano de su alma. Pues yo no me puedo imaginar el cielo sin un columpio donde columpiar a un nieto.
Estoy columpiando a mi nieto y me veo a mí mismo tomando el testigo del balanceo de las manos que me columpiaban a mí hace ya tanto tiempo. Por otra parte, siento que es mi nieto el que me está columpiando a mí con cada impulso que le doy.
Yo también voy y vengo, asciendo con mi nieto hasta el cielo y vuelvo al suelo para tomar un nuevo impulso que me lance a las nubes, paisaje natural de la imaginación infantil... ¿y senil?
Las nubes de mi infancia en el valle del Ebro las llevo siempre conmigo. Soy nefelibata, como Rubén Darío, e inspector de nubes, como Ramón.
El inspector de nubes lo que inspecciona es la imposibilidad de estabular las nubes... que es lo que están haciendo los modernos educadores emocionales con las emociones.
Sí, las nubes tienen forma de emoción. Por eso son lo más opuesto que hay a los adoquines.
Vuelvo a mi nieto, que he de darle un nuevo impulso.
Los dos estamos encerrados en un bucle de felicidad. Somos una única cosa y nos hemos zampado el mundo en un vaivén. Seguramente debe haber algún nombre en el budismo para esto.
Ayer hablaba de la acción pura y de la emoción pura. Hoy tomo nota de la existencia de acción emocional pura.
-
-
8:30
»
El café de Ocata
Ya hay que dormir con las ventanas cerradas. Hay que arroparse, buscar entre las sábanas el calor que nos falta. Es posible, de nuevo, reencontrarse con la intimidad.
La intimidad es el espacio que hay entre la pasión pura y la acción pura.
En la pasión pura algo que surge de nosotros se apodera de nosotros y nos encierra en nosotros mismos. En la acción pura, algo que nos saca de nosotros nos confunde con la actividad que realizamos.
La pasión pura: el enamoramiento, el duelo... No hay manera de alejarse de nuestras emociones. El mundo se reduce al latido de nuestro corazón.
La acción pura: el juego del niño. La vida entera está en la acción. Nos volcamos en ella. El mundo se reduce al juguete que tenemos entre manos.
Se necesita un espacio intermedio para hacer posible la reflexión serena sobre nosotros mismos que nos permita, por ejemplo, preguntarnos por qué, si conocemos lo bueno, con tanta frecuencia elijamos lo malo.
Tengo que perder peso.
-
-
17:48
»
El café de Ocata
En uno de sus aforismos, Antonio Pérez, personaje complejo donde los haya, escribe: “Los ídolos no gustan de ver delante de sí al escultor que los labró”.
¿Es entonces la creencia algo así como la ignorancia de/en un escultor?
Y en esto me he dado cuenta de que llegaba con una hora de antelación.
Pongamos las cosas en orden. Esta mañana he tenido un gratísimo encuentro con los profesores de un centro educativo, en una casa de colonias situada cerca de Ocata, pero al otro lado de la Sierra Litoral. Me he levantado puntualmente a la hora marcada en el despertador, me he duchado, me he vestido, he hecho un par de cosas más y con el tiempo justo, me he puesto en marcha. A medio camino me he dado cuenta de que el acto comenzaba a las 10:00 y llegaba con hora y media de anticipación. Podía haber vuelto a casa, pero he preferido desviarme para entrar en los pueblos de la Sierra, Òrrius y Dosrius. He tomado un café en este segundo pueblo, he leído un poco y he encajado mi horario real con el previsto.
Ya comienzan las encinas y pinos ha adquirir sus tonos otoñales. Con el sol iluminándolos en diagonal y la carretera vacía, el recorrido ha merecido la pena. Con frecuencia nuestros errores nos corrigen.
Iba pensando en lo que iba a decir y mientras me comprometía a no decir nada que no creyera, me iba preguntando por las certezas que sostienen mis creencias, pero atendiendo a lo urgente, he dejado las preguntas a un lado para disfrutar en paz de la luz de la mañana y del color de las encinas.
Somos el obvio escultor de nuestros errores.
-
-
9:04
»
El café de Ocata
I Escribe Derrida en
La tarjeta postal: "Desde el momento en que lo que te escribo se convierte en literatura, ya no me dirijo a ti y, por consiguiente, falto a ese deber que me ordena que me dirija a ti de forma singular".
IIDerrida se dedica con frecuencia a someter lo obvio a análisis hiperbólicos, con lo cual lo cotidiano tiene que acabar pidiendo perdón por no estar a la altura de lo imposible. Uno se dirige a los demás con los recursos que tiene y entre estos recursos están las frases hechas. Para dirigirme al otro de forma singular necesitaría un idioma singular.
IIITambién cuando me pienso mis pensamientos se convierten en literatura y ya no me dirijo a mí mismo de forma singular.
IVPlatón decía que lo singular es inefable, "álogos", no hay palabras para nombrarlo ni pensamientos para pensarlo.
V
Artículo en El Subjetivo: El enemigo es el enemigo.
-
-
8:26
»
El café de Ocata
I Ha aparecido mi sombrero, el sombrero con el que recorrí el sur de los Estados Unidos y el sur de Bulgaria, el sombrero que lleva prendido en cada milímetro un recuerdo, el sombrero que me perdieron mis nietos. Se había quedado en el castillo de Cardona, sin duda a impregnarse de nuevos recuerdos.IIDías de repasos de prótesis: Oculista, dentista, otorrino. El viejo, como animal con prótesis.IIIProfunda insatisfacción con algunas cosas que estoy escribiendo. No consigo avanzar y cuando creo haber avanzado, resulta que he retrocedido. Sé que escribo mal cuando tengo las ideas confusas, pero para aclararme las ideas tengo que escribirlas. Necesito ver mi confusión sobre el papel. Pero ahora me quedo mirándola como un Narciso acomplejado y no encuentro manera de progresar. Necesito alguna prótesis intelectual. No estoy disfrutando.IVLa naturaleza es tan sabia -ya dijo Aristóteles que no hace nada en vano- que inventó el verano para que los hombres pudiéramos disfrutar de las cervezas. Se acaba el verano y para sacarle todo el gusto a la cerveza se necesita la ayuda, inestimable, ciertamente, de un pincho de tortilla. La cerveza deja de ser “causa sui”. VA punto de comenzar el nuevo curso escolar, leo en Alex Beard (Otras formas de aprender, 2019) que el 40% de chicos y el 35% de las chicas finlandesas reconocen, a los 15 años, que no les gusta la escuela.
-->
-
-
7:40
»
El café de Ocata
IMe encuentro a un amigo del pueblo al que hace tiempo que no he visto. Está sentado con su mujer en la terraza de un bar. Me siento a su lado. Pido un cortado. Hablamos de nuestros hijos, de nuestros nietos, de nuestras cosas y, de repente, mi amigo se me queda mirando fijamente, me pone la mano en el hombre y me dice: "Perdona, pero no sé quién eres. Debes ser amigo mío, porque me hablas con cariño, pero no sé quién eres". Intento reaccionar son normalidad, pero ¿qué es la normalidad en estos casos? Su mujer y yo nos cruzamos las miradas, en silencio. En cuanto puedo le digo mi nombre y cuatro referencias comunes que me parecen decisivas. "Si, sí, me contesta, pero no tengo nada detrás de tus palabras, no tengo recuerdos de nada, pero, si no te importa, la próxima vez que me veas, siéntate a mi lado, porque creo que me aprecias."IIMe invita una poderosa institución internacional que paga muy bien a que hable de A. Les contesto que, de acuerdo, siempre que ellos tengan claro lo que yo entiendo por A. Se lo explico. Respuesta: creemos que tus conocimientos sobre A son mucho más amplios y profundos que los nuestros, por lo tanto, mejor que dejemos la invitación para otra ocasión.III
La imaginacion conservadora sigue con vida.
-
-
9:18
»
El café de Ocata
I Me ha despertado el súbito incendio de la noche, el flash de un rayo inesperado. Me he levantado desorientado. La oscuridad del cielo estaba viva. La tormenta lanzaba fogonazos eléctricos al azar respondidos por un rumor profundo de truenos que parecía salir de la tierra. II No hay tormenta se verano que no me recuerde la cara de desolación de mi madre mirando al cielo, temiendo la granizada que nos podría dejar sin cosecha y, por lo tanto, sin ingresos ni sustento. “Hijo mío -me decía entonces con una voz que era más la de una orden perentoria que la de un lamento-, no seas del campo, que es lo último del mundo”.
III Un día se presentó en nuestra casa el médico del pueblo -el médico, don Ramiro Layana, no el maestro- y le dijo a mi madre: “Gloria, tu hijo vale para los estudios”, que es como se decían entonces estas cosas. Aquel anuncio nos creó no pocos quebraderos de cabeza, porque no era fácil darle respuesta siendo una familia humilde que vivía en un pueblo pequeño. Al final, encontramos un internado económicamente asequible -y caritativo- en el norte de Navarra y fui a despedirme del médico con un nudo en la garganta que no había medicina que curase. IV Recuerdo los primeros meses del internado con un dolor que sé que nunca se diluirá. Todos se reían de mi forma de hablar, porque terminaba los infinitivos en ele ("comel", "venil"...), decía "ahura" en vez de "ahora, "muete" en lugar de "chaval" y cosas así. Y, sin embargo, para mí era evidente que los que hablaban mal eran todos ellos. VPor supuesto, añoraba mi casa. La añoraba especialmente los días de tormenta cuando recordaba las palabras de mi madre mientras apretaba mi frente contra el vidrio de la ventana: “Hijo, no seas del campo, que es lo último del mundo”. Pero me estaba costando hablar bien el español de aquellos extraños.VI Ravel, no me olvido de ti. Ayer pensaba que te trinaban las corcheas lo quisieras o no, que te cobraban vida en el pentagrama y no podían reprimir de vez en cuando un pío en la.
VII Ha comenzado el diluvio. Me voy a la cama.
-
-
10:18
»
El café de Ocata
I Ayer por la tarde se estrenó oficialmente la temporada de las esplendorosas puestas de sol en la playa de Ocata. Lo sé porque yo estaba allí tomando nota de las metamorfosis del cielo sobre Collserola. Ravel es testigo. Justo cuando comenzó el espectáculo, se puso a susurrarme por los auriculares la Alborada del gracioso. Total, tu atardecer no es más que un amanecer para otro.
IIAmiel está hoy demasiado olvidado, pero su Diario Íntimo nunca decepciona. Ayer por la noche me sorprendió diciéndome esto: "Esta noche he experimentado un vacío al entrar en mí mismo".
IIILos días se me hacen cortos. Con 24 horas no tengo suficiente. ¡Quiero hacer tantas cosas! ¡Hay tanto que escuchar, que leer, que escribir, que viajar, que ver crecer y menguar! Con frecuencia al entrar en mí mismo siento un ajetreo, como de casa en traslado. He desmontado la casa vieja, la he empaquetado y he traído todo a la casa nueva, pero no puedo colocar cada cosa en su sitio porque no paran de llegar nuevos paquetes. Estoy permanentemente de mudanza.
-
-
17:39
»
El café de Ocata
Ha bierto la ventana de par en par, confiando en que el destino me enviase el trino de algún pajarillo cercano. Pero el silencio es total, de calma chicha. Las jacarandás de la calle están desiertas y Ocata parece haber enmudecido ante el silencio del genio. Si Dios me hubiese dotado de alguna gracia para el baile, le concedería a la pantalla muda de mi ordenador el honor de un aurresku. Como no es así, me conformaré con libar sobre un hayedo imaginario unas gotas de una copa de izarra que no tengo.
-
9:17
»
El café de Ocata
IAyer, avanzadas ya las 8 de la tarde, cuando volvía a casa después de un largo paseo por la playa que me llevó hasta Vilassar, el mar se tiñó de repente de escamas de salmón. Tal como me oyen (o leen): Con todas las tonalidades del salmón: de las más plateadas y vivas a las más propiamente asalmonadas, con alguna pincelada de bronce bruñido. Y yo escuchaba entusiasmado Ma Mère L'Oye, en las dos versiones que concibió Ravel, para piano y para orquesta y en ambas me pareció un himno a la ternura.
IITodo comienza con el girar de la rueca, interrumpido por el grito de dolor de la hilandera, que se ha pinchado y que yo no sé muy bien si es Mamá Oca o una imagen de las Parcas, aquellas tres mujeres, Cloto, Láquesis y Átropo que guían nuestros destinos hilando nuestras vidas. A ellas les gusta usar lana blanca, pero, caprichosamente la entreveran con hilos de oro o de lana negra, hasta que consideran que ya tienen suficiente y, ¡zas!, con un tijeretazo cortan el hilo de nuestra vida.
III Ma Mère L’Oye se puede escuchar con las Hilanderas de Velázquez en la imaginación y un libro de Perrault bajo el brazo.
IV Estoy buscando pájaros en la obra de Ravel.
V Tras leer Por la concordia, de Cambó, he abierto el Cambó de Pla. Si Cambó te deja con un melancólico mal gusto de boca, Pla es como Lucrecio, que puede decirte las cosas más tremendas poniéndote de vez en cuando una gota de miel en su prosa. Su literatura es alta cocina, y muy sofisticada, acompañada de un porrón de vino más fuerte que exquisito. Pla es un Demócrito que mira con una desconfianza socarrona a todos los Heráclitos del mundo. Heráclito era el filósofo melancólico que cuando miraba al mundo no podía impedir llorar de pena, tanta era su empatía con los males del hombre. Demócrito, que veía exactamente lo mismo, como manejaba el arte filosófico de la distancia, en lugar de lllorar, dejaba traslucir en su cara una sonrisa discreta.
VI En una famosa entrevista televisiva con Soler Serrano, Pla esboza una diferencia irónica entre la literatura castellana y la catalana. La primera escribiría frases “con cola de pez”, es decir, con un añadido estético que barroquizaría el conjunto, mientras que el catalán, más cartesiano y ascético, iría más directo a la faena enlazando, sin artilugios, sujetos, verbos y predicados. La división ha tenido fortuna porque Pla, siendo Pla, establece una diferencia y aquí toda diferencia está muy valorada. Pero, les pongo un ejemplo entre míl y ustedes decidirán. Escibe Pla: “Quan el dia era favorable a l’afinitat, les paraules s’acabaven i passaven les hores completament muts, l’un de cara a la riuada de la rambla, l’altre girat sobre l’interior de la botiga tocada per una llum vacil·lant.”
VIIPla quiere ser objetivo y preciso con todo, y esa voluntad, como es democrítea, es la fuente de su socarronería… en primer lugar, consigo mismo. A veces pienso que Pla es el único catalán capaz de dominar todos los perfiles del humor. Por eso es tan serio.
-
-
8:27
»
El café de Ocata
Nunca en mi vida había sesteado más que en este verano que declina.
¡Y qué felicidad!
Al poco de comer, un calorcillo interno, que nace en la boca del estómago, va avanzando como una marea hasta colgarse de tus párpados con una pesadez rotunda e innegociable.
Cierras, irremediablemente, los ojos y casi oyes el descoyuntarse de todas tus articulaciones, las del cuerpo y las del alma, hasta hacer de ti un rescoldo de algo que busca amparo en la placidez del vacío: no leer, no escribir, no pagar cuentas y vivir como un millonario en la nada encantada.
La siesta es el nihilismo amigo que te anima a abandonarte a la voracidad de la placidez absoluta. Posiblemente sea el resto de algo que ya existía antes de la creación del mundo.
Pero si, al cerrar los ojos, uno se precipita en la paz, al abrirlos, lo recibe un ligero sobresalto que exige unos segundos de rearticulación del yo, de recogida de lo disperso de ti mismo para volver a darle forma antes de estirar la mano y comprobar que la realidad es eso que te espera ahí afuera con sus aristas.
Despertar es sentirte arrojado a la orilla de la vigilia.
Bendita siesta.
Si esto sigue así, quizás en un futuro próximo, pongamos que en dos o tres años, mis siestas durarán todo el verano. Inclinaré la cerviz ante Morfeo a finales de julio y me despertaré con los truenos de las primeras tormentas de despedida del verano. Será mi forma de hacer turismo.
Si el líquido amniótico del cuerpo es el agua calmada del mar infinito en los amaneceres de agosto, el líquido amniótico del alma es la siesta, esa visita a lo indefinido, al “to ápeiron” de Anaximandro, al mundo desmundado, a lo que no fuiste nunca antes de ser algo.Quien sestea, ya me entiende.
-
-
8:26
»
El café de Ocata
I Me ha sorprendido la amplia cogida del
artículo de El Mundo sobre el conservadurismo. Creo que el tono poco habitual de la poco habitual defensa de las ideas conservadoras, ha ayudado. Pero es que el tono, a mi parecer, debiera ser una característica conservadora. No hace falta mucho esfuerzo. Basta con negarse a secundar las groserías con las que recibimos y enjuiciamos las noticias hodiernas. Sin duda los medios no renunciarán al titular hiperbólico, al comentario sarcástico y, sobre todo, a la propaganda. Su papel es congregar al máximo número de lectores en torno a una noticia patra vendérselos posteriormente a un anunciante. Los medios de comunicación son medios de publicidad masiva. No soy tan ingenuo como para pensar que las cosas pudieran ser de otra manera. El terreno de la acción política no es el de la verdad, sino el del simulacro. Precisamente por eso es importante el estilo.
II "Estilo" proviene de "estilete", el punzón que los alumnos de las escuelas antiguas utilizaban para grabar sus textos en sus pizarras de cera. El estilo es, pues, en primer lugar, la caligrafía. Y, en segundo lugar… en segundo lugar el estilete puede ser un arma blanca. De esta forma la usaron los alumnos de San Casiano de Imola. Por negarse a sacrificar a los dioses paganos, los jueces romanos condenaron al maestro Casiano a morir en manos de sus alumnos, que se brindaron entusiastas a hacer de verdugos. Lo desnudaron y le desgarraron el cuerpo con sus estiletes. Alguno hubo que recurrió a la ignominia y escribió distintas frases sobre la piel de su maestro, pidiéndole que lo corrigiera si lo hacían mal.
III
El estilo como pasarela del oprobio. Este es un ejercicio paradójico muy propio de humanos.
IV
Yo crecí en una cultura repleta de santos y héroes. De más santos que héroes, porque no había día que no actualizara el martirologio y soñaba con lo valiente que sería en el trascendental momento en que un poderoso déspota pagano me exigiera sacrificar a sus dioses. Hoy sé que vendería mi alma al diablo para que acorte las ligeras molestias que produce, una vez al año, la higienista empeñada en cuidar de mi boca.Toco ayer,.
V
¿Quién sabe si seremos juzgados finalmente por nuestro estilo?
- ¿Cuál fue su estilo? -nos preguntarán en el día del Juicio final.
Si me hicieran la pregunta en este momento podría contestar algo de este tipo:
- Fui una persona mala que apenas tuvo posibilidades de ser malo de verdad y que cuando tuvo alguna, le dio pereza.
-
-
8:00
»
El café de Ocata
I Lo habitual. Pura mecánica existencial: pasamos agosto quejándonos del verano y en cuanto asoman las primeras lluvias se apodera de nosotros esa melancolía de domingo por la tarde. Tanto empeño en cambiar la realidad y lo que realmente nos gustaría es que la realidad no nos ignore.
II Una vez oí a una madre decirle a su hijo -era la estación de Sants-: “¡Que no vuelvas llorando, te digo! ¡Que me traigas si hace falta su corazón en la mano!” Fue hace tiempo, pero recuerdo con frecuencia la escena. El niño tendría unos 10 años. ¿Se iba o volvía? ¿Era aquel un reencuentro o una despedida?
III Otra vez entré en un bar del rabal barcelonés a hacer tiempo para un asunto que no viene a cuento. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Me di cuenta entonces de que me había sentado entre un borracho y una mujer de peso. El borracho, mirando a la copa que tenía entre las manos como si fuera una bola de cristal en la que leía el futuro, le dijo a la mujer: “Oigo desde aquí latir tu corazón. De aquí a una hora me lo comeré”. La mujer se echó a reír con una carcajada escandalosa. Yo cogí mi cerveza y me senté en una mesa, junto a la puerta. No era una amenaza, sino una profecía que no parecía desagradar a la mujer. No me pregunten por qué estoy hablando hoy de corazones.
IV Estoy empantanado con del libro que tengo entre manos. Demasiadas notas. Es difícil ordenarlas todas. La primera es una cita de Tocqueville: “El hábito de la inatención debe ser considerado como el mayor vicio del espíritu democrático”.
V Ayer llovió. Nos vino encima todo el agua que nos negó el verano. Fui al dentista por la mañana y al peluquero del pueblo por la tarde. Y a medio día recibí un paquete de Carlos Goñi y Pilar Guembe con una novela de Carlos, dos botellas de vino y esta camiseta:
El corazón no siempre es un cazador solitario. -->
-
-
7:36
»
El café de Ocata
ISí, sigue haciendo calor, pero es un calor como viejo y cansado. El cielo tiene algo de impuro. La misma naturaleza, agostada, nos advierte que esto se acaba. En la plaza de Ocata se amotinan las hojas secas de los plátanos, heraldos de su propia muerte. Y de nuevo ante la repetición anual de lo biológicamente trivial, el espectáculo de las hojas secas, uno metaforiza. No sabemos vivir en condiciones de absoluta realidad.
IIF. -amigo admirado, intelectual, melómano, e independentista catalán- me envía una foto de la puerta de entrada del cementerio de Roda de Isábena con un cartel que dice: “Después de limpiar los nichos, recojan la basura. Gracias”. “Este rotundo cartel -comenta- bien podría ser el título de un ensayo del último Ciorán. ¿Estás bien? Espero que sí”.
Se inicia así entre nosotros el siguiente diálogo:
- A mí me gustaba mucho -le contesto- un anuncio de los cementerios de Barcelona que decía: “Cementerios de Barcelona. Tan cerca de la naturaleza”. Me parecía un lema propio de Lucrecio. Estoy bien. Trabajo mucho (que es lo que me gusta) y viajo bastante (que me gusta menos, pero tampoco está mal, aunque no sé si el mundo es un lugar muy digno de ser conocido al detalle). ¿Y tú? Una pregunta: ¿Crees que Ravel estaba dotado del sentido de la ironía?
- Extraña pregunta. De Ravel conozco esencialmente las piezas para piano. Me gusta especialmente la célebre Pavana. Las piezas orquestales y de manera especial el Bolero, me interesan muy poco. Seguramente eso se debe a un prejuicio mío: cuando escucho a Ravel pienso en algo así como en un Debussy menor (siempre he ubicado a Debussy entre los grandes). Al leer tu mail he buscado el rostro de Ravel por internet. Sólo recordaba una imagen suya muy circunspecta en la cubierta de un CD. He visto que el resto de retratos son igualmente circunspectos, incluso con una cierta mala leche. Me parece, pues, que de ironía, poca. Subrayo que se trata de un prejuicio facial, no de un análisis musical. Por lo que a mi respecta, de aquí a 15 días sale mi nuevo libro. La salud no me acompaña mucho, pero he decidido no quejarme.
- La salud, amigo, se está convirtiendo para nosotros en el último refugio del pudor. Tengo a Ravel por un genio que sudaba arte, por eso me temo que estaba incapacitado para la ironía, no podía alejarse de su propio sudor.
- Creo que las únicas cosas incompatibles con la ironía son la religión y el sexo.
- Efectivamente y por eso me interesa el caso de Ravel.
- En mi próximo libro tengo escrita esta entrada: “Una corrección al primer Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar, hay que componer boleros”.
- A Ravel le hubiera gustado. Te felicitaría. Pero para hacer realidad el aforismo de Ludwig, Ravel compuso el Concierto para la mano izquierda para su hermano, Paul Wittgenstein, que era manco.
III Apostillas.Echenoz cuenta que durante su estancia en los Estados Unidos, a Ravel le gustaba causar viva impresión entre los músicos de la orquestas que dirigía “combinando de modo distinto, de un día para otro, el color de la camisa y de los tirantes: una vez rosas, otra azules”. Cuenta también que a quienes le preguntaban cuál era su obra maestra, contestaba: “El Bolero, desde luego, está vacío de música”.
Vladimir Jankélévitch ha estudiado a fondo la música de Ravel y se refiere varias veces a su humor, aunque de forma singular. Dos ejemplos:
“… l’humour pincé et quelque peu patricien de l’Heure espagnole”…
“… l’humour un peu acide de Ravel”
A mí también me gusta La Pavana. A Jankélévitch, no: “La Pavana no es apenas defendible; sus tres variaciones languidecen un poco y en vano se buscaría en ellas un acento personal”.
Pero lo importante es que en el Ravel de Jankélévitch encuentro lo que ya hallé insinuado en el de Echenoz: la dimensión aérea, alada, más precisamente, de este músico genial: su pasión por las aves y su voluntad de hacer música con sus trinos. Esto me ayuda a completar y perfilar su protagonismo en Mi familia es bestial.
IVHay que proteger como a un tesoro a esos amigos que no votan como nosotros. Es un imperativo de salud política.
-
-
8:32
»
El café de Ocata
I“A veces se arrepiente uno de salir del baño”. Así empieza el
Ravel de Jean Echenoz, literatura,
tout court. La literatura se reconoce porque es un país que se habita de otra manera. No hay forma de saber a priori cuál es esa otra manera de habitar. Cada autor es una forma de habitar de otra manera la literatura. Y si no es así, será un escritor, pero no propiamente un autor.
IIRavel es indirectamente uno de los protagonistas de un cuento largo que hemos escrito mi nieto Bruno y yo titulado
Mi familia es bestial. Se publicará en primavera. En principio lo elegí porque me parecía un gesto de incorrección pedagógica. La música que merece su nombre, como la literatura que merece su nombre exigen un ejercicio de habituación a la forma de habitar el país que te proponen. La sensibilidad literaria o musical no vienen nativamente afinadas. Requieren horas y horas de diapasón. Pero cuando uno aprende a habitar el mundo con uno de los grandes -y Ravel es de los más grandes- todo adquiere otra densidad. La música no se oye. En la música se habita. La literatura no se lee. En la literatura se habita. Y estos habitar te descubren pliegues insólitos del mundo, vetas de vida, filones existenciales.
IIIEl caso es que, tras introducir a Ravel en
Mi familia es bestial, he llegado a intimar con él. Y esto -más la intervención de B., mi ángel de la guardia, dulce compañía que no me desampara ni de noche ni de día- me ha traído hasta el
Ravel de Echenoz. Tras él me espera el
Ravel de Jankélévitch.
IVRavel conducía un camión durante la primera guerra mundial por caminos altamente peligrosos, al alcance de las baterías enemigas. Un día el camión se estropeó y Ravel se quedó a su lado, sin abandonarlo, entreteniéndose transcribiendo el canto de los pájaros, que se habían habituado al estallido de bombas y obuses y no dejaban de cantar desde las ramas de los árboles que, aunque heridos, continuaban en pie.
VB., que es una mujer de izquierdas, me hizo hace unos días una pregunta sobre la situación política española. Le respondí y ella me pidió que desarrollara esa respuesta. Así lo hice, y
hoy la publica El Mundo en su Tribuna.
VIYo tenía un sombrero:
-->
-
-
9:33
»
El café de Ocata
I Dejé a los nietos con sus padres, vine a casa, cogí el bañador, la toalla y las chancletas y me fui a la playa, que está a 200 metros, con la misma ansia con la que un vaquero cargado de polvo y millas va directo al “saloon” a vaciar una botella de whisky. Entré en el agua lentamente, como quien penetra con respeto en el misterio de un lugar sagrado, di cuatro brazadas y me dejé llevar, flotando con los brazos en cruz bajo un cielo protector. “Là, tout n’était qu’ordre et beauté, / luxe, calme et volupté”. ¡Qué paz! Algo en mí se iba diluyendo como un terrón de azúcar proporcionándome una liviandad de ángel. De lo lejos me llegaban de vez en cuando voces de niños, pero no eran los míos.
II Ayer reencuentro con amigos madrileños y repaso general de chascarrillos filosóficos, por ejemplo, el de aquel famoso catedrático de filosofía que se llevaba a sus alumnas a una casa que tenía en la playa para que, entre otras cosas obvias, le hicieran la comida, le fregaran los platos y, de paso, le dieran un repaso a la casa. Una de ellas -lo sé por su propio testimonio-, viéndose a sí misma con el delantal ante la vajilla por fregar, se sublevó diciéndole: “Mira, X, no hay contradicción entre Platón y los platos”. “Sí la hay, le contestó el catedrático, tú, a los platos, yo, a Platón”. “Pues aquí te quedas, con los platos y Platón”. Con lo cual la alumna de la semana siguiente se encontró con doble faena.
III O la del genial J., que en aquellos tiempos en que estaba de moda la teoría del caos, la termodinámica de los procesos irreversibles, la K de Kolmogorov, la estocasticidad y esas cosas, fue invitado a dar una conferencia en el Museo de Dalí en Figueras, ante un puñado selecto de inteligencias patrias, entre ellas, la anterior de Platón y los platos. J. dijo lo que había venido a decir y al terminar de hablar, uno de los presentes, un catedrático de filosofía de gran prestigio, se levantó para celebrar el festín filosófico que acababan de recibir: “¡Qué profundidad! ¡Qué sutilezas!”. Una vez roto el dique de las alabanzas, los que vinieron después, para no ser menos y dejar clara su perspicacia, llevaron las hipérboles laudatorias hasta el ridículo. Así que J. se vio obligado a poner punto final a aquella orgía de ridiculeces revelando que había preparado su conferencia con su “máquina de generación de pensamientos sublimes”. Es decir, con un programa de ordenador que organizaba en frases sintácticamente perfectas una lista del vocabulario más engorroso de Heidegger, Derrida, y demás héroes de la hermenéutica oscura. El ordenador era capaz de generar sentencias como ésta: “El ser que ha hecho del ser su razón de ser, espera el Ereignis gestionando el Gestell, al acecho de un futuro en el que, acaso, la estocasticidad, entendida como “tó autómaton”, pueda abrir las puertas al reencuentro con una casualidad en que lo causal no sea un determinismo falocarnologocéntrico”.
IV Yo imité a J. en circunstancias que no me atrevo a contar, porque están muy vivos los que me escucharon, felicitaron y publicaron mi conferencia.
V Yo tenía un sombrero. Un sombrero que le compré a una india Hualapai en una reserva india de la Devil Dog Road, tras comer unos huevos rancheros que me hicieron desayunar entre lagrimones, por lo que picaban. Pero a mí me enseñaron en casa que nunca hay que dejar nada en el plato. Con aquel sombrero accedí a la mítica Ruta 66. Mi Agente Provocador iba sintonizando emisoras ortodoxamente fieles al rock clásico. Poco antes de llegar a Peach Spring nos vimos rodeados de un grupo numerosísimo de moteros. El más joven había superado los sesenta años, pero se mantenían fieles a sus Harleys y a sus mitologías. Yo no me separaba de mi sombrero. Con él llegué a Mesa Verde, al Valle de la Muerte, a Zabriskie Point, conocí al indio navajo Steve Manel… El otro día se me ocurrió llevarlo a Cardona. Mis nietos se apoderaron de él y por algún sitio de la geografía catalana se ha quedado, porque no ha vuelto a casa. Allá, en el mar, flotando a la bartola, me despedí de él.
-
-
9:34
»
El café de Ocata
I Hemos dado un rodeo para volver a casa. De Cardona nos hemos desviado hasta el monasterio benedictino de Sant Benet de Bages, pero no hemos entrado porque mi nieto Gabriel se ha quejado de que "¡Tanto monasterio, tanto monasterio!" En realidad, era el primer monasterio que pretendíamos visitar, pero hay sitios a los que no hay que entrar nunca de mala gana. Así que nos hemos contentado con un ligero paseo por los alrededores, y la emoción del tañido de las campanas a las 12:00. Hubo un tiempo en que el mundo se paralizaba a esta hora, la del Ángelus.
II ¡Ah, las campanas! Ahora en la ciudades, invadidas por los ruidos, resulta que molestan, pero con su silencio se acalla también un gesto: el de una colectividad mirando hacia algo más sagrado que ella misma y haciendo realidad así un sentido de copertenencia. En la
Imaginación conservadora tengo escrito que me gustan las campanas porque “entre moros no se usan campanas, sino atabales y dulzainas”. Alguno hay por ahí que ha visto un gesto de racismo en estas palabras de
El retablo de Maese Pedro, de Falla.
III De Sant Benet. ampliando el arco de la desviación, hemos ido, tras mirar detenidamente si había cocodrilos en el Llobregat, a Vic, a echar una ojeada a dos lugares singulares. El primero es para mí, uno de los más sagrados de toda Cataluña, la librería de viejo Costa Llibreter. Sabía que a mi nieto Bruno le gustaría. Y así ha sido. Gabriel ha preferido esperarnos en el escalón de la puerta de entrada, porque "¡Tanta librería, tanta librería!". El templo romano de Vic está a dos pasos de la librería, pero nos hemos limitado a echarle una mirada desde la sombra, porque en agosto a mediodía -esa hora criminal para el turista-, la estética se embota bajo el peso de los pies que llevamos a rastras.
IV Hemos comido regular en una terraza, a la sombra y acogidos por un vientecillo delicioso. El camarero, sobrepasado por el trabajo (que en modo alguno era excesivo) nos servía con mejor intención que eficiencia. “¿De dónde sois?”, nos ha preguntado. "¿Y qué hacen aquí, si en este pueblo no hay nada?", ha replicado a nuestra respuesta. Durante la comida, Bruno ha dibujado una máquina para viajar en el tiempo. Tenía de todo: freno, acelerador, embrague, cápsula de energía sinérgica infinita, váter, reloj (obviamente), paracaídas, teléfono de emergencia... y un traje de preservación de la estructura molecular, para garantizar que todas las partes del cuerpo del viajero del tiempo lleguen a su destino al mismo tiempo, no sea que, por ejemplo, hoy llegue el culo y mañana el resto.
V Cardona. Les ha gustado -creo- vivir en un castillo, aunque ha enardecido sus afanes guerreros y se han pasado los dos días matándose mutuamente e inventándose armas indestructibles con las que luchar entre sí. Han admirado las minas de sal, impresionantes, pero a Bruno lo que más le ha llamado la atención es el número de minero muertos. ¡Qué paradoja, pensar que la palabra “salario” viene de sal! Yo me quedo con la imagen de un grupo de niños jugando a toreros con carretones taurinos. Alguno hasta tenía su capa. Recuerdo un anuncio de un pueblo andaluz que hacía publicidad de estos carretones diciendo “Se personalizan para comuniones. Muy ligero, para que puedan manejarlo con cuernos de toros reales”.
VITres poemas de Brautigan
Whenyou wake upfrom death,you will find yourselfin my arms,andI will bekissing you,andIwill be crying.*
IKnew a manwhowas dyingof cancer.He hadthe patienceof a flycaughtin a spider’s web.Whenhe died,he asked,“What time is it?” *
I hate,becausethey are evilas habitual hungerin a child’s stomach,peoplewho tryto change the manthe hunter for truthinto a castrated cowgrazing in te peaceof mental death.
VII Mensaje de B: “Puisque vous avez transmis la citation de Leautaud, je me sens fautive de ne pas vous l’avoir donnée en entier, car elle est bien pire quand elle est complète. La voici: ‘’Je n’ai pas eu d’enfants, dont j’ai toujours eu une horreur sans bornes, leur stupidité, leur cruauté, leur bruit. Lorsque l’enfant paraît, je prends mon chapeau et je m’en vais. Être grand-père.....‘’
-
-
9:14
»
El café de Ocata
I Estoy en el Parador Nacional del Castillo de Cardona, haciendo las maletas para volver a casa en un par de horas. He pasado dos días viendo con qué facilidad mis dos nietos pasan del amor al odio y no niego que ha habido alguna situación en la que he comprendido perfectamente lo que me escribe B. que dice Paul Léautaud: "Être grand-père équivaut pour moi à une déchéance. Quand cela arrive à un de mes amis, je romps toutes relations".
IILa familia es un tobogán gigante, uno no para de subir y bajar. De vez en cuando se queja. Pero ya no sabe vivir a pie plano.
IIILecturas: Poemas de Richard Brautigan en una edición francesa bilingüe titulada Pourquoi les poètes inconnus resten inconnus, con esta dedicatoria: "Para Edna y cualquier otra que pase por allí".
IV Mañana sigo.
-
-
6:53
»
El café de Ocata
-
-
7:48
»
El café de Ocata
I Yo nací -se lo contaba ayer a Armando Zerolo- contra las circunstancias. Mi madre sentía no sé qué molestias y el médico del pueblo le aconsejó que visitara a un afamado especialista de Logroño. Éste, tras examinarla, dictaminó que tenía un tumor que era perentorio eliminar, porque le iba la vida en ello. Pero mi madre se puso en pie y le dijo al médico, con plena seguridad en sí misma, "¡No, no es un tumor, que es un hijo!". El médico intentó convencerla de lo contrario y ella abandonó la consulta con un portazo. Y así nací yo. Armando Zerolo me decía que me debían haber llamado Benigno. Pero me llamaron Gregorio porque ese era el nombre de mi padrino y el del santo patrón de mi pueblo. Este San Gregorio no es ninguno de los magnos Gregorios de la Iglesia, sino el humilde Gregorio de Ostia, que se dedicó, allá por el siglo XI, a limpiar los campos de la Ribera de Navarra y de la Rioja de una plaga de langostas que los asolaba y tenía a la población padeciendo una larga hambruna. Tiene una ermita “chiquitita, chiquitita”, como cantaba Pepe Blanco, en la calle de la Rúa Vieja de Logroño. Cuando dejó los campos limpios, peregrinó a Santiago, en compañía de su discípulo, Santo Domingo de la Calzada.
IICada vez que un médico le diagnosticaba algo, fuese lo que fuese, mi madre nos preguntaba retóricamente en cuanto volvía a casa: "¿Qué saben los médicos?"
IIIMe gusta mi familia. Me gusta la guerra -¡tanta!- que dan mis nietos porque no puedo vivir sin ella y cuando se van de casa dejan un silencio lleno de resonancias ausentes. Me gustan mis hijos y nuestra sociedad de inagotable solidaridad y hasta a veces me gusta un poco estar de Rodríguez para ver a mi familia desde cierta distancia, desde esa justa en la que toma cuerpo lo entrañable.
IVComo decía un filósofo antiguo, la vida es como el hierro, y si no se utiliza, se oxida. No utiliza su vida quien no se la complica. Pienso en el Emérito de mi pueblo, que un día decidió cerrar un ojo para ahorrar vista para la vejez
VLa familia es el lugar en el que con más evidencia se hacen realidad aquellas palabras de Musonio: "Si realizas algo bueno con fatiga, la fatiga se va y lo bueno se queda; si realizas algo malo con placer, el placer se va y lo malo se queda".
VIMe despierto temprano y asisto cada día boquiabierto al espectáculo del alba, pero después de comer caigo como un pájaro muerto en brazos de Morfeo. Este verano me estoy pegando unas siestas homéricas. Recuerdo cuando en la infancia me obligaban a echar la siesta y yo, incapaz de pegar ojo, me levantaba de la cama a hurtadillas y en aquellos ratos en que la casa estaba en silencio y como suspendida en una quietud sagrada, me dedicaba a curiosear por los rincones dispuesto a descubrir en cualquier objeto desconocido la llave secreta de acceso a un mundo imaginario.
-
-
8:37
»
El café de Ocata
IMe repito: De todas las cosas que me han pasado en la vida, la que me ha cogido más desprevenido ha sido la vejez.
IIMi amiga B., a quien estos existencialismos caniculares deben su existencia, me ofrece un consuelo desde París:
IIIY de la editorial Plataforma me envían otro: el último libro de Carlos Goñi y Pilar Guembe, al que he tenido el honor de ponerle un prólogo titulado "Aquí se plancha (y el cartel no está en venta)"
Con Carlos y Pilar tenía que haberme visto este verano en su pueblo, en Obanos, Navarra, pero finalmente no he salido de Ocata-sur-Mer.
IVTu familia sólo en una parte mínima es tuya. Es más bien una prolongación de ti mismo. Los límites de tu yo son los rostros de los tuyos. Por eso cuando intuyes una vaga preocupación en sus caras -tenga o no fundamento- tu misma intimidad queda resentida. La familia es para los padres una unidad patológica.
VRepaso viejos papeles que un día deseché de ciertos escritos publicados. Ahora algunas de esas cosas desechadas me parecen mejores que las publicadas. Uno no puede estar seguro de hacia dónde evolucionará. Ya decía San Agustín que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos y sin embargo no estamos seguros de qué haremos el día de mañana. Pero ahora sé que, vaya a donde vaya, con frecuencia lo haré corrigiéndome. Tu biografía también la escribes huyendo de ti mismo. VIAlgún día creí que crecer era aprender a prescindir. No es cierto, Uno sólo prescinde de lo que considera caduco. Y eso no es prescindir, sino hacer sitio.
VIICuenta Josep Maria Espinàs en su
A peu per Mallorca una anécdota que os resumo: Un grupo de ingleses está jugando al póquer. Uno de ellos se atreve a poner en duda el misterio de la Santísima Trinidad y el hecho llega hasta el pastor, que toma buena nota del despropósito. En el oficio del domingo se dirige a los fieles con la máxima dignidad y la más contundente vehemencia: "Me han explicado que uno de nuestros estimados vecinos, durante una partida de cartas, ha puesto en duda el misterio de la Santísima Trinidad. Sólo tengo que recordar una cosa: ¡Cuando se juega al póquer, no se habla!
VIIICallo, pues. Pero antes
les paso este link, que me ha traído un regalo inesperado, especialmente por estar donde está. Platón hablaba de salir de caza de la realidad, pero es la realidad la que no para de darnos caza a nosotros.
-
-
7:48
»
El café de Ocata
ITiñe esta primera luz de la mañana de dorados bruñidos todo cuanto toca. El pueblo es un altar barroco que agradece con la jaculatoria del silencio resplandeciente el nuevo día.
IICicerón en una de sus cartas a Áticus: “Este asunto se ha manejado con la bravuconería de un hombre y la planificación de un niño". Fue escrita el 11 de mayo de 44, o sea ayer, hoy, mañana. No es una crítica, es la descripción de una constante política. Bien podría ser un editorial fijo en la prensa.
III Como es una constante erótica este apasionado epigrama de un amigo de Aulo Gelio, en el siglo II: "Cuando con los labios medio abiertos beso al muchacho y a través de los suyos respiro el perfume de su aliento, mi alma, sufriente y herida se asoma a mi boca, queriendo pasar a la de mi amigo, que parece abrirle paso. Si nuestros labios permanecieran unidos un instante más, mi alma, ardiendo de amor pasaría de mi cuerpo al suyo. Un gran prodigio acaecería, y yo habría muerto".
IVYa ven que hoy estos existencialismos caniculares van de presentes continuos. Añadamos dos apuntes del más moderno de los "antiguos", Platón, que en el diálogo qe estaba escribiendo cuando lo pilló la muerte, las Leyes, dejó escritas estas dos observaciones de una sagacidad imperecedera:
La primera: "De esa recta crianza de placeres y dolores que constituye la educación (paideia) se desvía y pervierte buena parte de los hombres durante el curso de su vida; y los dioses, compadeciéndose del linaje humano, que resulta tan sujeto a miseria, han dispuesto para ellos unos relevos de las penalidades, que son los periodos de sus fiestas."
La segunda: "Pero puesto que nosotros no legislamos ahora, como lo hacían los antiguos legisladores, para los héroes, hijos de dioses según la tradición, sino que somos hombres y legislamos para hijos de hombres, no se llevará a mal el que temamos que alguno de los ciudadanos nos nazca como legumbre imposible de cocer y resulte por naturaleza tan duro que no llegue a ablandarse."
VNo ha entendido nada ni de sí mismo ni de los grandes clásicos el que da por supuesto que, si estos últimos son viejos, han sido superados. Su ignorancia le permite creerse nuevo y, por lo tanto, superior en todo cuanto se refiere a las cosas humanas (pues de ellas estamos hablando). No se le ocurre pensar que los grandes bien pudieron habernos entendido a nosotros mejor de lo que creemos entendernos nosotros mismos. Pero este es el precio que tiene que pagar para seguir creyendo en el historicismo.
-
-
8:19
»
El café de Ocata
IA Rafael Hidalgo lo puso la Providencia en mi camino para que no se me ocurriera dudar de Ella. Él no sabe cuánto le debo... pero en realidad, me pregunto a vuelapluma, "¿tener amigos no es un sin parar de contraer deudas gozosas?" A lo que iba: Rafael Hidalgo ha estado, una vez más, en San Juan de la Peña, pero por primera vez ha visto en un capitel una profecía que estaba allá esperando a quien se dignara a prestarle la atención que bien merece:
Ya la ven ustedes: ni más ni menos que la escena del piolet. Queda bautizado este capitel, pues, como el Capitel de Ramón Mercader.
IILlevo días dándole vueltas a las famosas "competencias", que es una cosa escolástica que está cargando de trabajo a los docentes y de ingresos a los "coaches". Las competencias son la traducción del inglés "skills". Pero me parece que la traducción correcta de "skill" es más bien "pericia". Hay una ligera diferencia entre competencia y pericia, y en ella, justamente, nos jugamos la concreción de la práctica escolar actual. La pericia es aquella habilidad que nos hace peritos en algo por medio de la práctica, o sea, la pericia es el hábito de toda la vida. Lo que pasa es que hoy se busca la piedra filosofal de las competencias generales que nos haga peritos en todo sin necesidad de pasar por la trabajosa práctica. Obviamente, las competencias generales no existen -al menos, en el mundo de los hombres. Sólo existen las competencias específicas, aunque existió en un tiempo pasado una especie de saber supremo de la competencia general del ser que se llamó metafísica y que le permitía a Ortega presentarse como especialista "en universos". ¿A que sería divertido que los coaches acabasen estudiando a Santo Tomás?
III Decía Kant que no se puede ser moral fragmentariamente. ¿Pero tenemos los humanos otra forma de ser morales?
IVSalgo a pasear por las tardes con Ravel, que se ha vuelto un compañero tan inseparable como cordial de mis días de Rodríguez. Yo le animo a aflojar algún fragmento moral de nosotros mismos y a contemplar la belleza transeúnte, pero Ravel se ríe de mí y me dice que no me engañe: para ellas yo no soy más visible que él. El estruendo de la música de los chiringuitos lo confirma. Con este ruido no hay manera de saber lo que dice Itzhak Perlman que dice Ravel.
V¡Qué rápidamente se levanta la mañana y se viene encima el día! ¡Qué espectáculo más mecánicamente trivial y más estéticamente sublime, el de la amanecida!
VI En cuestiones de competencias, hábitos, pericias y fragmentación moral, el experto es Santo Tomás. Tanto es así, que me voy a permitir darles un consejo: no se fíen nunca de un coach o -aún menos- de un educador emocional que sea más experto en reiki que en
Las pasiones del alma del Aquinate. Un ejemplo:
Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 4. La virtud humana es un hábito. Pero dado que hábitos hay para dar y tomar, el hábito virtuoso es sólo aquel que perfecciona al hombre para obrar bien. Como el hombre se ve movido por dos tipos de impulsos, los que nacen del entendimiento o razón, y los que nacen del apetito, será virtuoso el hábito que perfeccione cualquiera de estos impulsos. Si perfecciona el entendimiento, hablamos de virtudes intelectuales, y si perfecciona el apetito, de virtudes morales. Resulta, por tanto, que toda virtud humana o es intelectual o es moral. Y -créanme- no hay mejor comienzo que éste para tratar de las competencias.
VIIY ahora me voy a nadar.
-
-
9:34
»
El café de Ocata
I Comer a solas no es sino estricta biología. Una triste función orgánica. Uno pone cualquier cosa en una bandeja y va a sentarse, mecánicamente, frente al televisor y cuando acaba no sabe bien ni qué ha comido ni qué ha visto. Esta conducta insípida tiene que estar registrada como pecado en algún capítulo menor del catecismo cristiano, porque si la virtud es un término medio entre dos excesos, la soledad gastronómica es el exceso más opuesto a la gula que pueda imaginarse: mera supervivencia de campaña.
IICarpe diem. Cada tiempo ha entendido esta locución latina según su conveniencia. Hoy pensamos que quiere decir algo así como "exprime el momento presente, no dejes ni una gota para mañana", pero su traducción más genuina, me digo mientras apago la tele y llevo la bandeja a la cocina, sería la de aquel refrán que tanto me repetía mi madre: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Si estaba muy alterada por mis excusas dilatorias, recurría a esta versión: "¡Ya lo haré! ¡Ya lo haré! ¡No digas ya lo haré, sino ya lo he hecho!" Vivo en una orgía del carpe diem.
IIIAyer fui a ver la última película de Tarantino. Me pareció la culminación de un proceso común a varias artes -véase la literatura- en el que el ritmo es el único protagonista de la historia. Todo está al servicio de un diapasón enloquecido y el resto es decorado circunstancial. Tarantino ha grabado una serie de videoclips, los ha unido y al resultado lo ha llamado cine. Podría haberse salvado si, como ocurría en sus películas anteriores, los videoclips fueran buenos, pero su talento se consume en un solo frenético de batería que se dedica a sí mismo. Decía ayer que me gustaban las películas del oeste. Hoy me gustan más que ayer y, posiblemente, menos que mañana, dado que a los jóvenes parece haberles entusiasmado esta ausencia de cine. Viendo sus caras de entusiasmo, volví a casa con la sensación, seguramente excesiva, de que el cine ha muerto. Me hice un bocadillo de jamón y me senté con dos cervezas frente a la tele. Me he despertado a altas horas de la noche con la tele encendida, las cervezas vacías y el cuerpo desmadejado.
IVAl ir a la cama descubrí que he recibido una invitación para viajar a Guatemala en diciembre.
VMark Twain en The Innocent Abroad: "Quizás el objeto más poético que Pompeya ha reservado a los investigadores modernos, sea la extraordinaria figura de un soldado romano, con su armadura al completo, que fiel a su deber y a su orgulloso nombre de soldado de Roma, afirmando su coraje, se mantuvo en su sitio, junto a las puertas de la ciudad, firme, hasta que el infierno cayó sobre él, sin apoderarse por ello de su espíritu". Me pregunto cómo actuaría un soldado a quien se le ordenara dedicar el resto de su vida a guardar las puertas de una ciudad abandonada.
VI Me entero, porque mis lecturas estos días tienen algo de tarantinianas, de que en la lengua quechua al diablo se lo llama supai, palabra basada en supi, que significa flatulencia. Algo similar ocurre en el yucateco. Aquí el diablo es kisin, de kis, que significa lo mismo que supi. La cosa. bien pensada, tiene su miga.
VIIEstobeo, Florilegio 4.34.60: "¿Qué es el hombre? Un ser débil, despojo del tiempo, juguete de la fortuna, imagen de lo inconstante, situado entre la envidia y el fracaso y, el resto, flema y bilis". Leía a Estobeo y pensaba, por una parte, en el diablo quechua y, por otra, en el soldado romano de Pompeya.
VIIIEl hombre es el ser que altera cualquier definición que se dé de sí mismo.
-
-
7:41
»
El café de Ocata
IEl relente es esa humedad subrepticia que empapa las noches serenas. Parece que siendo serenas todo ha de ser en ellas acogedor y amable, pero las noches poseen su propia lógica. No las escribe el mismo autor que escribe el día. Los viejos sabían muy bien los peligros que traía la tentación estival de dormir al raso. El relente es también esta fescura que recibe al nuevo día y que se suele llevar el último suspiro de los agónicos.
II Hoy trae del mar la alborada sus promesas cotidianas. Raya el día y ésta es su hora más sensual. Me gusta madrugar y estrenar las primeras horas, dejándolas entrar por las ventanas abiertas como un susurro que aún no se logra descifrar. La madrugada es el tiempo potencial del día. Sigo con vida. Respiro.
IIIHay un misterio singular en el despertar, pero de tan cotidiano, se nos ha vaciado y se ha convertido en rutina. En ese recuperar el hilo de la vida, en el retorno -¿es retorno o expulsión?- de esa ambigua región del sueño hay algo que no es nada trivial. El sueño es la respiración inconsciente, el día la reapropiación de nuestra respiración.
IVFrases que esconden toda una filosofía: "¿Cómo te ha tratado la vida?" La frase ya sugiere que hay veces en que la vida se pone intratable y todo lo que se puede hacer con ella es intentar soportarla. En estos casos la ética ese reduce a una economía del aspaviento.
VAyer, defendiendo por qué me gustan cada ves más las películas del oeste: porque los buenos son buenos, los malos son malos y el mejor es el que gana y se queda con la chica. Todo lo que no sea creer en esto, es socialdemocracia,
VIRavel. La música de la madrugada.
-
-
8:28
»
El café de Ocata
I Que sí, que tengo que ir al oculista. Me cuesta leer los textos del ordenador. Las letras se han convertido en caprichosas hormiguitas. Así que sean ustedes benévolos conmigo hasta que me arme del valor suficiente pata ir a reafinar las prótesis, tarea propia de una edad a la que no hay que rendirse sin pataleos.
IILa naturaleza que, según Aristóteles, no hace nada en vano (aunque él, en el fondo, sabía muy bien que la naturaleza es muy suya), actuó con gran sentido común al ir desafinándonos la vista a medida que cumplimos años, así podemos vernos reconocibles en el espejo cada mañana. No hay cosa más temeraria que mirarse al espejo con gafas nuevas, porque ningún organismo vivo puede vivir en condiciones de absoluta realidad. Y el humano, menos que ninguno. El narcisismo, en el hombre, es una condición de posibilidad.
IIIHoy es la Virgen y mañana, San Roque. En mi infancia los mayores llevaban las cuentas de las faenas agrícolas y, con ellas, de sus propias biografías, por el santoral. El 15 de agosto era día grande y llegaban los gaiteros de Estella al pueblo, en la Ribera navarra. Al atardecer los seguíamos por las calles cantando y bailando y repitiendo como una salmodia una canción con esta letra:
"Vaquillas, señor alcalde,Vaquillas para estas fiestasy si no nos dan vaquillas,nos iremos a Andosilla".
Andosilla es un pueblo cercano y ya se sabe que no hay mayor traición a lo nuestro que amenazar con preferir los ajeno próximo.
Sí, también sé que no pasará esta letrilla a la historia de la literatura española, pero pasó a la biografía de todos los que la cantamos. Las fiestas de mi pueblo son el 8 de septiembre, otra festividad de la virgen, y es inconcebible unas fiestas sin vaquillas.
El 16, San Roque, era también fiesta grande. Los jóvenes iban a comer al campo y volvían con los carros engalanados con ramas de olmos -la patrona de mi pueblo es la Virgen del Olmo, cuya imagen tengo aquí, a mi lado, justo en el estante de Platón- y de todo tipo de ramas de árboles de ribera.
IVPor supuesto, todo comenzaba con el repique de campanas y la misa, que era la celebración de la unidad de la comunidad en torno a lo que considera más alto que ella misma, que es aquello de lo que ua nadie le ocurre reírse.
VCuando mi madre se estaba muriendo, una tarde en la que estaba yo sentado, exhausto, en la puerta de casa, se acercó hasta mí un joven al que mi madre atendía con cariño y que no estaba sobrado de luces. Sabía que a la Gloria -mi madre- le vida se le iba y estaba realmente muy preocupado por saber a dónde iría una vez muerta.- Al cielo -le dije.- ¿Al cielo? -me preguntó decepcionado y airado- ¿Y a quién tiene de confianza en el cielo?- ¡A Dios!- ¿Por qué a Dios? -el muchacho pegó un salto y comenzó a protestar, dando evidentes muestres de perplejidad- ¿Por qué a Dios? ¿Qué es Dios para nosotros? Para nosotros Dios no es nada. ¡La nuestra es la Virgen del Olmo, que es sólo nuestra! ¡Con ella tiene que ir, que la tratará bien, no con Dios!
Le dije que tenía razón. ¿Cómo no iba a tenerla?
Ya se sabe que en este pueblo tan cristiano que es el español, solemos lanzar tremendos juramentos al cielo. Cuando nos enfadamos, sobre Dios hacemos de todo. Pero no recuerdo haber oído jamás un improperio lanzado contra la Virgen del Olmo, que es la nuestra.
-
-
5:16
»
El café de Ocata
IMe desvelo con el título de un libro hipotético y en modo alguno imposible o innecesario en la cabeza: Los pedagogos de Herodes.
IIMi nieto duerme a mi lado. Ayer me pidió a ver si se podía meter en la cama conmigo. Le puse como condición la lectura de 25 páginas del libro que cada uno de nosotros está leyendo. Yo, Doug Lemov, él, Roald Dahl. Lo miro de reojo con envidia. Sale, claramente, ganando. Noto la excitación con que pasa cada página. Eso es leer. Lo mío es otra cosa. Lo mío es una tertulia de resabios.
IIILa profunda paz de la noche siempre sorprende. Mis vecinos duermen y sus sueños serán, posiblemente, los sueños comunes, que cada uno creerá propios e intransferibles. La noche como la democracia genuina, la de los sueños: la libertad de poder ser cuanto hemos ido reprimiendo durante el día.
IVAyer por la mañana me fui con mi nieto a barcelonear. A recorrer las callejuelas de la Barcelona vieja sin ton ni son, a la búsqueda del azar amigo. El espectáculo de la vida deja boquiabierto al niño que cada día descubre una nueva faceta de un mundo que parece recién hecho para disfrute de su mirada. A los viejos, como mucho, nos produce piedad. A veces la indiferencia puede ser la mal alta forma de piedad. Pienso en el hombre desnudo en Sant Pere de les Puelles.
VComimos en un bar por 9 euros, rodeados de albañiles, policías y ancianos desvalidos. Visitamos librerías de viejo y le enseñé alguno de mis rincones preferidos de la ciudad. A él lo que le fascinaba era el laberinto de las callejuelas y alguna pintada que anunciaba el poder demográfico de las ratas.
VILa curiosidad infantil es real. Tan real como su caprichosa indisciplina. Es una curiosidad caótica, ametódica y epidérmica, que salta de superficie en superficie. Educar la curiosidad exige proporcionar conocimientos que hagan posible el ejercicio de la mirada profunda. No es fácil, pero ¿cómo se puede sentir curiosidad por lo que se desconoce? ¿Cómo aprender a detenerse ante las superficies que sugieren profundidades?
VIISiento como un abismo ante las posibilidades que un niño tiene abiertas y, sobre todo, ante la responsabilidad de las puertas que, queramos o no, les abriremos y les cerraremos. No lo haremos ni con nuestros consejos ni con nuestras prohibiciones, sino con el ejemplo de la intensidad con que nosotros abrimos o cerramos cada puerta. Les enseñamos por impregnación. Es la sinceridad de nuestros gestos lo que los educa. Y esa sinceridad no se puede fingir. Los educamos con los que somos (y ahí va incluido todo aquello que llevamos toda la vida intentando sacudirnos de encima). VIIIMe gustoó mucho que me estuviera ayudando a elegir libros viejos. Es decir a descubrir que lo viejo podría tener un valor para su abuelo. Gracias a él me hice con las primeras ediciones (no en muy buen estado, todo hay que decirlo) de la biografía de Maura de Luis Antón de Olmet y Arturo García Carraffa; de la biografía de Costa de Luis Antón de Olmet y de El temperamento español, de Álvaro de Albornoz.
-
-
9:21
»
El café de Ocata
INo es bueno que el hombre esté solo. Dios sabía lo que se decía.
IISospecho que el hombre está hecho para protestar de mil futesas cuando su pareja está delante, pero no está hecho para protestar de nada cuando su pareja está ausente. Su ausencia nos deja sin manías. ¿Y qué es un hombre sin manías?
IIIEl hombre que prevé que estará solo hace planes minuciosos para aprovechar cada sorbo de soledad, pero después la soledad no le sabe a nada y se le va el tiempo como si tuviera un agujero por el bolsillo. Todo el tiempo es calderilla.
IVLo indudable es que el hombre no está hecho para dormir solo. Una cama es como una bici tandem, utilizarla solo es ridículo. Uno se pierde ante tantísimo espacio vacío. Ningún camino lleva a ninguna parte.
VLa soledad sabrosa es la que se disfruta cando sabes que ella está por casa. Pero una soledad sin ella por casa es estar perdido en el espacio. Uno va a la deriva, con el timón roto. No hay manera de concentrarse. Leer es una acción imposible. Escribir, una quimera. Uno vaga, como un planeta, en torno a una ausencia.
VI¿Y esa tendencia natural de las cosas al desorden en cuanto ella está ausente? La rebelión de los objetos, oigan.
VIIAyer salí a andar, me di un largo paseo y me llevé a Ravel conmigo. Pero vuelves a casa y nadie te pregunta qué tal, ni te hace. ninguna de esas preguntas rutinarias que llenan la rutina de sentido. La soledad es la rutina vacía.
VIIIAdemás, ella se va y agosto se pone revoltoso y tontaina. Dan ganas de vestirse de otoño.
IX ¿Y los programas insoportables que echan en la televisión cuando estás solo? No es que sean más insoportables que antes, es que es insoportable no tener a nadie para protestar de su vaciedad.
XEn fin, señoras, si me ven por la calle, denme un abrazo.
-
-
9:36
»
El café de Ocata
I Las redes sociales son fascinantes. No se puede decir lo mismo de todos los que acuden a ellas, porque hay quien las utiliza para vomitar, pero allá ellos. A su pesar, las redes sociales son fascinantes. Pueden proporcionarte, por ejemplo, argumentos para sustituir el sexo por la lectura de la
República de Platón:
ç IIO ayudarte a mantener un debate de altura sobre Ravel en Twitter en el que un importante director de orquesta se presta a dar su opinión sobre la genialidad de este hombre tan singular y diversos personas se suman al bolero dialéctico colectivo aportando argumentos tan de peso como estos:
IIIDe la maestría de Echenoz pasamos a la maestrís de Jankélévitch que ha dejado dos ejemplos magníficos de la misma en sendas biografías de Ravel y Bergson:
Y así llegamos a esta escultura cinética, titulada "Henri Bergson, filósofo", del artista suizo Jean Tinguely, que es una de las varias que le dedicó al pensador francés.
IVTodo comenzó con una cita de Pierre Le Coz: “L’angoisse me murmure ce message: ‘Tu n’as que deux solutions mais choisis la troisième’”. Y su desarrollo vuelve a demostrar que las nuevas tecnologías no son más que prótesis amtropológicas, que aplifican lo que ya somos... en cada uno de nuestros momentos del día. Porque también hay momentos que dedico a la trivialidasd, pero de esos prefiero no hablar, para que el apunte me salga redondo.
-
-
8:27
»
El café de Ocata
I 38 años cumple hoy mi primogénito. ¡38! ¡Ahí es nada! Ya lleva más de un tercio de siglo a sus espaldas. Yo aún veo en él, cuando lo tengo delante, a aquella criatura que fue que, por cierto, fue la más guapa criatura que en el mundo ha habido. Muy rubio, con el pelo suave, mirada dulce, cariñoso... y le gustaba tararear pasajes de la Carmen de Bizet. Y ahora va y me cumple 38 años. Estas cosas siempre nos pillan sin previo aviso. No es que me queje. Está muy bien que vaya haciendo su vida, pero es que no me explico dónde demonios se ha metido el tiempo intermedio, todo aquel tiempo que me falta entre aquel niño con el que yo salía a pasear cogidos de la mano y este señor adulto que, por cierto, me regala botellas de vino magnífico (no sé si para compensar que su propio hijo haga experimentos mezclando mi whisky -que también me regala él- con fairy).
II
A los padres no nos mata Edipo, sino el paso del tiempo, que es mucho más cruel y anónimo. Y no tiene ni conciencia ni sentido del perdón. Edipo, al fin y al cabo, no hace sino repetir alguna de las fechorías que sus mismos padres hicieron en su momento, pero esta aceleración súbita y enloquecida del tiempo, va directamente a por mí, es una sublevación en toda regla contra la lógica narrativa de mi propia vida.
III Hoy mi hijo cumple 38 años y me pongo a pensar qué hacía yo con su edad. La conclusión es que mis 38 años son de otra edad, casi de otra época geológica (aunque a los dos nos siga gustando Lou Reed) y si me vienen a la mente las caras de la gente que entonces me resultaba próxima, me salen tantos muertos...
IV No entiendo a la gente que cree que la felicidad en la vida consiste en no buscarse complicaciones, ni dependencias, ni deudas afectivas. La vida es otra cosa. La vida es como el hierro y si no se usa, se oxida. Tanto es así, que si volviera al pasado creo -y pienso que mi mujer estará de acuerdo conmigo- que tendríamos algún hijo más.
V Un hijo es una lata, sí, pero, sobre todo, es un don. Y un don es siempre algo imprevisto que, con su imprevisibilidad, nos regala la oportunidad de un comienzo. Cada hijo es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de rehacer nuestra vida. Y aunque sólo fuera por ello, yo les agradezco a mis dos hijos que estén allí, invadiendo mi vida y haciéndosela suya.VI El 10 de agosto de hace 38 años entramos dos en la clínica Dexeus de Barcelona, mi mujer y yo. El 12 salimos tres. Y eso, amigos, sólo el que lo ha vivido sabe lo que significa.
VIIIDecía un Presidente de gobierno de cuyo nombre no quiero acordarme, que ningún padre tiene derecho a interferir en las decisiones de su hija de 16 años si ésta decidía abortar. Yo, por el contrario, creo que una familia es una unidad de interferencia mutua y que hasta mis nietos tienen pleno derecho a interferir en mi vida y a mirarme con cara de decepción si lo que acabo de hacer no está a la altura de lo que, juiciosamente, esperan de mi.
-
-
8:55
»
El café de Ocata
ILlevo varios días leyendo cosas sobre neuropedagogía, un discurso en pañales del que hay que fiarse más bien poco, pero del que es necesario estar al día, dada su incidencia en la retórica pedagógica innovacionista.
IILa neuropedagogía no es una ciencia y está muy lejos de serlo. Es, en todo caso, un campo de investigación que anda roturando un terreno y que, hoy por hoy, lo más que puede ofrecernos a los docentes es argumentos para entender mejor por qué hacíamos bien lo que hacíamos bien antes de la neuropedagogía. La neuropedagogía, en su conjunto, en muchísimo menos útil que la historia de la educación.
IIILo he dicho varias veces: si el cerebro es una unidad funcional, asegurar que porque vemos teñirse de colores unas determinadas estructuras neuronales en nuestras máquinas cuando tiene lugar un determinado comportamiento, hemos de deducir que esas estructuras explican ese comportamento, es, al menos, poco científico. Como la correlación no es causación, lo científico sería asegurar lo siguiente: puesto que se está dando este comportamiento, es imposible que intervengan en el mismo tales y cuales estructuras neuronales. Lo científico prohíbe, y por eso es refutable y no metafísico.
IVHay por ahí gente ganando dinero porque tras leer un par de libros ha pasado de -pongamos por caso- profesor de educación física a neuropedagogo. Sé de lo que hablo. A uno de ellos le oí una charla defendiendo que el estrés es malísimo para el aprendizaje, lo peor. Pues depende. Más bien existe una curva de estrés que tiene la forma de una "U" invertida y que es diferente en cada persona. El incremento del estrés puede ser beneficioso -e incluso imprescindible- para el aprendizaje hasta que llega un momento que el exceso comienza a ser perjudicial.
VA mi nieto B. le hemos limitado el tiempo de ver la tele. O sea, le hemos dado una carga de estrés. Le hemos dicho que se busque la vida. Se la está buscando haciendo experimentos "científicos" que consisten, básicamente, en mezclar todo tipo de cosas en todo tipo de recipientes y ver cómo evolucionan al sol. Nos estamos quedando sin vasos. ¡Pero todo sea por la ciencia!
VIPor cierto, la brisca me parece un ejercicio magnífico de deberes: estrategia, memorización y cálculo mental. La memoria de trabajo tiene que trabajar de lo lindo hasta conseguir hacerse con hábitos mentales que rebajen la carga cognitiva que supone para un novicio el aprendizaje de este juego de estrategia. ¿Habrán dicho algo los neuropedagogos al respecto?
VIIRespecto al título, "paranoia crítica": comienzo a pensar que lo que Dalí bautizó de esta manera es el funcionamiento por defecto del cerebro. Otro día me explicaré con más detenimiento.
VIIIYo no soy mi cerebro. Como no lo es ningún neurocientífico cuando tras salir de su laboratorio recobra su vida normal e intenta, por ejemplo, ligar en un bar de copas.
IXEntre el laboratorio del científico y el aula, hay un espacio poco riguroso donde la profesionalidad se relaja y los neuromitos encuentran la manera de colarse en el discurso.
-
-
7:08
»
El café de Ocata
IPor algún sitio dice Ciorán que la sociedad se está convirtiendo en un infierno de salvadores. El infierno va en aumento. Y no me estoy refiriendo al ferragosto. Cada vez que echo una ojeada a la prensa, me encuentro con más gente dispuestas a subirse a lo más alto de su indignación moral para denunciar los males del mundo, acusar a la política de que no está a la altura de su indignación y, de paso, hacer publicidad de su bondad.
IICada vez que voy al médico me amenazan con una prótesis. Ahora, con una férula dental. El viejo: el animal con próptesis.
IIIHe dicho varias veces y repito ahora que hacerse viejo es estar más pendiente de tus rodillas que de las rodillas de las vecinas. No hay consuelo para tan grave mal.
IVHe enviado las correcciones de El amparo de las sombras al editor. esdecir, a Javier, mi amigo de la Isla de Siltolá. Creo que es un buen libro. He corregido pocas cosas. Pero quizás la falta de correcciones pudiera deberse, como sugiere mi amiga B., a la visita que tengo pendiente al oculista.
VAyer le enseñé a mi nieto B. a jugar a la brisca. Me pareció que podía ser un buen deber de vacaciones. Y en eso andamos empeñados, en hacer muchos deberes.
VI
Baricco tiene demasiada facilidad para la fórmula como para tomárselo en serio como pensador riguroso. Tanto es así, que de todos los intelectuales que no me gustan, Baricco es al que siempre leo. En su último libro The game -una pequeña gran farsa- me chirría su crítica a las élites cuando él está ejerciendo en cada párrafo de guardián del tráfico ideológico del presente. Es divertido el momento en que se pone a escudriñar las singularidades del presente y descubre, comno gran novedad, el triunfo de lo que Ortega llamó el hombre-masa.
-
-
6:23
»
El café de Ocata
Desde un chiringuito de la playa de Ocata, con chanclas, pantalones cortos, un vino blanco con hielo y camisa de mangas cortas, un saludo, hermanos
En El Subjetivo
-
-
8:46
»
El café de Ocata
IFui durante un tiempo largo devorador de beatniks. Comencé a leerlos en Pamplona a finales de los 70 -llegaron con el aire nuevo de la Transición- y mantuve mi devoción tan firme que cuando viajé a San Francisco, lo primero que hice fue visitar la City Lights, para rendir tributo de admiración a las sombras de Kerouak, Corso y Ferlinguetti. Ahora todo aquello me queda muy lejos. Mucho más lejos de lo que pensaba. Lo acabo de comprobar leyendo
La pesca de la trucha en América.
IIRichard Brautigan nació en Tacoma, Estados Unidos, el 30 de enero de 1935. Su padre no quiso reconocerlo y su madre lo abandonó con 8 años en la habitación de un hotel. Anduvo intentando mantenerse vivo, pasando más penas que alegrías. En una ocasión tenía tanta hambre que decidió lanzar piedras a la policía, para que lo detuvieran y le dieran algo de comer. La policía lo llevó a un psiquiátrico, donde lo internaron con el diagnóstico de esquizofrenia. Tras diferentes ensayos fracasados, escribió
La pesca de la trucha en América, que le dio de forma inmediata dinero, fama y, sobre todo, acceso a más mujeres de las que nunca hubiera podido soñar. Pero sus siguientes libros pasaron desapercibidos y al esfumarse la fama se le esfumó el dinero y se le esfumaron las mujeres. Volvió a encontrarse solo en la habitación de un hotel y allí lo encontraron el 24 de octubre de 1984, cuando estaba completamente olvidado. Tenía el cuerpo cubierto de gusanos y a su lado había una pistola y una botella.
La pesca de la trucha en América está dedicado a "A nuestros jóvenes, que pronto ocuparán nuestro lugar y morirán."
IIISuele decir T. que las pastillas nos quieren, que son nuestras amigas, y que hay que tratarlas bien. Desde luego, no hay duda de que ayudan a dormir y que habiendo dormido bien, el día es mucho más acogedor.
IVYa he dicho por aquí que estoy escribiendo un libro en defensa del conocimiento. Voy más despacio de lo que me gustaría, pero, en todo caso, avanzo. El hecho de que haya que escribir un libro en defensa del conocimiento en la escuela tiene algo a la vez de urgente y doloroso. Pero hay que hacerlo. Estoy descubriendo que cada generación se justifica ante las siguientes por al firmeza con que ha defendido lo evidente.
-
-
8:57
»
El café de Ocata
IAyer, al fin, resucité de entre los muertos. He pasado unos días malos, pesados, presa de un malestar difuso -en mi casa hablaban de "mal temple"- que me impedía leer, escribir, concentrame. Andaba a rastras de mí mismo. Al fin, parece que ha escampado y que las cosas vuelven a adquirir su color propio. Cuando Heidegger hablaba de lo caprichosos que son los estados de ánimo, sabía muy bien lo que decía. La nada nadea y uno lo sabe, incluso puede dar nombres precisos a lo que le pasa, pero lo que no puede evitar es que no le pase lo que le pasa.
IICuando la nada nadea hay como una indiferencia ante las cosas que difumina sus límites, todo se tiñe de anonimato. Y si el ser es el fulgor de la forma bien limitada, el no ser es la indiferencia por el límite. Lo borroso se impone y ahí está el eco de la nada, nadeando, anodadando. No se trata de algo dramático y terrible. No conviene exagerar. Es, al contrario, bastante habitual. Se trata de algo así como una no-experiencia del perfil de las cosas que de vez en cuando nos fuerza a sentarnos como criaturas en el umbral de la puerta de nuestra casa vacía.
IIIY, sin embargo, la nada no nadea del todo si hay alguien al lado que nos quiere.
IVIntroito a El amparo de las sombras:"Mediodía de un domingo luminoso de marzo, en Puebla, México. De más allá de las jacarandas en flor del Paseo Bravo –que aquí se conocen como pasión de Cristo, por florecer en Cuaresma– me reclama el tañido de una campana. En este paseo hubo una vez un monumento a un distinguido insurgente, “benemérito de la patria”, pero ahora sólo queda una inscripción en la que se lee: “a su memoria, en este mismo lugar, se le erigió un monumento, que desapareció con el tiempo.”
Hace mucho calor y decido obedecer el reclamo de las campanas, en busca de la penumbra que proclaman. Llego así hasta la iglesia de San Agustín. En el umbral me encuentro con un cartel en el que está escrito el siguiente texto del santo de Hipona: “Aquí me tienes, Señor. Yo soy aquel esclavo que escapó de su amo y buscó el amparo de las sombras”.
-
-
19:54
»
El café de Ocata
Ando corrigiendo las galeradas del que es, sin duda, un libro de aforismos, pero que, sobre todo, es un regalo inesperado que me hizo México: un manojo de ideas recogidas en rincones umbríos de mi conciencia. Uno se pasa la vida mirando al sur para dar con la luz y resulta que lo que enraíza anda, a veces, por el norte, donde la claridad es más avara.
En las librerías después del verano.
-
10:14
»
El café de Ocata
I
Escribe el profesor Rafael Jiménez Asensio
una amplia y muy interesante reseña de
La Imaginación conservadora. Me ha dejado un buen sabor de boca porque pone de manifiesto que el libro sigue vivo, pero también porque uno siempre aprende cosas relevantes de sus lectores inteligentes. Quizás convenga, sin embargo, recordar que el libro, muy conscientemente, se titula
La imaginación conservadora, y no
La razón conservadora o
La política conservadora. Sigo pensando que lo prioritario hoy, en el conservadurismo, es reflexionar sobre el maginario con el que nos referimos a nosotros mismos. Ojalá haya gente disuesta a tirar de este hilo. Recientemente en Valladolid me aseguraron que así era.
IIMe está pasando algo preocupante: cada vez escribo peor en el ordenador. Las letras se me sublevan y acaban apareciendo donde no debieran. No sé si es un síntoma de algo inquietante o simplemente que tengo la vista cada vez más cansada.
IIINunca sé qué repercusión tendrá lo que escribo. A veces me da la sensación de que escribo cosas de interés que tendrán cierto eco y, sin embargo, pasan completamente desapercibidas. Otras, el eco me pilla desprevenido y me hace pensar en lo mal que me conozco a mí mismo. Esto último es lo que ha ocurrido con la ponencia con la que abrí el Congreso de Periodismo Cultural celebrado en Santander el pasado mayo, que el sábado mi admirado Sergio Vila-Sanjuán recogió resumida en el
suplemento cultural de La Vanguardia. Creía estar diciendo cosas elementales y evidentes y, sin embargo, he recibido una enorme cantidad de mensajes agradeciendo mis palabras. En el fondo, tampoco está mal eso de ir dándote sorpresas a ti mismo.
IVUna referencia de Jaccard a Richard Brautigan que sólo me atrevo a recoger en francés: “Il attendait des femmes un amour inconditionnel et des pardons successifs.” Lo dejo aquí.
VAyer hizo 40 años. 40 años llevamos casados. En realidad creo que nos casamos siendo otros y hemos ido creciendo juntos hasta ser lo que somos.
-
-
11:43
»
El café de Ocata
-
10:30
»
El café de Ocata