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El café de Ocata
I Me ha sorprendido la amplia cogida del
artículo de El Mundo sobre el conservadurismo. Creo que el tono poco habitual de la poco habitual defensa de las ideas conservadoras, ha ayudado. Pero es que el tono, a mi parecer, debiera ser una característica conservadora. No hace falta mucho esfuerzo. Basta con negarse a secundar las groserías con las que recibimos y enjuiciamos las noticias hodiernas. Sin duda los medios no renunciarán al titular hiperbólico, al comentario sarcástico y, sobre todo, a la propaganda. Su papel es congregar al máximo número de lectores en torno a una noticia patra vendérselos posteriormente a un anunciante. Los medios de comunicación son medios de publicidad masiva. No soy tan ingenuo como para pensar que las cosas pudieran ser de otra manera. El terreno de la acción política no es el de la verdad, sino el del simulacro. Precisamente por eso es importante el estilo.
II "Estilo" proviene de "estilete", el punzón que los alumnos de las escuelas antiguas utilizaban para grabar sus textos en sus pizarras de cera. El estilo es, pues, en primer lugar, la caligrafía. Y, en segundo lugar… en segundo lugar el estilete puede ser un arma blanca. De esta forma la usaron los alumnos de San Casiano de Imola. Por negarse a sacrificar a los dioses paganos, los jueces romanos condenaron al maestro Casiano a morir en manos de sus alumnos, que se brindaron entusiastas a hacer de verdugos. Lo desnudaron y le desgarraron el cuerpo con sus estiletes. Alguno hubo que recurrió a la ignominia y escribió distintas frases sobre la piel de su maestro, pidiéndole que lo corrigiera si lo hacían mal.
III
El estilo como pasarela del oprobio. Este es un ejercicio paradójico muy propio de humanos.
IV
Yo crecí en una cultura repleta de santos y héroes. De más santos que héroes, porque no había día que no actualizara el martirologio y soñaba con lo valiente que sería en el trascendental momento en que un poderoso déspota pagano me exigiera sacrificar a sus dioses. Hoy sé que vendería mi alma al diablo para que acorte las ligeras molestias que produce, una vez al año, la higienista empeñada en cuidar de mi boca.Toco ayer,.
V
¿Quién sabe si seremos juzgados finalmente por nuestro estilo?
- ¿Cuál fue su estilo? -nos preguntarán en el día del Juicio final.
Si me hicieran la pregunta en este momento podría contestar algo de este tipo:
- Fui una persona mala que apenas tuvo posibilidades de ser malo de verdad y que cuando tuvo alguna, le dio pereza.
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El café de Ocata
I Lo habitual. Pura mecánica existencial: pasamos agosto quejándonos del verano y en cuanto asoman las primeras lluvias se apodera de nosotros esa melancolía de domingo por la tarde. Tanto empeño en cambiar la realidad y lo que realmente nos gustaría es que la realidad no nos ignore.
II Una vez oí a una madre decirle a su hijo -era la estación de Sants-: “¡Que no vuelvas llorando, te digo! ¡Que me traigas si hace falta su corazón en la mano!” Fue hace tiempo, pero recuerdo con frecuencia la escena. El niño tendría unos 10 años. ¿Se iba o volvía? ¿Era aquel un reencuentro o una despedida?
III Otra vez entré en un bar del rabal barcelonés a hacer tiempo para un asunto que no viene a cuento. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Me di cuenta entonces de que me había sentado entre un borracho y una mujer de peso. El borracho, mirando a la copa que tenía entre las manos como si fuera una bola de cristal en la que leía el futuro, le dijo a la mujer: “Oigo desde aquí latir tu corazón. De aquí a una hora me lo comeré”. La mujer se echó a reír con una carcajada escandalosa. Yo cogí mi cerveza y me senté en una mesa, junto a la puerta. No era una amenaza, sino una profecía que no parecía desagradar a la mujer. No me pregunten por qué estoy hablando hoy de corazones.
IV Estoy empantanado con del libro que tengo entre manos. Demasiadas notas. Es difícil ordenarlas todas. La primera es una cita de Tocqueville: “El hábito de la inatención debe ser considerado como el mayor vicio del espíritu democrático”.
V Ayer llovió. Nos vino encima todo el agua que nos negó el verano. Fui al dentista por la mañana y al peluquero del pueblo por la tarde. Y a medio día recibí un paquete de Carlos Goñi y Pilar Guembe con una novela de Carlos, dos botellas de vino y esta camiseta:
El corazón no siempre es un cazador solitario. -->
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El café de Ocata
ISí, sigue haciendo calor, pero es un calor como viejo y cansado. El cielo tiene algo de impuro. La misma naturaleza, agostada, nos advierte que esto se acaba. En la plaza de Ocata se amotinan las hojas secas de los plátanos, heraldos de su propia muerte. Y de nuevo ante la repetición anual de lo biológicamente trivial, el espectáculo de las hojas secas, uno metaforiza. No sabemos vivir en condiciones de absoluta realidad.
IIF. -amigo admirado, intelectual, melómano, e independentista catalán- me envía una foto de la puerta de entrada del cementerio de Roda de Isábena con un cartel que dice: “Después de limpiar los nichos, recojan la basura. Gracias”. “Este rotundo cartel -comenta- bien podría ser el título de un ensayo del último Ciorán. ¿Estás bien? Espero que sí”.
Se inicia así entre nosotros el siguiente diálogo:
- A mí me gustaba mucho -le contesto- un anuncio de los cementerios de Barcelona que decía: “Cementerios de Barcelona. Tan cerca de la naturaleza”. Me parecía un lema propio de Lucrecio. Estoy bien. Trabajo mucho (que es lo que me gusta) y viajo bastante (que me gusta menos, pero tampoco está mal, aunque no sé si el mundo es un lugar muy digno de ser conocido al detalle). ¿Y tú? Una pregunta: ¿Crees que Ravel estaba dotado del sentido de la ironía?
- Extraña pregunta. De Ravel conozco esencialmente las piezas para piano. Me gusta especialmente la célebre Pavana. Las piezas orquestales y de manera especial el Bolero, me interesan muy poco. Seguramente eso se debe a un prejuicio mío: cuando escucho a Ravel pienso en algo así como en un Debussy menor (siempre he ubicado a Debussy entre los grandes). Al leer tu mail he buscado el rostro de Ravel por internet. Sólo recordaba una imagen suya muy circunspecta en la cubierta de un CD. He visto que el resto de retratos son igualmente circunspectos, incluso con una cierta mala leche. Me parece, pues, que de ironía, poca. Subrayo que se trata de un prejuicio facial, no de un análisis musical. Por lo que a mi respecta, de aquí a 15 días sale mi nuevo libro. La salud no me acompaña mucho, pero he decidido no quejarme.
- La salud, amigo, se está convirtiendo para nosotros en el último refugio del pudor. Tengo a Ravel por un genio que sudaba arte, por eso me temo que estaba incapacitado para la ironía, no podía alejarse de su propio sudor.
- Creo que las únicas cosas incompatibles con la ironía son la religión y el sexo.
- Efectivamente y por eso me interesa el caso de Ravel.
- En mi próximo libro tengo escrita esta entrada: “Una corrección al primer Wittgenstein: “De lo que no se puede hablar, hay que componer boleros”.
- A Ravel le hubiera gustado. Te felicitaría. Pero para hacer realidad el aforismo de Ludwig, Ravel compuso el Concierto para la mano izquierda para su hermano, Paul Wittgenstein, que era manco.
III Apostillas.Echenoz cuenta que durante su estancia en los Estados Unidos, a Ravel le gustaba causar viva impresión entre los músicos de la orquestas que dirigía “combinando de modo distinto, de un día para otro, el color de la camisa y de los tirantes: una vez rosas, otra azules”. Cuenta también que a quienes le preguntaban cuál era su obra maestra, contestaba: “El Bolero, desde luego, está vacío de música”.
Vladimir Jankélévitch ha estudiado a fondo la música de Ravel y se refiere varias veces a su humor, aunque de forma singular. Dos ejemplos:
“… l’humour pincé et quelque peu patricien de l’Heure espagnole”…
“… l’humour un peu acide de Ravel”
A mí también me gusta La Pavana. A Jankélévitch, no: “La Pavana no es apenas defendible; sus tres variaciones languidecen un poco y en vano se buscaría en ellas un acento personal”.
Pero lo importante es que en el Ravel de Jankélévitch encuentro lo que ya hallé insinuado en el de Echenoz: la dimensión aérea, alada, más precisamente, de este músico genial: su pasión por las aves y su voluntad de hacer música con sus trinos. Esto me ayuda a completar y perfilar su protagonismo en Mi familia es bestial.
IVHay que proteger como a un tesoro a esos amigos que no votan como nosotros. Es un imperativo de salud política.
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El café de Ocata
I“A veces se arrepiente uno de salir del baño”. Así empieza el
Ravel de Jean Echenoz, literatura,
tout court. La literatura se reconoce porque es un país que se habita de otra manera. No hay forma de saber a priori cuál es esa otra manera de habitar. Cada autor es una forma de habitar de otra manera la literatura. Y si no es así, será un escritor, pero no propiamente un autor.
IIRavel es indirectamente uno de los protagonistas de un cuento largo que hemos escrito mi nieto Bruno y yo titulado
Mi familia es bestial. Se publicará en primavera. En principio lo elegí porque me parecía un gesto de incorrección pedagógica. La música que merece su nombre, como la literatura que merece su nombre exigen un ejercicio de habituación a la forma de habitar el país que te proponen. La sensibilidad literaria o musical no vienen nativamente afinadas. Requieren horas y horas de diapasón. Pero cuando uno aprende a habitar el mundo con uno de los grandes -y Ravel es de los más grandes- todo adquiere otra densidad. La música no se oye. En la música se habita. La literatura no se lee. En la literatura se habita. Y estos habitar te descubren pliegues insólitos del mundo, vetas de vida, filones existenciales.
IIIEl caso es que, tras introducir a Ravel en
Mi familia es bestial, he llegado a intimar con él. Y esto -más la intervención de B., mi ángel de la guardia, dulce compañía que no me desampara ni de noche ni de día- me ha traído hasta el
Ravel de Echenoz. Tras él me espera el
Ravel de Jankélévitch.
IVRavel conducía un camión durante la primera guerra mundial por caminos altamente peligrosos, al alcance de las baterías enemigas. Un día el camión se estropeó y Ravel se quedó a su lado, sin abandonarlo, entreteniéndose transcribiendo el canto de los pájaros, que se habían habituado al estallido de bombas y obuses y no dejaban de cantar desde las ramas de los árboles que, aunque heridos, continuaban en pie.
VB., que es una mujer de izquierdas, me hizo hace unos días una pregunta sobre la situación política española. Le respondí y ella me pidió que desarrollara esa respuesta. Así lo hice, y
hoy la publica El Mundo en su Tribuna.
VIYo tenía un sombrero:
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El café de Ocata
I Dejé a los nietos con sus padres, vine a casa, cogí el bañador, la toalla y las chancletas y me fui a la playa, que está a 200 metros, con la misma ansia con la que un vaquero cargado de polvo y millas va directo al “saloon” a vaciar una botella de whisky. Entré en el agua lentamente, como quien penetra con respeto en el misterio de un lugar sagrado, di cuatro brazadas y me dejé llevar, flotando con los brazos en cruz bajo un cielo protector. “Là, tout n’était qu’ordre et beauté, / luxe, calme et volupté”. ¡Qué paz! Algo en mí se iba diluyendo como un terrón de azúcar proporcionándome una liviandad de ángel. De lo lejos me llegaban de vez en cuando voces de niños, pero no eran los míos.
II Ayer reencuentro con amigos madrileños y repaso general de chascarrillos filosóficos, por ejemplo, el de aquel famoso catedrático de filosofía que se llevaba a sus alumnas a una casa que tenía en la playa para que, entre otras cosas obvias, le hicieran la comida, le fregaran los platos y, de paso, le dieran un repaso a la casa. Una de ellas -lo sé por su propio testimonio-, viéndose a sí misma con el delantal ante la vajilla por fregar, se sublevó diciéndole: “Mira, X, no hay contradicción entre Platón y los platos”. “Sí la hay, le contestó el catedrático, tú, a los platos, yo, a Platón”. “Pues aquí te quedas, con los platos y Platón”. Con lo cual la alumna de la semana siguiente se encontró con doble faena.
III O la del genial J., que en aquellos tiempos en que estaba de moda la teoría del caos, la termodinámica de los procesos irreversibles, la K de Kolmogorov, la estocasticidad y esas cosas, fue invitado a dar una conferencia en el Museo de Dalí en Figueras, ante un puñado selecto de inteligencias patrias, entre ellas, la anterior de Platón y los platos. J. dijo lo que había venido a decir y al terminar de hablar, uno de los presentes, un catedrático de filosofía de gran prestigio, se levantó para celebrar el festín filosófico que acababan de recibir: “¡Qué profundidad! ¡Qué sutilezas!”. Una vez roto el dique de las alabanzas, los que vinieron después, para no ser menos y dejar clara su perspicacia, llevaron las hipérboles laudatorias hasta el ridículo. Así que J. se vio obligado a poner punto final a aquella orgía de ridiculeces revelando que había preparado su conferencia con su “máquina de generación de pensamientos sublimes”. Es decir, con un programa de ordenador que organizaba en frases sintácticamente perfectas una lista del vocabulario más engorroso de Heidegger, Derrida, y demás héroes de la hermenéutica oscura. El ordenador era capaz de generar sentencias como ésta: “El ser que ha hecho del ser su razón de ser, espera el Ereignis gestionando el Gestell, al acecho de un futuro en el que, acaso, la estocasticidad, entendida como “tó autómaton”, pueda abrir las puertas al reencuentro con una casualidad en que lo causal no sea un determinismo falocarnologocéntrico”.
IV Yo imité a J. en circunstancias que no me atrevo a contar, porque están muy vivos los que me escucharon, felicitaron y publicaron mi conferencia.
V Yo tenía un sombrero. Un sombrero que le compré a una india Hualapai en una reserva india de la Devil Dog Road, tras comer unos huevos rancheros que me hicieron desayunar entre lagrimones, por lo que picaban. Pero a mí me enseñaron en casa que nunca hay que dejar nada en el plato. Con aquel sombrero accedí a la mítica Ruta 66. Mi Agente Provocador iba sintonizando emisoras ortodoxamente fieles al rock clásico. Poco antes de llegar a Peach Spring nos vimos rodeados de un grupo numerosísimo de moteros. El más joven había superado los sesenta años, pero se mantenían fieles a sus Harleys y a sus mitologías. Yo no me separaba de mi sombrero. Con él llegué a Mesa Verde, al Valle de la Muerte, a Zabriskie Point, conocí al indio navajo Steve Manel… El otro día se me ocurrió llevarlo a Cardona. Mis nietos se apoderaron de él y por algún sitio de la geografía catalana se ha quedado, porque no ha vuelto a casa. Allá, en el mar, flotando a la bartola, me despedí de él.
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El café de Ocata
I Hemos dado un rodeo para volver a casa. De Cardona nos hemos desviado hasta el monasterio benedictino de Sant Benet de Bages, pero no hemos entrado porque mi nieto Gabriel se ha quejado de que "¡Tanto monasterio, tanto monasterio!" En realidad, era el primer monasterio que pretendíamos visitar, pero hay sitios a los que no hay que entrar nunca de mala gana. Así que nos hemos contentado con un ligero paseo por los alrededores, y la emoción del tañido de las campanas a las 12:00. Hubo un tiempo en que el mundo se paralizaba a esta hora, la del Ángelus.
II ¡Ah, las campanas! Ahora en la ciudades, invadidas por los ruidos, resulta que molestan, pero con su silencio se acalla también un gesto: el de una colectividad mirando hacia algo más sagrado que ella misma y haciendo realidad así un sentido de copertenencia. En la
Imaginación conservadora tengo escrito que me gustan las campanas porque “entre moros no se usan campanas, sino atabales y dulzainas”. Alguno hay por ahí que ha visto un gesto de racismo en estas palabras de
El retablo de Maese Pedro, de Falla.
III De Sant Benet. ampliando el arco de la desviación, hemos ido, tras mirar detenidamente si había cocodrilos en el Llobregat, a Vic, a echar una ojeada a dos lugares singulares. El primero es para mí, uno de los más sagrados de toda Cataluña, la librería de viejo Costa Llibreter. Sabía que a mi nieto Bruno le gustaría. Y así ha sido. Gabriel ha preferido esperarnos en el escalón de la puerta de entrada, porque "¡Tanta librería, tanta librería!". El templo romano de Vic está a dos pasos de la librería, pero nos hemos limitado a echarle una mirada desde la sombra, porque en agosto a mediodía -esa hora criminal para el turista-, la estética se embota bajo el peso de los pies que llevamos a rastras.
IV Hemos comido regular en una terraza, a la sombra y acogidos por un vientecillo delicioso. El camarero, sobrepasado por el trabajo (que en modo alguno era excesivo) nos servía con mejor intención que eficiencia. “¿De dónde sois?”, nos ha preguntado. "¿Y qué hacen aquí, si en este pueblo no hay nada?", ha replicado a nuestra respuesta. Durante la comida, Bruno ha dibujado una máquina para viajar en el tiempo. Tenía de todo: freno, acelerador, embrague, cápsula de energía sinérgica infinita, váter, reloj (obviamente), paracaídas, teléfono de emergencia... y un traje de preservación de la estructura molecular, para garantizar que todas las partes del cuerpo del viajero del tiempo lleguen a su destino al mismo tiempo, no sea que, por ejemplo, hoy llegue el culo y mañana el resto.
V Cardona. Les ha gustado -creo- vivir en un castillo, aunque ha enardecido sus afanes guerreros y se han pasado los dos días matándose mutuamente e inventándose armas indestructibles con las que luchar entre sí. Han admirado las minas de sal, impresionantes, pero a Bruno lo que más le ha llamado la atención es el número de minero muertos. ¡Qué paradoja, pensar que la palabra “salario” viene de sal! Yo me quedo con la imagen de un grupo de niños jugando a toreros con carretones taurinos. Alguno hasta tenía su capa. Recuerdo un anuncio de un pueblo andaluz que hacía publicidad de estos carretones diciendo “Se personalizan para comuniones. Muy ligero, para que puedan manejarlo con cuernos de toros reales”.
VITres poemas de Brautigan
Whenyou wake upfrom death,you will find yourselfin my arms,andI will bekissing you,andIwill be crying.*
IKnew a manwhowas dyingof cancer.He hadthe patienceof a flycaughtin a spider’s web.Whenhe died,he asked,“What time is it?” *
I hate,becausethey are evilas habitual hungerin a child’s stomach,peoplewho tryto change the manthe hunter for truthinto a castrated cowgrazing in te peaceof mental death.
VII Mensaje de B: “Puisque vous avez transmis la citation de Leautaud, je me sens fautive de ne pas vous l’avoir donnée en entier, car elle est bien pire quand elle est complète. La voici: ‘’Je n’ai pas eu d’enfants, dont j’ai toujours eu une horreur sans bornes, leur stupidité, leur cruauté, leur bruit. Lorsque l’enfant paraît, je prends mon chapeau et je m’en vais. Être grand-père.....‘’
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El café de Ocata
I Estoy en el Parador Nacional del Castillo de Cardona, haciendo las maletas para volver a casa en un par de horas. He pasado dos días viendo con qué facilidad mis dos nietos pasan del amor al odio y no niego que ha habido alguna situación en la que he comprendido perfectamente lo que me escribe B. que dice Paul Léautaud: "Être grand-père équivaut pour moi à une déchéance. Quand cela arrive à un de mes amis, je romps toutes relations".
IILa familia es un tobogán gigante, uno no para de subir y bajar. De vez en cuando se queja. Pero ya no sabe vivir a pie plano.
IIILecturas: Poemas de Richard Brautigan en una edición francesa bilingüe titulada Pourquoi les poètes inconnus resten inconnus, con esta dedicatoria: "Para Edna y cualquier otra que pase por allí".
IV Mañana sigo.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
I Yo nací -se lo contaba ayer a Armando Zerolo- contra las circunstancias. Mi madre sentía no sé qué molestias y el médico del pueblo le aconsejó que visitara a un afamado especialista de Logroño. Éste, tras examinarla, dictaminó que tenía un tumor que era perentorio eliminar, porque le iba la vida en ello. Pero mi madre se puso en pie y le dijo al médico, con plena seguridad en sí misma, "¡No, no es un tumor, que es un hijo!". El médico intentó convencerla de lo contrario y ella abandonó la consulta con un portazo. Y así nací yo. Armando Zerolo me decía que me debían haber llamado Benigno. Pero me llamaron Gregorio porque ese era el nombre de mi padrino y el del santo patrón de mi pueblo. Este San Gregorio no es ninguno de los magnos Gregorios de la Iglesia, sino el humilde Gregorio de Ostia, que se dedicó, allá por el siglo XI, a limpiar los campos de la Ribera de Navarra y de la Rioja de una plaga de langostas que los asolaba y tenía a la población padeciendo una larga hambruna. Tiene una ermita “chiquitita, chiquitita”, como cantaba Pepe Blanco, en la calle de la Rúa Vieja de Logroño. Cuando dejó los campos limpios, peregrinó a Santiago, en compañía de su discípulo, Santo Domingo de la Calzada.
IICada vez que un médico le diagnosticaba algo, fuese lo que fuese, mi madre nos preguntaba retóricamente en cuanto volvía a casa: "¿Qué saben los médicos?"
IIIMe gusta mi familia. Me gusta la guerra -¡tanta!- que dan mis nietos porque no puedo vivir sin ella y cuando se van de casa dejan un silencio lleno de resonancias ausentes. Me gustan mis hijos y nuestra sociedad de inagotable solidaridad y hasta a veces me gusta un poco estar de Rodríguez para ver a mi familia desde cierta distancia, desde esa justa en la que toma cuerpo lo entrañable.
IVComo decía un filósofo antiguo, la vida es como el hierro, y si no se utiliza, se oxida. No utiliza su vida quien no se la complica. Pienso en el Emérito de mi pueblo, que un día decidió cerrar un ojo para ahorrar vista para la vejez
VLa familia es el lugar en el que con más evidencia se hacen realidad aquellas palabras de Musonio: "Si realizas algo bueno con fatiga, la fatiga se va y lo bueno se queda; si realizas algo malo con placer, el placer se va y lo malo se queda".
VIMe despierto temprano y asisto cada día boquiabierto al espectáculo del alba, pero después de comer caigo como un pájaro muerto en brazos de Morfeo. Este verano me estoy pegando unas siestas homéricas. Recuerdo cuando en la infancia me obligaban a echar la siesta y yo, incapaz de pegar ojo, me levantaba de la cama a hurtadillas y en aquellos ratos en que la casa estaba en silencio y como suspendida en una quietud sagrada, me dedicaba a curiosear por los rincones dispuesto a descubrir en cualquier objeto desconocido la llave secreta de acceso a un mundo imaginario.
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El café de Ocata
IMe repito: De todas las cosas que me han pasado en la vida, la que me ha cogido más desprevenido ha sido la vejez.
IIMi amiga B., a quien estos existencialismos caniculares deben su existencia, me ofrece un consuelo desde París:
IIIY de la editorial Plataforma me envían otro: el último libro de Carlos Goñi y Pilar Guembe, al que he tenido el honor de ponerle un prólogo titulado "Aquí se plancha (y el cartel no está en venta)"
Con Carlos y Pilar tenía que haberme visto este verano en su pueblo, en Obanos, Navarra, pero finalmente no he salido de Ocata-sur-Mer.
IVTu familia sólo en una parte mínima es tuya. Es más bien una prolongación de ti mismo. Los límites de tu yo son los rostros de los tuyos. Por eso cuando intuyes una vaga preocupación en sus caras -tenga o no fundamento- tu misma intimidad queda resentida. La familia es para los padres una unidad patológica.
VRepaso viejos papeles que un día deseché de ciertos escritos publicados. Ahora algunas de esas cosas desechadas me parecen mejores que las publicadas. Uno no puede estar seguro de hacia dónde evolucionará. Ya decía San Agustín que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos y sin embargo no estamos seguros de qué haremos el día de mañana. Pero ahora sé que, vaya a donde vaya, con frecuencia lo haré corrigiéndome. Tu biografía también la escribes huyendo de ti mismo. VIAlgún día creí que crecer era aprender a prescindir. No es cierto, Uno sólo prescinde de lo que considera caduco. Y eso no es prescindir, sino hacer sitio.
VIICuenta Josep Maria Espinàs en su
A peu per Mallorca una anécdota que os resumo: Un grupo de ingleses está jugando al póquer. Uno de ellos se atreve a poner en duda el misterio de la Santísima Trinidad y el hecho llega hasta el pastor, que toma buena nota del despropósito. En el oficio del domingo se dirige a los fieles con la máxima dignidad y la más contundente vehemencia: "Me han explicado que uno de nuestros estimados vecinos, durante una partida de cartas, ha puesto en duda el misterio de la Santísima Trinidad. Sólo tengo que recordar una cosa: ¡Cuando se juega al póquer, no se habla!
VIIICallo, pues. Pero antes
les paso este link, que me ha traído un regalo inesperado, especialmente por estar donde está. Platón hablaba de salir de caza de la realidad, pero es la realidad la que no para de darnos caza a nosotros.
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El café de Ocata
ITiñe esta primera luz de la mañana de dorados bruñidos todo cuanto toca. El pueblo es un altar barroco que agradece con la jaculatoria del silencio resplandeciente el nuevo día.
IICicerón en una de sus cartas a Áticus: “Este asunto se ha manejado con la bravuconería de un hombre y la planificación de un niño". Fue escrita el 11 de mayo de 44, o sea ayer, hoy, mañana. No es una crítica, es la descripción de una constante política. Bien podría ser un editorial fijo en la prensa.
III Como es una constante erótica este apasionado epigrama de un amigo de Aulo Gelio, en el siglo II: "Cuando con los labios medio abiertos beso al muchacho y a través de los suyos respiro el perfume de su aliento, mi alma, sufriente y herida se asoma a mi boca, queriendo pasar a la de mi amigo, que parece abrirle paso. Si nuestros labios permanecieran unidos un instante más, mi alma, ardiendo de amor pasaría de mi cuerpo al suyo. Un gran prodigio acaecería, y yo habría muerto".
IVYa ven que hoy estos existencialismos caniculares van de presentes continuos. Añadamos dos apuntes del más moderno de los "antiguos", Platón, que en el diálogo qe estaba escribiendo cuando lo pilló la muerte, las Leyes, dejó escritas estas dos observaciones de una sagacidad imperecedera:
La primera: "De esa recta crianza de placeres y dolores que constituye la educación (paideia) se desvía y pervierte buena parte de los hombres durante el curso de su vida; y los dioses, compadeciéndose del linaje humano, que resulta tan sujeto a miseria, han dispuesto para ellos unos relevos de las penalidades, que son los periodos de sus fiestas."
La segunda: "Pero puesto que nosotros no legislamos ahora, como lo hacían los antiguos legisladores, para los héroes, hijos de dioses según la tradición, sino que somos hombres y legislamos para hijos de hombres, no se llevará a mal el que temamos que alguno de los ciudadanos nos nazca como legumbre imposible de cocer y resulte por naturaleza tan duro que no llegue a ablandarse."
VNo ha entendido nada ni de sí mismo ni de los grandes clásicos el que da por supuesto que, si estos últimos son viejos, han sido superados. Su ignorancia le permite creerse nuevo y, por lo tanto, superior en todo cuanto se refiere a las cosas humanas (pues de ellas estamos hablando). No se le ocurre pensar que los grandes bien pudieron habernos entendido a nosotros mejor de lo que creemos entendernos nosotros mismos. Pero este es el precio que tiene que pagar para seguir creyendo en el historicismo.
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El café de Ocata
IA Rafael Hidalgo lo puso la Providencia en mi camino para que no se me ocurriera dudar de Ella. Él no sabe cuánto le debo... pero en realidad, me pregunto a vuelapluma, "¿tener amigos no es un sin parar de contraer deudas gozosas?" A lo que iba: Rafael Hidalgo ha estado, una vez más, en San Juan de la Peña, pero por primera vez ha visto en un capitel una profecía que estaba allá esperando a quien se dignara a prestarle la atención que bien merece:
Ya la ven ustedes: ni más ni menos que la escena del piolet. Queda bautizado este capitel, pues, como el Capitel de Ramón Mercader.
IILlevo días dándole vueltas a las famosas "competencias", que es una cosa escolástica que está cargando de trabajo a los docentes y de ingresos a los "coaches". Las competencias son la traducción del inglés "skills". Pero me parece que la traducción correcta de "skill" es más bien "pericia". Hay una ligera diferencia entre competencia y pericia, y en ella, justamente, nos jugamos la concreción de la práctica escolar actual. La pericia es aquella habilidad que nos hace peritos en algo por medio de la práctica, o sea, la pericia es el hábito de toda la vida. Lo que pasa es que hoy se busca la piedra filosofal de las competencias generales que nos haga peritos en todo sin necesidad de pasar por la trabajosa práctica. Obviamente, las competencias generales no existen -al menos, en el mundo de los hombres. Sólo existen las competencias específicas, aunque existió en un tiempo pasado una especie de saber supremo de la competencia general del ser que se llamó metafísica y que le permitía a Ortega presentarse como especialista "en universos". ¿A que sería divertido que los coaches acabasen estudiando a Santo Tomás?
III Decía Kant que no se puede ser moral fragmentariamente. ¿Pero tenemos los humanos otra forma de ser morales?
IVSalgo a pasear por las tardes con Ravel, que se ha vuelto un compañero tan inseparable como cordial de mis días de Rodríguez. Yo le animo a aflojar algún fragmento moral de nosotros mismos y a contemplar la belleza transeúnte, pero Ravel se ríe de mí y me dice que no me engañe: para ellas yo no soy más visible que él. El estruendo de la música de los chiringuitos lo confirma. Con este ruido no hay manera de saber lo que dice Itzhak Perlman que dice Ravel.
V¡Qué rápidamente se levanta la mañana y se viene encima el día! ¡Qué espectáculo más mecánicamente trivial y más estéticamente sublime, el de la amanecida!
VI En cuestiones de competencias, hábitos, pericias y fragmentación moral, el experto es Santo Tomás. Tanto es así, que me voy a permitir darles un consejo: no se fíen nunca de un coach o -aún menos- de un educador emocional que sea más experto en reiki que en
Las pasiones del alma del Aquinate. Un ejemplo:
Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 4. La virtud humana es un hábito. Pero dado que hábitos hay para dar y tomar, el hábito virtuoso es sólo aquel que perfecciona al hombre para obrar bien. Como el hombre se ve movido por dos tipos de impulsos, los que nacen del entendimiento o razón, y los que nacen del apetito, será virtuoso el hábito que perfeccione cualquiera de estos impulsos. Si perfecciona el entendimiento, hablamos de virtudes intelectuales, y si perfecciona el apetito, de virtudes morales. Resulta, por tanto, que toda virtud humana o es intelectual o es moral. Y -créanme- no hay mejor comienzo que éste para tratar de las competencias.
VIIY ahora me voy a nadar.
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El café de Ocata
I Comer a solas no es sino estricta biología. Una triste función orgánica. Uno pone cualquier cosa en una bandeja y va a sentarse, mecánicamente, frente al televisor y cuando acaba no sabe bien ni qué ha comido ni qué ha visto. Esta conducta insípida tiene que estar registrada como pecado en algún capítulo menor del catecismo cristiano, porque si la virtud es un término medio entre dos excesos, la soledad gastronómica es el exceso más opuesto a la gula que pueda imaginarse: mera supervivencia de campaña.
IICarpe diem. Cada tiempo ha entendido esta locución latina según su conveniencia. Hoy pensamos que quiere decir algo así como "exprime el momento presente, no dejes ni una gota para mañana", pero su traducción más genuina, me digo mientras apago la tele y llevo la bandeja a la cocina, sería la de aquel refrán que tanto me repetía mi madre: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Si estaba muy alterada por mis excusas dilatorias, recurría a esta versión: "¡Ya lo haré! ¡Ya lo haré! ¡No digas ya lo haré, sino ya lo he hecho!" Vivo en una orgía del carpe diem.
IIIAyer fui a ver la última película de Tarantino. Me pareció la culminación de un proceso común a varias artes -véase la literatura- en el que el ritmo es el único protagonista de la historia. Todo está al servicio de un diapasón enloquecido y el resto es decorado circunstancial. Tarantino ha grabado una serie de videoclips, los ha unido y al resultado lo ha llamado cine. Podría haberse salvado si, como ocurría en sus películas anteriores, los videoclips fueran buenos, pero su talento se consume en un solo frenético de batería que se dedica a sí mismo. Decía ayer que me gustaban las películas del oeste. Hoy me gustan más que ayer y, posiblemente, menos que mañana, dado que a los jóvenes parece haberles entusiasmado esta ausencia de cine. Viendo sus caras de entusiasmo, volví a casa con la sensación, seguramente excesiva, de que el cine ha muerto. Me hice un bocadillo de jamón y me senté con dos cervezas frente a la tele. Me he despertado a altas horas de la noche con la tele encendida, las cervezas vacías y el cuerpo desmadejado.
IVAl ir a la cama descubrí que he recibido una invitación para viajar a Guatemala en diciembre.
VMark Twain en The Innocent Abroad: "Quizás el objeto más poético que Pompeya ha reservado a los investigadores modernos, sea la extraordinaria figura de un soldado romano, con su armadura al completo, que fiel a su deber y a su orgulloso nombre de soldado de Roma, afirmando su coraje, se mantuvo en su sitio, junto a las puertas de la ciudad, firme, hasta que el infierno cayó sobre él, sin apoderarse por ello de su espíritu". Me pregunto cómo actuaría un soldado a quien se le ordenara dedicar el resto de su vida a guardar las puertas de una ciudad abandonada.
VI Me entero, porque mis lecturas estos días tienen algo de tarantinianas, de que en la lengua quechua al diablo se lo llama supai, palabra basada en supi, que significa flatulencia. Algo similar ocurre en el yucateco. Aquí el diablo es kisin, de kis, que significa lo mismo que supi. La cosa. bien pensada, tiene su miga.
VIIEstobeo, Florilegio 4.34.60: "¿Qué es el hombre? Un ser débil, despojo del tiempo, juguete de la fortuna, imagen de lo inconstante, situado entre la envidia y el fracaso y, el resto, flema y bilis". Leía a Estobeo y pensaba, por una parte, en el diablo quechua y, por otra, en el soldado romano de Pompeya.
VIIIEl hombre es el ser que altera cualquier definición que se dé de sí mismo.
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El café de Ocata
IEl relente es esa humedad subrepticia que empapa las noches serenas. Parece que siendo serenas todo ha de ser en ellas acogedor y amable, pero las noches poseen su propia lógica. No las escribe el mismo autor que escribe el día. Los viejos sabían muy bien los peligros que traía la tentación estival de dormir al raso. El relente es también esta fescura que recibe al nuevo día y que se suele llevar el último suspiro de los agónicos.
II Hoy trae del mar la alborada sus promesas cotidianas. Raya el día y ésta es su hora más sensual. Me gusta madrugar y estrenar las primeras horas, dejándolas entrar por las ventanas abiertas como un susurro que aún no se logra descifrar. La madrugada es el tiempo potencial del día. Sigo con vida. Respiro.
IIIHay un misterio singular en el despertar, pero de tan cotidiano, se nos ha vaciado y se ha convertido en rutina. En ese recuperar el hilo de la vida, en el retorno -¿es retorno o expulsión?- de esa ambigua región del sueño hay algo que no es nada trivial. El sueño es la respiración inconsciente, el día la reapropiación de nuestra respiración.
IVFrases que esconden toda una filosofía: "¿Cómo te ha tratado la vida?" La frase ya sugiere que hay veces en que la vida se pone intratable y todo lo que se puede hacer con ella es intentar soportarla. En estos casos la ética ese reduce a una economía del aspaviento.
VAyer, defendiendo por qué me gustan cada ves más las películas del oeste: porque los buenos son buenos, los malos son malos y el mejor es el que gana y se queda con la chica. Todo lo que no sea creer en esto, es socialdemocracia,
VIRavel. La música de la madrugada.
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El café de Ocata
I Que sí, que tengo que ir al oculista. Me cuesta leer los textos del ordenador. Las letras se han convertido en caprichosas hormiguitas. Así que sean ustedes benévolos conmigo hasta que me arme del valor suficiente pata ir a reafinar las prótesis, tarea propia de una edad a la que no hay que rendirse sin pataleos.
IILa naturaleza que, según Aristóteles, no hace nada en vano (aunque él, en el fondo, sabía muy bien que la naturaleza es muy suya), actuó con gran sentido común al ir desafinándonos la vista a medida que cumplimos años, así podemos vernos reconocibles en el espejo cada mañana. No hay cosa más temeraria que mirarse al espejo con gafas nuevas, porque ningún organismo vivo puede vivir en condiciones de absoluta realidad. Y el humano, menos que ninguno. El narcisismo, en el hombre, es una condición de posibilidad.
IIIHoy es la Virgen y mañana, San Roque. En mi infancia los mayores llevaban las cuentas de las faenas agrícolas y, con ellas, de sus propias biografías, por el santoral. El 15 de agosto era día grande y llegaban los gaiteros de Estella al pueblo, en la Ribera navarra. Al atardecer los seguíamos por las calles cantando y bailando y repitiendo como una salmodia una canción con esta letra:
"Vaquillas, señor alcalde,Vaquillas para estas fiestasy si no nos dan vaquillas,nos iremos a Andosilla".
Andosilla es un pueblo cercano y ya se sabe que no hay mayor traición a lo nuestro que amenazar con preferir los ajeno próximo.
Sí, también sé que no pasará esta letrilla a la historia de la literatura española, pero pasó a la biografía de todos los que la cantamos. Las fiestas de mi pueblo son el 8 de septiembre, otra festividad de la virgen, y es inconcebible unas fiestas sin vaquillas.
El 16, San Roque, era también fiesta grande. Los jóvenes iban a comer al campo y volvían con los carros engalanados con ramas de olmos -la patrona de mi pueblo es la Virgen del Olmo, cuya imagen tengo aquí, a mi lado, justo en el estante de Platón- y de todo tipo de ramas de árboles de ribera.
IVPor supuesto, todo comenzaba con el repique de campanas y la misa, que era la celebración de la unidad de la comunidad en torno a lo que considera más alto que ella misma, que es aquello de lo que ua nadie le ocurre reírse.
VCuando mi madre se estaba muriendo, una tarde en la que estaba yo sentado, exhausto, en la puerta de casa, se acercó hasta mí un joven al que mi madre atendía con cariño y que no estaba sobrado de luces. Sabía que a la Gloria -mi madre- le vida se le iba y estaba realmente muy preocupado por saber a dónde iría una vez muerta.- Al cielo -le dije.- ¿Al cielo? -me preguntó decepcionado y airado- ¿Y a quién tiene de confianza en el cielo?- ¡A Dios!- ¿Por qué a Dios? -el muchacho pegó un salto y comenzó a protestar, dando evidentes muestres de perplejidad- ¿Por qué a Dios? ¿Qué es Dios para nosotros? Para nosotros Dios no es nada. ¡La nuestra es la Virgen del Olmo, que es sólo nuestra! ¡Con ella tiene que ir, que la tratará bien, no con Dios!
Le dije que tenía razón. ¿Cómo no iba a tenerla?
Ya se sabe que en este pueblo tan cristiano que es el español, solemos lanzar tremendos juramentos al cielo. Cuando nos enfadamos, sobre Dios hacemos de todo. Pero no recuerdo haber oído jamás un improperio lanzado contra la Virgen del Olmo, que es la nuestra.
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El café de Ocata
IMe desvelo con el título de un libro hipotético y en modo alguno imposible o innecesario en la cabeza: Los pedagogos de Herodes.
IIMi nieto duerme a mi lado. Ayer me pidió a ver si se podía meter en la cama conmigo. Le puse como condición la lectura de 25 páginas del libro que cada uno de nosotros está leyendo. Yo, Doug Lemov, él, Roald Dahl. Lo miro de reojo con envidia. Sale, claramente, ganando. Noto la excitación con que pasa cada página. Eso es leer. Lo mío es otra cosa. Lo mío es una tertulia de resabios.
IIILa profunda paz de la noche siempre sorprende. Mis vecinos duermen y sus sueños serán, posiblemente, los sueños comunes, que cada uno creerá propios e intransferibles. La noche como la democracia genuina, la de los sueños: la libertad de poder ser cuanto hemos ido reprimiendo durante el día.
IVAyer por la mañana me fui con mi nieto a barcelonear. A recorrer las callejuelas de la Barcelona vieja sin ton ni son, a la búsqueda del azar amigo. El espectáculo de la vida deja boquiabierto al niño que cada día descubre una nueva faceta de un mundo que parece recién hecho para disfrute de su mirada. A los viejos, como mucho, nos produce piedad. A veces la indiferencia puede ser la mal alta forma de piedad. Pienso en el hombre desnudo en Sant Pere de les Puelles.
VComimos en un bar por 9 euros, rodeados de albañiles, policías y ancianos desvalidos. Visitamos librerías de viejo y le enseñé alguno de mis rincones preferidos de la ciudad. A él lo que le fascinaba era el laberinto de las callejuelas y alguna pintada que anunciaba el poder demográfico de las ratas.
VILa curiosidad infantil es real. Tan real como su caprichosa indisciplina. Es una curiosidad caótica, ametódica y epidérmica, que salta de superficie en superficie. Educar la curiosidad exige proporcionar conocimientos que hagan posible el ejercicio de la mirada profunda. No es fácil, pero ¿cómo se puede sentir curiosidad por lo que se desconoce? ¿Cómo aprender a detenerse ante las superficies que sugieren profundidades?
VIISiento como un abismo ante las posibilidades que un niño tiene abiertas y, sobre todo, ante la responsabilidad de las puertas que, queramos o no, les abriremos y les cerraremos. No lo haremos ni con nuestros consejos ni con nuestras prohibiciones, sino con el ejemplo de la intensidad con que nosotros abrimos o cerramos cada puerta. Les enseñamos por impregnación. Es la sinceridad de nuestros gestos lo que los educa. Y esa sinceridad no se puede fingir. Los educamos con los que somos (y ahí va incluido todo aquello que llevamos toda la vida intentando sacudirnos de encima). VIIIMe gustoó mucho que me estuviera ayudando a elegir libros viejos. Es decir a descubrir que lo viejo podría tener un valor para su abuelo. Gracias a él me hice con las primeras ediciones (no en muy buen estado, todo hay que decirlo) de la biografía de Maura de Luis Antón de Olmet y Arturo García Carraffa; de la biografía de Costa de Luis Antón de Olmet y de El temperamento español, de Álvaro de Albornoz.
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El café de Ocata
INo es bueno que el hombre esté solo. Dios sabía lo que se decía.
IISospecho que el hombre está hecho para protestar de mil futesas cuando su pareja está delante, pero no está hecho para protestar de nada cuando su pareja está ausente. Su ausencia nos deja sin manías. ¿Y qué es un hombre sin manías?
IIIEl hombre que prevé que estará solo hace planes minuciosos para aprovechar cada sorbo de soledad, pero después la soledad no le sabe a nada y se le va el tiempo como si tuviera un agujero por el bolsillo. Todo el tiempo es calderilla.
IVLo indudable es que el hombre no está hecho para dormir solo. Una cama es como una bici tandem, utilizarla solo es ridículo. Uno se pierde ante tantísimo espacio vacío. Ningún camino lleva a ninguna parte.
VLa soledad sabrosa es la que se disfruta cando sabes que ella está por casa. Pero una soledad sin ella por casa es estar perdido en el espacio. Uno va a la deriva, con el timón roto. No hay manera de concentrarse. Leer es una acción imposible. Escribir, una quimera. Uno vaga, como un planeta, en torno a una ausencia.
VI¿Y esa tendencia natural de las cosas al desorden en cuanto ella está ausente? La rebelión de los objetos, oigan.
VIIAyer salí a andar, me di un largo paseo y me llevé a Ravel conmigo. Pero vuelves a casa y nadie te pregunta qué tal, ni te hace. ninguna de esas preguntas rutinarias que llenan la rutina de sentido. La soledad es la rutina vacía.
VIIIAdemás, ella se va y agosto se pone revoltoso y tontaina. Dan ganas de vestirse de otoño.
IX ¿Y los programas insoportables que echan en la televisión cuando estás solo? No es que sean más insoportables que antes, es que es insoportable no tener a nadie para protestar de su vaciedad.
XEn fin, señoras, si me ven por la calle, denme un abrazo.
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El café de Ocata
I Las redes sociales son fascinantes. No se puede decir lo mismo de todos los que acuden a ellas, porque hay quien las utiliza para vomitar, pero allá ellos. A su pesar, las redes sociales son fascinantes. Pueden proporcionarte, por ejemplo, argumentos para sustituir el sexo por la lectura de la
República de Platón:
ç IIO ayudarte a mantener un debate de altura sobre Ravel en Twitter en el que un importante director de orquesta se presta a dar su opinión sobre la genialidad de este hombre tan singular y diversos personas se suman al bolero dialéctico colectivo aportando argumentos tan de peso como estos:
IIIDe la maestría de Echenoz pasamos a la maestrís de Jankélévitch que ha dejado dos ejemplos magníficos de la misma en sendas biografías de Ravel y Bergson:
Y así llegamos a esta escultura cinética, titulada "Henri Bergson, filósofo", del artista suizo Jean Tinguely, que es una de las varias que le dedicó al pensador francés.
IVTodo comenzó con una cita de Pierre Le Coz: “L’angoisse me murmure ce message: ‘Tu n’as que deux solutions mais choisis la troisième’”. Y su desarrollo vuelve a demostrar que las nuevas tecnologías no son más que prótesis amtropológicas, que aplifican lo que ya somos... en cada uno de nuestros momentos del día. Porque también hay momentos que dedico a la trivialidasd, pero de esos prefiero no hablar, para que el apunte me salga redondo.
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El café de Ocata
I 38 años cumple hoy mi primogénito. ¡38! ¡Ahí es nada! Ya lleva más de un tercio de siglo a sus espaldas. Yo aún veo en él, cuando lo tengo delante, a aquella criatura que fue que, por cierto, fue la más guapa criatura que en el mundo ha habido. Muy rubio, con el pelo suave, mirada dulce, cariñoso... y le gustaba tararear pasajes de la Carmen de Bizet. Y ahora va y me cumple 38 años. Estas cosas siempre nos pillan sin previo aviso. No es que me queje. Está muy bien que vaya haciendo su vida, pero es que no me explico dónde demonios se ha metido el tiempo intermedio, todo aquel tiempo que me falta entre aquel niño con el que yo salía a pasear cogidos de la mano y este señor adulto que, por cierto, me regala botellas de vino magnífico (no sé si para compensar que su propio hijo haga experimentos mezclando mi whisky -que también me regala él- con fairy).
II
A los padres no nos mata Edipo, sino el paso del tiempo, que es mucho más cruel y anónimo. Y no tiene ni conciencia ni sentido del perdón. Edipo, al fin y al cabo, no hace sino repetir alguna de las fechorías que sus mismos padres hicieron en su momento, pero esta aceleración súbita y enloquecida del tiempo, va directamente a por mí, es una sublevación en toda regla contra la lógica narrativa de mi propia vida.
III Hoy mi hijo cumple 38 años y me pongo a pensar qué hacía yo con su edad. La conclusión es que mis 38 años son de otra edad, casi de otra época geológica (aunque a los dos nos siga gustando Lou Reed) y si me vienen a la mente las caras de la gente que entonces me resultaba próxima, me salen tantos muertos...
IV No entiendo a la gente que cree que la felicidad en la vida consiste en no buscarse complicaciones, ni dependencias, ni deudas afectivas. La vida es otra cosa. La vida es como el hierro y si no se usa, se oxida. Tanto es así, que si volviera al pasado creo -y pienso que mi mujer estará de acuerdo conmigo- que tendríamos algún hijo más.
V Un hijo es una lata, sí, pero, sobre todo, es un don. Y un don es siempre algo imprevisto que, con su imprevisibilidad, nos regala la oportunidad de un comienzo. Cada hijo es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad de rehacer nuestra vida. Y aunque sólo fuera por ello, yo les agradezco a mis dos hijos que estén allí, invadiendo mi vida y haciéndosela suya.VI El 10 de agosto de hace 38 años entramos dos en la clínica Dexeus de Barcelona, mi mujer y yo. El 12 salimos tres. Y eso, amigos, sólo el que lo ha vivido sabe lo que significa.
VIIIDecía un Presidente de gobierno de cuyo nombre no quiero acordarme, que ningún padre tiene derecho a interferir en las decisiones de su hija de 16 años si ésta decidía abortar. Yo, por el contrario, creo que una familia es una unidad de interferencia mutua y que hasta mis nietos tienen pleno derecho a interferir en mi vida y a mirarme con cara de decepción si lo que acabo de hacer no está a la altura de lo que, juiciosamente, esperan de mi.
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El café de Ocata
ILlevo varios días leyendo cosas sobre neuropedagogía, un discurso en pañales del que hay que fiarse más bien poco, pero del que es necesario estar al día, dada su incidencia en la retórica pedagógica innovacionista.
IILa neuropedagogía no es una ciencia y está muy lejos de serlo. Es, en todo caso, un campo de investigación que anda roturando un terreno y que, hoy por hoy, lo más que puede ofrecernos a los docentes es argumentos para entender mejor por qué hacíamos bien lo que hacíamos bien antes de la neuropedagogía. La neuropedagogía, en su conjunto, en muchísimo menos útil que la historia de la educación.
IIILo he dicho varias veces: si el cerebro es una unidad funcional, asegurar que porque vemos teñirse de colores unas determinadas estructuras neuronales en nuestras máquinas cuando tiene lugar un determinado comportamiento, hemos de deducir que esas estructuras explican ese comportamento, es, al menos, poco científico. Como la correlación no es causación, lo científico sería asegurar lo siguiente: puesto que se está dando este comportamiento, es imposible que intervengan en el mismo tales y cuales estructuras neuronales. Lo científico prohíbe, y por eso es refutable y no metafísico.
IVHay por ahí gente ganando dinero porque tras leer un par de libros ha pasado de -pongamos por caso- profesor de educación física a neuropedagogo. Sé de lo que hablo. A uno de ellos le oí una charla defendiendo que el estrés es malísimo para el aprendizaje, lo peor. Pues depende. Más bien existe una curva de estrés que tiene la forma de una "U" invertida y que es diferente en cada persona. El incremento del estrés puede ser beneficioso -e incluso imprescindible- para el aprendizaje hasta que llega un momento que el exceso comienza a ser perjudicial.
VA mi nieto B. le hemos limitado el tiempo de ver la tele. O sea, le hemos dado una carga de estrés. Le hemos dicho que se busque la vida. Se la está buscando haciendo experimentos "científicos" que consisten, básicamente, en mezclar todo tipo de cosas en todo tipo de recipientes y ver cómo evolucionan al sol. Nos estamos quedando sin vasos. ¡Pero todo sea por la ciencia!
VIPor cierto, la brisca me parece un ejercicio magnífico de deberes: estrategia, memorización y cálculo mental. La memoria de trabajo tiene que trabajar de lo lindo hasta conseguir hacerse con hábitos mentales que rebajen la carga cognitiva que supone para un novicio el aprendizaje de este juego de estrategia. ¿Habrán dicho algo los neuropedagogos al respecto?
VIIRespecto al título, "paranoia crítica": comienzo a pensar que lo que Dalí bautizó de esta manera es el funcionamiento por defecto del cerebro. Otro día me explicaré con más detenimiento.
VIIIYo no soy mi cerebro. Como no lo es ningún neurocientífico cuando tras salir de su laboratorio recobra su vida normal e intenta, por ejemplo, ligar en un bar de copas.
IXEntre el laboratorio del científico y el aula, hay un espacio poco riguroso donde la profesionalidad se relaja y los neuromitos encuentran la manera de colarse en el discurso.
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El café de Ocata
IPor algún sitio dice Ciorán que la sociedad se está convirtiendo en un infierno de salvadores. El infierno va en aumento. Y no me estoy refiriendo al ferragosto. Cada vez que echo una ojeada a la prensa, me encuentro con más gente dispuestas a subirse a lo más alto de su indignación moral para denunciar los males del mundo, acusar a la política de que no está a la altura de su indignación y, de paso, hacer publicidad de su bondad.
IICada vez que voy al médico me amenazan con una prótesis. Ahora, con una férula dental. El viejo: el animal con próptesis.
IIIHe dicho varias veces y repito ahora que hacerse viejo es estar más pendiente de tus rodillas que de las rodillas de las vecinas. No hay consuelo para tan grave mal.
IVHe enviado las correcciones de El amparo de las sombras al editor. esdecir, a Javier, mi amigo de la Isla de Siltolá. Creo que es un buen libro. He corregido pocas cosas. Pero quizás la falta de correcciones pudiera deberse, como sugiere mi amiga B., a la visita que tengo pendiente al oculista.
VAyer le enseñé a mi nieto B. a jugar a la brisca. Me pareció que podía ser un buen deber de vacaciones. Y en eso andamos empeñados, en hacer muchos deberes.
VI
Baricco tiene demasiada facilidad para la fórmula como para tomárselo en serio como pensador riguroso. Tanto es así, que de todos los intelectuales que no me gustan, Baricco es al que siempre leo. En su último libro The game -una pequeña gran farsa- me chirría su crítica a las élites cuando él está ejerciendo en cada párrafo de guardián del tráfico ideológico del presente. Es divertido el momento en que se pone a escudriñar las singularidades del presente y descubre, comno gran novedad, el triunfo de lo que Ortega llamó el hombre-masa.
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El café de Ocata
Desde un chiringuito de la playa de Ocata, con chanclas, pantalones cortos, un vino blanco con hielo y camisa de mangas cortas, un saludo, hermanos
En El Subjetivo
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El café de Ocata
IFui durante un tiempo largo devorador de beatniks. Comencé a leerlos en Pamplona a finales de los 70 -llegaron con el aire nuevo de la Transición- y mantuve mi devoción tan firme que cuando viajé a San Francisco, lo primero que hice fue visitar la City Lights, para rendir tributo de admiración a las sombras de Kerouak, Corso y Ferlinguetti. Ahora todo aquello me queda muy lejos. Mucho más lejos de lo que pensaba. Lo acabo de comprobar leyendo
La pesca de la trucha en América.
IIRichard Brautigan nació en Tacoma, Estados Unidos, el 30 de enero de 1935. Su padre no quiso reconocerlo y su madre lo abandonó con 8 años en la habitación de un hotel. Anduvo intentando mantenerse vivo, pasando más penas que alegrías. En una ocasión tenía tanta hambre que decidió lanzar piedras a la policía, para que lo detuvieran y le dieran algo de comer. La policía lo llevó a un psiquiátrico, donde lo internaron con el diagnóstico de esquizofrenia. Tras diferentes ensayos fracasados, escribió
La pesca de la trucha en América, que le dio de forma inmediata dinero, fama y, sobre todo, acceso a más mujeres de las que nunca hubiera podido soñar. Pero sus siguientes libros pasaron desapercibidos y al esfumarse la fama se le esfumó el dinero y se le esfumaron las mujeres. Volvió a encontrarse solo en la habitación de un hotel y allí lo encontraron el 24 de octubre de 1984, cuando estaba completamente olvidado. Tenía el cuerpo cubierto de gusanos y a su lado había una pistola y una botella.
La pesca de la trucha en América está dedicado a "A nuestros jóvenes, que pronto ocuparán nuestro lugar y morirán."
IIISuele decir T. que las pastillas nos quieren, que son nuestras amigas, y que hay que tratarlas bien. Desde luego, no hay duda de que ayudan a dormir y que habiendo dormido bien, el día es mucho más acogedor.
IVYa he dicho por aquí que estoy escribiendo un libro en defensa del conocimiento. Voy más despacio de lo que me gustaría, pero, en todo caso, avanzo. El hecho de que haya que escribir un libro en defensa del conocimiento en la escuela tiene algo a la vez de urgente y doloroso. Pero hay que hacerlo. Estoy descubriendo que cada generación se justifica ante las siguientes por al firmeza con que ha defendido lo evidente.
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El café de Ocata
IAyer, al fin, resucité de entre los muertos. He pasado unos días malos, pesados, presa de un malestar difuso -en mi casa hablaban de "mal temple"- que me impedía leer, escribir, concentrame. Andaba a rastras de mí mismo. Al fin, parece que ha escampado y que las cosas vuelven a adquirir su color propio. Cuando Heidegger hablaba de lo caprichosos que son los estados de ánimo, sabía muy bien lo que decía. La nada nadea y uno lo sabe, incluso puede dar nombres precisos a lo que le pasa, pero lo que no puede evitar es que no le pase lo que le pasa.
IICuando la nada nadea hay como una indiferencia ante las cosas que difumina sus límites, todo se tiñe de anonimato. Y si el ser es el fulgor de la forma bien limitada, el no ser es la indiferencia por el límite. Lo borroso se impone y ahí está el eco de la nada, nadeando, anodadando. No se trata de algo dramático y terrible. No conviene exagerar. Es, al contrario, bastante habitual. Se trata de algo así como una no-experiencia del perfil de las cosas que de vez en cuando nos fuerza a sentarnos como criaturas en el umbral de la puerta de nuestra casa vacía.
IIIY, sin embargo, la nada no nadea del todo si hay alguien al lado que nos quiere.
IVIntroito a El amparo de las sombras:"Mediodía de un domingo luminoso de marzo, en Puebla, México. De más allá de las jacarandas en flor del Paseo Bravo –que aquí se conocen como pasión de Cristo, por florecer en Cuaresma– me reclama el tañido de una campana. En este paseo hubo una vez un monumento a un distinguido insurgente, “benemérito de la patria”, pero ahora sólo queda una inscripción en la que se lee: “a su memoria, en este mismo lugar, se le erigió un monumento, que desapareció con el tiempo.”
Hace mucho calor y decido obedecer el reclamo de las campanas, en busca de la penumbra que proclaman. Llego así hasta la iglesia de San Agustín. En el umbral me encuentro con un cartel en el que está escrito el siguiente texto del santo de Hipona: “Aquí me tienes, Señor. Yo soy aquel esclavo que escapó de su amo y buscó el amparo de las sombras”.
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El café de Ocata
Ando corrigiendo las galeradas del que es, sin duda, un libro de aforismos, pero que, sobre todo, es un regalo inesperado que me hizo México: un manojo de ideas recogidas en rincones umbríos de mi conciencia. Uno se pasa la vida mirando al sur para dar con la luz y resulta que lo que enraíza anda, a veces, por el norte, donde la claridad es más avara.
En las librerías después del verano.
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El café de Ocata
I
Escribe el profesor Rafael Jiménez Asensio
una amplia y muy interesante reseña de
La Imaginación conservadora. Me ha dejado un buen sabor de boca porque pone de manifiesto que el libro sigue vivo, pero también porque uno siempre aprende cosas relevantes de sus lectores inteligentes. Quizás convenga, sin embargo, recordar que el libro, muy conscientemente, se titula
La imaginación conservadora, y no
La razón conservadora o
La política conservadora. Sigo pensando que lo prioritario hoy, en el conservadurismo, es reflexionar sobre el maginario con el que nos referimos a nosotros mismos. Ojalá haya gente disuesta a tirar de este hilo. Recientemente en Valladolid me aseguraron que así era.
IIMe está pasando algo preocupante: cada vez escribo peor en el ordenador. Las letras se me sublevan y acaban apareciendo donde no debieran. No sé si es un síntoma de algo inquietante o simplemente que tengo la vista cada vez más cansada.
IIINunca sé qué repercusión tendrá lo que escribo. A veces me da la sensación de que escribo cosas de interés que tendrán cierto eco y, sin embargo, pasan completamente desapercibidas. Otras, el eco me pilla desprevenido y me hace pensar en lo mal que me conozco a mí mismo. Esto último es lo que ha ocurrido con la ponencia con la que abrí el Congreso de Periodismo Cultural celebrado en Santander el pasado mayo, que el sábado mi admirado Sergio Vila-Sanjuán recogió resumida en el
suplemento cultural de La Vanguardia. Creía estar diciendo cosas elementales y evidentes y, sin embargo, he recibido una enorme cantidad de mensajes agradeciendo mis palabras. En el fondo, tampoco está mal eso de ir dándote sorpresas a ti mismo.
IVUna referencia de Jaccard a Richard Brautigan que sólo me atrevo a recoger en francés: “Il attendait des femmes un amour inconditionnel et des pardons successifs.” Lo dejo aquí.
VAyer hizo 40 años. 40 años llevamos casados. En realidad creo que nos casamos siendo otros y hemos ido creciendo juntos hasta ser lo que somos.
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El café de Ocata
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El café de Ocata
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El café de Ocata
Me invitan con gran cordialidad a dar una conferencia en una ciudad que estimo mucho y en la que siempre que he ido me he sentido como en casa. La conferencia se celebraría en el contexto de una jornadas sobre educación emocional que tienen por objetivo fomentar el bienestar de los alumnos en la escuela.
Contesto que mi agenda no me permite aceptar la invitación y añado: "Pero además, he de confesarte, sinceramente, que no tengo demasiada confianza en la educación emocional. Si se desea que los alumnos, se sienten bien en la escuela hay que demostrarles que todo cuanto hacen es relevante y que lo más relevante de todo es adquirir conocimientos poderosos."
Recibo una respuesta que no me sorprende: "Los conocimientos no sirven de mucho si los jóvenes no gozan de una salud emocional equilibrada, desde la que puedan expresar sus necesidades emocionales sin censuras ni prejuicios."
No contesto con nada de lo que se me agolpa en la punta de la lengua:
1. "Los conocimientos no sirven de mucho"... cuando son irrelevantes.2. El conocimiento es, como nos enseñó Platón, el mejor medio de cuidar del alma, porque le proporciona experiencias de orden y límite.3. El conocimiento nos ayuda a adquirir el vocabulario imprescindible para poner nombre a los enigmas que nos recorren y constituyen nuestra torcedura espiritual (Lacan). Nadie nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos, y, sin embargo, nadie está seguro de lo que hará el día de mañana, confesaba San Agustín.4. Las emociones no se enseñan, se contagian. Son como la gripe.5. La actual moda de la educación emocional no es sino una manifestación más de la creciente psicologización de la escuela. 6. Los estados de ánimo son autónomos. Vienen y van a su antojo. No hay educación que los embride.7. Las emociones no se pueden educar a sí mismas, necesitan de algún principio no emocional que las orientes, es decir, de un modelo determinado de persona. 8. En nuestra sociedad no aceptamos que nadie nos imponga el modelo de persona que debemos ser.9. Lo más cerca que podemos estar de la educación emocional es cuando leemos despacio a un gran novelista ruso.10. Más relevante, sincero y realista que la educación emocional es el socrático cuidado del alma. 11. Cuidar del alma significa, entre otras cosas, aprender a transferir a los sueños todo cuanto reprimimos durante la vigilia.12. Todos, me parece a mi, tenemos el alma lisiada. Tanto es así, que todos acabamos haciendo daño a quienes nos quieren.13. Recuperemos la virtud de la prudencia y el valor del ejemplo.14. Las emociones siempre se expresan con censuras y prejuicios. Y está muy bien que sea así. No hay educación emocional sin sentido de la vergüenza.
15. La convicción que subyace a la ideología de la educación emocional es que el conocimiento no tiene nada que ver con la vida; convicción que, por supuesto, sólo puede triunfar entre ignorantes satisfechos de su ignorancia e insatisfechos con sus vidas.
16. El único manual de educación que sabe de qué habla es el Príncipe de Maquiavelo.
17. Nunca se insistirá lo suficiente en que para las emociones vale cualquiera; para ser un buen profesional, no.
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El café de Ocata
No hay viajero interestelar que no tenga conocimiento de la existencia del planeta de las almas lisiadas y de la de sus dos más notables pacientes.
Es un planeta azul, como el nuestro, la Tierra, pero acoge a los que padecen ataques agudos de melancolía, porque sus aires, muy salutíferos, son lo mejor que hay para sanar cualquier herida del alma. En sus montañas, muy altas, abundan las fuentes de aguas armoniosas que proporcionan tranquilidad espiritual a los sedientos de armonía anímica. Las gotas de lluvia, al caer, dan unos masajes en la cabeza que ayudan a olvidar los desengaños, pero, lamentablemente, no se pueden olvidar los olvidos. En definitiva: que todos los trastornados del cosmos se congregan allí... y casi todos sanan en pocos días. Sólo dos viejecitos padecen una melancolía irrecuperable que ninguno de los remedios naturales del planeta de las almas lisiadas puede curar.
Estos dos viejecitos padecen una tristeza tan profunda que no hay manera de disolvérsela ni con un batido concentrado de alegría. Pasean siempre juntos, contándose una y otra vez sus vidas. Ella se llama Rosaura y él, Leopoldo.
Rosaura le repite cada tarde a Leopoldo la misma historia. Su novio llegará de un día para otro para casarse con ella. Se separaron hacía muchos años de malas maneras por culpa de ella. Él tenía que ir a explorar los límites de un agujero negro y ella no quería quedarse sola, así que se enfadó y se negó a darle un beso de despedida. Rosaura sabe que su novio emprendió el viaje muy, muy triste, pero confía, ciegamente, en que no tardará en volver y se reconciliarán y serán felices, porque aquel beso que no dio está creciendo en ella com un globo y está a punto de ocupar todo su interior.
Leopoldo le repite tambien a Rosaura, cada tarde, la misma historia. Tiene que volver a su base porque allí lo espera su novia. Se separó de ella hace mucho tiempo porque a él le ordenaron ir a explorar los límites de un agujero negro y ella no quería quedarse sola. Las órdenes, sin embargo, eran estrictas y perentorias. Le rogó que lo comprendiera, pero ella se negó a darle un beso de despedida. Desde entonces vive con un vacío en el centro del corazón que crece y crece sin parar y sólo aquel beso antiguo puede llenar. Ahora estaba a punto de terminar su exploración y regresaría junto a ella.
Sí, aquellos dos ancianos son Rosaura y Leopoldo.
Rosaura enfermó de tristeza cuando Leopoldo salió a cumplir su misión y una profundísima melancolía, que le impedía vivir en la realidad, se apoderó de ella. El pelo se le encaneció, la espalda se le curvó, perdió mucha vista, enflaqueció…
Leopoldo regresó a la base un año después de su partida y al encontrar a Rosaura enferma, él también enfermó de tristeza. Su dolor fue tan grande que acabó confundiendo el pasado, el presente y el futuro.
Ahora, enfermos los dos, son las figuras más famosas del planeta de las almas lisiadas. Todos saben quiénes son, excepto ellos. Rosaura espera la llegada de Leopoldo sin darse cuenta de que lo tiene a su lado, y Leopoldo espera su inminente viaje de regreso sin darse cuenta de que regresó hace años.
Caminan uno al lado del otro por los caminos que llevan a las fuentes de aguas armoniosas, pero, por mucha agua que beban, nada puede disolver su pena. Así que envejecen añorando lo que tienen al alcance de la mano.
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El café de Ocata
La india apache Brote de Plumón de Almendro era tan guapa que siempre iba envuelta en una nube de mariposas. Tenía una voz bellísima y cantaba las antiguas historias de su tribu de una manera tan encantadora que cada vez que cantaba, florecían las flores de la pradera. Yo le debía la vida porque fue ella quien me atendió y curó cuando un grupo de comanches me atacó por sorpresa.
Brote de Plumón de Almendro podría haberse casado con cualquier gran guerrero apache, pero estaba enamorada de Mirada Alta, el hijo del jefe Antes de Ayer. Se enamoró de él una noche de luna llena en que lo vio tocar las castañuelas ante el fuego central con tanto salero, que parecía un principe gitano. En realidad tocar las castañuelas era lo único que Mirada Alta sabía hacer. Eso a Brote de Plumón de Almendro, no le importaba, pero a Antes de Ayer sí, ¡y mucho! Precisamente porque no veía nada claro el futuro de un indio apache que lo único que sabía hacer bien era tocar las castañuelas, estaba empeñado en casar a su hijo con alguien que tuviera trabajo fijo.
Mirada Alta, como todos los jóvenes apaches, también estaba enamorado de Brote de Plumón de Almendro, pero su padre le dijo que no se hiciera ilusiones porque ya tenía hechos planes para su futuro. Se casaría con una camarera del restaurante que Lobelto tenía en Tejas Verdes, porque decía que al menos, siendo camarera, tenía trabajo fijo.
Nadie sabía por qué el jefe Antes de Ayer se llamaba Antes de Ayer, pero todos estaban de acuerdo en que tenía un genio malísimo y que no convenía llevarle la contraria. Así que el pobre Mirada Alta parecía condenado a casarse con la camarera de Lobelto, a la que no amaba.... pero justo en ese punto intervine yo.
Le enseñé a Brote de Plumón de Almendro a leer, escribir y las cuatro reglas (la suma, la resta, la multiplicación y la división), y de esta manera se capacitó para abrir en el poblado apache una escuela de primeras letras que se llamaba Lobelto Autopizza. Tenía, pues, trabajo fijo y Antes de Ayer levantó sus objeciones para su boda con su hijo.
En fin, que Brote de Plumón de Almendro y Mirada Alta se casaron y puedo asegurar que fueron muy, muy felices. Brote de Plumón de Almendro cantaba, las flores de la pradera florecían, Mirada Alta tocaba las castañuelas entre las prímulas y un maestro becario de Tejas Verdes se ocupaba de la formación intelectual de los jóvenes apaches.
Me imagino que os habrá sorprendido el nombre de la escuela, Lobelto Autopizza, pero tiene su explicación. Lobelto era el nombre que le daban al propietario de un restaurante chino de Tejas Verdes. En realidad se llamaba Yan-yan Kuan Fo Rong Hong, pero como nadie sabía pronunciar este nombre, comenzaron a llamarlo Roberto. Dado que el chino se refería a sí mismo como Lobelto, con Lobelto se quedó. Lo de Autopizza se lo sacó Brote de Plumón de Almendro de la manga porque quería darle a su escuela un toque de sofisticación internacional.
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El café de Ocata
El Conde de Herzegovina es un tipo de mucho cuidado. Tiene una pierna de hierro macizo, porque la suya se la arrancó de un mordisco certero un cocodrilo blanco de ojos fosforescentes que vive dentro del túnel del torrente que hay en el Parque de la Ninfa, en Ocata. Camina lentamente, arrastrando la pierna de hierro con grandes esfuerzos debido a su enorme peso. El ruido que produce al arrastrar su pierna por los interminables pasillos de su castillo se oye a quilómetro y medio de distancia.
¿Por qué se puso una pierna de hierro y no de madera o de plástico, por ejemplo? Pues porque el Conde de Herzegovina es un aristócrata antiguo, y los aristócratas antiguos hacen cosas difíciles de entender, pero ellos consideran que su deber es hacerlas, sin valorar para nada su dificultad.
Tiene el Conde de Herzegovina un muñón en el extremo del brazo izquierdo, porque su mano se la regaló un día a un caníbal que estaba a punto de morir de hambre. En agradecimiento, el caníbal, tras comerse la mano del Conde, le ayudó a liberar a una hermosa joven que una feroz tribu enemiga ya había metido en una cazuela, rodeada de zanahorias, col, perejil, laurel y cilantro. La hermosa joven resultó ser Florinda Flor de las Nubes.
Al conde de Herzegovina le falta el ojo izquierdo y en la cavidad vacía vive una tarántula que asoma de vez en cuando sus dos patas delanteras sobre el pómulo y que, con los golpes que da con sus patas traseras, le indica al conde qué dirección tomar, dado que el otro ojo le cuelga sobre la cara y no le sirve de nada. Nunca me ha contado qué es lo que lo dejó en ese estado lamentable.
Lo importante es resaltar que el Conde de Herzegovina vive en un castillo de torres altísimas y de muy difícil acceso con su amada Florinda Flor de las Nubes y media docena de fieles criados muy bien pagados, porque aunque le gusta el aislamiento, es muy buena persona. Sí, duerme en un ataúd, como Drácula, pero es porque le da pereza desnudarse para meterse en la cama.
Yo suelo ir a verlo de vez en cuando porque estamos terminando de escribir entre los dos una enciclopedia con muchísimos tomos que se titulará Enciclopedia de las cosas que no le interesan a nadie.
Florinda Flor de las Nubes es la mujer más hermosa que yo he visto en toda mi vida… después de mi mujer, de mi hija y de mi nuera, claro está, y está muy enamorada del Conde de Herzegovina. A mí me recibe con mucha alegría cada vez que voy a visitarla al castillo, y es la encargada de corregir la ortografía de las entradas que escribimos para la enciclopedia. Incluso algunas de las mejores páginas del tomo dedicado a los sueños improbables de los moluscos, han salido completas de su mano.
Florinda Flor de las Nubes estaba bajando un día las escaleras de caracol de la torre del homenaje cuando un golpe de viento le apagó la vela que llevaba en la mano. Al quedarse a oscuras no calculó bien la distancia de los peldaños y cayó dando vueltas por toda la escalera. Murió de un golpe en la nuca que se dio en el penúltimo peldaño. Pero el Conde de Herzegovina la devolvió a la vida con un beso, un masaje cardiaco y el olor de un guiso de liebre con patatas, que es la comida que más le gusta.
Cuando el Conde de Herzegovina y Florinda Flor de las Nubes pasean por los bosques que rodean su tenebroso castillo en las noches de luna llena, los lobos salen de sus guaridas y los acompañan en su recorrido. Se dice por Herzegovina que Florinda Flor de las Nubes había sido una loba a la que el Conde convirtió en mujer, pero no es verdad. Ya he dicho cómo se conocieron.
También se dice, y esto sí que es verídico, que, de vez en cuando, el Conde y Florinda Flor de las Nubes organizan grandes fiestas a las que solo acudo yo de fuera del castillo. Tiene que ser así porque, en primer lugar, nadie más está invitado, y en segundo lugar, si lo estuviera, no podría soportar el espectáculo: con los primeros compases del primer vals, las estatuas del castillo bajan de sus pedestales y se van sumando a la fiesta con más o menos energía, según sean jóvenes o venerables ancianos.
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El café de Ocata
IAyer llovió y las temperaturas se humanizaron. Dicen que el filósofo Plotino sentía vergüenza de tener un cuerpo. Estos días pasados de calor y humedad lo he. comprendido perfectamente. Por la tarde salí, reconciliado con mi cuerpo, a dar un largo paseo por la playa. El cielo estaba Bacarisse y el mar, Epicteto.
IILa política es un juego en el que los jugadores creen poder domesticar el azar, prever por dónde, exactamente, les llegará la pelota. Cada día proporciona pruebas más que suficientes de lo desmedido y absurdo de esta creencia. Pero cada día sepultamos las voces del azar bajo toneladas de esperanza y seguimos confiando en nuestra inteligencia política. La política es el juego que nos permite ignorar hasta qué punto somos seres naturales.
IIIHa vuelto de vacaciones mi segundo nieto. La verdad es que se echa más en falta a los nietos que a los hijos.
IVMe entrevista E.M. para un artículo que está escribiendo sobre la educación emocional. A mi esto de educación emocional me parece una declaración de soberbia. Le dije que lo más que podemos hacer para educarnos emocionalmente, es transferir a nuestros sueños las represiones de nuestra vigilia, para que allí se muevan a sus anchas. O sea: que el hombre emocionalmente educado es el que se limita a soñar lo que el maleducado vive.
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El café de Ocata
ITengo un resfriado de hombre y mi mujer, como suele ser el caso, no me entiende. Más aún, me mira de arriba abajo con cierta sorna, mientras yo me retuerzo entre espasmos agónicoas de un leve malestar insoportable. No es fácil ser hombre y llevarlo con dignidad.
IIParece que bajarán las temperaturas. El cielo, a esta hora -las 7 de la mañana- anda indeciso, pero esas nubes que veo desde la ventana evolucionando en pie de guerra, no son muy tranquilizadoras.
IIIEntre las cosas entrañables, divertidas, instructivas, cordiales, sabrosas y ... (aquí me falta un adjetivo) que me han pasado en la vida, la del Círculo Hermenéutico Estraussiano de les Planes es la única que reúne todos estos adjetivos. Si el que en el futuro escriba la historia de la filosofía en Cataluña no le dedica al menos una nota a pie de página al Círculo, no habrá escrito una obra de fiar.
IVLe he contado a mi nieto Bruno el cuento de Manoliño, el niño-moco, que cada vez que se sonaba, cosa que tenía que hacer con frecuencia, se vaciaba como un globo y sus padres tenían que recoger todo el mejunje mocoso de su hijo con una aspiradora y volvérselo a meter por las narices para que el niño volviera a inflarse y a recuperar su forma.
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10:57
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El café de Ocata
I"Hola Gregorio [...]. Me gustaría compartirte toda la investigación que estamos desarrollando sobre los procesos atencionales y su influencia en los procesos de aprendizaje. Estamos trabajando de la mano del MIT de Harvard y utilizando tecnología de Brainco de Harvard a través de una diadema que recepciona estímulos electromagnéticos y los traduce a una onda de atención del alumno. Todo ello lo hemos utilizado en el diseño de un protocolo de entrenamiento llamado Progrentis para el desarrollo de destrezas y habilidades del pensamiento y Gracias el estudio estamos personalizando y optimizando la ruta de entrenamiento de cada alumno". Sigue una invitación a conocer directamente todo esto, a la que respondo afirmativamente de manera inmediata.
IIHace unos meses contactó conmigo una importante empresa de juguetes para mostrarme el proyecto de un juguete que educa la atención.
IIIMi curiosidad es siempre mucho mayor que mi escepticismo.
IVEn español, la atención es algo que se presta; en francés, algo que haces; en inglés, algo que pagas; en alemán, algo que regalas.
VLa atención, a veces, te permite huir a tiempo.Consejo de Juan Casiano (360-435) a los monjes en sus
Institutes: "Un monje siempre debe huir tanto de las mujeres como de los obispos".
VIAyer, largo baño en el mar al atardecer, con una sensación extraña: el agua estaba demasiado caliente. El Mare Nostrum como Sopa Nostra.
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El café de Ocata
ISigue el calor. Ya sé que es una vulgaridad esto de quejarse porque hace calor en verano. Pero hace un calor que por muy vulgar que sea, no es nada trivial. Es tan físico, que resulta metafísico.
IILargo paseo con Bruno, mi nieto mayor. Nos hemos ido de exploración por una zona muy poco transitada de Ocata, siguiendo sendas borrosas entre matorrales y zarzales. En estos últimos ya están las moras casi maduras. Es una zona asilvestrada, en la que la naturaleza no ha tardado en imponerse a lo que una vez fueron huertos caligráficamente cultivados. Aquí localicé hace tiempo abundantes restos de cerámica que sugieren la existencia de un hábitat romano. Intenté enseñarle a Bruno a diferenciar la textura de los diferentes tipos de cerámica. Cuando paseamos los dos solos me soprende muy gratamente el tipo de lenguaje que usa, a veces muy ajustado y preciso. Cuando le pregunto donde ha aprendido a utilizar una determinada palabra, ayer, por ejemplo, "hipótesis", me suele remitir a algún vídeo de internet. Le gustan mucho los vídeos de ciencias (no sólo los de ciencias, como es normal). Me hizo pensar que tan importante como aprender un término nuevo es tener la oportunidad de usarlo en el contexto adecuado. Como nos movemos en contextos diferentes, debemos aprender a usar registros lingüísticos diferentes. No creo que las palabras que usa conmigo sean exactamente las que usa con sus amigos. Y así debe de ser.
IIIDedico mucho tiempo a leer estudios recientes sobre el aprendizaje y, en concreto, sobre el aprendizaje infantil. Vuelvo así a encontrarme con un hecho un tanto descorazonador: en educación no hay teoría, por muy peregriona que sea, que no sea capaz de blandir algún estudio empírico a favor.
IVCreo que he pillado uno de esos resfriados de verano. Lo tengo aquí, okupando mi garganta y provocándome un ligero pero permanente malestar general.
VLuis Moctezuma me envió ayer el índice del achivo de Laurette Séjourné. ¡Al fin he dado con él! Muy interesante. Quizás tenga que buscar un hueco en los próximos meses para un nuevo viaje a México. La principal virtud de un investigador es la persistencia.
VINo es cierto, pero no puedo resistir la tentación de traer hasta aquí esto que dice Paul-Jean Toulet: "L'amour est comme ces hôtels meublés dont tout le luxe est au vestibule."
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El café de Ocata
I¿Cómo demonios hacían los griegos para pensar en pleno verano? Quizás la famosa caverna de Pla
tón no sea una metáfora y nombre un refugio subterráneo fresquito en el que los filósofos socráticos de Atenas se refugiaban para no acalorarse dándoles vuelta y vuelta a las ideas. No se puede pensar y sudar al mismo tiempo. El sudor nos materializa de la forma más obscena.
IILeo en Alex Beard: "Tenemos que preguntarnos si estamos aprendiendo a utilizar las herramientas [tecnológicas] actuales o si son ellas las que están aprendiendo a utilizarnos a nosotros”.
III San Agustín: “Nadie es conocido por otro mejor que por sí mismo y, sin embargo, nadie se conoce tan bien a sí mismo que pueda estar seguro de su conducta de mañana”.
IVAntístenes (y esto es lo que más duele): "Los Estados caen cuando no pueden distinguir a los locos de los cuerdos". Podría traducir este aforismo de Antístenes también de esta manera: "Los Estados se desintegran cuando no son capaces de diferenciar lo alto de lo bajo".
VFirmo con Ariel el contrato de mi próximo libro. Tratará del valor del conocimiento y saldrá a principios del año que viene.
VIMe llegan las galeradas de un libro de aforismos que mi querida Isla de Siltolá publicará cuando llegue el fresco:
Este es para mí un libro muy especial, porque nació, sin que yio fuera conscientemente a buscarlo, en la penumbra de la iglesia de San Agustín, en Puebla, México, a donde había entrado para refugiarme del inclemente sol del mediodía. Durante aquellos días, todo mi horizonte esstaba concentrado en un punto: el volcán y sus columnas de humo. Horizonte y aforismo tienen la misma raíz griega: "horos" (mojón).
VIIYa les he contado que hay una mujer en París -Dios la proteja- que cree que soy Calderón de la Barca, cosa que me llena de orgullo. Ayer le envié este maravilloso soneto de nuestro inmortal poeta:
Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.
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El café de Ocata
"La teoría había sido publicada a principios de los años 80, refutada en los 90 e incorporada a los programas de formación del profesorado en la década del 2010".
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El café de Ocata
ICena agradabi
lísima en casa con un grupo de amigos a los que conocemos desde siempre, a pesar de haberlos conocido no hace mucho. Esto pasa cuando pasa. Hay personas con las que sientes que hay una reserva en el trato mutuo, algo que no acaba de entregarse con generosidads. Las relaciones son cordiales, podemos, incluso, tratar con interés temas comunes, ayudarnos mutuamente, pero algo falta para que la cordialidad pueda dar paso a la amistad. Hay otras, por el contrario, con las que cada encuentro es una celebración. Menú: Vichyssuise con aceite de aguacate; coliflor gratinada con bacalao; lomo con pimientos, queso azul y jengibre. El postre lo trajeron nuestros amigos: horchata con helado de turrón de jijona.
IIAyer hubo sesión importante en el Parlamento. La seguí desde muy lejos, y así no eché en falta directamente la carencia de sentido de Estado de nuestros políticos, a los que tanto les gusta tocar la lira mientras Roma está ardiendo.
IIIConocí personalmente a Elvira Roca en Madrid. En el palacio Real, para ser exactos. Me gustó mucho su
Imperiofobia, que ahora veo que algunos critican porque -dicen- ofrece una visión sesgada de nuestro pasado. Obviamente la misión de los historiadores es buscar la verdad; pero la probidad, que es una importante vrtud, tiene sus límies políticos. No hay comunidad política capaz de vivir sin mitos.
IVCalor de ferroagosto y el agua del mar muy sucia. Bandera amarilla. El Mare Nostrrum corre el riesgo de convertirse en la laguna Estigia.
VMe envía una amiga una foto. Está trabajando en una campaña arqueológica en Cumas. Al fondo se divisa la isla de Isquia.
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El café de Ocata
IMe preguntaban hace unos días en Madrid a qué época de mi vida quisiera volver. Se sorprendieron mucho cuando les contesté inmediatamente que a ninguna. Lo que quisiera, si pudiera, es hacer algunos arreglos de mantenimiento en mi vida presente, ¿pero volver atrás? Tengo las rodillas machacadas, la vista en declive, la audición se me ha independizado y va a su antojo, de vez en cuando me dan ataques de vértigo y me caigo en el lugar menos pensado. Pero ahora soy más libre que nunca. No, no quiero volver atrás. Lo que quiero es tener futuro y una cabeza clara para poder desarrollar mis proyectos, que son muchos.
IIEl hombre es un ser futurizador, decía Ortega. Quitadle esto, y le quitáis todo, incluyendo el presente y el pasado.
III Me preguntaron también que si, con mi perspectiva actual, pudiera darles un consejo a mis hijos, cuál sería. La verdad es que intento darles los menos consejos posibles a mis hijos. Son adultos y viven en su propio mundo, que ya no es exactamente el mío. Mi papel no es ya aconsejarlos sino quererlos. Como me insistieron en que les diera un consejo, respondía que les pediría que fueran buena gente. Es la mejor inversión que puede hacerse en la vida. No hay ninguna más rentable.
IVLa luz de la mañana es cálida y fría, poero se va diulcificando rápidamente. Le sienta muy bien a las jacarandás que veo desde mi ventana. Le arranca dorados insólitos al verde oscuro de sus hojas. El cielo tiene un tono azul gastado y el mar, al fondo, parece una prolongación del cielo. Cuando mi madre tenía mi edad, hizo un viaje a Fuenterrabía con una amiga que no había visto nunca en el mar. Al ver esta mujer aquel espectáculo, se quedó boquiabierta. Corrió hasta la orilla y le gritó a mi madre, "¡Gloria, mira que bajo está aquí el cielo, si hasta se puede tocar con la mano...!".
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El café de Ocata
IInolvidable viaje a Valladolid, entre académico, onírico, gastronómico e iniciático. Resalto muy especialmente las conversaciones con el socialista Juan José Laborda, que fue presidente del Senado, que me enseñó el significado de la "efebocracia" y me dio pistas importantes para comprender el significado de la Transición. Desde un punto de vista personal, me cayó muy bien Jaume Vives. Me impresionó especialemnte lo que menos esperaba encontrar en él: una profunda espiritualidad. Jaume tiene algo de místico español. Con Cayetena apenas tuve tiempo de intercambiar algunas frases de cortesía, a pesar de que compartíamos la misma mesa. En su crónica de lo sucedido en nuestro hipotético debate, el Norte de Castilla dice: "La exposición de Gregorio Luri sobre conservadurismo quedó ensombrecida con la intervención de Álvarez de Toledo, que dedicó su tiempo a señalar los fallos de otros grupos políticos y movimientos sociales".
IIYa saben ustedes que me gusta recorrer las librerías de viejo de las ciudades por las que paso. En Valladolid me encontré con varias librerías de segunda mano bien surtidas de cacharrería literaria, pero la librería de viejo es otra cosa. Como no supe dar con ninguna que mereciera este nombre, acabé comprando en la magnífica librería Un árbol de letras, de la calle Juan Mambrilla, la edición que hizo en el 2001 la Junta de Castilla y León del
Europa heautentimorumene de Andrés Laguna, con prólogo de Joseph Pérez. Lo leí de una tirada en la Plaza Mayor, esquivando a vendedores ambulantes de todo tipo de abalorios y lo cerré con un punto de melancolía, porque los buenos libros siempre hablan del presente continuo.
IIIEn la misma calle Juan Mambrilla, a un par de pasos contados de Un árbol de letras, topé con este cartel, situado justo delante de una "escape room". Pensé que sería buena idea que en este último lugar se enseñara a las moscas a salir de la botella.
IVComo ocurre en el resto de ciudades castellanas, en Valladolid, la hora de la lujuria es la mañana. Si el sol del mediodía es inmisericorde e implacable, las mañanas reivindican a Castilla, sacudiendo su "polvo, sudor y hierro" y entregándole al visitante curioso una promesa que, como todo en la vida (piénsese en las castañas en otoño) siempre huele un poco mejor de lo que sabe. Pero ese olor es real: emana de las sombras que adornan las fachadas. Castilla es también el "cobijo de la sombra", por emplear una expresión de San Agustín.
VPasaron en Valladolid muchas otras cosas. Conocí, por ejemplo, a una filósofa admiradora de Gómez Dávila, artista de performances y "ama" felizmente casada con su esclavo, que me informó detalladamente -sin pasar nunca de la estricta teoría- de los pormenores del arte de la sumisión y la dominación. Perdí un avión y gané un día. Abracé efusivamente a María Blanco, economista, liberal, mediática y magnífica persona, a quien descubrí virtualmente hace tiempo gracias al singular "MSV" (Movimiento Stalin Vive). María me informó que el promotor de esta genial "performance" digital murió hace algún tiempo. Descanse en paz. Recordaré un paseo que un día de invierno hicimos lo dos por las Ramblas de Barcelona en el que me habló de sus proyectos con Vagina Seminova... pero esa es otra historia. Saludé a estraussianos que adquirieron la condición de tales en este café, al economista John Müller, a Vidal Arranz... y, finalmente, logré desvirtualizar a Miguel Ángel Quintana Paz, viejo cliente de este café, alma de este encuentro en Valladolid que me han regalado él y el cielo. En la noche del viernes fui testigo de su ascensión a la nobilísima condición de Caballero de la Cassette de Carreteras:
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El café de Ocata
I¿Finge quien finge sin saber que finge?
II ¿Y quien se cree sincero por ignorancia de lo infundamentado de esas convicciones que soportan sus creencias?
III ¿Qué porcentaje de lo que consideramos más genuino de nosotros mismos ha sido robado a las personas que hemos ido admirando? ¿Tenían ellas como propio cuanto les robamos?
IVSer Calderón para alguien conlleva muy serias responsabilidades. Por ejemplo, la de imaginarte que eres Segismundo para ti mismo.
VUno se pasa la vida intentando apartar de sí lo que cree menos genuino de sí mismo. Adherencias que quisiéramos que no fueran reales, pero sin las cuales seríamos otro.
VI La vida es inevitablemente sueño cuando miras a la cara a aquel niño que fuiste en la foto encontrada casualmente en el fondo de un cajón, entre papeles viejos e inútiles de los que te duele desprenderte.
VIIEsta tarde viajo a Valladolid. Mañana por la mañana soñaré que razono.
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El café de Ocata
IViaje a Madrid. Salí el lunes a las 15:00 y regresé ayer a las 17:00. En los días calurosos de verano, Madrid es una ciudad que parece acomplejada por el peso del cielo incandescente, pero en cuanto comienza a refrescar un poco al caer la tarde, las terrazas se llenan de gente y la ciudad se reencuentra consigo misma.
IISalió ayer en
Expansión una foto que nos hicieron en Peralada. Allí estamos María Alasia, mi Agente provocador, Jordi Nadal (editor de Plataforma) y un servidor. Desde hace años Jordi me viene llamando Maese Luri y yo a él lo llamo JJJordi, porque estoy convencido de que nadie tiene fuerzas para hacer todo lo que él hace, así que he concluido que no hay un Jordi, sino tres, que son idénticos y se van turnando en sus horas de trabajo para darnos el pego a todos.
IIIAyer me enteré que hay una mujer en París que cree que soy Calderón de la Barca.
IVPensando en Carmen Calvo, esto de Rorty, eminente intelectual de izquierda, dirigiéndose a los intelectuales de izquierda: “¿En qué estamos más interesados: en aliviar la miseria o en crear un mundo en el que los intelectuales sean los guardianes del bienestar público?"
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El café de Ocata
IChaparrón de verano. El día amaneció con sus rutinas, sin amenazas, pero a medida que avanzaba la mañana iba tomando un cariz pendenciero, que, finalmente, estalló a primera hora de la tarde. La escandalera de estas tormentas es una de las peculiaridades del verano mediterráneo. No seríamos nosotros sin ellas. Con las primeras gotas, enormes, se eleva del suelo ese olor tan peculiar a tierra mojada que es como una exhalación de la vida recobrada y un reencuentro con todas las tormentas pasadas a lo largo de nuestra vida. Durante media hora estuvo lloviendo con consistencia y después volvió el verano y salí a pasear en compañía de Martha Argerich y Shostakovich: Concierto de piano número 1, el quinteto para piano y el concierto para dos pianos. Volvían a la playa los desalojados por la lluvia a encontrarse con un mar sucio, que acababa de recoger toda la basura que habían arrastrado hacia él las rieras y torrentes.
IIEstoy leyendo algunos libros sobre neuroeducación. A veces siento que me toman el pelo vilmente. Una cosa es descifrar lo que un neurólogo ve en sus máquinas, sin duda cada vez más avanzadas, y otra muy distinta intentar explicarme a mí cómo es mi vida, el mundo de la vida. Si lo que dice un científico, por famoso que sea, sobre el mundo de la vida, se contradice con mi experiencia cotidiana en el mundo de la vida, es decir si intuitivamente veo que lo que dice no cuadra con mi experiencia, me quedo con mi vida que es, creo yo, con lo que se queda también el científico cuando sale del laboratorio y se dedica a ser él, no su cerebro.
IIIVuelve mi nieto Bruno de pasar unos días en un camping. Me abraza y me dice: "¿Sabes, abuelo? A veces se echa en falta a las personas a las que pones histérico".
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El café de Ocata
Este es el consejo que daba Che Guevara a sus hijos en la última carta que les escribió:
Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:
Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no estoy entre Uds.
Casi no se acordarán de mi y los más chiquitos no recordarán nada.
Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho.”
No creo que el Che viera con reticencias las canciones que los niños chinos cantan con entusiasmo en sus jardines de infancia y que dicen cosas así: "Soy un soldado pequeño, practico cada día” o “No hay nada más honorable que el trabajo” o “Cuando el maestro habla, tú no puedes hablar”. Tampoco me parece que frunciera el ceño si viese escuelas llamadas, como es habitual en China, “La sabiduría, lo primero”, “El sacrificio es oro” o “El mejor lugar para aprender matemáticas”. Y estoy seguro que no pondría ni la más mínima objeción a la “emulación socialista”, tan defendida por Lenin.
La dimensión social de la educación se mantiene viva en China y es un elemento motivador del aprendizaje, mientras parece estar desvaneciéndose en Europa, donde contemplamos la escuela desde un punto de vista cada vez más psicologizado. Los chinos saben que, como dice un refrán suyo, “una generación planta los árboles y otra disfruta de su sombra” y consideran que es un gesto muy noble plantar los árboles de cuya sombra no disfrutarán, precisamente porque ya disfrutan de la sombra de los árboles que plantaron los que les precedieron.
La piedad filial, una de las virtudes chinas más sobresalientes. Incluso existe en las escuelas el día de la celebración de la obediencia filial. ¿Y qué decir del día en que los niños traen a sus abuelos al cole para darles un masaje y lavarles los pies?
Pero la principal manifestación de la piedad filial es el esfuerzo escolar: hay que esforzarse por trabajar en clase porque es la manera de corresponder a lo que nuestros padres esperan de nosotros. Obviamente hay aquí todo un proyecto de educación emocional que asume que ciertas actividades escolares son imprscindibles aunque sepan “chicu” (amargas) o que aquello que puede aprenderse bien no debe dejar de enseñarse (el concepto de raíz cuadrada comienza a trabajarse en preescolar).
En las escuelas chinas preocupa mucho menos crear las condiciones de confort que posibiliten el aprendizaje (que es lo que hacemos nosotros) que crear aprendizajes que posibiliten el confort (que es lo que hacen ellos con naturalidad).
Lenora Chu, a quien debo las observaciones anteriores, recoge en su libro
Little Soldiers (2017) una entrevista que mantuvo con Andreas Schleicher, a quien ella misma define como “el arquitecto de PISA”. Ambos se muestran de acvuerdo en que los excelentes resultados de Shangay en PISA han de ser tomados en serio, porque “el Shangay de hoy es la China de mañana”. Schleicher reconoce que “los chinos están haciendo las cosas bien” porque conocen las demandas cognitivas que pueden exigírsele a cada niño. “Los chinos -añade- memorizan lo que necesitan memorizar y usan el resto del tiempo para profundizar en la comprensión conceptual”. Aunque Schleicher no lo diga, sí lo dice Lenora Chu: al menos en matemáticas, las escuelas chinas son un magnífico ejemplo de los beneficios de la instrucción directa y el meticuloso aprovechamiento del tiempo.
Los occidentales queremos creer que en algún repliegue del alma del niño está durmiendo un genio que podrá despertar con los estímulos adecuados. Los chinos prefieren confiar en la práctica intensiva, en la diligencia y en la instrucción directa.
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El café de Ocata
A raíz de mi conferencia en el Forum Educa, me entrevistó Juan Cruz, que hoy firma un artículo en el país sobre el fomento de la lectura en el que me cita.Juan Cruz hace referencia a una anécdota, protagonizada por Benjamin Carson, que quiero recoger aquí con más detalle.
Mi amigo Jordi Nadal, director de Plataforma Editorial, recibió hace poco en su editorial a tres chicas adolescentes muy poco interesadas en la lectura. Les leyó la carta que Camus escribió a su maestro cuando recibió el premio Nobel. Les explicó también quién era Camus y como un día su abuela lo envió a comprar un poco de comida y él se gastó el dinero en golosinas. Cuando la abuela le preguntó dónde estaba la compra, él respondió que la moneda se le habían caído en el váter. La mujer se arremangó y la buscó con la mano, en vano. "Esto -les comentó Jordi- es la pobreza que intuyo que vosotras no conocéis". Después seleccionó una página de las memorias de Benjamin Carson y les pidió que la leyeran mientras él atendía unos asuntos urgentes.
Benjamin Carson es director de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil del Johns Hopkins. Su madre era una empleada doméstica que se dio cuenta de que la gente de éxito pasa más tiempo leyendo que mirando la televisión. Decidió entonces que sus hijos sólo mirarían tres programas a la semana y que en su tiempo libre leerían libros de la biblioteca pública. Cuando acababan uno, le tenían que entregar un comentario del mismo por escrito, que ella leía en silencio, con gran interés, mientras ponía algunas marcas en el texto. Años más tarde, Benjamin Carson descubrió que su madre no sabía leer.
En el instituto, Benjamin perdió el interés por el estudio. Prefería ser un chico popular. Un día se quejó a la madre porque no le compraba ropa de marca. Ella le dijo: "De acuerdo. Te daré todo lo que gano cada semana fregando suelos, y tú nos comprarás la comida y pagarás las facturas. Con lo que te sobre, te podrás comprar lo que quieras". A Benjamin le pareció un buen trato. Pero después de comprar las cosas imprescindibles, no le quedó ni un céntimo. Entonces comprendió los equilibrios que tenía que hacer su madre para comprar la ropa que llevaba. Y volvió a estudiar con ganas. "Mi historia -concluye Carson- es, en realidad, la historia de mi madre, una mujer con escasa educación formal que me enseñó que no hay tarea más importante que la de hacer de padres".
Una hora después de despedirse, Jordi recibió una llamada de una de las chicas. Quería decirle que cuando iban hacia la editorial sólo se habían fijado en los escaparates de las tiendas de ropa, pero que a la vuelta se detuvieron ante dos librerías.
Cuento todo esto aquí:
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9:46
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El café de Ocata
I Ayer por la tarde, fiesta de Expansión en Peralada. Esta vez fuimos con Jordi y María, de Plataforma. Viajar con la amistad al volante es acortar las distancias de tal forma que en cuanto subes al coche ya has llegado al lugar al que querías ir. En Peralada estaban Collboni y Borrell.
IILos escolásticos diferenciaban entre "studiositas" y "curiositas". El curioso vive en un mundo de objetos, el estudioso en un mundo de dones. Una de las características de la pedagogía moderna es que no sabe lo que ha olvidado.
IIIEl curioso pasa su mirada por el barniz de las cosas; el estudioso agradece. Estudiar es agradecer.
IVCuenta Jordi esta anécdota. En la universidad, en la clase del profesor X se durmió un estudiante. El profesor le pidió a su compañero de mesa que lo despertase. "¡Perdone, señor -le contestó éste-, pero si usted lo ha dormido, despiértelo usted".
VEscribiendo el punto anterior suena el teléfono. Me comunican la muerte repentina de una persona. La conciencia pavorosa de la fragilidad humana. Estudiar es también llorar.
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7:40
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El café de Ocata
I Las primeras horas de estos días de verano son una delicia. El sol, en su ascenso, prolonga las sombras y los volúmenes de las cosas, que van, lentamente, empapándose de una luz amable, de bienvenida. Revolotean las golodrinas nerviosas, como si tuvieran prisa por recorrer todos los caminos del aire y el silencio se va poblando poco a poco de sonidos. A veces me quedo mirando al cielo, de un azul desvaído, perezoso, y paso un buen rato embobado, sin hacer nada, asistiendo al desperar del mundo.
IILa experiencia cotidiana me lo vuelve a muestrar: Todo lo que podemos pedirle honestamente a un diálogo no es un acuerdo, sino una clarificación de las diferencias. Si es así, al acabar de dialogar nos hemos hecho con una represnetación más nítida de nuestras propias posiciones, con sus puntos fuertes y sus puntos flacos.
IIICada tiempo venera
sus prejuicios, que tiene por modelos de pensamiento libre y crítico. ¡Pobre del que se atreva a ponerlos en cuestión!
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14:27
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El café de Ocata
Cada vez que oigo a un docente decir que lo importante es querer a los alumnos, comprenderlos, crear un buen clima emocional en el aula, que sean felices... no puedo evitar pensar que tiene o muy poca confianza en su pericia docente o muy bajas expectativas sobre las capacidades intelectuales de sus alumnos.
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5:55
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El café de Ocata